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Jesucristo, Rey – Pastor
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Por: Mons. Omar Mejía - La celebración de la Santa Misa de hoy tiene dos particularidades: Celebramos el último domingo del tiempo ordinario y la solemnidad litúrgica de Nuestro Señor Jesucristo, rey del universo. El Santo evangelio (Mt 25, 31-46), nos ofrece para nuestra meditación un texto fundamental para nuestra vida cristiana. En su conjunto la Palabra de Dios el presente domingo nos ofrece la oportunidad de contemplar la acción de Dios manifestada en la segunda persona de la Santísima Trinidad: Jesús Nuestro Señor, rey del universo. En dos palabras sintetizamos el mensaje de hoy: Dios es: Rey – Pastor.
Escuchemos el inicio del santo evangelio: “Cuando venga en su gloria el Hijo del Hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria y serán reunidas ante él todas las naciones. Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras. Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda”. Según el evangelista San Mateo, esta narración bíblica es la última enseñanza magistral que realiza Jesús, nuestro Rey y Pastor. Quizás al evangelista le interesa que a su comunidad le quede grabada en su mente la acción misericordiosa, compasiva y cercana de Jesús nuestro Señor. Pero también le interesa dejar en la mente de su comunidad la necesidad de asumir la vida cristiana con responsabilidad frente al cuidado de los más pequeños y necesitados. No cuidar de los pequeños es un acto de injusticia que puede ser juzgado por el mismo Dios como una falta de misericordia y compasión.
Dios es el Rey del universo y como rey se sienta en su trono y posee toda la autoridad de juzgar nuestros actos; pero, a su vez, Dios es también Pastor y como Pastor cuida de su pueblo. Escuchemos nuevamente lo que hemos proclamado en la primera lectura: “Esto dice el Señor Dios: Yo mismo buscaré mi rebaño y lo cuidaré, como cuida un pastor de su grey dispersa, así cuidaré yo de mi rebaño y lo libraré” (Ez 34,11-12). Fijémonos en una expresión sumamente interesante en el texto: “Yo mismo buscaré mi rebaño y lo cuidaré”. Cuidar es lo propio de una madre y lo propio de un médico, de una enfermera (o). Cuidar es lo propio del rey. El rey cuida su imperio. El pastor cuida sus ovejas. Por más sencilla que sea nuestra vida, todos tenemos algo que cuidar. Debemos cuidar nuestra vida, nuestra salud, nuestra vocación, el trabajo, nuestros bienes…
El evangelio muy concretamente nos invita a cuidar nuestra salvación y hemos de hacerlo, a través de las obras de misericordia. Escuchemos la Palabra: “Vengan ustedes, benditos de mi Padre; hereden el reino preparado para ustedes desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber, fui forastero y me hospedaron, estuve desnudo y me vistieron, enfermo y me visitaron, en la cárcel y vinieron a verme”.
Notemos con atención la naturaleza de estas seis obras de misericordia: comida, bebida, acogida, ropa, cuidado, visita. Todos por más pobres que seamos tenemos el potencial para proveer este tipo de misericordia. No necesitamos ser ricos para comprar un pastel y una gaseosa para una persona hambrienta. No necesitamos ser enfermeros (as) para visitar una persona enferma, basta simplemente poseer la sensibilidad y la voluntad de hacerlo. No necesitamos ser misioneros para visitar un prisionero en la cárcel, es suficiente ser sensibles frente a la soledad y el agobio que siente un prisionero. Las obras que se ven recompensadas según el santo evangelio están al alcance de todos. Estas obras de misericordia son demasiado sencillas y no necesitan de grandes sacrificios de parte de quienes las practican, pero sí dan un alivio inmenso a quienes reciben la misericordia.
Cuidar nuestra vida y cuidar la vida de los demás, es una gran tarea. Cuando cuido mi vida, cuido la vida de los demás. Quien no es responsable con su propia vida, tampoco es responsable con la vida de los demás. Quien cuida, busca, apacienta, recoge, ánima, acoge al descarriado, venda las de heridas quienes están sufriendo. Quien cuida, cura, fortalece, da esperanza… Dios, nuestro Rey – Pastor, cuida de nosotros, el secreto está en que nos dejemos cuidar de Él. El Salmo responsorial nos acaba de decir: “El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar. Aunque camine por cañadas oscuras nada temo, porque tu vas conmigo, tu vara y tú cayado me sosiegan”.
“Tu vas conmigo”. Dios siempre va con nosotros. Escuchemos lo que nos dice la Palabra de Dios: “Señor, tú me examinas y conoces, sabes si me siento o me levanto, tú conoces de lejos lo que pienso. Ya esté caminando o en la cama me escudriñas, eres testigo de todos mis pasos” (Sal 139,1-3) (138). El único que realmente nos conoce en la integridad de nuestro ser es Dios. Por eso dice la Palabra: “Bendito el hombre que confía en Dios, maldito el hombre que confía en el hombre” (cf Jr 17, 1-13). Hermanos, ante la crisis que vivimos toda nuestra confianza debe estar centrada en Dios. Para los que aman a Dios todo les acontece para su bien. Las personas de fe, de las grandes crisis sacan grandes enseñanzas. El tiempo presente es un momento oportunísimo para rescatar con fuerza las obras de misericordia.
La Palabra de Dios del presente domingo nos invita a la solidaridad universal, pero, se trata de una solidaridad que se particulariza en el ejercicio de la caridad hecha real y concreta en personas especificas, en seres humanos concretos que necesitan de nuestra ayuda. También el santo evangelio de una manera particular nos invita a realizar un buen examen de conciencia, escuchemos: “Apártense de mí, malditos vayan al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me dieron de comer, tuve sed y no me dieron de beber, fui forastero y no me hospedaron, estuve desnudo y no me vistieron, enfermo y en la cárcel y no me visitaron”.
La caridad se ejerce en lo concreto, en los espacios de la vida cotidiana. Allí donde hay un hermano que sufre necesitan de mi presencia. “Obras son amores y no buenas razones”. La Palabra de Dios nos invita hoy a revisar nuestros pecados de omisión. ¡Cuantas veces Dios se nos hace presente a través de un hermano que sufre y nosotros pasamos de largo! El Rey – Pastor nos conoce y observa con dolor cómo muchas veces nos convertimos en machos cabríos e indomables. Quienes en el juicio final son declarados malditos, se debe a su falta de caridad, una falta que entre otras cosas, como nos lo presenta el evangelio, a veces pasamos de una manera desapercibida. Escuchemos la Palabra: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos? Y él les replicará: En verdad les digo: lo que no hicieron con uno de estos, los más pequeños, tampoco lo hicieron conmigo”. Uno de los pecados más graves es el pecado contra la caridad. Pongamos atención porque, con mucha facilidad faltamos a la caridad, pensemos, por ejemplo, en el chisme, la calumnia, el asesinato, el aborto, el homicidio, el mismo suicidio. El don más grande que Dios nos ha regalado es la vida, de tal manera que una falta contra la vida es una falta contra la caridad.
El Rey – Pastor que cuida…, con dolor observa cómo sus hijos se alejan de Él, cuando no ejercen la caridad con sus hermanos los más humildes. El Rey – Pastor, ante la realidad del pecado de la humanidad, tiene que pronunciar una sentencia de condena: “Apártense de mi, malditos…” Hermanos, la mayor gloria de Dios es el hombre, la mayor gloria del hombre debería ser Dios. ¿Cómo glorificar a Dios?, según nos narra el evangelio, glorificamos a Dios, rindiéndole tributo de adoración y sirviendo generosamente a nuestros hermanos. Cuando servimos con honestidad y rectitud de corazón a los hermanos estamos dando gloria a Dios. La Palabra nos dice: Cuanto hicieron a dejaron de hacer a uno de estos mis hermanos más pequeños a mi me lo hicieron o a mi me lo dejaron de hacer. La enseñanza es que el reino de los cielos, la vida eterna, la vida en Dios, nos la granjeamos todos los días y en los pequeños detalles de cada jornada (Sólo por hoy y con la gracia de Dios). La crisis que vivimos en la actualidad es una gran oportunidad para ejercer la caridad y la misericordia al estilo de Jesús Rey – Pastor. En las actuales circunstancias que vivimos, tengamos en cuenta tres actitudes básicas: Presencia, discernimiento, orientación.
Estimados sacerdotes: presencia, discernimiento y orientación. El pastor conoce a sus ovejas, las defiende, las cuida y si es necesario da la vida por sus ovejas. Queridos padres, presencia en sus parroquias, dedicación. Nuestros feligreses nos quieren y nos necesitan al cien por ciento pastores. Religiosas (os), presencia, discernimiento, orientación. El religioso (a) es signo de la presencia de Dios entre nosotros. El religioso (a) es fiel a su vocación cuando ejerce la caridad como misión primaria en el ejercicio de su vida consagrada.
Educadores: presencia, discernimiento, orientación. Estimados maestros y maestras, dice San Juan Bautista de la Salle: “Quien desconoce a Jesucristo no puede ser maestro”. Por favor, estén al lado de sus alumnos, hoy más que nunca los necesitan maestros, maestros al cien por ciento. Ustedes son guías, acompañantes y orientadores, ustedes son la luz que ilumina la vida de muchos jóvenes. No se dejen robar la ilusión de luchar por un mundo mejor.
Padres de familia: presencia, discernimiento, orientación. Sus hijos aprenden más por lo que observan que por sus palabras; sean rectos y honestos en la vocación de ser los heraldos de la verdad, de la justicia, de la paz, y la fraternidad. Sus hijos los necesitan exigente, pero cercanos.
Gobernantes: presencia, discernimiento, orientación. El pueblo ha confiado en ustedes, el pueblo los necesita limpios de corazón, sin ambiciones, dedicados al servicio, amables y cercanos. El pueblo está cansado de falsas promesas. El pueblo los necesita dedicados y pulcros en la administración de los bienes públicos. Utilizando las palabras de Papa Francisco, estimados gobernantes, trabajen incansablemente por la “amistad social”.
La misericordia debe ser ilimitada, como son ilimitadas las necesidades
Mateo 25, 31- 46
En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: Cuando venga en su gloria el Hijo del Hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria y serán reunidas ante él todas las naciones. Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras. Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha: Vengan ustedes, benditos de mi Padre; hereden el reino preparado para ustedes desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me dieron de comer, tuve sed y me dieron de beber, fui forastero y me hospedaron, estuve desnudo y me vistieron, enfermo y me visitaron, en la cárcel y vinieron a verme. Entonces los justos le contestarán: Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte? Y el rey les dirá: En verdad les digo que cada vez que lo hicieron con uno de éstos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicieron. Entonces dirá a los de su izquierda: Apártense de mí, malditos vayan al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me dieron de comer, tuve sed y no me dieron de beber, fui forastero y no me hospedaron, estuve desnudo y no me vistieron, enfermo y en la cárcel y no me visitaron. Entonces también estos contestarán: Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos? Y él les replicará: En verdad les digo: lo que no hicieron con uno de estos, los más pequeños, tampoco lo hicieron conmigo. Y éstos irán al castigo eterno y los justos a la vida eterna.
Miremos y contemplemos el Crucificado
Jue 2 Mayo 2024
Lex orandi, lex credendi, lex vivendi
Jue 2 Mayo 2024
Mar 16 Abr 2024
“Yo soy el Buen Pastor, conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí” (Jn 10, 14)
Por Mons. José Libardo Garcés Monsalve - El próximo domingo contemplamos en la liturgia de la Iglesia a Jesucristo Buen Pastor, que da la vida por sus ovejas, así lo expresa en el Evangelio: “Yo soy el Buen Pastor, el buen pastor da la vida por las ovejas” (Jn 10, 11), además, el Evangelio destaca las características de Jesús Buen Pastor y nos dice que va en busca de las ovejas para llevarlas hasta el Padre. Jesucristo como Buen Pastor está atento a cada uno de nosotros, nos conoce, nos busca y nos ama, dirigiéndonos su Palabra, conociendo la profundidad de nuestro corazón, nuestros deseos, nuestras esperanzas, como también nuestros pecados y nuestras dificultades diarias, “Conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí” (Jn 10, 14).La acción del Buen Pastor que da la vida por las ovejas, que no las abandona, son acciones que muestran cómo debemos corresponder a la actitud misericordiosa del Señor. Seguir al Buen Pastor y dejarse encontrar por Él, implica intimidad con el Señor que se consolida en la oración, en el encuentro personal con el Maestro y Pastor de nuestras almas, es la actitud del conocimiento y el amor que tenemos por el Señor, que nos lleva a profesar la fe en Él diciendo: “Tú eres el Cristo” (Mc 8, 29), reconociendo como el centurión, al mirar y contemplar el Crucificado que “Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios” (Mc 15, 39) y que desde la cruz ha conocido nuestros pecados y ha dado la vida por nosotros, en un acto de amor infinito del Padre celestial por toda la humanidad caída y rescatada desde la Cruz.Jesucristo Buen Pastor se ha quedado con nosotros en cada uno de los sacerdotes, que, participando del único sacerdocio de Jesucristo, hacen visible al Buen Pastor, siendo Pastores del pueblo de Dios, cuidando las ovejas, saliendo en busca de la oveja perdida y comportándose como pastor en medio del redil y no como asalariado que abandona las ovejas en el momento del peligro. “El Sacerdocio es el Amor del corazón de Jesús”, repetía el Santo Cura de Ars. Un Amor que desciende del cielo para entrar en el corazón de cada pecador, para romper sus cadenas, para sacarlo de las tinieblas y llevarlo a la vida de la gracia. Así es cada sacerdote Buen Pastor, es el Amor del Corazón de Jesús para la comunidad parroquial, para cada una de las familias, para todos los fieles de la comunidad, cercanos y alejados de Dios, todos caben en el corazón del Buen Pastor.Cada sacerdote en el mundo es sacramento de este Sumo Sacerdote de los bienes presentes y definitivos. El sacerdote actúa en representación del Señor, no actúa nunca en nombre de un ausente, sino en la persona misma de Cristo Resucitado, que se hace presente con su acción eficaz. El Espíritu Santo garantiza la unidad en el ser y en el actuar con el único sacerdote. Es Él quien hace de la multitud un solo rebaño y un solo Pastor y la misión del sacerdote es apacentar las ovejas que debe ser vivida en el amor íntimo con el Supremo Pastor (Cfr Benedicto XVI, Audiencia General, 14 de abril de 2010), dando la vida por las ovejas, conociéndolas por su nombre y dejándose conocer por el Supremo Pastor.El próximo domingo es un día especial para dar gracias a Dios por el Sumo Sacerdocio de Nuestro Señor Jesucristo, que como Buen Pastor nos rescata a cada uno de nosotros de las tinieblas del pecado y levantándonos nos lleva sobre sus hombros. Pero también es un día para agradecer al Señor por cada uno de nuestros sacerdotes, que dejándolo todo han sabido escuchar la voz del Pastor Supremo, para cumplir la misión en el mundo de pastorear al pueblo de Dios con los sentimientos de Jesucristo Buen Pastor, dando la vida por las ovejas que han sido puestas bajo su cuidado.Cada sacerdote como Pastor de una comunidad parroquial necesita de la oración y del acompañamiento de su pueblo. La santidad del pueblo de Dios está en las rodillas del sacerdote, que, como Buen Pastor, sabe acompañar desde la oración a cada uno de los fieles. Pero también la santidad de cada Sacerdote está en las rodillas de los fieles, que en actitud contemplativa frente al Señor ora por sus sacerdotes. Agradecemos hoy, el don de cada uno de los sacerdotes de nuestra Diócesis de Cúcuta y también de las vocaciones, para que el Señor siga enviando obreros a su mies, para rescatar tantas ovejas perdidas que necesitan volver al redil a beber el vino de la gracia de Dios y llegar un día a participar de la felicidad eterna. Oremos por los jóvenes que se encuentran en nuestro Seminario Mayor San José, para que sepan responder al llamado del Señor y se vayan configurando con Jesucristo Buen Pastor, hasta llegar a dar la vida por el rebaño que se les será confiado.Pidamos la gracia de la renovación sacerdotal para nuestro tiempo, que nos comprometa a todos en salida misionera, para ir en busca de la oveja perdida, de quien rechaza a Jesús o no lo conoce y poderlo retornar a tomar el alimento que ofrece Jesucristo Buen Pastor en la Eucaristía, en donde somos transformados en Cristo cuando comulgamos en gracia de Dios y aprendemos desde la Eucaristía a resolver nuestra vida desde Dios.Pongámonos en oración de rodillas frente al Santísimo Sacramento y en actitud contemplativa miremos y abracemos el Crucificado y tengamos muy presentes a todos los sacerdotes del mundo entero y de nuestra Diócesis, para que cada día el celo pastoral de los ministros conduzca al pueblo de Dios a hacer profesión de fe en Jesucristo Crucificado y bajo la protección y amparo de la Santísima Virgen María y del Glorioso Patriarca San José, todos los sacerdotes seamos fieles a Jesucristo y a la Iglesia.En unión de oraciones,reciban mi bendición.Mons. José Libardo Garcés MonsalveObispo de Cúcuta
Vie 5 Abr 2024
“Les traigo la paz” (Juan 20, 19.21.26)
Por Mons. Luis Fernando Rodríguez Velásquez - ¡FELICES PASCUAS! Es el saludo esperanzado de los creyentes durante este tiempo inaugurado con la Resurrección de Cristo que es el acontecimiento más importante de la fe, pues nos permite comprender en profundidad el sentido de la vida verdadera, respondiendo incluso a los interrogantes ¿Cómo aprovechar y cómo construir la vida en nosotros?En los días de las Octava de Pascua y en el domingo “de la Divina Misericordia” escuchamos en el Evangelio cómo Jesús, cuando se aparece a los discípulos, los saluda diciendo: ¡Les traigo la paz!Hoy, como su arzobispo católico de Cali, en nombre del Señor que vive, les hago llegar el mismo saludo de paz a todos los que habitan en el territorio de la Arquidiócesis, especialmente a los jamundeños y a todos los que viven o visitan Terranova y sectores aledaños, El Rodeo y las zonas rurales en Robles, Timba, Quinamayó, Guachinte, Villa Paz, Potrerito, San Antonio, Villa Colombia y las veredas que las conforman.Con el Resucitado, les expreso mi paternal cercanía con este mensaje pascual reiterando el llamado a que se custodien y respeten las vidas humanas y la libertad de pensamiento, de culto y de movimiento.En nombre de Dios, hago eco del clamor de millones de colombianos para que cesen las acciones bélicas de todas las partes, así como las acciones orientadas por los grupos insurgentes al reclutamiento de menores de edad y el uso de las poblaciones civiles como escudos humanos. Nos inquieta y preocupa el incremento y reestructuración de los grupos armados ilegales.Reitero este llamado con las palabras del Papa Francisco en su último mensaje pascual: “No permitamos que las hostilidades en curso continúen afectando gravemente a la población civil, ya de por sí extenuada, y principalmente a los niños. Cuánto sufrimiento vemos en los ojos de los niños: ¡olvidaron de sonreír esos niños en aquellas tierras de guerra! Con su mirada nos preguntan: ¿por qué? ¿Por qué tanta muerte? ¿Por qué tanta destrucción? La guerra es siempre un absurdo, la guerra es siempre una derrota… Que no se ceda a la lógica de las armas y del rearme. La paz no se construye nunca con las armas, sino tendiendo la mano y abriendo el corazón”.Como Iglesia católica seguimos acompañando a todos los ciudadanos en el territorio de la Arquidiócesis. Especialmente, nuestro pensamiento se dirige ahora a quienes viven en Jamundí y sus corregimientos, sedientos de paz y de tranquilidad.A todos pido orar por quienes han perdido la vida, están siendo extorsionados, han sido reclutados o han tenido que salir desplazados de sus tierras, implorando también el arrepentimiento y la conversión de los autores de tales crímenes.Los bendigo y animo a que no pierdan la esperanza, pues Jesús, con su resurrección, venció la muerte y nos hizo libres, ¡Aleluya!+LUIS FERNANDO RODRÍGUEZ VELÁSQUEZArzobispo de CaliSantiago de Cali, abril 4 de 2024
Mar 2 Abr 2024
“Ha resucitado; no está aquí” (Mc 16, 6)
Por Mons. José Libardo Garcés Monsalve - Con esta expresión el evangelista Marcos resume el acontecimiento decisivo que contiene toda nuestra profesión de fe, que se hace realidad en nuestra vida cristiana en este día en que celebramos con gozo la resurrección del Señor. Ya en el momento del calvario pocos segundos después de Jesús lanzar un fuerte grito y expirar, el centurión romano hizo profesión de fe cuando dijo: “Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios” (Mc 15, 39), encontrando la certeza plena en el anuncio que el joven vestido de blanco les dijo a las mujeres que fueron a ver el sepulcro: “No se asusten. Buscan a Jesús de Nazaret, el Crucificado. Ha resucitado; no está aquí. Miren el lugar donde lo pusieron. Vayan, pues, a decir a sus discípulos y a Pedro: Él va camino de Galilea; allí lo verán, tal como les dijo” (Mc 16, 6-7).Frente a un mundo con mucho odio, venganza y violencia, la Resurrección de Jesucristo es la revelación suprema para decirle a la humanidad que finalmente no reina el mal, sino que reina Jesucristo Resucitado que ha venido a traernos perdón, reconciliación y paz, para que todos tengamos en Él la vida eterna. La proclamación de la resurrección de Jesús es fundamental para dar cimiento a la fe, tal como lo señaló el Apóstol san Pablo “Si Cristo no ha resucitado, la fe de ustedes no tiene sentido y siguen aún sumidos en sus pecados” (1Cor 15, 17), pero como Cristo resucitó, Él es la fuente de la verdadera vida, la luz que ilumina las tinieblas, el camino que nos lleva a la salvación: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie puede llegar al Padre, sino por mí” (Jn 14, 6).El desarrollo de la vida diaria tiene que conducirnos a un encuentro con Jesucristo vivo y resucitado, “que me amó y se entregó por mí” (Gal 3, 20), y ahora resucitado vive y tiene en su poder las llaves de la muerte y del abismo, para rescatarnos del mal que nos conduce a la muerte y darnos la verdadera vida, la gracia de Dios que nos renueva desde dentro con una vida nueva, para convertirnos en misioneros del Señor resucitado, según su mandato a los discípulos: “vayan y hagan discípulos a todos los pueblos y bautícenlos para consagrarlos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, enseñándoles a poner por obra todo lo que les he mandado. Y sepan que yo estoy con ustedes todos los días hasta el final de los tiempos” (Mt 28, 19-20).Así lo entendieron los primeros discípulos que vieron a Jesucristo y lo palparon resucitado. Pedro, los apóstoles y los discípulos comprendieron perfectamente que su misión consistía en ser testigos de la resurrección de Cristo, porque de este acontecimiento único y sorprendente dependería la fe en Él y la difusión de su mensaje de salvación por todos los confines de la tierra.Pedro, ante la pregunta de Jesús de quien era Él para ellos, le contesta: “Tú eres el Cristo” (Mc 8, 29), pero como todavía no había llegado la hora, Jesús les ordenó que no se lo dijeran a nadie. Ahora con la certeza de la resurrección, después de pasar por la cruz, todos salen a comunicar esa gran noticia por todas partes. También nosotros haciendo profesión de fe como Pedro, en el momento presente somos testigos de Jesucristo resucitado y cumplimos con el mandato de ir por todas partes a anunciar el mensaje de la salvación, con la certeza que no estamos solos en esta tarea, Él está con nosotros todos los días hasta el final de los tiempos (Cf Mt 28, 19-20).Dejemos a un lado nuestras amarguras, resentimientos y tristezas. Oremos por nuestros enemigos, perdonemos de corazón a quien nos ha ofendido y pidamos perdón por las ofensas que hemos hecho a nuestros hermanos. Deseemos la santidad, porque he aquí que Dios hace nuevas todas las cosas. No temamos, no tengamos preocupación alguna, estamos en las manos de Dios. La Eucaristía que vivimos con fervor es nuestro alimento y fortaleza que nos conforta en la tribulación y una vez fortalecidos, queremos transmitir esa vida nueva a nuestros hermanos, a nuestra familia, porque “Ha resucitado; no está aquí” (Mc 16, 6).La esperanza en la resurrección debe ser fuente de consuelo, de paz y fortaleza ante las dificultades, ante el sufrimiento físico o moral, cuando surgen las contra-riedades, los problemas familiares, cuando vivimos momentos de cruz. Un cristiano no puede vivir como aquel que ni cree, ni espera. Porque Jesucristo ha resucitado, nosotros creemos y esperamos en la vida eterna, en la que viviremos dichosos con Cristo y con todos los Santos. Tenemos esta posibilidad gracias a su resurrección.Haciendo profesión de fe en el Señor, miremos y contemplemos el Crucificado y digamos: “Tú eres el Cristo” (Mc 8, 29) y en ambiente de alegría pascual por la Resurrección del Señor, afrontemos nuestra vida diaria renovados en la fe, la esperanza y la caridad y vayamos en salida misionera a comunicar lo que hemos experimentado al celebrar esta semana santa. Puestos en las manos de Nuestro Señor Jesucristo y bajo la protección y amparo de la Santísima Virgen María y del Glorioso Patriarca San José, pidamos la firmeza de la fe para ser testigos de la Resurrección del Señor.En unión de oraciones,reciban mi bendición.+José Libardo Garcés MonsalveObispo de la Diócesis de Cúcuta
Jue 7 Mar 2024
Cuaresma: un camino de fe en comunidad
Por Mons. Ricardo Tobón Restrepo - La Cuaresma, si por una gracia especial de Dios la vivimos en serio, es un verdadero camino hacia la Pascua. Es decir, asumimos el éxodo en que estamos y aprendiendo a interpretar y a aprovechar los dones y las pruebas en medio de las que avanza nuestra existencia, vamos haciendo resurrección en cada uno de nosotros y en las personas que nos rodean. Para esclarecer las sombras, afrontar las luchas y no perder la esperanza, es necesario peregrinar en comunidad a la luz de la fe. Tal vez, entonces, la primera pregunta es si hoy tiene sentido creer.Partamos de la realidad. Junto a tantos signos de bondad y junto a un desarrollo impensable de la ciencia que cada día abre nuevos horizontes, crece igualmente una especie de desierto espiritual. Se tiene la sensación de que, a pesar de tantos logros, a veces el mundo no se dirige hacia la construcción de una sociedad más justa y fraterna. El hombre no aparece más libre y humano, continúan tantas formas de explotación y de violencia, quedan preguntas fundamentales sin responder, constatamos que, además del pan, necesitamos también sentido, fundamentos seguros, amor y esperanza.En este contexto, se requiere una renovada educación para la fe, que lleve a un conocimiento de la verdad y de los acontecimientos de la salvación, pero que brote sobre todo de un encuentro con Dios. Realmente, la fe verdadera se produce en un contacto profundamente personal con Dios, que nos pone frente a Él en absoluta inmediatez de modo que podamos hablarle, amarlo, entrar en comunión con Él, permitirle que nos toque en lo más íntimo de nosotros mismos. La fe es confiarse a un Tú, que es Dios, el cual nos da una certeza diversa, pero no menos sólida de la que viene de los cálculos exactos de la ciencia.La fe no es un mero asentimiento intelectual a unas verdades particulares sobre Dios; es un acto con el que nos confiamos libremente a un Dios que es Padre y que nos ama, es adhesión a un Tú que nos da confianza y esperanza. Este amor tiene su máxima revelación en la cruz de Cristo. Con la muerte y resurrección de su Hijo, Dios desciende hasta el fondo de nuestra humanidad para levantarla hasta Él. Así la fe hace ver cómo el amor de Dios es capaz de transformar toda forma de mal en salvación y cómo en Cristo se ha revelado la realidad profunda de la persona, el camino a la libertad y la posibilidad del amor.La fe viene por la escucha, dice San Pablo; es necesario escuchar a Dios que, a partir de una historia que Él mismo ha creado, nos interpela. Para que podamos creer tenemos necesidad de testigos que han encontrado a Dios y nos lo hacen accesible. De ahí la importancia de la comunidad. Pero la comunidad de fe no se crea por sí sola. La Iglesia ha sido creada por Dios y viene continuamente formada por Él. Esto encuentra su expresión en los sacramentos, especialmente en el Bautismo, en el que venimos acogidos por una comunidad, que no se ha originado por sí misma y que se proyecta más allá de sí misma.Esta realidad profundamente personal que es la fe está en relación inseparable con la comunidad. La fe es un don comunicado a través de otro don que es la comunidad. En efecto, es parte de la esencia de la fe el hecho de quedar introducidos en el nosotros de los hijos de Dios, en la comunidad peregrina de los hermanos y hermanas. El encuentro con Dios significa que, al mismo tiempo, somos sacados de nuestra soledad y acogidos en la comunidad viva de la Iglesia. Ella es mediadora de nuestro encuentro con Dios, que llega al corazón de cada uno de un modo completamente personal.La Cuaresma es entonces una oportunidad imperdible para consolidar nuestra fe y al mismo tiempo construir la comunidad cristiana. Nuestra sociedad requiere cristianos que se comprometan con Dios y su proyecto de salvación, que estén vitalmente incorporados a Cristo por la acción de su Espíritu, que sean la Iglesia que testimonia al mundo la experiencia de la vida nueva que surge del bautismo. Tengamos presente que esto se logra por la acción de Dios mediante la catequesis bien conducida, la liturgia celebrada con unción, la práctica de la oración humilde y el ejercicio de la caridad con todos los hermanos. Esta es la tarea pastoral de las parroquias en este tiempo de Cuaresma.+ Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín