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cristo resucitado

Mié 4 Mayo 2022

Yo doy la vida eterna a mis ovejas

CUARTO DOMINGO DE PASCUA Mayo 08 de 2022 • Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 13, 14.43-52 • Salmo: 100(99), 1-2.3.5 (R. 3c) • Segunda lectura: Apocalipsis 7, 9.14b-17 • Evangelio: Juan 10, 27-30 I. Orientaciones para la Predicación Introducción Los primeros domingos de Pascua la Iglesia presenta en la liturgia las apariciones del Resucitado a sus discípulos, pero el cuarto domingo de Pascua ofrece una figura especial, la de Cristo Pastor de las ovejas; es claro para nosotros que Él es el único Buen Pastor para sus fieles, pero el pueblo ha reconocido a través de los siglos en el papa, los obispos y los presbíteros un ministerio a favor de aquel del Único Pastor que reúne bajo su cuidado a gentes muy diversas, como sucedía ya desde las primeras comunidades cristianas compuestas de fieles provenientes de los judíos y de los gentiles (cf. Directorio Homilético, apéndice I, ciclo c, Cuarto domingo de Pascua). 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? La lectura de los Hechos de los Apóstoles se inserta en un apartado sobre la evangelización de Chipre y Asia menor, pero más específicamente nos presenta a Pablo y a Bernabé en Antioquia de Pisidia mientras ofrecen a los gentiles el mensaje de salvación ya que muchos judíos, sus primeros destinatarios, lo habían rechazado; así, quienes aceptaban el mensaje se alegraban y daban alabanza a la Palabra proclamada y quienes lo rechazaban experimentaban envidia e ira contra los discípulos al ver que muchos acudían a la escucha de la Palabra. El Salmo noventa y nueve es un llamado a la alabanza por el gozo del reconocimiento de la misericordia fiel del Señor con su pueblo, es también por esto acción de gracias, pero además confesión de la fe en Dios creador y guía del pueblo –expresado como las «ovejas de su rebano»–, es evidente así, que el Salmo pone también en tono de oración el contenido de la lectura de los Hechos. Además, como segunda lectura se continua el libro del Apocalipsis que la Iglesia hace terminar en los versículos que declaran que el Cordero (Cristo) será el pastor que conducirá hacia fuentes de aguas vivas a los que han sido atribulados y pasados por la sangre del Cordero para secar sus lágrimas: una consoladora imagen profética y apocalíptica de la comunión de los mártires de todos los tiempos. La dirección de toda esta riqueza de la Escritura la señala el Evangelio, que propone un breve, pero muy diciente pasaje del evangelista Juan en que Jesús, después de que un grupo de judíos le pidiera que les dijera expresamente si era o no el Mesías –porque la incertidumbre les turbaba el alma–, les responde que se los ha dicho, pero no se lo creen porque no son ovejas suyas, en cambio sus ovejas, las que el Padre le dio, escuchan su voz y lo siguen. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? Quienes acuden a la escucha de la Palabra de Dios, son reunidos de los más diversos pueblos y reciben hoy, como en muchas épocas, la alegría que brota de ella y la alaban, como sucedía con los gentiles que acogían la Buena Noticia por parte de los Apóstoles, en el mensaje de la primera lectura. En efecto, el mensaje del Señor llega como la luz a todos los extremos de la tierra para iluminar a los que viven en las tinieblas y para congregarlos como su pueblo y ovejas de su rebano; esta es la respuesta que se ofrece para que la comunidad ratifique cada una de las estrofas del salmo de alabanza que acompaña la lectura. La segunda lectura continúa motivándonos a una alegre fe y a una firme esperanza, esta vez recordando que el Cordero de Dios será quien como un pastor conduzca los mártires, a quienes han pasado por la sangre del Cordero, hacia la vida, hacia las aguas vivas y quien dé recompensa a los sufrimientos que asumieron por seguir fielmente a su pastor. El verso preparatorio al Evangelio recuerda el conocimiento mutuo que caracteriza al Pastor y a las ovejas, esa conexión supera por mucho el oficio del pastor de este mundo de Cristo Pastor, porque él nos da vida, no es aquel que usufructúa la vida de las ovejas. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? En la oración colecta, que da el tono de la celebración de la Misa, pedimos al Señor que, a pesar de las debilidades del rebano del Señor, este pueda llegar a la gloria que nos alcanzó la fortaleza de Cristo, nuestro único pastor, es decir que por el ejemplo de Jesucristo, logremos perseverar en Él para alcanzar los gozos celestiales; reflejamos el encuentro con esta Palabra en nuestra vida cotidiana de diversas formas, entre las cuales se encuentra el recordar que ante las dificultades por subsistir en este mundo, contamos con la providencia del Señor, que no solo nos prodiga lo necesario para subsistir sino también el alimento de la Palabra que nos llena de alegría en el Espíritu Santo y de la Eucaristía, que es fuente inagotable de alegría y precio de nuestra salvación (cf. Misal Romano, III Domingo de Pascua, oración sobre las ofrendas y después de la comunión) ____________ Recomendaciones prácticas: • Día del Buen Pastor. • Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones Sacerdotales. • Día de la Madre. • Orar por la santificación de los sacerdotes. II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa Somos congregados por el amor de Cristo muerto y resucitado por nuestra salvación, por su amor que nos ha limpiado de la turbidez del pecado; escucharemos la Palabra del Señor y comulgaremos su pan y bebida de salvación y de esta forma somos participes de la vida eterna que solo Él puede otorgar. ¡Qué alegría, en este domingo hemos sido congregados por el Señor, nuestro único Pastor, como ovejas de su rebano! Monición a la Liturgia de la Palabra La voz del Pastor conduce a sus ovejas hacia él; nosotros, que acudimos a escuchar la Palabra de Dios, somos conducidos por ella hacia la fuente de nuestro consuelo, al Señor, que nos da la vida eterna y nos llena de la alegría y del Espíritu Santo, el mismo que inspiró cuanto ahora se nos proclamará. ¡Escuchemos! Oración Universal o de los Fieles Presidente: Hermanos, confiados en Dios, nuestro Padre, que por amor nos ha enviado a su Hijo, Buen Pastor, dirijámosle nuestras súplicas por las necesidades propias y las del mundo entero. Oremos diciendo: R. Escúchanos, Señor. 1. Por la Iglesia, extendida por toda la tierra, para que el testimonio de muchos sirva de ejemplo a otros, y así ellos te sigan y te alaben llenos del Espíritu Santo. Oremos. 2. Por la santificación de los sacerdotes para que tú, Pastor y Guardián de las almas, concedas fruto abundante a su ministerio y a su grey docilidad. Oremos. 3. Por las madres de familia, para que su ejemplo de fe, de amor y de servicio sea un testimonio de vida cristiana para los hijos. Oremos. 4. Por los que sufren, para que conducidos por Ti hacía a las buenas aguas del consuelo, sean fortalecidos en su cuerpo y espíritu. Oremos. 5. Por nosotros, para que nuestros corazones y mentes estén abiertos a escuchar a los demás sin prejuicios. Oremos. Oración conclusiva Padre bueno,escucha estás súplicas que te hemos dirigido con fe y esperanza, con la confianza de que serán escuchadas. Por Jesucristo, nuestro Señor. R. Amén.

Mié 27 Abr 2022

Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado

TERCER DOMINGO DE PASCUA Mayo 01 de 2022 Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 5, 27-32.40b-41 Salmo: 30(29), 3-4.5-6.12ac-13 (R. 2a) Segunda lectura: Apocalipsis 5, 11-14 Evangelio: Juan 21, 1-19 I. Orientaciones para la Predicación Introducción Avanza el tiempo de gracia de la Pascua y en la liturgia de este domingo afloran algunas inspiraciones para la escucha y meditación de la Palabra de Dios; como la obra del Espíritu Santo que anima a los apóstoles y a los discípulos para dar testimonio del Resucitado; como la compasión de Cristo por el género humano, reflejada en su encuentro con los discípulos junto al lago de Tiberiades y con Pedro en particular; como las relaciones entre la liturgia terrena y la liturgia celestial, porque al participar de la santa Misa, en este mundo, anticipamos ya el gozo de alabar al Cristo, el Cordero de Dios, representándole en nuestra voz la glorificación de todas las criaturas que hay en este mundo y uniéndola a la adoración de todos los ángeles (cf. Directorio Homilético, apéndice I, ciclo c, Tercer domingo de Pascua). 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? El pasaje de los Hechos de los Apóstoles, que se tiene como primera lectura, se ubica dentro de algunos relatos sobre el núcleo de la primera comunidad cristiana en Jerusalén y más específicamente trata de los apóstoles que comparecen ante el sumo sacerdote que los interroga por predicar a Cristo, incluso cuando les habían prohibido hacerlo. Pedro, tomando la voz de los Apóstoles, declara la Verdad, es decir a Cristo, muerto y resucitado por nuestra salvación; el texto termina recordando que estas vicisitudes acontecidas a los apóstoles constituyen un ultraje que ellos sobrellevaron contentos por el nombre de Jesús; esta sentencia es justamente el enlace con el Salmo, que pone bajo el acento espiritual y de oración el contenido de la lectura que lo precede. El verso de respuesta hace repetir (cuando es que se hace de manera responsorial) «Te ensalzaré, Señor, porque me has librado», así la Iglesia orante interpreta bajo algunos versículos del salmo veintinueve la fidelidad de Cristo que acompaña a sus discípulos en medio de contrariedades de diverso tipo. Por otra parte, como segunda lectura se ofrece un pasaje del Apocalipsis que en este ciclo C es de donde se toma la lectura apostólica porque «estos textos están muy de acuerdo con el espíritu de una alegre fe y una firme esperanza, propio de este tiempo» (Ordenación de las lecturas de la Misa, n. 100), en efecto el texto apocalíptico trata de una asamblea que glorifica al Cordero de Dios acompañada de la voz de muchísimos ángeles y de todas las criaturas terrestres, lo cual evoca la misma celebración litúrgica en que se proclama este texto sagrado. Como la Iglesia ha querido, «hasta el domingo tercero de Pascua, las lecturas del Evangelio relatan las apariciones de Cristo resucitado», la perícopa ofrece la aparición del Señor a los discípulos junto al lago de Galilea o de Tiberiades, estos últimos lo reconocen, pero no sin dificultad, después de echar las redes de pesca motivados por Jesús, luego comparten con él una comida de pan y peces. En medio de esta realidad la figura de Pedro resalta de nuevo de entre los otros apóstoles y se nos ofrece un diálogo suyo con el Resucitado en el que se le interroga sobre su amor que debía ser superior al de los otros, un amor que culminaría en la muerte con que iba a dar gloria a Dios, para sellar definitivamente el seguimiento de Cristo. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? Quienes celebran el día del Señor están recibiendo en las primeras semanas de Pascua los relatos de las apariciones del Resucitado, de modo que ellos son hechos por la Palabra también testigos suyos, con el Espíritu Santo que es quien recuerda lo que Él nos enseñó, quien toma de lo suyo para conducirnos hasta la verdad completa y esto constituye nuestra fuerza para resistir a todo tipo de dificultades, porque el Señor libra a los suyos y no permite que triunfe la burla de sus adversarios, como indica el Salmo, pero ese agradecimiento del orante, que ha recibido el auxilio de parte de Dios, queda representado de manera óptima en la celebración litúrgica porque es Acción de gracias por excelencia. Como la celebración de la Iglesia tiene el poder admirable de hacer presentes los eventos salvíficos remotos, también pone ante nuestros ojos el consuelo futuro de la liturgia celestial porque en el Misterio, es decir en el Sacramento, unidos a los ángeles y a los santos cantamos sin cesar el himno de la gloria de Dios en las bodas del Cordero; recuérdese la sentencia con que se prepara inmediatamente a los fieles a la comunión eucarística al mostrar la hostia consagrada, «este es el Cordero de Dios» quien merece, como lo declaraba la primera lectura todo nuestro honor, gloria y alabanza. El Señor, entonces, aparece también en nuestras asambleas pascuales para partir el pan y darlo a nosotros por medio de sus ministros sagrados. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Suplicamos al Señor, motivados por la oración colecta, que aguardemos con esperanza la resurrección final, motivados por la alegría recibida en la celebración del sacramento de la Pascua del Señor, porque el domingo es día que renueva el impulso de los creyentes en Cristo para anunciar aquello de lo cual son testigos, el gozo del encuentro con el Resucitado que nos dice «vengan a comer» y toma el pan y nos lo da en la santa Misa (cf. Antífona de comunión). En la vida podemos reflejar este encuentro ofreciendo consuelo a los tristes lo cual es manera de compartir la alegría del Resucitado con quienes más lo necesitan. _____________ Recomendaciones prácticas: • Jornada Nacional de la Infancia Misionera. II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa En este día de salvación, el domingo, día del encuentro con el Resucitado, reconocemos como discípulos amados del Señor que Él mismo se hace presente en medio de nosotros para invitarnos a la mesa en que nos alimenta con la Palabra y la Eucaristía. ¡Cuánto provecho nos hace vivir este sacramento admirable en comunidad y atestiguar, llenos del Espíritu Santo, que nuestro Señor nos acompaña siempre! Este es un gozo tan profundo que no lo disminuyen ni las dificultades derivadas de la predicación. Monición a la Liturgia de la Palabra Dios da el Espíritu Santo a los que le obedecen, a los que lo escuchan bien para atenderlo; escuchemos, entonces, esta Palabra que se nos proclamará y que nos hace testigos del Resucitado y de su Iglesia, de forma que toque nuestro corazón para que la aceptemos. ¡Atentos! Oración Universal o de los Fieles. Presidente: Hermanos, por la escucha de la Palabra somos testigos del Resucitado; respondamos a esta gracia divina orando a nuestro Padre del cielo con la oración fervorosa y a cada una de las suplicas digamos: R. Escucha, Señor, y ten piedad. 1. Por la Iglesia entera, haz que reconozca a tu Hijo en la mesa de la Palabra y de la Eucaristía: y que llenemos el mundo con la predicación del Evangelio de Cristo. 2. Por los gobernantes, para que sus pueblos avancen hacia la esperanza y que la humanidad conozca pronto un tiempo de reconciliación. 3. Por nuestra participación en la Misión de Cristo, para que a través de nuestro camino Sinodal juntos, crezcamos en nuestra responsabilidad compartida de la misión que se nos ha confiado 4. Por los sufrientes, extiende para ellos tu consuelo, socorre a los heridos y necesitados, y recibe a los pobres y a los forasteros. 5. Por nosotros reunidos aquí, en la asamblea dominical: para que asumamos con gozo la Palabra y la Eucaristía y recibamos así el consuelo de la fe a fin de ser testigos de tu Hijo amado. Oración conclusiva Dios clemente y misericordioso, cuyo Unigénito Resucitado está siempre vivo para interceder por nosotros ante Ti, recibe favorablemente las oraciones que te hemos dirigido y regálanos el consuelo de tu Espíritu Santo. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. R. Amén.

Lun 25 Abr 2022

¿Resucitamos con Cristo? Cinco signos de vitalidad cristiana

Por: Mons. Elkin Fernando Álvarez Botero - Me llegó un mensaje en la primera semana de pascua que decía algo como esto: “Si has resucitado con el Señor, deben permanecer en tu vida los signos de la vida del Resucitado; que no se te acabe la alegría de seguirlo y de testimoniarlo”. Recordé entonces que el Apóstol Pablo, no pocas veces en sus cartas, quiso exhortar a sus comunidades de la misma manera, esto es, invitándolas a enseñar los signos vitales que dan prueba de haber resucitado con Cristo. ¿Cuáles son esos signos vitales? Les propongo cinco que aparecen en los textos bíblicos: Buscar las cosas de allá arriba (cf. Col 3,1-2): Lo pide San Pablo a la comunidad de Colosas. Se trata de una invitación a la esperanza de eternidad, pero es también una consigna que lleva a los cristianos a dejarse guiar en toda su vida por los criterios del Evangelio. El Apóstol contrapone esta actitud con la aspiración de lo terreno, de la cual dice que hay que darle muerte, o con el “hombre viejo”, del que hay que despojarse para revestirse del “hombre nuevo”. Son signos de muerte la mentira, el odio, la inmoralidad, la idolatría de la codicia, la cólera, la ira, la maldad. En cambio, son signo de vitalidad cristiana la misericordia, la bondad, la humildad, la mansedumbre, la paciencia, el perdón y, sobre todo, el amor, al que se llama “el broche de la perfección”. No tener miedo (cf. Mt 28,5.10): Es una insistencia del Resucitado cada vez que se muestra a los discípulos; también les pide que no se desesperen o que no alberguen dudas en su interior. Así, el Señor nos invita a la confianza, a la audacia y a la certeza de su presencia. Estos son signos, por tanto, de vitalidad cristiana. Los proyectamos ante todo en una acción pastoral más valiente y convencida; una evangelización que no tenga dudas de que la resurrección de Cristo es la gran noticia de la historia que no se puede callar. Acoger la paz y transmitirla (cf. Lc 24,36): Cristo entrega la paz; es como su saludo característico. No se trata de una frase protocolaria; es una realidad que se actúa en el encuentro con el Resucitado y que viene sólo de él. Él es la paz, con su misterio pascual hemos alcanzado este don precioso. Acoger y ser artesanos de paz es un signo inconfundible de vitalidad cristiana. No podemos olvidar que es la paz de Cristo, que no es la misma que nos da el mundo. Comprender las escrituras (cf. Jn 20,9; Lc 24,25-27): Los relatos bíblicos pascuales, especialmente en Lucas y Juan, se refieren a esta comprensión de las escrituras como un camino para reconocer al resucitado. Es signo de vitalidad cristiana meditar y nutrirse de la Palabra que es el sustento y vigor de la tarea evangelizadora en la Iglesia. Reconocer a Cristo en el partir del pan y saber repartir el pan (cf. Lc 24,35-43): Bien conocemos que los discípulos reconocen a Cristo cuando él parte el pan. Sorprende, además, que Jesús resucitado en sus apariciones pida algo de comer o invite a comer a sus discípulos. La alusión es claramente eucarística, especialmente en cuanto ella es comunión, unidad y fraternidd. Tenemos signos vitales del resucitado en nosotros cuando la Eucaristía que se convierte cada vez más en el alimento que nos fortalece espiritualmente y cuando esta vivencia se traduce en caridad efectiva con nuestros hermanos, particularmente con los más pobres y necesitados. Revisemos, pues, estos signos en nuestra existencia y práctica cristiana; ellos nos dirán si verdaderamente hemos resucitado con Cristo. + Elkin Fernando Álvarez Botero Obispo de Santa Rosa de Osos

Vie 16 Abr 2021

"Así está escrito: el Mesías padecerá y resucitará de entre los muertos al tercer día"

TERCER DOMINGO DE PASCUA Abril 18 de 2021 Primera Lectura: Hch 3,13-15.17-19 Salmo: 4,2.4.7.9(R. cf. 7b) Segunda Lectura: 1Jn 2,1-5a Evangelio: Lc 24,35-48 I. Orientaciones para la Predicación Introducción La Palabra de este domingo nos, presenta, entre otros, tres temas para orientar nuestra reflexión: • Identificación del Dios de Israel, como el Dios de nuestros padres, quien es el mismo Dios de Jesús, a quien resucito: “El Dios de Abraham, y de Isaac, y de Jacob, el Dios de nuestros padres” (Hch 3,13). • El testimonio de quienes fueron testigos de la pasión, muerte y resurrección del Santo y del Justo, el autor de la vida, quien murió por nuestros pecados y los del mundo entero; a quien Dios resucitó de entre los muertos y quien es el Mesías, que está presente en nuestro caminar y nos invita a creer y a trabajar con amor y esperanza en la construcción de caminos de conversión y perdón, de esperanza y encuentro, de convivencia humana y caridad. • San Lucas identifica al discípulo misionero quien reconoce a Jesús y tiene un estilo de vida: de paz y alegría, de conversión y perdón, de encuentro y testimonio; cree que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios venido en cuerpo humano; obedece la Palabra de Dios; y vive la paz y ama, perdona y sirve a los hermanos. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? En los Hechos, escuchamos que Pedro inicia su mensaje identificando al Dios de Israel, como el Dios de nuestros padres, quien es el mismo Dios de Jesús, a quien resucito: “El Dios de Abraham, y de Isaac, y de Jacob, el Dios de nuestros padres” (griego: patearon). E identifica a Dios con estos patriarcas para recordarnos que Abraham, Isaac, y Jacob son los progenitores, “padres”, la fuente originaria, la semilla fundante, del pueblo de Israel. Su siervo Jesús, Cristo, a quien el Dios de Israel “ha glorificado, como lo había prometido a su Hijo amado, Jesús”. Gloria que se refiere al señorío y la majestad de Dios. Gloria de Dios, revelada a la humanidad, principalmente de tres formas: En el tabernáculo y en el templo, a través de la presencia Divina; en obras mesiánicas de Salvación; y en el juicio. Gloria que Dios comparte con Jesús. Gloria de Dios y gloria de Cristo quien revela su presencia en nosotros y en la comunidad, en su obra salvadora y en el juicio. Pedro le habla al pueblo de Jesús de forma categórica: “Dios… ha glorificado a su siervo Jesús, al que ustedes entregaron y de quien renegaron ante Pilato, cuando había decidido soltarlo”, para mostrar que Jesús ha sido traicionado, entregado en manos de pecadores y matado como un criminal. Así deja claro ante la multitud que ellos fueron los responsables de la muerte de Jesús, el Mesías, al exigir que Pilato soltara a un asesino, Barrabás, y condenara a Jesús. Pero Pedro abre la puerta del perdón y advierte “más ahora, hermanos, sé que por ignorancia lo hicieron, igual que sus autoridades”, con lo que pasa del juicio a la gracia. Por lo que se concluye: Juicio sin gracia destruye, y, a la vez, gracia sin juicio es ‘gracia barata’, “el enemigo asesino de nuestra iglesia” (Dietrich Bonhoeffer, The Cost of Discipleship). Necesitamos el perdón de Dios y nuestro arrepentimiento. El Salmo 4, es una oración de la tarde, con invocación al “Dios de mi justicia” por quien “en paz me acuesto”, con la insistencia en que "Dios es el único necesario". La "confianza" en Dios está en abandonarse en el sueño, en el silencio de esta muerte aparente con la seguridad que vamos a despertar. San Juan, en su primera carta, nos presenta a Jesucristo, sacrificado por nuestros pecados, quien había advertido su muerte para “que se cumpliera todo lo escrito en la Ley de Moisés y en los Profetas y Salmos…”, había invitado a guardar sus mandamientos, a ser fieles, como signo de que lo conocemos, y a amar y alabar a Dios con sentimientos de gratitud. San Lucas identifica al discípulo misionero, quien reconoce a Jesús y tiene un estilo de vida: de paz y alegría, de conversión y perdón, de encuentro y testimonio; diferente al mundo, que sigue el sistema anti-Dios, por lo que rechaza permanecer en Él y vivir como Él, como señales del auténtico cristiano, que cree que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios venido en cuerpo humano; obedece la Palabra de Dios; y que vive la paz y ama, perdona y sirve a los hermanos. Hasta a los mismos discípulos se les dificulta aceptar los acontecimientos de la pasión y muerte, creen que todo había terminado con la muerte del Señor; pero se encuentran con la sorpresa de Dios, al resucitar a Jesús, quien se les manifiesta en el camino de Emaús, en el cenáculo y otros lugares donde irrumpe para quitar el miedo y la pesadumbre e impulsarlos a ser testigos y anunciadores de la nueva verdad: ¡el Señor resucitó! Él quiere reconfortar a los suyos en la fe y que se tome conciencia de su presencia, de su compañía, por eso los invita a que lo toquen, a que le palpen sus heridas y le den comida. Come con ellos y les recuerda los momentos vividos para que se cumpliesen las Escrituras. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? El Señor Jesús ayuda a los discípulos a superar el miedo y terror, el espanto y la incredulidad. Les muestra las manos y los pies, diciendo: “¡Soy yo!”, y manda palpar el cuerpo, diciendo: “Porque un espíritu no tiene carne y huesos como veis que yo tengo.” Muestra sus manos y sus pies, porque en ellos están las marcas de los clavos. Cristo resucitado es Jesús de Nazaret, el mismo que fue muerto en la Cruz, y no un Cristo fantasma como imaginaban los discípulos viéndolo. Les pide palpar su cuerpo, porque la resurrección es resurrección de la persona toda, cuerpo y alma. Nada que ver con los griegos y la teoría de inmortalidad del alma o con la reencarnación. Dios, de forma maravillosa, cumplió en Jesús, su designio. Jesús, el enviado, desarrolló la mayor parte de su vida pública en la tierra, con sus discípulos, y les había anunciado todo lo relacionado con Él en las Escrituras, por eso ahora al hablarles les abrió el entendimiento y comprendieron lo sucedido. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? El Señor Jesús está presente entre nosotros, pero hoy encontramos opiniones diversas y contradictorias acerca del testimonio que damos los cristianos. Están los que dicen que estamos lejos de ser testigos, que nuestro comportamiento en lugar de ser buena noticia, por ser portadores de la Palabra de Dios, es muy dudoso, temeroso y tímido. Otros opinan que necesitamos experimentar su presencia resucitada para convertirnos y renovarnos, porque nos falta fe. Y están los que afirman que en la medida que reconocemos que su amor actúa en nuestras vidas y nos dejamos llenar de su Espíritu, podemos caminar día a día siendo testimonios vivos para otros hermanos. Este reconocer en nuestro camino al Resucitado, experimentarlo en nuestra vida, nos da el poder ser testigos, ser lámparas y senderos para anunciarlo, como el Mesías. Se trata, por tanto, de invitar a reconocerlo y confiar en su misericordia de Hijo de Dios; dejar las dudas y terror y, por el contrario, verlo y escucharlo en quienes esperan compasión; comprender las Escrituras y tener actitudes de misericordia en la oración y la acción, en la palabra y la vida y en la acogida y el trato; convertirnos y a agradecer el regalo de la salvación con una vida fraterna y solidaria, de perdón y paz; ser apóstoles de misericordia y hacer de los mandamientos vida que nos lleve a amar y servir a los otros y nos prepare para el encuentro definitivo con el Señor, y a vivir de fe y amor para tener fortaleza en la lucha y consuelo en las dificultades. Como la incredulidad y la duda se anidan en nuestro corazón, nos debilitan espiritualmente y nos confunden en las certezas de la fe, necesitamos colocar nuestra vida ante la presencia de Dios y su Hijo Resucitado, que es quien nos ayuda a superar todas las sombras, los vacíos y las fragilidades humanas, nos renueva con su poder y nos impulsa a ser testigos del amor revelado y a asumir nuestra misión como discípulos misioneros suyos. Uno de los modos de encuentro con Jesucristo, y que la celebración Eucarística debe fortalecer en nosotros, son los pobres. El Papa Francisco, en su visita a Colombia y concretamente en su intervención en el ángelus, en Cartagena, nos anima a descubrir cómo el Señor nos enseña y nos habla a través del ejemplo de los sencillos y de los que menos cuentan: “Son los pobres, los humildes, los que contemplan la presencia de Dios, a quienes se revela el misterio del amor de Dios con mayor nitidez”. (Ángelus y visita a la casa santuario de san Pedro Claver, Cartagena, 10 de septiembre 2017). II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa Hermanos, nos disponemos a celebrar la Eucaristía en la que el Señor Jesús, que ha resucitado, se hace presente entre nosotros y nos invita a escuchar su Palabra, a compartir el pan y el vino, símbolos de unidad, para disfrutar de su paz y ser testigos de su resurrección, que nos motiva a vivir la vida nueva en Él y con Él. Participemos con fe y alegría. Monición a la Liturgia de la Palabra La Palabra de este domingo nos presenta el testimonio de quienes fueron testigos de la pasión, muerte y resurrección del Santo y del Justo, el autor de la vida, quien murió por nuestros pecados y los del mundo entero; a quien Dios resucitó de entre los muertos y quien es el Mesías, que está presente en nuestro caminar y nos invita a trabajar con amor y esperanza en la construcción de caminos de conversión y perdón, de esperanza y encuentro. Escuchemos con fe Oración Universal o de los Fieles Presidente: confiados en la presencia del Señor Resucitado y en su amor generoso, oremos a nuestro Padre, diciendo: R. Padre, hazme testigo fiel de fe y amor 1. Dios Padre, que, por medio de tu Hijo Jesucristo, nos llamaste a ser una sola familia, superando toda duda y división, bendice al Santo Padre Francisco y con él a toda la Iglesia, para que unidos sirvamos a los que nos envías. Oremos. 2. Bendice, Padre, a las autoridades, para que sepan solucionar los conflictos, no con la fuerza de las armas, sino con el diálogo constructivo: Oremos 3. Acompaña con tu misericordia, Padre, a los desplazados, los migrantes, los perseguidos a causa de la justicia, para que todos logren el respeto de sus vidas y sus derechos. Oremos 4. Padre, bendice las familias, presencia de tu amor y signo de la unidad en Iglesia, para que tengan espacios de oración común y, unidas en la fe y la caridad, hagan de sus hogares ambientes de acogida fraterna. Oremos. 5. Señor, bendícenos a nosotros, aquí presentes, que hemos escuchado: “Mujer, qué grande es tu fe, que se cumpla lo que deseas”, para que seamos solidarios con los excluidos y los discriminados. Oremos En un momento de silencio presentemos nuestras intenciones personales Oración conclusiva Señor, tu nos dijiste “pedid y se os dará”, Escucha, pues, las súplicas de tu pueblo y fortalécelo con tus bendiciones. Por Jesucristo, nuestro Señor. R. Amén.

Jue 8 Abr 2021

La fe fruto de la resurrección de Cristo

SEGUNDO DOMINGO DE PASCUA o de la Divina Misericordia Abril 11 de 2021 Primera Lectura: Hch 4,32-35 Salmo: 118(117),2-4.15c-16a+17-18. 22-24 (R.1) Segunda Lectura: 1Jn 5,1-6 Evangelio: Jn 20,19-31 I. Orientaciones para la Predicación Introducción En los textos litúrgicos de este segundo domingo de pascua, conocido como domingo cuasimodo o domingo de la misericordia, podemos extraer las siguientes ideas: • La paz como don de Cristo Resucitado. • El Espíritu Santo regalo Pascual de Cristo. • La fe fruto de la resurrección de Cristo. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? En el texto el santo Evangelio según San Juan, que se proclama en toda la Iglesia, encontramos en todo el desarrollo de la escena, la presentación de Cristo Resucitado a la comunidad discipular reunida con las puertas cerradas por miedo a los judíos y les saluda con la paz. Cristo se presenta y disipa los miedos que experimentan los discípulos inundándolos de paz y alegría, aunque al principio resultaba algo chocante porque no estaban preparados para este acontecimiento que era algo imposible, impensable, increíble e inimaginable, pero es la realidad. Las apariciones de Jesús, deja estupefactos, aterrorizados y asombrados a los discípulos, tanto es así que no lo podían creer, pero era la realidad que Cristo está vivo y su misma persona se les ha manifestado, que no es un fantasma, no son visiones, es Él mismo en persona y una prueba de su vivencia son sus llagas en su cuerpo, producto de los clavos y de su cruz como sumo testimonio de amor, por eso sus llagas gloriosas no desaparecen. A partir de ese momento los discípulos comenzaron a creer en la resurrección, desde ese momento no pudieron callar esta experiencia con Jesús resucitado. Gracias al testimonio de los discípulos, la iglesia sigue anunciando a todos los hombres de todo tiempo que Cristo resucitó y como regalo nos da su paz que no es del mundo, porque él es el Señor, el Salvador del mundo y Príncipe de paz, nos da la fe y el mejor don sobre el mundo, el Espíritu Santo. El Espíritu Santo regalo Pascual de Cristo, es el don más preciado de Jesús Resucitado, ya que este es donado para dar fortaleza a los discípulos para que puedan dar testimonio de él en medio del mundo sin tener miedo. El Espíritu Santo en la vida de los discípulos, tiene como misión hacerle recordar las enseñanzas de Jesús y de acompañar a los discípulos en la misión encomendada de ser comunicadores de paz, de perdonar, ser misioneros de la misericordia, en otras palabras, es hacer presente a Cristo en la Misión en la Palabra y los Sacramentos. La fe es producto del encuentro con la persona de Jesús, que es un encuentro renovador y transformador, este don recibido de parte de Cristo Resucitado se ve reflejado en la comunidad que comparte y pone sus bienes al servicio de la comunidad, como lo diría San Lucas, en su obra de los Hechos de los apóstoles, los creyentes tenían un solo corazón y una sola alma, todo lo ponían en común, por la fe como don o regalo es salir al encuentro de Cristo en el hermano y en la comunidad que se reúne y comparte. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? Hoy quiero hacer eco a la palabra de Santo Tomás dichas el en evangelio: Señor mío y Dios mío, nos enseña a mantener una relación con Cristo resucitado en la fe y la adoración, a través la Palabra de Dios y los Sacramentos. Por último, la Palabra me invita a descubrir a Cristo como fuente de fe, paz y alegría, dejándome inundar de su alegría y gozo, dando testimonio de Él ante los hermanos que viven en tristeza, angustias y temor, que puedan sentir la presencia renovadora y transformadora de la Resurrección. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Señor, Jesús, derrama sobre nosotros la fuerza del Espíritu Santo, para que nos guie e ilumine con su luz, para que reconociendo que Tú eres fuente de fe y paz, pueda ser tu testigo en medio del mundo, tu presencia viva y actuante en la Iglesia, la palabra y los Sacramentos, alejen de nosotros todo miedo, temor y tristeza, conviértelos en alegría y gozo. Amén II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa Hermanos y hermanas, en este segundo domingo de pascua seguimos inundados del gozo y de la alegría de Cristo resucitado y celebramos el día de la misericordia. Iniciemos este encuentro de fe, amor y paz. Participemos con alegría. Monición a la Liturgia de la Palabra La paz, la caridad y la fe son dones de la pascua de Cristo que regala a la Iglesia, como discípulos y apóstoles de Cristo Resucitado, tenemos como misión ser testigos de la misericordia compartiendo con todos los mismos dones recibidos de él. Escuchemos con atención la Palabra de Dios. Oración Universal o de los Fieles Presidente: la misericordia y la fe se encuentran y nos enseñan que todo contribuye para el bien de quienes Dios ama. Como apóstoles de su Misericordia, oremos a nuestro Padre diciendo: R. Señor, de la misericordia escúchanos 1. Por la Iglesia: el Papa Francisco, los obispos, presbíteros y diáconos para que, siendo testigos de Cristo resucitado, sigan anunciando al mundo la fe y la paz. Roguemos al Señor. 2. Por nuestros gobernantes: presidente, gobernadores y alcaldes, para que se hagan partícipes de la alegría de la Resurrección y, animados e impulsados por Cristo, trabajen por el progreso de los pueblos para una vida mejor. Roguemos al Señor. 3. Por todos nosotros para que nos hagamos solidarios con los más pobres y necesitados de nuestra comunidad, ayudándoles con nuestra oración y ayuda económica. Roguemos al Señor. 4. Por nuestra comunidad parroquial para que sea impulsada por la alegría de la Resurrección Cristo, de tal modo que sean testimonio de luz ante la sociedad. Roguemos al Señor. En un momento de silencio presentemos nuestras intenciones personales. Oración conclusiva Dios, Padre compasivo y misericordioso, recibe bondadoso nuestras peticiones con las cuales también deseamos dar gloria y honra a tu Nombre. Por Jesucristo, nuestro Señor. R. Amén

Dom 21 Abr 2019

Mensaje de Pascua de Resurrección de Monseñor Oscar Urbina

En un emotivo mensaje de Domingo de Pascua, Monseñor Oscar Urbina Ortega, presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia, presentó en nombre de todos los obispos un saludo de Resurrección. El también arzobispo de Villavicencio expresó que luego de vivir estos días Santos, se espera que Cristo Resucitado entre en el corazón de todas las familias para que “sean constructoras sencillas del amor y la paz”. En su saludo de Pascua dijo, además, que “Cristo Resucitado ilumine las tinieblas de nuestro corazón para poder detectar la violencia y el egoísmo que nos lleva al pecado”. “Que la alegría de la Pascua nos permita a todos los colombianos abrir el corazón para ser artesanos de la reconciliación, constructores del desarrollo integral, animadores profundos de la esperanza, porque caminando juntos construiremos una nación fraterna y en paz”, concluyó el prelado.

Lun 9 Abr 2018

Pascua, fuerza imparable

Por: Mons. Ricardo Tobón Restrepo - Estamos de nuevo en Pascua. Hacer memoria de la muerte y resurrección de Cristo es celebrar el poder del Amor que es Dios; de ese Amor que nos ha hecho pasar de las tinieblas a la luz, de la muerte a la vida; de ese Amor que es hoy como ayer fuente que mana vida y esperanza. Este es el fundamento de la vida cristiana. En verdad, Cristo Resucitado es nuestra roca, nuestra seguridad, el faro en las tormentas que amenazan nuestra existencia de chocar contra la nada y que, en la fuerza de Pentecostés, nos muestra lo trascendente como el horizonte en el que debemos vivir y dar nuestro testimonio. Es ciertamente la fe en la resurrección de Cristo la que ha irrigado la vida y la misión de la Iglesia a lo largo de la historia. El fundamento de nuestra condición de bautizados y la Buena Noticia que llevamos es él, Jesús resucitado, el Señor. Todos los santos y santas, en la diversidad de sus dones y de su servicio a la humanidad, han bebido de esta fuente de vida que es el misterio de la muerte y resurrección de Cristo. Ellos son para nosotros testigos de que la fe en Cristo transforma la existencia, que ella inspira un arte de vivir que nos hace libres y felices. Es en el Evangelio donde los santos de todos los tiempos han encontrado la luz para esclarecer el sentido profundo y último de la existencia humana, para contribuir a renovar las cultura en los períodos particularmente difíciles, para ser los servidores de todos los que están abandonados, heridos o excluidos. Ellos han hecho así visible la razón de ser de la misión de la Iglesia: dar al mundo en Cristo una fuente de renovación y de salvación con la luz y la fuerza del Espíritu Santo. Es el misterio de Pascua el que nos hace capaces de avanzar en aguas profundas y de lanzar las redes sin perder la esperanza. Por el contrario, cuando la desconfianza y el fatalismo invaden poco a poco nuestro compromiso y nuestro fervor, es el signo de que hemos tomado distancia con la fuente que nos hace vivir o que todavía no la hemos descubierto. Es el Resucitado el que nos envía a este mundo inquieto y lleno de expectativas para despertarlo a la verdadera vida y a la esperanza. No hay noche en esta tierra que no permita descubrir al menos una pequeña luz. En la luz de Pascua, nosotros creemos que ninguna puerta está definitivamente cerrada y continuamos adelante en el empeño de vivir y ayudar a vivir la resurrección. Esto nos lo recuerda el Papa Francisco: “Su resurrección no es algo del pasado; entraña una fuerza de vida que ha penetrado el mundo. Donde parece que todo ha muerto, por todas partes vuelven a aparecer los brotes de la resurrección. Es una fuerza imparable. Verdad que muchas veces parece que Dios no existiera: vemos injusticias, maldades, indiferencias y crueldades que no ceden. Pero también es cierto que en medio de la oscuridad siempre comienza a brotar algo nuevo, que tarde o temprano produce un fruto” (EG, 276). Y nosotros, aun siendo frágiles como vasos de barro, somos portadores de un mensaje de amor, de verdad, de justicia y de esperanza que es único, vital y salvador para nuestro mundo. Así, cada vez que acogemos el Evangelio de Cristo en lo más profundo de nuestro ser, encontramos la fuerza del Espíritu Santo, para salir de nuestras preocupaciones y darnos a los demás siendo para ellos signos visibles de aquel que es, hoy como ayer, la Luz del mundo, el Camino, la Verdad y la Vida. Por eso, nos felicitamos todos en estas fiestas de Pascua y continuamos con gozo el camino. Aleluya, el Señor ha resucitado. + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín