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mons. omar mejía

Sáb 29 Oct 2016

“Hoy tengo que alojarme en tu casa”

Por Mons. Omar de Jesús Mejía Giraldo - Jesús, el Señor, es definido por el Papa francisco como “callejero de la fe.” así lo hemos podido comprobar durante las narraciones bíblicas que hemos escuchado cada domingo. Jesús, el Señor, ha pasado por las diferentes aldeas curando enfermos, sanando heridos de corazón, expulsando demonios, resucitando muertos. Jesús, el Señor, va camino a Jerusalén. Hoy el evangelio nos dice: “entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad.” Allí acontece algo extraordinario, podríamos decir hay allí, en Jericó, un milagro. Se trata de la historia preciosa de Zaqueo, un publicano, cobrador de impuestos y además un hombre rico; riqueza que según narra el texto, seguramente había adquirido cobrando una sobretasa en los impuestos. Según narra el proceso de su conversión su dinero no era adquirido con toda honestidad: “si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más.” Los dos personajes centrales del evangelio son: Jesús, el Señor y Zaqueo. Pero el personaje que aparece en primer lugar es Jesús. A él le competen las dos acciones: “entrar” y “atravesar” la ciudad. Jesús pasa por allí como peregrino pero también como misionero, pasa como “callejero de la fe.” Es Jesús, quien levanta los ojos para ver a Zaqueo, de igual manera, es Jesús, quien se hace invitar a casa de Zaqueo: “baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa.” Jesús, el Señor, trae la salvación a casa de Zaqueo. La Salvación es obra de la misericordia divina, pero es también búsqueda y aceptación humana. Dice San Agustín: “Dios que te creo sin ti, no te salvará sin ti.” Por eso vale la pena resaltar también la actitud de Zaqueo como personaje secundario del texto. La primera inquietud es: “trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura.” El primer paso en el camino de su conversión es querer conocer personalmente al Señor, para cumplir tal interés necesita superar todos los obstáculos humanos y los atajos de las circunstancias de la vida y de tantas personas que en algún momento de la vida lo enredaban en el camino hacía Dios. Zaqueo supera las barreras humanas, vence los prejuicios de la sociedad. Hombre “importante” y reconocido como era entre los personajes de Jericó y sin embargo corre y se sube a una higuera. Cuando hay un verdadero deseo no hay impedimento humano que valga. Zaqueo vence las prevenciones humanas y se atreve a buscar todos los medios necesarios para ver a Jesús. Es allí en el árbol precisamente donde se ve sorprendido por la mirada de Jesús y su invitación a que lo acoja en su casa. Seguramente que Zaqueo no quería ir más allá de la simple curiosidad. Pero he ahí el secreto de Dios, Él siempre, siempre, va más allá. Dios no se contenta con que lo conozcamos, Él nos invita a una relación más personal, más íntima, nos invita a que lo recibamos en nuestra casa para poder salvarnos, para manifestar su misericordia. Dios no es un Dios lejano, Él es el Señor y el “amigo que nunca falla”. La salvación de Dios es hoy, en nuestra casa, Él llega a nuestro corazón, a nuestras familias, a nuestras empresas y lugares de trabajo; Jesús va por nuestras calles, por nuestros campos y ciudades, va mirándonos e invitándonos a ser sus discípulos, no huyamos de Él, dejémonos amar de Él… “Dios es un eterno presente.” De nuestra parte lo que debemos hacer es preocuparnos verdaderamente por buscar todos los medios necesarios para poder conocerlo o al menos distinguirlo, todo lo demás lo hará Él. Dios es nuestro compañero de camino, Él va con nosotros y nos invita continuamente a la conversión. Así como Zaqueo, nosotros estamos también convocados a permitirnos “distinguir” a Jesús, subiéndonos al árbol de la Palabra de Dios, al árbol de los sacramentos, de la Eucaristía, de la fe, de la esperanza, de la caridad, de la fraternidad… Invitación a vivir el evangelio hoy: Emprendamos todos, todos, por favor: sacerdotes, religiosos (as), movimientos apostólicos, laicos, empresarios…, una verdadera cruzada evangelizadora de nuestros campos y ciudades. Vamos por la vida al estilo del Jesús: entremos en el corazón de las personas, entremos en sus casas e invitémoslos a seguir de verdad al Señor. Por favor, pensemos y repensemos la “pastoral de nuestra ciudad y nuestros campos”, no hay que especular mucho, solo contemplemos al Señor y tratemos de actuar como Él, quitemos nuestros escrúpulos humanos…, recordemos lo que dice la Palabra: “el Hijo del Hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido.” Tenemos que ser más incisivos en nuestra evangelización. Hay que evangelizar como dice San Pablo “a tiempo y a destiempo.” Ya es hora de entender que en la iglesia todos tenemos la obligación de ser misioneros. Hablar del Reino de Dios, mostrar el camino de la salvación, no es sólo tarea de los clérigos y religiosos. Todos en la iglesia, óigase bien, todos, somos responsables de la salvación de nuestros hermanos. “Una sola alma vale el mundo entero.” Vamos a entender una cosa que repetía frecuentemente Monseñor Alfonso Uribe Jaramillo a los sacerdotes de su diócesis: “La verdadera conversión debe pasar de la mente al corazón y del corazón al bolsillo”. Una persona verdaderamente se muestra convertida cuando es capaz de compartir sus bienes espirituales, intelectuales y materiales, de lo contrario es discurso. Intentemos ser juiciosos con el diezmo bíblico, no sólo en lo material, sino también con el tiempo, con los dones y carismas que Dios nos ha regalado. ¿Qué tal si los profesionales damos el diezmo económico y de nuestro tiempo para ayudar a las personas más necesitadas de nuestra sociedad? Si esto fuera realidad en nuestra iglesia, podríamos hacer mucho mejor y con mayor fuerza el bien y podríamos acercar muchas más personas a Dios y a la iglesia. Tarea: Vamos a meditar y a orar el siguiente pensamiento de San Ambrosio: “Hagamos ahora las paces con los ricos. En realidad, no queremos mortificar a los ricos. En lo posible, quisiéramos curarlos a todos... Aprendan que el pecado no está en la abundancia de bienes, sino en no saber usarlos. De hecho las riquezas, si son obstáculo para los malvados, a los buenos les ayuda para la virtud. Zaqueo, escogido por Cristo, ciertamente era rico. Sin embargo, les dio a los pobres la mitad de sus bienes y restituyó el cuádruplo de cuanto adquirió por medio de fraude. Como se puede ver, lo primero no basta y la liberalidad no tiene mérito en cuando continúe la injusticia, porque no se pretenden los despojos de un robo sino dones espontáneos. Procediendo así, Zaqueo recibió más de lo que le daba a los otros. Y es consolador que Él sea presentado como jefe de publicanos. ¿Quién podrá desesperar si hasta éste, con una fortuna de origen fraudulenta, fue salvado?” + Monseñor Omar de Jesús Mejía Giraldo Obispo de Florencia

Sáb 22 Oct 2016

Humildad

Por Mons. Omar de Jesús Mejía Giraldo - Continuamos con la meditación del evangelio de Lucas, éste es el cuarto domingo en el cual recibimos una nueva enseñanza, que en primer lugar esta dirigida a los apóstoles y desde luego hoy a nosotros, también discípulos y apóstoles el Señor. En una sola palabra podemos sintetizar la virtud que la Palabra de Dios, en el Santo evangelio nos presenta para este domingo: La humildad. Según el diccionario de la lengua española se define así la humildad: “Virtudque consiste enconocer las propias limitaciones y debilidadesy actuar de acuerdo a tal conocimiento.” “Podría decirse que la humildad es la ausencia desoberbia. Es una característica propia de los sujetos modestos, que no se sienten más importantes o mejores que los demás, independientemente de cuán lejos hayan llegado en la vida.” Immanuel Kantafirma que la humildad es la virtud central de la vida ya que brinda una perspectiva apropiada de lamoral. Para dar una gran lección a sus discípulos, a sus apóstoles y sobre todo a muchos otros que se creían buenos, que estaban seguros de sí mismos (de lo que pensaban y de lo que hacían) y que despreciaban a los demás, Jesús suelta una preciosa parábola. Presenta la figura de dos personajes: Un fariseo, que ora con orgullo de sí mismo. El fariseo del evangelio se quiere presentar como modelo, es cumplidor estricto de la ley. Da gracias pero su gratitud no es dirigida a Dios como creador de todo, como dador de toda dadiva; su gratitud está dirigida a sí mismo. Así oraba: “¡Oh Dios!, te doy gracias, porque no soy como los demás: ladrones, injustos, adúlteros; ni como ese publicano.” Para éste hombre su punto de partida y de llegada es su mismo ser, para él Dios y los demás no cuentan. Un publicano, que ora con discreción, no se atreve ni siquiera a levantar los ojos al cielo y sólo tiene unas cortas palabras para expresar: ¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador. Éste hombre no se desgasta en grandes discursos y en oratorias para hacerse escuchar de Dios, su oración es simple y silenciosa, su oración nace de lo más profundo del alma. Éste hombre comprende que a Dios se le habla desde el silencio del alma y posee la confianza que en ese silencio Dios lo escucha. Dice Santa Teresa: “Dios siempre habla en el silencio.” Enseñanzas: No podemos perder la conciencia de pecado. El fariseo no reconoce su pecado, porque ni siquiera se reconoce como tal. En cambio el publicano si lo hace, porque sabe que sin Dios nada es. Éste hombre con modestia reconoce su miseria, se siente pecador y necesitado de la misericordia de Dios. Decía el Papa Pablo VI: “una de las tragedias del mundo de hoy es que ha perdido su conciencia de pecado.” Ojalá que nuestra oración constante sea: ¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador. Cuando la oración es sincera y honesta se pone en el Señor nuestra nada, nuestro pecado, nuestra miseria. De esta forma Dios rehace nuestro camino, porque en Él quedan todas las cosas. Sin Dios nada somos. Con Dios lo somos todo. Cuidado hermanos, cuidado, con la presunción (orgullo), es un pecado capital, porque genera muchos otros. El orgullo es lo peor que le puede pasar a un discípulo – misionero, el orgullo infla y no nos deja ver con claridad. El orgullo nos pone como centro de todo y no nos permite mostrar a Dios con trasparencia y rectitud de corazón. El orgullo envanece y hace que perdamos la esencia de nuestra vocación. Un cristiano orgulloso se queda sin Dios y sin hermanos, porque piensa que él es el centro del universo. La clave es la humildad, miremos el evangelio: “el que se enaltece será humillado y el que se humilla será enaltecido.” ¿Queremos la paz? Humildad, hermanos, humildad. ¿Queridos dirigentes, quieren ser artífices de la paz de Colombia? Humildad, humildad, por favor. Humildad para saber escuchar al otro, humildad para reconocer los errores. Humildad para forjar entre todos un nuevo país. Humildad para orar y pedirle a Dios el don de la paz. Humildad para poder realizar un acuerdo nacional donde todos pongamos y todos ganemos… Humildad en nuestros apostolados, sacerdotes, religiosos (as), movimientos apostólicos, misioneros, grupos…, no se nos olvide: la obra es del Señor, nosotros somos unos pobres siervos y debemos hacer la obra en el nombre del Señor; que nuestra única preocupación sea que nuestros nombres estén inscritos en el cielo. Por favor, no puede haber rivalidades entre nosotros, no hay unos movimientos más importantes que otros, todos estamos en la iglesia del Señor, todos somos siervos en las manos de nuestro Señor. Unidos somos más, unidos podemos hacer mucho mejor el bien. Unidos podemos ayudarle con mayor eficacia al Señor a construir el Reino de Dios. Hagamos silencio, por favor hermanos no por mucho gritar Dios nos escucha más y mejor. Hoy es urgente recuperar el poder de la oración en silencio. Hoy es necesario reinventar la oración desde lo profundo del alma. No hagamos de nuestra oración una simple repetición de formulas. Nuestros rezos hagámoslos oración y nuestras oraciones pueden terminar en rezos, pero por favor, que sean rezos que nazcan del alma y que transformen nuestras vidas. Celebramos hoy el día mundial de oración y ayuda a las misiones. Hermanos, todos vamos a orar para que Dios suscite en nuestras comunidades amor y entrega por las misiones. Pidamos humildad para nuestros sacerdotes, que el Señor dé a cada uno de ellos vocación sincera y humilde en favor de los demás. Oremos por nuestras familias para que Dios ilumine en ellas amor sincero por las vocaciones misioneras. Ayudemos generosamente con nuestros bienes a las misiones, Dios compensará nuestra generosidad. Para pensar: El peor combate del ser humano es dominarse a sí mismo, saber callar cuando se quiere hablar y saber hablar cuando se quiere callar, detener la imaginación cuando se está juzgando, desaparecer cuando se quiere ser reconocido, pasar sin herir y amar sin querer. Esto es humildad. Hay armas que matan, miradas que apuñalan, palabras que destruyen, si usas alguna de ellas, busca a Dios en tu corazón y encontraras la paz que anhelas. “Cuanto más grande seas, más humilde debes ser, y así obtendrás el favor del Señor,porque el poder del Señor es grande y él es glorificado por los humildes.” (Eclesiástico 3,18-20). Tarea: Oremos como el publicano: “¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador.” + Monseñor Omar de Jesús Mejía Giraldo Obispo de Florencia ­

Sáb 17 Sep 2016

“No podéis servir a Dios y al dinero”

Por Mons. Omar de Jesús Mejía. Este domingo y el próximo, vamos a meditar dos textos del capítulo 16 de nuestro evangelista Lucas, quien nos ha acompañado, con sus enseñanzas, en este año de la misericordia. El texto de hoy es una catequesis que Jesús, el Maestro y Señor, dirige a sus discípulos y el próximo domingo, el mensaje se dirige fundamentalmente a los fariseos. Jesús invita a sus discípulos y hoy a nosotros a ser inteligentes, cuidadosos y honestos en el uso de los bienes terrenales y para ello utiliza una parábola, se trata de una enseñanza práctica y seguramente algo muy común de su época; de hecho, era costumbre que muchos hombres ricos de Jerusalén tuvieran grandes extensiones de tierra, administrados por sus mayordomos (cualquier parecido con la realidad de hoy…). La parábola es paradójica, porque a primera vista pareciera que Jesús estuviera alabando las malas prácticas del mayordomo y no es así. Jesús no alaba las malas prácticas del administrador, sino su habilidad en salvar su existencia. Como el administrador asegura su futuro así nosotros debemos “atesorar riquezas en el cielo” (Mt 6,20) y no hemos de ser menos previsores que él. “Si los hijos de este mundo, con su modo de actuar, entienden que para asegurarse el mañana deben actuar en el hoy con inteligencia y prudencia, con mayor inteligencia deben obrar los “hijos de la luz” para los asuntos de la vida en plenitud, que es la vida eterna” (16,8b) (Fidel Oñoro). La enseñanza que Jesús nos da es entonces que la sabiduría de los hijos de Dios se debe demostrar sobre todo en el uso de los bienes terrenales. Es sumamente importante entender que Jesús, el Maestro y Señor, exhorta a sus discípulos y hoy a nosotros, para que entendamos la necesidad de ser fieles y responsables en la administración de los asuntos terrenos; que ésta administración no nos haga perder el corazón, sino lo contrario, que los bienes temporales, se administren de tal manera que apunten en absoluto a la lealtad para con Dios y nos impulsen al servicio de nuestros hermanos. Es importante entender que no se trata de un individuo cualquiera, sino de un mayordomo – administrador y que la manera libre con que salvó su existencia, no fue a costa de sus bienes propios sino a costa de su amo que era un hombre rico y bueno. La enseñanza para nosotros los cristianos es que debemos confiar en la bondad y misericordia de Dios, que viene de su amor (Ef 2,4). Lo que somos y tenemos no es nuestro, todo nos lo ha dado Dios para que lo administremos con responsabilidad y honestidad. Con Dios somos todo, sin Dios somos nada. La Palabra de Dios nos pide fidelidad en lo poco; nos promete que el secreto de la “Vida Eterna”, de la vida en Dios, de la vida en gracia, no está en hacer “mucho”, sino en hacer bien lo que hacemos. A Dios Padre no le importa la cantidad de lo que hacemos, sino el espíritu con que obramos (Prov 4,23). Recordemos Mt 18,1-5: “Sean como niños…”. Ser como niños consiste en ser: originales, genuinos, sencillos, amables, alegres, simples; si somos así, Dios se encargará de hacernos gigantes, porque la santidad es un don del Espíritu de Dios (Ef 4,8). La santidad es un don de Dios que nos invita a ser santos como Él es santo (Lev 11,44; 19,2; 20,26; 21,8). Santa Teresita de Lisieux, para vivir la “espiritualidad de la infancia”, se inspira precisamente en vivir con fidelidad los pequeños compromisos de cada día. “El que es fiel en lo poco, es fiel en lo mucho”. El mensaje que quiere transmitir Teresita es que la espiritualidad es sencilla y la llama "caminito". Es decir, ella nos enseña que Dios está en todas partes, en toda situación y toda persona y en los sencillos detalles de la vida. Su "caminito" nos enseña que hay que hacer las cosas habituales de la vida con extraordinario amor. Una sonrisa, una llamada de teléfono, animar a una persona, sufrir en silencio, tener siempre palabras optimistas y otras tantas acciones hechas con amor. Estos son los ejemplos de su espiritualidad. La acción más diminuta, hecha con amor, es más importante que grandes acciones hechas para gloria personal. Teresa nos invita a unirnos a su infancia espiritual, es decir, a su "caminito". La Palabra de Dios nos invita a pensar en lo ajeno; es decir, nos enseña que los bienes temporales pertenecen a Dios que los creo (Sal 23,1-ss), y los tenemos solamente en préstamo; porque Él al darnos sus bienes, no se desprendió de su dominio (Él es el Señor), Dios nos ha dado sus bienes para que con ellos ganemos lo nuestro; es decir, para que con los bienes que Él nos ha dado, ganemos los bienes espirituales y eternos, únicos bienes que el Padre celestial, en su misericordia nos entrega como propios, a través de la gracia. Para adquirir la fortuna de la eternidad, de la gracia, de los bienes espirituales, influye grandemente, como enseña Jesús en la parábola, el empleo que hagamos de aquel préstamo ajeno. Hermanos no se nos olvide, no somos dueños de nada, sin nada venimos a este mundo y sin nada volveremos a los brazos del Padre. Recordemos la parábola del hijo prodigo: el hijo menor se marchó de su casa con unos bienes que no eran los suyos, le pertenecían al Padre, los malgastó y decidió volver al Padre después de haberlo gastado todo, destruido y sólo y en los brazos del Padre misericordioso encontró acogida, fiesta, alegría, fraternidad, consuelo. Volvamos a los brazos acogedores de Dios Padre y para ello tengamos en cuenta lo siguiente: 1.No caigamos ni espiritualismos, ni en materialismos, la virtud está en el centro. “Los bienes nos sirven tanto cuanto nos acercan a Dios” (San Ignacio de Loyola). No podemos descuidar el trabajo, la familia, las ocupaciones del mundo; pero, por favor, tampoco podemos descuidar nuestra vida espiritual, también es sumamente importante. 2.El tesoro celestial será la posesión inalienable para el cristiano, pero tampoco puede desentenderse de aquellos bienes que el evangelio de hoy llama “bienes ajenos”. El cristiano no puede vivir sin trabajar, sin buscar la prosperidad de su empresa. Pero lo que nunca debe olvidar es que nada de eso es propio: por eso, parte de la responsabilidad, es no caer en el apego y estar siempre dispuesto a compartir (Lc 12,13-21). En pocas palabras la cuestión es: “trabajar para la vida y no vivir para trabajar”. 3.Manejemos dinero pero ¡no hagamos de él un ídolo! “No podemos servir a Dios y al dinero” (16,13). Esto implica una evaluación continua para no dejarnos esclavizar por la administración terrena y tener más y mejores espacios para el servicio de Dios. Debemos tener más espacios para la oración, para la meditación, para el silencio, para los amigos, para la salud, para el descanso. Luchemos más por construir “vida digna” y no tanto por tener “calidad de vida”. 4.Pongamos atención hermanos: si una persona se pone al servicio del dinero, de la misma forma que lo hace con Dios, terminará haciendo de la economía su Dios, fallándole así a Dios y a su consagración en la celebración de los sacramentos. De igual manera, nada extraño es que quien le entrega su ser al dinero termine olvidándose de su familia, de sus amigos, de Dios y hasta de su propio ser. Por ejemplo: muchos se comprometen en tres y más empresas de medio tiempo, ¿cómo hacen? 5.Cuando nuestra opción única es por el dinero, tarde que temprano somos arrastrados a la perdición, porque terminamos siendo avarientos, tramposos, corruptos y hasta asesinos. Es ahí precisamente, mis hermanos, donde terminamos dándonos cuenta que de nada valen los trabajos por conseguir dinero, si somos malos administradores de lo verdadero y fundamental, de lo eterno y esencial. 6.En una sola frase podemos sintetizar el evangelio de hoy: “El cristiano es una persona que tiene los pies en la tierra pero el corazón en el cielo”. 7.Para nuestra meditación y para nuestro examen de conciencia, les propongo el siguiente texto de San Ambrosio de Milán: “Vosotros, oh ricos, que tenéis vuestro dinero encerrado bajo llave, sois los carceleros de vuestro patrimonio, en lugar de sus soberanos; sois sus esclavos y no sus dueños. Dice Jesús: ‘Dónde esté tu tesoro, allí también estará tu corazón’. Junto con el tesoro, también vuestro corazón está cerrado con candado… Olvidando la enseñanza de Jesús, os apegáis a objetos de poco valor y perdéis inmensas riquezas: preferís los tesoros de dinero a los tesoros de la gracia… Reflexionad antes en los deudores que la gracia os puede asegurar: • La gracia os da los hermanos como deudores… • La gracia os da como deudor a Dios Padre, el reembolsa con altos intereses el mínimo don que hagáis para aliviar al pobre. • La gracia os da como deudor al Hijo de Dios, el cual dirá: ‘tuve hambre y me disteis de comer… Lo que hicisteis a uno de los hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis’. También vosotros podéis poner en práctica la enseñanza de la Escritura: haz un préstamo a Dios, dando a los pobres. Sí, quien da al pobre, presta a Dios”. Tarea: Continuar la lectura del libro del Eclesiástico. Por Monseñor Omar de Jesús Mejía Giraldo Obispo de Florencia

Sáb 3 Sep 2016

Condiciones para ser discípulos de Jesús

Por Mons. Omar de Jesús Mejía Giraldo - Dice la Palabra que a Jesús, el Maestro, el Señor, lo acompañaba mucha gente…, seguramente que Jesús siente alegría, por el hecho de saber que mucha gente lo sigue; pero no por eso, Jesús se ahorra la responsabilidad de aclararles el motivo de su predicación y la responsabilidad que implica ser sus discípulos. Dice Lucas “Miles de personas le seguían”. Entonces Jesús, en vez de atraerlos con promesas como suele suceder, pone a la multitud en el más fuerte aprieto, cuestionando la “sinceridad de la adhesión”. Ejemplos: “Te seguiré Señor le dice alguien”, Él se vuelve hacía aquella persona y le dice: “El Hijo del hombre no tiene donde reclinar la cabeza” (Cfr Lc, 57-58). Por lo tanto, quienes se quieran dedicar a predicar el evangelio deben ser libres frente a las presiones y frente a las preocupaciones. De las primeras se puede liberar no poseyendo bienes, pero de las preocupaciones solo se libera confiando absolutamente en el cuidado “paternal de Dios” (Lc 12,22-34). Teniendo en cuenta éstas advertencias Jesús se dirige directamente a la multitud y les plantea, ¿Quieren ser mis discípulos? Deben entonces tener presente los siguientes principios: Claridad en los vínculos familiares Frente a los valores el verdadero discípulo debe tener claro que el primer puesto lo ocupa el Señor, aún frente a los padres. La lógica de los mandamientos lo expresa. Primer mandamiento: “amar a Dios sobre todas las cosas…” Cuarto mandamiento: “Honrar padre y madre…”. Recordemos el capítulo 12 del mismo evangelista Lucas, donde Jesús mismo se declara como objeto de discordia en la familia. “No he venido a traer paz sino división; de ahora en adelante habrá división: “los hijos contra los padres…”. Los mismos parientes de Jesús en algún momento pensaron que estaba loco (Mc 3,21; Jn 7,3-5). Claridad en mis condiciones y fuerzas La máxima que Jesús propone no es la de los griegos: “Conócete a ti mismo”; Jesús, en cambio, a quienes quieran ser sus discípulos les propone la siguiente máxima: “Niégate a ti mismo”. Jesús conoce cuan frágil y engañoso es el corazón de la persona. Jesús es el Maestro y el Señor, a manera de reto, nos invita a “descalificarnos a priori”; es decir, a dudar de nuestras estrategias, de nuestras fuerzas, de nuestro márquetin, de nuestras planeaciones, para confiar en la gracia y en el poder salvador de Dios Padre (Para Dios nada es imposible). Es una metodología bien extraña e incomprendida por el mundo súper planeado de hoy. Se trata de un método bastante útil, porque consiste en evaluar las fuerzas humanas con las cuales queremos seguir los postulados del evangelio y aún la vivencia de lo simplemente humano (Cfr Rom 3,4; Sal 115, 2). “Perverso el corazón e impenetrable, ¿quién podrá conocerlo? (Jer 17,9). “Maldito el hombre que confía en el hombre” (Jer 17,5). Dice la Palabra: “Jesús no se fiaba de los hombres, porque los conocía a todos” (Cfr Jn 2,24; Mc 8,34; (Mt 10,38). Claridad en la opción La opción, sea la que sea, debe ser en absoluta libertad, el secreto está en entender el significado de la libertad. En clave de fe, en clave bíblica, libertad es “ser lo que se es”, ser y obrar de acuerdo por lo cual se ha optado. Se opto por ser discípulo de Jesús, pues se debe vivir como discípulo del Señor. Se opto por ser esposo o esposa, se debe vivir como tal. Se opto por ser sacerdote, se debe vivir como sacerdote. Se opto por ser religioso, se debe vivir como religioso. Se opto por ser maestro, se debe vivir como maestro. Médico, abogado, ingeniero, servir público… Se opto por seguir a Jesús, bien, recordemos que el gran secreto de Él es la predicación del Reino de Dios, el cual es un don absolutamente gratuito de Dios, pero en el cual se debe permanecer asumiéndolo con plena libertad y entrando por la puerta estrecha del sacrificio y de la cruz. Cuando la opción es en Jesús, la cuestión consiste en salvar la vida en Él (Lc 9,24-ss). El evangelio de hoy nos insiste en la necesidad de estar atentos, a medir nuestras fuerzas, no con estrategias y planeaciones meramente humanas, no. El evangelio y en su generalidad la Palabra de Dios nos recuerda nuestra propia debilidad; no lo dudemos, “somos frágiles y sin Dios nada somos” (1 Pe 5,8-ss; Mt 10,39). No se nos olvide lo que dice la Palabra: “Sin mi nada pueden hacer” (Jn 15,5). Sin Dios somos nada, con Dios somos todo. El movimiento “cursillistas de cristiandad” tiene este lema que nos puede servir: “Cristo y yo, mayoría aplastante”. San pablo nos dice: “ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mi”. Confianza, confianza, absoluta en Dios Padre, misericordioso, es lo que necesitamos hermanos, si de verdad queremos ser fieles a la vocación que cada uno hemos recibido del Señor, vocación por la cual cada uno ha optado con absoluta libertad. Recordemos lo que dice el Señor a sus discípulos en el capítulo seis de San Juan: “¿Ustedes también quieren marcharse?”. A manera de conclusión El evangelio de este domingo nos invita a decir definitivamente no a la mediocridad, no a las conversiones a medias, no a los entusiasmos sin renuncias y sin discernimiento. Hermanos, no vale la pena ser discípulos a medias. No es buena la mediocridad. No podemos jugar a dos bandos. No podemos servirle a Dios y a las cosas al mismo tiempo. Somos o no somos. Quien busca a Jesús sin cruz, encontrará la cruz sin Jesús. “Quien no lleve su cruz detrás de mí, no puede ser discípulo mío”. No nos hagamos ilusiones no hay discipulado sin cruz, no hay vida sin cruz, no hay vocación sin cruz, no hay servicio sin cruz. La opción es con la cruz a cuestas. Finalmente, no se nos olvide, queridos hermanos, lo que nos dice el Papa Juan Pablo II: “La cruz es sobreabundancia de amor de Dios hacía el mundo”. Cuando se ama de verdad, verdad, cuando se ama anteponiendo siempre el amor de Dios, la cruz se hace ligera y se asume como señal de redención. Sin amor no hay cruz y sin cruz no hay amor. Quien no es capaz de renunciar a algo por amor, no ama realmente. El amor es la medida de todo (1 Cor 13). Dios es amor, por eso, Dios es la medida de todo. “Dios lo es todo”. Tarea Continuar con la lectura del libro del Eclesiástico. Monseñor Omar de Jesús Mejía Giraldo Obispo de la diócesis de Florecia

Sáb 20 Ago 2016

Señor, ¿serán pocos los que se salven?

Por Monseñor Omar de Jesús Mejía - Estamos ahora en el corazón del camino que ha emprendido Jesús con sus discípulos hacía Jerusalén. Jesús, Maestro y Señor, va formando a sus seguidores y a su paso a todos aquellos con los cuales entra en contacto. Alguien, “uno le preguntó”: Señor, ¿serán pocos los que se salven? La pregunta es espontanea, sin embargo, es necesario resaltar que era una pregunta muy normal en la época de Jesús, porque igual que hoy había en Israel muchos predicadores y profetas que ofrecían salvación, haciendo pensar que cuando se habla de salvación sólo es necesario enfocarla desde el bienestar y el confort, lo que hoy llamaríamos “calidad de vida” y no es así. Salvación en clave bíblica es comunión con Dios, lo que significa comunión con su querer, con su pensar, con su ser… Una persona que rechaza el querer de Dios, no es rechazada por Él (Dios no rechaza a nadie), se trata más bien de un rechazo personal, con el cual se excluye así misma de la salvación. La salvación consiste en la comunión eterna con Dios que es la fuente y la plenitud de la vida. “He venido para que tengan Vida y Vida en abundancia”. “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida”. “Quien me sigue no camina en tinieblas sino que tendrá la luz de la Vida”. Señor, ¿serán pocos los que se salven? Jesús le dice al personaje y hoy a nosotros: Esfuércense en entrar por la puerta estrecha. La pregunta nuestra sería: Señor, ¿Nos salvaremos? Como lo muestra la enseñanza de Jesús, Dios no hace más que confirmar la opción (decisión) de cada persona. Cada uno de nosotros, mis queridos hermanos, tiene que preguntarse por la salvación, la cuestión clave está en la manera cómo cada uno enfoca la cuestión. Es necesario que la pregunta por la salvación, por la Vida Eterna, por la trascendencia, vuelva a ser central en nuestra vida cristiana. El mundo de hoy nos ha hecho perder éste horizonte. Hoy nos hemos quedado muy anclados en el mundo terrenal y se nos ha perdido el horizonte de la eternidad. El evangelio de hoy es central y es necesario asumirlo como tal. La Palabra de Dios no puede dulcificar nuestra relación con Dios y nuestra relaciones entre nosotros. La Palabra de Dios nos tiene que confrontar de cara a la eternidad. No somos plantas, nos somos simplemente animales, somos “imagen y semejanza de Dios”, poseemos por lo tanto semillas de eternidad, semillas de divinidad. Dios nos ha creado con capacidad de ir hacía Él. dice San Agustín: “Nos hiciste Señor para Ti y nuestro corazón vive inquieto hasta que descansa en Ti”. Hermanos queridos, la salvación es “don de Dios”, es un regalo, un ofrecimiento, es atracción divina; por lo tanto, es también, necesario explícitamente aceptarla y asumirla con responsabilidad y compromiso. Dios no obliga absolutamente a nadie, siempre ofrece, pero da libertad. También San Agustín insiste: “Dios que te creo sin ti, no te salvara sin ti”. ¿Qué es entonces entrar por la puerta estrecha? Es entrar en comunión de vida con Jesús, es aceptar su enseñanza sin matices, porque con Jesús no hay media tinta; a la Palabra de Jesús, se le cree o no se le cree. Con el evangelio no se puede ser claro oscuro, con Jesús, se es o no se es y basta. Recordemos: Jesús no es un maestro, es el Maestro. Jesús no es un señor, es el Señor. Lo peor que nos puede ocurrir es acomodar la Palabra de Dios a nuestros gustos y necesidades y creer que la salvación se compra, no hermanos queridos. La salvación consiste en entrar en Jesús, Maestro y Señor y permanecer en Él. La salvación es entonces vivir según los cánones de la Palabra de Dios. Hermanos, es una mala decisión dejar para la vejez la preocupación por la salvación. Puede ser que se nos haga demasiado tarde, no permitamos que se nos cierre la puerta. Cuanto más nos alejemos del camino del Señor, más y más, tendremos que desandar cuando queramos volver a sus brazos misericordiosos. San Agustín insiste: “Temo a Dios que pasa y no se si volverá a pasar”. Hermanos, entendamos otra cosa: La plenitud y la riqueza de nuestra vida humana consiste también en la plenitud y la profundidad de nuestras relaciones con las demás personas. Por eso, entremos ya por el camino estrecho del perdón, de la verdad, de la justicia, de la fe, de la esperanza…, y dejemos atrás el camino amplio y aparentemente cómodo del odio, la venganza, la incredulidad, el adulterio, la fornicación, la corrupción, el chisme… El evangelio de hoy es una invitación a ser discípulos del Señor, de verdad, verdad. Jesús quiere ganar nuestro corazón, pero él no acomoda el mensaje para agradarnos sin más. Porque nos ama nos dice la verdad, no importa que haya verdades incómodas. El evangelio de hoy nos deja bien claro que la salvación no es cuestión de números, no es una realidad cuantitativa, sino cualitativa. El evangelio nos deja clarísimo que todo el que quiera puede ser salvado, siempre y cuando oriente su vida hacía la dirección correcta. La preocupación por la salvación debe concentrarnos en un obrar según la justicia (Lc 11,42; 13,27), que no es otra cosa que configurar la vida con la vida de Jesús. Por lo tanto, los buenos propósitos no son suficientes, hay que “hacer” cosas concretas para entrar. Es verdad la salvación es un don de Dios, es decir, es Dios quien salva, pero también es verdad que Dios nos toma en serio como personas libres y voluntarias. La salvación es un don de Dios que tenemos que conquistar con la “fidelidad a nuestro sí constante” (todos los días debo decirle sí al Señor). No basta con conocer muchas cosas del Señor, no basta con ser bautizados, no basta con practicar actos de piedad. Es necesario vivir insertos en Él, es necesario permanecer en Él y desde Él permanecer en el amor al hermano. Finalmente hay que decir que el evangelio de éste domingo es una nueva invitación a la conversión. Siempre será posible para todos, óigase bien para todos: “El cielo”, como plenitud eterna; el cielo es Dios mismo, dado y aceptado en su plenitud, tal y como es, con sus bondades y sus exigencias. El cielo es plenitud de Dios. Siempre será posible el infierno, que es Dios mismo como ausencia, el infierno es ausencia de Dios. Siempre será posible el purgatorio como estado de purificación. “El purgatorio es en definitiva, el gran medio escogido por la infinita misericordia de Dios para llenar el cielo de antiguos pecadores, sin mengua ni menoscabo de su infinita justicia. !Pobres de nosotros si no hubiera purgatorio¡” (Antonio Royo Marín). En el purgatorio no todo es dolor y pena, allí también hay consuelo. El padre Royo Marín nos habla de los consuelos del purgatorio: La certeza de la salvación eterna; la plena conformidad con la voluntad de Dios; el gozo de la purificación; el alivio continuo; la asistencia espiritual de la Virgen María y del ángel de la guarda. “El purgatorio es una misteriosa mezcla de sufrimientos indecibles y de alegrías inmensas e inefables consolaciones”. (Royo Marín). Tarea: Leer meditar y orar el “Cantar de los cantares”. Por Monseñor Omar de Jesús Mejía Giraldo Obispo de la diócesis de Florencia

Sáb 6 Ago 2016

Para orar, meditar y vivir

Por Monseñor Omar de Jesús Mejía Giraldo - “Ojos y oídos bien abiertos” Para comenzar nuestra meditación de hoy, partamos de cinco máximas que se enseñan en el movimiento scout, en la rama de los lobatos. Se trata de las máximas fundamentales para sobrevivir en la selva, son a su vez las palabras mágicas que debe aprender el niño al inicio de su proceso de formación en el movimiento mencionado. Son máximas tomadas del “libro de la selva”: • El Lobato piensa ante todo en los demás. • El Lobato tiene los ojos y los oídos bien abiertos. • El Lobato es limpio y bien aseado. • El Lobato dice siempre la verdad. • El Lobato es alegre. Continuando nuestro proceso de formación en la escuela de discipulado, escuchemos ahora las máximas o palabras mágicas que Jesús, el Señor dirige a sus discípulos: 1.No temas, pequeño rebaño: porque vuestro Padre ha tenido a bien darles el reino El discípulo no puede ser temeroso. El discípulo sabe en quién ha puesto su confianza. El discípulo sabe que su Padre celestial cuida de él y por eso se confía en Él. El discípulo se reconoce un hijo amado del Padre y por eso no tiene porque temer. Dice la Palabra, salmo 36: “Sea el Señor tu delicia. Él te dará lo que pide tu corazón. Encomienda tu camino al Señor, confía en Él y Él actuará. Descansa en el Señor y espera en Él, los que esperan en el Señor poseerán la tierra. El Señor asegura los pasos del hombre. Se complace en sus caminos, si tropieza, no caerá, porque el Señor lo tiene de la mano. Confía en el Señor, sigue su camino”. El seguidor de Jesús debe vivir sabiendo que el reino del Padre es ya una realidad en él. Su vida goza del cariño, la protección y la seguridad que el Padre otorga. Hermanos, creámosle a la Palabra. Preguntas: ¿Hermanos, vivimos confiando absolutamente en el Padre celestial o vivimos en la desconfianza y en el miedo? ¿Por qué tanto temor al futuro? No temas, pequeño rebaño. Dios nos ama y nos ha prometido la vida eterna, a quiénes creamos en Él. Tengamos en cuanta las siguientes palabras de San Agustín al interpretar el texto: “Si, a pesar de las fatigas diarias, perpetuas y gigantescas, ponen los hombres tanto cuidado en morir lo más tarde posible, ¡cuánto mayor no debe ser el esmero para no morir nunca! Sin embargo en esto nadie quiere pensar”. No temas, pequeño rebaño. Hermanos, pensemos en Dios, pensemos en nuestro futuro con Él y en Él. En nuestra vida cristiana el futuro es ya, porque quien vive en Dios, ya vive en la eternidad. Recordemos las palabras de la Beata Isabel de la Trinidad: “Qué importa estar en el cielo o en la tierra. Vivamos en el amor para glorificar al Amor”. El cristiano, cristiano, el que ha tomado en serio el don de la fe; quién de verdad, verdad, es ya discípulo del Señor vive inserto en el reino de Dios; reiteremos esto nuevamente con el testimonio de la Beata en mención: “Yo he hallado mi cielo en la tierra en mi querida soledad del Carmelo, donde vivo a solas con Dios solo. Todo lo hago con Él. Por eso realizo las cosas con alegría divina. Que barra, trabaje o haga oración, todo me resulta encantador y delicioso porque descubro a mi divino Maestro en todas partes”. 2.Vendan sus bienes, y den limosna Una vez más se aborda en el evangelio de Lucas el tema del dinero. Es una exhortación continua, en la cual el Señor pretende instruir muy bien a sus discípulos. Quien de verdad opta por ser cristiano seriamente, debe entender que su vida no depende de sus bienes. Los bienes materiales son necesarios, pero no son la vida. El dinero no puede ser el móvil de uno a quien el Padre le ha confiado su reino. 3.Dónde está tu tesoro, allí está tu corazón El corazón para la sagrada escritura es fundamental porque es allí, donde se anidan los sentimientos de bendición o de perdición. El corazón es el centro de las emociones, de las pasiones y de los sentimientos; el corazón es el centro de la “inteligencia emocional”. El corazón es un órgano físicamente esencial para conservar la vida. Igualmente ocurre en la vida espiritual, sin un corazón sano no hay vida espiritualmente sana y no podrá existir una relación sana y trasparente frente a Dios y frente a los hermanos. Sin un corazón sano jamás reconoceremos la presencia de Dios en nuestras vidas. La persona que no posee un corazón sano espiritualmente vive en conflicto con Dios y con los demás. Custodia tu corazón dice el Papa Francisco. Custodia tu corazón es lo que le dice el Señor a sus discípulos, porque “dónde está tu tesoro allí está tu corazón”. Hermanos: ¿Cuál es el tesoro de nuestra vida? ¿A qué o a quienes le hemos endosado nuestro corazón? ¿Cuál es la razón de ser de nuestra vida? ¿Tenemos una razón por la cual luchar? ¿Esa razón por la cual luchamos es realmente importante, es trascendental o pasajera? Para custodiar nuestro corazón es fundamental: Orar; estudiar la Palabra; el amor al hermano; respetar y amar la naturaleza; conocer nuestra fe (formación); anunciar el reino, esto nos enriquece y nos ayuda a ser custodios de nuestra fe. 4.Estén siempre en vela Dice el Señor a sus discípulos en el huerto de los olivos: “Estén en vela y en oración para que no caigan en la tentación, porque la carne es débil y el espíritu es fuerte”. El Señor continua formando a sus discípulos y Él sabe de la debilidad de cada uno de ellos, por eso, los invita a estar en actitud vigilante. Estén despiertos, atentos, cuídense de no caer en la tentación. Sin vigilancia no hay perseverancia y sin perseverancia es imposible la fidelidad. Para permanecer en la fe es necesario mantener los “ojos y los oídos bien abiertos”. San Pedro dice: “Estén sobrios y vigilantes, porque el diablo, como león rugiente anda buscando a quién devorar, resistan firmes en la fe(1 Pe 5,8). Por los sentidos externos entran a nuestro corazón los buenos o los malos deseos. 5. Ser administradores fieles y solícitos Frente al Señor cada uno deber dar a la medida de sus capacidades. Dice San Agustín: “¿Qué tienes que no lo hayas recibido del Señor?” La vida es un don, la fe es un don, los bienes que se poseen son dones que Dios nos ha dado. Pedro le pregunta al Señor, ¿has dicho esa parábola por nosotros o por todos? Él le responde con otra parábola que termina con la siguiente máxima: “Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá; al que mucho se le confió, más se le exigirá”. Es decir, cada uno debe dar en cuanto ha recibido. Hemos recibido el don de la fe y de la esperanza, tenemos que dar fe y esperanza, el cristiano no puede ser una persona derrotada. No podemos enterrar nuestros talentos, debemos ponerlos a producir. “Cada ser obra de acuerdo a lo que es su ser”. Somos discípulos del Señor, debemos entonces pensar, obrar y vivir como discípulos del Señor. El evangelio nos invita a ser proactivos a ser misioneros y difusivos. La Palabra de Dios nos convoca a gastar nuestra existencia con responsabilidad y buscando siempre producir frutos de eternidad, de paz y de fraternidad. Tarea: Continuar con la lectura del libro de los proverbios.

Sáb 25 Jun 2016

Para orar, meditar y vivir

Por Monseñor Omar de Jesús Mejía - Seguimiento – identidad “Tú eres el Mesías”, es el reconocimiento que Pedro hace de Jesús. Ahora los discípulos, entre luces y sombras saben quien es el Señor. Él les invita a seguirle a pesar de la cruz. Si quieren ser de verdad, verdad, sus discípulos, deben donar sus vidas, de lo contrario el seguimiento se queda en mera teoría o en buenas intenciones. En éste sentido, el evangelio de hace ocho días con el de éste domingo, tiene una perfecta conexión. Hasta éste momento el ministerio público de Jesús se ha vivido en Galilea, ahora Jesús, el Señor, el Mesías, opta por ir a Jerusalén, ciudad capital, donde se concentran todos los poderes. Él sabe que será allí, donde debe asumir el reto de presentar el Reino de Dios y su justicia. Será en la ciudad donde finalmente debe configurar la identidad de sus discípulos e incluso donde donará su ser definitivamente, pero Él sabe que está en las manos de su Padre y quiere cumplir su santa voluntad: Salvar la humanidad. Jesús, el Señor, ahora va a Jerusalén, no como peregrino, ni de paseo, va con una misión especifica: Consumar definitivamente su misión y en ello compromete a sus discípulos. Dice la Palabra que “envía mensajeros por delante”. Sus mensajeros entran a Samaria para prepararle un alojamiento y no son bien recibidos. Ésta actitud es consecuencia de la división histórica entre judíos y samaritanos. Santiago y Juan, discípulos suyos, se llenan de sentimientos de dolor y furia, hasta tal punto que quieren destruir a los samaritanos, es la gran oportunidad de Jesús, para corregir a sus seguidores: “Él se volvió y les regañó. Y se marcharon a otra aldea”. En éste contexto de camino, sentimientos de dolor y corrección, se desarrolla la bonita escena del seguimiento del Señor. Seguir a Jesús es “identidad” con Él, con su misión, es compartir su misión y aún su suerte. Seguir al Señor es aprender a jugarnos la vida por Él y con Él. El seguimiento del Señor se debe caracterizar por las siguientes actitudes: Libertad absoluta • Libertad es “ser lo que se es”. Se es discípulo, se debe vivir como discípulo, se deben asumir las responsabilidades de discípulo. En la libertad el discípulo debe saber que nada, ni nadie, lo puede amarrar para ser lo que se es y para ser lo que se debe ser. • En la libertad que ofrece el Señor, el discípulo sabe que el evangelio es para todos, pero no es una obligación es una opción radical, seria y serena. La vida cristiana es un “camino”, Jesús es el “camino” y nos invita a ir con Él, para que donemos la existencia por la salvación de aquellos a quienes él nos confía. • Padres de familia, recuerden que deben ser instrumentos de salvación para sus hijos. Hermanos, debemos ser instrumentos de salvación entre nosotros. Maestros, jefes, empleados…, todos, deberíamos preocuparnos por la salvación de todos. El cristiano es un ser universal y por lo tanto no se debe escandalizar, ni se debe llenar de rabia frente a la diversidad. El cristiano debe amar a todos, sin distinción de credo o clase social. Si algunos tenemos que estar abiertos a la pluralidad, somos nosotros los seguidores de Jesús, el Señor. • Nada produce tanta libertad como cuando se obra el bien, es mas difícil ser malo que bueno, para hacer el mal nos debemos esconder, el bien se puede hacer a la luz de todos. Hacer el bien genera luz y esperanza, hacer el bien nos convierte en luz y sal de la tierra. 2. Disponibilidad para dejarse corregir • Dice la Palabra: “Santiago y Juan, discípulos suyos, le preguntaron: Señor, ¿quieres que mandemos bajar fuego del cielo que acabe con ellos? El se volvió y les regañó”. El discípulo tiene que estar dispuesto siempre a dejarse corregir de su Maestro y Señor. • El discípulo hace su tarea por mandato del Maestro y debe estar dispuesto a sufrir persecuciones e incomodidades. Seguir a Jesús, es identificarnos con Él, es aprender a “tratar a los demás como queremos ser tratados por ellos”. Ser discípulos del Señor es aprender a perdonar como Él perdona, es amar como él ama. 3. Firmeza de voluntad – opción definitiva • Con Dios no hay medias tintas, se es o no se es. No se puede ser discípulo del Señor a medias. No se puede ser seguidor del Señor sólo en los momentos placenteros de la vida. Dios es plenitud y es eternidad. Dios es trascendencia y es absoluto. Por eso, cuando se hace una alianza con Él, el compromiso es para siempre y es una opción que plenifica, aunque pase por momentos de cruz y de pasión. • Nuestras alianzas las debemos asumir como opciones definitivas y plenificantes, “el oro se prueba en el crisol y el leño en el fuego. Ejemplos: Sacerdocio, matrimonio, vida consagrada. La vida cristiana en sí misma tiene que ser una opción para siempre. 4. Vivir con pasión el presente • Dice el evangelio: “El que echa mano al arado y sigue mirando atrás, no vale para el Reino de Dios”. Quien se decide a seguir al Señor, no puede estar anclado en el pasado. Si el pasado fue mejor, fijarse en él genera tristeza, porque se quiere volver a él. Si el pasado fue peor que el presente, genera tristeza, porque se vive con angustia y resentimiento. • El pasado paraliza y enferma cuando no se observa con gratitud. El ejemplo típico lo encontramos en Génesis 19,26, dice la Palabra: “Entonces la esposa de Lot miró atrás, a espaldas de él, y se volvió estatua de sal”. El Papa Juan Pablo II, al comenzar el nuevo milenio nos decía: Es necesario vivir con gratitud el pasado, con pasión el presente y con esperanza el futuro. Tarea: • Miremos el pasado, pero con sensatez, si fue mejor, demos gracias a Dios, si fue peor que el presente, por favor sanémoslo. • Soñemos el futuro, por favor, soñémoslo con esperanza y optimismo.

Vie 29 Ene 2016

Florencia presenta nuevo plan pastoral

Familia, formación y misión serán los tres pilares del nuevo Plan Pastoral de la Diócesis de Florencia para los próximos cinco años. Así quedó definido en el documento que fue presentado a la comunidad diocesana el pasado 28 de enero, en el encuentro anual de agentes de pastoral. El Plan es el fruto de un proceso de construcción colectiva de aproximadamente dos años, a través de la oración meditada de la Palabra y el reconocimiento y análisis de la realidad; con participación de sacerdotes, religiosas y laicos comprometidos. En su presentación el obispo de la Diócesis, Mons. Omar Mejía, dijo que el Plan parte del reconocimiento del camino pastoral recorrido hasta el momento por los misioneros capuchinos y consolatos, quienes sentaron las bases de la evangelización en este territorio, hasta llegar a la era diocesana. Señaló que el Plan pretende “ofrecer una herramienta pedagógica evangelizadora utilizada por el mismo Señor” quien “al abordar a la Samaritana nos da ejemplo de ir a las periferias existenciales” y con ello nos invita a ser, en palabras del Papa Francisco, “callejeros de la fe”. El Plan, además de su fundamento bíblico sigue el magisterio de la Iglesia, en particular los más recientes documentos del Papa Francisco que plantean los actuales retos evangelizadores como la Exhortación Apostólica “Evangelii Gaudium”, la Encíclica “Laudato Si” y la Bula “Misericordia Vultus”. Además de las tareas específicas y esenciales de la tarea evangelizadora, el Plan tiene en cuenta la atención a dos desafíos particulares de la Iglesia local: la preocupación por sus recursos naturales y la construcción de una “sociedad en paz, reconciliada y en actitud de perdón”. Fuente: Of. comunicaciones diócesis de Florencia