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Mons.Gonzalo Restrepo

Lun 21 Nov 2016

Un mensaje para los jóvenes

Por Monseñor Gonzalo Restrepo - Los jóvenes son la mayor reserva de un país. En los jóvenes se encuentra el futuro de todos los desarrollos y progresos del país. La cultura, la ciencia, las instituciones sociales, la familia, las creencias y las manifestaciones culturales, nuestra idiosincrasia, nuestras costumbres, la manera de relacionarnos y hasta el lenguaje, depende, en buena medida, de los jóvenes. Por eso, tenemos que cultivar la juventud. Tenemos que apoyar a nuestros jóvenes, permitirles que tengan alas para volar, mente amplia y clara para discernir y voluntades muy definidas y fuertes para decidir. Las semillas que sembremos en los jóvenes no se perderán. Lo importante es que siempre estas semillas encuentren el cariño, la compañía y el calor humano de quienes caminamos con ellos. Estar al lado de los jóvenes es un privilegio. Uno se rejuvenece, uno siente la energía de ellos y se entusiasma, uno vuelve otra vez a tener la espontaneidad perdida. Con los jóvenes uno es capaz de arriesgarse, de seguir adelante a pesar de las caídas y las dificultades. Los jóvenes nos enseñan a perdonar y reconciliarnos, a vivir no tanto del pasado ni del futuro, sino del presente. La juventud es un tesoro que hay que cultivar y conservar. No se pierde la juventud con el pasar de los años, sino cuando dejamos que nuestro corazón, nuestra sensibilidad, nuestros sentimientos, se envejezcan, se vuelvan sin sentido ni sabor, pierdan su lozanía y humanidad. Los jóvenes son descomplicados, y casi siempre informales. Tienen un sentido crítico y de análisis muy agudo y, en ocasiones, llegan a la incomprensión y a la exigencia exagerada. Quieren que todas las cosas se resuelvan “ya”; no dan espera, tienen el sentido de hacer las cosas inmediatamente y muy directamente, sin intermediarios. Son explosivos. Están llenos de energía y siempre están activos. Los jóvenes son generosos, comprometidos y sinceros. Las tareas que tienen en sus manos, aquellas de las cuales están convencidos, las realizan hasta el final. En ocasiones son inconstantes. No son temerosos sino arriesgados. Si valoráramos a los jóvenes en su punto justo, si los acompañáramos más, si les mostráramos más caminos, si los entusiasmáramos más con nuestra vida y nuestro testimonio, si descubriéramos sus valores, si dialogáramos más con ellos, si les diéramos más responsabilidades, si confiáramos más en ellos, si pensáramos más en el futuro de nuestras familias, de nuestra cultura y de nuestra sociedad, entonces, estaríamos cosechando los mejores frutos para el futuro. Estaríamos asegurando calidad y valores, hogares bien formados, instituciones sanas y sin corrupción, liderazgos políticos, sociales, culturales y científicos. Aseguraríamos una educación integral fundamentada en los valores, en la convicción y en el sentido social y solidario que tanto necesitamos. Si acompañáramos más a nuestros jóvenes, el problema de la drogadicción y de la soledad que muchos de ellos arrastran, sería mucho menor y estaría siempre en plan de superación. No desperdiciemos el tesoro de los jóvenes. Y ustedes jóvenes no pierdan sus días y su tiempo en ocupaciones sin sentido. El estudio, la cultura, las buenas relaciones, el deporte, la familia, el noviazgo, los amigos y las amigas, las diversiones, sus encarretes y sus hobbies, son valores muy grandes que ustedes deben aprovechar y hacer crecer en todo sentido. Jóvenes: ustedes son los responsables del mañana de nuestra sociedad y nuestro país. No pierdan el tiempo porque jamás lo podrán recuperar. Adelante. Jamás dar un paso atrás, siempre adelante, con el mayor sentido de superación y crecimiento. + Monseñor Gonzalo Restrepo Arzobispo de Manizales

Mié 4 Mayo 2016

La gratitud

Por: Mons. Gonzalo Restrepo - La gratitud es una de las virtudes características de las personas nobles. Quien es agradecido y alimenta sentimientos de gratitud, posee un espíritu grande y noble. Por la gratitud se reconocen los grandes y los generosos. La ingratitud es señal de pequeñez y de mezquindad. Las personas agradecidas, con un corazón repleto por la gratitud, son aquellas que reconocen la necesidad que tienen de los otros. No son suficientes; por el contrario, son las personas de corazón simple y sencillo. Quien es desagradecido es aquel que cree tener todos los derechos. Piensa que todo el mundo tiene la obligación de servirle y que él se lo merece todo. El desagradecido es maleducado y vulgar. Solo busca a los demás cuando los necesita, utiliza a los demás, y una vez ha alcanzado lo que desea o necesita, se aleja indiferente. Tiene memoria para todo menos para agradecer. Sabe siempre pedir y tiene la sagacidad necesaria para mostrar su necesidad, pero también, con sagacidad e indiferencia, no tiene la dignidad y la nobleza que le permitiría ser agradecido y tener un corazón repleto por la gratitud. La gratitud da paz y permite tener siempre las puertas abiertas. Quien sabe agradecer siempre, ni siquiera necesita “pedir”. En la necesidad se le reconoce e inmediatamente le sobran quienes quieren ayudarle, acompañarle, estar solidarios con él. Los espíritus gratos reconocen sus deberes y sus derechos. Los ingratos creen tener solo derechos, no se creen con deberes para con nadie. La ingratitud es una de las señales más claras del egoísmo. El ingrato sólo piensa en sí mismo. Nunca lo veremos en función de los demás, siempre estará pensando en sacar el mayor provecho de las circunstancias que vive y de las personas con quienes se encuentra y convive. La persona agradecida es agradable, servicial, de corazón abierto y alegre. Siempre piensa que le dan más de lo que se merece. Mientras el ingrato está pensando siempre que le dan muy poco, que él se merece mucho más, que todo lo que le den o le sirvan es poco para lo que él es. Y la ingratitud no está lejos de nosotros. Examinémonos. Puede ser que hayamos caído en este abismo del egoísmo. A lo mejor estamos experimentando el dolor que siente uno cuando sufre la ingratitud de un amigo, de un ser querido, de un compañero de trabajo, de un colega, etc. Pero, reflexionemos y sigamos adelante, conociendo cada días más al hombre. Con seguridad tendremos que concluir reconociendo que es verdadera y real aquella conocida manifestación de dolor frente a lo que somos los hombres: “Mientras más conozco a los hombres, más amo a mi perro”. + Gonzalo Restrepo Restrepo Arzobispo de Manizales

Mar 23 Feb 2016

Plegarias de los abuelos

Por: Mons. Gonzalo Restrepo - Señor, gracias por habernos permitido ser padres. Los hijos que nos regalaste son frutos de tus manos, de tu inteligencia y de tu voluntad. Esos hijos han sido la alegría de nuestras vidas, y a través de ellos tenemos nuestros nietos que se convierten en doble alegría para nosotros los abuelos al atardecer de nuestra existencia. Hemos llegado a una etapa maravillosa de nuestra existencia. En estos tiempos de crisis, de inquietud, de revoluciones y de violencia, nosotros tenemos el espíritu puesto en ti. Por eso experimentamos paz, sosiego, esperanza y mucho amor. Porque tú eres la fuente de toda paz. Sólo en ti encuentra el hombre el sosiego y la esperanza tan anhelada y buscada por todos los caminos a través de la existencia. Ahora podemos gozar de la frescura de la naturaleza. Pasamos largos ratos mirándonos y agradeciendo el poder estar juntos después de tantos años de matrimonio. Es ahora cuando nos necesitamos, cuando valoramos nuestra compañía, cuando agradecemos el don maravilloso del matrimonio. Ahora Señor, estamos dispuestos para ti y todos los días nuestras plegarias se elevan a ti. Tú eres la fuente de nuestra existencia. Te queremos repetir las palabras de san Agustín, y te las decimos desde el fondo de nuestros corazones: “Nuestros corazones no descansarán hasta que no contemplemos tu rostro, hasta que no descansemos en ti”. Reconocemos que tú eres nuestro origen y nuestra meta. Estamos felices de haber cumplido la labor que nos diste. Queremos llegar a ti con las manos llenas de frutos, recogidos en varias cosechas de nuestra existencia, surgidos de las hermosas semillas que tú plantaste en nuestras vidas. Nos diste varios talentos. Gracias Señor. Queremos presentarnos ante ti con esos talentos multiplicados; por eso, mientras nos sigues prestando la existencia, ayúdanos con tu fuerza, ilumínanos con tu inteligencia y mueve nuestra voluntad para que sigamos produciendo frutos y multiplicando los talentos que nos regalaste. Sentimos la soledad de un hogar que, en un momento estuvo lleno con el calor y la alegría de los hijos, y ahora nos sentimos solos porque todos ellos han tomado su camino y están cumpliendo su deber en otros surcos. Pero esta soledad física, la llena tu presencia, la certeza que tenemos de que siempre nos acompañas y que jamás nos abandonarás. Estarás contigo hasta el final de nuestros días, y tu presencia nos colmará por toda la eternidad. Cuida de nuestros hijos y nuestros nietos. Protégelos con tu gracia y tu poder, llévalos por el camino del bien, de la verdad, de la justicia y de la paz, aliméntalos con tu palabra y no permitas que ellos se separen de ti. Un día moriremos pero estamos seguros que tú seguirás con ellos y tu protección jamás les faltará. Mientras nos vemos para siempre, cuenta con nosotros, con nuestra plegaria, nuestra fidelidad y nuestra existencia. Queremos ser abuelos alegres y llenos de fe, de amor y de mucha esperanza. Sabemos que un día llegaremos a buen puerto y que tú estarás allí para acogernos y estar con nosotros para siempre. + Gonzalo Restrepo Restrepo Arzobispo de Manizales