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Primer Domingo de Cuaresma

Jue 11 Feb 2016

Acojamos con Fe la Palabra

No solo con el ayuno, sino también con la Palabra de Dios, Jesús logró vencer las insidias del tentador. San Pablo nos recuerda que la Palabra está cerca de nosotros, en nuestros labios y en nuestro corazón. Escuchémosla y hagámosla vida, pues ella es vida y salvación para quienes la acogen con fe. Lecturas [icon class='fa fa-play' link='']Primera lectura: Deuteronomio 26,4-10[/icon] [icon class='fa fa-play' link='']Salmo de respuesta: 91(90),1-2.10-11.12-13.14-15[/icon] [icon class='fa fa-play' link='']Segunda lectura: Romanos 10,8-13[/icon] [icon class='fa fa-play' link='']Evangelio: Lucas 4,1-13[/icon] [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO BÍBLICO[/icon] En el curso del Año Litúrgico, este es un domingo muy importante: comienza la Cuaresma y con ella nuestra subida a Jerusalén para acompañar a Jesús en su pasión, muerte y resurrección. Por una antigua tradición, el primer domingo de Cuaresma nos trae el relato de «las tentaciones de Jesús en el desierto». El Evangelio de Lucas, que leemos durante este año, fue escrito, como dice él mismo en la introducción, para que el lector creyente se pudiera «dar cuenta de la solidez de las enseñanzas que había recibido». Esta intención es de extraordinaria actualidad. Frente a los ataques desde toda parte a la historicidad de los evangelios y frente a las manipulaciones sin límites de la figura de Cristo, es más importante que nunca que el cristiano, y todo lector honesto del Evangelio, se dé cuenta de la solidez de las enseñanzas y de los relatos en él referidos. Partiendo siempre del Evangelio del domingo, descubrimos quién era verdaderamente Jesús: si un simple profeta y un gran hombre, o algo más y diferente, para vencer nuestra ignorancia y pode salir al paso de concepciones erradas y equivocas sobre el Hijo de Dios, tan recurrentes en estos tiempos. Es un hecho innegable, y entre los más seguros históricamente, que Jesús liberó a muchas personas del poder destructivo de Satanás. Frente a la liberación clamorosa que Jesús había obrado en un endemoniado, sus enemigos, al no poder negar el hecho, dicen: «Expulsa a los demonios en nombre de Belcebú, el príncipe de los demonios» (Lc 11,15). Jesús demuestra que esta explicación es absurda (si Satanás estuviera dividido contra sí mismo, habría acabado desde hace tiempo su dominio; en cambio, prospera). La explicación es otra: Él expulsa los demonios con el dedo de Dios, esto es, con el Espíritu Santo, y esto demuestra que ha llegado a la tierra el Reino de Dios. [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO SITUACIONAL[/icon] Satanás era «el hombre fuerte» que tenía bajo su poder a la humanidad; pero ahora ha venido uno «más fuerte que él» y lo está despojando de su poder. Esto nos dice algo formidable sobre la persona de Cristo. Con su venida ha comenzado para la humanidad una nueva era, un cambio de régimen. Una cosa de este tipo no puede ser obra de un simple hombre; tampoco de un gran profeta. Es importante observar el nombre o el poder con base en el cual Jesús expulsa a los demonios. La fórmula habitual con la que el exorcista se dirige al demonio es: «Te conjuro por... o en nombre de... te ordeno que salgas de esta persona». Apela, por lo tanto, a una autoridad superior, que es la de Dios, que es la de Jesús. No así Jesús: Él dirige al demonio un tajante «te ordeno». «¡Yo te ordeno!» Jesús no necesita apelar a una autoridad superior; Él es la autoridad superior. La derrota del poder del mal y del demonio era parte integrante de la salvación definitiva (escatología) anunciada por los profetas. Jesús invita a sus adversarios a sacar la consecuencia de lo que ven con sus propios ojos: así que ya no hay más que esperar, que mirar adelante; el reino y la salvación está en medio de ellos. El tan mencionado discurso sobre la blasfemia contra el Espíritu Santo se explica a partir de esto. Atribuir al espíritu del mal, a Belcebú, o a la magia, aquello que era manifiestamente obra del Espíritu Santo de Dios significaba cerrar obstinadamente los ojos ante la verdad, ponerse contra Dios mismo, y por lo tanto privarse solos de la posibilidad de perdón. Una sugerencia práctica del evangelio del día de hoy es que el mal también es fuerte a nuestro alrededor. Asistimos a formas de maldad que van más allá de nuestra capacidad de comprender; nos quedamos abatidos y sin palabras ante ciertos episodios que nos traen los medios de comunicación. El mensaje consolador es que existe en medio de nosotros uno que es «más fuerte» que el mal. La fe no nos sitúa a resguardo del mal y del sufrimiento, pero nos asegura que con Cristo podemos orientar el mal hacia el bien, hacerlo servir para la redención nuestra y del mundo. Algunas personas experimentan en la propia vida o en la propia casa una presencia de mal que les parece de origen directamente diabólico. A veces ciertamente lo es (conocemos la difusión que tienen las sectas y los ritos satánicos en nuestra sociedad, especialmente entre los jóvenes), pero es difícil entender en casos individuales si se trata verdaderamente de Satanás o de perturbaciones de origen patológico. Afortunadamente no es necesario llegar a la certeza sobre las causas. Lo que hay que hacer es adherirse a Cristo con la fe, la invocación de su nombre, la práctica de los sacramentos. Es necesario precisar que el evangelio de hoy no solo nos recuerda que estamos en constante peligro sino, aún más, que podemos vencer y salir victoriosos de la tentación, valiéndonos de dos armas: el ayuno y el recurso de la Palabra de Dios. Ya lo habíamos recordado el miércoles pasado: «Con el ayuno cuaresmal tu vences las pasiones, elevas nuestro espíritu...». [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO CELEBRATIVO[/icon] El Evangelio de este domingo nos sugiere un medio con vistas a esta lucha, importante para cultivar sobre todo en Tiempo de Cuaresma. Jesús no fue al desierto para ser tentado; su intención era retirarse en el desierto a orar y a escuchar la voz del Padre. En la historia ha habido muchedumbres de hombres y mujeres que han elegido imitar a este Jesús que se retira al desierto. Pero la invitación a seguir a Jesús al desierto no se dirige sólo a monjes y ermitaños. De manera distinta, también se dirige a todos. Monjes y eremitas han elegido un espacio en el desierto; nosotros debemos elegir al menos un tiempo de desierto. Pasar un tiempo de desierto significa hacer un poco de vacío y de silencio en torno a nosotros; reencontrar el camino de nuestro corazón, sustraernos al bullicio y a los apremios externos, a fin de entrar en contacto con las fuentes más profundas de nuestro ser y de nuestro creer. Esta eucaristía que estamos celebrando se puede convertir en un buen comienzo para ello: para entrar en desierto. En ella el Señor nos alimenta, como al profeta Elías, para que con su fuerza podamos recorrer no solo cuarenta días sino muchos más. [icon class='fa fa-play' link='']Recomendaciones prácticas[/icon] Invitar al pueblo de Dios a vivir la cuaresma como camino de conversión eclesial a través de la escucha de la Palabra, la oración y ayuno. Recordar a los fieles que durante la Cuaresma se desarrolla la Campaña de la Comunicación Cristiana de Bienes. También que, los viernes de Cuaresma son días de abstinencia de carne, que obliga a todos los mayores de catorce años. Recomendar el ejercicio piadoso del santo Viacrucis y el fomento de la oración. Este domingo se celebra el rito «de la elección» o «inscripción del nombre» para los catecúmenos que serán admitidos a los sacramentos de iniciación cristiana en la Vigilia Pascual, empleando las oraciones e intercesiones propias, como se encuentran en las páginas 799-800 del Misal Romano.