Pasar al contenido principal

Resucitado

Dom 17 Abr 2022

La humanidad necesita un nuevo amanecer, afirma arzobispo de Bogotá

Durante la celebración más grande de la fe cristiana: la Pascua de Resurrección, monseñor Luis José Rueda Aparicio, arzobispo de Bogotá y presidente del episcopado colombiano invitó a pedir al Señor que “quite de nosotros la levadura del pecado, de la mentira, de la injusticia y renueve nuestra vida personal, familiar, social. Haga de nosotros panes ácimos de sinceridad y verdad”. En medio del gozo de la resurrección, del triunfo del amor y de la esperanza sobre la muerte, el prelado señaló cuatro verdades para nuestra vida: El Señor Resucitado acompaña nuestro camino: Nuestro país, la humanidad puede estar triste, pero el Resucitado no se va, siempre nos acompaña, desde el nacimiento hasta la muerte natural. El Señor Resucitado dialoga, escucha, se interesa por nosotros: Permanece cerca, nos acompaña en el camino e ilumina con las Escrituras. El Señor Resucitado es cercano: En la Eucaristía reconocemos al Resucitado y Él se hace presente en medio de nosotros. Cada Eucaristía es presencia del Resucitado, del triunfo sobre el pecado y la muerte; es presencia del Dios vivo, del Dios hermano, del Dios con nosotros. En un mundo amenazado por la Guerra, la Pascua es encuentro con el rostro amoroso y misericordioso de Cristo. El Señor Resucitado nos renueva a todos: El encuentro con el Señor Jesús nos renueva en la alegría, en la vida comunitaria, en la misión. “Volvamos al reencuentro, porque la vida cristiana se vive en comunidad (…) Nos lleva a vivir nuestra condición de misioneros testigos de que Jesús pasó haciendo el bien; lo mataron colgándolo de un madero, pero Dios lo resucitó al tercer día. Nos encargó predicar al pueblo y dar testimonio”. “Todos los que creen en Él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados”. Finalmente, monseñor Rueda exhortó a orar por la renovación de la gracia bautismal y para que la Iglesia sea un fermento que ayude a combatir los signos de muerte y de pecado presentes en la humanidad. Acogió a Colombia y al mundo al amparo maternal de María Santísima e insistió en la importancia de cultivar la sinceridad y la verdad, que nos lleva a: - Pasar del orgullo a la humildad. - Reconocer que necesitamos de Dios y de los hermanos. - A encontrar los caminos de la amistad social. - A cultivar el diálogo para solucionar los conflictos - A salir de la crisis de la agresión verbal y el engaño. La celebración del Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor, en la Catedral Primada de Bogotá, inició con la procesión con el Resucitado, por el centro de la capital colombiana. Presididos por el padre Jorge Marín, párroco, cientos de personas acompañaron este signo de gozo. El Batallón Guardia Presidencial rindió honores a Jesús Resucitado. Las lecturas de este domingo hicieron eco de la buena noticia de la Pascua: “Cristo ha resucitado”. Nos trasladan a la entrada del sepulcro vacío para ser testigos del triunfo de la vida sobre la muerte; y nos exhortan a vivir unidos a Cristo resucitado, fuente de nuestra vida y razón de nuestra fe. Previo a la bendición final, con la lectura del decreto de la Penitenciaría Apostólica, se dio apertura al Año Jubilar por el Bicentenario de la consagración de la Catedral Primada de Bogotá (1823 -2023). Fuente: Oficina Arquidiocesana de Comunicaciones Foto:Oficina Arquidiocesana de Comunicaciones

Sáb 1 Jun 2019

Id al mundo entero y proclamad el Evangelio

Por: Mons. Víctor Manuel Ochoa Cadavid - Este domingo celebramos la Solemnidad de la Ascensión del Señor. En los evangelios encontramos dos textos que nos relatan este acontecimiento de fe, 40 días después del domingo de la Resurrección. San Lucas en el capítulo 24 (Lucas 24, 50-53) y San Marcos en el capítulo 16 (Marcos 16, 19) nos relata este acontecimiento particular en el cual Jesús, acompañado de los 11 discípulos Asciende glorioso hacia el cielo. El relato de este acontecimiento de la vida del Salvador es presentado, con más amplitud de detalles, por San Lucas en el libro de los Hechos de los Apóstoles (Hechos 1, 9-11). En este relato, abunda en detalles y elementos precisos de este momento de la vida de Cristo y su despedida de esta tierra. En los relatos hay una clara y sentida realidad teológica: El envío de los Apóstoles a evangelizar y a predicar en toda la tierra. Es el mandato misionero de Jesús. Al oriente de la ciudad de Jerusalén, en la cúspide de una pequeña montaña, que comienza en el llamado Huerto de los Olivos, en el camino hacia Betania, se encuentra el monte de la Ascensión, donde el Señor vuelve al Padre, lugar significativo y de gran belleza, hoy ocupado por un lugar religioso de los musulmanes. Para nosotros es la oportunidad de celebrar esta Solemnidad en la liturgia, que trae a nuestra historia este hecho de la vida del Maestro. La Ascensión del Señor abre a la comunidad creyente las puertas de un bello y largo camino, el camino de la vida de la Iglesia y de la Evangelización, que terminará cuando se acabe esta historia dramática, llena de gozos y esperanzas, de pruebas y de dolor, en la que se mueve nuestra vida y la vida de la Iglesia. Dicen los Evangelios que Jesús fue preparando este momento de dos modos: En la Última Cena tras ofrecerse como alimento y vida de sus apóstoles, les prometió de diversos modos que cuando retornara al Padre les regalaría el don admirable del Espíritu Santo, como consta en los capítulos 14, 15, 16 del Evangelio de San Juan. Es la promesa del Consolador, del Paráclito, que nos servirá de abogado y que regala a la Iglesia la fuerza evangelizadora para predicar a Jesucristo como Salvador del mundo entero. En los Evangelios Sinópticos, en varias presencias suyas les anunció que el retorno al Padre era inminente y, finalmente los citó para despedirse y para enviarlos a anunciar la verdad y la vida a todos los pueblos. Podemos leer esto con atención y cuidado en el texto que hemos citado en los Hechos de los Apóstoles. Aquel día glorioso, la Ascensión, la celebrábamos en jueves, ahora, en la esperanza, el Domingo de la Ascensión nos centra en la familia que celebra la Pascua de Jesús, como cada semana, pero en el clima de envío y de misión que hace de los Bautizados. Un elemento central de esta fiesta y de los relatos de la Palabra de Dios, es que somos enviados a proclamar la vida de Jesús, a santificar la historia de la humanidad, a conversar con las culturas para hallar en cada pueblo las huellas del amor divino que el Espíritu Santo ha inscrito en cada ser humano. Estamos llamados a ANUNCIAR A JESUCRISTO, salvación y vida para todos los hombres y mujeres en la historia de la humanidad. Es aquí donde adquiere sentido la belleza de una Iglesia peregrina que proclama la fe, que muestra al mundo que Jesús, el Hijo de Dios, Dios verdadero, nos ha traído la misericordia que sana y salva, que ilumina y acompaña la vida. En esta fiesta tenemos que sentirnos comprometidos y, sobre todo, parte de la Iglesia que es misionera y anuncia una gran verdad, la Redención. Quiero resaltar esta dimensión, aquella jornada de la Ascensión inaugura la realidad misionera de una Iglesia que nació del costado traspasado del Señor para ser enviada al mundo, para ser puesta como la servidora más abnegada, más viva, más cercana al corazón de la humanidad, de una Iglesia en la que María sigue acompañando el camino de todos con la misma alegría con la que acompañó, en el cenáculo a los Apóstoles en la espera del Espíritu Santo (Hechos 2, 1-4). Este es el contexto de esta Celebración, de importancia litúrgica y misionera para nuestra Diócesis. Somos “Peregrinos” también en un mundo confuso en el que los enemigos de Cristo se empeñan en frustrar la obra de la salvación, en una sociedad sedienta de verdades auténticas, en una familia humana en la que, si bien no faltan los dolores, esta comunidad de creyentes que somos los Bautizados y Enviados, tiene la gloriosa tarea de ser el cuerpo vivo cuya cabeza, que es Cristo glorificado, ha abierto para siempre la puerta de la esperanza y tiene la perentoria indicación del Señor que la consagra como testigo del amor de Dios siempre, en todas partes, aun en medio de la adversidad. La Ascensión, con su carácter de SER ENVIADOS, es también día de oración por los comunicadores, para que, fieles a la verdad que salva, anuncien la esperanza, proclamen la paz, muestren cómo Dios sigue acompañando el camino de la historia y venciendo el poder de la mentira, del pecado, de la muerte, cada vez que se anuncia la salvación. Esta Solemnidad nos pone en la espera del don maravilloso del ESPÍRITU SANTO, que recibiremos en PENTECOSTÉS, donde el Don maravilloso de la fuerza de Dios vendrá para animarnos, fortalecernos y llevarnos a todos a dar testimonio de Cristo. Bautizados y Enviados, vayamos a ANUNCIAR A JESUCRISTO al mundo, a ser testigos del amor del Maestro, para dar vida a todos. + Víctor Manuel Ochoa Cadavid Obispo Diócesis de Cúcuta

Mar 21 Mayo 2019

Pascua, ¡Alegría misionera!

Por: Mons. Víctor Manuel Ochoa Cadavid - ¿Por qué buscar entre los muertos al que vive? No está aquí, ha resucitado” (Lucas 24, 5-6). Estamos en el tiempo de la Pascua, el acontecimiento fundamental de la fe. Jesucristo ha resucitado y nos ha redimido. Esta afirmación nos llena de alegría y de esperanza, es el fundamento de nuestra identidad de cristianos. Cuanto hemos celebrado en los días de la Pascua, pueden aparecer en nuestra realidad como un lugar común, celebrar la pasión y resurrección de Cristo. Hechos que conocemos y tenemos impresos en nuestra mente, también por un fuerte componente de cultura y realidad social. Los invito para que reflexionemos en la centralidad de esta verdad y de este acontecimiento de salvación. Sólo entrando profundamente en esta verdad de fe, podemos obtener la salvación y encontrar una nueva vida en Cristo. Podemos mirar signos y símbolos, historias y hechos que nos parecen comunes y casi parte de la cultura o del entorno social en el cual nos hemos educado. Hay un misterio profundo que hemos vivido y que marca la historia de los hombres: La salvación que Cristo nos ofrece. Estos días hemos recorrido con Jesús su camino de dolor y de sufrimiento; lo hemos visto crucificado y experimentando el dolor humano, como ningún otro ser. De la muerte del Señor, de Él mismo surge una fuente de vida y de misericordia para todos nosotros. La muerte de Jesucristo y su sacrificio lavan y borran el pecado de todos los hombres, en todos los momentos de la historia humana, restableciendo una comunión con Dios que se había perdido por el pecado de los primeros hombres, que había roto el plan de Dios para la creación y para el sujeto humano. Esta verdad de fe, toca la existencia de cada uno de nosotros, profundamente, exigiendo una respuesta concreta y una forma de vida, un comportamiento existencial que corresponda a la fe que hemos aceptado. Hemos contemplado a Cristo que derrama su sangre, la entrega libremente por los pecados de los hombres. Uno de los grandes directores de cine de nuestro tiempo, M. Gibson en la “Pasión de Cristo”, nos ha hecho contemplar esta escena con gran fuerza y crudeza, incluso, llegando a escandalizar a muchos por las fuertes escenas que transmiten el dolor y la muerte de Cristo. Estos días son los días de la alegría y de la luz, de la esperanza y del gozo por esta nueva existencia que hemos recibido de Cristo, especialmente por el bautismo, por ese concreto signo sacramental, en el cual participamos del Señor y de su victoria. En la Cruz, hemos visto el “amor hasta el extremo” (Juan 13,1) El misterio de Cristo doliente es un misterio de amor, en el cual Él, sufriendo, restaura y renueva la vida de todos los hombres, haciéndonos capaces del cielo. En ese madero merecemos todos la justificación, al aceptar ese don de Cristo. Pascua es restauración, renovación, actualización del plan de Dios para los hombres, en el tiempo y en la historia Él, Jesucristo, hace nuevas todas las cosas (Apocalipsis 21, 5). Es una buena noticia, que se sigue con el mejor de los anuncios: Dios ha cumplido sus promesas al resucitar a Jesús de entre los muertos (Hechos 13, 32-33). Esta es la verdad, el centro de nuestra fe cristiana. Cristo con su resurrección de entre los muertos, ha vencido a la muerte y nos ha dado una nueva vida. Cada uno debe vivir esta experiencia de aceptación, en la fe, de la salvación que Jesucristo ofrece a todos los hombres en el tiempo y en la historia. Allí debe presentarse la respuesta generosa de cada hombre al plan de Dios. Querido hermano en la fe, este es el centro de nuestra fe. No creemos en un muerto, no miramos solamente el misterio grandioso y redentor de la Cruz, sino que creemos en Cristo Glorioso y resucitado, vencedor del mal y de la muerte. Este es el ANUNCIO DE JESUCRISTO, que hacemos a todos los hombres de nuestro tiempo. De este anuncio gozoso, alegre, de la alegría que regala Cristo Vencedor de la muerte, surge la DIMENSION MISIONERA de nuestra Iglesia, tenemos que ser misioneros y difusores de este mensaje de vida, para que todos en la tierra tengan vida y una vida que es eterna, que no pasa, que supera las condiciones humanas y de limitaciones del hombre. Los relatos bíblicos de la resurrección de Cristo nos regalan premura para anunciar a Cristo (Magdalena va a buscar un muerto y se encuentra la noticia gozosa de Cristo viviente (Marcos 16, 1; Lucas 24, 1). Pedro y Juan corren también al sepulcro a corroborar el sepulcro vacío (Lucas 24, 9ss) y San Pedro confirma esta verdad de fe. La fe fue transmitida por la palabra y el testimonio de vida de los Apóstoles y de los primeros cristianos. Hoy en nuestro tiempo, en nuestras circunstancias tenemos que ANUNCIAR A CRISTO y con gran celeridad llevar su mensaje a todos los hombres. Cristo es nuestra Paz (Efesios 2, 14), que nos regala la alegría de la esperanza (Romanos 12, 12). Cantemos todos la alegría de Cristo Resucitado verdaderamente de entre los muertos, para salvarnos y darnos nueva vida. + Víctor Manuel Ochoa Cadavid Obispo de la Diócesis de Cúcuta

Jue 18 Abr 2019

¿Por qué buscan entre los muertos al que vive?

Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 10,34a.37-43 Salmo: 118(117),1-2.15c+16a+17.22-23 (R. 24) Segunda lectura: Colosenses 3,1-4 Evangelio: Juan 20,1-9 Introducción Ideas temáticas de este día de la Resurreción del Señor: • Cristo resucitado, éste es el mensaje central de la liturgia de Pascua. Ante todo, Jesucristo resucitado, como objeto de fe, ante la evidencia del sepulcro vacío: “vio y creyó” (Evangelio). • Cristo resucitado, objeto de proclamación y de testimonio ante el pueblo: “A Él, a quien mataron colgándolo de un madero, Dios lo resucitó al tercer día” (primera lectura). • Cristo resucitado, objeto de transformación, levadura nueva y ácimos de sinceridad y de verdad: “Sed masa nueva, como panes pascuales que sois, pues Cristo, que es nuestro cordero pascual, ha sido ya inmolado” (segunda lectura 1 Cor). 1. ¿Qué dice la Sagrada Escritura? El libro de los Hechos de los Apóstoles es una óptima lectura para el tiempo pascual. Aquellos primeros cristianos fueron la “comunidad de Jesús Resucitado”, el Señor que sigue actuando, invisiblemente, por medio de su Espíritu, y visiblemente por medio de su comunidad. No les faltaron dificultades, persecuciones y martirio. Pero en verdad, primero los apóstoles y luego otros discípulos, como los diáconos o Pablo y Bernabé, dieron testimonio valiente de Cristo Jesús y fueron construyendo comunidades llenas de fe y alegría. Es un libro que la comunidad cristiana puede tomar como espejo en estas semanas, para estimularnos a seguir su ejemplo de firmeza en la fe y en el testimonio. El pasaje de San Pablo en su carta a los de Colosas es el más apropiado para este domingo. Es breve pero denso y estimulante: “ya que han resucitado con Cristo, busquen las cosas de allá arriba”. Celebrar la Pascua del Señor es asumir coherentemente lo que representa de novedad de vida en el Espíritu: “aspiren a los bienes de arriba”, porque caminamos hacia la misma meta que Cristo: “entonces también ustedes apareceran, juntamente con él, en gloria”. También se puede elegir como segunda lectura este otro pasaje de Pablo a los cristianos de Corinto, que hace referencia a Cristo como “nuestra pascua”. La levadura o el fermento del pan lo compara San Pablo con la malicia o la corrupción, y quiere que las comunidades cristianas estén libres de ese mala levadura. Un pan sin levadura es pan “ácimo”. Así debería ser la comunidad, un pan sin malicia. En el Evangelio de Juan, nos encontramos con la experiencia de María Magdalena, testigo del sepulcro vacío, que corrió a anunciarlo a los apóstoles, convirtiéndose así en “apóstol de los apóstoles”, la primera evangelizadora de la Buena Noticia. También Pedro y Juan ven el sepulcro vacío. Ninguno de ellos se acaba de creer que Jesús haya resucitado: “no habían entendido la Escritura: que Él había de resucitar de entre los muertos”. 2. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? Naturalmente, el mensaje de este día de Pascua es la resurrección de Cristo: la noticia mejor de todo el año para los cristianos. La que cambió la vida de los primeros discípulos. La que anunció Pedro, en su catequesis en casa de Cornelio: que a ese Jesús “a quien mataron colgándolo de un madero, Dios lo resucitó al tercer día y lo nombró Juez de vivos y muertos”. Vale la pena que resuene, también en las misas de este domingo, el anuncio gozoso de los ángeles a las mujeres (según el evangelio de la noche): “¿Por qué buscan entre los muertos al que vive? No está aquí: ha resucitado”. Es bueno detenernos en esta convicción -”Cristo es el que vive”-, porque nos hace falta para seguir con más ánimos nuestro camino cristiano. Lo mismo que, si leemos el evangelio de Emaús, la tarde del domingo, nos tenemos que dejar convencer también nosotros y llegar a “reconocer” al Resucitado en su Palabra, en su Eucaristía, en su comunidad. El canto de entrada debería reflejar bien las antífonas que ofrece el Misal,: “He resucitado y aún estoy contigo”, o bien “Era verdad, ha resucitado el Señor, aleluya”. No puede ocultar su alegría la oración colecta: “en este día has abierto las puertas de la vida por medio de tu Hijo, vencedor de la muerte”, y pide que esta Pascua histórica que estamos celebrando nos oriente hacia la eterna: “que renovados por el Espíritu, vivamos en la esperanza de nuestra resurrección futura”. La alegría de la Pascua es evidente también en la oración sobre las ofrendas: “rebosantes de gozo pascual, celebramos estos sacramentos”. El prefacio describe magistralmente el contenido de la fiesta de hoy: “Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado: muriendo, destruyó nuestra muerte, resucitando, restauró la vida”. ¿Se puede expresar en menos palabras el misterio de la redención que Cristo ha obrado en su Pascua?. Dios ha dicho “sí” a su Hijo y a la humanidad. El grano de trigo, sepultado en la tierra, ha muerto, pero ha renacido y dará fruto abundante. Es también nuestra liberación y nuestra resurrección. Podemos manifestar con aleluyas solemnes y flores nuestra alegría de cristianos seguidores del Resucitado. Haciendo caso del salmo de hoy, que nos invita a que este día, “en que actuó el Señor”, también “sea nuestra alegría y nuestro gozo”. 3. ¿Qué me sugiere la Palabra, que debo decirle a la comunidad? El mensaje para todo el Pueblo de Dios queda muy expresando en el n. 6 de la Evangelii Gaudium: “Hay cristianos cuya opción parece ser la de una Cuaresma sin Pascua. Pero reconozco que la alegría no se vive del mismo modo en todas las etapas y circunstancias de la vida, a veces muy duras. Se adapta y se transforma, y siempre permanece al menos como un brote de luz que nace de la certeza personal de ser infinitamente amado, más allá de todo. Comprendo a las personas que tienden a la tristeza por las graves dificultades que tienen que sufrir, pero poco a poco hay que permitir que la alegría de la fe comience a despertarse, como una secreta pero firme confianza, aun en medio de las peores angustias: «Me encuentro lejos de la paz, he olvidado la dicha […] Pero algo traigo a la memoria, algo que me hace esperar. Que el amor del Señor no se ha acabado, no se ha agotado su ternura. Mañana tras mañana se renuevan. ¡Grande es su fidelidad! […] Bueno es esperar en silencio la salvación del Señor» (Lm 3,17.21-23.26). Naturalmente, el mensaje de este día de Pascua es la resurrección de Cristo: la noticia mejor de todo el año para los cristianos. La que cambió la vida de los primeros discípulos. La que anunció Pedro, en su catequesis en casa de Cornelio: que a ese Jesús “a quien mataron colgándolo de un madero, Dios lo resucitó al tercer día y lo nombró Juez de vivos y muertos”. Vale la pena que resuene, también en las misas de este domingo, el anuncio gozoso de los ángeles a las mujeres (según el evangelio de la noche): “¿Por qué buscan entre los muertos al que vive? No está aquí: ha resucitado”. Es bueno detenernos en esta convicción -”Cristo es el que vive”-, porque nos hace falta para seguir con más ánimos nuestro camino cristiano. Lo mismo que, si leemos el evangelio de Emaús, la tarde del domingo, nos tenemos que dejar convencer también nosotros y llegar a “reconocer” al Resucitado en su Palabra, en su Eucaristía, en su comunidad. 4. ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? Leyendo, desde hoy, el libro de los Hechos de los Apóstoles durante el Tiempo Pascual, se nos propone el ejemplo de aquella comunidad que dio testimonio de su fe en Cristo Jesús y se dejó guiar por su Espíritu en su expansión al mundo conocido. Las primeras “evangelizadoras” fueron las mujeres. En el evangelio de la noche, ellas acudieron al sepulcro llevando los aromas y oyeron de labios de los ángeles la noticia: “no está aquí, ha resucitado». En el evangelio de Juan es Magdalena la que va al sepulcro, lo ve vacío, y corre a anunciarlo a los apóstoles. Para los discípulos de Emaús fue aquel “viajero peregrino”, Cristo mismo, a quien de momento no supieron reconocer, quien les explicó las Escrituras y les aseguró la verdad de la resurrección. Luego van a ser los apóstoles, los ministros de la comunidad, los que más oficialmente aparecen en el libro de los Hechos como anunciadores de Cristo. Pedro, en casa de Cornelio, es consciente de que les ha encomendado este anuncio: “nos lo hizo ver, no a todo el pueblo, sino a los testigos que él había designado, a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de la resurrección”. El insiste: “nosotros somos testigos... nos encargó́ predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha nombrado juez de vivos y muertos». En verdad los apóstoles dieron con valentía este testimonio. Ahora somos nosotros los que en el siglo XXI corremos a anunciar a Cristo a este mundo, a nuestra familia, a nuestros amigos, a la sociedad. Los cristianos no sólo debemos ser buenas personas, sino además “testigos” de la resurrección de Cristo, con nuestra conducta y con nuestra palabra. En casa de Cornelio, un pagano, o en medio de una sociedad también paganizada, tenemos que dar testimonio de que Jesús es el Salvador: en nuestra familia, en el mundo de la educación, en el cuidado de los ancianos y enfermos, en la actividad profesional, en los medios de comunicación. RECOMENDACIONES PRÁCTICAS: 1. Las oraciones, el prefacio y la plegaria debe ser un conjunto armonioso, procurar expresarlas bien y darles todo su realce en este día tan especial. 2. Esmerarse por preparar muy bien la liturgia de este día: procesión, cantos, lecturas y la decoración del templo. 3. Escoger un buen lector para hacer la secuencia. 4. Para la cartelera se pueden usar palabras y frases como: “Quédate con nosotros” “Busquen los bienes de arriba”, “Resucitó”. 5. En la mayoría de las comunidades se realiza la procesión con el resucitado; convendría motivar este momento con algunos textos del Catecismo de la Iglesia Católica relativos a la resurrección del Señor. 6. El centro de la vida celebrativa debe llevar a la asamblea a visualizar el Cirio Pascual y no la imagen del Resucitado. 7. En la celebración de la misa de hoy se pueden usar algunos elementos pastorales de incalculable valor, contenidos en la Vigilia Pascual, especialmente en las asambleas que no han participado en la Noche Santa. (cf. Misal Romano tercera y cuarta edición, p. 197. Domingo de Pascua, segunda forma). En efecto, dice que se pude realizar procesión de entrada con el Cirio Pascual, usando las expresiones propias de “Luz de Cristo”; renovación de los compromisos bautismales con cirios encendidos; terminado el credo se puede hacer la aspersión con el agua que se bendijo en la Vigilia Pascual. 8. Podría resaltarse el himno del “Gloria” con el canto. 9. El Aleluya debe cantarse de manera solemne. 10. Prefacio es el de Pascua I, “El Misterio Pascual” “…En esta santísima noche”, Misal, pág. 375. Es recomendable seguir el Canon Romano o Plegaria Eucarística I, por las partes propias que contiene. 11. La Bendición final de la Misa es solemne, como en la Vigilia Pascual, agregando en la despedida el doble Aleluya, que se mantiene durante toda la Octava de Pascua. 12. Según una laudable tradición de la Iglesia, los que deseen celebrar de una manera más prolongada y festiva la vigilia de domingos, solemnidades y fiestas del Señor, de la Santísima Virgen María y de Santos, pueden hacerlo celebrando el Oficio de Lectura hasta concluir las dos lecturas y antes del himno: Señor, Dios eterno… se añadirán los cánticos y el evangelio; igualmente, puede hacerse una homilía sobre el evangelio: Finalmente se canta el himno: Señor, Dios eterno. Sea dice la oración y se concluye con la Hora como en el Ordinario. Para el tiempo de Pascua, ver Liturgia de las Horas II, Apéndice I, Cánticos y evangelios para la celebración de las vigilias, pág. 2069 ss. 13. Con las Vísperas de este día termina el Sagrado Triduo Pascual. 14. Los ocho primeros días del Tiempo Pascual, incluyendo el Domingo segundo de Pascua, constituyen la Octava de Pascua; estos días tienen la celebración como las solemnidades del Señor (Cf. Normas Universales sobre el Año Litúrgico y sobre el Calendario, n. 24). 15. Sería de gran provecho para la comunidad que en estos días de la octava de pascua se celebre el “Vía Lucís” – Camino de la Luz - , para poner de relieve la presencia del resucitado en medio de la comunidad.

Jue 14 Feb 2019

El hombre que pone su confianza en Dios, recibe como recompensa el reino de Dios

Primera lectura: Jeremías 17, 5-8 Salmo: Sal 1, 1-2.3.4+6 (R. cf. 39,5a) Segunda lectura: 1Corintios 15, 12.16-20 Evangelio: Lucas 6, 17.20-26 Formar parte de los bienaventurados, es experimentar y participar de la felicidad otorgada por Dios por hacer su voluntad. El hombre que pone su confianza en Dios, recibe como recompensa el reino de Dios, donde la fe juega un papel importante, que nos debe llevar a acoger y vivir los valores y principios como espíritu del evangelio. Descubrimos en el sermón del monte, en cada una de las enseñanzas de las bienaventuranzas, un signo de Cristo y una pista de su tarea en la vida de sus discípulos. Hoy en día, por las diversas culturas que ofrecen felicidades intermitentes y pasajeras, muchas personas fácilmente optan por poner su corazón y sus intereses en lo transitorio, pasando las bienaventuranzas y el Evangelio a un segundo plano. El evangelio de las bienaventuranzas, nos invita a vivir desde dentro hacia afuera, nos hablan de un mundo interior, hoy, es un desafío, pasar de vivir desde lo superficial y lo externo a una vida coherente desde los valores evangélicos. Es claro el Evangelio, cuando dice que la verdadera felicidad es obra del Espíritu Santo: Bienaventurados, dichosos, regocijaos los que trabajan por el Reino de Dios: serán consolados, saciados, experimentaran compasión, serán hijos de dios y verán a Dios…. 1. ¿Qué dice la Sagrada Escritura? Es importante recordar que las bienaventuranzas son textos que mejor expresan la radicalidad del Evangelio; es una forma literaria, frecuente en los salmos y en algunos libros del Antiguo testamento, para mostrarnos a Jesús, rodeado de muchos de sus seguidores de la región de Judea, de Jerusalén y de la Costa de Tiro y Sidón, muchos acudían a ÉL, para que los sanara, los curara y otros para escucharle, Jesús aprovecha la oportunidad y se pone a enseñarles algunas máximas del Evangelio y del camino a partir de la realidad de salir de la dinámica del consumismo egoísta y entrar en la dinámica del compartir para lograr ser felices. Esta reflexión nos abre a una perspectiva nueva, donde siempre existe una relación entre ambas situaciones. Las bienaventuranzas quieren decir: • Es mejor ser pobre, que ser rico opresor. • Es mejor llorar que hacer llorar al otro. • Es mejor pasar hambre, a ser causa de que otros mueran de hambre. • Alégrense no por ser pobres, sino por no ser ricos egoístas. • Alégrense no por ser oprimidos, sino por no ser opresores. Porque la clave está: el valor supremo no está en lo externo sino, dentro del hombre, en lo interno. 2. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? Las bienaventuranzas, nos quieren enseñar un camino para hacernos partícipes de la pertenencia del reino de Dios, son un proyecto de vida, con una meta muy clara, Él nos garantiza la felicidad eterna. Esta enseñanza de Jesús brota de su corazón, es lo que lo embarga y apasiona, podemos decir que las bienaventuranzas son signos del reino de Dios, siendo Ël, el signo por excelencia del Reino. Mi tarea, nuestra tarea es aprender de Jesús a reconocer el reino de Dios en mi alrededor, está en los pobres, afligidos, tristes, en los que lloran, en fin. El Reino de Dios está en las realidades que no fácilmente las reconocemos, por la responsabilidad que éstas nos exigen en cuanto trabajo, compromiso y solidaridad que claman. Las bienaventuranzas son un camino para vivir nuestra fe, la cultura continuamente nos está invitando a lo fácil y mediocre, a aférranos a las cosas del mundo, las bienaventuranzas nos invitan a vivir desapegados de las cosas y felicidades que nos ofrece el mundo, para darnos la felicidad eterna y verdadera que nos ofrece Dios. Sólo quien pone su corazón y su confianza en Dios, puede asumir con alegría el reto de vivir las bienaventuranzas, hacer que su vida sea dichosa y bienaventurada por dejar a Dios actuar en su propia vida. 3. ¿Qué me sugiera la Palabra que debo decirle a la comunidad? Todos estamos invitados a ser pobres de espíritu, es decir, a poner toda nuestra confianza en las manos de Dios, no en los bienes materiales. Las imágenes del hambre y la sed, son expresiones con un sentido espiritual, hambre y sed de Dios, para sentirnos fortalecidos por Él en las alegrías y dificultades adversas de nuestra vida. El mundo celebra y tiene sed de la cultura de los antivalores, que degeneran de una u otra manera la dignidad del ser humano, rechazando el Evangelio, dándole la espalda a Dios, ignorando las bienaventuranzas, es por esto que muchos en el mundo no conocen, ni se dan la oportunidad de experimentar la verdadera felicidad. La Iglesia trabaja por rescatar de las culturas, los verdaderos valores, afianzando así esa primera bienaventuranza; Dichosos los pobres de espíritu, porque ellos verán a Dios. Si no somos realmente pobres ante Dios, nuestra autosuficiencia no dejará que se haga realidad en nosotros, ni en los otros, el Reino de Dios. Que nos dejemos tocar por el Evangelio, que nos sintamos llamados a tener la mejor actitud, para reconocer en nuestra propia vida y en la de nuestros hermanos, una posibilidad de ser para ellos, una bendición. ¡Dichosos los que trabajan por el Reino de Dios, porque ellos verán a Dios! 4. ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? Todos estamos llamados a escuchar con atención las invitaciones que Jesús nos hace a través del encuentro con Dios en la Palabra. Nos anima y fortalece, clarificar una vez más, que es necesaria la humildad, el abandono y la confianza en Dios, para experimentar la alegría de pertenecerle a Él, de tener todos los días la insistencia por parte de Dios, de trabajar y servir incondicionalmente por los pobres más cercanos. Nos fortalece la certeza de la presencia de Dios y de su espíritu en la misión confiada. Seguirle a Él, implica sacrificio, humildad, valentía, creatividad y todo esto sin dudarlo, me y nos hará dichosos, felices, recompensados por Él, y nos da la vida, la misión, la familia, la comunidad y una realidad para hacer allí vida las Bienaventuranzas... Nos alienta y nos llena de esperanza, que la recompensa por vivir los valores evangélicos desde su palabra, me y nos la dará Él, haciéndonos merecedores del amor y la felicidad eterna, es decir la salvación. RECOMENDACIONES PRÁCTICAS: 1. Convendría hacer una cartelera en la que se precisen y destaquen las Bienaventuranzas, con el título de la respuesta del Salmo 1°: “Dichoso el hombre que pone su confianza en el Señor”. 2. Insistir en el tema la esperanza cristiana se desarrolla en el anuncio de las Bienaventuranzas (CEC 1820) 3. Sería oportuno hacer hoy el Rito para la bendición y la aspersión del agua en memoria del Bautismo, que ocuparía el lugar del acto penitencial al comienzo de la Misa, siguiendo lo indicado en el Apéndice I, FormularioII. del Misal, pág. 1056. 4. Podría recitarse el credo o profesión de fe según el esquema Niceso- constantinopolitano (versión larga). 5. Se sugiere el Prefacio y la Plegaria Eucarística para diversas circunstancias IV, “Jesús, que pasó haciendo el bien”, Misal,, pág. 529, ya que nos invita a dar gracias por todas las personas de bondad y porque su Reino, que Jesús nos anuncia, se hace ahora presente al permitirnos participar de la vida que él mismo nos ha alcanzado con su muerte y resurrección.

Jue 1 Mar 2018

Cuando sintamos dolor o sufrimiento recuerda: Jesús resucitó

En la vida nos encontramos con situaciones que esclavizan, de exigencia dura, de dolor y sufrimiento que pareciera que todo va de mal en peor. En medio de esas realidades tenemos que recordar que Jesús resucitó. Esta noticia coloca un antes y un después en la historia y también nuestras vidas. Por eso cuando las cosas vayan oscuras recordemos que Jesús resucitó. Tareas: Frente a las realidades difíciles aseguremos siempre la victoria definitiva de Dios y de Jesús. Grabemos en la mente y repitamos algunas frases del texto Bíblico, demos crédito a la Biblia: Dios está siempre con nosotros y si Dios está con nosotros, quién contra nosotros. Para Dios no hay nada imposible. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece. En los momentos difíciles recuerda estas frases y verás que el Señor, el resucitado, aparece en medio de tu realidad.

Jue 22 Feb 2018

Construyamos paz defendiendo la vida

Una sociedad que quiere vivir en paz no puede alargar la mano para destruir la vida. Hay que protegerla desde su concepción hasta su muerte natural. Si Colombia quiere construir paz no puede alargar la mano para decir sí al aborto, para destruir la vida de los demás, ni con el asesinato ni con el terrorismo. Hay que estar en contra de la destrucción de la vida humana, hay que valorarla y respetarla. Tareas: Además de la oración identifica una institución que ayuda a las madres en riesgo de aborto y da un aporte para colaborar con esas personas. Rechaza siempre de forma coherente cualquier tipo de violencia en contra de la vida humana. Frente a las posibilidades de riesgo de la vida, siempre brinda buenos consejos defendiendo la vida.

Mar 25 Abr 2017

Resucitaremos con ÉL

Por: Mons. Ricardo Tobón Restrepo - Estamos celebrando la Pascua, el acontecimiento fundamental de nuestra fe. Nosotros somos cristianos, es decir discípulos de Jesús, porque él ha resucitado de la muerte. “Si Cristo no hubiera resucitado”, dice San Pablo, “nuestra fe sería vana”. Ser cristiano, finalmente, es creer en la muerte y resurrección de Cristo, que ha cambiado la historia de la humanidad y debe cambiar también nuestra propia vida. Podemos acercarnos al misterio de la Pascua desde varios niveles. En primer lugar, el nivel fenomenológico. La resurrección de Cristo, aunque supera la historia, es un hecho que ocurre en la historia; por eso, se puede documentar desde diversos testimonios. Ninguno ha sido testigo ocular de la resurrección; pero muchos han dado fe del sepulcro vacío, de un encuentro personal con el Resucitado, de un movimiento de fe y de la realidad de la Iglesia que exigen, a la raíz, un hecho histórico extraordinario. La resurrección no es un mito o una hermosa fábula; es un hecho que históricamente no se puede negar. Luego, el nivel de la fe. La resurrección es también un hecho misterioso, humanamente inexplicable. Exige la fe, don de Dios, para ser comprendido y aceptado. El ejemplo clásico es el de Santo Tomás, que no estaba presente cuando Jesús se apareció a los otros apóstoles y no creía que hubiera resucitado. Pero cuando pudo ver a Jesús y tocar las llagas de sus manos y de su costado, entonces aceptó que verdaderamente estaba vivo; luego, del hecho histórico pasa a la fe, reconociendo a Cristo como su Señor y su Dios. Es necesario pedir la fe para no vivir como si Dios no existiera y como si Cristo no estuviera vivo. El tercer nivel de comprensión de la Pascua es el de la identificación con Cristo. No basta saber que resucitó y no basta aceptar que él ofrece un camino de salvación. Es necesario conocer y amar a Cristo, comprometerse con alegría a seguirlo, asumir su proyecto de vida que me llevará a vivir eternamente. La fe se me ha dado para que configure mi vida con la de Cristo y luego sea luz del mundo, sal para las personas con las que comparto, levadura para la sociedad humana. Vivir la Pascua significa encontrar un sentido para la propia vida, tener una meta en la existencia, caminar en la certeza de que resucitaré con él. La resurrección es la gran novedad del Cristianismo. Otras cosas las dicen, más o menos, las demás religiones y los demás libros sagrados; pero la resurrección de la muerte para vivir la vida eterna con Dios es una verdad que solamente Cristo nos ha revelado y nos ha prometido también a nosotros. Es en este nivel donde la Resurrección nos consuela y hace auténtica y feliz nuestra vida. Nuestra esperanza es ésta: Cristo ha resucitado para que nosotros también resucitemos. Así, la fe en la resurrección se vuelve un proceso que comienza ya y nos mantiene el espíritu joven en la conquista de la verdad, de la libertad y del bien. Cristo resucitado es fuente de gozo y de fortaleza, nos da una mirada llena de confianza sobre nuestra vida y sobre el mundo en el que vivimos; es decir, nos hace ver la realidad que nos rodea, no con nuestros ojos, sino con los ojos de Dios. A quien asume la vida en Cristo, a pesar de los sufrimientos y pruebas, no le faltan nunca la paz y la alegría. Qué importante que, en el momento actual cuando hay desorientación sobre las metas y eclipse de valores, cuando se necesitan más que nunca certezas absolutas y horizontes que resistan el paso del tiempo, nosotros seamos capaces de mostrar con nuestra vida y nuestro testimonio que la vida verdadera ya ha comenzado y se encuentra sólo en Cristo. + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín