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beatificación colombianos

Vie 18 Ago 2017

Mantener vivo el recuerdo

Por: Mons. Juan Carlos Ramírez Rojas - El próximo 8 de septiembre, en la fiesta de la Natividad de la Santísima Virgen, el Papa Francisco, en su visita apostólica a la ciudad de Villavicencio, beatificará al Excelentísimo Monseñor, Jesús Emilio Jaramillo Monsalve, quien fue asesinado en el territorio de su diócesis, Arauca, el 2 de octubre de 1989; y al Sacerdote diocesano, Pedro María Ramírez Ramos, asesinado el 10 de abril de 1948, en el municipio de Armero Tolima. La historia registra las múltiples causas sistémicas que han desencadenado el conflicto y posibilitado su persistencia en Colombia. Causas estructurales: Políticas, socioeconómicas, institucionales, sicológicas, culturales y raciales que rodearon el ministerio pastoral y profético de los nuevos Beatos y que ellos asumieron e iluminaron con su propia vida, encarnando el Martirio como supremo testimonio del amor. San Juan Pablo II, en la Carta Apostólica Tertio Millennio Adveniente (37), nos enseña que “no hay que olvidar el testimonio de los mártires…los mártires pertenecen a la Iglesia. Son su parte mejor porque de la manera más coherente, manifiestan el amor que se entrega sin pedir nada a cambio”. En consecuencia, es incompleta y algunas veces mal intencionada la lectura sociologista que algunos hacen del servicio pastoral de los nuevos beatos. ¿Por qué los beatifica la Iglesia? 1.- Porque en el martirio estos dos Levitas dieron testimonio de fe en Jesucristo, único Salvador. En los siglos XX-XXI la mayoría de los mártires han muerto no solo a causa de la profesión de la fe, como en los primeros siglos de la Iglesia, sino también resignados a aceptar la confrontación con las ideologías y los sistemas políticos del tiempo que les correspondió vivir y asumieron la oblatividad de su propia vida con plena libertad cuando al reclamar por la paz, por el respeto a la persona humana y el derecho a la vida eran conscientes que sufrirían la muerte por amor a los pobres y oprimidos. 2.- Porque la Iglesia con el acto administrativo y litúrgico, declarando Beatos al mártir de Arauca y al mártir de Armero, “garantiza que no ha sido una muerte más, dentro de la absurda violencia que padecemos, sino una muerte especialmente configurada con la de Cristo”. 3.- Porque en “el martirio, en el que el discípulo se asemeja al Maestro, que aceptó libremente la muerte por la salvación del mundo, y se conforma a Él en la efusión de su sangre, es estimado por la Iglesia como un don eximio y la suprema prueba de amor” (LG 42). 4.- Porque los Sacerdotes mártires de Arauca y de Armero, nos dan testimonio de haber tomado seriamente en consideración la vocación cristiana y sacerdotal, en la cual el martirio es una posibilidad anunciada ya por la Revelación, y sabían que no podían excluir esta perspectiva en su propio horizonte existencial, “fuerte como la muerte es el amor” afirmaba san Agustín al comentar el salmo 47; es decir, así como la muerte es violenta para cortar la existencia, el amor es violentísimo para salvarla. 5.- Porque como enseña el doctor angélico “la causa del martirio es la verdad de la fe”, y la verdad de la fe no implica solamente el acto interno de creer, sino también la profesión externa y esta, no acontece solo con la palabra sino también por medio de las acciones con las cuales se da testimonio de la fe (St 2,18). La vida y la obra de los nuevos Beatos suscitó contradicción y persecución y su martirio es expresión de una vida donada por la verdad de la fe con la efusión de la sangre. 6.- Porque los mártires se caracterizan por tener una fuerte dimensión cristológica. Ellos, a ejemplo de Cristo son testigos de la verdad. El amor a sus comunidades los aferró a la defensa testimonial de la verdad (Jn 18,37) y conservar la fe significa permanecer en el Señor y en la verdad del evangelio. La sangre de los mártires grita al cielo no solo por la injusticia que han sufrido, sino también porque contradice al materialismo y a la falta de testimonio. 7.- Porque en la vida de los nuevos Beatos se armoniza la contemplación y la acción apostólica: Supieron integrar maravillosamente la vida espiritual y el fervor misionero, la vida contemplativa y la vida activa. Su vida puede calificarse de martirial, en el sentido de que “su glorioso martirio no hizo más que sellar con sangre su preciosa vida”. Por estas y muchas razones más, el Papa Francisco nos regala en la Beatificación de Monseñor, Jesús Emilio Jaramillo Monsalve y del P. Pedro María Ramírez Ramos, una sublime bendición al pueblo colombiano y nos exhorta a contemplar en ellos, “la voz del testigo que da la vida por lo que ama y por lo que cree…tomar en serio el Evangelio”. Debemos mantener vivo su recuerdo. Mons. Juan Carlos Ramírez Rojas Ecónomo-Director financiero Conferencia Episcopal de Colombia