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bendición urbi et orbi

Dom 25 Dic 2022

Mensaje de Navidad 2022 y bendición Urbi et Orbi del Papa Francisco

Con motivo de la celebración de Navidad este 25 de diciembre, el Papa Francisco impartió la tradicional Bendición “Urbi et Orbi” (a la ciudad e Roma y al mundo). El Papa en su mensaje Urbi et Orbi recordó los conflictos que afectan a la humanidad y los países donde se muere de hambre. Al mencionar Ucrania, dijo que desde que comenzó allí la guerra muchos países especialmente en el Cuerno de África y Afganistán están en peligro de carestía. Pidió que hoy, mientras disfrutamos la alegría de encontrarnos con nuestros seres queridos, en una mesa bien preparada, pensemos en las familias que están más heridas por la vida, y en aquellas que, en este tiempo de crisis económica, tienen dificultades a causa de la falta de trabajo y de lo necesario para vivir. Jesús nace entre nosotros: es Dios con nosotros Que el Señor Jesús, nacido de la Virgen María, traiga a todos ustedes el amor de Dios, fuente de fe y de esperanza; junto con el don de la paz, que los ángeles anunciaron a los pastores de Belén: «¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra, paz a los hombres amados por él!» (Lc 2,14). En este día de fiesta volvamos la mirada a Belén. El Señor vino al mundo en una gruta y fue recostado en un pesebre para los animales, porque sus padres no pudieron encontrar un albergue, a pesar de que a María le había llegado ya la hora del parto. Vino a estar entre nosotros en el silencio y en la oscuridad de la noche, porque el Verbo de Dios no necesita reflectores ni el clamor de voces humanas. Él mismo es la Palabra que da sentido a la existencia, la luz que alumbra el camino. «La luz verdadera, al venir a este mundo —dice el Evangelio—, ilumina a todo hombre» (Jn 1,9). “Jesús nace entre nosotros, es Dios-con-nosotros. Viene para acompañar nuestra vida cotidiana, para compartir todo con nosotros, alegrías y dolores, esperanzas e inquietudes. Viene como un niño indefenso. Nace en el frío, pobre entre los pobres. Necesitado de todo, llama a la puerta de nuestro corazón para encontrar calor y amparo”. Palabras del Papa Francisco en el mensaje Urbi et Orbi de este 25 de diciembre, donde nos pide que, como los pastores de Belén, dejemos que nos envuelva la luz y vayamos a ver el signo que Dios nos ha dado. Francisco nos pidió que venzamos el letargo del sueño espiritual y las falsas imágenes de la fiesta que hacen olvidar quién es el homenajeado, que salgamos del bullicio que anestesia el corazón y nos conduce a preparar adornos y regalos más que a contemplar el Acontecimiento: el Hijo de Dios que nació por nosotros. Adoremos al Príncipe de la Paz Jesús, es nuestra paz; esa paz que el mundo no puede dar y que Dios Padre dio a la humanidad enviando a su Hijo, recordó el Santo Padre mencionando además a San León Magno, que tiene “una expresión que, en la concisión de la lengua latina, resume el mensaje de este día: «Natalis Domini, Natalis est pacis», «el Nacimiento del Señor es el Nacimiento de la paz» (Sermón 6,5)”. Jesucristo es también el camino de la paz, dijo en su mensaje el Papa, Jesús con su encarnación, pasión, muerte y resurrección, abrió el paso de un mundo cerrado, oprimido por las tinieblas de la enemistad y de la guerra, a un mundo abierto, libre para vivir en la fraternidad y en la paz. Francisco nos pidió que sigamos esa senda, pero para ser capaces de seguir a Jesús “debemos despojarnos de las cargas que nos lo impiden y que nos mantienen bloqueados”. Cargas que no nos permiten seguir a Jesús Las cargas que nos impiden seguir al Príncipe de la Paz, son las mismas pasiones negativas que impidieron que el rey Herodes y su corte reconocieran y acogieran el nacimiento de Jesús, señaló Francisco: el apego al poder y al dinero, la soberbia, la hipocresía, la mentira. “Estas cargas imposibilitan ir a Belén, excluyen de la gracia de la Navidad y cierran el acceso al camino de la paz. Y, en efecto, debemos constatar con dolor que, al mismo tiempo que se nos da el Príncipe de la paz, crudos vientos de guerra continúan soplando sobre la humanidad”. Que sea la Navidad de Jesús y de la paz “Si queremos que sea Navidad, la Navidad de Jesús y de la paz”, dijo el Papa, contemplemos a Belén y fijemos la mirada en el rostro del Niño que nos ha nacido: “Y en ese pequeño semblante inocente reconozcamos el de los niños que en cada rincón del mundo anhelan la paz”. Francisco una vez más recordó a Ucrania, pidió que nuestra mirada se llene de los rostros de los hermanos y hermanas ucranianos, que viven esta Navidad en la oscuridad, a la intemperie o lejos de sus hogares, a causa de la destrucción ocasionada por diez meses de guerra. Que abramos el corazón a Dios y que permitamos que el Señor nos disponga a realizar gestos concretos de solidaridad para ayudar a quienes están sufriendo. Que Dios, dijo, ilumine las mentes de quienes tienen el poder de acallar las armas y poner fin inmediatamente a esta guerra insensata. “Lamentablemente, se prefiere escuchar otras razones, dictadas por las lógicas del mundo. Pero la voz del Niño, ¿quién la escucha?” El mundo necesita paz En su mensaje Urbi et Orbi, el Papa Francisco recordó otros escenarios de conflictos, algunos que llevan tiempo, algunos han sido olvidados por la humanidad: “Nuestro tiempo está viviendo una grave carestía de paz también en otras regiones, en otros escenarios de esta tercera guerra mundial. Pensemos en Siria, todavía martirizada por un conflicto que pasó a segundo plano pero que no ha acabado; pensemos también en Tierra Santa, donde durante los meses pasados aumentaron la violencia y los conflictos, con muertos y heridos. Imploremos al Señor para que allí, en la tierra que lo vio nacer, se retome el diálogo y la búsqueda de confianza recíproca entre israelíes y palestinos”. Pidió que el Niño Jesús sostenga a las comunidades cristianas que viven en todo el Oriente Medio, para que en cada uno de esos países se pueda vivir “la belleza de la convivencia fraterna entre personas pertenecientes a diversos credos”. Francisco pidió al Niño Jesús que ayude al Líbano, para que, con el apoyo de la comunidad internacional y con la fuerza de la fraternidad y la solidaridad pueda recuperarse. Que Dios ayude a la región del Sahel, donde la convivencia pacífica entre pueblos y tradiciones se ve perturbada por enfrentamientos y violencia. Pidió por una tregua en Yemen y hacia la reconciliación en Myanmar y en Irán, para que cese todo derramamiento de sangre. América Latina también en el corazón del Papa, pidió al Niño Jesús, que inspire a las autoridades políticas y a todas las personas de buena voluntad en el continente americano, a esforzarse por pacificar las tensiones políticas y sociales que afectan a varios países, recordó a Haití que está sufriendo hace mucho tiempo. La humanidad sufre de hambre Francisco, pensando en este día, en el que se reúne la familia en una mesa “bien preparada”, pidió no desviar la mirada de Belén, que significa “casa del pan”, y cada uno piense en las personas que sufren hambre, sobre todo los niños. Recordó una vez más, que, mientras se desperdician grandes cantidades de alimentos y se derrochan bienes a cambio de armas, pueblos enteros sufren de hambre. Desde que comenzó la guerra en Ucrania, poblaciones enteras en Afganistán y los países del Cuerno de África, están sufriendo la carestía. Las guerras provocan hambre, afirmó el Papa, y usan “la comida como arma, impidiendo su distribución a los pueblos que ya están sufriendo”. Que, aprendiendo del Príncipe de la paz, afirmó, nos comprometámonos todos —en primer lugar, los que tienen responsabilidades políticas—, para que la comida no sea más que un instrumento de paz. Un mundo enfermo de indiferencia Francisco dijo por último, que, hoy como en ese entonces, Jesús, la luz verdadera, viene a un mundo enfermo de indiferencia, que no lo acoge, más bien lo rechaza, como ocurre hoy día con los extranjeros, o se le ignora a Jesús, como pasa con los pobres. "No nos olvidemos hoy de tantos migrantes y refugiados que llaman a nuestra puerta en busca de consuelo, calor y alimento. No nos olvidemos de los marginados, de las personas solas, de los huérfanos y de los ancianos que corren el riesgo de ser descartados; de los presos que miramos sólo por sus errores y no como seres humanos". Belén, afirmó, muestra la sencillez de Dios, que no se revela a los sabios y a los doctos, sino a los pequeños, a quienes tienen el corazón puro y abierto comolos pastores. Nos pide que como ellos, vayamos también nosotros sin demora y dejémonos maravillar por el acontecimiento impensable de Dios que se hace hombre para nuestra salvación. "Aquel que es fuente de todo bien se hace pobre y pide como limosna nuestra pobre humanidad. Dejémonos conmover por el amor de Dios y sigamos a Jesús, que se despojó de su gloria para hacernos partícipes de su plenitud. ¡Feliz Navidad a todos!". Fuente: Vatican News

Dom 12 Abr 2020

Papa Francisco: Que el resucitado sane las heridas de la humanidad desolada

Este domingo 12 de abril, el Papa Francisco ha celebrado en la Basílica de San Pedro la misa del Domingo de Resurrección. Acto seguido oró por el mundo entero e impartió la bendición Urbi et Orbi a la humanidad y a toda la creación. Contagiar la esperanza que viene de la resurrección “Es el contagio de la esperanza: «¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza!». No se trata de una fórmula mágica que hace desaparecer los problemas. No, no es eso la resurrección de Cristo, sino la victoria del amor sobre la raíz del mal, una victoria que no “pasa por encima” del sufrimiento y la muerte, sino que los traspasa, abriendo un camino en el abismo, transformando el mal en bien, signo distintivo del poder de Dios”, afirmó el Papa Francisco profundizando sobre el sentido de la esperanza. Mirar al resucitado El Papa invita a mirar al resucitado, “que no es otro que el crucificado”, para “que sane las heridas de la humanidad desolada”. En este contexto, el Papa tiene presente a los enfermos, a los que han fallecido y a las familias que lloran la muerte de sus seres queridos: “Hoy pienso sobre todo en los que han sido afectados directamente por el coronavirus” y pide para ellos “que el Señor de la vida acoja consigo en su reino a los difuntos, y dé consuelo y esperanza a quienes aún están atravesando la prueba, especialmente a los ancianos y a las personas que están solas. Que conceda su consolación”. De igual manera recordó al personal sanitario, a las autoridades y a todos los que trabajan en los servicios esenciales. Dificultades generadas por la pandemia Francisco hizo un recuento de las dificultades que los seres humanos pasan en estos momentos de pandemia: lutos, sufrimientos físicos y problemas económicos. Seguidamente subrayó: “Esta enfermedad no sólo nos está privando de los afectos, sino también de la posibilidad de recurrir en persona al consuelo que brota de los sacramentos, especialmente de la Eucaristía y la Reconciliación”. En este ambiente, nos invita a recordar la antífona de ingreso de la Misa del día de Pascua del Misal Romano: No temas, «he resucitado y aún estoy contigo». Un período de cambios repentinos El Papa se presenta cercano a aquellos que están enfrentando un futuro incierto, pues temen perder el trabajo y las consecuencias que este hecho comporta; también está cercano a quienes toman decisiones políticas y les invita a que encarnen la búsqueda del bien común de todos los ciudadanos “para permitir que todos puedan tener una vida digna y favorecer, cuando las circunstancias lo permitan, la reanudación de las habituales actividades cotidianas”. Este no es tiempo para la indiferencia ni para el egoísmo Francisco hace un llamado a los fieles para que actúen en favor de los más débiles: “Este no es el tiempo de la indiferencia, porque el mundo entero está sufriendo y tiene que estar unido para afrontar la pandemia. Que Jesús resucitado conceda esperanza a todos los pobres, a quienes viven en las periferias, a los prófugos y a los que no tienen un hogar. Que estos hermanos y hermanas más débiles, que habitan en las ciudades y periferias de cada rincón del mundo, no se sientan solos”. Llamamientos a la humanidad El Obispo de Roma procedió a hacer una serie de peticiones a la humanidad y en particular a los cristianos católicos para que actuemos y así construyamos una nueva humanidad, fruto de la resurrección de Jesús entre nosotros: Pidió no dejar solos a los pobres, a los presos y a los que no tienen hogar. “Procuremos que no les falten los bienes de primera necesidad, más difíciles de conseguir ahora cuando muchos negocios están cerrados, como tampoco los medicamentos”. En el caso de los países con sanciones internacionales pidió que “se relajen además las sanciones internacionales de los países afectados, que les impiden ofrecer a los propios ciudadanos una ayuda adecuada”. A los países que cargan enormes deudas externas, pidió reducir o incluso condonar, “la deuda que pesa en los presupuestos de aquellos más pobres”. Para Europa, el Papa pidió que enfrente los desafíos actuales con unidad, rechazando los egoísmos: “Que no pierda la ocasión para demostrar, una vez más, la solidaridad, incluso recurriendo a soluciones innovadoras. Es la única alternativa al egoísmo de los intereses particulares”. El Papa renovó su llamado a finalizar de inmediato todas las guerras y a poner por encima de los conflictos la vida de todos los seres humanos, así como a poner fin al comercio de armas: “No es este el momento para seguir fabricando y vendiendo armas, gastando elevadas sumas de dinero que podrían usarse para cuidar personas y salvar vidas. A continuación, el Papa hizo memoria de algunos lugares castigados por conflictos bélicos y en los que la población sufre la fuerza de la violencia desde hace muchos años: “Que sea en cambio el tiempo para poner fin a la larga guerra que ha ensangrentado a Siria, al conflicto en Yemen y a las tensiones en Irak, como también en el Líbano. Que este sea el tiempo en el que los israelíes y los palestinos reanuden el diálogo, y que encuentren una solución estable y duradera que les permita a ambos vivir en paz. Que acaben los sufrimientos de la población que vive en las regiones orientales de Ucrania. Que se terminen los ataques terroristas perpetrados contra tantas personas inocentes en varios países de África”. Seguidamente el Papa recordó a las poblaciones donde se producen crisis humanitarias, en Asia y África, como en la Región de Cabo Delgado, en el norte de Mozambique. También pidió que Jesús “reconforte el corazón de tantas personas refugiadas y desplazadas a causa de guerras, sequías y carestías. Que proteja a los numerosos migrantes y refugiados —muchos de ellos son niños—, que viven en condiciones insoportables, especialmente en Libia y en la frontera entre Grecia y Turquía. Que permita alcanzar soluciones prácticas e inmediatas en Venezuela, orientadas a facilitar la ayuda internacional a la población que sufre a causa de la grave coyuntura política, socioeconómica y sanitaria”. Finalizó su mensaje diciendo: “Las palabras que realmente queremos escuchar en este tiempo no son indiferencia, egoísmo, división y olvido. ¡Queremos suprimirlas para siempre! Esas palabras pareciera que prevalecen cuando en nosotros triunfa el miedo y la muerte; es decir, cuando no dejamos que sea el Señor Jesús quien triunfe en nuestro corazón y en nuestra vida. Que Él, que ya venció la muerte abriéndonos el camino de la salvación eterna, disipe las tinieblas de nuestra pobre humanidad y nos introduzca en su día glorioso que no conoce ocaso”. Tomado: Vatican News

Vie 27 Mar 2020

"La tempestad que vivimos nos llama a la solidaridad y a confiar en Dios"

Tras haber escuchado el mensaje del Papa Francisco en la Plaza de San Pedro en Roma, monseñor Elkin Álvarez Botero, secretario general de la Conferencia Episcopal, expresó que el pasaje bíblico leído en la lectura del evangelio ha sido signo de la tormenta que vive actualmente la humanidad, por cuenta del coronavirus. “El Papa ha tomado muy bien este texto del evangelio de San Marcos para describir el panorama de desolación, miedos, falta de esperanza y de sensación de hacernos sentir que no podemos hacer nada, fuera de eso nos habla que Dios puede estar lejos, pero después Él mismo nos dice que sí le importamos”, aseveró Recordemos que se leyó el evangelio según San Marcos, el pasaje en el cual, según el texto bíblico, en medio de una tempestad que amenazó con hundir la barca en la que Jesús iba con sus discípulos él respondió "Por qué tienen miedo, ¿acaso todavía no tienen fe?", les preguntó, después de calmar la tempestad. El también obispo auxiliar de Medellín, expresó como este mensaje del evangelio de la tempestad calmada por Jesús, transporta a unos importantes llamados en la vida de toda persona como son la unión, la solidaridad, pero, sobre todo, la necesidad de la presencia de Dios. “Esto nos lleva a darnos cuenta en nuestra propia vida qué es lo verdaderamente importante. Esta situación a la que estamos expuestos en estos momentos nos muestra nuestra fragilidad y nos debe sugerir una reflexión sobre lo que verdaderamente cuenta en la vida”. Al referirse a los distintos momentos de silencio vivos durante la celebración, de manera especial en la exposición del Santísimo, dijo que significan “el poneros delante de Dios, inclusive sin capacidad de expresar muchas cosas, solo queriendo escuchar su voz que nos invita a tener fe y a desterrar el miedo, a confiar más en Él y a sentir su mano poderosa que nos protege”. Cómo hacer para no tener miedo El prelado observó como este espacio solemne de oración y súplica a Dios, llega en un momento en el que el mundo está pasando por esa tormenta de la pandemia, teniendo encerrado a millones de personas en sus casas. Al respecto evocó al Papa quien insistentemente invita a no tener miedo y a confiar más en Dios. “El Pontífice repite constantemente una frase que sale de los labios de Jesús, cuando hay dificultades, cuando parece que todo se cierra el Señor siempre nos dicen no tengan miedo. Y en este momento es la expresión de la cercanía de Dios, el miedo lo dejamos porque lo tenemos a Él, el Papa lo ha dicho claramente en varias ocasiones no tengamos miedo que ahí está el Señor”. Finalmente, destacó como el Papa Francisco a sus 83 años, durante la ceremonia reflejó en su rostro “señales de esta pandemia en su corazón, espiritualmente dejó traslucir su preocupación por toda la humanidad que está viviendo un momento tan doloroso” Por primera vez en la historia de la Iglesia católica, el Papa rezó este viernes ante la inmensa plaza vacía de San Pedro, impartió la bendición "Urbi et Orbi" (a la ciudad y al mundo) y dio la indulgencia plenaria al mundo por la pandemia de coronavirus que lo azota. [icon class='fa fa-download fa-2x'] DESCARGAR HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO[/icon]

Vie 27 Mar 2020

"Abrazar al Señor, para abrazar la esperanza": Papa Francisco

Los ojos del mundo, atemorizado por la pandemia del Coronavirus, recibieron con espereza las palabras de cercanía y bendición del Santo Padre, este 27 de marzo, desde la Basílica de San Pedro. Conectados a través de los medios de comunicación, miles de personas de todas las edades y países, se unieron en oración con el Santo Padre, quien retomando el Evangelio de Marcos (4,35-41), en el que Jesús calma la tormenta en el mar de Galilea, luego de ser despertado por los apóstoles que lo acompañaban en la barca, recordó que “el Señor se despierta para despertar y avivar nuestra fe pascual”. Si bien, agregó, “nos encontramos asustados y perdidos. Al igual que a los discípulos del Evangelio, nos sorprendió una tormenta inesperada y furiosa. Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados; pero, al mismo tiempo, importantes y necesarios, todos llamados a remar juntos, todos necesitados de confortarnos mutuamente”. Por ello, insistió el Sumo Pontífice, “en medio del aislamiento donde estamos sufriendo la falta de los afectos y de los encuentros, experimentando la carencia de tantas cosas, escuchemos una vez más el anuncio que nos salva: ha resucitado y vive a nuestro lado”. Y es que, recordó el Papa, “tenemos un ancla: en su Cruz hemos sido salvados. Tenemos un timón: en su Cruz hemos sido rescatados. Tenemos una esperanza: en su Cruz hemos sido sanados y abrazados para que nadie ni nada nos separe de su amor redentor”. La fuerza de la fe libera del miedo y da esperanza Durante su reflexión, previa al momento de oración ante el Santísimo Sacramento y a la bendición Urbi et Orbi, a Roma y el mundo, que impartiría de manera extraordinaria, el Santo Padre, también, alentó a abrazar la cruz de Cristo, ya que en ella “hemos sido salvados para hospedar la esperanza y dejar que sea ella quien fortalezca y sostenga todas las medidas y caminos posibles que nos ayuden a cuidarnos y a cuidar. Abrazar al Señor para abrazar la esperanza. Esta es la fuerza de la fe, que libera del miedo”, señaló. La tempestad desenmascara nuestra vulnerabilidad Alertando sobre las distracciones del mundo, el Papa advirtió que “todas esas tentativas de anestesiar con aparentes rutinas “salvadoras”, nos privan de la inmunidad necesaria para hacerle frente a la adversidad. Por ello, es necesario “tomar este tiempo de prueba como un momento de elección. No es el momento de tu juicio, sino de nuestro juicio: el tiempo para elegir entre lo que cuenta verdaderamente y lo que pasa, para separar lo que es necesario de lo que no lo es. Es el tiempo de restablecer el rumbo de la vida hacia ti, Señor, y hacia los demás”. Bendición al mundo e indulgencia plenaria Tal y como había sido anunciado, pasado el mediodía (hora Colombia) el Papa impartió la bendición Urbi et Orbi y concedió la indulgencia plenaria a quienes se unieron a este momento de oración con fe y piedad, confiando la superación de la emergencia sanitaria por Coronavirus, pidiendo por quienes afrontan “en primera línea” esta realidad desde su servicio desinteresado (personal de salud, voluntarios, gobernantes, consagrados, enfermos) y por la familias del mundo entero. La ceremonia finalizó con aclamaciones al Señor, a la Virgen María y a San José. [icon class='fa fa-download fa-2x']Descargue homilía completa[/icon] Fotos: tomadas de internet

Mié 25 Dic 2019

Urbi et Orbi. El Papa: “Que Cristo sea luz en medio de las injusticias”

Este 25 de diciembre, el deseo de Navidad del Papa Francisco es que el Emmanuel “sea luz para toda la humanidad herida”, que “ablande nuestro corazón egoísta” y que nos haga “instrumentos de su amor” Este mediodía el Papa Francisco ha pronunciado desde el Balcón central de la Basílica Vaticana su tradicional Mensaje navideño y ha impartido la Bendición “Urbi et Orbi” (a la ciudad y al mundo). “En el seno de la madre Iglesia, esta noche ha nacido nuevamente el Hijo de Dios hecho hombre. Su nombre es Jesús, que significa Dios salva. El Padre, Amor eterno e infinito, lo envió al mundo no para condenarlo, sino para salvarlo”. Con estas palabras, el Santo Padre comenzaba su Mensaje de Navidad ante los fieles de Roma, los peregrinos congregados en la Plaza de San Pedro, y todas las personas que desde todas las partes del mundo han seguido el mensaje a través de los medios de comunicación. Cristo, luz del mundo El Papa ha explicado que Jesús es “luz del mundo” y citando las palabras del profeta Isaías: «El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande» (Is 9,1) expresa que aunque haya tinieblas en los corazones humanos, en las relaciones personales, familiares y sociales o en los conflictos económicos, geopolíticos y ecológicos “más grande es la luz de Cristo”. Luz en medio de los conflictos y la guerra Entre los deseos del Papa para esta Navidad está la paz para los niños de Oriente Medio: “Que Cristo sea luz para tantos niños que sufren la guerra y los conflictos en Oriente Medio y en diversos países del mundo”. En concreto, el Papa ha pedido que la Luz de Cristo “sea consuelo para el amado pueblo sirio, que todavía no ve el final de las hostilidades que han desgarrado el país en este decenio” también que “remueva las conciencias de los hombres de buena voluntad” y que “inspire a los gobernantes y a la comunidad internacional para encontrar soluciones que garanticen la seguridad y la convivencia pacífica de los pueblos de la región”. No se ha olvidado del pueblo libanés, para el que ha pedido “apoyo” para que pueda salir de la crisis actual. Pero también está en su pensamiento Tierra Santa, la tierra de nuestro Salvador y tierra “donde continúa la espera de tantos que, incluso en la fatiga, pero sin desesperarse, aguardan días de paz, de seguridad y de prosperidad”. El Papa tampoco se ha olvidado de Irak, para el que ha pedido “consolación” ante las fuertes tensiones sociales que atraviesa, y por último ha pedido por Yemen, para que se ponga fin a la grave crisis humanitaria. Luz en medio de las tensiones políticas y sociales El continente americano también está entre sus deseos natalicios. “Que el pequeño Niño de Belén sea esperanza para todo el continente americano, donde diversas naciones están pasando un período de agitaciones sociales y políticas”. El Papa pide al Niño Jesús que reanime al querido pueblo venezolano, pero también pide que sea luz para la querida Ucrania, “que aspira a soluciones concretas para alcanzar una paz duradera”. Luz en medio de la pobreza y la migración Finalmente, el Papa ha pedido por los países africanos donde se siguen viviendo situaciones sociales y políticas que a menudo obligan a las personas a emigrar, privándolas de una casa y de una familia. “Que haya paz para la población que vive en las regiones orientales de la República Democrática del Congo, martirizada por conflictos persistentes” dice Francisco, a la vez que pide consuelo “para cuantos son perseguidos a causa de su fe, especialmente los misioneros y los fieles secuestrados, y para cuantos caen víctimas de ataques por parte de grupos extremistas, sobre todo en Burkina Faso, Malí, Níger y Nigeria”. Que Jesús sea defensa ante las injusticias Francisco además desea que el nacimiento del Hijo de Dios traiga este año defensa y apoyo para cuantos, a causa de las injusticias, deben emigrar con la esperanza de una vida segura: “La injusticia – dice el Papa – los obliga a atravesar desiertos y mares, transformados en cementerios. La injusticia los fuerza a sufrir abusos indecibles, esclavitudes de todo tipo y torturas en campos de detención inhumanos. La injusticia les niega lugares donde podrían tener la esperanza de una vida digna y les hace encontrar muros de indiferencia”. Por último, el Santo Padre ha expresado su esperanza en que el Emmanuel ablande nuestro corazón, “a menudo endurecido y egoísta” y nos haga instrumentos de su amor. En cambio, a nosotros, nos ha exhortado “a dar esperanza al mundo, anunciando con palabras y sobre todo con el testimonio de nuestra vida que nació Jesús, nuestra paz”. Tomado de: Vatican News