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conversión ecológica

Mié 1 Ene 2020

Hoy la Iglesia celebra la Jornada Mundial de la Paz 2020

Cada 1 de enero la Iglesia celebra la Jornada Mundial de la Paz y, como es costumbre, se propone para la reflexión de todos los fieles el mensaje del Papa Francisco que este 2020 lleva por título: “La Paz como camino de Esperanza: Diálogo, Reconciliación y Conversión ecológica”. En su mensaje, el Santo Padre afirmó que “la paz, como objeto de nuestra esperanza, es un bien precioso, al que aspira toda la humanidad. Esperar en la paz es una actitud humana que contiene una tensión existencial, y de este modo cualquier situación difícil «se puede vivir y aceptar si lleva hacia una meta, si podemos estar seguros de esta meta y si esta meta es tan grande que justifique el esfuerzo del camino”. En este sentido, resaltó el Papa Francisco, “la esperanza es la virtud que nos pone en camino, nos da alas para avanzar, incluso cuando los obstáculos parecen insuperables”. Tras alertar sobre los peligros y los estragos de las guerras, el Papa alentó a “buscar una verdadera fraternidad, que esté basada sobre nuestro origen común en Dios y ejercida en el diálogo y la confianza recíproca. El deseo de paz está profundamente inscrito en el corazón del hombre y no debemos resignarnos a nada menos que esto”. El Santo Padre, recordando su reciente viaje a Tailandia y Japón, refirió luego que “los Hibakusha, los sobrevivientes de los bombardeos atómicos de Hiroshima y Nagasaki, se encuentran entre quienes mantienen hoy viva la llama de la conciencia colectiva, testificando a las generaciones venideras el horror de lo que sucedió́ en agosto de 1945 y el sufrimiento indescriptible que continúa hasta nuestros días”. “Su testimonio despierta y preserva de esta manera el recuerdo de las víctimas, para que la conciencia humana se fortalezca cada vez más contra todo deseo de dominación y destrucción”. El Papa indicó asimismo que “en nuestra experiencia cristiana, recordamos constantemente a Cristo, quien dio su vida por nuestra reconciliación. La Iglesia participa plenamente en la búsqueda de un orden justo, y continúa sirviendo al bien común y alimentando la esperanza de paz a través de la transmisión de los valores cristianos, la enseñanza moral y las obras sociales y educativas”. Sobre la importancia del cuidado de la creación, el Papa dijo que “ante las consecuencias de nuestra hostilidad hacia los demás, la falta de respeto por la casa común y la explotación abusiva de los recursos naturales —vistos como herramientas útiles únicamente para el beneficio inmediato, sin respeto por las comunidades locales, por el bien común y por la naturaleza—, necesitamos una conversión ecológica”. Además, subrayó, “necesitamos un cambio en las convicciones y en la mirada, que nos abra más al encuentro con el otro y a la acogida del don de la creación, que refleja la belleza y la sabiduría de su Hacedor". “El camino de la reconciliación requiere paciencia y confianza. La paz no se logra si no se la espera. En primer lugar, se trata de creer en la posibilidad de la paz, de creer que el otro tiene nuestra misma necesidad de paz. En esto, podemos inspirarnos en el amor de Dios por cada uno de nosotros, un amor liberador, ilimitado, gratuito e incansable”, destacó el Papa Francisco. Tomado de: Aciprensa [icon class='fa fa-download fa-2x'] Descargar Mensaje de la Jornada[/icon]

Jue 21 Mar 2019

Conversión ecológica

Por: Mons. Ismael Rueda Sierra - Estamos en el corazón de la cuaresma 2019 y así nos preparamos para la gran celebración pascual de este año. El mensaje anual del Papa en la ocasión, es siempre referente esencial para vivirla. A partir de un texto de la Carta a los Romanos desarrolla su reflexión: “La creación, expectante, está aguardando la manifestación de los hijos de Dios” (Rm 8,19). La obra salvadora del Señor es dinámica e integral e incluye la historia y a toda la creación. Espíritu, alma y cuerpo en la unidad esencial del ser humano, son sujeto inseparable de esta acción misericordiosa de Dios con la humanidad. La cuaresma nos lleva a reflexionar nuevamente sobre el efecto destructivo del pecado, con el desequilibrio resultante y que en consecuencia, también genera la pérdida de la armonía con las demás criaturas y en concreto, con el medio ambiente. Reconocemos la bondad de la creación que Dios confió bajo su responsabilidad inmediata al hombre, a quien se la entregó por amor. Más aún al reconocer que es el hombre la “única creatura terrestre a quien Dios ha amado por sí mismo” (LG 24) como afirma el concilio Vaticano II. El ejercicio recomendado de la oración, el ayuno y la limosna para este tiempo, vivido con discreción y en profundidad de sentido, son sin duda una oportunidad para vincularlos con la responsabilidad ecológica en lo personal y comunitario y qué bueno si pudiera dejar como fruto, opciones políticas, legislativas y culturales en el manejo responsable del medio ambiente. Concretamente el ayuno que implica privarnos, poner límites y ubicar donde corresponde, entre otros aspectos, los bienes o recursos materiales en relación con el bien integral de las personas, debería llevar también a la convicción sobre el papel de esta práctica ascética para detener la depredación irresponsable de la naturaleza y reafirmar con convicción, lejos de utilitarismos y conveniencias económico- políticas, una ética sobre el uso adecuado de los recursos naturales, con previsión de futuro y con amplia conciencia solidaria. Por otra parte, hay una relación profunda entre la exigencia cuaresmal de mirar con espíritu de conversión la ayuda a los pobres y a quienes se encuentran en las periferias existenciales y lo que se constata cada vez más en el mundo global, como consecuencia del desorden ecológico, que termina afectando de manera directa y gravemente a los pueblos y personas menos favorecidas. La encíclica “Laudato Si” reflexiona ampliamente sobre ello al hablar, por ejemplo, de la degradación social y deterioro de la calidad de la vida humana o del cambio climático cuando dice: “Muchos pobres viven en lugares particularmente afectados por fenómenos relacionados con el calentamiento, y sus medios de subsistencia dependen fuertemente de las reservas naturales y de los servicios ecosistémicos, como la agricultura, la pesca y los recursos forestales” (LS. 25). Todo ello genera inequidades e injusticia, como ya lo denunciaban también los profetas desde el Antiguo Testamento, refiriéndose justamente al ayuno que quiere el Señor. Y otro escenario no será posible sin una conversión ecológica, hacia un nuevo estilo de vida distinto al consumismo compulsivo, como por ejemplo, con humildad y pobreza evangélica, lo testimoniara San Francisco de Asís. + Ismael Rueda Sierra Arzobispo de Bucaramanga