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encíclica hermanos todos

Mié 28 Oct 2020

“Hermanos todos”, un camino para reconstruir las relaciones entre los hombres, desde la fe

Por: Monseñor Víctor Manuel Ochoa Cadavid - La publicación de esta Encícli­ca del Papa Francisco es una gran oportunidad para entrar en el importante magisterio pontifi­cio, después de la Encíclica Lumen Fidei (29 de junio de 2013), la En­cíclica Laudato Si’ (24 de mayo de 2015) y ahora Fratelli tutti, del 3 de octubre 2020. Una Encíclica publicada en un mo­mento epocal de la historia humana, seguramente no el primer momento de una gran crisis sanitaria, que el mundo ha vivido en otros momen­tos, pero este en tiempo de globaliza­ción comunicacional. Y en tiempos de globalización, comunicación y desplazamiento de los hombres en el mundo. Por segunda vez, el Papa Francisco, como Obispo de Roma, hace uso de los escritos de San Francisco de Asís, donde el título de su Encíclica propone como el pobre de Asís, una vida de hermandad, fundada sobre el amor entre los hombres. Un lengua­je bien preciso del Papa Francisco: transmitir “el sabor a Evangelio” (n. 1). Un magisterio que repite muchas de sus enseñanzas desde que ha recibi­do el ministerio de ser Sucesor de Pedro, en la Sede de Roma. Es una Encíclica que quiere centrarse en dos temas desde el título, la fraternidad y el amor social. Uno de los grandes temas que allí se presentan para nuestra reflexión son los caminos concretos para construir un mundo más justo y fraterno, en las relaciones que se establecen en­tre los hombres. El Papa entra en profundidad y detenimiento en los procesos sociales que hoy nos afec­tan, que tocan al hombre concreto de nuestro tiempo, con el lenguaje sim­ple para que sea comprendido por to­dos. Una palabra que quiere llegar a todos, en la vida diaria -para el hom­bre común-, para la vida social y de relaciones entre los hombres, en las relaciones de la política y en las ins­tituciones sociales que nos rodean. El Papa Francisco nos trasmite una clara enseñanza de cuanto tenemos que vivir como seguidores de Jesu­cristo, con el sabor del Evangelio, algo que él ha hecho con grandes gestos que quedarán marcados en la historia, como el abrazo a un enfer­mo deforme y lleno de heridas en la Plaza de San Pedro, como el beso de los pies, de las facciones en lucha en Sudán, como el abrazo con hermanos musulmanes o hebreos, en búsqueda de la paz. Es la presentación de una forma de vida, con sabor a Evangelio. Es una propuesta para una sociedad fraterna que fundamentada sobre los valores del Evange­lio es válida para la hu­manidad entera. “Para nosotros, ese ma­nantial de dignidad humana y de fraternidad está en el Evangelio de Jesucristo. De él surge «para el pen­samiento cristiano y para la acción de la Iglesia el primado que se da a la relación, al encuentro con el misterio sagrado del otro, a la comunión uni­versal con la humanidad entera como vocación de todos»” (#277). Una mirada a la Doctrina Social de la Iglesia y la Fraternidad: La Encíclica, es presentada por el Papa como parte de la Doctrina Social de la Iglesia (DSI). “Todos los compromisos que brotan de la Doctrina Social de la Iglesia «provienen de la caridad que, según la enseñanza de Jesús, es la síntesis de toda la Ley (cf. Mt 22,36-40)» [168]. Esto supone reconocer que «el amor, lleno de pequeños gestos de cuidado mutuo, es también civil y político, y se manifiesta en todas las acciones que procuran construir un mundo mejor» [169]. Por esa razón, el amor no sólo se expresa en relaciones ínti­mas y cercanas, sino también en «las macro-relaciones, como las relacio­nes sociales, económicas y políti­cas»” (#181). Recordemos todo el desarrollo que tuvo el concepto de “caridad políti­ca” en el venerable siervo de Dios Pío XII, y en la enseñanza de San Pablo VI. El Papa León XIII abrió en el final del siglo XIX un gran es­pacio para difundir y presentar la llamada Doctrina Social de la Iglesia, un gran cuerpo de enseñanzas y doc­trinas que nos dan los principios acerca de la comprensión del entor­no social en el cual vive el hombre. El Evangelio de Cristo, tiene unas connotaciones precisas y claras en los comportamientos socia­les, en el medio humano en el cual se desarrolla la actividad humana. A lo largo de los decenios el Magisterio, la enseñanza de la Iglesia, especial­mente de los Papas ha contribuido paso a paso, parte después de parte a todo este gran patrimonio, después de la Encíclica ‘Rerum novarum’. Las distintas realidades humanas y crisis sociales han sido iluminadas desde el Evangelio de Cristo y desde la reflexión moral de la Iglesia. El final de ese siglo XIX, el siglo XX y lo que va de este siglo XXI han presentado al hombre situaciones muy concretas: la gran cuestión so­cial, las guerras mundiales, el fascis­mo, el comunismo, el modernismo, el marxismo, el relativismo moral y filosófico, la secularización, las fal­sas interpretaciones de la economía a las cuales la DSI ha tenido que responder. Estos temas llegan hasta nuestros días, con las grandes crisis ocasionadas por el irrespeto a la vida humana (aborto del no nacido y eu­tanasia), la movilidad humana, las guerras nacionales y conflictos en el mundo, la gran crisis del medio ambiente y del cambio climático. A todas estas realidades responde con propuestas concretas a interrogantes de la humanidad entera: cada res­puesta se da desde la fe y desde la reflexión sobre la Palabra de Dios. En un momento de particular dificul­tad de la humanidad, por fenómenos sociales complejos, la radicaliza­ción de las ideas religiosas, fanatis­mo, guerras que tienen un fondo de confrontación socio-religiosa, rela­tivismo moral y filosófico, economi­cismo que es un de las grandes rea­lidades sociales del siglo XX, donde se pone la economía y las relaciones económicas sobre la persona huma­na, el Papa Francisco, nos hace este regalo de enseñanzas que tienen gran valor y actualidad, especialmente en el momento de la pandemia. En los números 6 y 7 pone de relieve, cómo es imposible atender a las distintas fragmentaciones de la humanidad y sus retos: “Anhelo que en esta época que nos toca vivir, reconociendo la dignidad de cada persona humana, podamos hacer renacer entre todos un deseo mundial de hermandad. En­tre todos: «He ahí un hermoso secre­to para soñar y hacer de nuestra vida una hermosa aventura. Nadie puede pelear la vida aisladamente. […] Se necesita una comunidad que nos sos­tenga, que nos ayude y en la que nos ayudemos unos a otros a mirar hacia delante. ¡Qué importante es soñar juntos! […] Solos se corre el riesgo de tener espejismos, en los que ves lo que no hay; los sueños se construyen juntos» [6]. Soñemos como una úni­ca humanidad, como caminantes de la misma carne humana, como hijos de esta misma tierra que nos cobija a todos, cada uno con la riqueza de su fe o de sus convicciones, cada uno con su propia voz, todos hermanos.” (#7). En la Doctrina Social de la Iglesia hay una propuesta concreta para pre­sentar un ideal social fundado sobre el Evangelio. Es una opción para po­ner la caridad de Cristo al centro de la vida de la humanidad. Toda esta doctrina quiere resolver la tensión entre la realidad social y el ideal de la fe. En esta propuesta de la DSI, el hombre en su vida y su realidad es el horizonte fundamental de la pro­puesta, todo con el presupuesto del Evangelio y de la salvación del alma, con una mirada trascendente. Toda la propuesta está basada en la dig­nidad de la persona humana, que es inviolable y que está fundamentada en el plan creador de Dios. Particu­lar atención se presta a la base de las relaciones que se establece entre los hombres. “Un ideal de fraternidad universal” (#173) haciendo referen­cia al papel y función de las Naciones Unidas. De los grandes problemas sociales creados por las equivoca­das relaciones entre los hombres, en base al trabajo y a la economía, a los grandes conflictos sociales de la industrialización, pasando por las grandes crisis del exterminio de más de 150 millones de hombres y muje­res en las guerras mundiales. Estas situaciones nos llevan al hoy, con millones de personas que son obliga­das a emigrar (Capítulo sexto), a las graves condiciones de la destrucción de la naturaleza (“las lágrimas de la naturaleza” #34) , del grave fenóme­no de la contaminación, del cambio climático ( “destrucción del medio ambiente” #17), del gran abuso de la ciencia y de sus capacidades con una investigación desordenada y abusiva en la genética, nos recuerda los valores y horizontes de la ciencia humana, del conocimiento. Vemos una destrucción sistemática de la vida humana con el aborto y la euta­nasia que ha sido claramente denun­ciada en el magisterio pontificio de los últimos decenios. El descarte de la vida humana, de los bienes de la naturaleza, ocasionado por la econo­mía (#18-21). La Doctrina Social de la Iglesia se enfrenta a los grandes fenómenos de la desigualdad social, a una gran división entre el primer y el tercer mundo, entre el norte y sur de la tierra y el resto de los pueblos y na­ciones, denunciando también la des­igualdad de oportunidades que existe para algunos en los países ricos. En el desarrollo de la Encíclica entra en las situaciones estructurales del mundo, en la desigualdad de mundo (#116-117). Algunos elementos son centrales en la Reflexión de la Doctrina Social de la Iglesia y que nos deben servir para el análisis y el aprendizaje de esta enseñanza de la Madre Iglesia. Continuaremos en los próximos días reflexionando sobre esta Encíclica con los lectores de LA VERDAD. Mientras tanto, procuremos entrar en toda la riqueza de estas enseñanzas. + Víctor Manuel Ochoa Cadavid Obispo Diócesis de Cúcuta