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Espíritu de Dios

Jue 6 Jul 2017

"El Padre y yo somos uno"

“Ustedes no están en la carne, sino en el espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en ustedes”. Que este santo Espíritu nos permita escuchar, meditar, y llevar a la práctica la Palabra que va a ser proclamada. Lecturas [icon class='fa fa-play' link='']Primera lectura: Za 9,9-10[/icon] [icon class='fa fa-play' link='']Salmo: Sal 145(144),1-2.8-9.10-11.13cd-14 (R. 20[19],7)[/icon] [icon class='fa fa-play' link='']Segunda lectura: Rm 8,9.11-13[/icon] [icon class='fa fa-play' link='']Evangelio: Mt 11,25-30[/icon] [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link=''] CONTEXTO BÍBLICO[/icon] 1.1 ¿Qué dice la Sagrada Escritura? «Nadie conoce al Hijo más que el Padre, y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar». La liturgia de este domingo nos invita a contemplar la íntima relación de Jesús con su Padre, que se manifiesta en un conocimiento mutuo y en una identidad compartida “el Padre y yo somos uno”. Jesús no sólo revela el rostro misericordioso del Padre, a quien trata con la más absoluta confianza, sino que se presenta como el único camino que lleva al Padre, “nadie va al Padre sino por Mi”. Esta profunda realidad nos permite entender el sentido de la oración agradecida de Jesús en el evangelio de hoy: “Te doy gracias, Padre, Señor de cielo y tierra”. Pero el motivo de esta acción de gracias es también, reconocer la sabiduría del Padre que ha decidido dar a conocer los secretos del reino a la gente sencilla, a los humildes. Los sabios y entendidos no han tenido la humildad y sencillez necesarias para acoger el reino predicado por Jesús. Sin embargo, el corazón de los pequeños y sencillos está dispuesto a recibir el don de Dios, la salvación y la gracia presente en Jesucristo. «Vengan a mí todos los que están cansados y agobiados». Jesús conoce la dura realidad que vive el pueblo, los sencillos de corazón. Tienen que soportar un gran peso que los doctores de la ley les imponen, porque han hecho del cumplimiento de la ley un régimen de tiranía. Pero el Padre del cielo, que mira el corazón de los que sufren, en el cuerpo o en el alma, envía a su Hijo para aligerar la carga «carguen con mi yugo…, porque es llevadero y mi carga ligera». El yugo de Jesús es el amor, por eso cuando le preguntan por el primero y fundamental de los mandamientos les responde: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todo tu ser y a prójimo como a ti mismo”. 1.2 ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? El Señor Jesús nos hace dos invitaciones fundamentalmente: la primera a una relación íntima con el Padre, Dios. Pero para ello necesitamos la gracia de su Espíritu que suscita en nosotros la virtud de la humildad. Tener un corazón sencillo que esté siempre dispuesto a acoger con alegría la propuesta del reinado de Dios. La segunda invitación es a asumir su yugo. Los pobres, los pequeños, los humildes están invitados a encontrar el descanso, que no es la inactividad, sino el estilo de vida propio del Hijo de Dios, que trae la salvación, la verdadera liberación. San Pablo nos ha enseñado que no tengamos más deuda con nuestros hermanos que la del amor. Ese es el yugo suave y llevadero que nos propone el Hijo de Dios. Adherirse a Cristo es caminar en el amor, el amor a Dios y a los hermanos. Sin alardes, sin autosuficiencia, sino en la humildad aprendida del Rey que entra justo y victorioso cabalgando en un asno. [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link=''] ADQUIERE EL PLAN DE PREDICACIÓN[/icon]