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la alegría del amor

Jue 22 Oct 2020

El matrimonio y la familia en clave de comunión de amor

Por: Edgar de Jesús García Gil - La pandemia del covid 19 que estamos sufriendo en todo el mundo ha sacado a flote la riqueza y la belleza de las familias que han podido pasar esta emergencia sanitaria, gracias a la fortaleza de su comunión de amor; pero también ha sacado a flote las debilidades y fracasos de muchos matrimonios y familias, que por no tener la convicción de una fuerte comunión de amor han tenido que separarse o renunciar lamentablemente a su máscara de amor por que nunca fue lo que ellos creyeron vivir con los criterios superficiales de una sociedad de consumo, materialista, hedonista, de usar y botar, como dice Papa Francisco. Iluminemos este hecho con las palabras de la exhortación apostólica post sinodal “La alegría del amor” del papa Francisco: “La Biblia está poblada de familias, de generaciones, de historias de amor y de crisis familiares, desde la primera página, donde entra en escena la familia de Adán y Eva con su peso de violencia, pero también con la fuerza de la vida que continúa (cf. Gn 4), hasta la última página donde aparecen las bodas de la Esposa y del Cordero” (cf. Ap 21,2.9). A.L. 8. Leer la historia de la salvación en clave de familia nos permite descubrir una evidente intención de Dios, o también podemos decir, su sueño de salvación, que, siendo Dios Trinidad, es decir, comunión de amor, envía a su Hijo, el Verbo, como primer misionero de la comunión de amor para la humanidad. “Y el verbo se hizo carne y habitó entre nosotros” Jn. 1,14. Jesús, Dios hecho hombre, sale de su comunión de amor original para hacer su primera misión en medio de su familia humana de Nazaret y mostrarnos con esta evidencia que durante treinta años vivió la experiencia de comunión de amor en la realidad histórica, social y política de su hogar de Nazaret. Cuando observamos la misión de Jesús en medio de su realidad geográfica de Galilea, de Samaría y de Judea descubrimos que todo su ministerio apostólico está enmarcado en medio de dos banquetes nupciales. Las bodas de Caná en Galilea y la última cena en Jerusalén. El evangelista San Juan tiene el cuidado de mostrarnos que la primera manifestación de Jesús como Dios se realizó en las bodas de Caná de Galilea en medio de un banquete nupcial. El vino nuevo de Jesús embriaga el amor de los esposos y hace alegrar el corazón de los invitados. Juan 2, 11 “Así, en Caná de Galilea, dio Jesús comienzo a sus señales. Y manifestó su gloria, y creyeron en él sus discípulos”. Y al final de su ministerio público, antes de sufrir la muerte y resurrección, Jesús vive con los apóstoles, en la última cena de la tarde del jueves santo otro banquete nupcial. Jesús, el novio, el esposo, se entrega en amor sacrificando a su novia, la esposa, la Iglesia. 1Cor 11, 23 “Porque yo recibí del Señor lo que les he transmitido: que el Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan, 24 y después de dar gracias, lo partió y dijo: «Este es mi cuerpo que será entregado por ustedes; hagan esto en recuerdo mío». 25 Asimismo también la copa después de cenar diciendo: «Esta copa es la Nueva Alianza en mi sangre. Cuantas veces la beban, háganlo en recuerdo mío»” Tanto en las bodas de Caná como en la última cena Jesús nos enseña que el fundamento de su propuesta de salvación está en vivir a plenitud la comunión de amor que Él vive en el seno de la Trinidad. Y para confirmar lo dicho anteriormente, antes de ascender a los cielos, Jesús reunió a sus apóstoles y discípulos en Galilea y les dijo: Mateo 28, 18 «Me ha sido dado todo poder en el cielo y en la tierra.19 Vayan, pues, y hagan discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, 20 y enseñándoles a guardar todo lo que yo les he mandado. Y he aquí que yo estoy con ustedes todos los días hasta el fin del mundo». La misión que Jesús les encomendó a todos sus discípulos está marcada evidentemente por la enseñanza y vivencia de la comunión de amor, presente desde el bautismo en nombre de la Trinidad, que a lo largo de nuestras vidas se realiza en la vida del matrimonio, de la familia y de la nueva comunidad, Pueblo de Dios, llamada Iglesia. En medio de las fragilidades que sufren nuestros matrimonios y familias, rescatemos con la verdad de Dios que Jesucristo ha venido a restaurar entre nosotros, la comunión de amor que debemos restaurar, sembrar y enseñar en todas las parejas que le apuntan a vivir en profundidad su amor y su comunión de amor. + Edgar de Jesús García Gil Obispo de Palmira Presidente de la comisión episcopal de matrimonio y familia

Jue 12 Mayo 2016

La alegría del amor familiar

Por: Mons. Luis Adriano Piedrahita - Entre los gozos que vive la Iglesia al cumplir el mandato misionero de Jesús está el de anunciar la Buena Nueva de la familia. De la alegría de ser discípulos misioneros que anuncian la Buena Nueva de la familia, nos hablaron los obispos reunidos en Aparecida. Ahora, el Papa Francisco nos ha hablado del Evangelio de la familia como “la alegría que llena el corazón y la vida entera” en la hermosa y esperada exhortación apostólica “La alegría del amor”, en la que recoge los aportes de los dos recientes sínodos sobre la familia junto con sus personales apreciaciones. “La alegría del amor que se vive en las familias es también el júbilo de la Iglesia…su anuncio es verdaderamente una buena noticia”, ha comenzado diciendo el Papa. En verdad, dicha alegría no es otra que la que se respira en el transcurrir del actuar divino en la historia de la humanidad, desde el momento en que la alegría brotó del corazón de Dios al ver salir a la mujer de sus manos creadoras como la compañía que le faltaba al varón en su soledad, y cuando vio que ambos llevaban la impronta de su ser, creados a imagen y semejanza suya, llamados al encuentro en el amor fiel y eterno de los esposos, y destinados a multiplicar por toda la faz de la tierra la familia humana. Luego la alegría que aparece en el rostro amoroso y misericordioso de Dios a través de la imagen del esposo enamorado de su esposa con un amor puro, fiel y solícito, que nos enseña la literatura bíblica. Y finalmente, la alegría que culmina en Jesús, naciendo en el seno de una familia, y apareciendo en el mundo de los hombres como el esposo que llega compartiendo y favoreciendo la alegría de unas bodas. Con el milagro del agua transformada en vino, el Señor quisiera ayudar a reconocer que, cuando los esposos disponen el agua de la fidelidad, de la entrega mutua, del sacrifico, del amor verdadero, de la generosidad, del trabajo empeñado, del cuidado en el cumplimiento de las responsabilidades que tienen como esposos y como padres de familia, entonces él les colma con el vino nuevo de una alegría verdadera y plena. La fe en el Señor nos brinda la ocasión de alegrarnos en él a través de las múltiples alegrías humanas que él va colocando en nuestro camino, entre ellas las alegrías propias de la vida familiar: el nacimiento y el crecimiento de los hijos, el amor honesto y santificado de los esposos, la entrega sincera, el trabajo esmerado, el compartir, el diálogo, el sacrificio, la fe y la oración en familia, etc. En el marco del año jubilar de la misericordia, el Santo Padre ha querido, según sus propias palabras, “ofrecer una propuesta para las familias cristianas que las estimule a valorar los dones del matrimonio y de la familia, y a sostener un amor fuerte y lleno de valores como la generosidad, el compromiso, la fidelidad o la paciencia, y a alentar a todos para que seamos signos de misericordia y cercanía allí donde la vida familiar no se realiza perfectamente o no se desarrolla con paz y gozo”(5). Acojamos con la misma alegría esta valiosísima y oportuna propuesta del Papa y esforcémonos para que con ella nos sintamos llamados a “cuidar con amor la vida de nuestras familias”. + Luis Adriano Piedrahita Sandoval Obispo de Santa Marta

Vie 6 Mayo 2016

“La alegría del amor”

Por: Mons. Luis Felipe Sánchez Aponte - La Exhortación Postsinodal del Papa Francisco fue recibida con inmenso gozo por todos los católicos de la Iglesia universal. No podemos interpretar la Exhortación como un cambio en el magisterio o en la disciplina eclesial. El Papa expresamente indica que no hay un pronunciamiento magisterial ante los nuevos problemas (AL 3). Es más, sigue vigente la doctrina magisterial de la Humanae Vitae y la Familiaris Consortio. El Papa señala que dar la comunión a los divorciados en una nueva unión sin más requisitos, no encuentra acogida en la Exhortación. El mismo Papa dice que no tiene sentido de hablar de “excepciones” (300). En todo el documento no se da ninguna razón por la que haya que dar la comunión a una persona en situación irregular y no a otra. La doctrina de la Iglesia sobre el matrimonio es la misma y se ha confirmado una vez más. Es una Exhortación con intención pastoral y no de cambio de doctrina. NOVEDADES La intención del Santo Padre es ante todo pastoral y está centrada en la atención a las personas, teniendo en cuenta el acompañamiento, discernimiento e integración. Esto significa una conversión pastoral muy grande. Es en esta clave y no en la de cambios eclesiales en doctrina como hay que comprender la Exhortación. El Papa centra la atención no en la situación de las personas sino en su respuesta a lo que Dios les pide en concreto (299): “se trata de un itinerario de acompañamiento y de discernimiento que orienta a los fieles a la toma de conciencia de su situación ante Dios”. Es un camino a la luz de la doctrina de la Iglesia y, en cuanto tal, siempre abierto a la Gracia pero, como es lógico, centrado en la conversión. “Los bautizados que se han divorciado y se han vuelto a casar civilmente deben ser más integrados a la comunidad cristiana en las diversas formas posibles, evitando cualquier ocasión de escándalo” (299). El Papa valora la propuesta de una educación afectivo sexual, como antídoto a la ideología de género, así como la invitación dirigida a todos, a participar e integrarse en la vida de la Iglesia. LOS ÉNFASIS MÁS IMPORTANTES Como ya lo había dicho Aparecida, el anuncio grande de la Buena Nueva de la Familia(DA114-119). De igual manera, la Gracia sublime del Sacramento del matrimonio (DA 432-435). (se recomienda leer primero los capítulos cuarto y quinto sobre el amor conyugal y luego el capítulo octavo sobre las situaciones irregulares). El punto central de la Encíclica está al hablar del crecimiento en la caridad conyugal. “Es el amor que une a los esposos, santificado, enriquecido e iluminado por la gracia del sacramento del matrimonio”. “Ese amor permea todos los deberes de la vida conyugal y tiene principado de nobleza”. “El amor conyugal alcanza de este modo la plenitud a la que está ordenado interiormente, la caridad conyugal” (120-122). Otro tema relevante es el de los afectos a los concede una gran importancia en el matrimonio y los expone muy delicadamente, así como la gran extensión con la que trata e impulsa la educación afectivo sexual (280-286), como antídoto a la ideología de género que niega la diferencia y la reciprocidad natural de hombre y de mujer; presenta una sociedad sin diferencia de sexo y vacía el fundamento antropológico de la familia. En la ideología de género, la identidad humana viene determinada por una opción individualista y que va cambiando con el tiempo (56). El Santo Padre señala la importancia que se da a la Familia en relación con la Iglesia a la que califica como Familia de familias (87). Una de las afirmaciones principales de la exhortación hace referencia a la Pedagogía del amor que dice (211): “la pastoral prematrimonial y la pastoral matrimonial deben ser una pastoral del vínculo, donde se aporten elementos que ayuden a madurar el amor que se expresa en el proyecto estable de compartir y construir juntos toda la existencia”. La Exhortación Apostólica Postsinodal hace una invitación a participar e integrarse en la vida de la Iglesia en donde se hace posible vivir en plenitud ese amor hermoso. La “alegría del Amor” que todo hombre y mujer desean. + Luis Felipe Sánchez Aponte Obispo de Chiquinquirá

Mar 19 Abr 2016

La alegría del amor – primeras reflexiones

Por: Mons. Luis Fernando Rodríguez - Acaba de regalar el Papa Francisco a la Iglesia y a todas las personas de buena voluntad, la Exhortación Apostólica Postsinodal AMORIS LAETITIA, la alegría del amor, sobre el amor en la familia. Este es el resultado de los trabajos de los sínodos extraordinario y ordinario sobre la familia, realizados en Roma en octubre de 2014 y 2015 respectivamente. El mismo Papa en el número seis describe la estructura y el contenido básico presente en los nueve capítulos del documento con los 325 numerales.Dice así el Sumo Pontífice: “En el desarrollo del texto, comenzaré con una apertura inspirada en las Sagradas Escrituras, que otorgue un tono adecuado. A partir de allí, consideraré la situación actual de las familias en orden a mantener los pies en la tierra. Después recordaré algunas cuestiones elementales de la enseñanza de la Iglesia sobre el matrimonio y la familia, para dar lugar así a los dos capítulos centrales, dedicados al amor. A continuación destacaré algunos caminos pastorales que nos orienten a construir hogares sólidos y fecundos según el plan de Dios, y dedicaré un capítulo a la educación de los hijos. Luego me detendré en una invitación a la misericordia y al discernimiento pastoral ante situaciones que no responden plenamente a lo que el Señor nos propone, y por último plantearé breves líneas de espiritualidad familiar”. Haciendo caso a lo que nos pide el Papa de que “no recomiendo una lectura general apresurada” (AL, 7), he considerado útil en esta primera reflexión, destacar algunos aspectos interesantes del documento: La continuidad del magisterio respecto del matrimonio y la familia. Personalmente diría, que es una traducción en lenguaje sencillo, coloquial, misericordioso, de la doctrina evangélica y eclesial que podemos encontrar tanto en la Sagrada Escritura, como también, por ejemplo, en el Concilio Vaticano II, el Catecismo de la Iglesia Católica, los documentos de Juan Pablo II Familiaris Consortio y Evangelio Vitae, y la Deus Caritas Est, de Benedicto XVI. No están exentas sendas reflexiones más técnicas y filosóficas, sobre todo en lo que tiene que ver en la forma de entender la norma moral y el discernimiento pastoral, como aparece en el capítulo octavo. La pertinencia del contenido. El Papa habla, de “mantener los pies en la tierra” (AL, 6) cuando se refiere al análisis de la realidad y la situación actual de la familia, que no sólo está presente en el capítulo segundo, sino prácticamente de forma transversal a lo largo de todo el texto. El Papa parte de hechos e informes reales que se puede deducir de las certeras y fraternas recomendaciones de diversa índole, que hace, sobre todo en los capítulos cuarto, quinto y séptimo. La conversión pastoral. Retoma el Papa su invitación hecha al pueblo de Dios en la exhortación Evangelii Gaudium y en la Bula MitisIudex DominusIesus, a que con creatividad, los pastores y líderes de pastoral familiar asuman el reto de evangelizar las familias, en todas sus realidades, acompañándolas, discerniendo e integrando caso por caso, comenzando por las que están bien, hasta llegar a las que él mismo denomina, familias “en situaciones irregulares”. La pastoral familiar diocesana y parroquial ha de fortalecerse. La recuperación del sentido del amor conyugal. En los capítulos cuarto y quinto, casi como retomando y releyendo el capítulo 13 de la carta San Pablo a los Corintos, el conocido himno de la caridad “el amor es comprensivo, el amor es servicial…”, el Papa propone la forma como debe ser vivido el amor en familia y cómo ese amor ha de ser el eje para la felicidad de todos los que conforman la institución familiar, comenzando por el varón y la mujer, padre y madre, que hacen parte del “designio de Dios sobre el matrimonio y la familia” (AL, 251). Ante la desvirtualización del amor que se ha vuelto egoísta, el Papa propone la vivencia de un amor conyugal generoso, abierto y alegre. La dimensión misionera. Es un aporte bien significativo de la Exhortación. Motiva desde lo que denomina “la lógica de la misericordia pastoral” (AL, 307), primero, en los casos complejos, después de un adecuado discernimiento pastoral, a “identificar elementos que favorezcan la evangelización y el crecimiento humano y espiritual” (AL, 293) y, segundo, a acompañar las personas de toda condición, creyentes y no creyentes, teniendo en cuenta el punto de partida de que “hay que evitar los juicios que no toman en cuenta la complejidad de las diversas situaciones, y hay que estar atentos al modo en que las personas viven y sufren a causa de su condición” (AL, 296). De esta forma, se aplica aquello de que la Iglesia debe estar en salida, es decir, al encuentro de todos. Esta dimensión misionera está marcada, como lo ha dicho el mismo Papa, por la misericordia, pues “procura alentar a todos para que sean signos de misericordia y cercanía allí donde la vida familiar no se realiza perfectamente o no se desarrolla con paz y gozo” (AL, 5). En síntesis, Amoris Laetitia es un nuevo llamado a renovar la confianza en la familia, reconociendo que es don de Dios para bien de los esposos, sus hijos y la entera sociedad. + Luis Fernando Rodríguez Velásquez Obispo Auxiliar de Cali