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libardo ramírez

Vie 26 Ene 2018

En defensa de valores e institucionalidad

Por Monseñor Libardo Ramírez Gómez: El fermento cristiano-católico ha sido a través de los siglos notable contribución al mundo. Habrá, siempre, personas empeñadas en negar esa realidad, pero, al acercarse a la raíz de esta fe sacrosanta y al divino Sembrador de tan sapiente enseñanza, cuya semilla esparció en pocos años y encargó difundirla a sus Apóstoles y Sucesores, con satisfacción advertimos la fuerza y valor de ese germen de infinitas bondades. Es enseñanza de bien que no es para que esté encerrada en sacristías, o bajo los muros de templos, sino para que difunda su precioso contenido “en todas las naciones” (Mt. 16,88). Muchos quisieran acallar esa voz, especialmente en cuanto a los Pastores de la Iglesia, valiéndose de falsas interpretaciones de la Palabra de Dios y de recomendaciones del Papa Francisco, p.e. cuando dijo a los Jerarcas que “no son técnicos ni políticos” (07-09-17). Pero con ello no les quitaba la grave responsabilidad de iluminar esos campos con los principios cristianos, y a los dirigentes de esos frentes respetar los puntos básicos de la fe y moral, en busca de verdadero bien común. El mismo Papa dio ejemplo de esa iluminación de recto camino, en esos campos, y pidió claro rechazo a leyes contra la vida o la familia, y fustigó la pecaminosa negligencia en frenar el narcotráfico y el desastroso consumo de la droga. En esa misma alocución, recordó el Papa a los Pastores estar pendientes de buscar soluciones a la luz de la fe ante la deformación del país, siendo ellos “custodios de las piezas fundamentales para su armonía y progreso”. Reclamó que la Iglesia no fuera acallada sino que se le reconociera la libertad de presentar su salvífico mensaje, fundamento de su Reino, con proyección de eternidad. Es que, expresó el Pontífice: “Colombia tiene derecho a ser interpelada por la verdad de Dios”, en defensa de la vida y familia de los humanos. Agregó sobre puntos concretos: “No tengan miedo de alzar serenamente la voz para recordarlos a todos”. Animados por esos llamados del Papa, lanzó, el Episcopado colombiano, con voz firme un primer mensaje en noviembre, a los católicos y a todos los de buena voluntad, a “no quedarnos parados”, sino en marcha hacia acciones concretas. Para iniciar este año 2018, envió nuevo llamado pastoral refiriéndose al tema concreto del deber cristiano y patriótico de involucrarse en el periodo electoral, que en forma candente se adelantará en estos primeros meses del año. Hay llamado enfático a superar corrosivas y antipatrióticas actuaciones, infectadas por corrupción, especialmente en las campañas políticas, minadas, también, por presiones violentas o engañosas ante la voluntad del elector. Es preciso que en todos los partidos políticos se atienda el llamado de la Iglesia a afrontar, efectivamente, y no como señuelo para conquistar votos, hacer frente a las necesidades más urgentes y clamorosas, y que se elija, con conciencia y libertad, “a quienes les duela de verdad la realidad de los colombianos”. Se da enfático llamado a dar el voto ante Dios y ante la Patria, buscando “asegurar nuestro País sobre valores fundamentales y proteger su institucionalidad”. Hay qué examinar a fondo cual es el pensamiento de los candidatos, cual la defensa de esos valores, cual su rechazo al crimen y a cuanto conduce a él, cómo quedará defendida o no con ellos la institucionalidad y herencia doctrinal que han dado piso firme a nuestra nacionalidad, sin dejar que ideologías desestabilizadoras sean a las que, ingenuamente, se les abra paso. Hay insistente llamado final a liderar la ciudadanía hacia una democracia madura y participativa, con consolidación de la justicia y de la unidad, que lleve, democráticamente, a una paz bien cimentada, con firmes principios y valores, con rechazo de todo crimen y opresión, como lo anhela y necesita nuestro pueblo. Monseñor Libardo Ramírez Gómez Obispo Emérito de Garzón Email: [email protected]

Lun 20 Nov 2017

Clima de armonía y cultura

Escrito por: Mons. Libardo Ramírez Gómez - Cómo anhelamos los colombianos, prácticamente todos, armonía y paz. Pero sembramos discordia al querer implantarlos por caminos distintos, y hasta opuestos, queriendo encontrarlas con discutibles, peligrosas y reñidas propuestas. Algo que debidamente utilizado debe llevar a épocas de paz y de progreso es el mensaje cristiano del amor fraterno y de estima de la dignidad humana, recordada por el Papa Francisco al visitar nuestra Patria. Pero muchos que se presentan como sembradores de paz y con aplausos al Pontífice, son a la vez autores de leyes contra la vida inicial o terminal de los humanos, y, algunos, hasta se glorían, de ateísmo, y de llevar hacía “avances” nacionales pisoteando el mensaje el Crucificado. La roca firme de la civilización cristiana, que sería piso granítico propicio para sólidas armonía y paz, es despreciada por muchos, así como el cultivo de la cultura también está llamado a ser base de positivo entendimiento. Afortunadamente, al tiempo de aquella mala actitud, salta a la memoria el gran bien que han traído al mundo y a las naciones los mensajes religiosos y culturales. Esto trae gozo íntimo, lo mismo cuando grupos selectos lo ponen en alto, pero entristece cuando se percibe el miope desprecio de esos bienes y se hacen pregones adversos de parte de algunos, con ínfulas de líderes. Es preciso estimular a los primero y hacer vacío a los empeñados en llevar a las presentes y futuras generaciones por sendas nefastas que nada positivo pueden aportar a las naciones. Existen, en Colombia y en el mundo, beneméritas organizaciones que se dedican, con constancia y edificante entusiasmo, sin intereses personalistas ni de lucro económico, a mantener en alto los valores que venimos destacando, sin dejarse acomplejar al ser llamadas “tradicionalistas”. Academias del Arte, de la Música, de la Ciencia, de la Historia o de la Lengua, nos regalan con oportunos avances y exaltaciones de aquellos quijotes, que, con prístinos sentimientos, han consagrado días y años al cultivo de esos invaluables temas. Ejemplo de ésto hemos tenido, en los últimos meses, de parte de la Academia Colombiana de la Lengua, cuando, sin derroche de publicidad ni ánimo protagónico, ha destacado grandes meritos de ese valor, riqueza de tantas naciones, a consagrados servidores patrios como el Cardenal José de Jesús Pimiento (07-07-17), al pluriprofesional Carlos Rodado Noriega (12-10-17), y al Sacerdote Diego Jaramillo (27-10-17). Tomando ocasión de esos momentos, es destacar el prestigio que ha dado esa entidad a Colombia que fue su fundada por el gran escritor José María Vergara y Vergara (1871), con Presidentes de la talla de Don Miguel Antonio Caro y Marco Fidel Suárez. Importante haber tenido en la Presidencia al Sacerdote Jesuita Félix Restrepo Mejía (1955 a 1965), quien impulsó la construcción de magnifica sede para la entidad, siendo, a la vez, como muchos destacados eclesiásticos, maestro de varias generaciones, con huella profunda en la cultura. Impresionante, en el aula máxima, el retablo majestuoso con representación de “La Exaltación de la Literatura Hispanoamericana”, y estatuas de eximio cultores de la lengua. Religión y ciencia han sido presentadas unidas por Pontífices, y entrelazadas por prestantes figuras como el sabio José Celestino Mutis. Religión y cultura hermanadas en torno a la lengua española con Caro, Suárez y el Padre Félix. Qué importante mantener en alto ese clima de unidad entre valores tan positivos de todas las épocas, fundamentando y no desterrando de nuestras gentes esa armonía que lleva una cultura sin complejo de estar impregnada por la fe, como las hemos tenido en Colombia. Esto ha llevado a los justos reconocimientos que hemos resaltado al ponerlos en alto impulsando tan saludable labor en clima de armonía y cultura, camino de paz. + Libardo Ramírez Gómez Expresidente del Tribunal Eclesiástico Nacional Email: [email protected]

Sáb 17 Dic 2016

Alegría de creer

Por: Mons. Libardo Ramírez Gómez - Hace 3 años (21-11-13), el Papa Francisco, ofrecía a la Iglesia y al mundo Uno de los primeros documentos de su pontificado, su Exhortación “La Alegría del Evangelio” fue eco al Sínodo de Obispos celebrando el año anterior, sobre una “Transmisión de la fe realizada en Nueva Evangelización”. En este mes de diciembre, anhelado por todos como “mes de alegría”, estimó oportuno destacar cual es la raíz más profunda de la alegría, y cuales los medios efectivos para cultivarla. Recientemente he cumplido, con grande gozo y satisfacción míos y de mis benévolos y selectos lectores, ir de la mano del Papa Francisco en confortante recorrido por los 9 capítulos de su Exhortación, que tituló “La Alegría del Amor”. Con íntima fruición hemos sido llevados a su cumbre cuando encontramos que una sencilla y vivificante espiritualidad del amor lleva a maravilloso sentir humano, en muy real contacto con la misma divinidad. He sentido, a la vez, nostalgia al echar mirada a mí alrededor, desde mis familiares y amigos, hasta los más lejanos seres humanos, al percibir que está ausente de ellos ese gozo íntimo e inefable esa exultante alegría que suscita la fe y el cultivo de los valores del espíritu, cuando sus vidas y actividades no están impregnadas de la fe y el amor. En ese ir y venir de sentimientos, me conforta, sí, palpar, en general, aprecio por las grandes verdades, “semillas del Verbo”, que ha colocado Dios en todo corazón humano. Pero de allí a vivir y disfrutar la fe, y las grandes satisfacciones que da la “Alegría del Evangelio” y del “Amor”, qué distancia tan grande. Es que sin ellas se va ubicando la vida en un desértico estar como si no tuvieran fe, así se perciban en ellos esas raíces íntimas de ella. Viene la misma celebración de la Navidad y del “mes de la alegría”, pero están lejos de un acercamiento al Niño del pesebre y a su vitalizante mensaje. Esto se refleja en que se ponen como medios de festejo tantas frivolidades, y hasta situaciones del todo opuestas a cuanto ese divino infante ha pregonado. No pide Jesús, Dios hecho hombre, salirse del vivir y quehaceres cotidianos, ni condena los regocijos y gozos honestos, pide sí que adquiramos la costumbre de que cada paso, cada actividad, cada proyecto esté dentro de las líneas de rectitud que El y su Evangelio, y su Iglesia, nos trazan como saludables. Cómo duele ver personas, por lo demás buenos católicos, en uniones conyugales fuera de la bendición sagrada del matrimonio y de la familia. Duele, también, esa manera de muchos que aspiraran ser auténticos creyentes pero con tan poco aprecio por el bello ideal de matrimonio y familia como el Señor lo quiere. Duele ver fácil aceptación de esos creyentes de tesis tan contrarias a la fe en cuanto a respeto a la vida, o a indicaciones morales, que, para bien general, se pregonan desde la doctrina cristiana. Otra expresión de poca fe, que no es en sí la fe pero sí manifestaciones de ella, es la no frecuente invocación a Dios en los momentos principales del día, como al principio y al final de el. Hay también, lamentable indiferencia para la participación, al menos los días festivos, a la Santa Misa. Con qué tranquilidad pasan semanas y semanas sin este tan saludable y necesario cultivo de la fe. Cuando ni en las costumbres ni en las práctica piadosas se manifiesta la fe, ¿cómo se va a sentir la alegría de ella?, ¿cómo se va a sentir la “Alegría del Evangelio”?, ¿cómo se va a sentir y vivir una alegre Navidad?. En la “Alegría de leer” adquirimos esa tan útil práctica para nuestra vida. En la Alegría de creer” estamos llamados a disfrutar, debidamente, la vida en la tierra, hasta llegar a la alegría sin fin cerca de Dios. Quienes, por bondad de Dios, disfrutamos de la “Alegría del Evangelio”, invitamos en Navidad, y, luego, permanentemente, a acompañarnos en ese inmenso gozo. + Libardo Ramírez Gómez Obispo Emérito de Garzón Email: [email protected]