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monseñor gerardo valencia

Vie 21 Ene 2022

GERARDO VALENCIA CANO, el más discutido y admirado obispo de Colombia en su momento

Al celebrar este 21 de enero, 2022, los 50 años de la partida a la Casa del Padre de Mons. Gerardo Valencia Cano, la Conferencia Episcopal de Colombia se une a los pueblos indígenas de nuestro país y al pueblo de Buenaventura y de la Costa Pacífica, en homenaje y reconocimiento a quien fuera su pastor abnegado. Como miembro de la Congregación de los Misioneros de Yarumal, en 1949, a la edad de 32 años, fue nombrado Prefecto Apostólico de Mitú, Prefectura que cubría los actuales departamentos de Vaupés, Guaviare y Guainía, donde dejó una huella imborrable por su trabajo apostólico, que sintetizó en el bello poema y canto de su inspiración poética: “¡Vaupés, Vaupés, tierra brava de la selva y del raudal! ¡Vaupés, Vaupés, en tus aguas se oye el toque de un clarín! Vaupés, Vaupés, no te busquen los que no saben luchar, que a tus selvas se entra siempre con coraje Y a tus ríos con bravura Y a tu corazón con fe”. (…) [1] En 1953 fue designado por la Santa Sede como Vicario Apostólico del recién creado Vicariato Apostólico de Buenaventura, donde inició un incansable trabajo misionero que trascendió las fronteras de su jurisdicción hacia todo el litoral Pacífico colombiano, con influencia en todo el país. Mons. Valencia fue uno de los más reconocidos obispos de Colombia en su tiempo por su búsqueda de un nuevo estilo de Iglesia que viviera y proclamara auténticamente el Evangelio de Jesús, adelantándose más de 50 años a la propuesta del papa Francisco de una Iglesia en SALIDA. El “Hermano Gerardo”, como fue reconocido por su pueblo, nos dejó un legado misionero de auténtico cristiano de a pie, como sacerdote y pastor comprometido con su grey, y de obispo de su tiempo que buscó aplicar el Concilio Vaticano II en la Iglesia latinoamericana, a través del Departamento de Misiones del CELAM, como su primer presidente. Monseñor Valencia Cano, Vicario Apostólico de Buenaventura de 1953 a 1972, murió en el accidente del avión HK 661 de Satena que volaba de Medellín a Istmina y se estrelló en el Cerro de San Nicolás, en la región del Citará, jurisdicción del municipio de Ciudad Bolívar, al suroeste del departamento de Antioquia. Su muerte conmocionó a su querido pueblo de Buenaventura y del litoral pacífico que le rindió un sentido homenaje el 7 de febrero, 17 días después del accidente; cuando su cuerpo fuera rescatado de la selva inhóspita por la comisión terrestre liderada por el sacerdote Ricardo Saldarriaga, párroco de la parroquia San Bernardo de los Farallones, de Ciudad Bolívar. “Todos somos un solo Pueblo” [2] Cincuenta años después, su memoria sigue aún más viva y fecunda, como nos lo confirma Monseñor Rubén Darío Jaramillo M., actual obispo de la diócesis de Buenaventura: “El 21 de enero de 1972 parte hacia el Cielo Mons. Gerardo Valencia Cano, obispo de Buenaventura, coronando así una obra maravillosa que, en 19 años, como Vicario Apostólico de Buenaventura, realizó innumerables obras en esta región del Pacífico Colombiano, en Colombia y en América Latina. Hemos querido designar esta gran fiesta con el nombre: “TODOS SOMOS UN SOLO PUEBLO”, resumiendo así la vida y obra, la memoria y pensamiento de Gerardo Valencia Cano, el Hermano Mayor, el obispo de los pobres. “Todos somos un solo pueblo”, solía decirlo en sus alocuciones en Radio Buenaventura en su programa diario “Muy Buenos Días”. GVC está vivo, está resucitado, y cada día toma más fuerza su pensamiento, su amor a sus comunidades, primero en el Vaupés y luego en Buenaventura. En palabras de la poetisa Lucrecia Panchano digo: “Fue nuestro gran monseñor G. Valencia Cano quien, en todo hombre, su hermano reconoció con amor”. Es para nosotros, yo como obispo de Buenaventura, Rubén Darío Jaramillo Montoya, poder celebrar la vida y obra de un hombre grande, de un obispo que supo ver en el otro el rostro de Dios y entregarse por Él como profeta, como sacerdote y como obispo, pero ante todo como hermano, “hermano del Tucano”, decía en el Vaupés, y aquí “hermano del negro, del indígena, del mestizo”, que defendió las poblaciones de los potentados que querían destruir a los humildes, a los “negritos”, como decía él. Que Dios en el Cielo lo corone y a nosotros nos inspire en estos cincuenta años que estamos celebrando, poder imitar su legado de entrega absoluta por los demás; dejar a un lado tantas complicaciones como llevamos nosotros y ser humildes y sencillos como él vivió. En el Cielo hay fiesta porque hay un hombre grande. En la tierra, en Buenaventura, ya no lloramos a Gerardo; ya lo invocamos para que siga acompañando la lucha del Pueblo de Buenaventura en su liberación total, en su dignificación. Dios bendiga nuestro Puerto y que, desde el Cielo, Gerardo nos envíe su bendición”[3]. Desde la Comisión Episcopal de Misiones y del Centro de Animación Misionera de la CEC y el área de Etnias nos unimos a Mons. Rubén Darío para apoyar a su diócesis y a la Iglesia colombiana en el proceso de beatificación que se inicia. ¿Cómo se entendió a sí mismo el Hermano Gerardo? El esfuerzo por plasmar en su “Diario” sus vivencias del día a día en su actividad apostólica nos dejan una prueba de su íntimo deseo de identificarse más y más con el proyecto de Jesús. Escribía en 1969, a poco más de un año de su partida: “Yo quisiera salir gritando: soy un sacerdote misionero que quiere vivir a los 52 años de edad y hasta la muerte, su sacerdocio como el día de su ordenación”. (…) “Comprendí que "para conocer a Dios es necesario conocer al hombre y que es necesario amar al hombre para poder amar a Dios", como lo recordaba Pablo VI al finalizar el Concilio”. (…) “Comprendí que la vocación de "evangelizar a los pobres" lleva consigo el deber de denunciar las injusticias y las hipocresías de quienes echan pesadas cargas sobre los hombros de los demás y ellos no las tocan ni con un dedo”. (…) “¿Y el "aggiornamento"? Para mí, aggiornarse el sacerdote es sentir como Cristo el dolor de las muchedumbres marginadas y la rebelión de esa juventud aprisionada dentro de unas estructuras que deberían estar en continua revisión, según las exigencias de los tiempos y los impulsos del Espíritu” [4] El talante de su personalidad y de su pensamiento social lo podemos medir en sus mismas palabras; en un discurso pronunciado en 1971, expresaba: “Hermanos, os habla un porteño que ha sufrido durante diecinueve (19) años la dureza de la estiva sobre los hombros encorvados de sus hermanos con hambre de libertad; (…) Os habla un hombre que ha llorado con el indio la desaparición de su raza y ha llorado con el negro el desprecio de las otras; (…) Os habla un hombre que, habiendo recibido de Cristo su mandato de amor, ve con angustia que el egoísmo de los que algo tienen, clava sus garras implacables sobre las frentes de los desposeídos”. (…) “Hermanos, os habla un hermano, un hermano vuestro Latinoamericano, nacido en las montañas de Los Andes, quemado por el sol de nuestros valles, herido en las espinas de la selva, conocedor del Amazonas y del Plata. Os habla mi experiencia de la tierra, la angustia de libertad, la sed insoportable de que todos tengamos una sola Patria” [5] Entre muchas opiniones sobre el Hermano Gerardo, destaco el siguiente escrito del poeta nadaista Gonzalo Arango, quien fue su amigo y quien tuvo la ocasión de caminar con Mons. Valencia en una correría por San Francisco del Naya. En el periódico El Tiempo en 1971 nos dejó el poeta esta reseña del obispo de Buenaventura: “Monseñor Valencia no es el lobo de Golconda, pero tampoco el caperucita roja de la religión. Evidentemente no es el capellán del statu quo. Sencillo como la coliflor, flaco, bajito, con un motorcito pegado al alma, con una autoridad que no emana del poder sino de su bondad. Así es él. Silencioso y activo, incansable y meditador. Un peón de Cristo a quien le sobra tiempo para la poesía”. Su biógrafo, Gerardo Jaramillo lo define como un profeta: “Gerardo era un profeta: sintió que tenía una misión que cumplir, sintió que Dios le había encomendado una misión y, aunque a veces había sentido deseos de huir, siempre permaneció asido a la cruz, uncido a la tarea que el Señor le encomendó”[6]. "Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia porque ellos serán saciados!", gritó Jesús en el sermón de las Bienaventuranzas, grito que actualizó el Hermano Gerardo durante su actividad misionera, y en numerosos escritos y discursos, como lo testimonia Monseñor Raúl Zambrano Camader, su colega en el episcopado: “De los negros opinó que son el símbolo de todo el pueblo iberoamericano. La clave de la liberación debemos buscarla en nuestro mismo continente. América Latina es tierra propicia para la unidad, pues sus gentes son una síntesis de todas las razas del mundo. En Quibdó pronunció un corto discurso y decía Mons. Valencia: “El indio de América y el negro más auténtico tiene en su alma y en su historia la clave verdadera de las reformas sociales; lo han tomado de su casto contacto con la naturaleza, lejos de lo artificial que ha provocado en el hombre su tentación de ser Dios” [7] A buena hora el obispo de Buenaventura, Monseñor Rubén Darío Jaramillo, nos invita a estar en sintonía como Iglesia colombiana, desde el pueblo fiel del litoral Pacífico y de las minorías étnicas de Colombia, para unirnos en oración y acción por la causa de Beatificación de este testigo fiel de nuestra Iglesia local. En el contexto de la SINODALIDAD que vivimos como Iglesia universal el papa Francisco nos está mostrando el camino a seguir en este siglo XXI. Gerardo Valencia, en actitudes proféticas similares al papa Francisco, fue un visionario en su tiempo y nos dejó un derrotero de humanismo cristiano con una actitud misionera en salida, al encuentro de tantos hermanos y hermanas, víctimas de la marginalidad en nuestro país. En una anotación de un libro de lectura de Mons. Valencia se encontró este escrito de su puño y letra: "Señor, cuando yo muera, ¿qué será de mí? Déjame perderme bajo la tierra como una pepa dura, de la memoria de todos, mientras que Tú plasmas de nuevo al viejo Adán, y reviente como una estrella sobre el nuevo mundo" [8] Gracias Hermano Gerardo por quedarte entre nosotros animando nuestra Iglesia colombiana. P. Omer Giraldo R. MXY Centro de Animación Misionera Conferencia Episcopal de Colombia CEC Director delÁrea de ETNIAS Director Director del El Instituto Misionero de Antropología - IMA [1] MONSEÑOR VALENCIA. Homenaje póstumo a la memoria de Monseñor Gerardo Valencia Cano, MXY. Publicación dirigida por P. Gerardo Jaramillo G. MXY y varios colaboradores. Editorial Librería Stella. Bogotá. Página 27. [2] Expresión de Monseñor Valencia en sus alocuciones radiales en Radio Buenaventura [3] Mons. RUBEN DARÍO JARAMILLO. Mensaje con ocasión de la celebración de los 50 años de la muerte de Mons. Gerardo Valencia Cano. [4] Monseñor Valencia. Op. Cit. Pag. 38-41 [5] Monseñor Valencia Op. Cit. Pag. 54-56 [6] Gerardo Jaramillo Gonzalez. El Obispo de los Pobres. Una biografía de Monseñor Gerardo Valencia Cano. Seminario de Misiones Extranjeras de Yarumal. Edit. Carpgraphics. MEDELLIN. Agosto 2008. [7] Zambrano Camader, Mons. Raúl. “El pensamiento social de Mons. Valencia”. En Monseñor Valencia. Op. Cit. Pág. 76. [8] Monseñor Valencia. De Gerardo Jaramillo González. Op. Cit. Pag. 195 Descargar el artículo[icon class='fa fa-download fa-2x'] AQUÍ[/icon]

Jue 20 Ene 2022

Foro: Homenaje misionero a la memoria de Mons. Gerardo Valencia Cano

Al cumplirse este próximo viernes 21 de enero, los 50 años de la partida a la Casa del Padre de monseñor Gerardo Valencia Cano, quien fuera una figura religiosa destacada por la labor realizada en el entonces Vicario Apostólico de Buenaventura, la Conferencia Episcopal de Colombia y Obras Misionales Pontificias, realizarán este día a las 7:00 p.m. un foro virtual para recordar su vida y obra. A través de este foro, se busca hacer una aproximación histórica del “Hermano Gerardo”, como fu reconocido por su pueblo. Resaltando de él su camino pastoral y misional que lo vivió guiado por cuatro pilares: La piedad, la santidad, el recogimiento y la oración. Valencia Cano fue sin duda un religioso sobresaliente, dedicó su vida a gestar importantes proyectos sociales y educativos para los pobres, siendo un gran crítico de los problemas sociales que aquejaban al país y a los territorios que pastoreo durante su episcopado. Además, atendiendo los tiempos del momento, se esforzó por responder a los procesos de transformación que se venían gestando en ese momento. Fue un obispo destacado por adelantarse a poner en práctica la teología del Concilio Vaticano II, en la tarea evangelizadora de los laicos, de manera especial con la participación de la mujer en la labor misionera. Desde sus lugares de misión, en Yarumal, Mitú y Buenaventura, asumió la opción por los pobres, realizando una acción de denuncia contra la pobreza y un llamado a la Iglesia para que asumiera este compromiso hacia los más vulnerables. Nació un 26 de agosto de 1917, en Santo Domingo, Antioquia, ejerció su misión en el Instituto de Misiones Extranjeras de Yarumal, fue prefecto apostólico de Vaupés (1949-1953), fue miembro participante del Concilio Vaticano II (1962-1965), presidente del Departamento de Misiones de Celam (1966), director del Centro Antropológico Colombiano de Misiones, Ethnia (1966) y vicario apostólico de Buenaventura (1953- 1972). Transmisión El foro que se realizará este viernes 21 de enero, a las 7:00 p.m., será transmitido de manera virtual a través de la fanpage de la Conferencia Episcopal y por el Facebook de la CEC @Episcopadocol y por Facebook de Obras Misionales Pontificias @OMPColombia Ponentes Mons. Mario Álvarez, Obispo de Istmina; padre Manuel Valencia, psicólogo; Jeny Valencia, sobrina de monseñor Valencia; Mons. Medardo Henao del Río, Vicario Apostólico de Mitú; Oscar Guitíerrez Botero, periodista de Buenaventura; padre Omer Giraldo MXY, director del Centro de Animación Misionera de la Conferencia Episcopal; padre Joan David Sánchez, Licenciado Etnoeducación; José Iván Pérez, Gestor Educación en Buenaventura; padre Esteban Cañola, elaboró tesis maestría de monseñor Valencia; padre Javier Alexis Gil, director Obras Misionales Pontificia de Colombia y el padre Ramiro López, director Departamento de Misiones de la Conferencia Episcopal.

Mar 18 Ene 2022

El Obispo que quiso que lo llamaran hermano

Por: Jairo Alberto Franco, mxy - Se cumplen esta semana, el 21 de este enero, 50 años de la muerte del vicario apostólico de Buenaventura, el obispo Gerardo Valencia Cano. Su memoria sigue siendo un desafío para la Iglesia, especialmente la nuestra colombiana, y para todos nosotros que la queremos pobre para los pobres. Gerardo se llamó a sí mismo, así firmaba sus cartas y sus documentos, hermano, el hermano Gerardo, y así lo llamaron las gentes de Buenaventura; no quiso para sí títulos de excelencia ni de monseñor y quería ser y fue uno entre tantos, hundido en el corazón y en las luchas de sus hermanos y hermanas, decididamente con los pobres. Un obispo que se dejó tocar por el Vaticano II y por Medellín, o mejor, que dejó soplar al Espíritu Santo. Llamarse hermano y serlo: aquí hay un reto para todos los que ejercemos el liderazgo en la Iglesia. Jesús nos recomendó que no nos dejáramos llamar ni siquiera padres, ni maestros… y no sólo no le hemos hecho caso en esto tan simple, sino que hemos llegado a añadir títulos del todo ajenos a su intención, sin asidero ni en el Evangelio ni en la Tradición de la Iglesia, y que sí manifiestan culto a personalidades y acomodo al estilo de los poderosos de este mundo y a las pompas de la diplomacia. Y después de llamarse hermano y dejarse llamar así, el obispo Gerardo, pasaba a los hechos. También su forma de vestir lo identificaba como hermano; dejó a un lado el montón de arreos episcopales y se identificó, no por sus ropas, sino por su calidez humana, por su oración llena de nombres, por entrarse a las casas de los humildes y ser familiar con todos, por mediar soluciones, por su caridad pastoral, por estar allí donde lo necesitaban, por dar voz a los que nadie quería escuchar, por su sed de justicia, por su preferencia a los pobres. Cuentan los que lo conocieron que se llegó a quitar la camisa y la dio a uno que se encontró en la calle: como Cristo en la cruz, allí en el clímax de su sacerdocio, llegó a tener como único distintivo la piel desnuda y sin añadidos. Es curioso que estas cosas, tan propias de Jesús, llamarse hermano y vivir la fraternidad, que leemos todos los días en los evangelios, hayan causado escándalo y sigan causándolo en nuestra Iglesia. En su tiempo, muchos pensaron que el hermano Gerardo estaba equivocado y, por esto, tenía problemas con sus colegas obispos y los tenía también con sus hermanos de instituto, nuestro instituto de Misioneros Javerianos de Yarumal; sus últimos días no fueron fáciles, cargaba el rechazo y las acusaciones y hasta se dijo que su muerte en accidente aéreo le había ahorrado una suspensión que le venía en camino desde el Vaticano. Creo que celebrar el recuerdo de este obispo santo, un santo que anda todavía en el puerto y en los barrios de Buenaventura, y por toda América Latina allí donde se viva la opción por los pobres, sea recibir su legado y comprometernos a vivir lo que él tomó con radicalidad y sin medias tintas, esto es, la práctica de Jesús. Jairo Alberto Franco, mxy Rector del seminario de Misiones Extranjeras de Yarumal