Pasar al contenido principal

monseñor josé garcés

Jue 2 Dic 2021

Fidelidad a Jesucristo y a la Iglesia - I parte

Por: Mons. José Libardo Garcés Monsalve – Homilía de posesión Canónica – I PARTE - Nos reunimos en esta Catedral San José de Cúcuta, convo­cados por el Señor, para esta solemne celebración de acción de gra­cias, en la cual por Voluntad de Dios y llamado de la Iglesia en la Persona del Papa Francisco, asumo el encargo, como sucesor de los Apóstoles en esta porción del pueblo de Dios que pere­grina en la Diócesis de Cúcuta, donde se hace presente la Iglesia Una, Santa, Católica y Apostólica que subsiste en esta Iglesia Particular, con la presencia del Obispo. En la Iglesia Católica tenemos el re­galo de la sucesión apostólica, así lo enseña la Palabra de Dios cuando nos dice que: “El Señor llamó a los que Él quiso y se acercaron a Él. Desig­nó entonces a doce, a los que llamó Apóstoles, para que estuvieran con Él y para enviarlos a predicar” (Mc 3, 13 - 15) y aprendieron de Jesús todo cuanto debían anunciar por el mun­do. Esta designación fue una elección gratuita de Dios, los Apóstoles no eli­gieron el estado apostólico, fue el Se­ñor quien los llamó, así lo expresa el apóstol San Juan: “No me eligieron ustedes a mí, fui yo quien los elegí a ustedes. Y los he destinado para que vayan y den fruto abundante y duradero” (Jn 15, 16). De esta mane­ra, ellos fueron hechos portadores del testimonio de Jesús, de su Muerte y Resurrección, del anuncio gozoso de la gran noticia de la misericordia del Padre para toda la humanidad y de la presencia permanente en la Iglesia de los misterios de la Salvación. La Iglesia que peregrina en Cúcuta ha sido bendecida por Dios con la siem­bra misionera que en el pasado em­prendieron hombres llenos de fe, que sin temores mundanos y con gran celo apostólico evangelizaron estos territorios gastando su vida en la alegría de llevar el mensaje de la salvación e invitando a la conversión. Quiero hacer especial reconocimiento a mis predecesores en el episcopado en esta porción del Pueblo de Dios, que han sembrado las semillas del Evangelio por estas tierras Nortesantandereanas y con su testimonio de vida y anuncio de la Palabra del Señor, han construido el Reino de Dios. Reconozco también la labor de muchos otros evangeliza­dores, sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos, que han cumplido ese encar­go, impulsados por el mandato de Je­sús: “Vayan por todo el mundo” (Mc 16, 15) y “hagan discípulos de todas las naciones” (Mt 28, 19), dando a co­nocer la Palabra de Dios, siguiendo el ejemplo de Jesucristo Buen Pastor que va tras la oveja perdida y da la vida por su rebaño. Hemos escuchado la Pa­labra de Dios escrita para nuestro consuelo y sal­vación. La primera lec­tura del profeta Jeremías, nos invita a reconocer la elección de Dios para la misión, como iniciati­va divina, sin mérito alguno de nues­tra parte y desde ese momento con el mandato misionero: “irás adonde yo te envíe y dirás todo lo que yo te or­dene… mira pongo mis palabras en tu boca…no tengas miedo” (Cfr. Jer 1, 4 -10), invitándonos en la segunda lectura del Apóstol san Pedro que he­mos escuchado, a todos los pastores a apacentar el rebaño que Dios nos ha confiado, no a la fuerza, sino con gusto, como Dios quiere; y no por los beneficios que pueda traernos, sino con ánimo generoso, siendo modelos del rebaño (Cfr. 1Pe 5, 2 - 7), para de­cirnos con esta palabra que toda nues­tra vida la conduce Dios, que estamos en sus manos y en salida misionera para hacer y amar la voluntad de Dios en nuestra vida. En la misión que cada uno tiene, en el ministerio episcopal y sacerdotal, en la vida de matrimonio y familia, en el trabajo, ahí estamos lla­mados a reconocer el plan de Dios para nuestras vidas y a hacer la Voluntad del Padre, siempre poniéndonos en las manos de Dios, repitiendo en nuestra oración diaria: “Padre, me pongo en tus manos”, descubriendo, haciendo y amando la Voluntad de Dios, sin torcer el plan que Él ha trazado para nuestra existencia, aún con las dificultades que puedan venir, pero con la certeza que en las manos de Dios todo lo podemos, repitiendo siempre, “todo lo puedo en Cristo que me da la fuerza” (Filp 4, 13). La nueva etapa que Dios nos permite comenzar en este día va a necesitar nuestros mejores esfuerzos de fide­lidad a la Voluntad de Dios, y todos sabemos, también noso­tros los sacerdotes, que el esfuerzo comienza por nuestra propia fidelidad al Señor que nos ha lla­mado a una misión, la de anunciar el Reino de Dios, ahora en esta Igle­sia particular de Cúcuta. Si hay algo que tenemos que cultivar con fortaleza y vigor, es saber entender que el Reino de los cielos lo tenemos que hacer crecer en nuestras comuni­dades, de manera que ninguno se pier­da. Solamente desde la sencillez de corazón podemos aceptar a Jesucristo en nuestras vidas. Para poder entender la magnitud y grandeza de la misión evangelizadora, necesitamos la gracia de la fidelidad a Jesucristo y a la Iglesia, que sostene­mos con la oración diaria, constante y perseverante de rodillas frente al San­tísimo Sacramento, la cual renovamos con la confesión frecuente, porque ne­cesitamos revisar nuestras decisiones cuando se oponen al plan que Dios tiene para nuestra vida, para vivir en estado de gracia y que ejercitamos con la caridad pastoral, en una entrega permanente y fiel al Pueblo de Dios, al cual nos debemos por elección predi­lecta del Señor. Por eso, nos alegramos hoy con esta celebración, que es el signo evidente de que Jesucristo, Buen Pastor, siempre está con nosotros y no nos abandona, Él siempre permanece fiel y nos ense­ña a ser fieles, cueste lo que cueste. Él es el único protagonista de la historia de la Iglesia y, por supuesto, de nuestra historia de salvación aquí y ahora. To­dos tenemos que volver la mirada a Él porque Él es quien dará éxito a nuestra misión actual. Es Él quien nos conoce por el nombre y quien nos llama por amor a su rebaño, Él es quien nos ali­menta con el banquete de la Palabra y de la Eucaristía, Él es quien tiene en sus manos nuestros esfuerzos y nues­tras vidas. Que sea Él quien me dé a mí la capacidad para llegar a cada uno de ustedes, por amor a Él mismo. Que me dé las fuerzas para seguir la labor evangelizadora de mis predeceso­res y la gracia para animar siempre a todos en la construcción del ideal que la Iglesia espera de nuestra Dió­cesis de Cúcuta. Entre nuestras prioridades pastorales en esta Diócesis de Cúcuta tiene que estar el deseo de seguir caminando con nuevo y renovado compromiso evan­gelizador, fortaleciendo el Proceso Evangelizador de la Iglesia Particular, formando comunidades de fe, que ayu­den a transformar nuestra sociedad con la fuerza del Evangelio. Continuamos con esta nueva etapa de la Historia Sal­vífica, en esta porción del pueblo de Dios, con el deseo misionero de vivir el Evangelio de Cristo y de anunciarlo a todas las gentes, mirando las perife­rias físicas y existenciales de nuestra región y siendo Diócesis en camino sinodal y en salida misionera. Cúcuta, 20 de noviembre de 2021 + José Libardo Garcés Monsalve Obispo de la Diócesis de Cúcuta

Dom 3 Oct 2021

Somos discípulos misioneros de Jesucristo

Por: Mons. José Libardo Garcés Monsalve - Comenzamos el mes de oc­tubre, que en la Iglesia lo aprovechamos para reflexio­nar sobre la misión que tenemos como bautizados, de anunciar por todas partes el mensaje, la palabra y la persona de nuestro Señor Je­sucristo (Cf. Mt 28, 19). Recorde­mos que el Bautismo nos convierte en miembros del Cuerpo de Cristo y nos hace entrar en el Pueblo de Dios, que es la Iglesia, un Pueblo en camino, que toma conciencia de ir sembrando la semilla del Reino de Dios por todas partes, con celo pastoral y ardor misionero. Por el bautismo cada uno se con­vierte en un discípulo misionero, llamado a llevar el Evangelio a to­das partes. Cada uno de nosotros los bautizados, cualquiera que sea nuestra función en la Iglesia es un instrumento activo para la evange­lización (Cf. EG 120). Somos dis­cípulos porque recibimos la fe y la enseñanza del Evangelio y somos misioneros porque nos compro­metemos a trasmitir la fe a tan­tas personas que aún no conocen a Jesús, que están alejados de Él o que lo rechazan. Así lo expresa el Papa Francisco cuando nos dice: “En virtud del Bautismo recibido, cada miembro del Pueblo de Dios se ha convertido en discípulo mi­sionero” (EG 120). “En todos los bautizados, desde el primero hasta el último, actúa la fuerza santifi­cadora del Espíritu que impulsa a Evangelizar” (EG 119). En nuestra Diócesis de Cúcuta, con el desarrollo del Plan Pastoral, he­mos reflexionado durante este año en Jesucristo que es nuestra Espe­ranza, y así lo queremos vivir en este tiempo de tormenta por el que pasamos todos y como misioneros queremos ser fuente de Esperanza para muchas personas que nece­sitan una palabra de consuelo, de aliento y que cada uno puede en­tregar, dando a conocer a Jesucristo nuestra Esperanza que no defrauda. Sabemos desde nuestra experien­cia de creyentes que nadie se salva solo. Todos somos responsables de la salvación de los hermanos, por­que somos comunidad de creyen­tes; por eso, sentimos el impulso interior que da la gracia de Dios, de comunicar la verdad de la Sal­vación a todos, sobre todo a los que están alejados del Señor o lo rechazan abier­tamente, dándoles a Jesucristo a quien hemos encontrado como al mejor de los tesoros. Según el documento de Aparecida cuando afirma: “En el encuentro con Cristo queremos expresar la alegría de ser discípu­los del Señor y de haber sido envia­dos con el tesoro del Evangelio. Ser cristiano no es una carga sino un don: Dios Padre nos ha bendecido en Jesucristo su Hijo, Salvador del mundo” (DA 28). Lo que nos involucra a todos en esta misión es nuestra pertenencia a la Iglesia de Jesús. Él la quiso misio­nera, es decir, en salida anunciando la Palabra de Dios, para incluir en el proyecto de salvación a todas las gentes del mundo. El texto evangé­lico de Mateo contiene el mandato misional: “Vayan, pues, y enseñen a todas las naciones, bautizándo­las… y enseñándoles a cumplir todo cuanto yo les he mandado” (Mt 28, 19 - 20). Estas instruccio­nes del Señor son precedidas por un gesto de sumisión y fe de los apóstoles: Al ver a Jesús, relata el evangelista, lo adoraron, ellos que habían dudado (Cf. Mt 28, 18). El mandato de ir a bautizar hace refe­rencia a la nueva vinculación que se establece entre el bautizado y cada una de las tres Personas de la Santí­sima Trinidad que le da la identidad de Hijo de Dios al nuevo creyente. De ahí, se desprende la misión de ir a comunicar y testimoniar con la vida el Evangelio recibido y la fe asumida, para hacer crecer el Reino de Dios en el mundo, fortalecidos por la gracia de Dios, sobre todo en los mo­mentos de duda e in­certidumbre. De esto se desprende que todas las Dióce­sis, parroquias, comu­nidades eclesiales mi­sioneras, y en general, todos los bautizados, debemos escuchar con entusiasmo este mandato del envío misionero y ponerlo en práctica en cada uno de los ambientes en los que nos encon­tramos; comenzando por la familia y sembrando el Reino de Dios en el lugar de trabajo y la comunidad en la que nos movemos, con un solo propósito de dar a conocer a Jesús en todos los ambientes. Como consecuencia de nuestra condición de discípulos misione­ros, anunciando el mensaje de Je­sucristo, cosechamos en la Iglesia y en nuestra Diócesis el fruto ma­duro de la evangelización que es la caridad, en la que nuestra Iglesia Particular está comprometida, en la atención a los más pobres y ne­cesitados, a la población migrante tan necesitada de nuestra atención y misión en la siembra del Reino de Dios, tal como nos lo pide Apare­cida cuando dice: “Los discípulos y misioneros de Cristo promueven la cultura del compartir en todos los niveles en contraposición de la cultura dominante de acumulación egoísta, asumiendo con seriedad la virtud de la pobreza como estilo de vida sobrio para ir al encuentro y ayuda a las necesidades de los her­manos que viven en la indigencia” (DA 540). Desde nuestro Plan Pastoral bus­camos seguir caminando juntos, llegando a todos con el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo, para transformar todas las realidades de la vida, con el propósito que la Palabra de Dios llegue a todas las periferias físicas y existenciales, para hacer crecer el Reino de Dios en esta porción del Pueblo de Dios que peregrina en nuestra Diócesis de Cúcuta y que queremos fortale­cer con la Eucaristía, la oración y la caridad. Con la conciencia de ser discípu­los misioneros de nuestro Señor Jesucristo, en familia renovamos la decisión de ser evangelizadores, in­tensificando nuestra respuesta de fe y anunciando a todos que Cristo ha redimido todos los pecados y ma­les de la humanidad. Amparados por la intercesión de la Santísima Virgen María Estrella de la Evan­gelización y del Glorioso Patriarca San José que custodia nuestra vida, vocación misión, pidamos al Señor la gracia de ser auténticos misione­ros, para hacer crecer el Reino de Dios por todas partes, cumpliendo el mandato del Señor. Para todos, mi oración y mi bendición. + José Libardo Garcés Monsalve Obispo electode la Diócesis de Cúcuta