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plan nacional de predicación

Sáb 26 Dic 2015

La Biblia es la historia de la Familia de Dios

Todos los días es importante la Palabra en la Misa. Pero hoy, solemnidad de la Familia de Jesús, José y María, esa Palabra está más cerca de nosotros y se encarna en nuestras respectivas familias. Escuchamos el mensaje del Padre Dios por medio del Antiguo y del Nuevo Testamento. Lecturas [icon class='fa fa-play' link=''] Primera Lectura: Eclesiástico 3,2-6.12-14[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Salmo de respuesta: 128(127),1-2.3.4-5 (R. cf. 84[83],5a)[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Segunda Lectura: Colosenses 3,12-21[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Evangelio: Lucas 2,41-52[/icon] [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO BÍBLICO[/icon] La liturgia de hoy nos ofrece unos preciosos textos de la Palabra de Dios que nos muestran de qué modo toda la Biblia no es sino la historia de la Familia de Dios, de lo que Él quiso hacer con sus creaturas y de lo que Él esperó de los humanos como respuesta. Sabemos muy bien que antes de la venida del Señor Jesucristo, lo bueno que lograban los hombres y las familias se hacía por el esfuerzo de seguir la ley de Dios del Antiguo Testamento, personalmente animados e instruidos por los profetas. Pero en el Nuevo Testamento es diferente. Ahora es el mismo Dios que se hace Palabra y nace y vive en familia. Viene, pues Jesús a habitar en nuestra casa para que nosotros un día lleguemos a la suya, donde seremos acogidos por el Señor (Salmo 127/128). Así comprendemos que el Viejo Testamento está latente en el Nuevo y este aparece patente en el Antiguo. Imaginemos la familia israelita del Libro del Eclesiástico al lado de la familia auspiciada por San Pablo en la epístola de hoy (Sir 3, 2 y Col. 3, 12). [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO SITUACIONAL[/icon] En este año 2015, que estamos culminando, Dios Padre permitió que nosotros sus hijos, viviéramos dos acontecimientos sobre la familia de los hijos de Dios: el Congreso Mundial, en Filadelfia en septiembre y el Sínodo de obispos en Roma, en octubre. Uno y otro evento afrontaron la situación de la familia en el mundo y la compararon con el plan de Dios. Problemas encontraron innumerables y, para algunos, insolubles, pero el Espíritu Santo iluminó caminos de solución que, como todo en la vida del cristiano tiene un lema: “Por la cruz llegamos a la luz”. Así decía Cristo mismo: “Quien quiera ser mi discípulo, tome su cruz y sígame” (Mc 8,34); Y San Pablo adopta esa frase como lema: “Yo, para vivir, estoy crucificado con Cristo” (Gal 2, 19). Es decir: vivir la vida cristiana tiene sus condicionamientos; y vivir la vida de familia cristiana tiene sus exigencias. El mundo actual padece ciertas formas de vida que hacen de él un enfermo que está necesitado de tratamiento, pero que no se cree enfermo, y se burla de los remedios. Tales enfermedades aparecen cotidianamente en los media: familias incompletas, divorciados y vueltos a casar; madres solteras, uniones de hecho, hijos sin padres, padres abandonados, novios que conviven, homosexuales forzados o rechazados, viudos desolados, solteros frustrados, adolescentes embarazadas. Y, por supuesto, personas que encaran o sufren ya el fantasma del aborto o de la eutanasia. En resumen, son muchos los bautizados católicos que desconocen la misericordia de Dios para sus angustias y miserias, y muchos también los que con responsabilidad de padres de familia o de ministros de la Iglesia, no han logrado llegar a todos los que sufren por una familia desorientada en un mundo enfermo. [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO CELEBRATIVO[/icon] La Liturgia de hoy nos invita a celebrar las familias de nuestra comunidad bajo el amparo y el ejemplo de la familia única e irrepetible de Belén, Egipto y Nazaret. Muchos aspectos de la vida familiar serán reforzados hoy si tomamos en serio esta Navidad como la presencia activa de Jesús en nosotros con José y María. He aquí algunas actividades que podremos realizar: ─ Lo primero es la unidad y la armonía de la familia; traten de orar juntos; “Familia que reza unida, permanece unida”. La primera lectura nos invita a hacer verdad el 4° mandamiento “Honrar padre y madre”. ─ Recuerden a los familiares que viven en otras latitudes y también a quienes ya nos dejaron y pasaron a servir a la Iglesia del cielo. Lo dice hoy la epístola: “Cantad a Dios, dadle gracias de corazón con salmos e himnos inspirados” (Col 3, 16). ─ No se contenten con vivir la interna unión familiar, salgan hacia las familias de amigos, vecinos y conocidos; siéntanse apóstoles de las familia, con los consejos del Papa Francisco: las tres palabras claves: Por favor, Gracias, Perdón. (Cfr Laudate Sí' 213). ─ Únanse a otros padres de familia para exigir a los que detectan el poder la obligación de ofrecer educación religiosa a niños y jóvenes, y de cumplir demás deberes (como aparecen en el Catecismo de la Iglesia, núm. 22 11); también dialoguen con los maestros sin olvidar que los primeros educadores son ustedes, los papás. ─ Y a los abuelos incorpórenlos en las tareas formativas de la familia y la comunidad. Qué bueno, además, que todos los adultos, hombres y mujeres se constituyan en apóstoles de defensa de la vida bien sea por ser influjo personal, o participando en asociaciones que se crean contra el aborto y la eutanasia. Demos gracias al Señor por este año especial de la Familia con los imborrables eventos del Congreso y el Sínodo y que el Año de la Misericordia que ahora comenzamos esté marcado por pedir a Dios y recibir de él, el perdón de nuestras fallas y la reconciliación con propios y extraños. [icon class='fa fa-play' link=''] Recomendaciones prácticas[/icon] La Misa de hoy ha de destacarse como celebración de las familias de la comunidad; privilegiar el papel de las parejas y, sobre todo, de los niños, en los diversos ministerios de las lecturas y la eucaristía. E2. Colocar delante de los fieles una imagen o un pendón de la Sagrada Familia o de una escena familiar, con una frase explicativa. El formulario de la Misa es propio El tiempo de Navidad continúa. Mantener, entonces, en los hogares el Pesebre y demás signos de esta fiesta. Celebraremos las otras fiestas del ciclo de Navidad: mañana 28 los Santos Inocentes; el viernes 1° la Maternidad divina de María, (fiesta de precepto); el domingo 3 la Epifanía, el domingo 10 el Bautismo del Señor, y el 2 de febrero la Presentación del Niño Dios y Purificación de su Madre María. En el Año de la Misericordia: Jubileo de la Familia.

Vie 25 Dic 2015

Dios ahora nos habla a través de su Hijo

La Palabra, el Hijo de Dios se hace carne de hombre. Y Dios Padre, que antiguamente habló mediante los profetas, nos habla ahora por el Hijo. Esa Palabra nos da la vida si nosotros lo recibimos, como lo sugiere el evangelista San Juan. Lecturas [icon class='fa fa-play' link=''] Primera Lectura: Isaías 52,7-10[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Salmo de respuesta: 98(97),1.2-3ab.3cd-4.5-6 (R. cf. 3c)[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Segunda Lectura: Hebreos 1,1-6[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Evangelio: Juan 1,1-18[/icon] [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO BÍBLICO[/icon] Hoy leemos y celebramos los versículos más importantes de toda la Biblia “La Palabra se hizo hombre y habitó entre nosotros” (Jn 1, 14). Es decir la segunda Persona de la Trinidad, el Hijo de Dios, sin dejar de ser Dios, se hace hijo del Hombre. La pregunta es ¿Por qué el Verbo se hizo carne? Lo respondemos en el Credo: “Por nosotros los hombres y por nuestra salvación”. Dice un Padre de la Iglesia: “La humanidad, esclavizada por el pecado, conmovió tanto a Dios, que lo hizo bajar a visitar nuestra naturaleza humana” (S. Gregorio Niseno, citado por C I C, 457). Así que hoy celebramos al Dios misericordioso que “obedece” a la creatura, como una madre que hace caso al niño. Esta visita de Dios al hombre es la Encarnación, y tiene estas características: ─ No es por un tiempo como en el Viejo Testamento; Cristo vino para quedarse; “Habitó entre nosotros” (Jn 1, 14), dice el Evangelio; y quiere significar “se estableció entre nosotros” para siempre. ─ Vino para todos, no para una nación, como en el Antiguo Testamento. El Profeta Isaías (primera lectura) nos dice: “Hasta el último confín de la tierra verán la victoria de nuestro Dios” (Is. 52,10). ─ Vino a traer el mensaje de Dios, por eso el que viene es Palabra (Jn 1,1). La Epístola nos dice: “De muchas maneras nos habló Dios, pero ahora nos habla por su Hijo, el heredero de todo” (Heb. 1, 2). [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO SITUACIONAL[/icon] Llega Jesús, ya lo sabemos. Nace en una pesebrera, es verdad; está con sus padres, vienen los ángeles, los pastores, los magos, ¡qué bien! Llega también Herodes, ¡qué mal!. Y ahora en 2015, nace Jesús para mí y para tí. Y tú y yo lo recibimos, y lo acogen también los ángeles y los pastores de hoy. Sin embargo, lo rechazan los Herodes de hoy, los que no quieren ver nada de la religión. Y hay algo peor: los indiferentes, los que no se inmutan por la venida del Mesías anunciado, del Salvador; los que no saben nada del Emmanuel que pone su tienda en medio de nosotros; los que no se avergüenzan de esa frase bíblica tan preocupante, anunciadora de la crisis de la cruz: “Vino a los suyos y a los suyos no lo reconocieron”. Los “suyos” no son los de otras religiones, sino muchos de los bautizados, que no viven su fe. Estos “suyos” estaban ocupados comprando los aguinaldos; consumiendo comida y licores en una fiesta sin homenajeado; pensando en que la empresa me autoriza para no trabajar, sin darme razón; anhelando poder vender artesanías o adornos extranjerizantes, o vestimentas despampanantes o hasta vulgares, o viajes para alejarse de Dios, no para buscarlo. Esta es la realidad de nuestro tiempo “sagrado” de Navidad: Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron (Jn 1, 10). [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO CELEBRATIVO[/icon] La celebración de anoche, la Misa de gallo, constituye la más tierna belleza de la Liturgia, y cautiva por igual a infantes, jóvenes y adultos. Es celebración del corazón más que de la mente: sentimos que ya llegó. Nos habíamos dedicado durante nueve días a rezarle a Jesús: “Ven a nuestras almas, ven no tardes tanto”. Y Él escuchó nuestra oración. Por eso “nuestro corazón” se regocija en el Señor. Eso es la celebración de anoche, pero la de hoy día es de otro carácter: es de fe. Debemos decir: “Creo en Dios Padre Todopoderoso, y en Jesucristo su único Hijo, que por nosotros los hombres y por nuestra salvación, bajó del cielo y se encarnó de María, y se hizo hombre” (cfr. Jn 1, 14). Así, nuestra Misa de Navidad no se puede quedar en el Pesebre. Quizás hemos acompañado a los niños a ver al Niño Jesús, tal vez nos gozamos con la música navideña o nos exageramos en las comidas de diciembre. Pero no: ya los domingos de Adviento nos prevenían que la fe al ir unida a la moral. Así decía San Pedro “Mientras esperáis estos acontecimientos, procurad que Dios os encuentre inmaculados e irreprochables” (2Pe 3. 14). De ahí los propósitos para este tiempo de Navidad que comienza hoy y concluye en la Epifanía. ─ Es un tiempo alegre, la penitencia ya pasó. Dice Isaías: “Romped a cantar en coro, que el Señor consuela a su pueblo (Is 52,8). ─ Es un tiempo santo: No se puede desperdiciar; sea que trabajemos o que vayamos de vacaciones, aprovechemos para conocer a Jesús y aprender a seguirlo. ─ Es un tiempo de ocasiones preciosas de recibir a Jesús que llega. En la Palabra, en la Eucaristía o en los desposeídos, allí encontramos a Jesús. Y recordemos: “Aquellos que sí lo recibieron, recibieron el poder de ser hijos de Dios” (Jn 1, 12). ─ Es un tiempo de vida familiar: La Familia de Jesús, José y María constituye el ejemplo que nos ilumina y nos motiva para vivir nuestra vida familiar en la fe y en el servicio mutuo. De esto hablaremos sin duda el próximo domingo. [icon class='fa fa-play' link=''] Recomendaciones prácticas[/icon] Felicitar a las familias (e instituciones) que han armado el pesebre o nacimiento y que han hecho la novena; igualmente resaltar el haber seguido la tradición de la corona de Adviento. Comentar otros signos que ayudan a la devoción y al sentido del Nacimiento del Señor, como el árbol de Navidad y las tarjetas; advertir que estas han de ser “cristianas” y ojalá en ediciones en beneficio de obras sociales o religiosas. En la liturgia: El Gloria ha de ser más solemne que nunca, y en el Credo hay genuflexión a las palabras “Se encarnó”. Comunicar los horarios festivos subsiguientes: Sagrada Familia, Inocentes, Madre de Dios, Epifanía. Seguramente muchos no participaron en la Misa de media noche. Entonces puede organizarse una procesión interna de niños que lleven la imagen del Niño Jesús al pesebre.

Lun 21 Dic 2015

Con verdadera fe acojamos al Salvador

Las lecturas de esta noche nos traen de nuevo el anuncio del nacimiento del Salvador. También nos invitan a acercarnos a Él y a acogerlo en nuestro corazón con verdadera fe. Dejémonos conducir por Dios que nos habla. Lecturas [icon class='fa fa-play' link=''] Primera Lectura: Isaías 9,1-6[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Salmo de respuesta: 96(95),1-2a.2b-3.11-12.13 (R. cf. Lc 2,11)[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Segunda Lectura: Tito 2,11-14[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Evangelio: Lucas 2,1-14[/icon] [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO BÍBLICO[/icon] El pasaje evangélico de hoy nos relata, con trazos detallados pero simples, el acontecimiento más grande de la historia de nuestra salvación. San Pablo dice de este momento que es “la plenitud de los tiempos”, en el que Dios nos envió a su Hijo nacido de una Mujer (cfr. Gal 4,4-5). Conviene subrayar en este pasaje las palabras del ángel a los pastores, porque ellas nos indican el sentido profundo de lo que celebramos en esta noche: “No teman. Les anuncio una gran alegría, que es para todo el pueblo… Nos ha nacido un Salvador, que es el Mesías, el Señor”. Es el mismo anuncio que la Iglesia y el mundo entero reciben hoy. A partir del Evangelio, podemos comprender el pleno sentido de la profecía mesiánica de Isaías: ¡El Niño que nace en el pesebre es el Salvador! Él es la luz para el pueblo que camina en tinieblas, Él es quien multiplica la alegría, el que puede destrozar el yugo que nos oprime. Además, son muy expresivos los títulos con que Isaías nos describe al Mesías: “Maravilla de Consejero, Dios fuerte, Siempre Padre, Príncipe de Paz”. El Apóstol San Pablo resume todo lo anterior en una frase: En Cristo, “la gracia de Dios se ha manifestado para salvar a todos los hombres”. [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO SITUACIONAL[/icon] A partir del encuentro con la Palabra, es posible aplicar su mensaje y la celebración misma de esta noche a nuestra vida. Navidad no puede ser una fiesta cualquiera, es una fiesta para contemplar el amor de Dios, para extasiarnos frente a su determinación de salvarnos definitivamente con el nacimiento de su Hijo. Por eso, la primera actitud con la que hemos de recibir al Mesías es la contemplación y la acción de gracias. El Evangelio nos invita, en segundo lugar, a reconocer en el Niño del pesebre al verdadero Salvador. La abundancia de títulos para el Mesías en las lecturas también nos conduce a este reconocimiento, que no es otra cosa que la actitud de fe. Cristo es todo lo que Dios no da, Él es todo lo que espera nuestro corazón; en Él encontramos la manifestación plena del amor del Padre. Todo lo que rodea el nacimiento de Jesús es pobre, humilde y sencillo. Por eso hay que recibir al Mesías con la misma humildad y sencillez. El Papa Francisco nos dice que solo reconoce o ve la luz que trae el Salvador la gente sencilla, dispuesta a acoger el don de Dios. En cambio, no la ven los arrogantes, los soberbios, los que establecen las leyes según sus propios criterios, los que adoptan actitudes de cerrazón” (cfr. Homilía en la noche de Navidad, 2014). Tenemos que recibir al Salvador sin temor. Éste es el imperativo del ángel y nos pide abandonarnos completamente en el Hijo de Dios y estar dispuestos a seguirlo con toda nuestra vida, aunque nos tropecemos con dificultades y problemas. Lo expresa bien el apóstol San Pablo: “Nada nos podrá separar del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús” (Rom 8,39). Y, finalmente, la Navidad nos pide vivir con novedad el mandamiento del amor. Dios nos ha manifestado su amor y con ese mismo amor, que es Cristo, debemos amar a los hermanos. Por eso, la Navidad nos invita a renovar nuestro compromiso de caridad con todos. El Apóstol San Pablo hoy nos ha dicho que este misterio nos lleva a renunciar a los “deseos mundanos” y nos debe encaminar a la “práctica de todo lo que es bueno”. [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO CELEBRATIVO[/icon] En la Eucaristía, Cristo vuelve a entregarse por nuestra salvación. Lo hace porque asumió nuestra carne y se inmoló por nosotros. En la celebración del nacimiento del Mesías, debemos acercarnos con profunda devoción al banquete del cuerpo y de la sangre del Señor. [icon class='fa fa-play' link=''] Recomendaciones prácticas[/icon] Recordar que esta solemnidad es de precepto; se debe entonar el Gloria de la Misa de manera más solemne; en el Credo se debe hacer genuflexión cuando se dicen las palabras «se encarnó». Dar realce a la imagen del niño Jesús, recién nacido. No se debe colocar sobre el altar, sino en alguna mesa auxiliar o en el mismo pesebre, con el fin de permitir que en algún momento, fuera de la celebración, sea venerada de manera especial.

Lun 14 Dic 2015

¿Qué nos mueve a esperar a Cristo?

Si escuchamos con atención las lecturas bíblicas de hoy, podremos descubrir la esperanza que debe movernos a recibir con fe al Mesías Salvador. Dejemos que la Palabra nos toque el corazón, de modo que lleguemos a la celebración del nacimiento del Hijo de Dios con las mejores disposiciones interiores. Lecturas [icon class='fa fa-play' link=''] Primera Lectura: Miqueas 5,1-4a[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Salmo de respuesta: 80(79),2ac+3b.15-16.18-19 (R. cf. 4b)[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Segunda Lectura: Hebreos 10,5-10[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Evangelio: Lucas 1,39-45[/icon] [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO BÍBLICO[/icon] En la proximidad de la celebración del Nacimiento del Salvador, podemos acercarnos a la Palabra de Dios con algunas preguntas: ¿Qué nos mueve a esperar a Cristo?, ¿qué debe dejar en nuestro corazón la llegada del Mesías?, ¿cómo nos preparamos interiormente para la Navidad? El profeta Miqueas, cuyo oráculo se orienta a la llegada del Mesías, nos ofrece las primeras pistas. El pequeño trozo profético nos habla de retorno a la tierra prometida, de habitar tranquilos en ella, de fraternidad universal; pero no se trata de realidades que van a surgir por el acaso o por las componendas políticas, sino por la venida del Mesías, que es llamado el “Jefe de Israel”, el que “pastorea con la fuerza del Señor”, el que es “nuestra Paz”. El salmo transforma las realidades anunciadas por el profeta en una súplica comunitaria llena de confianza y de esperanza. Los ruegos son enfáticos; reclaman la acción misericordiosa del Pastor de Israel: “restáuranos”, “escucha”, “despierta tu poder y ven a salvarnos”, “vuélvete”, “fíjate”, “resplandece”. Y se concluye con un propósito que asegura la firme permanencia en el Señor: “no nos alejaremos de ti”. La carta a los Hebreos nos presenta la realidad de la Encarnación del Hijo de Dios en su sentido más profundo. Podemos decir que en este texto debemos descubrir la esencia de la fiesta que celebramos: Cristo entra en nuestro mundo, con un cuerpo como el nuestro, asume nuestra humanidad, para hacer la voluntad del Padre, que es que “todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1Tim 2,4). Cristo, con su nacimiento, nos revela el amor infinito del Padre y su designio de salvarnos. El pasaje Evangélico, que es el centro del mensaje de la Palabra, nos presenta justamente un reconocimiento de Isabel: ella declara bienaventurada a María por el “fruto bendito de su vientre” y porque “ha creído” que las promesas del Señor se cumplirán. Se trata de un encuentro celebrativo, cargado de fe y de alegría por la actuación salvífica de Dios. [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO SITUACIONAL[/icon] Navidad, para muchos, es sinónimo de regalos y de fiestas. Lamentablemente la sociedad de consumo se ha encargado de desviar esta celebración hacia el comercio y ha opacado, quizás anulado completamente, los anhelos y esperanzas más profundas del ser humano que sólo se pueden conseguir en el encuentro verdadero con Cristo Salvador. La Palabra, en este día, nos reorienta hacia el pesebre y a la contemplación del misterio de salvación en el nacimiento del Mesías. Como Isabel, reconozcamos el fruto bendito del vientre de la Virgen; y como María, mantengamos nuestra dicha en la fe cierta de que el Señor cumple sus promesas. La celebración de la próxima Navidad debe asegurar nuestra fe y nuestra esperanza. El Niño es “Dios con nosotros”, Él viene a revelarnos la voluntad salvífica del Padre porque se ha hecho hombre para conseguirnos, con la oblación de su cuerpo, aquello que no logran los sacrificios y holocaustos. Siguiendo el anuncio de los profetas, no nos quedemos en la espera de cosas superficiales y materiales, ni nos entretengamos únicamente en festejos pasajeros. El Niño que nacerá en el pesebre, y que hemos de recibir en la fe, nos regala realidades definitivas y fundamentales: la plenitud de nuestra vida, la paz que tanto anhelamos, la alegría verdadera, la unidad para nuestras familias, la fraternidad, la posibilidad de habitar seguros en la tierra que él mismo nos ha dado. La Navidad, como lo enfatizan las lecturas, debe convertirse en una fiesta de retorno al amor de Dios, para nunca alejarnos de Él. Si recibimos a Jesús en nuestro corazón, si vivimos la Navidad en la fe y la esperanza, podremos experimentar la transformación de nuestro mundo, porque en todo nos conducirá el verdadero y único Pastor. Celebrar el nacimiento del Señor nos debe llevar a sembrar en el mundo el amor, la justicia, la solidaridad que Jesús nos trae. . [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO CELEBRATIVO[/icon] La celebración Eucarística de este domingo de Adviento debe convertirse en la mejor preparación para celebrar el nacimiento del Señor, ha de ser el ambiente más propio para dar gracias a Dios, para revisar la propia vida de frente al amor del Señor, para interiorizar la fiesta de nuestra salvación. Insistamos en que la Navidad no puede ser una fiesta vacía, superficial y pasajera; sino el encuentro con el amor eterno del Padre, manifestado con toda plenitud en el nacimiento de su Hijo. [icon class='fa fa-play' link=''] Recomendaciones prácticas[/icon] Puede encenderse la cuarta luz de la corona de Adviento. Convendría destacar hoy la escena de la Visitación, en carteleras o si es posible disponerla con las imágenes sagradas. Proponer a los fieles que visiten a los más necesitados de la comunidad, llevándoles una voz de esperanza y algún presente. Insistir en la necesidad de prepararnos para celebrar bien el sacramento de la reconciliación, con un corazón lleno de sincera conversión. Recordar que esta semana: El viernes 25 de diciembre, es la Solemnidad del Nacimiento del Señor (día de precepto); tiene: Misa de la Vigilia (tarde del jueves 24, hasta las 8:00 p.m.), Misa de medianoche (desde las 8:00 p.m. del jueves 24), Misa de la aurora y Misa del día (viernes 25). Los sacerdotes pueden presidir o concelebrar tres Misas, con tal que se celebren en las horas indicadas.

Lun 7 Dic 2015

¡El Señor está cerca!

La Palabra de Dios proclamada subraya la alegría del Señor que está cerca: ¡Regocíjate hija de Sión!, exhorta el profeta Sofonías; ¡Gritad jubilosos!, destaca el profeta Isaías en el Salmo; ¡Estad siempre alegres en el Señor!, acentúa el apóstol Pablo; “Con muchas exhortaciones, anunciaba al pueblo la Buena Nueva”, predicaba Juan el Bautista. Escuchemos con humildad y fe. Lecturas [icon class='fa fa-play' link=''] Primera Lectura: Sofonías 3,14-18a[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Salmo de respuesta: Isaías 12,2-3.4bcd.5-6 (R. cf. 6)[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Segunda Lectura: Filipenses 4,4-7[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Evangelio: Lucas 3,10-18[/icon] [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO BÍBLICO[/icon] Es el domingo de la alegría. La Palabra de Dios proclamada subraya este hecho: ¡Regocíjate hija de Sión!, exhorta el profeta Sofonías; ¡Gritad jubilosos!, destaca el profeta Isaías en el Salmo; ¡Estad siempre alegres en el Señor!, acentúa el apóstol Pablo; “Con muchas exhortaciones, anunciaba al pueblo la Buena Nueva”, predicaba Juan el Bautista. El profeta Sofonías profetizó durante el reinado de Josías. Sus ataques contra las costumbres extranjeras (1,8) y los cultos a los falsos dioses (1,4 – 5), sus censuras a los ministros (1,8) y su silencio con respecto al rey indican que predicó antes de la reforma religiosa de éste rey. En el contexto de confusión política Sofonías considera que el destino de las naciones está en manos de Dios; por esto, el tema fundamental de su profecía es «el día de Yhwh». Sorpresiva e inesperadamente, a partir de 3, 9 y hasta el final de la obra, la amenaza se transforma en promesa para el «resto fiel» (3,12–13). De manera particular, Jerusalén es invitada a asumir una actitud de gozo y alegría por el perdón de Dios manifestado en la elección de ese resto: «el Señor ha retirado sus juicios contra ti, ha expulsado a tus enemigos. El rey de Israel, el Señor, está en medio de ti; ya no temerás mal alguno» (v. 15). Tal es la alegría descrita en este texto, que se presenta al mismo Dios lleno de gozo (v. 17). El himno de Isaías (presentado como Salmo responsorial) deja ver cómo Dios no se ha olvidado de su pueblo a pesar de sus infidelidades: el tiempo de la salvación es inminente. La salvación divina se deja ver como una fuente inagotable cuya búsqueda produce un gozo indecible: «sacaréis aguas con gozo de las fuentes de la salvación» (v. 3). Un aspecto fundamental de este himno es la posibilidad de acceder a Dios sin temor alguno: Él siempre estará allí dispuesto a ofrecer su presencia a sus hijos. Es por esto que el pueblo, testigo de los portentos divinos, no puede sino dar gracias a Dios, contar a los pueblos sus maravillas y alzar la voz como señal de júbilo (vv. 4– 6). El hecho de “alegrarse” es un tema recurrente en toda la carta a los Filipenses: Pablo se alegra porque Cristo es anunciado (1, 18), sabe que su presencia como Apóstol causa gozo a sus hijos en la fe y que ellos son la razón de su alegría (1, 25; 2, 17 – 18; 4, 1. 10); quiere alegrarse al ver la comunidad unida en el amor (2, 2). Pablo, al concluir su carta, no tiene otra invitación que hacer, sino a perseverar en la alegría. Si él se alegra en medio de cadenas, ¿no podrán hacer ellos aún más? Esta alegría tiene una motivación: el Señor está cerca (v. 5); la mejor manera de anticipar la Parusía es la oración (v. 6). La venida próxima de Jesús es causa del más profundo gozo. El Evangelio de este domingo nos enseña dos actitudes de Juan Bautista: su predicación moral y la consciencia de su identidad. Después de anunciar el inminente juicio de Dios, (vv. 7 – 9 que se repite en el v. 17), el profeta es cuestionado con la misma pregunta tres veces: « ¿qué haremos?», la cual revela una necesidad de descubrir las condiciones éticas para lograr la salvación. Vemos cómo las tres respuestas encierran un marcado interés por buscar la dignidad del prójimo, en especial de los más débiles y postergados. La segunda parte del Evangelio (vv. 15 – 17) nos revela la consciencia que Juan tiene de su identidad: si en las exigencias morales él pedía a su auditorio no buscar el propio provecho, sino el de los demás, ahora lo vemos cumpliendo su exhortación: el Bautista da a conocer que él no es el Mesías, sino aquel que con su bautismo prepara al pueblo para recibir al que bautizará con Espíritu Santo y fuego obrando así una verdadera purificación: Cristo Jesús. [icon class='fa fa-play' link=''] Librería[/icon] Accede el contenido completo del Plan Nacional de Predicación y las MOniciones y Oración Universal o de los Fieles en la Librería del episcopado colombiano.

Mié 18 Nov 2015

Cristo Rey: amor, servicio y entrega

Las lecturas de hoy, son el cumplimiento de las promesas de Dios a su pueblo. Cristo, en el amor, el servicio, la entrega y donación de su vida, nos ha dado a conocer su verdadero reinado, don de Dios, y tarea que corresponde a cada uno. En la escucha de su Palabra pidamos la gracia de acogerla con el corazón para responder con fe, esperanza y caridad, y así demos testimonio de nuestra filiación divina y fraternidad entre nosotros. Lecturas [icon class='fa fa-play' link=''] Primera Lectura: Daniel 7,13-14[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Salmo de respuesta: 93(92),1ab.1c-2.5 (R. cf. Dn 7,14)[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Segunda Lectura: Apocalipsis 1,5-8[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Evangelio: Juan 18,33b-37[/icon] [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO BÍBLICO[/icon] Los signos llevados a cabo por Jesús muestran que el reino de Dios ha comenzado y transforma la vida de las personas. Jesús manifiesta en su rechazo y condena, que este reino aún no está realizado completamente. Estamos en el tiempo de la Iglesia, tiempo de crecimiento del reino de Dios, que tiende a su cumplimiento al final de los tiempos. Nosotros esperamos la venida gloriosa de Cristo, su advenimiento será en las bodas del Cordero con la humanidad salvada (Ap. 19,1-9). Desde ahora cada uno puede acercarse a este Reino en la vivencia de las «bienaventuranzas»: «Dichosos los pobres en el espíritu, porque suyo es el reino de los cielos» (Mt 5,3-10). «Buscar ante todo el Reino de Dios y lo que es propio de él, y Dios les dará lo demás» (Mt 6,33). Las dos lecturas recogen la imagen de las nubes del cielo en medio de las cuales viene el Hijo del hombre para reinar (Dn 7,13-14), donde aparece Jesucristo, «el testigo fiel, el primogénito de entre los muertos, el soberano de los reyes de la tierra» (Ap 1,5-8) que verán todos los hombres. La realeza de Jesús, se ejerce en la tierra pasando por su muerte en cruz. Esto no quiere decir que su realeza esté entre las nubes. Su realeza se ejerce en la tierra, pasando por la muerte en la cruz. El proceso de Jesús ante Pilato tiene que ver con la realeza de Jesús, diferente de las de este mundo. [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO SITUACIONAL[/icon] Jesús es rey y su reinado no es la voluntad de poder, sino cumplir en el mundo la misión de atestiguar la verdad. Para esto hacen falta testigos, discípulos misioneros capaces de donar la vida en la cotidianidad de la existencia. Jesús es el «Testigo fiel» el que sirve a la verdad como nadie. Él es la verdad misma. Por eso son de Jesús y siguen a Jesús cuantos sirven a la verdad. Si no estamos en la verdad, el reino de Cristo, así seamos sabios, científicos, no estamos en la verdad que es luz y salud, vida y eternidad. Cristo mismo es plenitud de la verdad. Pilato no cree que Jesús pueda enseñarle algo con respecto a ella. La verdad está ahí ante él, sus intereses no le permiten ver y contemplar a quien es el Camino, la Verdad y la Vida. El que hace la verdad se acerca a la luz. La verdad no es concebida como posesión o estado adquirido, sino como una tarea. Jesús saca a la luz a Dios. La verdad hace personas libres. El vivir en la mentira impide contemplar la luz que ilumina la existencia. Sólo la verdad puede llevar a un camino de fe, esperanza y caridad. [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO CELEBRATIVO[/icon] Cristo es rey ha venido para dar testimonio de la verdad, para que los hombres la acepten y tengan plenitud de vida. Quienes lo acogen se comprometen con su reino, reino de paz y justicia reino de vida y de amor. Cristo ha venido a reinar en nuestra vida en nuestra familia en nuestro lugar de trabajo, en la escuela en la universidad. Él mismo nos ha hecho partícipes de su reino un don para todos y cada uno, quienes lo hemos aceptado en nuestra vida. Es el don precioso que nos ha hecho Dios, pero al tiempo se convierte en tarea que pertenece a cada uno. En Cristo, somos hijos de rey, y herederos de las promesas eternas. Nos recuerda nuestra dignidad. Como defensores y promotores de vida somos invitados a participar en el reinado de Cristo, de la nueva Jerusalén, precedida por los valores del reino que nos hacen sentir hermanos e hijos de Dios. Quien escucha a Cristo, sirve a la verdad, experimenta la libertad de los hijos de Dios y además se siente hermano de sus semejantes. Su poder lo ejerce en el servicio y con la fuerza de su amor. Su reinado se manifiesta en una liberación total de todo lo que oprime al ser humano. Jesús es el triunfo definitivo de la vida sobre la muerte. Juan indica el motivo para escribir su evangelio: «para que tengáis vida en su nombre» (Jn 20,31). Las señales que Jesús ha hecho, manifiestan la realeza y plenitud de vida en nosotros. Algunos signos los encontramos por ejemplo en la salvó al hijo del que estaba a punto de morir (4,46-54), curó al paralítico (5,1ss), ofreció el pan (6,1ss); son las señales de su realeza que brillarán en la cruz. Cristo Rey, se hace presente en nuestra vida, en el hoy de nuestra historia para darnos la vida en abundancia y el gozo de ser hijos de Dios. Es el rey prometido por Dios a la descendencia de David, que reinará para siempre. Lava los pies a sus discípulos y su dignidad la atestigua en el servicio, en la donación de su vida. Su realeza es servicio a la vida. Nos libera de toda forma de violencia, su modo de reinar devuelve al hombre su dignidad de hijo, su libertad como hermano en el amor. Somos hijos de Dios amados por el padre; él nos ofrece la gracia de ver lo esencial de la vida y aceptarlo para que reine siempre en nuestras vidas y nuestros lugares, donde somos protagonistas de vida. Pidamos la gracia de estar atentos en este mundo sordo, para saber escuchar su palabra que es vida, pues sólo en él podemos ver la realidad con fe, esperanza y caridad hacia la transformación de un mundo nuevo donde reine Cristo y hagamos presente la civilización del amor. Alabemos juntos a Dios porque nos ha demostrado la grandeza de su amor en su Hijo muy amado. Es Cristo, con su muerte en Cruz nos ha hecho partícipes del Reinado de Dios; en el anuncio del Reino de Dios entre nosotros. Don y tarea de quien proclama con su vida a Cristo Rey. [icon class='fa fa-play' link=''] Recomendaciones prácticas[/icon] Es importante recordar que cada uno de nosotros somos hijos de Rey. Participamos de su reinado. Por lo tanto cada persona tiene la dignidad de hijo e hija de Dios. Como canto de entrada se podría entonar: Anunciaremos tu reino, Señor, En Cristo podemos vencer todas y cada una de las batallas contra la tristeza, la angustia, la desesperanza, porque hemos abrazado en nuestra vida a Cristo Rey; fe, esperanza y caridad en nuestra vida. El formulario de la Misa es propio La invitación de orar por la vida consagrada, sus oraciones son necesarias. Concluimos el año litúrgico y daremos inicio al nuevo con la preparación para la navidad en el tiempo de Adviento. 6. Continuamos orando por el Sínodo de la familia, dando gracias a Dios por los frutos recogidos para que tengamos una Iglesia que las acompaña como signo de esperanza en sus luces y sombras.

Jue 12 Nov 2015

Vigilantes y atentos a la visita del Señor

La invitación que nos hace la Palabra de Dios es a estar vigilantes y atentos a la visita del Señor, pues fácilmente nos podemos perder en las preocupaciones y afanesde este mundo, así, tanto el profeta Daniel como Jesús, ponen de manifiesto que el final de los tiempos será difícil si no nos preparamos dignamente. Es por eso que, en medio de la incertidumbre de lo que está por venir, Jesús se presenta como el camino, la luz y la esperanza. Lecturas [icon class='fa fa-play' link=''] Primera Lectura: Daniel 12,1-3[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Salmo de respuesta: 16(15),5+8.9-10.11 (R. 1)[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Segunda Lectura: Hebreos 10,11-14.18[/icon] [icon class='fa fa-play' link=''] Evangelio: Marcos 13,24-32[/icon] [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO BÍBLICO[/icon] Las lecturas para este domingo, están acompañadas de símbolos sobre lo futuro. Por una parte, Daniel que prepara a su pueblo para la venida del Mesías; y. por otra, Jesús que es consiente que poder seguirlo implica persecución, incomprensión y sobre todo valentía y confianza en los momentos más difíciles. Sin embargo, Dios nunca abandonará su creación, estará siempre cerca de nosotros, inspirándonos la palabra oportuna, dándonos esperanza y serenando nuestro corazón. También es importante precisar, que la comunidad cristiana del evangelista san Marcos ya vivía la persecución y la hostilidad de un mundo que no les entendía, de un mundo difícil; por eso las palabras del evangelio eran la respuesta, la consolación y, a la vez, argumento para continuar el camino, pues alcanzar la salvación implicaba todo este tipo de sufrimiento y de persecución. San Marcos en este evangelio hace énfasis en el avenir, en lo que está por suceder, pues el hecho de narrar el fin último de los tiempos es fundamental en la experiencia cristiana, pues la tribulación es tan grande cuando el ser humano reconoce que no tiene respuestas frente al más allá, dicho en palabras de Jesús mismo: «Mas por esos días, después de aquella tribulación, el sol se oscurecerá, la luna no dará su resplandor…”; Jesús es directo, habla con autoridad sobre lo difícil acerca de lo que está por venir, pero que es una realidad a la que el ser humano debe enfrentarse. En algunos textos del Antiguo Testamento se presenta al Hijo del hombre como un personaje enigmático, asociado al juicio sobre la tierra, en donde los justos están llamados a recibir el premio eterno, mientras que los injustos y los opresores el castigo definitivo; Daniel de frete a esta premonición, invita a que el pueblo debe cambiar para alcanzar la visión de Dios. Es por eso, que San Marcos presenta la misión del Hijo del hombre bajo una perspectiva ante todo positiva: Poder reunir a sus elegidos, aquellos que esperan su venida, pero que están dispersos por toda la creación. El acento que le coloca es muy interesante, pues, somos nosotros los que nos hemos alejado, los que estamos dispersos, los que encontramos dificultad en congregarnos, en vivir unidos y en paz. Es por eso, que en la carta a los Hebreos se nos hace la invitación a resaltar la presencia de Jesús, como fuente de vida, que santificándonos, nos ha llevado a la perfección definitiva. La utilización de los signos de los tiempos es fundamental en cada momento de la historia, pues permite que el pueblo se sensibilice sobre las realidades del momento y las pueda interpretar. Jesús es consiente del contexto en el que vive, sabe que en este mundo todo tiene caducidad, nada es eterno y como tal el ser humano debe confrontarse con esas preguntas ultimas de su existencia: la muerte, la vida, la salud, la enfermedad, etc. Es por eso, que tanto el mensaje de Daniel como el de Jesús, en contextos diferentes, conducen a la reflexión profunda, a estar vigilantes: “Por tanto, velad, porque no sabéis en qué día vuestro Señor viene” (Mt, 25, 13). Sin embargo, Nuestro Señor es consiente también, que necesitamos de su compañía, de su guía: “Venid a mí, todos los que estáis cansados y agobiados, que yo los aliviaré” (Mt 11, 28). [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO SITUACIONAL[/icon] El evangelio de este domingo, además de que nos pone en alerta sobre lo que está por venir, también es un llamado a que no nos dejemos engañar por personas que anuncian el final de los tiempos, pues hoy hay muchos que le ponen incluso fecha y hora, pero sólo es Dios quine los sabe: "Pero de aquel día y de la hora nadie sabe, ni aun los ángeles que están en el cielo, ni el Hijo, sino el Padre" (Marcos 13, 32). Así que, lo importante que debemos hacer como cristianos es estar siempre preparados, ser vigilantes y seguir construyendo una vida digna y recta al ejemplo de Jesús: «Ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, Jesús de Nazaret pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el diablo; porque Dios estaba con él. » (Hechos, 10, 38) El ser humano a lo largo de la historia se ha cuestionado sobre el fin último de su existencia, en este caso Jesús lo coloca en evidencia, pues el final del mundo vendrá. Por eso, es preciso anotar, que en el caso de Daniel, es aquel profeta a quien le corresponde hacer este tipo de anuncios, y hacer consiente al pueblo de esa realidad, “pues, será tiempo de angustia, muchos de los que duermen en el polvo de la tierra serán despertados, unos para vida eterna, y otros para vergüenza y confusión perpetua” (Dn 12, 2). En el caso de Jesús, como en nuestros tiempos, fácilmente nos acostumbramos a vivir, sin ningún tipo de complicaciones, pensando en que nunca nos vamos a morir, también los fariseos se habían acostumbrado a realizar ciertos ritos religiosos, sin un compromiso verdadero con Dios: “De modo que haced y observad todo lo que os digan; pero no hagáis conforme a sus obras, porque ellos dicen y no hacen. Atan cargas pesadas y difíciles de llevar, y las ponen sobre las espaldas de los hombres, pero ellos ni con un dedo quieren moverlas” (Mt 23, 3- 4). El ser humano también hoy se ha acostumbrado a vivir en medio de cierto relativismo: “Pues, el relativismo abandona la posibilidad del diálogo para alcanzar una verdad común sobre la qué construir la convivencia humana, el desarrollo como personas y como sociedad, e introduce una dictadura, la del propio yo y sus apetencias....” (Papa Benedicto XVI) Hoy también, nada es eterno, todo es perecedero, por eso Jesús busca y quiere que tengamos conciencia de todos los acontecimientos que pasan a nuestro alrededor, quiere que sintamos lo que está pasando, que no seamos espectadores pasivos: “Al mundo de hoy le falta llorar, lloran los marginados, lloran los que son dejados de lado, lloran los despreciados, pero aquellos que llevamos una vida más o menos sin necesidades no sabemos llorar (Papa Francisco). Aunque, nadie sabe la fecha ni cómo será el final de los tiempos, el ser humano debe cuestionar su existencia y escuchar el llamado que Dios le hace, que se constituye en la esperanza y finalmente la respuesta a lo que está por venir. Jesús, deja en claro que ese momento llegará, para ello pone el símil de la luna y el sol, que se apagarán y todo quedará en la oscuridad, pero todo volverá a resurgir, porque el Hijo de Dios, Jesús resucitado, será la fuente de la luz viva y resucitada para toda la humanidad. Por eso con el salmista también hoy podremos decir: «Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti» (Salmo 16), es la confianza en aquel que lo puede todo, en quien tiene la respuesta en el momento en que el cristiano más lo necesita. [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO CELEBRATIVO[/icon] Aunque los textos llevan a contemplar y reflexionar sobre el final de la vida, la invitación que hace Jesús es a preparar ese momento inminente, pero con actitud celebrativa, significa que lo que está por venir es mejor. Sin embargo, revisar la vida, hacer ciertos cambios, va a ser fundamentale a fin de poder contemplar ese misterio salvífico, en el que Jesús se constituye en la fuente, pero también en el camino. Tal vez, la experiencia vivida por los discípulos después de la muerte no fue tan alentadora, pues los llevo a que se dispersaran, pero una vez que experimentan y comprenden la resurrección del Señor son los primeros en dar testimonio, incluso con sus propias vidas. Nosotros que somos invitados al encuentro privilegiado con Dios, la celebración de la Eucaristía, debe llevarnos a vivir con Jesús resucitado, pues él santificándonos, nos ha llevado a la perfección definitiva. Por eso, la reflexión y la enseñanza de este domingo debe prepararnos para los momentos difíciles, pero ese encuentro con Jesús debe, ante todo, contagiarnos de paz y de alegría: “La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento» (Exhortación Apostólica: Evangelii Gaudium. Papa Francisco). [icon class='fa fa-play' link=''] Recomendaciones prácticas[/icon] Resaltar las expresiones: “Entonces se salvará tu pueblo”, “protégeme, Dios mio que me refugio en ti” y “reunirán de los cuatro puntos cardinales a sus elegidos”. Se podría proponer a los grupos pastorales que en clima de evaluación pastoral del año, presenten, junto a las intenciones y ofrendas de la misa, los logros de este año, las personas catequizadas, las obras de bien realizadas. El Prefacio podría ser el: Dominical X: El Día del Señor, p. 392 del Misal Romano. Recordar que: El sábado 21 de noviembre, es la memoria obligatoria de Presentación de la Santísima Virgen María. El próximo domingo 22 de noviembre, solemnidad de Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo, es el último domingo del Tiempo Ordinario y por lo mismo de Año Litúrgico 2014-2015.