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Predicación Orante de la Palabra

Sáb 3 Jun 2023

Dios envió a su Hijo al mundo para que se salve

LA SANTÍSIMA TRINIDAD 4 de junio de 2023 Primera lectura: Éxodo 34,4b-6.8-9 Salmo: Daniel 3, 52ac.53a y 54a.55a y 56a (R. 52b) Segunda lectura: 2Corintios 13,11-13 Evangelio: Juan 3,16-18 I. Orientaciones para la Predicación Introducción La celebración de esta solemnidad ofrece una ocasión inigualable para realizar una catequesis sobre el Misterio de la Santísima Trinidad y sus resonancias en la vida cristiana. La Palabra de Dios, escrita y transmitida, revela lo que el mismo Dios ha querido darnos a conocer sobre esta verdad de fe. El predicador debería aprovechar la ocasión para repasar los numerales 232 a 267 del Catecismo de la Iglesia Católica y, así, tener mayor claridad al respecto. En primer lugar, la Sagrada Escritura, particularmente los textos que en este domingo se exponen, presentan el Misterio sirviéndose de lo que en teología se llama “Economía de la salvación”, es decir, el modo particular como Dios obra para realizar la salvación. En segundo lugar, la Sagrada Tradición nos ayuda a entender que la economía de la salvación, esto es, lo que hemos visto y oído de este Misterio, corresponde al ser íntimo de Dios que no podemos ver y conocer con nuestra débil y reducida inteligencia; sin embargo, la Santísima Trinidad como Misterio se vuelve vida cristiana gracias a la comunión con cada una de las divinas personas en la unidad de su único ser: “El que da gloria al Padre lo hace por el Hijo en el Espíritu Santo; el que sigue a Cristo, lo hace porque el Padre lo atrae (cf. Jn 6,44) y el Espíritu lo mueve (cf. Rm 8,14)” (Catecismo, 259). 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? El Evangelio de este domingo concentra su atención en el modo como Dios nos salva; de allí parte el conocimiento limitado que tenemos del misterio de la Santísima Trinidad puesto que este se asimila de una manera más fácil a través de las obras que Dios realiza para nuestro bien; por ello, el evangelista parte de la consideración de una cantidad, un sentimiento, un destinatario y un protagonista. Si empezamos por esto último, el papel protagónico lo tiene el Padre a través del Hijo único; allí ya se comienza a ver una unidad en la distinción de las personas divinas. El Padre es quien ama y, para amar al mundo - que es el destinatario -, ama primero al Hijo único, dirá San Agustín. Así pues, el Padre ama al Hijo, primero; luego, ama al mundo por el Hijo, pues por medio de Él fueron creadas todas las cosas; es el mundo del Hijo, a Él le pertenece. La cantidad del amor, es decir, aquel “tanto” que expresa san Juan respecto del amor de Dios al mundo, corresponde a la grandeza del que es enviado a salvar; es decir, es grande el Hijo en cuanto es Hijo eterno del Padre y existía con Él desde siempre; así mismo, es grande el amor, inconmensurable, con el cual el Padre y el Hijo se aman entre sí y aman al mundo. No es un amor pequeño y limitado, es el amor como fuerza de unidad: quiere decir que el Padre ama, el Hijo es amado, el Espíritu Santo es el amor. Por ello la “economía” de la salvación es una historia del amor de Dios por la humanidad a través del amor al Hijo. El Padre ama al mundo en el Hijo. El Hijo ama al mundo y se entrega hasta el final; de allí que el objetivo de ser enviado no sea realizar un juicio sino salvar la naturaleza humana caída y elevarla a sobrenaturaleza, es decir, realizar el proceso de “divinización”, como lo llamaron los Padres de la Iglesia. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? La economía o plan salvífico es progresiva: la revelación de la unicidad de Dios en el Antiguo Testamento se aclara y entiende de una manera más específica cuando en el Nuevo Testamento el Padre es revelado por el Hijo; y el Padre y el Hijo son revelados por el Espíritu Santo. Por ello, entre la revelación de Dios a Moisés en la montaña del Sinaí, como Dios único y verdadero, y la confesión trinitaria que hace san Pablo en su segunda carta a los corintios, hay un punto de inflexión determinante: la venida de Cristo, verdadero Dios (uno en su naturaleza divina con el Padre y el Espíritu Santo) y verdadero hombre (consubstancial a la humanidad por su naturaleza humana). San Beda lo expresó de una manera magistral: “El mismo redentor y creador nuestro, que es el Hijo de Dios que existe antes de los siglos, en los últimos tiempos se hizo Hijo del hombre, para que, quien nos había creado con el poder de su divinidad para gozar de la bienaventuranza de la vida eterna, fuera él quien con la fragilidad de nuestra naturaleza nos restaurara, para recibir la vida que habíamos perdido (Homilías sobre los Evangelios, 2, 18). Así pues, aunque a veces nos cueste trabajo asimilar con las limitadas luces de nuestra razón aquel gran misterio que es la Santísima Trinidad, sin embargo, siempre queda el recurso de contemplar el modo como Dios nos ha salvado; esa contemplación conlleva al cristiano a asimilar una verdad de fe y a traducirla en hechos concretos de amor y renovación espiritual. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? En sus Homilías sobre el Evangelio de Juan (27, 2-3), san Juan Crisóstomo escribió una página que ayuda a volver concreto el mensaje de esta solemnidad. Dice el santo que la expresión “Tanto amó Dios al mundo, pone de relieve la grandeza y la intensidad de ese amor […]. Entregó a su Hijo Unigénito; no a un siervo, a un ángel o un arcángel. Ningún padre ha sentido tanto amor por sus propios hijos como Dios por sus siervos ingratos […]. Dio su vida por nosotros, por nosotros derramó su preciosa sangre. Por nosotros, que ni éramos buenos ni se lo íbamos a agradecer […]”. San Francisco de Asís repetía, lamentándose, que “el Amor no es amado”, ¡triste paradoja que nos cuestiona!; no obstante, el Crisóstomo nos da a entender que el amor de Dios es generoso y su misericordia no tiene medida aun cuando reciba la ingratitud del ser humano. Es más, el Padre de la Iglesia continúa, para señalar de qué manera nuestra indiferencia con las necesidades del prójimo son indiferencia a Dios mismo: “Hasta tal punto llega nuestra ingratitud que somos capaces de revestir con finos ropajes y mantos de oro a nuestros criados, a nuestros mulos y caballos, y despreciamos a nuestro Señor desnudo y vagabundo, cuando mendiga de puerta en puerta… Él, por el contrario, quiso someterse a sufrir tanto por nosotros. Voluntariamente padece hambre para que tú puedas alimentarte. Va desnudo para otorgarte el derecho a que te revistas de incorruptibilidad. Y, sin embargo, jamás le ofreces nada de lo que posees”. De allí que vivir y celebrar la solemnidad de la Santísima Trinidad tenga una resonancia especial en el amor al prójimo, reflejo del amor que debemos profesar a Dios, pálido espejo del amor del Padre al Hijo en el Espíritu Santo. _______________________ Recomendaciones prácticas: • En este domingo se concluye la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos que ha tenido como lema “Haz el bien, busca la justicia” (Cf. Is. 1, 17). Podría hacerse una mención acerca de la importancia de que los cristianos busquen la unidad a semejanza de Dios, uno y trino. • La fiesta del 31 de mayo, Visitación de la Bienaventurada Virgen María, y la memoria obligatoria de la Bienaventurada Virgen María, Madre de la Iglesia, el 29 de mayo, ilustran, concretamente, que es posible amar la intimidad de la esencia divina y reflejarla en el servicio a los demás. • Día del Campesino II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa En este domingo, solemnidad de la Santísima Trinidad, alegrémonos por el misterio de la salvación, ya que el Padre Eterno ha enviado a su Hijo único para que conozcamos su amor y lo hagamos vida, impulsados por el Espíritu Santo, a través del servicio a nuestros hermanos. Seamos conscientes de este misterio de amor y celebremos comunitaria y activamente el gozo de la redención. Monición a la Liturgia de la Palabra Dios Padre viene a nuestro encuentro a través de su Hijo Jesucristo, y el Espíritu Santo confirma esta misión. La Palabra de Dios nos prepara para recibir la gracia, experimentar el amor y vivir la comunión a semejanza de las divinas personas. Escuchemos con atención. Oración Universal o de los Fieles Presidente: Oremos al Padre Eterno que, con su infinita misericordia, nos sostiene para que lleguemos al conocimiento pleno de la verdad y nos alienta a ser testigos de la unidad y de la paz. Digamos juntos: R. Muéstranos tu rostro, Señor. 1. Por el santo pueblo fiel de Dios para que camine en la unidad a ejemplo de la Santísima Trinidad, escuchando el consejo de los pastores y viviendo la concordia de los corazones. Oremos. 2. Por los gobernantes y la sociedad civil para que promuevan el progreso de los pueblos y generen el desarrollo integral de las personas que se les confía a su cuidado. Oremos. 3. Por esta comunidad eclesial para que, con alegría en el seguimiento de Jesucristo, busque la perfección y sus miembros tengan un mismo sentir y vivan en paz. Oremos. 4. Por nuestros agricultores y campesinos, para que vean recompensados sus trabajos con abundantes cosechas y precios justos para sus productos. Oremos. 5. Por todos los que padecen alguna tribulación para que descubran en nuestra cercanía y ayuda un reflejo del amor del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Oremos. Oración conclusiva Atiende oh, Padre, nuestras humildes súplicas, presentadas con fe a través de tu Hijo Jesucristo, nuestro Señor. R. Amén.

Vie 26 Mayo 2023

Manarán ríos de agua viva

DOMINGO DE PENTECOSTÉS Mayo 28 de 2023 Primera Lectura: Hechos de los Apóstoles 2,1-11 Salmo: 104(103),1aby24ac. 29bc-30.31y34 (R. cf. 30) Segunda Lectura: 1Corintios 12, 3b-7.12-13 Evangelio: Juan 20,19-23. I. Orientaciones para la Predicación Introducción -Esta solemnidad concluye el tiempo pascual, la cincuentena pascual o pentecostés que forman una sola jornada festiva, día en que actuó el Señor. En efecto, el evangelio de san Juan que escuchamos hoy relata la entrega de su Espíritu, por parte de Jesús, a sus discípulos el mismo día de su resurrección. -El Espíritu Santo es el Espíritu del Padre y del Hijo, el “lazo” de unión. Al ser derramado sobre la Iglesia, la une al misterio del Dios uno y trino, comunión íntima de vida y de amor. De esta manera, la Iglesia brota de la comunión del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, tiene su fuente en el misterio de amor de la Trinidad, tal como afirma san Cipriano. -La Iglesia está llamada a vivir esta comunión que brota de la Trinidad y esto exige que cada uno de sus miembros le abra espacio en su corazón al Santo Espíritu; pero esto no es posible sin un esfuerzo sincero y decidido de cada bautizado. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? En la primera lectura de los Hechos de los Apóstoles, san Lucas nos narra el acontecimiento extraordinario sucedido cincuenta días después de la resurrección del Señor; es el cumplimiento de su promesa de enviarles el Espíritu Santo. Jesús no falla; Él es la verdad en persona. La misma lectura de los Hechos nos describe los efectos de la intervención poderosa y omnipotente del Espíritu: todos los escuchaban en sus propias lenguas. El pecado produce división y destrucción; el santo Espíritu, por el contrario, unidad y entendimiento. De esta manera, por su intervención, el mundo es recreado, tal como lo expresa el salmo, al que nos unimos respondiendo: “Envía tu Espíritu, Señor, y repuebla la faz de la tierra”; sin el aliento del Espíritu es imposible vivir, vivir verdaderamente. El Evangelio nos presenta a Jesús que el mismo día de su resurrección derrama su Espíritu sobre sus discípulos. Él cumple la promesa y por su Espíritu se derrama en los corazones de quienes lo acogen con fe y amor. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? La solemnidad de Pentecostés que hoy celebramos es la conclusión del tiempo pascual que forma un todo único, desde la resurrección. Dios Padre no ha abandonado a su Hijo al poder de la muerte. Mediante su santo Espíritu lo ha levantado de la tumba y ahora vive para siempre y, convertido en cabeza de la Iglesia, derrama sobre todo su Cuerpo el Espíritu que da vida y vida en abundancia. “Este es el día en que actúo el Señor, sea nuestra alegría y nuestro gozo”, dice el salmista. Por el bautismo y mediante el Espíritu somos introducidos en este “día” salvífico, en donde el mismo Dios se nos derrama en nuestros corazones, somos hechos partícipes de la misma vida divina, somos insertados en la comunión de vida y de amor del Padre, del Hijo y del Espíritu. ¡Oh, si comprendiéramos los tesoros de gracia encerrados en el bautismo y perfeccionados en la confirmación! La Iglesia es el “lugar” en donde habita como en su propia casa el Santo Espíritu, en ella Jesús lo está derramando continuamente, tal como lo hizo en sus inicios. El Señor no abandona nunca a su Esposa, siempre la alimenta y la nutre, la custodia y la protege, la defiende y la libera de todo mal; en ella se encuentra presente continuamente por su Espíritu que entrega con abundancia. Cada bautizado está llamado, como miembro de su Cuerpo místico, a darle espacio en su corazón para que, de este modo, cada vez sea más y más renovada toda la Iglesia y pueda ser presentada a Dios como virgen inmaculada y sin mancha. Y solamente le damos espacio cuando renunciamos a nuestro espíritu propio egoísta, vanidoso, orgulloso, soberbio, perezoso… Si le damos entrada, entonces en nuestro corazón se irá restableciendo la paz, la armonía, el reposo interior que siempre nos roba el pecado. Al inicio, tal como nos lo dice el Génesis, la primera pareja estaba en el Paraíso; allí todo era felicidad y gozo en Dios. Este es el proyecto de Dios. Sus mandamientos nunca son una carga pesada e insoportable que quiere amargar nuestra vida; todo lo contrario, son la expresión del amor de un buen Padre que quiere lo mejor para sus hijos. El Espíritu viene en nuestra ayuda para que comprendamos la sabiduría y gracia del plan divino. Este camino de docilidad al Espíritu Santo y de renuncia a nuestro propio espíritu egoísta es exigente, implica una batalla firme y decidida. Pero si con valentía nos decidimos a pelear el combate contra todo lo que hay en nuestro corazón que no sea grato a Jesús, entonces podremos ir experimentando progresivamente sus efectos saludables, pues la alegría y el gozo interior nos irán invadiendo cada vez más, junto con una visión llena de esperanza frente a este mundo cada vez más envejecido y semidestruido por el pecado, pues nos convenceremos del poder de Dios derramado en nuestros corazones por su santo Espíritu para transformar el mundo al experimentar su fuerza en nuestra propia renovación. Además, nos convertiremos en artífices de un cambio auténtico a nuestro alrededor, pues otros, experimentando la belleza de una vida en Dios y sus sabrosos frutos para la propia vida y la de quienes les rodean, también se animarán a irlo dejando entrar en su corazón para experimentar en primera persona sus efectos saludables. Si le abrimos de par en par nuestro corazón al Espíritu podremos gozar de todos sus bienes: paz, alegría, gozo… No nos arrepentiremos. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Esta solemnidad es una ocasión muy propicia para pedirle a Dios una nueva efusión de su santo Espíritu sobre toda la Iglesia, para que se renueve cada vez más en cada uno de sus miembros y podamos dar testimonio de una Iglesia que vive la unidad en la caridad. Solamente así podrá ser signo creíble en medio de un mundo lacerado por tantas divisiones, fruto del egoísmo que se asienta en los corazones, hasta convertirse en no pocos casos en su dios. Pero esta efusión que produzca estos frutos tan hermosos no es posible sin la apertura del propio corazón por parte de cada bautizado. Entonces, esta fiesta es la oportunidad para concretizar esta súplica, aterrizándola a cada uno de nosotros; es decir, pedirle una nueva y potente efusión de su Espíritu en cada uno de nosotros; y para que esto se dé verdaderamente, entonces propongámonos examinar nuestro corazón y descubrir que está impidiendo al santo Espíritu la obra transformadora y renovadora que desea hacer en nosotros. Y pidámosle que nos ayude a dar el paso firme y radical de cortar “con afilada navaja” ese impedimento para que, así, podamos caminar, correr, volar tras el Espíritu hacia una existencia que encarna el mismo espíritu de Jesús que se entregó hasta la cruz por nuestra salvación. También aprovechemos esta solemnidad para pedirle al Espíritu particularmente el don de fortaleza, pues las asechanzas del enemigo y las contrariedades de un mundo cada vez más adverso al Evangelio, hacen cada día más exigente el testimonio de una vida cristiana coherente. Que cada día nos convenzamos hondamente que solo en Dios tenemos vida y vida verdadera y que todo aquello que no sea Él es nuestra perdición y ruina. Solamente así podremos enfrentar este mundo y comunicarle, sin temor a los riesgos que puedan sobrevenir, la fuente de la Vida en abundancia, Jesucristo nuestro Señor, que se nos entregó al darnos su Espíritu. _______________________ Recomendaciones prácticas: • Hoy termina el Tiempo Pascual. Después de la última Misa, en la noche, se apaga el cirio pascual y se retira del presbiterio. Conviene colocarlo decorosamente en el bautisterio para que arda durante la celebración del Bautismo y poder encender en él los cirios de los bautizados. • Comienza la semana de oración por la Unidad de los cristianos. II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa Como Iglesia universal celebramos hoy el día en que nuestro Señor Jesucristo, cumpliendo su promesa, envío su Santo Espíritu sobre los discípulos reunidos en el Cenáculo. Que la participación en esta celebración eucarística, en la que se renueva y actualiza este acontecimiento, disponga nuestro corazón a recibirlo y dejarlo actuar en nuestra vida diaria. Celebremos con fe y alegría. Monición a la Liturgia de la Palabra La efusión del Espíritu Santo que hoy escuchamos en la primera lectura de los Hechos de los Apóstoles al inicio de la Iglesia y en el Evangelio de san Juan el mismo día de la resurrección de Jesús, nos disponga a recibirlo como comunidad de fe y produzca sus efectos de unidad y caridad, tal como nos lo indica la segunda lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios. Oración Universal o de los Fieles Presidente: En el día en que nuestro Señor Jesucristo cumplió la promesa del envío de su Santo Espíritu, presentemos al Padre todas nuestras súplicas con un corazón confiado y agradecido por todas sus obras maravillosas. R. Escúchanos, Señor. 1. Te pedimos por tu Santa Iglesia: asístela continuamente con tu santo Espíritu para que siempre tenga la luz y la fuerza para anunciar tu Palabra y comunicar a todos los hombres tu amor y tu gracia. 2. Por quienes gobiernan los destinos de las naciones: para que con la luz de tu Santo Espíritu pueda conducir los pueblos por caminos de justicia y paz. 3. Por quienes sufren en el alma o en el cuerpo: para que con la fuerza de tu Santo Espíritu sean capaces de unir sus padecimientos a los de Jesucristo y, así, contribuyan a la redención de la humanidad. 4. Por nuestra comunidad parroquial y por quienes participamos de esta Eucaristía: para que nos pongamos en una actitud de docilidad a tu Santo Espíritu, renunciando a todo aquello que lo contrista. Oración conclusiva Escucha Padre Santo las súplicas que te hemos dirigido; que lleguen a tu presencia y alcancen de Ti lo que te hemos dirigido con fe y confianza, por Jesucristo nuestro Señor. R. Amén.

Jue 18 Mayo 2023

Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra

SÉPTIMO DOMINGO DE PASCUA ASCENSIÓN DEL SEÑOR Mayo 21 de 2023 Primera Lectura: Hechos de los Apóstoles 1,1-11 Salmo: 47(46),2-3.6-7.8-9 (R. cf. 6) Segunda Lectura: Efesios 1,17-23 Evangelio: Mateo 28,16-20. I. Orientaciones para la Predicación Introducción En la solemnidad de la ascensión glorificamos a Dios Padre por la exaltación y glorificación de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, en virtud de su santo Espíritu. Su Cuerpo místico, la Iglesia, ha sido hecho partícipe del misterio de su exaltación y glorificación, la cual inicia en esta tierra y se consumará en la Jerusalén celeste. Toda persona está llamada a esta plenitud de vida y de gracia; es por esto que el Señor dejó el mandato misionero a sus discípulos, a fin de que por la predicación de su palabra y los sacramentos todos puedan alcanzar este don de su inmensa liberalidad. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? La primera lectura de los Hechos de los Apóstoles nos narra el episodio de la Ascensión de nuestro Señor ante la presencia de sus discípulos. El Autor sagrado describe que lo vieron levantarse hasta que una nube se lo quitó de la vista; de esta manera, entra en el mundo de Dios con su humanidad resucitada, nos abre el cielo cerrado después del pecado de Adán. En el salmo se alaba y glorifica a Dios por su inmensa grandeza y poder desplegado en sus obras. En la segunda lectura de la carta a los Efesios pedimos a Dios que nos dé espíritu de sabiduría y revelación para conocer a Cristo y comprender todos los tesoros que tenemos en Él: vida plena que participa a la Iglesia y a cada creyente ya desde esta vida y plenamente en el más allá. En el Evangelio de san Mateo Jesús, antes de su ascensión, invita a todos sus discípulos a llevar la buena nueva de la resurrección y de la gloria a toda persona mediante la predicación y los sacramentos; así, este mundo envejecido por el pecado se irá renovando hasta su consumación en la gloria celestial. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? Cristo exaltado y glorificado después de su pasión y muerte ignominiosa es la meta a la que todo bautizado y también todo ser humano está llamado. Este momento de la vida del Señor que hoy celebramos nos llena de esperanza, pues nuestra vida, si estamos unidos a Él, camina hacia la gloria y esta será la última palabra en nuestra vida, aunque nos sobrevengan en el caminar por este mundo momentos o situaciones difíciles o adversas. Nos dice que, incluso, la misma muerte será vencida para ser introducidos en una existencia toda ella llena de luz y gloria. Esta vida de Cristo glorificado se derrama sobre su Iglesia. Cada bautizado está llamado a renunciar a todo aquello que le impida una mayor receptividad de esta nueva vida recibida en el bautismo y que busca llenar toda la existencia del creyente y animar cada una de sus acciones. De este modo, el discípulo de Cristo avanza por este mundo pregustando ya los tesoros de bondad y amor que están escondidos en Cristo resucitado y glorificado a la derecha del Padre en la espera de la parusía, en donde la plenitud de Jesús lo inundará todo. En la medida en que el creyente sea transformado por Cristo glorificado, entonces las señales y signos de la vida nueva resplandecerán en su vida y, de este modo, podrá convertirse en un apóstol que, particularmente con su ejemplo y, también con su palabra, pueda anunciar al mundo la gracia de haber sido alcanzado por el amor exaltado y glorificado del Señor y entusiasme a muchos otros a dejar que el resucitado entre a sus vidas y los renueve interiormente. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Pidámosle a Dios el don de sabiduría y revelación, tal como dice hoy San Pablo en su carta a los Efesios, para conocer la esperanza tan sublime y la riqueza de su gloria a la cual nos llama en su Hijo muy amado, en quien desplegó todo su poder al resucitarlo de entre los muertos y sentarlo a su derecha. Si comprendiéramos la grandeza de su don y que desde ahora nos hace partícipes de él en germen, entonces nada ni nadie nos detendría en nuestro caminar hacia Él y lucharíamos con todas nuestras fuerzas para evitar el único mal que puede arruinar todo este plan salvífico: el pecado. Que la participación en la muerte, resurrección y ascensión del Señor mediante la inmersión bautismal sea actualizada en cada momento de nuestra vida diaria y, así, con nuestras acciones mostremos al mundo la belleza de la nueva vida traída por Cristo y trasmitida a su Iglesia en virtud de la acción de su Santo Espíritu por la predicación de la Palabra y la vida sacramental. No permitas Señor que en nuestra vida haya signos de muerte; por el contrario, que quienes viven a nuestro alrededor y aquellos con quienes compartimos los mayores momentos de nuestra vida, puedan experimentar que la vida nueva de Cristo resucitado y glorificado es luz que ilumina, sal que da sabor, fuego que destruye toda herrumbre y renueva desde dentro y en profundidad. _______________________ Recomendaciones prácticas: • Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. Conviene leer el Mensaje del Papa para esta jornada. • Tener presente que el domingo, 28 de mayo, es la Solemnidad de Pentecostés. Sería muy importante preparar y celebrar la Vigilia de Pentecostés en un ambiente de oración, de encuentro eclesial de todos los grupos apostólicos de la parroquia, resaltando que con la fiesta del Espíritu Santo se concluye el tiempo pascual. II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa El Señor resucitado y exaltado a la derecha del Padre nos alcanzó mediante su misterio pascual el don de una nueva vida; en cada Eucaristía la alimenta para que se vaya robusteciendo día a día y, así, quienes la hemos recibido podamos experimentar las delicias de su amor, hasta que glorificados con Él y como Él podamos cantar sus misericordias para siempre. Que esta celebración avive nuestro deseo de aspirar siempre a las cosas de allá arriba, en donde está Cristo, sentado a la diestra del Padre. Monición a la Liturgia de la Palabra El Señor realiza lo que promete; su gran deseo es que estemos donde Él ésta; las lecturas que vamos a escuchar nos indican la meta hacia la cual avanzamos, siempre de la mano de Aquel que ha sigo glorificado y exaltado por el Padre, en virtud de la fuerza de su santo Espíritu. Escuchemos con fe humilde y atención amorosa. Oración Universal o de los Fieles Presidente: Jesucristo exaltado y glorificado por el Padre siempre permanece para interceder por la toda la humanidad; dirijamos al Padre con una actitud filial y muy confiada, por mediación de su Hijo, todas nuestras súplicas. A cada una de ellas respondemos: R. Te rogamos, óyenos. 1. Por tu santa Iglesia, esparcida por toda la tierra, para que en medio de las tribulaciones encuentre serenidad y esperanza en la contemplación de tu Hijo glorificado. 2. Por todos los que sufren, para que comprendan que la cruz es el camino hacia la resurrección y la gloria. 3. Por todas las familias, para que reine en ellas la paz y el amor verdadero y, así, reflejen al mundo un destello de la plenitud de vida a la que estamos llamados en la Jerusalén celeste. 4. Por quienes participamos en esta Eucaristía, para que abramos nuestro corazón a Cristo resucitado y exaltado a la derecha del Padre y, así, nos vayamos renovando de día en día. 5. Por los que se encuentran viviendo experiencias de dolor, duelo o enfermedad, para que descubran en la fuerza de la fe, la presencia siempre cercana de Dios, fiel y misericordioso. Oración conclusiva Recibe Padre santo las súplicas que te hemos confiado por mediación de tu Hijo amado, Jesucristo, Nuestro Señor, que vive y reina por los siglos de los siglos. R. Amén.  

Mié 10 Mayo 2023

Le pediré al Padre que les dé otro Paráclito

SEXTO DOMINGO DE PASCUA Mayo 14 de 2023 Primera Lectura: Hechos de los Apóstoles 8,5-8.14-17 Salmo: 66(65),1-3a.4-5.6-7a.16y20 (R. 1) Segunda Lectura: 1Pedro 3,15-18 / Evangelio: Juan 14,15-21 I. Orientaciones para la Predicación Introducción En este sexto domingo de Pascua la Iglesia nos invita a tomar consciencia de que cada bautizado es un testigo del Señor, un anunciador de su Palabra, así como lo explica la primera lectura de los Hechos de los Apóstoles sobre Felipe, quien por su predicación y testimonio de fe en Jesucristo Resucitado provoca la conversión de muchos samaritanos. A su vez, es importante comprender que no puede ser una fe aislada del resto de la comunidad. Los apóstoles Pedro y Juan van a Samaría a confirmar en la fe a quienes han abierto el corazón a la acción del Espíritu de nuestro Señor Jesucristo en su vida personal y comunitaria. Nuestra sociedad contemporánea está en una búsqueda incesante de respuestas al sentido de la vida, en medio de muchas confusiones, incertidumbres y angustias. Hoy la Iglesia, en la primera carta de Pedro en la segunda lectura nos pide “estar siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que les pide dar razón de su Esperanza”. La misión de la Iglesia, de cada bautizado, es dar razón de su Esperanza en medio de una sociedad perdida en la desesperanza. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? El texto que nos propone la liturgia de este Domingo como primera lectura, se centra en la figura y el ministerio del diácono Felipe; teniendo como preámbulo la dispersión de los cristianos tras la muerte del diácono Esteban (ver Hch. 8, 4-40). Muchos pensaban que la persecución iba a terminar con la evangelización, pero sucedió todo lo contrario, la potencializó. Los que fueron esparcidos por la persecución, se ocuparon de predicar el evangelio por donde iban; tanto es así que algunos iban a sitios tan distantes como Chipre, Fenicia y Antioquía. Este fue el caso del diácono Felipe, que elegido como uno de los hombres espirituales para el arte de servir (diakonein), el Espíritu Santo lo dotó de dones especiales para evangelizar, inaugurando su tarea apostólica por Samaría. ¿Por qué Samaria? Los samaritanos eran descendientes de los judíos, los cuales se habían mezclado con paganos (asirios), y al sentirse excluidos por los judíos, construyen un templo paralelo al de Jerusalén, por esta razón eran considerados como herejes. Los samaritanos compartían con los judíos la esperanza mesiánica (Cfr. Jn. 4,25), es por eso que cuando Felipe les anuncia a Cristo, su persona y su obra, acogieron el mensaje con mucho interés y tenían un deseo íntimo de comprender todo aquello que les anunciaba. Es interesante ver cómo la predicación iba acompañada por signos (milagros) conforme a la promesa del Señor (Cfr. Mc. 16,17-18), por ese motivo, al producirse tales signos, la gente se llenó de gozo (la alegría es fruto del Espíritu). Para unificar lo que el egoísmo y el pecado había dividido, era necesario que el Espíritu Santo obrara de la misma manera que en Pentecostés: “Pedro y Juan, bajaron y rezaron para que recibieran el Espíritu Santo”, para que se derribasen las paredes de separación y así concluyesen todas las diferencias raciales, sociales y religiosas. La unidad de la Iglesia debía ser preservada; no podía haber una iglesia en Jerusalén y otra rival en Samaría. La Iglesia es una, y las distintas iglesias son manifestaciones locales de la única Iglesia de Cristo. El Salmo 65, es un himno de alabanza por las obras que Dios realiza en beneficio de todos los pueblos, porque inclusive, los que no pertenecen a la comunidad escogida por Dios, reciben de Él una vocación: están llamados a conocer el “camino” revelado a Israel, el cual, abarca un inmenso horizonte hasta alcanzar a todos los pueblos de la tierra. Seguimos con la lectura de la primera carta del Apóstol Pedro, pero no olvidemos que el texto es mucho más práctico que doctrinal, de forma que las exhortaciones y las directrices de la vida cristiana ocupan un lugar mucho más central que las fundamentaciones doctrinales que les acompañan. Incluso los verbos que acompañan marcan el carácter exhortativo, con imperativos: Glorifiquen, estén siempre prontos, etc. Hay que notar también que, entre las razones aducidas para fundamentar las exhortaciones, la referencia a Cristo como autor y modelo de la salvación, tiene una clara preeminencia. Además, el texto nos presenta, cómo el apóstol, impera a llevar una vida ejemplar en un ambiente pagano, desarrollando a su vez, una serie de actitudes frente a las adversidades y contrariedades. El texto evangélico es una continuación del capítulo de 14, que venimos leyendo desde el domingo pasado. A partir del versículo 15, cambia la perspectiva del diálogo que Jesús traía con sus discípulos, ahora el tema de conversación, ya no es sobre su ida inminente, sino sobre una nueva venida. La ida clave en el texto es “Venir”. Según parece, se trata de varios tipos de venida, por un lado, habla de la venida de “otro paráclito”, de una venida junto con el Padre para hacer morada en sus discípulos y de una venida que sucederá “prontamente”-tras la Pascua (Resucitado). El Señor pone por otro lado una condición, invita a los discípulos a amarlo y a guardar sus mandamientos (vs. 15 y 21). Esto rememora un aspecto que es la raíz de la espiritualidad veterotestamentaria: la alianza (ver Ex.20,6 y Dt. 5,10), donde YHWH promete su fidelidad y su bendición a aquellos que lo aman y cumplen sus mandamientos. Por tanto, los versículos 16 y 17, se unen directamente al v.15, y contienen una promesa para los discípulos si aman a Jesús y guardan sus mandamientos; pedirá el Espíritu-Paráclito (Don divino que asistirá a los discípulos en lugar de Jesús) desde el Padre para ellos (ver Ez.36, 26). Por último, en los vs. 19-21, el Señor introduce una diferencia entre el “mundo” y los discípulos, el mundo no lo verá más, y los discípulos sí que lo verán; por tanto, tiene que tratarse de una forma de percepción por la fe, a lo que hace referencia a la promesa de “seguir viviendo”; esto es, que los discípulos en el futuro “vivirán” después de Pascua, para tener parte en la “vida” con Jesús. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? Después de compartir con Cristo Resucitado durante estos domingos de Pascua, llega el momento de las despedidas, y para entender el sentido de estos discursos no olvidemos que las palabras de Cristo son “verdaderas”, por tanto, no se trata solo de tranquilizar las inquietudes de los discípulos con palabras “vacías”, sino de animarlos con promesas ciertas. Tales promesas expresan su fidelidad, Él seguirá “al lado” o “junto a”, como expresa el término “paráclito”, pero, aunque se pueda tratar de un elemento externo, por eso precisa que enviará “otro paráclito”, que hará posible la continuación de la obra mesiánica. Recordemos las palabras del apóstol Pedro, que señala de cómo Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo haciendo bien y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él. (Hch.10, 38) Así como en Cristo obraba con fuerza el Espíritu Santo, de la misma manera obrará en la persona del discípulo-misionero. Por eso se trata de una promesa que lleva al compromiso, a la tarea, porque la intimidad de la Iglesia con Jesús, se configura como comunión misionera. En la actualidad, el papa Francisco, nos impulsa con sus palabras y escritos, a vivir en esta dinámica de comunión-misión. Estar unidos a Cristo hace posible la pasión en la misión: “allí está el manantial de la acción evangelizadora. Porque si alguien ha acogido ese amor que le devuelve el sentido de la vida ¿Cómo puede contener el deseo de comunicarlo a otros? (E.G 8). No podemos permitir que ni las dificultades o los malos momentos, frustren este dinamismo renovador, recordemos las palabras del apóstol Pablo: “¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, angustia, persecución hambre, desnudez, peligro, espada? Como dice el texto: Por tu causa somos entregados continuamente a la muerte, nos tratan como a ovejas destinadas al matadero. En todas esas circunstancias salimos más vencedores gracias al que nos amó” (Rom. 8, 35-37). En eso la primitiva comunidad cristiana es modelo paradigmático para una Iglesia que corre el riesgo de ensimismarse, de quejarse, de vivir de añoranzas, en definitiva, de caer en pastorales de conservación o simple solipsismos; veamos que el Evangelio y las adversidades, deben impulsarnos a discernir cuál será el camino que el Señor nos pide, porque todos estamos capacitados por el bautismo y llamados a aceptar esta llamada: salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio. Finalmente, enfaticemos, en un par de ideas, qué nos ayudaran a examinar nuestra “consciencia pastoral”. El Evangelio que anunciamos, tiene una potencialidad y una liberalidad propias, que rompen nuestros horizontes y planes pastorales, porque al dejarnos impulsar por el Espíritu Santo, nos puede llevar a sorprendernos de cómo nuestra gente acepta el mensaje con docilidad, ya que es un mensaje que libera, sana y reconforta, provocando alegría en sus corazones: “la alegría del evangelio es para todos, y no puede excluir a nadie” (EG. 23). La otra idea es, evitar cualquier sentimiento de inferioridad, porque al no valorar el contenido del mensaje salvador, podemos pensar que es inapropiado o anticuado: “Estén siempre dispuestos a defenderse si alguien les pide explicaciones de su esperanza”. El Evangelio es siempre nuevo y joven. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? - Le pido al Señor me conceda la gracia del celo apostólico para anunciar su Palabra en el ambiente y lugar donde vivo, desde mi familia y mi vecindario y, aún más allá, con el apoyo de mi parroquia, con el ejemplo del diácono Felipe narrado en los Hechos de los Apóstoles. - Asumir la comunión apostólica como un elemento clave de nuestra fe cristiana en la tradición católica. No es posible una vivencia auténtica del Evangelio de Jesús Resucitado si no es confirmada por los apóstoles, siguiendo el testimonio nos narra hoy el libro de los Hecho. - Suplicamos al Señor que nos dé una actitud permanente de apertura a la acción del Espíritu Santo, que nos lleva a vivir en la Verdad, a experimentar el amor del Padre y a vivir permanentemente en Él. _______________________ Recomendaciones prácticas: • Día de la Madre: programar en la parroquia una eucaristía por las madres fallecidas y otra por las madres vivas. • Día del educador (15 de mayo): tener en cuenta a los profesores en las intenciones de la Misa de este Domingo. • El 19 de mayo comienza la novena de preparación para la Solemnidad de Pentecostés. II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa Bienvenidos hermanos y hermanas a esta celebración en este domingo VI del tiempo Pascual. Hoy la Palabra de Dios nos está invitando a dar “razones de nuestra Esperanza. Cuando vivimos en una sociedad marcada por el desaliento, el desamor y la desilusión es cuando la Iglesia y cada uno de nosotros, como testigos del Señor Resucitado, debemos dar razones suficientes de nuestra Esperanza, no solo en una vida perdurable después de esta vida temporal, sino también para la construcción de una sociedad más justa, más humana, donde la vivencia del amor no sea una utopía sino una realidad en nuestro vivir cotidiano. Los invito para que nos dejemos confirmar en la fe, viviendo la SINODALIDAD como nos lo propone hoy la Iglesia, donde todos tenemos una responsabilidad y el ejercicio de un ministerio, de una vocación específica, como testigos del Señor Resucitado. Monición a la Liturgia de la Palabra Felipe predica en Samaría, una región separada del resto de los judíos. Por la predicación de Felipe y su profunda experiencia de fe en Jesucristo viene la conversión de muchos samaritanos. La iniciación cristiana a través de Felipe la completan los apóstoles Pedro y Juan, quienes los confirman en la fe. En la segunda lectura el apóstol Pedro nos está invitando a vivir una fe que supere la costumbre o una obligación moral, que sea capaz de dar razón de su Esperanza a muchos que viven una vida sin sentido y sin ninguna esperanza. Es asumiendo el Espíritu de Jesucristo Resucitado, enviado por el Padre, como realmente es posible vivir en el amor de Dios: “El que me ama será amado por mi Padre, y yo lo amaré y me manifestaré a Él”. Escuchemos: Oración Universal o de los Fieles Presidente: Elevemos nuestras suplicas a nuestro buen Padre Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo quien vive plenamente en Él, para que nos de la Gracia de vivir fielmente en su Hijo, y digámosle: R. Te rogamos, óyenos. 1. Por el Papa Francisco, los obispos, sacerdotes para que el Señor les conceda un “celo ardiente hasta el sacrificio” en su ministerio de anunciar el Evangelio de Jesucristo a todas las naciones. Roguemos al Señor 2. Por todos los consagrados, religiosos y religiosas y laicos comprometidos en el anuncio del Evangelio para que no se dejen dominar de la corriente del mundo y sean testigos de la auténtica Esperanza que nos permite vivir plenamente como hijos a hijas de Dios. Roguemos al Señor 3. Por los líderes de nuestra comunidad local y de la sociedad en general, políticos, educadores, administradores públicos para que se dejen guiar por el Espíritu de la Verdad y así sean testigos en su vida cotidiana, en su ambiente y en su trabajo de Jesucristo Resucitado. Roguemos al Señor. 4. Por los misioneros y misioneras que viven en regiones lejanas a sus tierras de origen abriendo caminos al Evangelio para que el Señor los fortalezca en su fe, asuman con amor las dificultades y persecuciones y puedan dar razón de su Esperanza a quienes reciben la predicación del Evangelio en sus lugares de misión. Roguemos al Señor. 5. Por todos nosotros para que, al dejarnos confirmar en la fe por nuestra Iglesia apostólica, en camino de Sinodalidad, podamos ser testigos en el Espíritu de Jesucristo Resucitado, en nuestro propio hogar, en nuestro trabajo y en la vida cotidiana. Roguemos al Señor. Oración conclusiva Padre de Bondad que nos envías el Espíritu de tu Hijo Jesucristo y nos llevas a la comunión fraterna en nuestra vida ordinaria y al compromiso de servir con amor a nuestros hermanos y hermanas más vulnerables de nuestra sociedad, muéstranos tu misericordia y concédenos vivir siempre contigo, en la unidad del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos. R. Amén.

Jue 4 Mayo 2023

Yo soy el Camino y la Verdad y la Vida

QUINTO DOMINGO DE PASCUA Mayo 7 de 2023 Primera Lectura: Hechos de los Apóstoles 6,1-7 Salmo: 33(32),1-2.4-5.18-19 (R. cf. 22) Segunda Lectura: 1Pedro 2,4-9 Evangelio: Juan 14,1-12. I. Orientaciones para la Predicación Introducción “Eligieron a siete hombres de buena fama, llenos de Espíritu y de sabiduría”. (Hch 6, 1-7): La primera lectura nos narra la institución por los Apóstoles de “los Siete”, que es el segundo grupo definido de discípulos (el primero está formado por “los doce”), al que se le encomienda un ministerio en la Iglesia. Lucas emplea la palabra “Diaconía” (asistencia, servicio, ministerio), para hacer referencia explícita a estos hombres de buena fama y llenos de Espíritu y Sabiduría. El nombramiento de” diáconos” acaba en un aumento de fieles y sacerdotes conversos a la fe. “La piedra que rechazaron los constructores, está ha llegado a ser la piedra angular” (1P 2,7): Todo el pasaje gira en torno a la imagen de la edificación. El Bautismo hace al cristiano miembro del edificio espiritual de la Iglesia, cuya piedra clave es Cristo. Los cristianos piedras vivas, han de estar unidos a Él por la fe y por la gracia, para construir sólidamente el templo donde se ofrezcan “sacrificios espirituales, agradables a Dios” (1P 2,5). Cuanta más íntima sea la unión con Jesucristo, más sólida resultará la edificación. “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14, 6): Al parecer, el anuncio de las negaciones de Pedro ha entristecido a los discípulos. Jesús los anima diciendo que se marcha para prepararles una morada en los cielos, pues, a pesar de sus miserias y claudicaciones, finalmente perseverarán. La muerte de Jesús va a ser el tránsito hacia el Padre, con quien es uno por ser Dios (Jn 14, 10). Los Apóstoles no entendían con profundidad lo que Jesús les estaba enseñando; de ahí la pregunta de Tomás: Señor no sabemos adónde vas, ¿cómo podremos saber el camino? (Jn 14,5). El Señor explica que Él es el camino hacia el Padre. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? Las palabras de Jesús al responder: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14,6), van más allá de la pregunta de Tomás. Ser la Verdad y la Vida es lo propio del Hijo de Dios hecho hombre, del que San Juan dice en el prólogo a su Evangelio que está “lleno de gracia y de verdad” (Jn 1,14). Él es la Verdad porque con su venida al mundo se muestra la fidelidad de Dios a sus promesas, y porque enseña quien es verdaderamente Dios y cómo la auténtica adoración ha de ser en “espíritu y verdad” (Jn 4,23). Él es la vida por tener desde toda la eternidad la vida divina junto al Padre, y porque nos hace, mediante la gracia, partícipes de esa vida divina. Por todo ello dice el Evangelio: “Esta es la vida eterna: que te conozcan a Ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien Tú has enviado” (Jn 17,3). Todo hombre alcanza a comprender la Verdad y la Vida; pero no todos encuentran el Camino. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? Hoy nos podemos detenernos un instante a meditar en la acción que el Espíritu Santo realiza en la guía de la Iglesia y de cada uno de nosotros a la Verdad. Jesús mismo dice a sus discípulos: el Espíritu Santo "les guiará en toda la verdad", siendo él mismo "el Espíritu de la Verdad". Vivimos en una época en la que se es más bien escéptico con respecto a la verdad. Benedicto XVI ha hablado muchas veces de relativismo, es decir, la tendencia a creer que no hay nada definitivo, y a pensar que la verdad está dada por el consenso general o por lo que nosotros queremos. Surge la pregunta: ¿existe realmente "la" verdad? ¿Qué es "la" verdad? ¿Podemos conocerla? ¿Podemos encontrarla? Aquí me viene a la memoria la pregunta del procurador romano Poncio Pilato cuando Jesús le revela el sentido profundo de su misión: "¿Qué es la verdad?". Pilato no llega a entender que "la" Verdad está frente a él, no es capaz de ver en Jesús el rostro de la verdad, que es el rostro de Dios. Y, sin embargo, Jesús es esto: la Verdad, la cual, en la plenitud de los tiempos, "se hizo carne", que vino entre nosotros para que la conociéramos. La verdad no se aferra como una cosa, la verdad se encuentra. No es una posesión, es un encuentro con una Persona.  (S.S. Francisco, catequesis del 15 de mayo de 2013) Comunicar el amor misericordioso del Señor. ¡Esta es nuestra misión! También a nosotros nos han dado la “lengua” del Evangelio y el “fuego” del Espíritu Santo, porque mientras anunciamos a Cristo resucitado, vivo y presente en medio de nosotros, calentamos el corazón de los pueblos acercándoles a Él, camino, verdad y vida. (Homilía de S.S. Francisco, 24 de mayo de 2015). 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Quien dice: “te seguiré” compromete su vida presente y futura. Es un “sí” que compromete radicalmente la libertad del discípulo a entregarse a Jesucristo, Camino, Verdad y Vida. Te seguiré quiere decir estar dispuestos a “identificarse” con el Maestro, querer llegar a tener la misma “identidad” de Jesucristo. También para nosotros, el seguimiento de Jesús, como discípulos suyos, miembros de la misma Iglesia, supone comprometer nuestra vida y aprender de la vida de Jesucristo Camino, Verdad y Vida. Sencillamente no podemos seguir “cualquier camino”, ni debemos temer a la verdad, ni aferrarnos a nuestro modo de concebir la “vida”. ¿Qué significa para un discípulo creer en Jesús Camino, Verdad y Vida? Camino: abrirse a su misterio de salvación para que seamos hijos suyos y hermanos unos de otros; Verdad: renunciar a nuestras mentiras y propias ambiciones; Vida: abrazar su plan de amor y entregarnos para que otros «tengan vida en Él». En el proceso de identificación con el Maestro, la Eucaristía y la oración ocupan un lugar central, es la gran transformación que realiza desde el interior que tiene su reflejo en el exterior, por tanto, es la invitación que nos hace el Señor desde la Palabra el día de hoy, es acercarnos constantemente a Él. _______________________ Recomendaciones prácticas: • No se necesitan, pues grandes discursos sobre el cristianismo, sino hombres y mujeres “que sepan hacer estas pequeñas cosas por Jesús, por el Padre”. Las obras de misericordia “son la continuidad de este amor, que se empequeñece, llega a nosotros, y nosotros lo llevamos adelante” (Papa Francisco). No olvidar motivar el mes de mayo como mes de la virgen y mes de la familia. • Jornada Nacional de la Infancia Misionera II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa Queridos hermanos: Este caminar del discipulado nos ha ido entregando las características de una vida marcada por el encuentro personal y comunitario con Jesucristo. En este día se nos invita a tomar conciencia alegre y confiada en Jesucristo Camino, Verdad y Vida. Dispongámonos, pues, a celebrar la eucaristía, abriendo nuestro corazón a la acción transformadora del Espíritu Santo. Monición a la Liturgia de la Palabra La Palabra de Dios que escucharemos en este Quinto domingo de Pascua nos presenta la comunidad cristiana como un cuerpo vivo, que se organiza, que vive la sinodalidad. Sus miembros van asumiendo diversas responsabilidades; como un pueblo sacerdotal, cuyos miembros son piedras vivas del edificio eclesial, que tiene como columna principal a Cristo Resucitado y como un grupo unido que camina hacia Dios al ritmo de la historia bajo la guía de Cristo que es el Camino, la Verdad y la Vida. Oración Universal o de los Fieles Presidente: Padre Santo, Te dirigimos nuestras súplicas llenas de confianza en tu amor paternal, para que hagas de nuestra vida un reflejo y un anuncio de Tu amor entre los hombres, diciendo: R. Escucha, Señor, nuestra oración. 1. Por el Santo Padre Francisco y todos los responsables de las comunidades cristianas para que el anuncio del Evangelio se convierta en su testimonio vivo y concreto de vida. 2. Para que todos los cristianos, en especial los gobernantes de las naciones descubran la necesidad de responder a Dios que nos invita a entrar en comunión con Él. 3. Para que todos los hombres que sufren sepamos aceptar tu presencia que nos llena de alegría y nos hace hombres libres. 4. Por todos nosotros, para que nos esforcemos día a día por crear una comunidad que vive la sinodalidad en la que se revela nuestra condición de hijos de Dios. Oración conclusiva Recibe, Padre, nuestras súplicas, por mediación de Jesús, Tu hijo y nuestro hermano, y concédenos la fuerza de Tú Espíritu para que pongamos por obra cuanto te pedimos. Por Jesucristo Nuestro Señor. R. Amén.  

Vie 21 Abr 2023

Jesús se acercó y siguió caminando con ellos

TERCER DOMINGO DE PASCUA Abril 23 de 2023 Primera Lectura: Hechos de los Apóstoles 2,14.22-33 Salmo: 16(15),1-2y5.7-8.9-10.11 (R. 11a) Segunda Lectura: 1Pedro 1,17-21 Evangelio: Lucas 24,13-35 I. Orientaciones para la Predicación Introducción «Señor Jesús, explícanos las Escrituras; haz que arda nuestro corazón mientras nos hablas». Esta es la petición que hace la Iglesia y que brota de la meditación del pasaje del encuentro del Resucitado con los discípulos de Emaús. En este tiempo en el que estamos reflexionando sobre el sentido de la sinodalidad, la Palabra de Dios de este domingo nos muestra que realmente Jesús Resucitado nos acompaña en el camino y nos va explicando su Palabra, mientras que los bautizados vamos caminando juntos en la fe. «Que tu pueblo, oh Dios, se regocije siempre al verse renovado y rejuvenecido». Esta palabra de la oración colecta de este III domingo de Pascua expresan cómo se siente la Iglesia y cómo se sienten los bautizados que andan en sendas de vida nueva pues han participado del misterio de la Resurrección de Cristo. Y es que nos sentimos jóvenes en el espíritu ya que, como dice el apóstol Pedro en la segunda lectura, hemos sido rescatados «no con bienes efímeros, con oro o plata, sino a precio de la sangre de Cristo». «Dios resucitó a este Jesús y todos nosotros somos testigos». Sigue resonando en el tiempo de la Pascua el anuncio del Kerigma porque es el anuncio que le da razón a nuestra fe pascual. Se trata de un mensaje que debe estar fundamentado en el testimonio porque sólo podrá ser evangelizador quien haya encontrado al Resucitado. Muchos llegarán a creer en la medida que haya testigos auténticos del Misterio Pascual de Cristo. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? Gracias a los Hechos de los Apóstoles podemos evidenciar el impresionante cambio que experimentaron en sus vidas los testigos de la resurrección. Además, con el don del Espíritu Santo llega a plenitud su transformación en hombres nuevos. De manera especial este cambio de vida esta atestiguado en el primer discurso del apóstol Pedro, pronunciado con la autoridad propia de quien ha recibido la efusión del Espíritu. Los versículos 22-24 de nuestro texto son prototipo del kerigma apostólico, con unas ideas clave que hay que destacar: Jesús es el hombre «acreditado por Dios»; la cruz formó parte de un sabio designio de Dios, el cual entregó a su Hijo único a los hombres por amor; inclusive, dirigiéndose a los presentes, Pedro afirma que todos son responsables de la muerte de Cristo; sin embargo, Dios lo resucitó. Por otra parte, el Kerigma está respaldado por el testimonio de las Escrituras, las cuales sólo son comprensibles a la luz del Misterio Pascual. Por eso Pedro explica el salmo 15 como una profecía realizada en Cristo, el Mesías de quien se dice que no conocerá la corrupción. Quienes han sido rescatados a precio de la Sangre de Cristo están llamados a tomar en serio su proceder en esta vida. Esta seriedad, según el argumento que nos ofrece el apóstol, se fundamenta en el reconocimiento de Dios como Padre y también como juez. Si tenemos en cuenta de que esta carta de Pedro tiene el carácter de homilía bautismal, podemos recordar que es por el bautismo que nos convertimos en hijos de Dios y recibimos el privilegio de llamar Padre al justo juez de todos los seres. Leyendo este pasaje en su conjunto se percibe que el propósito del autor es hacernos tomar conciencia de lo que significa la sangre de Cristo, es decir, el precio de nuestra salvación. He ahí en esta perícopa una manera de explicar el fundamento de nuestra fe: precisamente el fundamento es el mismo Cristo, quien nos orienta a creer en Dios que lo resucitó y de esta manera a darle sentido nuestra esperanza en la vida eterna. Parecía que todo había terminado en la muerte de Cristo y en el corazón de todos los discípulos sólo quedaba la frustración. Decepcionados porque no había ocurrido la liberación de Israel, dos discípulos deciden alejarse de la Ciudad Santa y emprenden un viaje hacia Emaús. Aunque tienen un destino fijo, estamos ante la representación del viaje de alguien que pareciera que no tuviera rumbo y se siente perdido existencialmente. Sin que ellos lo reconozcan inicialmente, habiendo escapado de las cadenas de la muerte y dispuesto a darnos la vida en abundancia que prometió para todo el que crea en él, Cristo Resucitado sale al encuentro de estos discípulos para llevarlos a reconocerlo, primero con la explicación de las Escrituras y luego con la fracción del Pan. Estamos ante un proceso muy pedagógico de Jesús, que, como buen Maestro, va paso a paso en su catequesis. Primero provoca que el corazón de estos discípulos arda en el camino mientras les explica la Palabra y luego provoca que se les abran los ojos en el momento de la Fracción del Pan para que se den cuenta de que el Señor siempre estuvo caminando con ellos. Y es tan lógico y consecuente todo este camino de Emaús guiado por el resucitado, que todo desemboca en el testimonio sorprendido y alegre de los discípulos, quienes cuentan que han visto al Señor: han llegado a transformarse en testigos de la resurrección. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? Según el proceso pedagógico que acabamos de descubrir en el pasaje evangélico de este III domingo de Pascua, tendríamos que preguntarnos si nuestro corazón de verdad arde y se estremece cuando escuchamos la Palabra de Dios. Esto sólo puede pasar cuando descubrimos que la Escritura nos lee a cada uno de nosotros, cuando nos damos cuenta de que ella es lámpara para nuestros pasos y luz en nuestro sendero y cuando todas las cosas que acontecen en nuestra vida comienzan a tener sentido a la luz de la Palabra de Dios. Lo más importante es que contamos con la presencia viva de Cristo, resucitado de entre los muertos, el único que nos puede explicar verdaderamente las Escrituras ya que Él mismo es quien le da sentido a todo lo consignado en el texto sagrado. Luego de comprender las Escrituras, explicadas por Cristo Resucitado, el siguiente paso que debemos dar es el de reconocerlo en la fracción del Pan, en la Eucaristía. Necesitamos que el Resucitado nos cure la ceguera provocada por el horror de la cruz, haciéndonos capaces de “ver” al Resucitado, de creer en la Resurrección (cf. Papa Francisco, Carta sobre la formación litúrgica del Pueblo de Dios, núm. 7). De aquí se desprende que no podemos permitir que se nos pase una celebración de la Eucaristía sin que nosotros reconozcamos al Resucitado presente en el sacramento de su Cuerpo entregado y su Sangre derramada. En ese sentido, recientemente el Papa Francisco nos ha recordado que la liturgia es el lugar privilegiado de encuentro con Cristo. Así lo explica: «En la Eucaristía y en todos los Sacramentos se nos garantiza la posibilidad de encontrarnos con el Señor Jesús y de ser alcanzados por el poder de su Pascua. El poder salvífico del sacrificio de Jesús, de cada una de sus palabras, de cada uno de sus gestos, mirada, sentimiento, nos alcanza en la celebración de los Sacramentos. […] El Señor Jesús que, inmolado, ya no vuelve a morir; y sacrificado, vive para siempre (Prefacio III de Pascua), continúa perdonándonos, curándonos y salvándonos con el poder de los Sacramentos. A través de la encarnación, es el modo concreto por el que nos ama; es el modo con el que sacia esa sed de nosotros que ha declarado en la cruz» (DD 11). 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? La mejor súplica que podemos hacer está en el mismo Evangelio: «Quédate con nosotros, Señor». Por eso, qué mejor que tomar estas Palabras orantes del Papa San Juan Pablo II para contemplar el misterio de la presencia del Resucitado que nunca nos deja solos, habiéndose quedado en las Escrituras y en la Eucaristía: «Como los dos discípulos del Evangelio, te imploramos, Señor Jesús, ¡quédate con nosotros! Tú, divino Caminante, experto de nuestras calzadas y conocedor de nuestro corazón, no nos dejes prisioneros de las sombras de la noche. Ampáranos en el cansancio, perdona nuestros pecados, orienta nuestros pasos por la vía del bien. Bendice a los niños, a los jóvenes, a los ancianos, a las familias y particularmente a los enfermos. Bendice a los sacerdotes y a las personas consagradas. Bendice a toda la humanidad. En la Eucaristía te has hecho “remedio de inmortalidad”: danos el gusto de una vida plena, que nos ayude a caminar sobre esta tierra como peregrinos seguros y alegres, mirando siempre hacia la meta de la vida sin fin. ¡Quédate con nosotros, Señor! Quédate con nosotros! Amén» (San Juan Pablo II, Homilía en la apertura del año de la Eucaristía, 17 de octubre de 2004). _______________________ Recomendaciones prácticas: Los signos litúrgicos de la Pascua deben seguir resplandeciendo por su belleza y expresividad: el altar iluminado, el cirio pascual, la fuente bautismal, los ornamentos blancos, la música sagrada, etc. II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa Hoy ha resucitado el Señor. Hoy el Señor nos explica las Escrituras y parte para nosotros el Pan en el Sacramento de la Eucaristía. Hoy nosotros como Iglesia, queremos reconocer esta presencia del Resucitado y por eso brota de nuestro corazón la misma súplica de los discípulos de Emaús en el camino: «Quédate con nosotros, Señor». Esta petición se convierte en una oración actual ya que deseamos que el Resucitado no pase de largo por nuestras vidas. Convencidos de que Él permanece en medio de nosotros, vivamos alegres esta celebración eucarística. Monición a la Liturgia de la Palabra Así como sucedió en el camino de Emaús, ahora en la liturgia de la Palabra, Cristo nos ayuda a comprender las Escrituras, por medio de la Iglesia. Dejemos que este mensaje, que nos continúa anunciando el acontecimiento de la resurrección, alegre nuestra vida, de manera que podamos decir: ¡Como ardía nuestro corazón cuando el Señor nos explicaba las Escrituras! Oración Universal o de los Fieles Presidente: Como los discípulos de Emaús, reconociendo que Cristo Resucitado está presente en su Palabra y en la Fracción del Pan, oremos con esperanza por las necesidades del mundo entero y digamos: R. Por la victoria de Cristo, salva, Señor, a tus redimidos. 1. Por la Iglesia: para que la fe de la Pascua la libre de toda servidumbre y la haga más generosa en el servicio. Roguemos al Señor. 2. Por los pueblos todos de la tierra: para que el triunfo de Jesús sobre la muerte apague los odios y restaure la paz. Roguemos al Señor. 3. Por todos los que sufren: para que la gloria del Resucitado cure sus heridas y transforme su dolor en alegría. Roguemos al Señor. 4. Por nuestros hermanos que viven en las periferias, para que, por la caridad, se sientan incluidos y atendidos, y así experimenten la cercanía de Cristo y de la Iglesia. 5. Por nosotros y por todos los cristianos: para que el gozo de esta Pascua renueve nuestra fe y nos haga testigos entusiastas del Evangelio. Roguemos al Señor. Oración conclusiva ¡Oh Dios!, tu amor ha sido más fuerte que el odio y que la muerte. Escucha nuestra súplica filial y haz de nosotros hombres nuevos por la fe en tu Hijo Jesús Resucitado, que vive y reina por los siglos de los siglos. R. Amén.  

Vie 11 Sep 2020

“No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete”

VIGÉSIMOCUARTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO 13 de septiembre Primera lectura: Sir 27,30 - 28,7 Salmo: 103(102),1-2.3-4.9-10.11-12 (R. 8a) Segunda lectura: Rm 14,7-9 Evangelio: Mt 18,21-35 I. Orientaciones para la Predicación Introducción De la Palabra de Dios que se nos ofrece para este domingo, presentamos tres ideas temáticas, que pueden iluminar nuestra reflexión: - Importancia del perdón: el perdón de las ofensas debe caracterizar a la comunidad cristiana. - No hay límite para el perdón, la propuesta es “siempre” - De qué forma se puede acoger al pecador para llevarlo a la reconciliación con la comunidad, donde se debe vivir la solidaridad y fraternidad. Es la comunidad espacio para vivir la experiencia del perdón y la misericordia de Dios. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? Existen dos momentos claves en este Evangelio de Mateo para vivir la reconciliación al interior de la comunidad con el tema central del “perdón de las ofensas”: a. El número de veces que se debe perdonar al hermano cuando tiene actitudes y comportamientos ofensivos: ante la pregunta de Pedro “Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siete veces?”, a lo cual Jesús responde: “No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete”; el número siete es perfección, es decir “siempre”, no existe límite, lo cual significa que es importante olvidar todos los insultos, humillaciones, agravios, maltratos y perjuicios que impiden el perdón y la reconciliación y que dificultan el perdón entre los hermanos; es importante hacer sentir la experiencia del perdón desde el corazón, que permite que la misericordia de Dios se haga realidad. No hay que insistir en la ofensa recibida del hermano, al contrario, ¡hay que luchar por olvidarla y de corazón! además, es una forma de ¡combatir la violencia que existe en el corazón del ser humano! ¡Es la enseñanza de Jesucristo, quien perdonó hasta el último momento de su vida! Luego, el perdón es de todos los días y en todos los momentos y espacios de interacción. b. La parábola del siervo muestra la misericordia de Dios y señala lo qué le sucederá a quien no perdona según el corazón compasivo del Padre. Porque el amor de Dios hacia sus creaturas es grande y, además, gratuito; como dice la parábola, es como el Rey que perdonó a aquel súbdito, no solo la deuda sino, aún su vida y la de su familia, en eso consiste la ¡compasión! Pero, el Rey no alcanzó a pensar, cuál sería la actitud del siervo frente a sus deudores, lo más probable es que pensara que actuaría como él: con perdón y misericordia. Lo contrario hizo el siervo, no tuvo sus mismas entrañas, su comportamiento fue de injusticia y cobardía, ni siquiera lo escuchó. La lección que se puede sacar es: ante el amor de Dios, misericordioso y gratuito, que perdona siempre, el actuar del hombre hacia sus hermanos tiene que ser igual, no puede existir ¡incapacidad para perdonar! Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? Este evangelio permite orientar a la comunidad sobre la forma de discernir e identificar cómo se debe actuar frente a las ofensas que se reciben del hermano o se dan al hermano, y la respuesta cristiana a esas ofensas que ha recibido desde la mirada de Jesucristo. El perdón se convierte en una necesidad, en una urgencia y una actitud fundamental de todo discípulo de Cristo frente a tantas faltas de amor que se hacen: humanamente es difícil perdonar las heridas que a diario se hacen; hoy se viven procesos de paz donde el perdón y el olvido debe ser lo central de estos procesos, es alcanzar un amor sin límites, como lo propone Jesús, pero se hace tan difícil su práctica: ¡lograr la reconciliación es la propuesta cristiana! ¡Qué difícil es “perdonar setenta veces siete” como lo propone Jesús!, sin embargo, no es imposible, a veces el odio y la venganza son actitudes que hacen sobrepasar la respuesta del ser humano, pero se llega un momento en que se desea dejar tanta intolerancia, insulto, atropello, entre otras actitudes que atentan contra el verdadero amor que no solo se debe demostrar sino, que estamos llamados a vivir… Perdonar 70 veces siete, es decir siempre, debe ser la verdadera actitud cristiana, que muestre la fortaleza, la grandeza y magnanimidad del ser humano, capaz de sentir la verdadera experiencia del perdón y la reconciliación. La cruz es la mejor imagen de que de verdad se puede perdonar y de corazón, ¡es Jesucristo quien perdona hasta la muerte! Toda deuda se puede perdonar todas las veces necesarias, si se deja anteponer el amor a cada una de las circunstancias, tiempo y lugar donde se vive el odio y la venganza. Es la lucha de todo ser humano que quiera vivir la verdadera experiencia de perdonar y ser perdonado, ¡no se puede posponer esta deuda que tenemos con Dios en nuestros hermanos! Hay que vivir espacios alternativos de solidaridad y fraternidad, espacios de acogida y de perdón, donde todos sean bienvenidos. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Es importante crear un espacio, lugar y tiempo que permita cuestionar la propia vida y la de la comunidad: ¿Realmente perdonamos “siempre” y en todas las circunstancias de la vida? ¿Sé perdonar y soy capaz de pedir perdón y sentirme perdonado? O, actuamos como el siervo de la parábola, que no sabía de ¡misericordia y compasión! ¡No supo perdonar! ¿Creo en la importancia del sacramento de la reconciliación? ¿Con qué frecuencia lo busco? ¿Existe conciencia de perdón en nuestro corazón? ¿Cómo se percibe? ¿En la realidad de violencia, odios, desamor que se vive actualmente en los diferentes espacios sociales y comunitarios, cómo se manifiesta el perdón y la reconciliación? ¿Cuáles se consideran los verdaderos espacios y momentos para el perdón, la misericordia y la reconciliación? ¿qué gestos de fraternidad en los diferentes espacios donde convivo con los demás (calle, casa, familia, trabajo y otros) tengo? No hay que olvidar que el perdón, la misericordia y la reconciliación son considerados un solo tema en esta Palabra. Perdón basado en el amor sincero, de corazón, que permite convivir los hermanos juntos, en actitud siempre de reconocimiento y reconciliación, en conversión diaria de corazón que conduzca a verdaderos momentos de reconciliación. II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa Nos reunidos para celebrar juntos el amor y la misericordia de Dios, en este misterio de entrega total de su Hijo, Jesucristo. Él nos enseñó a perdonar hasta el extremo por eso, somos llamados a expresar nuestra fe con actitudes de perdón y reconciliación. Iniciemos esta Eucaristía con alegría y entusiasmo. Monición a la Liturgia de la Palabra La Palabra de Dios en este domingo nos recuerda la importancia de perdonar las ofensas y sentirnos perdonados. Jesús nos invita a perdonar sin límites, es decir, siempre. Las lecturas de hoy son de fácil entendimiento, pero exigentes para llevarlas a la práctica en la vida cotidiana. Escuchemos con atención y que el Espíritu de Dios nos regale el don de la conversión para el perdón y la reconciliación. Oración Universal o de los Fieles Presidente: Presentemos con confianza a Dios, nuestro Pedro, las súplicas implorando su misericordia y perdón. Diciendo: R. Que tu misericordia y perdón llegue hasta nosotros 1. Por la Iglesia Universal, para que fortalecida en el amor misericordioso de Dios pueda llegar a procesos de conversión que le permitan vivir en reconciliación, perdón y paz. 2. Por el Santo Padre Francisco, los Obispos, Sacerdotes y Diáconos, para que testimonien la misericordia y el amor de Dios en todas sus actitudes de vida y en sus acciones pastorales. 3. Por nuestro país que continúa buscando la paz y la reconciliación para que, aportando desde nuestra propia vida los valores de perdón y fraternidad, se pueda vivir el proyecto de Jesucristo de donación total. 4. Por los cristianos católicos del mundo entero para que, viviendo la misericordia y el amor de Dios, tengan gestos de reconciliación, y de perdón para con sus hermanos que los ofenden. 5. Por los enfermos que sufren a causa del virus del COVID-19, para que, en medio de sus dolores, encuentren fuerza y alivio en la caridad de los hermanos. 6. Por nosotros aquí presentes para que llevemos la buena noticia de la misericordia y la reconciliación a la que nos invita y capacita Dios, para perdonar y amar a nuestros hermanos. Oración conclusiva Padre, que en tu Hijo Jesucristo nos entregas tu amor misericordioso acoge estas súplicas que te presentamos con la fe y confianza de que serán escuchadas. Por Jesucristo, nuestro Señor. R. Amén

Vie 1 Feb 2019

El Señor llama a sus profetas

La liturgia de la palabra se ilumina también con la reciente exhortación apostólica del Papa Francisco “Gaudete et Exsultate”; en el numero 123 afirma “Los profetas anunciaban el tiempo de Jesús, que nosotros estamos viviendo, como una revelación de la alegría: «Gritad jubilosos» (Is 12,6)”. Primera lectura: Jeremías 1,4-5.17-19 Salmo: 71(70),1-2.3-4a.5-6ab.15ab+17 Segunda lectura: 1Corintios 12,31 - 13,13 Evangelio: Lucas 4,21-30 De los textos que la Iglesia hoy nos propone, en este día a nuestra reflexión y vivencia podemos entresacar las siguientes ideas: Presentan el tema vocacional. La primera lectura refiere la vocación de Jeremías, me parece que es la oportunidad, para recordar que, a lo largo de la historia, el Señor ha llamado a personas concretas, para que anuncien su presencia y voluntad, a sabiendas que ese llamado, vivido con fidelidad tiene un precio, en el caso de Jeremías, una violenta persecución. Hoy volvemos a escuchar al Señor Jesús en la sinagoga de Nazaret, después de proclamar el texto del profeta Isaías, nos dice “hoy se cumple esta Escritura que acaban de oír”. (continuación del evangelio del domingo pasado) Estas palabras desbordan en una situación abierta de rechazo y violencia, ante el reclamo que Jesús hace a sus oyentes, puesto que no tienen fe. San Pablo, luego de insistir en la importancia de la unidad y el servicio al “Cuerpo Místico de Cristo”, hoy nos presenta el punto central de la existencia cristiana: el amor. Deseo centrar la reflexión de este día, en la dimensión profética, por eso, veamos detenidamente estos textos y descubramos en ellos la llamada del Señor a continuar su obra en cada uno de nosotros, a través de la vocación a la que hemos sido llamados, a ser testigos, profetas del Evangelio. ¿Qué dice la Sagrada Escritura? La primera lectura nos presenta los detalles más profundos del llamado vocacional de Jeremías, de quien sabemos era apenas un muchacho. Dios lo llamó, lo sacó de su pueblo Anatot, de una vida tranquila y sencilla, a ser su profeta. “Antesde formarte en el vientre materno, te escogí; antes de que salieras del seno materno, te consagre”. El señor le anuncia que va a ser profeta de las naciones y que clamará contra la corrupción, la falta de fe, las alianzas políticas inútiles; ante esta misión Dios lo invita a armarse de valor, a no tener miedo y le advierte que la tarea no será fácil “lucharán contra ti, pero no te vencerán, porque yo estoy contigo para librarte”. El salmo 70 pone de manifiesto el tono de confianza que ha de tener el profeta, que no se fía de sus propias fuerzas, sino de la ayuda de Dios. “A ti, Señor, me acojo: no quede yo derrotado para siempre; tú eres justo, líbrame y ponme a salvo…”. La Iglesia hoy nos señala una de las páginas más hermosas del Nuevo Testamento y talvez de las más conocidas, “el himno al amor”, descrito por San Pablo en la primera carta a los Corintios. Todo termina, todo es limitado, pero cuando venga lo perfecto, lo limitado se acaba, lo único que prevalece es el amor. El amor “…goza con la verdad, disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites. El amor no pasa nunca”. El evangelio del domingo nos dejó en estado de expectativa, Jesús en la sinagoga de Nazaret, lee el libro del profeta Isaías y después de entregarlo al encargado afirma “hoy se cumple esta Escritura que acaban de oír”, el relato nos cuenta que los oyentes “tenían los ojos fijos en Él”. Hoy continuamos con la descripción de la misma escena. Lo dicho por Isaías, tiene cumplimiento en Jesús, Él es el profeta de la buena noticia, el liberador de todos los males del hombre. Esto inicialmente despierta curiosidad y admiración, pero cuando Jesús les dice que no va a realizar allí ningún milagro y les da la razón por la cual no lo va hacer – les falta fe -, la reacción es violenta “se pusieron furiosos y lo empujaron fuera del pueblo con intención de despeñarlo”. ¿Qué me dice la Sagrada Escritura? Es importante reconocer que los verdaderos profetas incomodan, provocan reacciones que confrontan la vida con el querer de Dios; el profeta autentico pone de manifiesto con toda claridad las injusticias, las situaciones de infidelidad, la falta de fe. Una preciosa lección de vida es cómo el que hace la voluntad de Dios, sin importar el precio que hay que pagar, Dios le acompaña, le asiste, lo protege, como a Jeremías: “no les tengas miedo... diles lo que yo te mando... yo estoy contigo”. Jeremías y Jesús cumplieron su misión, no se callaron, dijeron la verdad, a pesar de la oposición y la violencia que los rodeaba. Confiaron y se acogieron a la protección de Dios. “a ti, Señor, me acojo... mi peña y mi alcázar eres tú”. Jesús se abrió paso y llevo su misión hasta el final. ¿Qué me sugiere la Palabra, que debo decirle a la comunidad? Jesús al presentarse en Nazaret y entrar en la sinagoga, confronta inicialmente a los suyos, a sus paisanos, les dice que no tienen fe y por esta razón no puede hacer allí ningún milagro. Los dos refranes con los que aclara su postura “médico cúrate a ti mismo” y “ningún profeta es bien recibido en su propia tierra” genera la ira de sus oyentes que, de la admiración del domingo pasado, pasan a una actitud violenta de linchamiento. Seguramente a sus coterráneos les hubiera gustado que Jesús los adulara, curara enfermos y no que los confrontara en su fe. Jeremías es la figura original de un profeta que, por su misión, tiene que enfrentar situaciones adversas, llenas de desprecios, soledad y violencia. El pueblo no le hace caso, no se convierten, sin embargo, esta situación no lo desanima en el fiel cumplimiento de su misión, al contrario, el Profeta Jeremías se mantiene fiel a la llamada de Dios y no descansa en el anuncio de la voluntad de Dios. La realidad de los tiempos del profeta Jeremías o de los tiempos de Jesús, nos es extraña hoy en muchos de los ambientes donde se anuncia el Evangelio. Muchos con valentía y total confianza en el Señor, proclaman los valores del Evangelio, en las familias, a los jóvenes, a la sociedad civil, con reacciones positivas, pero también con reacciones de desprecio, indiferencia y rechazo abierto al querer de Dios. En este contexto estamos llamados a ser testigos de nuestra condición bautismal en la que nos hemos configurado con Cristo: Sacerdote, Profeta y Rey. Ante la oferta de tantos caminos que ofrecen la felicidad, en su mayoría caminos fáciles, sin sacrificios, la Palabra nos señala un camino exigente, de donación, de trasparencias, es el camino de la verdad, de la fidelidad, de la confianza en Dios que no abandona. Ante la tentación de dimitir, para no complicarnos la vida, está la opción de seguir el camino del profeta, que se hace testigo auténtico del querer de Dios. Hoy tenemos que dejarnos interpelar por el mensaje de San Pablo en la primera carta a los Corintios, amar salva, el que ama hace la voluntad de Dios, amarlo a Él y al prójimo es lo más importante. El amor cristiano, me da identidad, me hace discípulo del Señor, me lleva a experimentar el amor de Dios y por su amor hacemos de la vida lo mejor, buscamos la paz, servimos en la construcción de un mundo mejor, agradando a Dios y sirviendo a los hermanos. Así nos hacemos verdaderos profetas, testigos del amor de Dios en el mundo. ¿Cómo el encuentro con Jesucristo me anima y me fortalece para la misión? El encuentro con Jesús nos permite confirmar que nosotros también somos profetas; además de ser discípulos en el seguimiento de Jesús, debemos reconocer la grandeza del bautismo que nos ha hecho también profetas del siglo XXI. El Espíritu Santo recibido en los sacramentos de la Iglesia, nos empuja, como a Jesús, al desierto, al mundo, para ser profetas, testigos, proclamadores de las grandezas del Señor en la vida de los hombres. RECOMENDACIONES PRÁCTICAS: Insistir en el sentido de las palabras: elección, llamado, profeta, enviado, Palabra y amor. Se podría hacer una cartelera en la que se destaquen algunas personas que en la historia de la comunidad han dado testimonio de auténtica vida cristiana. Se sugiere el Prefacio Dominical III, la salvación del hombre por un hombre, Misal, pág. 385; con la Plegaria Eucarística III. Se puede emplear la fórmula de bendición solemne En el Tiempo Ordinario I, Misal, pág. 475