Pasar al contenido principal

predicación orante

Jue 10 Jun 2021

“Del costado de Cristo surge la Iglesia”

SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS Junio 11 de 2021 Primera lectura: Os 11,1.3-4.8c-9 Salmo: Sal Is 12,2-3. 4bcd.5-6 (R. cf. 3) Segunda lectura: Ef 3,8-12.14-19 Evangelio: Jn 19,31-37 I. Orientaciones para la Predicación Introducción La Palabra de Dios que ilumina y da sentido a esta solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús, nos presente algunas ideas para la reflexión, oración y vivencia, resaltadas las lecturas: • “El amor de Dios a Israel” (Os 11, 1. 3-4.8c-9), • “El amor de Dios abraza a toda la humanidad” (Ef 3,8-12.14-19) y • “Del costado de Cristo surge la Iglesia” (Jn 19, 31-37). 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? “El amor de Dios a Israel” (Os 11, 1. 3-4.8c-9): El profeta Oseas nos presenta en este oráculo un mensaje claro del amor de Dios para con el pueblo de Israel. El señor es eternamente fiel. Israel no lo es, pero el Señor, por fidelidad a sí mismo, proclama de nuevo su bendición para el pueblo. La novedad en este texto está en que, si antes esta fidelidad se proclamaba bajo la imagen del esposo, ahora se hace con la imagen del padre: el amor de Dios a Israel es comparado al amor de un padre a su hijo. Este amor es más fuerte que el amor de una madre a sus hijos. Dios ama a su pueblo más que un esposo a su amada; este amor vencerá incluso las peores infidelidades; llegará hasta el don más precioso: “tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único” (Jn 3,16). “El amor de Dios abraza a toda la humanidad” (Ef 3,8-12.14-19): La actitud orante de Pablo “me pongo de rodillas”, no es una actitud frecuente en los judíos que oran siempre de pie. Sólo en los momentos de excepcional solemnidad hincaban las rodillas o se postraban en señal de adoración. El apóstol, con este giro de solemnidad casi litúrgica, expresa la intensidad de su oración y la humildad con que se realiza. Este tipo de oración hace que el hombre entero, cuerpo y alma, muestre con sus palabras y gestos el amor filial que tiene a Dios. En esta bellísima oración se pide a Dios que fortalezca a los cristianos, que Cristo habite por la fe en sus corazones y que puedan comprender la dimensión del amor de Cristo, predicado por San Pablo, de forma que crezcan hasta la plenitud de Dios. La inmensa grandeza del misterio de Cristo se expresa con un esquema muy visible: una cruz y el crucificado, cuyos brazos se extienden en las cuatro direcciones buscando abrazar con el amor a toda la humanidad. En definitiva, conocer la historia de la salvación y el misterio de Cristo es darse cuenta de la magnitud del amor de Dios. Ahí está el fundamento de la vida cristiana, como lo expresa la liturgia de las horas, en el himno de laudes en la Solemnidad del Sagrado Corazón: “Oh Jesús, suma benignidad, admirable alegría del corazón, bondad inabarcable, tu amor nos abraza”. “Del costado de Cristo surge la Iglesia” (Jn 19, 31-37): En la víspera de la Pascua se inmolaban oficialmente en el templo los corderos pascuales a los que, según la Ley, no se podía romper un hueso (Cf. Ex 12,46). La referencia a la “parasceve” (viernes como preparativo del sábado entre los judíos) y el hecho de que no le quebraran las piernas, subraya que Cristo es el verdadero Cordero Pascual que quita el pecado del mundo. La sangre y el agua que brotaron del costado traspasado de Jesús son figuras del Bautismo y de la Eucaristía, de todos los sacramentos, y de la misma Iglesia. Este segundo Adán se durmió en la cruz para que de allí le fuese formada una esposa que salió del costado de quien dormía. El comienzo de la Iglesia y su crecimiento están simbolizados en la sangre y en el agua que manaron del costado abierto de Cristo crucificado (LG 3). Tras la muerte de Jesús, el Evangelio de Juan nos presenta un episodio que él considera altamente significativo. En primer lugar, nos indica que es el momento de la preparación (Jn 19,31), es decir, la preparación a la Pascua, y precisamente es el momento en que se inmolan los corderos para la cena pascual. Todo indica que estamos en un viernes, puesto que el día siguiente es sábado y muy solmene. Los soldados quiebran las piernas de los otros dos crucificados (Jn 19,32) y al llegar a Jesús, como lo ven ya muerto, no le quiebran las piernas (Jn 19,33), sino que uno de los soldados le atravesó el costado con una lanza y al instante salió sangre y agua. El mismo evangelista nos presenta dos claves de lectura de este texto. En primer lugar, la referencia a Cristo como cordero Pascual, como bien podemos encontrar en textos veterotestamentarios (Ex 12,46) o al justo cuyos huesos son protegidos por Dios (Sal 34,21). La segunda referencia es a Cristo como Dios traspasado por los pecados del pueblo. En el profeta Zacarías 12,10 está la misma expresión, que se refiere a Dios, y ahora en el Evangelio de Juan es aplicada a Jesucristo. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? Hoy en la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, detengámonos a contemplar juntos el Corazón traspasado del Crucificado. En la carta de san Pablo a los Efesios, reflexionemos una vez más que "Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando muertos a causa de nuestros delitos, nos vivificó juntamente con Cristo (...) y con él nos resucitó y nos hizo sentar en los cielos en Cristo Jesús" (Ef 2, 4-6). Estar en Cristo Jesús significa ya sentarse en los cielos. En el Corazón de Jesús se expresa el núcleo esencial del cristianismo; en Cristo se nos revela y entrega toda la novedad revolucionaria del Evangelio: el Amor que nos salva y nos hace vivir ya en la eternidad de Dios. El evangelista san Juan escribe: "Tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna" (Jn 3, 16). Su Corazón divino llama entonces a nuestro corazón; nos invita a salir de nosotros mismos y a abandonar nuestras seguridades humanas para fiarnos de él y, siguiendo su ejemplo, a hacer de nosotros mismos un don de amor sin reservas. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Aunque es verdad que la invitación de Jesús a "permanecer en su amor" (cf. Jn 15, 9) se dirige a todo bautizado, en la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, es también la Jornada de santificación sacerdotal. Bien podemos reflexionar: ¿Cómo no recordar con conmoción que de este Corazón ha brotado directamente el don de nuestro ministerio sacerdotal? ¿Cómo olvidar que los presbíteros hemos sido consagrados para servir, humilde y autorizadamente, al sacerdocio común de los fieles? Nuestra misión es indispensable para la Iglesia y para el mundo, que exige fidelidad plena a Cristo y unión incesante con él, o sea, permanecer en su amor; esto exige que busquemos constantemente la santidad. II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa Reunidos como asamblea litúrgica dispongamos nuestro corazón para dar gracias a Dios en el misterio de la comunión y unidad: la Eucaristía. La iglesia celebra el día de hoy la solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús y la jornada de oración por la santificación del clero, supliquemos al Señor por nuestra Patria Colombia y por los sacerdotes. Continuemos con alegría esta celebración. Monición a la Liturgia de la Palabra La liturgia de la Palabra nos presenta cómo el amor de Dios es un amor sin límites. Su grandeza se manifiesta en la pequeñez y en la ternura. Jesús, no nos pide grandes discursos sobre el amor, sino hacer pequeños gestos concretos en continuidad con Él. Oración Universal o de los Fieles Presidente: Bendigamos a Cristo que, para ser ante Dios Padre el pontífice misericordioso y fiel de los hombres, se hizo en todo semejante a nosotros y supliquemos diciendo: R. Muéstranos, Señor, los tesoros de tu amor 1. Te pedimos Señor, por nuestra Iglesia y en ella por el Papa Francisco, los Obispos, el clero y a todos los bautizados, para que los sostengas frente a las dificultades que se presentan. 2. Te pedimos Señor, por nuestra patria colombiana, por los líderes de nuestros pueblos, para que el amor y el diálogo contribuyan siempre a la solución de los conflictos. 3. Te pedimos Señor, por todos los que sufren, para que del costado de Cristo sean reconfortados en la misericordia 4. Te pedimos Señor, por quienes nos encontramos reunidos celebrando la Eucaristía, que podamos continuar con la misión evangelizadora que nos has encomendado. En un momento de silencio presentemos nuestras intenciones personales. Oración conclusiva Padre Santo, escucha nuestras plegarias las cuales presentamos confiados en tu amor y misericordia. Por Jesucristo nuestro Señor. R. Amén.

Lun 31 Mayo 2021

“Cristo selló con su sangre para siempre la Nueva Alianza”

EL CUERPO Y LA SANGRE SANTÍSIMOS DE CRISTO Junio 6 de 2021 Primera lectura: Éx 24,3-8 Salmo: Sal 116(115),12-13.15-16.17-18 (R.13) Segunda lectura: Hb 9,11-15 Evangelio: Mc 14,12-16.22-26 I. Orientaciones para la Predicación Introducción De la Palabra de Dios que se nos ofrece para esta solemnidad del Cuerpo y Sangre Santísimos de Cristo, se pueden resaltar tres grandes ideas contenidas en cada una de las tres lecturas: • “La sangre de la Alianza” (Ex 24, 3-8), • “Cristo selló con su sangre para siempre la Nueva Alianza” (Hb 9,11-15), y • “Esta es mi sangre de la Nueva Alianza” (Mc 14,12-16.22-26) 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? “La sangre de la Alianza” (Ex 24, 3-8): Era frecuente entre los pueblos ratificar los pactos mediante un rito o un banquete. En este pasaje del libro del Éxodo se narra un rito con banquete mediante el cual queda sellada la Alianza. Este rito tiene lugar en la cercanía del monte, considerado un lugar sagrado; Moisés se presenta como un intermediario, pero los protagonistas son Dios y su pueblo. La ceremonia tiene dos partes bien significativas: a) la lectura y aceptación del decálogo, b) el sacrificio que sella el pacto. La aceptación del decálogo por parte del pueblo se hace con toda solemnidad, usando una formula ritual: “Haremos todo lo que ha dicho el Señor”. Posteriormente, el pueblo es rociado con la sangre del sacrificio, de esta manera queda asegurado el vínculo a la Alianza. Al distribuir la sangre a partes iguales entre el altar, que representa a Dios y el pueblo, se quiere significar que ambos se comprometen a las exigencias de la Alianza. Cuando Moisés rocía con la sangre del sacrificio al pueblo entero, lo está consagrando, haciendo de él “propiedad divina y reino de sacerdotes”. Jesucristo, en la última Cena, al instituir la Eucaristía, utiliza los mismos términos: “sangre de la Nueva Alianza” (Cf. 1 Cor 11, 23-25), indicando la naturaleza del nuevo pueblo de Dios, que, habiendo sido redimido, es ahora el “Pueblo santo de Dios”. “Cristo selló con su sangre para siempre la Nueva Alianza” (Hb 9,11-15): En la Antigua Ley tanto el sacrificio expiatorio como el ritual de una Alianza exigían el derramamiento de sangre. El autor de la Carta a los Hebreos manifiesta que la mediación sacerdotal de Cristo es la única que puede lograr el perdón de los pecados y el acceso de los hombres a Dios, porque derramó su propia sangre para ratificar la Nueva Alianza. El cristiano puede hacer también de su vida un sacrificio para Dios, uniéndose al sacrificio de Cristo. En otras palabras, la santidad del cristiano deriva directamente del sacrificio del Calvario. Conviene recordar que la Santa Misa es la renovación de este único sacrificio de Cristo, pero no reiteración al modo de los antiguos sacrificios: el sacrificio de Cristo y el sacrificio de la Eucaristía son, pues, un único sacrificio. Es una y la misma víctima, que se ofrece ahora por el ministerio de los sacerdotes, que se ofreció a sí misma entonces sobre la cruz; sólo difiere la manera de ofrecer (Cf. CEC 1367). “Está es mi sangre de la Nueva Alianza” (Mc 14,12-16.22-26): El evangelista Marcos es el más sobrio de los evangelios sinópticos (Mt 26,26-29; Lc 22, 14-20) y de la tradición paulina (1Cor 11,23-26) a la hora de narrar la institución de la Eucaristía. La muerte de Cristo es a la vez el sacrificio pascual que lleva a cabo la redención definitiva de los hombres por medio del “cordero que quita el pecado del mundo” (Jn 1,29) y el sacrificio de la Nueva Alianza que devuelve al hombre la comunión con Dios reconciliándole con Él por “la sangre derramada por muchos para remisión de los pecados” (Mt 26,28). Jesús estaba reunido con sus discípulos celebrando la Pascua judía, que recordaba la liberación de la esclavitud de Egipto y el paso del Mar Rojo hacia la tierra prometida. En esa cena judía el pan se comía sin levadura, se preparaba un cordero y los alimentos se acompañaban con el vino. Jesús aprovecho esos elementos para darle un nuevo significado. Por eso dice el texto: “mientras cenaban, tomó pan y, después de pronunciar la bendición, lo partió, se lo dio a ellos y dijo: Tomad, esto es mi cuerpo. Y tomando el cáliz, habiendo dado gracias, se lo dio y todos bebieron de él. Y les dijo: Ésta es mi sangre de la nueva alianza, que es derramada por muchos” (Mc 14,22-24). Con Cristo el pueblo cristiano vive su Pascua, es decir, el paso ya no del Mar Rojo, pero sí del pecado a la Gracia, de las tinieblas a la Luz. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? La fiesta del Corpus Christi es inseparable del Jueves Santo, de la misa in Caena Domini, en la que se celebra solemnemente la institución de la Eucaristía. Mientras que en la noche del Jueves Santo se revive el misterio de Cristo que se entrega a nosotros en el pan partido y en el vino derramado, hoy, en la celebración del Corpus Christi, este mismo misterio se presenta para la adoración y la meditación del pueblo de Dios, y el Santísimo Sacramento se lleva en procesión por las calles de la ciudad y de los pueblos, para manifestar que Cristo resucitado camina en medio de nosotros y nos guía hacia el reino de los cielos. Lo que Jesús nos dio en la intimidad del Cenáculo, hoy lo manifestamos abiertamente, porque el amor de Cristo no es sólo para algunos, sino que está destinado a todos. ¡Que nuestras calles sean calles de Jesús! ¡Que nuestras casas sean casas para él y con él! Que en nuestra vida de cada día penetre su presencia. Con este gesto, ponemos ante sus ojos los sufrimientos de los enfermos, la soledad de los jóvenes y de los ancianos, las tentaciones, los miedos, toda nuestra vida. La procesión quiere ser una bendición grande y pública para nuestra ciudad: Cristo es, en persona, la bendición divina para el mundo. ¡Que el rayo de su bendición se extienda sobre todos nosotros! 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? En la procesión del Corpus Christi, acompañamos al Resucitado en su camino por el mundo entero. Y, de este modo, respondemos también a su mandato: «Tomad y comed… Bebed todos» (Mc 14,12-16.22-26). No se puede «comer» al Resucitado, presente en la forma del pan, como un simple trozo de pan. Comer este pan es comulgar, es entrar en comunión con la persona del Señor vivo. Esta comunión, este acto de «comer», es realmente un encuentro entre dos personas, es un dejarse penetrar por la vida de quien es el Señor, de quien es mi Creador y Redentor. El objetivo de esta comunión es la asimilación de mi vida con la suya, mi transformación y configuración con quien es Amor vivo. Por ello, esta comunión implica la adoración, implica la voluntad de seguir a Cristo, de seguir a quien nos precede. Adoración y procesión forman parte, por tanto, de un único gesto de comunión; responden a su mandato: «Tomad y comed». II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa La Iglesia está de fiesta hoy al celebrar, honrar y venerar la presencia de Cristo en el sacramento de la Eucaristía, su Cuerpo y su Sangre. Participar en este encuentro con el Señor nos impulsa a ser sacramento de amor y de unidad. Con alegría continuemos esta celebración. Monición a la Liturgia de la Palabra La liturgia de la Palabra nos presenta cómo del corazón de Cristo, de su «oración eucarística» en la víspera de la pasión, brota el dinamismo que transforma la realidad en sus dimensiones cósmica, humana e histórica. Todo viene de Dios, de la omnipotencia de su Amor uno y trino, encarnada en Jesús. En este Amor está inmerso el corazón de Cristo; por esta razón él sabe dar gracias y alabar a Dios, incluso, ante la traición y la violencia, y de esta forma cambia las cosas, las personas y el mundo. Oración Universal o de los Fieles Presidente: Acudamos a nuestro Padre Dios, por mediación de Cristo que invita a todos a su Cena y en ella entrega su Cuerpo y su Sangre para la vida del mundo, digámosle: R. Cristo, Pan bajado del cielo, danos la vida eterna 1. Por el Romano Pontífice Francisco, obispos, sacerdotes, religiosos para que unidos por el Cuerpo y la Sangre de Cristo formen una sola familia, roguemos al Señor. 2. Por los gobernantes de las naciones, para que rijan los destinos de los pueblos con equidad y justicia, roguemos al Señor. 3. Por los que sufren, para que sepamos compartir con ellos nuestro pan de cada día, anuncio del Pan de vida eterna, roguemos al Señor. 4. Por toda la asamblea del pueblo de Dios, invitados a la mesa del Señor, para que el Pan de la Palabra y de la Eucaristía disponga nuestro corazón en ayuda a los más necesitados, roguemos al Señor. En un momento de silencio presentemos nuestras intenciones personales. Oración conclusiva Padre misericordioso, recibe estas suplicas que te presentemos con fe y esperanza en esta solemnidad del Cuerpo y Sangre de tu Hijo, Jesucristo, quien vive y reina por los siglos de los siglos. R. Amén.

Jue 20 Mayo 2021

«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo»

DOMINGO DE PENTECOSTÉS (Misa del día) Mayo 23 de 2021 Primera Lectura: Hch 2,1-11 Salmo: 104(103),1ab+24ac. 29bc-30.31+34 (R. cf. 30) Segunda Lectura: 1Co 12, 3b-7.12-13 o Ga 5,16-25 Evangelio: Jn 20,19-23 o Jn 15, 26-27; 16,12-15 I. Orientaciones para la Predicación Introducción La Palabra de Dios nos anuncia: • El Padre de amor cumple la promesa de su Hijo Jesucristo y envía el Espíritu Santo que llena la vida de los discípulos para impulsar la misión de la Iglesia: anunciar a Cristo muerto y resucitado. • El soplo de Cristo resucitado infunde el Espíritu de vida en los apóstoles para ser enviados: ellos se encargarán de llevar el perdón de los pecados. • El Espíritu Santo llena el universo como fruto de la Pascua. Hoy nosotros, en la celebración litúrgica, invocamos al Espíritu para que nos anime en el momento presente, sobre todo para que construyamos la unidad de la familia humana. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? El libro de los Hechos de los Apóstoles es considerado el “Evangelio del Espíritu Santo”. Esta obra de Lucas nos retrata una Iglesia que todo lo hace por la acción del Espíritu y esto gracias al acontecimiento de Pentecostés. Lucas intenta describir la venida transformadora del Espíritu a partir de signos teofánicos del Antiguo Testamento: el ruido, el viento, las lenguas de fuego. Lo que pretende Lucas es transmitirnos el alcance y las consecuencias de Pentecostés y para eso ha construido un relato que conserva su frescura y actualidad, dos mil años después de haber sido escrito. No sólo narra un hecho del pasado, sino que sirve de modelo para interpretar lo que hace el Espíritu en el “hoy” de la Iglesia. Todo ocurre en aquella casa donde se encontraba la comunidad que se había congregado después de la Ascensión. Adquiere protagonismo el viento huracanado: la lengua griega usa el mismo término para designar viento y Espíritu (Pneuma-Ruah). Del signo de las lenguas de fuego, se desprende el hecho de hablar en diferentes lenguas. Lucas nos presenta una composición muy gráfica para comunicarnos cómo el Espíritu de Dios tomó posesión de aquellos hombres y mujeres. Así, los lectores de todos los tiempos pueden tener clara la imagen de este gran acontecimiento. Hemos sido bautizados todos en un mismo Espíritu. Esta realidad nos la presenta la segunda lectura para que los cristianos recordemos en dónde hemos recibido al Espíritu y para que estemos convencidos de que somos verdaderos portadores del Espíritu Santo. Gracias a Pentecostés, el Paráclito es derramado en los hombres y mujeres de todos los tiempos a través a las mediaciones sacramentales del bautismo y la confirmación. En el Evangelio, Juan nos relata la primera aparición del Resucitado a los Doce, reunidos con las puertas cerradas. El soplo de Cristo, vencedor de la muerte, evoca el soplo creador del Génesis, lo que significa que el Espíritu de Dios realiza la nueva creación, que es consecuencia del Misterio Pascual de Cristo. Para realizar esta obra, los apóstoles son enviados por Cristo, capacitados por el Espíritu. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? Como la Virgen María y los apóstoles en Pentecostés, así nosotros por el bautismo y la confirmación hemos sido llenos del Espíritu. Así como Cristo fue movido por el Espíritu Santo en todo su ministerio y vivificado por el Espíritu en su resurrección, nosotros debemos ejercer nuestra vida cristiana dejándonos guiar y resucitar por el Espíritu Santo. Si nos fijamos en la secuencia de la solemnidad de hoy, podemos descubrir lo que puede hacer el Espíritu Santo, llegando hasta el fondo del alma para ser nuestro descanso, nuestro gozo, nuestra luz. Debemos asombrarnos cuando esta oración le dice al Espíritu Santo: “Mira el vacío del hombre, si tú le faltas por dentro”. Para llenar los vacíos del ser humano de hoy es enviado el Espíritu. Él es el amor del Padre y del Hijo y, cuando llega a nuestra vida, nos infunde el verdadero amor que nos hace sentir plenos y dichosos. Hoy acontece la efusión del Espíritu Santo para la Iglesia. Lo que aconteció en Pentecostés se actualiza concretamente en cada Eucaristía, pues el Espíritu vivificador no sólo desciende sobre las especies eucarísticas, sino también sobre la asamblea que celebra: “para que, fortalecidos con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo y llenos de su Espíritu Santo, formemos en Cristo un solo cuerpo y un solo espíritu”. En Pentecostés nació la Iglesia, pero en cada Eucaristía la Iglesia se renueva y renace para ser signo de unidad. De aquí surge el reto para cada bautizado: con el don del Espíritu, el bautizado está llamado a contribuir en la edificación de la Iglesia. No podemos rendirnos en la construcción de la unidad de la Iglesia. Contamos con la fuerza del Espíritu Santo para que los hijos de Dios vivamos la fraternidad y para que todos los seres humanos lleguemos a ser una verdadera familia de hermanos. Claro está que la unidad se comienza a vivir en cada familia, en cada parroquia, en pequeñas comunidades parroquiales para que de ahí se comience a vivir en los diferentes grupos y ambientes de la sociedad. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? La secuencia de Pentecostés es una oración que viene de la Tradición viva de la Iglesia. Es un texto elaborado para ser orado y para ser contemplado. Primero que todo, oremos con él, pronunciando el mismo grito de la Iglesia que clama en este día: “Ven, Espíritu Divino”. Luego, procuremos contemplar los símbolos y las acciones que encontramos en este himno: luz, huésped, descanso, brisa, etc.; reconforta, riega, sana, etc. De esta manera podremos contemplar las maravillas que obra el Espíritu Santo en la vida humana, en la sociedad, en el universo entero. II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa Cristo resucitado, glorificado por el Padre, derrama sobre la Iglesia el Espíritu Santo. Hemos llegado al culmen de la Pascua y nuestra alegría es desbordante ya que el Espíritu vivificador renueva el Universo y transforma nuestros corazones. Oremos por toda la Iglesia, por nuestra diócesis, nuestra parroquia y nuestra familia para que el acontecimiento de Pentecostés anime nuestra vida eclesial. Participemos alegres en esta celebración. Monición a la Liturgia de la Palabra Prestemos toda nuestra atención a la liturgia de la Palabra para poder evocar lo que sucedió en Pentecostés y así contemplar que hoy se actualiza la efusión del Espíritu Santo, Señor y dador de vida, en la Iglesia. Escuchemos atentos la Palabra de Dios. Oración Universal o de los Fieles Presidente: Hoy el Espíritu Santo ha sido derramado en nuestros corazones para recibir vida en abundancia. Por medio de Cristo resucitado, presentamos nuestras oraciones al Padre para pedirle que renueve en nosotros la experiencia de Pentecostés. Por eso decimos: R. Envía tu Espíritu Señor y renueva la faz de la tierra 1. Te pedimos, Padre, que el Espíritu Santo siga renovando la vida de la Iglesia para llevar a cabo su misión evangelizadora con el gozo y el entusiasmo de la fe, para que, el Espíritu nos guíe hacia la unidad que Cristo quiere para el mundo entero. Oremos. 2. Te pedimos, Padre, por los gobernantes de las naciones, para que infundas en ellos la sabiduría del Espíritu para orientar a sus pueblos hacia el progreso, la fraternidad, la justicia y la paz. Oremos. 3. Te pedimos, Padre, que el Espíritu Santo resplandezca con su luz en la vida de todos los que sufren por causa de la pobreza, la violencia, la enfermedad, la soledad, para que infundas en ellos consuelo para sus tristezas y fuerza para levantarse. Oremos. 4. Te pedimos, Padre, por nosotros, que estamos recibiendo hoy la efusión del Espíritu Santo, para que llenando de amor nuestros corazones, limpies nuestras culpas y así comencemos a caminar en la vida nueva de Cristo resucitado. Oremos. En un momento de silencio presentemos al Padre nuestras intenciones personales Oración conclusiva Padre de la vida, que nos alegras con la efusión del Espíritu Santo. escucha la voz de la Iglesia que te invoca y presenta las necesidades de la humanidad. Por Jesucristo nuestro Señor. R. Amén

Jue 13 Mayo 2021

«Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación»

SÉPTIMO DOMINGO DE PASCUA ASCENSIÓN DEL SEÑOR Mayo 16 de 2021 Primera Lectura: Hch 1,1-11 Salmo: 47(46),2-3.6-7.8-9 (R. cf. 6) Segunda Lectura: Ef 1,17-23 o Ef 4,1-13 (forma larga) o Ef 4,1-7.11-13 (forma breve) Evangelio: Mc 16,15-20 I. Orientaciones para la Predicación Introducción La Palabra de Dios nos orienta y fortalece: • Cuarenta días después de la resurrección, Cristo asciende a los cielos como cabeza de la Iglesia para que nosotros, como miembros de su Cuerpo Místico, podamos alcanzar su misma victoria. • Antes del acontecimiento de la Ascensión, el Resucitado envía a los Once a proclamar el Evangelio al mundo entero. Cristo se marcha físicamente, pero permanece vivo en su Iglesia que tiene la misión de anunciar la buena noticia y de bautizar a todo el que crea. • “Dios asciende entre aclamaciones”. Nosotros, los discípulos de Cristo de este tiempo presente, mientras contemplamos al Señor que asciende, nos alegramos hasta el punto de entonar todas las alabanzas y aclamaciones que salen de nuestro corazón. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? El prólogo del libro de los Hechos de los Apóstoles (1,1-4) que encontramos en la primera lectura, pone en evidencia que estamos ante la continuación del relato evangélico de Lucas. Así, la vida de la Iglesia (narrada en la segunda parte de la obra lucana) queda firmemente enraizada en el ministerio de Jesús. Esta vida de la Iglesia comienza en Jerusalén (es evidente el interés teológico de Lucas por colocar a Jerusalén como punto de partida de la expansión de la Iglesia hasta los confines de la tierra) y allí recibirá la promesa del Espíritu Santo. Así queda patente el vínculo entre la solemnidad de hoy y la gran solemnidad de Pentecostés, vínculo que también Jesús expresó cuando les dijo a los discípulos que se marchaba para que vinera el Paráclito (cf. Jn 16,7). Si queremos ver la relación de la primera lectura con el Evangelio de esta solemnidad, lo podemos notar, no sólo en la descripción de la Ascensión que ambos textos nos presentan, sino en la misión que el Resucitado encomienda a los apóstoles: La voluntad de Jesús es clara: consiste en que sus apóstoles reciban el Espíritu Santo para ser testigos y vayan a anunciar la Buena noticia. Y es que la tarea evangelizadora tiene su fundamento en la experiencia de ser testigos del Resucitado, llenos de la fuerza (dynamis) del Espíritu. También queda patente el universalismo de esta misión en las expresiones: “hasta los confines del mundo” (Hch 1,8) y “vayan al mundo entero” (Mc 16,15). La Iglesia es esencialmente misionera y sus fronteras serán las del mundo. En cuanto al relato de la Ascensión, el texto de Hch se distingue por la referencia a ciertos detalles: la aparición de la nube, signo bíblico de la presencia divina; las palabras alentadoras de los personajes celestiales; el mensaje para la Iglesia en la expectativa del regreso de Jesús. Mientras tanto la breve narración de Marcos resalta el hecho de que el Señor se siente a la derecha del Padre para inaugurar su reinado universal como Mesías e interceder por nosotros como Sumo Sacerdote (cf. Hb 8,1; CEC 663-664). En la segunda lectura (Ef 1,17-23) el apóstol Pablo, a manera de oración, manifiesta que el cristiano necesita ser iluminado por Dios para comprender la riqueza de la gloria que le espera en el cielo, gracias al poder de Cristo resucitado y glorificado. Y esto porque conocer la futura herencia por la fe significa poseerla ya anticipadamente. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? Podríamos preguntarnos ¿Qué efecto tiene la Ascensión de Jesús para nuestra vida en el presente que estamos viviendo? Es importante que reflexionemos que, desde el momento en que Cristo asumió nuestra condición humana, podemos afirmar una gran verdad: donde esta Cristo, está su Iglesia, estamos los bautizados. Esto significa, de cierta manera, que, si Cristo está en el cielo, los que somos de Cristo (cf. 1Cor 15,23) ya estamos con Él y podemos aspirar a disfrutar de su gloria. Claro que tenemos que esperar a que llegue el momento definitivo. No obstante, Cristo nos está preparando un lugar (cf. Jn 14,3), un lugar al que aspiramos, mientras en la vida diaria luchamos por la santidad. Con la esperanza de llegar al cielo es que se mueve nuestra vida cristiana, en medio de los gozos y las fatigas de cada día. No es casualidad que el apóstol Pablo señale que necesitamos comprender cuál es nuestra esperanza pues es muy fácil olvidar cuál es la meta de nuestra vida, en medio de tantas cosas que tenemos que pensar y que hacer, en medio de los afanes y preocupaciones de cada día. Cristo en el cielo nos dice: “Tú meta es el cielo”. Y si hay una meta que vale la pena, también valdrán la pena todos nuestros esfuerzos aquí en la tierra: los esfuerzos de todos los hombres y mujeres para sacar su vida adelante, sobre todo cuando las crisis económicas y sociales nos golpean; los esfuerzos por conseguir una sociedad llena de paz, justicia y progreso; los esfuerzos por aprender a amarnos entre hermanos; y qué decir de los esfuerzos por anunciar el Evangelio, la misión que nos encomienda Cristo resucitado. Para la misión de la Iglesia y para la vida de sus discípulos, el Señor nos promete el Espíritu Santo. La presencia visible del Verbo encarnado culmina con su Ascensión, pero toma protagonismo la acción del Espíritu Santo que es fuerza para ser testigos de Cristo (cf. Hch 1,8), fuerza en nuestro camino hacia el cielo. Litúrgicamente, la espera de esta promesa será el motor que mueva nuestro interior durante esta última semana de Pascua que comienza hoy y que nos llevará a la solemnidad de Pentecostés. Que cada día podamos invocar: “Ven Espíritu Santo”. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Nuestra oración ha de ser necesariamente una mirada dirigida al cielo. En el cielo está Cristo que mira con misericordia las situaciones difíciles que debemos pasar en la tierra. La Ascensión del Señor, según nos lo recuerda san León Magno, lejos de desanimarnos, aumenta nuestra fe, ya que nos empuja a creer sin vacilación en la presencia invisible y sacramental de Cristo en la Iglesia. Con esta fe pidamos por toda la humanidad y por las dificultades que pasa en estos tiempos. El tiempo pascual está llegando a su fin, pero la alegría pascual tiene que ser más fuerte que nunca. Esta alegría deben contemplarla en nuestra vida todos los que nos rodean. Es la alegría que se nutre de la esperanza de la vida futura que nos garantiza Cristo con su Ascensión. No nos dejemos robar ni la alegría ni la esperanza. II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa Llegados a este punto culminante del tiempo Pascual nos disponemos a celebrar el gran acontecimiento de la Ascensión del Señor. Nos alegramos con esta solemnidad porque Cristo sube al cielo para mostrarnos el camino y, al mismo tiempo, se ha quedado con nosotros en la Iglesia para sostenernos. Que se acreciente cada vez más nuestro gozo pascual para ser verdaderos testigos y anunciadores del Evangelio. Participemos con fe. Monición a la Liturgia de la Palabra Al escuchar la Palabra de Dios en este domingo, la Ascensión de Jesús se nos manifiesta como un acontecimiento actual. Hoy es el día en que Cristo es glorificado y en donde se renueva nuestra fe, nuestra esperanza y nuestro amor para convertirnos en testigos de la Pascua, en testigos de Aquel que está sentado a la derecha del Padre. Escuchemos con atención. Oración Universal o de los Fieles Presidente: Con Cristo que sube al Padre, suben también las oraciones de la Iglesia que intercede por toda la humanidad. Son las plegarias que ahora presentamos, movidos por la esperanza que no nos defrauda y que nos anima para aclamar al Padre y decirle: R. Tú que tanto nos amas, escúchanos, Padre 1. Padre del cielo, te pedimos por la Iglesia, enviada por Cristo a evangelizar y bautizar, para que renueves en ella la efusión del Espíritu para recibir la fuerza que la capacita para dar testimonio del Señor resucitado, vencedor de la muerte. Oremos. 2. Padre Santo, te pedimos por los elegidos para gobernar las naciones y los pueblos, para que infundas en ellos los valores necesarios para trabajar por las personas, de manera que alcancen los altos ideales que corresponden a su dignidad. Oremos. 3. Padre Creador, te pedimos por los que sufren la enfermedad, el abandono, la pobreza, la violencia y otras situaciones difíciles, para que los confortes en la tribulación y, a nosotros, nos des la fuerza para acompañarlos con nuestra caridad. Oremos. 4. Padre misericordioso, te pedimos por esta asamblea que se congrega a celebrar la victoria de Cristo que asciende a los cielos, para que, comprendamos la riqueza de la gloria que nos espera para avanzar con mayor deseo hacia los bienes del cielo. Oremos. En un momento de silencio presentemos nuestras intenciones personales Oración conclusiva Escucha, Padre eterno las oraciones de toda la humanidad, sedienta de amor, de paz y de felicidad. Te lo pedimos por la Ascensión de tu Hijo que asumió nuestros sufrimientos para glorificarnos. Él que vive y reina por los siglos de los siglos. R. Amén

Jue 6 Mayo 2021

Yo soy el Camino y la Verdad y la Vida

SEXTO DOMINGO DE PASCUA Mayo 9 de 2021 Primera Lectura: Hch 10,25-26.34-35.44-48 Salmo: 98(97),1.2-3ab.3cd-4 (R. cf. 2b) Segunda Lectura: 1Jn 4,7-10 Evangelio: Jn 15,9-17 I. Orientaciones para la Predicación Introducción El Sexto domingo de la Pascua nos pone en camino de contemplación de una promesa: el don del Espíritu. Pero este anuncio del Espíritu, que se derrama sobre todos, continúa fortaleciendo el trabajo de la comunidad en el amor y este amor nace de la experiencia que se tiene de un amor total de donación y entrega en Jesucristo. En el itinerario pascual, las lecturas de este domingo nos mueven a una nueva dimensión del amor en la medida del agapé, es decir, del amor extremo que no conoce reservas ni se mide en darse. Esa es la verdadera comprensión de las consecuencias de ser pascualizados en el Bautismo: nos configuramos en el misterio pascual de Cristo en un amor en la dimensión de la cruz. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? Para este sexto domingo, las lecturas van llevando un hilo conductor que se marca en el tema del amor, que supera límites de raza y por eso establece una manera de ser cristiano que supera el reduccionismo de la religiosidad natural para entrar en la dimensión de la fe pascual, que da sentido y marca horizonte a la vida cristiana. Primera lectura (Hechos 10): El discurso misional de Pedro en la Casa de Cornelio es un claro intento de la comunidad cristiana de los Hechos de los Apóstoles por comprender que el favor de Dios no se circunscribe a los límites geográficos, étnicos o religiosos, sino que supera las fronteras y fruto del don del Espíritu se crea una nueva fraternidad universal que nace de la experiencia pascual. Salmo responsorial: En realidad este salmo marca el mensaje que puede conducir toda liturgia de la Palabra, porque “El Señor revela a las naciones su salvación” y en este sentido, salvación y actuación histórica de Dios con su pueblo se van identificando. Cantar las alabanzas del Señor es cantar cómo Dios está salvando en la historia concreta la vida de los hombres. Segunda lectura: La lectura continuada de la Primera carta de Juan llega a hora su clímax con la identificación de Dios como amor, estableciendo así una nueva formación en el amor fraterno para la comunidad. La primacía de todo es el amor de Dios y a partir de este espejo se genera la necesidad del amor fraterno. Evangelio (Jn 15): Como consecuencia de la alegoría de la vid y los sarmientos, se desarrolla ahora el tema del permanecer en el amor y ello genera una nueva dimensión en la comunidad de fe, porque los lazos de la fraternidad se fundamentan en la entrega de Cristo. Conocer es entrar en intimidad y por eso conocer y creer se identifican en la teología joánica, de ahí que ser comunidad implica permanecer unidos entre sí, solo sí cada uno permanece íntimamente unido a Cristo. Este es el verdadero amor fraterno. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? El Itinerario pascual, no olvida que forma todo un ciclo con la Cuaresma. Desde el comienzo de la Cuaresma hubo dos ideas que se fueron fortaleciendo (conversión y bautismo), por eso la pascua no puede bajar la guardia en recordar que la verdadera conversión es un camino de amor que nace en el amor de Dios manifestado en Cristo Jesús. La Patria ha pasado por momentos históricos fuertes de polarización e intereses mezquinos y quizás ha faltado levantar la voz profética para iluminar esas realidades concretas, pero la fe y el testimonio de creyentes concretos pueden cambiar el horizonte. La pregunta fundamental en este domingo es si de verdad hemos experimentado un amor tan grande que nos haga proyectarlo a los demás, si nos hemos sentido amados por Dios para poder vivir el amor fraterno auténtico. El qué me dice y qué nos dice la Palabra nos debe llevar a una introspección del acontecimiento salvador para que llenos de Dios podamos comunicarlo con acciones concretas y no solo con Palabras. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? En este domingo, la Palabra nos conduce a la oración eucarística para buscar en el altar la razón de ser del amor y valdría la pena recordar aquí en oración las palabras del prefacio VIII dominical: EN verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación darte gracias siempre y en todo lugar, Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno. Porque has querido reunir de nuevo, por la sangre de tu Hijo y la fuerza del Espíritu, a los hijos dispersos por el pecado; de este modo tu Iglesia, unificada por virtud y a imagen de la Trinidad, aparece ante el mundo como cuerpo de Cristo y templo del Espíritu, para alabanza de tu infinita sabiduría. Para contemplar podría tomarse como síntesis el mensaje del Evangelio “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos” y repetirlo hasta hacerlo parte del pensamiento diario. No puede olvidarse que la Palabra conduce a la acción y como reflejo de esta palabra debe aparecer un claro deseo de renovar, en primer lugar, el propio ministerio como un don para donarse, pero como consecuencia de ello debe invitarse a la comunidad para sumir en serio el mensaje pascual de la comunidad en el amor: acciones concretas de caridad como la visita a los enfermos y ancianos, expresiones de cercanía con los habitantes de calle, etc. II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa En este domingo en el que celebramos el día de la madre y somos convocados por el Señor para participar en este banquete eucarístico, celebremos el amor que Dios nos ha manifestado en Cristo y participemos como hermanos en esta eucarística, que es una muestra más del amor que Dios nos sigue teniendo a lo largo de la historia. Participemos con fe y esperanza. Monición a la Liturgia de la Palabra La Palabra de Dios es siempre una buena noticia, porque nos recuerda que el amor de Dios nos hace capaces y nos fortalece para llevar una vida cristiana auténtica en la caridad y en la fraternidad, que anima a no perderse ni un día de la buena noticia. Escuchemos con atención la Palabra de Dios. Oración Universal o de los Fieles Presidente: Dios es amor y en él no hay engaño, por eso presentemos nuestras súplicas, seguros de que serán escuchadas. Digamos con fe: R. Tu amor nos haga ser hermanos 1. Por la Iglesia, que, unificada en virtud de la Trinidad, se esfuerce todos los días por llevar, con fuerza y esperanza, el amor de Dios a los hombres y, así, así se renueve siempre en su misión por la acción del Espíritu Santo. Te rogamos, óyenos. 2. Por los pueblos de la tierra que luchan por el desarrollo y el bienestar, para que los gobernantes descubran su tarea desde la misión que Dios les entrega para administrar en función del servicio y la entrega generosa a sus gentes. Te rogamos, óyenos. 3. Por las madres de familia que desempeñan su misión en medio de luchas y fatigas, para que fortalecidas en el Señor, su entrega abnegada deje ver el amor de Dios a sus hijos y sean bendecidas con la protección de Dios. Te rogamos, óyenos. 4. Por los enfermos, los abatidos y los tristes que reclaman una presencia solidaria, para que, los seres humanos experimentemos con mayor fuerza la vocación fraterna del amor y no abandonemos nunca la obra de Dios. Te rogamos, óyenos. 5. Por nosotros aquí reunidos en esta eucaristía que es la celebración del amor, para que, no olvidemos que celebrar nos compromete y nos lanza a la misión universal para ser hermanos, sin discriminación y acogiendo a los más desfavorecidos. Te rogamos, óyenos. Oración conclusiva Experimentado tu amor y tu misericordia, Padre Santo, te presentamos las oraciones de tu iglesia unida en la fe. Por Jesucristo nuestro Señor. R. Amén

Vie 30 Abr 2021

«Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante»

QUINTO DOMINGO DE PASCUA Mayo 2 de 2021 Primera Lectura: Hch 9,26-31 Salmo: 22(21),26b-27. 28+30.31-32 (R. 26a) Segunda Lectura: 1Jn 3,18-24 Evangelio: Jn 15,1-8 I. Orientaciones para la Predicación Introducción El quinto domingo de Pascua se enmarca en la experiencia de la comunidad creyente en torno a la visión del Resucitado y sus consecuencias en la vida concreta de la comunidad. Las lecturas de este domingo nos llenan de esperanza porque se descubre que aunque la incertidumbre de las dificultades puede generar dudas y temores (primera lectura de Hechos 9, 26-31) la asamblea de creyentes es el ambiente vital para la experimentar la alabanza y la presencia del Señor (salmo 22), sabiendo que la comunidad se constituye no en torno al mutuo elogio sino a la dimensión del amor y a la experiencia de creer como adhesión permanente a la persona de Jesús (segunda lectura de 1 Juan 3), lo que lleva a establecer que finalmente no se puede concebir la comunidad de fe sin una creciente y permanente comunión con el Señor, al estilo del sarmiento en la vid (Evangelio de Juan 15). 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? Lo que dice la Palabra en este domingo se puede enumerar en unos puntos muy concretos: Primera lectura (Hch 9,26-31): Saulo de Tarso es presentado en el texto de los Hechos como un testigo del Señor Resucitado que debe proclamar su testimonio en medio de la comunidad cristiana, de la mano de Bernabé el garante del viaje y hermano mayor en la fe. El v.31 se presenta como una especie de resumen de que acontece en la comunidad pascualizada: vive en la paz en la medida en que se construye y progresa en el temor del Señor. Salmo 22 (21): El trozo que se proclama en este domingo habla de la tumba, de alabanza y del gozo de un anuncio esperanzador, que termina elevando un canto al Señor, que es vida y victoria. Pero termina el trozo de este salmo invitando a la misión, al anuncio de lo que ha hecho el Señor y las maravillas de su poder. Segunda lectura (1Jn 3,18-24): Las cartas de Juan son una maravillosa oportunidad para que la comunidad cristiana se mire en el espejo de su historia y descubra que la fe en el Señor resucitado exige un modo de ser, un modo de vivir que parte de la experiencia del amor fraterno real y sincero (v.18) y que establece una nueva relación de los creyentes con Dios y a través de la experiencia joánica de creer, como adhesión permanente a la persona de Jesús, se pueda generar la comunión. Evangelio (Jn 15,1-8): La alegoría de la vid (que se ubica en el discurso de despedida de Jesús), tiene como tema fundamental el comportamiento (frutos) de la comunidad cristiana, pero el fundamento de todo se da en una instrucción sobre la UNIDAD, es decir, la comunión con Jesús. La vida cristiana no se trata de momentos de efusividad y de compromiso, se trata de PERMANECER en Jesús, es decir, de construir la vida según los criterios y mandatos de Jesús, pero en el ambiente de la comunidad. Lo que hace la comunidad no es el deseo de estar juntos, sino el permanecer unidos a Jesús, allí se haya el verdadero fundamento y por eso no hay que buscar sino aquello que nos une y aferrarnos a él. Ser Iglesia es ser comunidad y ser comunidad es permanecer unidos a Jesús. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? La Pascua es la experiencia transformadora de la vida, es la oportunidad para descubrir la comunidad y en ella entrar en contacto con el Señor. Este quinto domingo de pascua nos habla a los cristianos de Colombia sobre un camino de fe que debe recorrer por la senda del amor y la unidad como frutos de la fe, generando así la vivencia del testimonio fiel en medio de una sociedad que grita su vacío por la falta de unidad y pregona el individualismo como medio de felicidad y realización. En una patria herida por las décadas de violencia, fracturada por las polarizaciones ideológicas y necesitada de procesos serios de sanación frente a su historia, la reciente pandemia nos ha llevado a pensar que el aislamiento nos separa y nos hace incapaces de gustar la presencia del otro, la vida del hermano y del que es diverso. Por eso la Palabra de este domingo es una gran oportunidad para que los cristianos dejemos que ella nos interrogue y nos juzgue, nos haga replantear horizontes nuevos y genere un clima de reconstrucción social y de reconfiguración, para buscar motivos de encuentro y de diálogo y propiciar los frutos que necesita nuestro país: unidos por un mundo nuevo, por una sociedad reconciliada en el amor e impregnada de la fe en el Señor resucitado. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Para orar es necesario abrir el corazón y una buena oración en este domingo sería aquella que nos plantea el youcat de oraciones en el tema de la unidad: En el silencio del día que amanece. Inspirada en un texto de la beata María de Jesús crucificado (Mariam d‘Abbellin). Señor Jesús, en el silencio de este día que amanece, vengo a ti, con humildad y confianza. Quiero que me des tu paz, tu sabiduría, tu fuerza para contemplar, con los ojos llenos de amor, la grandeza del universo. Hazme comprender que la gloria de la Iglesia brota de tu cruz, como una fuente viva. Permite que reciba a mi prójimo como a aquel que tú quieres amar por medio de mí. Disponme a servirle con generosidad, y a ayudarle a hacer fructificar todos los dones que tú has puesto en él. Que mis palabras irradien la dulzura, y que mis gestos promuevan la paz. Que en mi espíritu sólo habiten pensamientos generosos. Que mis oídos se cierren a toda calumnia y que mi lengua sólo esté al servicio de la bondad. Pero, ante todo, Señor, permíteme estar siempre alegre y caritativo, para que todos los que están en mi camino adivinen tu presencia y tu amor en mí. Revísteme del resplandor de tu bondad y de tu belleza para que dé testimonio de ti a lo largo de este día. Amén. Para contemplar podemos resumir el mensaje de este domingo en un texto que brota del Evangelio: “El que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante”. Si se repite este texto se logra interiorizar que la unidad se busca para que haya frutos. Unido a este elemento es importante establecer compromisos de vida: trabajar por la unidad concreta entre los miembros de la misma comunidad (familia, parroquia, diócesis, etc.) II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa Convocados en este día del Señor para permanecer unidos a Él, experimentamos la alegría de saber que el Resucitado no sólo se nos muestra en el camino, sino que continúa alimentándonos en la mesa de la Eucaristía y nos fortalece con su Palabra. Porque queremos responder a la vocación cristiana, debemos creer y amar, y ello sólo será posible si la Pascua rebosa nuestra alegría. Participemos activamente en esta celebración de la fe. Monición a la Liturgia de la Palabra Abramos el oído y despertemos todos los sentidos para reconocer el paso del Señor Resucitado por nuestra vida. La Palabra no es sólo una instrucción, es nuestra brújula en el camino para saber vivir según el querer de Dios y en la experiencia de la comunidad donde somos engendrados. Escuchemos atentos. Oración Universal o de los Fieles Presidente: Atendiendo a la Palabra del Señor que nos recuerda que “Sin mí no pueden hacer nada”, unámonos en oración y con fe de verdadera comunidad expresemos nuestras intenciones. Digamos: R. Mantennos unidos en tu amor 1. Por el Papa Francisco, nuestro obispo N., nuestro párroco N. y todos los ministros de la Iglesia, para que siempre trabajen por el amor y la unidad en la Iglesia. Oremos al Señor. 2. Por los gobernantes de nuestra nación, para que en un proceso de reconstrucción social y sanitaria no olviden que el Señor es el punto de encuentro y en Él se halla nuestra esperanza. Oremos al Señor. 3. Para que, como los testigos de la misión, podamos anunciar que hemos visto al Señor en el camino de nuestra historia: en el pobre, en el enfermo, en el discriminado y despreciado. Oremos al Señor. 4. Por esta asamblea eucarística, para que permanezca unida a su Señor y experimente los compromisos de la Pascua, construyendo comunidades en el amor y la unidad. Oremos al Señor. En un momento de silencio presentemos al Padre nuestras intenciones personales Oración conclusiva Atiende, Padre Santo, la oración de tu Iglesia que, como una vid, unida a su Señor te presenta su oración. Por Jesucristo nuestro Señor. R. Amén.

Jue 22 Abr 2021

El buen pastor da su vida por las ovejas

CUARTO DOMINGO DE PASCUA Abril 25 de 2021 Primera Lectura: Hch 4,8-12 Salmo: 118(117),1+8-9. 21-23.26+28+29 (R. 22) Segunda Lectura: 1Jn 3,1-2 Evangelio: Jn 10,11-18 I. Orientaciones para la Predicación Introducción El cuarto domingo de Pascua la Iglesia celebra el domingo del Buen Pastor, y en el contexto de esta celebración nos unimos a la jornada mundial de oración por las vocaciones, el Papa Francisco nos invita a orar por el aumento de las vocaciones al servicio de la Iglesia. Nos disponemos a profundizar en una de las páginas más bellas y entrañables de los Evangelios: Las que nos presentan a Jesús como el Buen Pastor y a nosotros como ovejas de su rebaño. Es un tema que ha alimentado la fe y la devoción de los cristianos a lo largo de los siglos. Los primeros cristianos no se atrevían a pintar a Jesús crucificado; sin embargo, en las pinturas de las catacumbas y en los sarcófagos paleocristianos es muy común encontrar representaciones de Jesucristo con una oveja sobre sus hombros. Igualmente, uno de los temas de este domingo es el de la filiación, Dios nos ha concedido ser hijos, Juan nos lo presenta como la mejor prueba del amor de Dios. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? Cristo, el Buen Pastor, es el centro de nuestra vida de fe, él debe iluminar la vida de todos los que escuchan su voz y lo siguen. Signos visibles de Cristo, Príncipe de pastores (1 Pe 5,4), son nuestros pastores, puestos por Dios para regir nuestras almas en su Iglesia hasta que él vuelva. La primera lectura de los Hechos es la continuación de la curación de un enfermo realizado por Pedro. El paralitico fue curado en el nombre y por el poder de Jesús quien murió y resucito. Pedro, el Primer Pastor-Vicario de Cristo en su Iglesia, inicia su misión de proclamar ante el mundo que sólo en Cristo, Buen Pastor, es posible nuestra salvación. Cristo es la piedra angular. En Él nos apoyamos y nos sostenemos todos. Es el gran fundamento de nuestra fe, de toda nuestra vida cristiana. Decimos con el Salmo 117: «Dad gracias al Señor, porque es bueno, porque es eterna su misericordia. Mejor es refugiarse en el Señor que fiarse de los hombres; mejor es refugiarse en el Señor, que fiarse de los jefes» La segunda lectura es una alabanza a Dios Padre, por el amor que comparte con todo el género humano, este amor que nos hace pertenecer a Él por el bautismo, y cuando se cumpla el tiempo en cada uno de nosotros lo veremos cara a cara en su gloria, semejantes a Él. Toda la autoridad redentora de Cristo y de sus Vicarios o Pastores en la Iglesia, se cifra en hacer visible la amorosa paternidad de Dios sobre nosotros sus hijos. En el evangelio de Juan Jesús es el Buen Pastor, pastor único de un solo rebaño, pastor que da la vida por las ovejas. La garantía de nuestra salvación está en el Corazón de Cristo Jesús que, como Buen Pastor, dio su vida por sus ovejas. Nos amó y se entregó por nosotros. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? La pascua es un tiempo que nos quiere hacer entender y celebrar mejor el Misterio de Cristo y comprender su resurrección. Las imágenes que nos hacen entender mejor a Cristo resucitado se multiplican. Hoy, por ejemplo, Pedro, valientemente, ante las autoridades compara a Cristo con la piedra que los arquitectos habían desechado y que se ha convertido en piedra angular. El salmo responsorial hace eco a la primera lectura cuando se entona uno de los canticos más pascuales, el Sal.117 "Dad gracias al Señor porque es bueno... Este es el día en que actuó el Señor...”, este salmo anuncia precisamente lo de la piedra desechada y que luego se convierte en principal. Cada año leemos el capítulo 10 de Juan, pero en pasajes distintos. Este año leemos la parte central, las características del buen pastor. Esta metáfora que todos entienden, sobre todo los que durante años vamos escuchándola en las lecturas, tanto del AT, como del NT., descubrimos cómo las cualidades del buen pastor, que el mismo Jesús describe, se cumplen perfectamente en Él: * Conoce a sus ovejas y es conocido por ellas; no es una sociedad anónima, la comunidad de Jesús: El ofrece a todos cercanía y comunión; * No sólo conduce a sus ovejas a buenos pastos, las alimenta o las defiende de los peligros, sino que hace algo mucho más radical e inesperado: en contraposición a los asalariados, el pastor bueno está dispuesto a dar su vida por las ovejas; * Y, además, tiene otras ovejas, y quiere reunirlas a todas, hasta que formen un solo rebaño. No está mal que, con ocasión de la Jornada Mundial de oración por las Vocaciones en el contexto de la celebración del Buen Pastor, el predicador hable de sí mismo, de cómo le alcanza a interpelar la Palabra. Siempre debería ser el primero en escucharla para luego actualizarla a los fieles. Es un examen que también convendría hacer a todos aquellos que, de algún modo tienen en la comunidad cargos, ministerios, encargos de animación. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? En este ciclo B leemos la parte central del capítulo 10 del evangelio de Juan, este capítulo nos presenta a Jesucristo como el buen pastor y destaca sus principales características. Jesús se ha presentado como la puerta única de las ovejas, Él las puede llevar a pastos abundantes, ante esos pastores que opacan la vida eterna o la oscurecen, solo Jesús tiene Palabras de vida eterna, sus palabras revelan al Padre, sus hechos lo comunican; Jesús da la vida por sus ovejas, muere en favor de todos los hombres, su muerte nos acerca a Dios, nos une a Él, nos concede vida y vida eterna, de ahí que el auténtico Pastor, Jesús, le importen las ovejas, de ahí la Encarnación, Dios se hizo uno de nosotros para el perdón de nuestros pecados. El Padre conoce al Hijo, el Hijo al Padre, en esta comunión perfecta, ha surgido por amor la comunicación con el género humano – el Padre conoce al Hijo y en Jesús el Padre conoce a los hombres. El Padre se comunica en Jesús a los fieles, los fieles alcanzamos la comunicación en Jesús. Además, hoy el evangelio resalta: “Tengo además otras ovejas”, para expresar el universalismo de la salvación, Jesús muere por todos y todos están llamados a gozar de Dios. Todos los cristianos deberíamos sentirnos hoy como la oveja que ha sido rescatada del abismo. Deberíamos de experimentar aquello de san Pablo: me amó y se entregó a sí mismo por mí. El secreto de la vida cristiana está todo en experimentar el amor del Padre en Cristo Jesús por el Espíritu. Todo lo demás viene por añadidura. Experimentar que Dios me ha amado con un amor eterno y que, por eso, mi oficio en adelante es también el del amor. Tema siempre importante es el de la promoción de las vocaciones en la parroquia, en la diócesis, en los movimientos, en las congregaciones religiosas. En este día, dedicado a las vocaciones, debemos renovar nuestro compromiso por buscar vocaciones y de tener esta tarea como primaria y prioritaria. La falta de sacerdotes se agrava aquí y en muchos lugares del mundo, faltan pastores y se pierden las ovejas, por eso, se requiere que los laicos, diestros en las cosas del mundo, sean también diestros en la promoción de las vocaciones. Un promotor vocacional puede descubrir contactos importantes, puede remitirlos a la instancia apropiada, puede poner en pie vigilias de adoración ante el santísimo para pedir al Señor nos envíe pastores según su corazón. Esos promotores los conocemos y existen, pero debemos multiplicarlos. Quizá nada mejor para sembrar las vocaciones, que nuestro propio testimonio de vida. II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa Celebramos, en este cuarto domingo de Pascua, la fiesta del Buen Pastor. Jesús como el Buen Pastor que guía a sus ovejas y las lleva a buenos pastos, las reúne, las defiende y da la vida por ellas. Unámonos a toda la Iglesia orando por el aumento de las vocaciones a la vida sacerdotal y consagrada. Participemos activamente en esta celebración eucarística. Monición a la Liturgia de la Palabra La Palabra de Dios, y concretamente el Evangelio que vamos a escuchar, nos hablan del amor que Dios, en Jesucristo Buen Pastor, siente por nosotros: nos toma de la mano, nos anima y nos conduce por la senda que lleva a su Reino. Escuchemos con atención. Oración Universal o de los Fieles Presidente: Hermanos, con el gozo que produce la pascua, oremos con insistencia a Dios Padre, para que Él, quien escuchó las oraciones y súplicas de su amado Hijo, se digne mirar propicio nuestras humildes peticiones. Digamos con fe: R. Padre Santo, escúchanos 1. Por los pastores y ministros de la Iglesia, para que tomen a Cristo como su modelo y guíen con valentía al pueblo de Dios al reino de la justicia y del amor. Oremos 2. Por todos los cristianos del mundo, para que lleguen a ser el pueblo santo de Dios; por los que han perdido la fe, para que nuestra vida cristiana sea tan creíble que les inspire volver a Cristo. Oremos 3. Por los líderes de las naciones, para que promuevan siempre la libertad y dignidad del hombre, y coloquen la justicia y la calidad de vida por encima de la ganancia económica y del poder. Oremos. 4. Por los enfermos y agonizantes, para que la compañía de Jesús resucitado, sea el bálsamo que alivia a todos los que sufren, para que descubran el sentido cristiano a la vida y siempre confíen en la misericordia del Padre. Oremos 5. Por nuestra comunidad, para que se estrechen los vínculos de comunión entre todos los que la formamos y nos convirtamos así en terreno propicio en el que puedan surgir vocaciones. Oremos Oración conclusiva Acoge, oh Dios, las oraciones que tu Iglesia te presenta en esta celebración que es renovación del misterio de salvación Por Jesucristo, nuestro Señor. R. Amén

Vie 16 Abr 2021

"Así está escrito: el Mesías padecerá y resucitará de entre los muertos al tercer día"

TERCER DOMINGO DE PASCUA Abril 18 de 2021 Primera Lectura: Hch 3,13-15.17-19 Salmo: 4,2.4.7.9(R. cf. 7b) Segunda Lectura: 1Jn 2,1-5a Evangelio: Lc 24,35-48 I. Orientaciones para la Predicación Introducción La Palabra de este domingo nos, presenta, entre otros, tres temas para orientar nuestra reflexión: • Identificación del Dios de Israel, como el Dios de nuestros padres, quien es el mismo Dios de Jesús, a quien resucito: “El Dios de Abraham, y de Isaac, y de Jacob, el Dios de nuestros padres” (Hch 3,13). • El testimonio de quienes fueron testigos de la pasión, muerte y resurrección del Santo y del Justo, el autor de la vida, quien murió por nuestros pecados y los del mundo entero; a quien Dios resucitó de entre los muertos y quien es el Mesías, que está presente en nuestro caminar y nos invita a creer y a trabajar con amor y esperanza en la construcción de caminos de conversión y perdón, de esperanza y encuentro, de convivencia humana y caridad. • San Lucas identifica al discípulo misionero quien reconoce a Jesús y tiene un estilo de vida: de paz y alegría, de conversión y perdón, de encuentro y testimonio; cree que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios venido en cuerpo humano; obedece la Palabra de Dios; y vive la paz y ama, perdona y sirve a los hermanos. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? En los Hechos, escuchamos que Pedro inicia su mensaje identificando al Dios de Israel, como el Dios de nuestros padres, quien es el mismo Dios de Jesús, a quien resucito: “El Dios de Abraham, y de Isaac, y de Jacob, el Dios de nuestros padres” (griego: patearon). E identifica a Dios con estos patriarcas para recordarnos que Abraham, Isaac, y Jacob son los progenitores, “padres”, la fuente originaria, la semilla fundante, del pueblo de Israel. Su siervo Jesús, Cristo, a quien el Dios de Israel “ha glorificado, como lo había prometido a su Hijo amado, Jesús”. Gloria que se refiere al señorío y la majestad de Dios. Gloria de Dios, revelada a la humanidad, principalmente de tres formas: En el tabernáculo y en el templo, a través de la presencia Divina; en obras mesiánicas de Salvación; y en el juicio. Gloria que Dios comparte con Jesús. Gloria de Dios y gloria de Cristo quien revela su presencia en nosotros y en la comunidad, en su obra salvadora y en el juicio. Pedro le habla al pueblo de Jesús de forma categórica: “Dios… ha glorificado a su siervo Jesús, al que ustedes entregaron y de quien renegaron ante Pilato, cuando había decidido soltarlo”, para mostrar que Jesús ha sido traicionado, entregado en manos de pecadores y matado como un criminal. Así deja claro ante la multitud que ellos fueron los responsables de la muerte de Jesús, el Mesías, al exigir que Pilato soltara a un asesino, Barrabás, y condenara a Jesús. Pero Pedro abre la puerta del perdón y advierte “más ahora, hermanos, sé que por ignorancia lo hicieron, igual que sus autoridades”, con lo que pasa del juicio a la gracia. Por lo que se concluye: Juicio sin gracia destruye, y, a la vez, gracia sin juicio es ‘gracia barata’, “el enemigo asesino de nuestra iglesia” (Dietrich Bonhoeffer, The Cost of Discipleship). Necesitamos el perdón de Dios y nuestro arrepentimiento. El Salmo 4, es una oración de la tarde, con invocación al “Dios de mi justicia” por quien “en paz me acuesto”, con la insistencia en que "Dios es el único necesario". La "confianza" en Dios está en abandonarse en el sueño, en el silencio de esta muerte aparente con la seguridad que vamos a despertar. San Juan, en su primera carta, nos presenta a Jesucristo, sacrificado por nuestros pecados, quien había advertido su muerte para “que se cumpliera todo lo escrito en la Ley de Moisés y en los Profetas y Salmos…”, había invitado a guardar sus mandamientos, a ser fieles, como signo de que lo conocemos, y a amar y alabar a Dios con sentimientos de gratitud. San Lucas identifica al discípulo misionero, quien reconoce a Jesús y tiene un estilo de vida: de paz y alegría, de conversión y perdón, de encuentro y testimonio; diferente al mundo, que sigue el sistema anti-Dios, por lo que rechaza permanecer en Él y vivir como Él, como señales del auténtico cristiano, que cree que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios venido en cuerpo humano; obedece la Palabra de Dios; y que vive la paz y ama, perdona y sirve a los hermanos. Hasta a los mismos discípulos se les dificulta aceptar los acontecimientos de la pasión y muerte, creen que todo había terminado con la muerte del Señor; pero se encuentran con la sorpresa de Dios, al resucitar a Jesús, quien se les manifiesta en el camino de Emaús, en el cenáculo y otros lugares donde irrumpe para quitar el miedo y la pesadumbre e impulsarlos a ser testigos y anunciadores de la nueva verdad: ¡el Señor resucitó! Él quiere reconfortar a los suyos en la fe y que se tome conciencia de su presencia, de su compañía, por eso los invita a que lo toquen, a que le palpen sus heridas y le den comida. Come con ellos y les recuerda los momentos vividos para que se cumpliesen las Escrituras. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? El Señor Jesús ayuda a los discípulos a superar el miedo y terror, el espanto y la incredulidad. Les muestra las manos y los pies, diciendo: “¡Soy yo!”, y manda palpar el cuerpo, diciendo: “Porque un espíritu no tiene carne y huesos como veis que yo tengo.” Muestra sus manos y sus pies, porque en ellos están las marcas de los clavos. Cristo resucitado es Jesús de Nazaret, el mismo que fue muerto en la Cruz, y no un Cristo fantasma como imaginaban los discípulos viéndolo. Les pide palpar su cuerpo, porque la resurrección es resurrección de la persona toda, cuerpo y alma. Nada que ver con los griegos y la teoría de inmortalidad del alma o con la reencarnación. Dios, de forma maravillosa, cumplió en Jesús, su designio. Jesús, el enviado, desarrolló la mayor parte de su vida pública en la tierra, con sus discípulos, y les había anunciado todo lo relacionado con Él en las Escrituras, por eso ahora al hablarles les abrió el entendimiento y comprendieron lo sucedido. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? El Señor Jesús está presente entre nosotros, pero hoy encontramos opiniones diversas y contradictorias acerca del testimonio que damos los cristianos. Están los que dicen que estamos lejos de ser testigos, que nuestro comportamiento en lugar de ser buena noticia, por ser portadores de la Palabra de Dios, es muy dudoso, temeroso y tímido. Otros opinan que necesitamos experimentar su presencia resucitada para convertirnos y renovarnos, porque nos falta fe. Y están los que afirman que en la medida que reconocemos que su amor actúa en nuestras vidas y nos dejamos llenar de su Espíritu, podemos caminar día a día siendo testimonios vivos para otros hermanos. Este reconocer en nuestro camino al Resucitado, experimentarlo en nuestra vida, nos da el poder ser testigos, ser lámparas y senderos para anunciarlo, como el Mesías. Se trata, por tanto, de invitar a reconocerlo y confiar en su misericordia de Hijo de Dios; dejar las dudas y terror y, por el contrario, verlo y escucharlo en quienes esperan compasión; comprender las Escrituras y tener actitudes de misericordia en la oración y la acción, en la palabra y la vida y en la acogida y el trato; convertirnos y a agradecer el regalo de la salvación con una vida fraterna y solidaria, de perdón y paz; ser apóstoles de misericordia y hacer de los mandamientos vida que nos lleve a amar y servir a los otros y nos prepare para el encuentro definitivo con el Señor, y a vivir de fe y amor para tener fortaleza en la lucha y consuelo en las dificultades. Como la incredulidad y la duda se anidan en nuestro corazón, nos debilitan espiritualmente y nos confunden en las certezas de la fe, necesitamos colocar nuestra vida ante la presencia de Dios y su Hijo Resucitado, que es quien nos ayuda a superar todas las sombras, los vacíos y las fragilidades humanas, nos renueva con su poder y nos impulsa a ser testigos del amor revelado y a asumir nuestra misión como discípulos misioneros suyos. Uno de los modos de encuentro con Jesucristo, y que la celebración Eucarística debe fortalecer en nosotros, son los pobres. El Papa Francisco, en su visita a Colombia y concretamente en su intervención en el ángelus, en Cartagena, nos anima a descubrir cómo el Señor nos enseña y nos habla a través del ejemplo de los sencillos y de los que menos cuentan: “Son los pobres, los humildes, los que contemplan la presencia de Dios, a quienes se revela el misterio del amor de Dios con mayor nitidez”. (Ángelus y visita a la casa santuario de san Pedro Claver, Cartagena, 10 de septiembre 2017). II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa Hermanos, nos disponemos a celebrar la Eucaristía en la que el Señor Jesús, que ha resucitado, se hace presente entre nosotros y nos invita a escuchar su Palabra, a compartir el pan y el vino, símbolos de unidad, para disfrutar de su paz y ser testigos de su resurrección, que nos motiva a vivir la vida nueva en Él y con Él. Participemos con fe y alegría. Monición a la Liturgia de la Palabra La Palabra de este domingo nos presenta el testimonio de quienes fueron testigos de la pasión, muerte y resurrección del Santo y del Justo, el autor de la vida, quien murió por nuestros pecados y los del mundo entero; a quien Dios resucitó de entre los muertos y quien es el Mesías, que está presente en nuestro caminar y nos invita a trabajar con amor y esperanza en la construcción de caminos de conversión y perdón, de esperanza y encuentro. Escuchemos con fe Oración Universal o de los Fieles Presidente: confiados en la presencia del Señor Resucitado y en su amor generoso, oremos a nuestro Padre, diciendo: R. Padre, hazme testigo fiel de fe y amor 1. Dios Padre, que, por medio de tu Hijo Jesucristo, nos llamaste a ser una sola familia, superando toda duda y división, bendice al Santo Padre Francisco y con él a toda la Iglesia, para que unidos sirvamos a los que nos envías. Oremos. 2. Bendice, Padre, a las autoridades, para que sepan solucionar los conflictos, no con la fuerza de las armas, sino con el diálogo constructivo: Oremos 3. Acompaña con tu misericordia, Padre, a los desplazados, los migrantes, los perseguidos a causa de la justicia, para que todos logren el respeto de sus vidas y sus derechos. Oremos 4. Padre, bendice las familias, presencia de tu amor y signo de la unidad en Iglesia, para que tengan espacios de oración común y, unidas en la fe y la caridad, hagan de sus hogares ambientes de acogida fraterna. Oremos. 5. Señor, bendícenos a nosotros, aquí presentes, que hemos escuchado: “Mujer, qué grande es tu fe, que se cumpla lo que deseas”, para que seamos solidarios con los excluidos y los discriminados. Oremos En un momento de silencio presentemos nuestras intenciones personales Oración conclusiva Señor, tu nos dijiste “pedid y se os dará”, Escucha, pues, las súplicas de tu pueblo y fortalécelo con tus bendiciones. Por Jesucristo, nuestro Señor. R. Amén.