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Opinión

Lun 28 Feb 2022

¡Volvamos a la Pascua!

Por: Mons. Darío de Jesús Monsalve Mejía - “Bendito sea Dios, Padre de Nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, NOS HA HECHO NACER A UNA ESPERANZA VIVA, a una herencia incorruptible, pura, imperecedera, que nos estaba reservada en el Cielo. La fuerza de Dios nos custodia en la fe para la salvación que nos aguarda, cuando llegue el momento final” (1ª Pedro1, 3-5). Con esta súplica del Apóstol y Pastor elegido por Jesús para la primitiva Iglesia, convoco a todos los creyentes al retorno pleno a sus parroquias y centros de culto, para compartir, desde el miércoles de Ceniza, dos de marzo, la preparación a LA PASCUA ANUAL 2022. Los tiempos litúrgicos de Cuaresma y Pascua, entre el sacramental de la Santa Ceniza y la solemnidad de Pentecostés, cuando se apaga el Cirio Pascual y encendemos el fuego interior del Espíritu Santo, marcan la gran transformación que Cristo Jesús hace en quienes acogemos su Persona y su Palabra, su misericordia y la soberanía del Padre Dios. Un ser humano nuevo, una nueva humanidad, un cambio de vida y un “cambiar la vía” por la que mal caminamos, expresan esta Nueva Creación en Cristo. Dios deja de ser mera religión y su Amor de la Cruz se vuelve como el “Big Bang” de un universo nuevo. Pedro, en su primera carta que hemos citado, y Pablo en su primera a Corintios (15, 57), nos invitan a que “demos gracias a Dios, que nos da la victoria por nuestro Señor Jesucristo”. Esa victoria del AMOR DE LA CRUZ, hemos de proclamarla con claridad, gozo y firmeza. Hemos de volvernos un solo cuerpo, un pueblo dispuesto a CAMINAR JUNTOS, una fuerza del Dios Amor que transfigura esta historia triste y adolorida que hoy vive la humanidad, amenazada nuevamente por la catástrofe de una guerra mundial inminente, por un calentamiento global, resultado de la guerra a muerte contra los recursos vitales. Todo ello, junto a fenómenos de violencias, de aborto provocado y fetos mercantilizados para surtir órganos y células, de eutanasia y suicidios disparados. Son, entre otros, los signos negativos en medio de nuestros tiempos, por otro lado tan avanzados y globalizados, tan sorprendentes y luminosos. Sobra decir, entonces, que vivimos tiempos difíciles y tenemos inmensa responsabilidad histórica, sobre todo para no comprometer el futuro de las nuevas generaciones y de la especie humana misma. Volver a la Pascua 2022, después de dos años entre pandemias y protesta social, en medio de jornadas electorales y movilizaciones sociales, del recrudecimiento del conflicto interno y la amenaza latente de conflictos armados en las fronteras y con Venezuela, de inseguridad ciudadana y flujos de desplazados y migrantes, es la medicina espiritual y la terapia colectiva que necesitamos todos. La Cuaresma y Pascua 2022 tengan en nuestras parroquias los cuatro grandes motivos de la actualidad: 1. El gran marco del PERDÓN DE DIOS a todos nuestros abusos, incluidos los que nosotros mismos como pastores hemos cometido. Es REPARTIR A MANO ABIERTA EL PERDÓN DE DIOS, la liberación de la culpa y del pecado, la victoria sobre el odio y las venganzas, la sanacion de nuestras heridas sicosociales, la ABSOLUCIÓN DE PECADOS RESERVADOS, la reconciliación con la creación y la vida como obra y don de Dios. Volvamos la parroquia un gran confesonario abierto en jornadas penitenciales conjuntas en cada territorio arciprestal durante la Cuaresma. Promovamos EL PERDONAR como verbo en infinitivo que identifica el actuar de Dios con nosotros, como respuesta indispensable en nuestras relaciones interhumanas, sociales y políticas, aprendiendo a conjugarlo en todos los modos pasivos y activos y subjuntivos, en relación con los demás. Es necesario pedirlo, ofrecerlo, darlo, instituirlo como cultura del perdón. 2. LA PASCUA COMO CENA FAMILIAR, al mejor estilo hebreo, judío, según las tradiciones nuestras, enmarcándolas en la Cena Pascual de Jesús y en las cenas, desayunos y comidas del Señor Resucitado, centradas en los verbos eucarísticos: TOMAR el pan, DAR GRACIAS, PARTIRLO Y DARLO a comer. “Quédate con nosotros, Señor”. “Lo reconocieron al partir el pan” (Lucas 24, 13-35). 3. EL AMOR DE LA CRUZ como camino de vida, aprendido a la luz de la Pasión, las actitudes y las palabras de Jesús desde el misterio de la Cruz y de la NO VIOLENCIA que nos adentra en el alma propia y el arrepentimiento, en el desarme de actitudes, palabras y acciones demoledoras contra el prójimo. 4. LA SINODALIDAD como aprendizaje de Iglesia y de poblaciones en los territorios, a CAMINAR JUNTOS. La integración sociocomunitaria, más allá de lo confesional, las procesiones y manifestaciones colectivas de religiosidad cristiana, equilibradas siempre para que resalte la grandeza de lo litúrgico, así como la más amplia participación de generaciones y fieles en la Semana Santa, sean impulso claro a esta sinodalidad. El Bautismo y la Penitencia que lo renueva, la eucaristía y las comunidades que reviven, sean el sello evangelizador de estos grandes tiempos litúrgicos que iniciamos en los albores del mes de marzo. + Darío de Jesús Monsalve Mejía Arzobispo de Cali

Jue 24 Feb 2022

Llora el corazón

Por: Luis Fernando Rodríguez Velásquez - Es cierto, no puede ser para menos. Decretar la despenalización total del aborto, más que ser una expresión de desarrollo y progreso de un pueblo, es un signo de la forma como ese mismo pueblo se encuentra inmerso en una terrible crisis antropológica, donde ni siquiera es capaz de respetarse y valorarse a sí mismo, dando prelación a las emociones subjetivas y derechos individuales, considerándose dueño y señor del mundo y de la creación. Una crisis que ha llevado a la inversión plena de los valores, donde, por ejemplo, se lucha y defienden los “derechos” de los animales, y a hasta de “los de un humedal”, condenando a pena de cárcel a la persona que atenta contra la vida de un animal doméstico o derribe un árbol sin permiso de la entidad correspondiente. Pero cuando se trata de un ser humano, la cerrazón y la no aceptación de que ese ser que la mujer lleva en su vientre es otro ser que no le pertenece y que por eso mismo merece vivir, se desconoce y hasta se busca su eliminación. Llover sobre mojado ahora no sirve para nada. Pero no sobra recordar lo que el Papa Juan Pablo II, en su encíclica “el Evangelio de la vida” dijo: “Algunos intentan justificar el aborto sosteniendo que el fruto de la concepción, al menos hasta un cierto número de días, no puede ser todavía considerado una vida humana personal. En realidad, «desde el momento en que el óvulo es fecundado, se inaugura una nueva vida que no es la del padre ni la de la madre, sino la de un nuevo ser humano que se desarrolla por sí mismo. Jamás llegará a ser humano si no lo ha sido desde entonces. A esta evidencia de siempre... la genética moderna otorga una preciosa confirmación. Muestra que desde el primer instante se encuentra fijado el programa de lo que será ese viviente: una persona, un individuo con sus características ya bien determinadas. Con la fecundación inicia la aventura de una vida humana, cuyas principales capacidades requieren un tiempo para desarrollarse y poder actuar». Aunque la presencia de un alma espiritual no puede deducirse de la observación de ningún dato experimental, las mismas conclusiones de la ciencia sobre el embrión humano ofrecen «una indicación preciosa para discernir racionalmente una presencia personal desde este primer surgir de la vida humana: ¿cómo un individuo humano podría no ser persona humana?» (n. 60). Aquí no se trata emitir juicios de valor sobre las razones por las que una mujer accede al aborto. Son muchas y llevan a entender, no a enjuiciar su decisión. Lo que preocupa es que se confunda el ejercicio de la libertad de las personas, hombres mujeres, personal de salud, etc., con la obtención y ganancia de unos derechos que atentan, sin lugar a dudas, contra el derecho fundamental de todo individuo como es la vida. El vientre de toda mujer es cuna de la vida, y ahora, para muchas mujeres, se va convertir en sepulcro de vidas inocentes. Los y las sicólogas que acompañan a las mujeres que han abortado, así hubieran tenido las razones presuntamente válidas, saben muy bien que en su inmensa mayoría quedan afectadas por el llamado “síndrome post aborto”. Y es que, aún sin quererlo, la voz de la conciencia, que ilumina y sabe muy bien lo que es bueno y es malo, pesa y deja una huella prácticamente indeleble. ¡Qué interesante hubiera sido que en los debates de las altas cortes, hubieran dado voz a las mujeres que han abortado para conocer a fondo sus dolores y sentimientos de culpa que van más allá de las convicciones religiosas que digan tener! Llora el corazón. Sí, pero no nos podemos quedar llorando. La vida sigue y para los colombianos, para los hombres y mujeres de buena voluntad y los católicos en general convencidos del valor no negociable de la vida humana, la historia sigue su rumbo. Y toca hacernos la pregunta, ¿qué sigue? 1. Seguir anunciando el Evangelio de la vida. Es decir, la buena nueva de la vida, que como don de Dios, debe ser salvaguardada. 2. Intensificar la oración y pedir a Dios que cambie los corazones de piedra de quienes se abrogan el poder sobre la vida humana, para que reconozcan que los seres humanos no somos dueños de la vida, sino sus administradores y cuidadores y seamos capaces todos de entender que no toda ley, por ser ley, es justa. Lo legal no necesariamente es legítimamente moral. 3. Recordar, sobre todo al personal de salud, y especialmente a los médicos que un día hicieron el juramento hipocrático, que en la constitución colombiana sigue vigente el principio de objeción de conciencia ante leyes que pueden ser consideradas inicuas. El Artículo 18 de la Constitución Política dice: “Se garantiza la libertad de conciencia. Nadie será molestado por razón de sus convicciones o creencias ni compelido a revelarlas ni obligado a actuar contra su conciencia”. Las instituciones y profesionales de salud, desde hace varios años, tienen ya definidos los protocolos para el ejercicio de este derecho constitucional. 4. Acompañar con corazón lleno de compresión y compasión a las familias y mujeres que se encuentren en circunstancias que las estén llevando a la posible toma de la decisión de abortar. Según entiendo, incluso en la misma ley que aprueba el aborto, se abre la puerta para que la entrega de los hijos en adopción sea una alternativa válida. 5. Acompañar a las mujeres que han abortado para que a su vez, reconocida su acción, y fortalecidas por el amor y la misericordia divinas, se conviertan en defensoras y educadoras de la vida naciente, especialmente ante las adolescentes y jóvenes que resulten embarazadas. Hay que recordar que el Papa Francisco amplió la facultad de absolver el delito del aborto a todos los presbíteros que legítimamente están ejerciendo el ministerio. 6. A las mujeres y a quienes les ayuden a realizar el aborto (familiares, amigos, parejas, personal de salud, etc.) creyentes y temerosos y temerosas de Dios, no sobra recordarles el mandamiento de no matar, que tiene su origen en la ley natural del cuidado y respeto de la vida en todas las etapas de su desarrollo. Finalmente, unas reflexiones conclusivas. En el grupo de magistrados de la Corte que aprobaron la despenalización del aborto habían cuatro mujeres. Tres de ellas no lo aprobaron. ¿No sería que latía en sus corazones de mujeres, hijas y posibles madres, el sentimiento maternal propio de quienes están llamadas a dar la vida? ¿No sería que los varones y una mujer que aprobaron la nefasta ley del aborto pudieron estar movidos más por “quedar bien” ante la fuerza mediática y presiones del momento que por ser valientes defensores de la verdad de la vida humana? Personalmente pude ser testigo, en la Clínica Universitaria de la Pontifica Bolivariana, donde se tiene la Unidad de Cuidados Intensivos Neonatales, Santa Gianna Beretta (madre de familia que prefirió dar su vida con tal de no abortar a su hijo), de como bebés de 22 semanas eran recibidos allí, y a través del llamado programa canguro, se desarrollaron y hoy son personas jóvenes y adultos que comparten con sus familias el don maravilloso de la vida. ¿Cómo llegar a autorizar que hasta las 24 semanas, libremente, y después con las tres antiguas causales, se pueda eliminar un bebé en estas condiciones de viabilidad? Mas que un aborto, es un infanticidio. Llora el corazón y elevamos súplicas a Dios, que es rico en misericordia, por todos los hombres y mujeres de Colombia, tristes y afligidos, para que reconozcamos el valor sagrado de la vida humana, y no solo la del embrión en el vientre materno, sino la de toda vida humana que está siendo amenazada de muerte todos los días por la violencia en todas sus formas y con la eutanasia. Dios nos libre del mal y nos bendiga. + Luis Fernando Rodríguez Velásquez Obispo Auxiliar de Cali

Mar 22 Feb 2022

¿En Crisis?

Por: Mons. Carlos Arturo Quintero Gómez - No hay duda, apreciados lectores, que hoy asistimos a múltiples crisis que oprimen al ser humano y lo llevan a una aflicción postrera: crisis ante la pandemia, crisis en el seno de nuestras familias, crisis en el orden económico, político, religioso; crisis social, crisis de ‘esperanza’, crisis de ‘paternidad’ y ‘filiación’, crisis de autoridad, crisis moral, crisis en las instituciones, crisis en el periodismo; en fin, lo que quiero advertir, es que no deberíamos sumirnos en estados depresivos y en tristezas y ayes lastimeros ante las crisis; debería ser más bien una oportunidad para brillar de nuevo y recuperar el esplendor que se ha ido apagando en diversos escenarios. Soy muy optimista, cuando se trata de ‘crisis’; pues el gran desafío es buscar siempre el equilibrio. Aunque esta crisis ha tocado también al periodismo, quiero rendir un sentido homenaje a los periodistas, por su labor incansable de informar, formarse y ser testigos de la verdad. No podemos ignorar que tenemos periodistas espirituales, académicos y profesionales, a quienes les duele la ciudad, el departamento, el país, interesados siempre por la búsqueda de la verdad, alejados de sensacionalismos y exhibicionismos, consagrados lectores y servidores de la comunidad, capaces de escuchar, de ser solidarios, sensibles ante el dolor del otro, excelentes padres, esposos, amigos, colegas, compañeros de trabajo, con una alta dimensión humana y a veces, mal remunerados, pero jamás ‘vendidos’ ni sectarios, ni cizañeros; hombres y mujeres, con un alto sentido de patria y humanidad. Quizás uno de esos periodistas sea usted y le felicito de corazón, por su vocación y su capacidad de resiliencia. Sin embargo, hay una crisis en el periodismo hoy, que raya con la ‘banalidad de los medios’, el sensacionalismo y el amarillismo; irresponsablemente hay periodistas y comunicadores sociales que primero ponen en la ‘picota pública’ a personas e instituciones y luego, llaman, -ni siquiera hacen presencia física- o lo hacen a través de terceras personas, para corroborar una noticia que ya ha sido puesta a la luz pública. Hay personas que se presentan como ‘periodistas’, pero siempre en busca del morbo, de la denuncia dañina, de la verdad a medias, sin importar las consecuencias. Hay periodistas que han creado sus propios medios o usan las redes sociales para ensañarse contra las personas e instituciones, desconociendo la ética periodística, el valor de la verdad y la sana réplica. Se convierten con facilidad en jueces, dictan sentencias y señalan a sus interlocutores; se presentan como ‘investigadores’; eso le está haciendo mucho daño al periodismo. Hay periodistas que ya no buscan las ‘fuentes’, sino que se han dedicado a hacer un periodismo de escritorio, impersonal e inhumano; llaman desde su celular a quien desean entrevistar o le escriben a través de un correo electrónico las preguntas para que sean respondidas en el menor tiempo posible, de lo contrario serán blanco de críticas e improperios. Hay periodistas que no van a una rueda de prensa y luego llaman a sus interlocutores, con actitudes déspotas como si el periodismo fuera una profesión u oficio, para sembrar miedo y terror. Es una crisis, real, no es una percepción y lo sabemos; en nuestro departamento urge un trabajo articulado del círculo y del colegio de periodistas, de ACORD, y de las distintas agremiaciones, en orden a ‘recuperar’ un rol social fundamental que consiste en ser constructores de paz, libertad, verdad, democracia y justicia. Podríamos preguntarnos: ¿qué referente en el periodismo tengo? Valdría la pena hacer un examen de conciencia y sentir que de verdad el periodismo es una hermosa vocación, que no se reduce al hacer, sino que, desde el ser, produce lo mejor para la sociedad; que no se reduce a la pluma, al lenguaje, a la voz, sino que va más allá, porque toca lo esencial de los seres humanos: su corazón. Así que les invito a ser agradecidos con los periodistas que hacen su trabajo bien y a exigir a quienes no lo hacen bien a que se formen y aprendan. ¡Feliz día del periodista! + Carlos Arturo Quintero Gómez Obispo de Armenia

Mié 16 Feb 2022

Sigamos adelante con Jesucristo que ilumina nuestra vida

Por: Monseñor José Libardo Garcés Monsalve - Hemos celebrado la fiesta de la Presentación de Jesús en el templo el pasado 2 de fe­brero, en este inicio de nuestro año pastoral que tiene como lema: “Des­de el punto a donde hemos llegado, sigamos adelante” (Flp 3, 16). Esta es la fiesta de la ofrenda, la fiesta de la luz y la fiesta del encuentro, que nos ha permitido recordar y orar por el carisma de la vida consagra­da en la Iglesia y en nuestra Dió­cesis, como signo de la donación total de la propia vida al Señor. Es la fiesta de la ofrenda porque María y José presentan a Jesús en el tem­plo, atendiendo a la Ley de Moisés que ordenaba el ofrecimiento del primogénito a Dios (Ex 13,2.12). Esta fiesta anticipa y anuncia el sa­crificio redentor del Señor Jesús. El niño que ahora es ofrecido por sus padres, Él mismo se ofrecerá más tarde en la Cruz para aniquilar al diablo, autor de la división y des­trucción del ser humano. Esta ofrenda se convierte en un misterio de amor destinado a ser luz para los pueblos, la luz que guiará a los hombres a ser fieles a Dios, amándolo sobre todas las cosas y al prójimo como a uno mismo, que nos permite tener la luz de la vida. Así lo expresa Jesús mismo en el Evangelio cuando afirma: “Yo soy la luz del mundo, el que me sigue no caminará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Jn 8, 12), indicando con ello que Jesús es la luz que nos acompaña, porque quien está con Él es capaz de reci­bir la sabiduría que viene de lo alto para iluminar toda su vida, su com­portamiento y su caminar ilumina­do por su Palabra, como lo expresa el salmista: “Tu Palabra es antorcha para mis pasos, y luz para mis ca­minos” (Sal 119 (118), 105), de tal manera que quien deja iluminar sus pasos por Jesucristo, es capaz de se­guir adelante fortalecido por la fe, la esperanza y la caridad, para ser también luz para los hermanos. Dejémonos iluminar por la luz ver­dadera que introduce en nuestro co­razón el gran acontecimiento del en­cuentro con Jesús que nos purifica y nos hace dignos para participar de la Eucaristía. En cada Eucaristía Je­sús nos encuentra para alimentarnos con su cuerpo y con su sangre, para darnos la luz y que a la vez noso­tros nos convirtamos en luz para el mundo, con un corazón humil­de y sencillo, como el de Jesús, para acercar­nos a quienes sufren y sobre todo a los que están en la oscuridad del pecado. Sin Jesús que es la luz del mundo, todos vi­viríamos en la oscuridad espiritual. No conseguiríamos ver el camino que nos conduce al Padre. Jesús vino para iluminar nuestra vida. Él vino para mostrar que en Él te­nemos la salvación eterna. Cuando Jesús murió en la cruz, pagó la pena que merecíamos por nuestros peca­dos. Así iluminó todas las personas con la luz del perdón. Por eso abra­mos el corazón a la gracia para que Cristo ilumine nuestros pasos hoy y siempre y con nosotros ilumine el mundo que camina en tinieblas y está necesitado de la luz que ilumi­na y transforma la vida de cada ser humano que se abre a su gracia. Fortalecidos por la luz de Cristo que ilumina nuestras vidas, tenemos el reto de seguir adelante, valoran­do lo que hemos recibido hasta el momento como gracia y bendición de Dios y compartir con los otros este tesoro y riqueza de tener a Je­sús como luz que ilumina nuestros corazones, que nos alimenta con la Eucaristía y desde allí nos com­promete a todos a vivir en la cari­dad, como una manera de iluminar muchas vidas con la luz de Cristo en esta región de frontera que nos pertenece como cristianos. Así lo expresa Aparecida cuando afirma: “El encuentro con Cristo en la Eu­caristía suscita el compromiso de la evangelización y el impulso a la so­lidaridad; despierta en el cristiano el fuerte deseo de anunciar el Evan­gelio y testimoniarlo en la sociedad para que sea más justa y huma­na. De la Eucaristía ha brotado a lo largo de los siglos un inmenso caudal de caridad, de participación en las ne­cesidades de los demás, de amor y de justicia. ¡Solo de la Eucaristía brotará la civilización del amor, que transformará todos los pueblos” (DA Pág. 262). La Diócesis de Cúcuta ha tenido vocación para la caridad, por todo el compromiso solidario de los cris­tianos, sacerdotes, familias y tra­bajadores que sienten el llamado a mirar la necesidad ajena, como fruto maduro del Proceso Evange­lizador de la Iglesia Particular y de la vivencia fervorosa de la Euca­ristía. Es el momento para renovar nuestro compromiso cristiano sien­do luz para los demás no dejando apagar el cirio de la caridad que ejercitamos en bien de los más po­bres y necesitados, como expresión del encuentro con Jesucristo vivo a quien seguimos como camino, ver­dad vida. Así lo enseña Aparecida cuando nos pide la configuración con Cristo desde la caridad: “Para configurarse verdaderamente con el Maestro, es necesario asumir la centralidad del mandamiento del amor, que Él quiso llamar suyo y nuevo: ‘ámense los unos a los otros, como yo los he amado’ (Jn 15, 12). Este amor con la medida de Jesús, de total don de sí, además de ser el distintivo de cada cristiano, no pue­de dejar de ser la característica de la Iglesia, comunidad discípula de Cristo, cuyo testimonio de caridad fraterna será el primero y principal anuncio, ‘reconocerán todos que son discípulos míos’ (Jn 13, 35), (DA 138). Al comenzar este nuevo año pasto­ral, los convoco para que sigamos adelante, dejándonos orientar por la luz de Cristo que ilumina nuestros pasos y nos saca de la oscuridad que deja el mal y como fruto de su se­guimiento, alimentados por la Eu­caristía, brote un caudal de caridad en nuestra Diócesis, que nos permi­ta hacer presente el mandamiento del amor, que sea luz para muchos que viven en las tinieblas del peca­do. Que nuestra caridad sea la voz de Dios para que muchas personas amen a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismos. El camino para crecer y salvarse es vivir plenamente la caridad en la fa­milia y en la parroquia, abriendo el corazón a la necesidad ajena. Haga­mos de nuestras familias y ambien­tes parroquiales lugares de caridad que nos lleven a la salvación y que oriente la vida de muchas personas con la luz de Cristo que ilumina nuestros pasos. En unión de oracio­nes, sigamos adelante. Para todos, mi oración y mi bendición. + José Libardo Garcés Monsalve Obispo de la Diócesis de Cúcuta

Lun 14 Feb 2022

Volvernos territorios democráticos

Por: Mons. Darío de Jesús Monsalve Mejía - En este año electoral nos sentimos desbordados por las realidades que se vienen dando en el mundo y en el país. La crisis sanitaria La crisis sanitaria, por el desencadenamiento sistemático de virosis y pandemias cuyas causas reales y colectivas no se desvelan con objetividad ni se afrontan aún, afecta todas las áreas de la vida humana. Los efectos y el control sobre el contagio requirieron un esfuerzo gigantesco y rápido para producir vacunas, que ya van hacia una cuarta dosis. Esfuerzos que aún deben ser correspondidos, sin falta, por toda la población, accediendo a vacunarnos y manteniendo medidas de bioseguridad. Por crisis sanitaria entendemos no sólo la producida por el COVID y sus mutantes. Hay muchos aspectos de nuestra realidad en acceso a la salud y manejo del sistema en Colombia, que pone en evidencia la pérdida del control público y privado del bien de la salud, su cobertura, su calidad y seguridad, la crisis por corrupción en la gestión de EPS, que generan la inviabilidad de “los hospitales de los pobres”, como el San Juan de Dios de Cali. Cuidar la salud humana y cuidar la salud del ecosistema son también esfuerzos que requieren articularse en contenidos y formas. El cambio climático Como un tsunami, el calentamiento global, causado por las actividades humanas que elevan la temperatura de la atmósfera y de los océanos, provocando el efecto invernadero, obliga a toda la humanidad y a los países mayormente responsables a una carrera contrarreloj por el cambio climático. En pocos años tendremos que pasar de los hidrocarburos a limpias y renovables fuentes de energía. Toda nuestra movilidad, nuestro hábitat y modos de producción se someten a calendarios de transformaciones precisas, si queremos recuperar el planeta, sus ecosistemas y su biosfera. El “cuidado de la casa común”, de los recursos naturales y de todo el medio ambiente y los entornos en que habitamos y actuamos, es tarea que obliga a cada persona, desde el niño hasta el anciano, exigiendo educarnos y disciplinarnos en esta materia. Como individuos, como ciudad y país, como Iglesia educadora, tenemos que conocer los pasos a dar en cada campo, desde el uso de energía solar hasta carros eléctricos, desde limpieza colectiva de canales y vías, hasta suspensión y cambio de productos y empaques no biodegradables. Una pastoral de la tierra y del territorio, un compromiso cristiano y comunitario, permanente, con este propósito, exige empeño y voluntariado de feligresías y de sectores socio ambientales, en la jurisdicción geográfica de nuestras parroquias. Armas, armados y violencia creciente Hace más grave aún la situación, y acongoja el alma de todos, la pobreza que se vuelve miseria y la violencia que se convierte en armamentismo y reclutamiento, en rebatiña de cuerpos armados por el control territorial, perdiendo la fuerza de la razón, del derecho y de la palabra. La tragedia que viven nuestras regiones, los indígenas y poblaciones negras, los campesinos y fronteras, las zonas periféricas urbanas, los torrentes migratorios que deambulan por Colombia, es horripilante. Una pastoral que anuncie la No Violencia de la Cruz de Cristo, que proclame y cultive el respeto por toda vida humana y por la vida humana toda, desde el óvulo fecundado hasta las cenizas del cuerpo y la soberanía del espíritu sobre la materia, es prioritaria en esta cultura de fuerza y eliminación genocida de seres humanos. La vida humana como propiedad de Dios y responsabilidad de los progenitores, de las sociedades y de todos los estados del mundo, debe ser la inspiración de toda ley y de todo proceso educativo. ¿Cómo hacerla lucha y causa de cada creyente y de toda comunidad eclesial? En nuestra realidad nacional, este panorama de violencia y de pobreza que se vuelve miseria se hace más dramático aún con las economías ilícitas y el narcotráfico, lo mismo que con la corrupción y abusos del poder público para enriquecerse. Sistema político clasista A ello se le suman el centralismo autoritario y la incertidumbre de vivir atrapados por un sistema político que se cierra, de modo intransigente y represivo, a toda transformación estructural por la inclusión masiva de población en tierra, trabajo y empleo, vivienda digna, ingreso garantizado, oportunidades universales y ciertas, protección a la vida humana, a la célula familiar, a la paz y convivencia civil como tarea de la fuerza pública en vez del fomento a la guerra interna y armamentismo por supuestas amenazas externas. Esto convierte al modelo colombiano en un blindado poder plutocrático, del dinero y lo financiero, de acumulación ilimitada y feroz de bienes y capitales, recurriendo a despojos y muertes, a la “compra venta” del estado por maquinarias burocráticas y contratantes. Como Iglesia católica, no podemos anclarnos en conveniencias políticas o diplomáticas, sin un claro profetismo de evidenciar la realidad y proponer alternativas de inspiración en el Evangelio y en la Soberanía del Amor, entendido como “Amor de la Cruz”, no exento de rechazo y persecución, incluso de martirio. Un país donde el mismo DANE (Departamento Nacional de Estadísticas), señala que más de 22 millones de personas tienen que pasar el día con menos de 10 mil pesos, y en donde las cifras de violencia, corrupción, informalidad y criminalidad son tan espantosas, no pueden “domesticar” el cristianismo como mera religiosidad popular o mero pulular de Iglesias biblicistas, algunas como partidos electorales y adheridas a las fuerzas intransigentes de nuestra sociedad. Año de elecciones y nuevo Gobierno No es un contexto alentador el nuestro, enmarcado en procesos geopolíticos de vecindad continental que presionan a que la vía electoral sea en Colombia una trasparente posibilidad de cambio pacífico y democrático. En este marco proceloso entramos en el año electoral 2022. Y vivimos la realidad urbana, regional y nacional, que aún resuena con los dolorosos enfrentamientos y muertos entre civiles y policías, los ataques a militares y de ellos a cuerpos armados ilegales, los bloqueos y daños graves a bienes sociales y públicos. Duelen, a más no poder las violencias y masacres agudizadas en territorios como Arauca y toda la gran frontera con Venezuela, el Pacífico y Suroccidente, Bajo Cauca y otras regiones. Violencias que denuncian un gigantesco poder armado que muta sus apariencias y actúa con planes de exterminio sistemático y acciones terroristas de miedo y amenaza. En este contexto es más importante el votante que el voto, la voluntad de cooperar en propósitos colectivos de supervivencia, solidaridad y paz, que las afiliaciones y los carnets partidistas. La democracia se vuelve más asamblearia y horizontal que meras filas ante las urnas y espera de resultados, más por nombres y pactos “históricos” entre aspirantes al poder, que pactos sociales y populares entre quienes deben concertar cambios y transformaciones territoriales. Asistimos más al sainete de peleas y ofensas que a la escucha de las poblaciones en los territorios, las propuestas sociales de cambio y los programas de gobierno propuestos. “Veo un gran bosque de candidatos y un enorme desierto de propuestas”, decía al respecto el Arzobispo de Bogotá, monseñor Rueda Aparicio. Cambiar de camino Cuando arrecian crisis como las que viven nuestras comunidades y Consejos Comunitarios del Bajo Calima y Cuencas de los ríos sobre el Pacífico, sólo queda esta certeza de que la masa social popular, ajena a armados, a plataformas ideológicas y a partidos políticos de confrontación, fortalezcan sus vínculos para la supervivencia colectiva. Hay que unir hacia dentro de los territorios y hacia afuera de las autonomías, una verdadera red de salvamento y resistencia comunitaria, fortaleciendo vínculos comunicacionales, solidarios y fraternos con las otras comunidades, tejiendo solidaridades regionales y nacionales. entre las poblaciones urbanas y las periféricas. En otras palabras, llega la hora en que más que electorado tradicional vamos a tener que volvernos un sujeto colectivo en cada territorio y ciudad, un pueblo que rehace sus discursos y actitudes sociales y se reorganiza para no recurrir ni al desplazamiento forzoso, ni a huir del país, ni a caer en la trampa de matarnos unos a otros, dejando empoderar de los territorios a hordas armadas e intereses oportunistas sobre ellos. A este propósito es indispensable la unión de ejes sociales e institucionales, de gobiernos locales, Iglesia o Iglesias, empresarios, Academia y Comunidad Internacional, que conciten al encuentro, a la confianza en la vía del diálogo y la concertación, del acuerdo y el consenso, al reconocimiento del otro, la interlocución y el consenso. Muchas poblaciones indígenas, negras y campesinas tienen bases y experiencia, capacidad instalada, saberes y conocimientos acumulados que los han hecho y harán fuertes ante esta oleada de nuevas violencias y multiplicación estratégica de actores armados para desestabilizarlos y debilitarlos. Requerirán del apoyo humanitario y la mano tendida de gobiernos y sociedades locales y regionales, así como del invaluable acompañamiento y el aporte de recursos que ha venido haciendo la Comunidad Internacional. Que esta “campaña electoral” no sea capitalizada por las violencias que quieren el caos, supuestamente para derribarlo todo y comenzar de nuevo, como predicaron los falsos idearios de la “lucha armada”, ni por las violencias intransigentes y sangrienta a de quienes están dispuestos a todo y al “todo vale”, con tal de que nada les cambie y se mantengan sus intereses, sus modelos, sus abusos. Ni mucho menos por las violencias y bombazos de los capos del narcotráfico, ajenos a toda consideración humana y social, que quieren volver el mundo un gran supermercado de sus alucinógenos y alucinadas idolatrías del dinero. Llamado a una nueva democracia Los llamamos a unirnos en aras de que sobrevivamos todos y sobreviva nuestra nación como patria digna, civilizada y con futuro. Dios no nos habla ahora tanto por medio de discursos. En esta Torre de Babel de estos tiempos, en estos “diluvios universales” nos habla por medio de las realidades. Ellas son los “profetas” y “los signos de los tiempos” que necesitamos escuchar todos. Es a ellas a las que hay que escuchar, para que así estemos dispuestos a escucharnos unos a otros, a recoger todas las propuestas pacíficas, a llegar pronto a los propósitos comunes y a definir los proyectos colectivos y prioritarios en cada territorio y ciudad. Una democracia de realidades asumidas y de unidad en las diversidades, de igualdad en la común dignidad humana y de consensos en el bien común, el desarme social, la paz y el desarrollo armónico, será la que ponga al centro el derecho y el respeto por toda vida y por la vida toda. Es la “democracia horizontal “más que la vertical y centralista. Que se centra en el ejercicio territorial, de calles, veredas e instituciones, más que en conceptos de derechas, centros e izquierdas. Que nos preparemos y estemos listos para acompañar al pueblo colombiano en estos trances históricos y para convocar a todos los armados legales e ilegales, a toda la sociedad y el nuevo Gobierno, a la comunidad internacional y los pueblos vecinos del continente, a un nuevo y completo proceso popular de paz en Colombia. +Darío de Jesús Monsalve Mejía Arzobispo de Cali

Vie 11 Feb 2022

Estar al lado de los que sufren

Por: Mons. Juan Carlos Cárdenas Toro – El Papa nos invita a estar cerca de los enfermos - El viernes 11, fiesta de Nuestra Señora de Lourdes, se celebra la 30ª Jornada Mundial del Enfermo. Quisiera resaltar algunos puntos que el Santo Padre plantea en su mensaje para la ocasión y que nos vienen bien en este contexto de pandemia, no sólo por los afectados por el Covid, sino porque hay otra cantidad muy grande de personas que en este contexto, han relegado el debido cuidado de su salud y hoy están experimentando las consecuencias de esto. Así mismo, el descalabro que el sistema de salud, con la debacle de EPS como Coomeva y Emssanar, es un campanazo de alerta para mirar con unos ojos distintos a los enfermos y a los trabajadores de la salud. 1. La misericordia de Dios Recuerda el Santo Padre que «Dios siempre mira a sus hijos con amor […] y nos cuida con la fuerza de un padre y con la ternura de una madre». Los evangelios abundan en relatos de encuentros de Jesús con tantos enfermos. Jesús no pasó de largo ante el sufrimiento de la gente. Y eso es precisamente la misericordia: la capacidad de inclinarse ante la humanidad que sufre y hacer algo para aliviar ese sufrimiento. Inspirados en esta convicción acerca de Dios, los creyentes estamos llamados a ser «testigos de la caridad», derramando «sobre las heridas de los enfermos el aceite de la consolación y el vino de la esperanza». 2. Tocar la carne sufriente de Cristo Esta expresión que es tan propia del Papa Francisco es una invitación a no pasar de largo, a implicarnos ante la enfermedad de nuestros semejantes. Sobre este particular, el Santo Padre se dirige a médicos, enfermeros y enfermeras, personal que asiste y cuida a los enfermos, voluntarios, etc.: «Sus manos, que tocan la carne sufriente de Cristo, pueden ser signo de las manos misericordiosas del Padre. Sean conscientes de la gran dignidad de su profesión, como también de la responsabilidad que conlleva». Todo esto sobre la base de que «El enfermo es siempre más importante que su enfermedad». 3. Los centros de asistencia sanitaria, casas de misericordia ​Aunque en el contexto actual los servicios de salud tienen una fuerte connotación empresarial, el Papa no deja de convocar a que sean espacios de presencia y cercanía, marcados por un profundo sentido humano. Y resalta también el papel delas instituciones católicas, a las cuales califica como «un tesoro precioso que hay que custodiar y sostener». Damos gracias a Dios por los hospitales San Pedro e Infantil y los hospitales mentales que procuran poner al enfermo y sus familias en el centro de sus actividades. +Juan Carlos Cárdenas Toro Obispo Diócesis de Pasto

Mié 9 Feb 2022

Año nuevo 2022 caminando juntos

Por: Mons. Luis Fernando Rodríguez Velásquez - Cada que damos inicio a un nuevo año hacemos buenos propósitos como personas individuales, o como miembros de una familia o comunidad. Son propósitos que tienen que ver con la paz interior, la paz social, la superación de alguna dificultad, el asumir una nueva responsabilidad, etc. Son, pues propósitos tanto espirituales como materiales, como los que tienen que ver con la salud y el conjunto de relaciones sociales, sin olvidar, para muchos, el restablecimiento de las relaciones con Dios. Como pueblo de Dios que peregrina en el mundo, quisiera proponer que para este año que comenzamos tengamos presente el gran propósito de caminar juntos, en estilo sinodal. Será para Colombia un año complejo desde donde se mire, especialmente en los campos social y político. En lo social porque siguen vivas heridas y necesidades que no han sido satisfechas; en lo político, porque es un año de tinte electoral que hace que ese caminar juntos se vuelva una exigencia. No podemos negar que para superar los retos de manera más eficiente tenemos que redescubrir la importancia de tener metas comunes, objetivos claros y métodos responsables y respetuosos de todos. Esta clave de acción la propongo, no solo para lo que en las parroquias y comunidades eclesiales se va a llevar a cabo entorno del tema de la sinodalidad, sino también en la sociedad civil, que también conformamos, de manera que Colombia muestre gallardía y madurez, dejando a un lado intereses personales y partidistas, para buscar en todos los casos el bien común. A nivel eclesial, la propuesta de hacer una Arquidiócesis y parroquias en estilo sinodal, ha de servirnos para identificar la Iglesia distinta capaz de responder a los retos y problemáticas del mundo contemporáneo. En el mes de febrero celebramos la Solemnidad de la Presentación del Señor, fiesta litúrgica que tradicionalmente conocemos como La Candelaria. La Sagrada Familia de Nazaret sube al templo para presentar la ofrenda. José y María, con el Niño, caminan juntos, oran juntos, escuchan del anciano Simeón y de la profetisa Ana mensajes que describen la vida del recién nacido. Es la palabra de Dios pronunciada a través de estos personajes, que María escucha y guarda en su corazón. Seguramente fueron palabras proféticas e iluminadoras para entender todo lo que habría por venir en adelante. Este ejemplo nos sirva para poner en práctica el ejercicio de la escucha confiada en Dios. Ánimo, que el caminar juntos sea signo de la esperanza que tenemos en un futuro mejor para la Iglesia y el mundo. + Luis Fernando Rodríguez Velásquez Obispo auxiliar de Cali

Dom 6 Feb 2022

¡A vacunarse!

Por: Mons. Carlos Arturo Quintero Gómez - Desde diciembre del 2019, cuando la Organización Mundial de la Salud, reportó la presencia de un virus originado en Wuhan, China, identificado como ‘Coronavirus’, COVID-19, han transcurrido dos años, en los que la ciencia ha ido conociendo mejor las causas y consecuencias del virus, que se ha ido expandiendo con rapidez, llevando al estallido de una pandemia, que sigue haciendo estragos en la faz de la tierra. La aparición del SARS-CoV-2 ha ido desgastando esta sociedad, que ha tenido que vivir desde el confinamiento, pasando por los cambios de hábitos ordinarios hasta llegar a tener que asumir nuevas conductas y comportamientos, a partir de normas de bio-seguridad, frente a las que aún hay resistencia e incluso grupos o movimientos denominados ‘anti vacuna’. Hoy quiero invitarles, queridos lectores, a dar una mirada a lo que han significado estos dos años. Cuántos seres queridos hemos tenido que despedir, sin los rituales religiosos acostumbrados, en medio de un dolor desgarrador, que nos hace experimentar las ausencias, dejando profundas heridas, que tardarán en sanar. Miles de hermanos han tenido que estar en una UCI, luchando para ganar la batalla a la COVID, mientras otros, millones en el mundo, han perdido la batalla. En Colombia, el deceso de 133.560 personas, a la fecha, es una cifra escandalosa, máxime cuando solo en el departamento del Quindío se reportan más de 1944 muertes por COVID. En verdad, estamos frente a un terremoto de magnitudes insospechadas. La OMS, ante esta ola de contagios –estamos en un cuarto pico-, habla de ‘enfermedad endémica’, que significa, que debemos aprender a convivir con este virus, pues ‘ha llegado para quedarse’. Ahora bien, ante esta pandemia, ¿Qué debemos hacer? Lo más importante, asumir las normas de protección personal y comunitaria, como el uso del tapabocas, el gel anti-bacterial o alcohol, el lavado frecuente de las manos y el distanciamiento social, normas básicas, que todos debemos cumplir, con responsabilidad ciudadana y amor al prójimo. Reconozco que, en la sociedad, existen grupos o movimientos ‘anti vacunas’, que se oponen abiertamente a las dosis exigidas y que promueven una resistencia a vacunarse, difundiendo doctrinas personales y generando miedo y zozobra en muchos interlocutores. Es respetable que haya personas que no deseen vacunarse y que invoquen el ‘libre albedrío’, sin embargo, no podemos llegar a radicalismos, impidiendo que otros hermanos tomen conciencia de su responsabilidad social. La ciencia nos está recordando que, muchas personas infectadas o que han muerto a causa del coronavirus, han sido personas que se han resistido a vacunarse, lo que imposibilita, además, que se llegue a la inmunización del rebaño. Repito, tenemos que ser respetuosos de las decisiones de las personas es verdad, pero desde mi condición quiero persuadir a muchos que lean estas líneas, a que se vacunen, como un ‘acto de amor’, en palabras del Papa Francisco. Me hago vacunar, quizás no por mí, quizás no creo en el poder de las vacunas, pero quiero cuidar la vida de mis semejantes, de mis familiares y de las personas con las que entro en contacto cada día; se trata de pensar en el bien común, en los otros, reconociendo que juntos podemos hacer frente a esta pandemia. Aquellos que se resisten a vacunarse, invocan la ciencia, con argumentos nada coherentes; otros invocan sus principios religiosos, cerrando sus oídos y su corazón a la enseñanza da la misma Iglesia, que es madre y maestra; muchos cuestionan a las farmacéuticas y se van en rastre contra los gobiernos, por considerar que se trata de un negocio que traspasa fronteras. Otros opinan que no quieren hacerlo porque las vacunas están elaboradas con membranas de embriones o fetos abortados. Sin embargo, aunque muchos pudieran tener la razón, lo que no podrán ignorar es que el virus no se ha ido y los contagios siguen disparados, porque hemos bajado la guardia en relación con las normas de bioseguridad y los elementos de auto cuidado. Y mientras aparecen nuevas variantes, el personal médico no ha cejado en su misión de ‘salvar vidas’. Por lo menos, asumamos nuestro rol ciudadano, quizás nos llevará a tomar conciencia de la necesidad de vacunarnos. + Carlos Arturo Quintero Gómez Obispo de Armenia