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Opinión

Lun 15 Jul 2019

Vivir la caridad en una inmensa crisis

El Señor nos regaló un testamento de amor antes de padecer en la Cruz, “amaos los unos a los otros como yo os he amado” (Juan 13,34), precisamente vienen a nuestra mente estas palabras del Buen Maestro en el doloroso momento que vivimos en Colombia, especialmente en la frontera con la hermana nación de Venezuela. Desde hace casi cuatro años, hay un flujo creciente de personas, hombres, mujeres y niños que pasan a nuestro País a comprar alimentos, a buscar medicinas y los servicios de salud, también todo lo necesario para llevar adelante sus vidas en los más sencillos detalles. Cada semana llegan a ser 75 mil personas en un día del fin de semana. Un drama que ha venido aumentando progresivamente en los días, ahora, tenemos casi un millón trescientos mil venezolanos en nuestra casa, además de los colombianos que han retornado, ochocientos mil. Las distintas Diócesis de la frontera: Riohacha, Valledupar, Tibú, Nueva Pamplona, Ocaña, Málaga-Soatá, Arauca, los Vicariatos de Puerto Carreño y Vichada.El drama de estos hermanos ha tocado también a las ciudades donde otras comunidades de nuestras Iglesiashan atendido esta gran crisis, ayudando a los hermanos que sufren.Sólo la Diócesis de Cúcuta ha entregado más de ochocientos mil desayunos y más de un millón cuatrocientos mil almuerzos a estos hermanos en condiciones deplorables. Un gran número de laicos voluntarios, religiosas y religiosos, sacerdotes han atendido esta gran emergencia, con caridad, amor y fraternidad. En los últimos días esta situación de necesidad, la falta de alimentos y medicinas ha hecho aumentar el flujo de hermanos que vienen a Colombia y, previsiblemente, tendremos muchos Venezolanos que para poder sobrevivir pasaran la frontera, familias enteras. Nos corresponde orar mucho para que esta nación encuentre un camino que resuelva sus situaciones internas, respetando la libertad, la capacidad de escoger cada nación su destino y, especialmente respetar la dignidad de la persona humana. Al momento, en el horizonte no se ve una solución a este momento político de Venezuela, van llegando muchos hermanos, muchos niños y jóvenes que tenemos que ayudar y acoger con gran responsabilidad social y con fe, en la caridad de Cristo. Como nos ha repetido el Papa FRANCISCO, en el hermano que sufre, podemos ver y besar la “Carne de Cristo que sufre”. Santo Tomás de Aquino, el gran teólogo y doctor nos enseña que hacer “limosna es un acto de caridad favorecido por la misericordia” (S. Th. II-II, q. 1), pero nuestra ayuda a estos hermanos es algo más, son nuestra familia que sufre, somos el mismo pueblo y con las mismas raíces, pero que nos ha separado la historia. Cada uno de los oyentes de este programa puede empeñarse en ayudar a estos hermanos, con una palabra de aliento, con un trabajo justamente remunerado, facilitando su camino y sobre todo sembrando en ellos esperanza de un futuro mejor.Esta es una gran oportunidad para vivir el amor al prójimo, para cumplir aquello que nos relata el evangelio de San Mateo: “tuve hambre y me disteis de comer… tuve sed y me disteis de beber, estuve desnudo y me vestisteis”. (Mt 25, 35-36). Se acerca una gran crisis, el sufrimiento de nuestros hermanos venezolanos crece, oremos intensamente por ellos y ayudémoslos con gran fe.

Mié 10 Jul 2019

Preparemos el sínodo estudiando ‘Laudato si’ (II)

Por: Mons. Juan Carlos Cárdenas Toro - Con el título de “El Evangelio de la Creación”, el segundo capítulo de la primera Encíclica pontificia dedicada al medio ambiente, aborda la fundamentación bíblico teológica de la preocupación por el cuidado de la casa común. En este capítulo el Papa pone la luz de la fe y la reflexión teológica, al servicio de los distintos ámbitos diferentes al religioso, que hoy están llamados a asumir la responsabilidad por corregir y tomar medidas para frenar el progresivo deterioro de las condiciones de vida que está teniendo el planeta por las acciones irresponsables de los seres humanos. 1. La Luz que ofrece la fe (nn. 63-64) El Santo Padre hace caer en la cuenta como un problema tan complejo ha de abrir espacio en el análisis al apoyo de otros saberes y disciplinas, entre las cuales descuellan «la vida interior y la espiritualidad». Considerando esto, el Papa afirma: «Si de verdad queremos construir una ecología que nos permita sanar todo lo que hemos destruido, entonces ninguna rama de las ciencias y ninguna forma de sabiduría puede ser dejada de lado, tampoco la religiosa con su propio lenguaje». 2. La sabiduría de los relatos bíblicos (nn. 65-75) Para el Papa Francisco es claro que la Sagrada Escritura abunda en textos que inspiran y sustentan el compromiso y sensibilidad con el cuidado de la casa común. En el Antiguo Testamento confirma la revelación del plan amoroso querido por Dios para el ser humano y los demás seres de la creación. Muchas narraciones del Génesis «sugieren que la existencia humana se basa en tres relaciones fundamentales estrechamente conectadas. La relación con Dios, con el prójimo y con la tierra»; pero estas relaciones se rompieron, primero en el hombre y luego esa ruptura ha impactado todo lo demás. Y este desequilibrio, constata el Sucesor de Pedro, parte de «haber pretendido ocupar el lugar de Dios, negándonos a reconocernos como criaturas limitadas». Al advertir del “abuso” que se ha dado al mandato de “dominar la tierra”, el Papa explica que «esta responsabilidad ante una tierra que es de Dios implica que el ser humano, dotado de inteligencia, respete las leyes de la naturaleza y los delicados equilibrios entre los seres de este mundo», mientras invita: «A la vez que podemos hacer un uso responsable de las cosas, estamos llamados a reconocer que los demás seres vivos tienen un valor propio ante Dios». El primer responsable de mantener este equilibrio de la creación es el ser humano, teniendo en cuenta su dignidad y su facultad de ser racional. Finalmente, el Santo Padre concluye que «la mejor manera de poner en su lugar al ser humano, y de acabar con su pretensión de ser un dominador absoluto de la tierra, es volver a proponer la figura de un Padre creador y único dueño del mundo, porque de otro modo el ser humano tenderá siempre a querer imponer a la realidad sus propias leyes e intereses». 3. El misterio del universo (nn. 76-80) El Papa aclara conceptos. Mientras que, desde una perspectiva científica, no religiosa, se habla de naturaleza, entendida «como un sistema que se analiza, comprende y gestiona», la tradición judeo-cristiana habla de creación, «entendida como un don que surge de la mano abierta del Padre de todos, como una realidad iluminada por el amor que nos convoca a una comunión universal». Así, cada perspectiva desembocará en maneras diversas de relacionarse con el medio ambiente. En la clave de la comprensión cristiana, es claro que «el amor de Dios es el móvil fundamental de todo lo creado», por lo cual «cada criatura es objeto de la ternura del Padre, que le da un lugar en el mundo». De allí el trato respetuoso que hemos de tener con cada ser creado. Pero, por otro lado, la tradición judeo-cristiana desmitifica la naturaleza, que en muchas culturas era vista como una realidad divina en sí misma. Manteniendo respeto y admiración por ella, ya no le atribuye este carácter divino, pero sí afirma el compromiso por una relación racional y razonable con cada criatura. De este modo, ni endiosamiento del hombre (no somos los patrones y los demás seres, solo recursos para explotar) ni endiosamiento de la naturaleza; por el contrario, una recíproca y armónica interrelación, en la cual el ser humano tiene alta cuota de responsabilidad, como criatura pensante. Concluye el Papa: todas las criaturas «avanzan, junto con nosotros y a través de nosotros, hacia el término común, que es Dios… porque el ser humano… atraído por la plenitud de Cristo, está llamado a reconducir todas las criaturas a su Creador» +Juan Carlos Cárdenas Toro Obispo Auxiliar

Mar 2 Jul 2019

La economía al servicio de la dignidad humana y del bien común

Por: Mons. Víctor Manuel Ochoa Cadavid - En dos ocasiones, cada año, todos los Obispos de Colombia, de las distintas arquidiócesis y diócesis, así como de los Vicariatos Apostólicos, provenientes de todas las zonas de Colombia nos encontramos fraternalmente en la Sede de nuestra Conferencia Episcopal en Bogotá para revisar la situación de la realidad nacional y entrar en temas que son de fundamental importancia para la evangelización y la actividad de la Iglesia de Cristo en nuestra Patria, para animar y fortalecer el camino de nuestras comunidades. Este año, en la semana del 1 al 6 de julio 2019, celebraremos la (CVIII) Centésima octava Asamblea Plenaria, para estudiar el tema:La Economía al servicio de la dignidad humana y el bien común.Estamos dedicando tres años al estudio de la incidencia de la evangelización en los distintos ambientes sociales.La Iglesia quiere entrar en lo profundo de la realidad social y, desde el Evangelio de Cristo, tratar de comprender e iluminar el camino de nuestra acción social y de anuncio de las verdades de la fe. Esta temática nos hace entrar en lo profundo de la Doctrina social de la Iglesia, en la lectura que se hace desde el evangelio de los distintos temas que se han ido creando en el último siglo, para comprender la lectura que los cristianos han hecho de los distintos temas que tocan la vida humana y las realidades del hombre, que vive en común con otros hombres y tiene particulares modos de reflexión y vida. La Doctrina social de la Iglesia se ha desarrollado a partir del Magisterio de los Pontífices desde el papa León XIII, con la publicación de la Encíclica Rerum Novarum (1891) y que ha continuado a lo largo de los decenios con enseñanzas muy precisas y claras para los cristianos, orientando suforma de comprender las realidades sociales.En los últimos años hemos tenido dos Encíclicas sociales de mucha importancia, Caritas in Veritate (Caridad en la verdad) de Benedicto XVI y Laudato si (Alabado seas) del Papa Francisco. Ellas nos han hecho entrar en el tema de la caridad y el servicio a los hermanos y la vivencia de la caridad en primer lugar y, en el cuidado de la casa común y del entorno en el cual vive el hombre. El objeto de nuestro encuentro nos hará entrar en una dimensión muy importante de la Doctrina social de la Iglesia, laDignidad de la persona humana. La Iglesia en su enseñanza a lo largo de los siglos, no ha dejado de indicar al hombre, su realidad, sus derechos, su ser, como objeto de la reflexión y de las respuestas que deben darse desde la fe. El hombre, su ser, ha alcanzado una respuesta clara y precisa en el evangelio de Cristo, en la misión y tarea que se le ha confiado y en el horizonte para el desarrollo de su ser, según la voluntad de Dios. La dignidad humana surge de la acción de Dios, pues el hombre es creatura de las manos del Altísimo, habiendo recibido del creador su alma y su cuerpo, además de una tarea y una misión concreta en la realidad y en el mundo.El hombre fue creado de las manos de Dios y de su acción, recibiendo ser “imagen” de El (Génesis 1, 26). En virtud de su dignidad el hombre ha recibido una tarea una misión, que realizar en el mundo, tanto en sus relaciones interpersonales, como en el cuidado y el desarrollo, además del aprovechamiento de lo creado. Este es uno de nuestros grandes retos en la humanidad que vivimos y experimentamos hoy. El Concilio Vaticano II, en la Constitución pastoral Gaudium et Spes (Gozo y esperanza) nos enseña:«Todos los bienes de la tierra deben ordenarse en función del hombre, centro y vértice de todos ellos (…) La Biblia enseña que el hombre ha sido creado «a imagen y semejanza de Dios» (…) y que por Dios ha sido constituido señor de la entera creación visible para gobernarla y usarla glorificando a Dios (…) Pero Dios no creó al hombre en solitario (…) El hombre es, en efecto, por su íntima naturaleza, un ser social y no pue­de vivir ni desplegar sus cualidades sin relacionarse con los demás»(Concilio Vaticano II, Gaudium et spes, 12). Precisamente en este orden es que queremos revisar y estudiar el tema de la economía, de las distintas relaciones sociales que se establecen en torno al trabajo, a la compensación justa y necesaria para el trabajo humano, en la propiedad a la cual tiene derecho el hombre y, también al acceso que todos tienen como derecho fundamental al uso de los bienes materiales. En este contexto social en el cual vivimos, la economía a veces parece algo lejano, destinada a ser estudiada y dirigida por unos pocos técnicos, que establecen normas y leyes que nos alejan de la justicia y de los derechos de las personas. La Doctrina social de la Iglesia ha enseñado siempre que hay unas cuestiones fundamentales en la lectura del orden social (base de la economía). Ya el Papa León XIII en la EncíclicaRerum Novarum, había puesto tres valores fundamentales que debían ser tenidos en cuenta: el uso de los bienes materiales para todos; el valor del trabajo -su respeto, fortalecimiento, justa compensación-; y los derechos de la familia en la justicia y la garantía de salarios y derechos justos(Este tema es ratificado por San Juan XIII en la Encíclica Mater et Magistra (Madre y Maestra) n. 42. En nuestros días se va fortaleciendo la propuesta de una nueva economía, que tenga al hombre y sus derechos como fundamento, con la propuesta de un nuevo modelo alternativo de economía y de sociedad.La Iglesia en Colombia ha valorado y apoyado en muchos momentos estos temas, con el fortalecimiento del cooperativismo; con la creación y fortalecimiento del SENA, como oportunidad de formación de los jóvenes; con la creación de un comercio equitativo, solidario y respetuoso de la naturaleza y de los bienes comunes. El tema de la economía, de los parámetros sociales de lectura de los bienes económicos,de los medios de producción y de sus ganancias, tiene que pasar necesariamente por el bien común y destino social que estos bienes tienen, la Iglesia lo ha llamado una hipoteca social(San Juan Pablo II, Encíclica Sollicitudo Rei Socialis (Solicitud por las cosas sociales, n. 42). Los bienes, la propiedad privada tienen también su valor y deben ser respetadas, pero es necesario que se fortalezca un camino de justicia y de participación de los bienes para todos, sin distinción, evitando la inequidad y la injusticia para muchos.Es necesario proponer una respuesta a la realidad social, en el ejercicio y cumplimiento de cuanto la Iglesia ha enseñado que es la justicia social, el derecho a todos a acceder a los bienes de la naturaleza, de la producción económica, al satisfacer sus necesidades primarias y fundamentales. El Evangelio de Cristo, está claramente en la base de estas opciones y de estas respuestas que son tan necesarias. Les pido queridos lectores de LA VERDAD que pongan esta intención en sus oraciones, pidiendo las luces del Espíritu Santo sobre el trabajo que realizaremos. + Víctor Manuel Ochoa Cadavid Obispo de Cúcuta

Vie 28 Jun 2019

Establecer hábitats de fe

Por: Mons. Omar de Jesús Mejía Giraldo - Saludo de Paz y Bien a todos mis hermanos en la fe. Me dirijo a todos, pero especialmente a ustedes queridos sacerdotes, a quienes invito a ser los primeros interesados en motivar el crecimiento en la fe y en la oración a nuestras comunidades. El Papa Benedicto XVI, nos pide con urgencia, que, en la actualidad, frente a la cultura de lo fácil y de la falta de compromisos estables y duraderos, se establezcan hábitats de fe. “En unecosistema, elhábitates el lugar donde vive lacomunidad”. La Eucaristía es "fuente y culmen de toda la vida cristiana" (LG11). Así las cosas es necesario entender que la Eucaristía es indispensable para un cristiano – católico. La Eucaristía es el hábitat normal donde cada cristiano – católico debe vivir, porque la Eucaristía es la presencia del mismo Dios y Señor manifestado en la persona de Jesucristo. Dice la Palabra: “Después tomó pan y, dando gracias, lo partió y se lo dio diciendo: Esto es mi cuerpo, que es entregado por ustedes. Hagan esto en memoria mía. Hizo lo mismo con la copa después de cenar, diciendo: Esta copa es la alianza nueva sellada con mi sangre, que es derramada por ustedes” (Lc 22,19-20). Con fe firme creemos y confesamos que Jesús, el Señor, está presente en el Santísimo Sacramento del Altar y por ello, la Iglesia, sabiendo que la Eucaristía es el mismo Dios que se nos da, nos invita a adorar, contemplar y venerar la Santísima Eucaristía, acto de piedad y de amor que nos convoca a crear un hábitat eucarístico, a crecer en la virtud de la oración y a comunicar nuestra caridad a los hermanos como consecuencia de nuestra entrega a Dios amor. Para la Iglesia siempre ha sido de gran preocupación la santidad de sus ministros; por eso, el mismo Papa Benedicto XVI, en el año 2009, convocó para que el día de la fiesta litúrgica del Sagrado Corazón, se dedicará una especial oración por la santificación de los sacerdotes. Aprovecho esta oportunidad para invitar de una manera fraterna, afectuosa y reiterada para que juntos, como comunidad de fe y amor, nos sintamos todos llamados a orar sin cesar por la santidad de los sacerdotes de nuestra querida diócesis de Florencia. La propuesta es la siguiente: En la fiesta litúrgica del Sagrado corazón, cada año, tengamos la intención particular de orar por los sacerdotes, pidiendo a Dios la santidad para cada uno. Cada primer Viernes, después de la Santa Misa de las 6.30 AM, en la capilla de la comunidad de las Clarisas, se exponga el Santísimo, para la adoración y que permanezca abierta hasta las 5.00 PM, hora en que se dará la bendición y ojalá en algunas horas del día, algunos sacerdotes puedan estar allí, para ofrecer, a quienes lo deseen, el sacramento de la penitencia. Que se exponga el Santísimo Cuerpo de Cristo, en todos los templos parroquiales, todos los primeros viernes de cada mes, después de la Santa Misa de la noche, hasta las 9.00 PM, y se motive para que la comunidad ore por la santidad del clero, oración que invito, se haga en completo silencio, de tal manera que se propicie un encuentro y un diálogo personal con el Señor. Queridos hermanos, que Dios todopoderoso, los bendiga y acompañe; el corazón Inmaculado de María los acompañe con su Santa y agraciada presencia. “La santidad de los sacerdotes es signo de esperanza para la Iglesia y para el mundo” (Benedicto XVI) + Omar de Jesús Mejía Giraldo Obispo de Florencia

Mié 26 Jun 2019

Preparemos el sínodo estudiando ‘Laudato si’ (I)

Por: Mons. Juan Carlos Cárdenas Toro - Los grandes problemas que golpean nuestra casa común.De camino hacia el próximo sínodo panamazónico que tendrá lugar en octubre, entremos al primer capítulo de la Encíclica Laudato Si (Alabado seas). Con el título “Lo que le está pasando a nuestra casa”, el Santo Padre aborda los factores principales que están complicando el frágil equilibrio de nuestro planeta. 1. Contaminación y cambio climático (nn. 17-26) En primer lugar, el Papa Francisco recuerda aquellas múltiples formas de contaminación que afectan todos los días al planeta, y consecuentemente a todos los seres vivos, afectando su salud y supervivencia, particularmente de los más vulnerables (entre los cuales debemos contar millones de seres humanos). El humo generado por los combustibles fósiles usados para la cocina, la calefacción, el transporte, la industria; las sustancias que hacen más ácido los suelos y las aguas; los fertilizantes y fungicidas; los residuos que diariamente producimos, son parte del inmenso impacto que está contribuyendo al deterioro progresivo de nuestro planeta. Para el Papa Francisco, «estos problemas están íntimamente ligados a la cultura del descarte, que afecta tanto a los seres humanos excluidos como a las cosas que rápidamente se convierten en basura» (LS, n. 22). Ante esto, invita a tener como ejemplo el funcionamiento de los ecosistemas, cuya cadena no deja nada al desperdicio, sino que todo es aprovechado por todos. En este punto se debería trabajar más para reducir el impacto de la contaminación en el rápido deterioro del clima. Y como el efecto de su cambio es global, el Papa afirma que este es un bien común que debe comprometer a todos. 2. La cuestión del agua (nn. 27-31) El segundo factor crítico que preocupa sobre la casa común es el del agua. Sobre el particular, el Papa afirma que «ahora en muchos lugares la demanda supera a la oferta sostenible, con graves consecuencias a corto y largo tiempo»; en efecto, menciona las grandes ciudades que se ven sometidas a racionamientos como consecuencia de esto, al igual que la contradicción de países con abundante agua pero que padecen grave escasez. También llama el Papa la atención sobre problemas ligados al agua: «el de la calidad del agua disponible para los pobres, que provoca muchas muertes todos los días»; las enfermedades relacionadas con el agua; la contaminación de fuentes hídricas por las actividades extractivas, agrícolas e industriales, así como los detergentes y productos químicos que usa la población. Resalta el hecho de que en algunos lugares se da la tendencia a privatizar el uso del agua. Ante esto, recuerda el Papa que «el acceso al agua potable y segura es un derecho humano básico, fundamental y universal». 3. Pérdida de biodiversidad (nn. 32-42) Para el Santo Padre, la depredación de que están siendo objeto los recursos de la tierra, y la consecuente pérdida de selvas y bosques, así como de innumerables especies, es algo de urgente atención, pues además de la ya trágica realidad de la extinción que muchas de estas enfrentan, está comprometer seriamente hacia el futuro «recursos sumamente importantes, no sólo para la alimentación, sino también para la curación de enfermedades y para múltiples servicios». El Papa llama la atención sobre la causa de la desaparición de tantas especies: la acción humana. Frente a este drama, el Papa Francisco es contundente: «No tenemos derecho». Y dice: «Cada año desaparecen miles de especies vegetales y animales que ya no podremos conocer, que nuestros hijos ya no podrán ver, perdidas para siempre». Ante esta tragedia, el Papa invita a ir «más allá de lo inmediato», por un afán meramente de lucro financiero y hace caer en la cuenta de que «el costo de los daños que se ocasionan por el descuido egoísta es muchísimo más alto que el beneficio económico que se pueda obtener». Del mismo modo, convoca a prestar especial atención a algunos lugares del planeta, dada su enorme importancia para el ecosistema mundial, entre ellos la Amazonia, la cuenca fluvial del Congo, los grandes acuíferos y los glaciares, entre otros. 4. Deterioro de la calidad de la vida humana y degradación social (nn. 43-47) Para el Papa Francisco, la degradación ambiental, el actual modelo de desarrollo y la cultura del descarte, están teniendo un impacto catastrófico para los seres humanos. Y menciona el crecimiento desmedido y ordenado de las ciudades; la privatización de espacios que restringe el acceso a zonas de particular belleza para disfrute de unos pocos, mientras se descuidan los espacios para la mayoría. Incluso las dinámicas del mundo digital se vuelven una amenaza, cuando desconectan a la gente, dificultando la construcción de relaciones interpersonales más profundas y duraderas. 5. Inequidad planetaria (nn. 48-52) En este punto, el Santo Padre deja clara la mutua dependencia entre el ambiente humano y el ambiente natural. Al respecto, afirma que «no podremos afrontar adecuadamente la degradación ambiental si no prestamos atención a causas que tienen que ver con la degradación humana y social». Y de esto, la inequidad, el olvido de las personas más vulnerables es un punto crítico, pues los más graves efectos de los problemas ambientales los sufre la gente más pobre. Llama el Papa a considerar que “los excluidos” son la mayor parte, miles de millones de personas. Por ello plantea la necesidad de «reconocer que un verdadero planteo ecológico se convierte siempre en un planteo social, que debe integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente, para escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres». 6. La debilidad de las reacciones (nn. 53-59) Y si los problemas que afectan nuestra casa común son grandes y su impacto crece con rapidez, el Santo Padre pone de presente que otro factor crítico es justamente las reacciones débiles y que no van al mismo ritmo del progresivo deterioro ambiental. Ante esta debilidad de la reacción política internacional, el Papa, desde la convicción de que «estamos llamados a ser los instrumentos del Padre Dios para que nuestro planeta sea lo que el soñó al crearlo», propone impulsar una cultura que sea capaz de enfrentar la crisis; construir liderazgos que marquen caminos y crear un sistema normativo que incluya límites infranqueables y asegure la protección de los ecosistemas. Además, reconoce que «hay demasiados intereses particulares y muy fácilmente el interés económico llega a prevalecer sobre el bien común y a manipular la información para que no se vean afectados sus proyectos». 7. Diversidad de opiniones (nn. 60-61) El Papa Francisco evidencia, como último factor crítico en la problemática ambiental, las posiciones tan diversas, contrarias y contradictorias entre sí, que enrarecen cualquier diálogo o acuerdo para enfrentar las crisis. Mientras por un lado algunos se minimiza la situación ambiental, los cuales se podrán resolver con soluciones simples y no de fondo, además sin ningún referente ético, por otra parte, están quienes ven al hombre como una amenaza indefectible para el ecosistema, por lo cual la única solución es reducir la presencia humana en el planeta. Y aunque la solución no es unívoca, el Papa propone identificar posibles escenarios futuros. Además, recomienda tener actitud de apertura y de escucha para generar espacios de diálogo y entendimiento honesto que busque salidas al problema. Esto es urgente, pues «hay regiones que ya están especialmente en riesgo y, más allá de cualquier predicción catastrófica, lo cierto es que el actual sistema mundial es insostenible desde diversos puntos de vista». + Juan Carlos Cárdenas Toro Obispo Auxiliar de Cali

Lun 17 Jun 2019

Individualismo radical

Por: Rafael De Brigard - Que cada uno se pueda meter su por rito en el parque mientras los niños corren detrás de un balón y las mamás comparten las últimas noticias del barrio, es una muestra más de cómo la filosofía y el derecho actuales, y también cierta antropología, han elevado al individuo a la categoría de primera y última regla de vida. El lema es: para el individuo, cero límites; él lo es todo; sus derechos son prácticamente infinitos; su responsabilidad ante la sociedad es la menor posible; la autoridad debe inclinarse reverente ante sus pensamientos, palabras, acciones y omisiones. Y la sociedad colombiana ha engendrado un Estado, una Constitución, unas leyes, unos gobernantes y unos ciudadanos que tienen una propensión casi que enfermiza a hacer valer lo que el individuo desea a costa de cualquier otro valor o parecer. Hemos llegado a institucionalizar un individualismo radical. Y al mismo tiempo, a desconocer en gran medida toda realidad comunitaria como el matrimonio, la familia, la sociedad, el barrio. Estas comunidades han sido arrinconadas por esta fuerza de hombres y mujeres que no ven más allá de sus narices y que quieren hacer todo lo que se les ocurra, sin ninguna consideración por sus consecuencias. Incluso reclaman el derecho de dañar sus propias vidas sin que nadie pueda oponerse a ello. Y la sociedad ha adoptado una cómoda actitud de “respeto y tolerancia”, incluso frente a la presencia de lo que destruye las personas. Claro que respeto y tolerancia forzada, pues de lo contrario hay linchamiento y juicio. Desde hace un tiempo se ha propuesto una ética del cuidado y es la que me parece nos está haciendo falta. Muchos individuos no quieren cuidar su vida y tampoco la de los que están a su alrededor. Cuidar significa ofrecer todo lo que causa bien a la persona y obstaculizar lo que la afecte y destruya. Y la tarea de cuidar tiene que hacerse entre todos los miembros de una comunidad o una sociedad y desde luego bajo la tutela de la autoridad. Pero, ¿una autoridad que comulga con el consumo de sustancias sicoactivas no podría ser acusada de ser cómplice del delito de destrucción de muchas vidas? ¿Y al facilitar esto en espacios públicos, la autoridad no se muestra más bien propensa a extender el mal que debería combatir? Si no queremos adictos cerca de los más frágiles, tampoco queremos más autoridades que con palabras elegantes estén favoreciendo la destrucción de personas y su dignidad. ¿Esto no es encubrimiento de un delito, aunque se le quiera llamar derecho? La legislación y la jurisprudencia en Colombia están encadenadas por ideologías, más que por filosofías profundas y sabias. Están arrinconadas por “modas” intelectualoides que están sacrificando a miles de personas y su dignidad. Trabajan para el aplauso de la galería. Pues han de saber que se están llevando a muchos por delante y por lo visto ya tienen a los niños en la mira. ¿Hasta cuándo los hemos de soportar? Rafael De Brigard, Pbro. Director oficina de comunicaciones Arquidiócesis de Bogotá

Mié 12 Jun 2019

Más consumo

Por: Mons. Ismael Rueda Sierra - Con sobrada razón la Presidencia de la Conferencia Episcopal en su comunicado al respecto, como muchos otros sectores de opinión, hemos manifestado nuestra “preocupación y desconcierto” por la decisión de la Corte Constitucional de eliminar dos incisos del Código de Policía que impedían el consumo de alcohol y sustancias psicoactivas en lugares públicos. La realidad cotidiana, que parece en “crescendo”, en relación con la producción, distribución, comercialización y consumo de estupefacientes en nuestro país, que desafortunadamente permea los diferentes ambientes de nuestras ciudades y del campo, generando dolorosa situaciones de adicción, inseguridad, homicidios por retaliaciones entre grupos y otros males, serían una primera razón para pensar en lo desafortunado de tal decisión. Un país que quiere con esforzado sacrificios, construir una paz duradera, a la postre va a encontrar además en este campo, serios impedimentos cuando el problema fundamental de las drogas, que tanto daño nos ha hecho, tenga más mecanismos de retroalimentación. En las visitas pastorales que realizamos a parroquias y sectores especialmente de la ciudad, hemos encontrado un problema común, reconocido por los párrocos, padres de familia, instituciones educativas, autoridades, así como por los mismos jóvenes que habitan estos ambientes, como es la paulatina colonización de espacios públicos (parques, canchas de deporte y calles), normalmente destinados para el ejercicio de actividades que miran al bien común, sana convivencia y construcción social, invadidos ahora por parte de personas y grupos dedicados a la distribución y al consumo, generando entre los habitantes del lugar, miedo y mucha inseguridad para utilizarlos. Por otra parte y en segundo lugar, cabe preguntarse una vez más, si el libre desarrollo de la personalidad no tiene por objeto entonces y principalmente, el crecimiento integral de la persona humana teniendo en cuenta su dignidad, derechos y deberes, talentos y valores que miran al bien de su proyecto de vida que no, por el contrario, aquello que a la postre resulta nocivo para su auténtico crecimiento y plenitud. La dolorosa experiencia cotidiana de ver tantas situaciones lamentables de jóvenes y aun niños farmacodependientes, no puede evitar que pensemos que existe una contradicción en el modo de interpretar la libertad, cuyo ejercicio ha de buscar siempre el bien de la persona, unida a la comunidad. Y es justamente este segundo aspecto de la responsabilidad social de la conducta personal, la que permite argumentar también que los derechos y libertades individuales llegan hasta dónde empiezan los derechos de los demás. Es principio necesario por considerar, a la hora de tomar decisiones como la que comentamos, en la búsqueda del bien común. Por lo menos en la antropología cristiana, es claro que hay un nexo indisoluble y corresponsable entre persona-comunidad. El pacífico discernimiento que todos debemos hacer sobre la materia, buscando el mayor bien especialmente de las nuevas generaciones con sus familias, afectadas de modo particular, presupone la acción de todos los sectores sociales para trabajar en la prevención mediante procesos educativos conducentes a tomar conciencia del mal que entraña el consumo de drogas y el bien que supone el sano crecimiento de las personas, además de las acciones constructivas que miran al buen uso del tiempo libre de niños, jóvenes y ciudadanos en general a través de la utilización adecuada de espacios públicos y aún privados destinados al deporte, la sana recreación y la integración social, entre otros medios y lograr así su “descolonización”. + Ismael Rueda Sierra Arzobispo de Bucaramanga

Sáb 1 Jun 2019

Id al mundo entero y proclamad el Evangelio

Por: Mons. Víctor Manuel Ochoa Cadavid - Este domingo celebramos la Solemnidad de la Ascensión del Señor. En los evangelios encontramos dos textos que nos relatan este acontecimiento de fe, 40 días después del domingo de la Resurrección. San Lucas en el capítulo 24 (Lucas 24, 50-53) y San Marcos en el capítulo 16 (Marcos 16, 19) nos relata este acontecimiento particular en el cual Jesús, acompañado de los 11 discípulos Asciende glorioso hacia el cielo. El relato de este acontecimiento de la vida del Salvador es presentado, con más amplitud de detalles, por San Lucas en el libro de los Hechos de los Apóstoles (Hechos 1, 9-11). En este relato, abunda en detalles y elementos precisos de este momento de la vida de Cristo y su despedida de esta tierra. En los relatos hay una clara y sentida realidad teológica: El envío de los Apóstoles a evangelizar y a predicar en toda la tierra. Es el mandato misionero de Jesús. Al oriente de la ciudad de Jerusalén, en la cúspide de una pequeña montaña, que comienza en el llamado Huerto de los Olivos, en el camino hacia Betania, se encuentra el monte de la Ascensión, donde el Señor vuelve al Padre, lugar significativo y de gran belleza, hoy ocupado por un lugar religioso de los musulmanes. Para nosotros es la oportunidad de celebrar esta Solemnidad en la liturgia, que trae a nuestra historia este hecho de la vida del Maestro. La Ascensión del Señor abre a la comunidad creyente las puertas de un bello y largo camino, el camino de la vida de la Iglesia y de la Evangelización, que terminará cuando se acabe esta historia dramática, llena de gozos y esperanzas, de pruebas y de dolor, en la que se mueve nuestra vida y la vida de la Iglesia. Dicen los Evangelios que Jesús fue preparando este momento de dos modos: En la Última Cena tras ofrecerse como alimento y vida de sus apóstoles, les prometió de diversos modos que cuando retornara al Padre les regalaría el don admirable del Espíritu Santo, como consta en los capítulos 14, 15, 16 del Evangelio de San Juan. Es la promesa del Consolador, del Paráclito, que nos servirá de abogado y que regala a la Iglesia la fuerza evangelizadora para predicar a Jesucristo como Salvador del mundo entero. En los Evangelios Sinópticos, en varias presencias suyas les anunció que el retorno al Padre era inminente y, finalmente los citó para despedirse y para enviarlos a anunciar la verdad y la vida a todos los pueblos. Podemos leer esto con atención y cuidado en el texto que hemos citado en los Hechos de los Apóstoles. Aquel día glorioso, la Ascensión, la celebrábamos en jueves, ahora, en la esperanza, el Domingo de la Ascensión nos centra en la familia que celebra la Pascua de Jesús, como cada semana, pero en el clima de envío y de misión que hace de los Bautizados. Un elemento central de esta fiesta y de los relatos de la Palabra de Dios, es que somos enviados a proclamar la vida de Jesús, a santificar la historia de la humanidad, a conversar con las culturas para hallar en cada pueblo las huellas del amor divino que el Espíritu Santo ha inscrito en cada ser humano. Estamos llamados a ANUNCIAR A JESUCRISTO, salvación y vida para todos los hombres y mujeres en la historia de la humanidad. Es aquí donde adquiere sentido la belleza de una Iglesia peregrina que proclama la fe, que muestra al mundo que Jesús, el Hijo de Dios, Dios verdadero, nos ha traído la misericordia que sana y salva, que ilumina y acompaña la vida. En esta fiesta tenemos que sentirnos comprometidos y, sobre todo, parte de la Iglesia que es misionera y anuncia una gran verdad, la Redención. Quiero resaltar esta dimensión, aquella jornada de la Ascensión inaugura la realidad misionera de una Iglesia que nació del costado traspasado del Señor para ser enviada al mundo, para ser puesta como la servidora más abnegada, más viva, más cercana al corazón de la humanidad, de una Iglesia en la que María sigue acompañando el camino de todos con la misma alegría con la que acompañó, en el cenáculo a los Apóstoles en la espera del Espíritu Santo (Hechos 2, 1-4). Este es el contexto de esta Celebración, de importancia litúrgica y misionera para nuestra Diócesis. Somos “Peregrinos” también en un mundo confuso en el que los enemigos de Cristo se empeñan en frustrar la obra de la salvación, en una sociedad sedienta de verdades auténticas, en una familia humana en la que, si bien no faltan los dolores, esta comunidad de creyentes que somos los Bautizados y Enviados, tiene la gloriosa tarea de ser el cuerpo vivo cuya cabeza, que es Cristo glorificado, ha abierto para siempre la puerta de la esperanza y tiene la perentoria indicación del Señor que la consagra como testigo del amor de Dios siempre, en todas partes, aun en medio de la adversidad. La Ascensión, con su carácter de SER ENVIADOS, es también día de oración por los comunicadores, para que, fieles a la verdad que salva, anuncien la esperanza, proclamen la paz, muestren cómo Dios sigue acompañando el camino de la historia y venciendo el poder de la mentira, del pecado, de la muerte, cada vez que se anuncia la salvación. Esta Solemnidad nos pone en la espera del don maravilloso del ESPÍRITU SANTO, que recibiremos en PENTECOSTÉS, donde el Don maravilloso de la fuerza de Dios vendrá para animarnos, fortalecernos y llevarnos a todos a dar testimonio de Cristo. Bautizados y Enviados, vayamos a ANUNCIAR A JESUCRISTO al mundo, a ser testigos del amor del Maestro, para dar vida a todos. + Víctor Manuel Ochoa Cadavid Obispo Diócesis de Cúcuta