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Opinión

Mié 8 Mar 2023

Mujeres rurales, sembradoras de esperanza

Por: Mons. Fernando Chica Arellano - Cuando el mundo entero conmemora el 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer, conviene detenerse un momento a considerar la situación en la que vive la mitad de la humanidad y analizar qué retos se derivan de ello para nuestro actuar cotidiano. Sin duda, hay muchos enfoques posibles. En estos párrafos vamos a poner el foco en las mujeres rurales, desde una perspectiva creyente. De entrada, recuperamos algunos párrafos de la carta pastoral “La Iglesia en Aragón al servicio del mundo rural”, publicada en 2019 con el sugerente e interpelador subtítulo de “Nazaret era un pueblo pequeño”. En el número 32 se menciona explícitamente a las mujeres rurales, con estas palabras: “Como Pastores hemos constatado también el aspecto positivo que supone que el mundo rural tenga rostro femenino. Sabemos que la presencia y el dinamismo de nuestras mujeres del mundo rural ha obrado grandes maravillas. Han garantizado la vida de nuestros pueblos. Además de dirigir sus hogares y colaborar en las tareas agrícolas y ganaderas, las aragonesas de nuestros pueblos han impulsado iniciativas culturales, asociativas, de creación de empleo, han cuidado a los mayores y han sido pilares de la educación y de la transmisión de la fe y sus valores”. En este contexto, los obispos subrayan que “María es la mujer rural por antonomasia” (n. 37) y que las mujeres rurales “son reflejo de María de Nazaret, la mujer capaz de lanzarse a la aventura de forma inmediata al saber que otra mujer necesita su ayuda y su presencia. No duda en emprender un largo viaje con el fin de servir desde lo que hoy se denomina frecuentemente la sororidad o ayuda mutua entre las mujeres, para transformar un mundo que mueven con su generosidad, a pesar de que todavía no sean valoradas adecuadamente” (n. 35). Aluden aquí al lema de la Jornada Mundial de la Juventud, que tendrá lugar en Lisboa en este verano de 2023, tomado del evangelio de Lucas, en concreto de la escena de la Visitación: “María se levantó y partió sin demora” (Lc 1, 39). Como ya había advertido el Santo Padre en la exhortación apostólica Evangelii Gaudium, María “es la que sabe transformar una cueva de animales en la casa de Jesús, con unos pobres pañales y una montaña de ternura” (n. 286). “Es el amor que se hace cercano y concreto. Es un movimiento que procede del corazón y llega a los ojos, a los oídos, a las manos. […] La ternura es el camino que han recorrido los hombres y las mujeres más valientes y fuertes” (Fratelli Tutti, n. 194). Entre esas mujeres audaces están, claramente, las que viven en las zonas rurales, en zonas remotas y vulnerables, con frecuencia desdeñadas por los centros en donde se toman las decisiones que cambian la vida y la hacen progresar. Son mujeres que no se rinden, que trabajan sin desfallecer por encima de propagandas o intereses sesgados. Mujeres que se crecen ante la adversidad. Como decía Francisco hace unos meses: “Las mujeres rurales tienen mucho que enseñarnos sobre cómo el esfuerzo y el sacrificio nos permiten construir redes que garanticen el acceso a los alimentos, la distribución equitativa de los bienes y la posibilidad de que cada ser humano cumpla con sus aspiraciones” (tuit del 15 de octubre de 2021, Día de la Mujer Rural). En efecto, en numerosas regiones del mundo, el genio femenino encara diariamente la penuria. Una penuria que se manifiesta con formas diversas y lacerantes. Ellas la combaten aportando ese suplemento de fuerza, de resiliencia y de creatividad que se requiere para hacer frente a lances cada vez más acuciantes e intrincados. A estos desafíos se refirió Su Santidad en el primer Encuentro con los Movimientos Populares, que tuvo lugar en Roma en el año 2014: “Veo que aquí hay decenas de campesinos y campesinas, y quiero felicitarlos por custodiar la tierra, por cultivarla y por hacerlo en comunidad. Me preocupa la erradicación de tantos hermanos campesinos que sufren el desarraigo, y no por guerras o desastres naturales. El acaparamiento de tierras, la desforestación, la apropiación del agua, los agrotóxicos inadecuados, son algunos de los males que arrancan al hombre de su tierra natal. Esta dolorosa separación, no es sólo física, sino existencial y espiritual, porque hay una relación con la tierra que está poniendo a la comunidad rural y su peculiar modo de vida en notoria decadencia y hasta en riesgo de extinción. (…) Por favor, sigan con la lucha por la dignidad de la familia rural, por el agua, por la vida y para que todos puedan beneficiarse de los frutos de la tierra”. Al año siguiente, en Santa Cruz de la Sierra (Bolivia), el Papa se hizo presente, igualmente, en el II Encuentro con Movimientos Populares, en donde pronunció estas animosas palabras: “De esas semillas de esperanza sembradas pacientemente en las periferias olvidadas del planeta, de esos brotes de ternura que luchan por subsistir en la oscuridad de la exclusión, crecerán árboles grandes, surgirán bosques tupidos de esperanza para oxigenar este mundo”. En definitiva, sabemos que “la organización de las sociedades en todo el mundo todavía está lejos de reflejar con claridad que las mujeres tienen exactamente la misma dignidad e idénticos derechos que los varones. Se afirma algo con las palabras, pero las decisiones y la realidad gritan otro mensaje. Es un hecho que doblemente pobres son las mujeres que sufren situaciones de exclusión, maltrato y violencia, porque frecuentemente se encuentran con menores posibilidades de defender sus derechos” (Fratelli Tutti, n.23). Pero también sabemos que las mujeres rurales son fuente de entusiasmo e innovación para revertir esta situación y que nuestro compromiso creyente nos impulsa a apoyarlas en este camino, un camino de humanidad común y de fraternidad universal. Fernando Chica Arellano Observador Permanente de la Santa Sede ante la FAO, el FIDA y el PMA

Lun 6 Mar 2023

La Cuaresma del encuentro

Por: Mons. Luis Fernando Rodríguez Velásquez - Este año, la Cuaresma comprende este mes marzo y la primera semana de abril. En medio encontramos dos importantes solemnidades: la de San José, el 19 y la Anunciación del Señor, el 25. ¿Cómo vivir este tiempo de gracia? Desde tiempo muy antiguo, la cuaresma ha ocupado un lugar preponderante en la vida de la Iglesia. En estos momentos en que se exalta la libertad, resulta que nos vemos atrapados por formas sutiles de esclavitud: estilos de vida, tradiciones, costumbres, dependencias, vicios… cuarentenas, toques de queda, confinamientos… Por eso es necesario volver a mirar e imitar a quien quien pudo afirmar que “la verdad los hará libres” (Jn. 8,31). En estos momentos en que nos quieren dominar el miedo, la incertidumbre, la enfermedad, las amenazas de guerra…Anhelamos recuperar la paz interior y la fortaleza de ánimo. La cuaresma es “es un tiempo de verdadero cambio y renovación, tiempo para volver a respirar a pleno pulmón, tiempo para poner en orden tantas confusiones, para entablar relaciones auténticas, para establecer diálogos rotos… todo para llegar a la salvación” (Lectio Divina, Ed. Verbo Divino. Vol. 3, pg. 6). Por eso durante la cuaresma y su liturgia, Dios se hace el encontradizo. Cada uno de los ciclos cuaresmales nos proponen un tema central y didáctico. Veamos el ciclo A que corresponde a este año 2023, que tiene como eje central, el anuncio del itinerario bautismal. Este es un tiempo especial para poner la mirada en las profundidades de nuestro bautismo. El 1er domingo es el del encuentro de Jesús con Satanás en el desierto. Nos tenemos que preparar para la lucha que debemos tener ante las tentaciones, presentadas hoy de manera hábil como lo bueno y hace plenamente feliz. Cristo vence las tentaciones. Él nos enseña a vencerlas. El 2º domingo es el encuentro de Jesús con el Padre en la transfiguración, donde el Padre proclama a Jesús como Hijo amado; donde se revela el misterio de la cruz; El Padre cumple su pacto de amor enviando a su Hijo amado. Con esta revelación en el monte Tabor, Jesús pretende arrebatar a los discípulos el escándalo de la cruz y darles fuerza para los momentos de prueba y dolor. El 3er domingo es el del encuentro de Jesús con la mujer Samaritana. Aquí Jesús se presenta como la figura del nuevo templo; a él se le debe adorar en espíritu y en verdad. Se introduce directamente en el misterio del agua que calma la sed definitiva: el agua que da vida. El agua bautismal. El 4º domingo es el del encuentro de Jesús con el ciego de nacimiento. En este sacramento admirable, puerta a la vida sacramental de la Iglesia, el bautizado es liberado de las tinieblas y es llamado a vivir como hijo de la luz. El 5º domingo es el del encuentro con Marta y María y la resurrección de su hermano Lázaro. Es el preludio de la resurrección de Jesucristo, que en relación con el bautismo, es la muestra de cómo este sacramento nos hace pasar de la muerte a la vida. La cuaresma 2023 sea, pues, un momento especial para tener la experiencia del encuentro con Jesús, y dejando que su palabra, sus signos, su llamado a la conversión, logren permear realmente la vida de cada de uno de quienes deseamos prepararnos de la mejor manera para la gran fiesta de la Pascua. Hemos de ser solidarios, a través del encuentro con el pobre y necesitado. La Campaña de Comunicación Cristiana de bienes, así como los actos de penitencia, ayuno, oración y limosna, broten de un corazón que sabe que a través de ello se purifican los corazones y hacemos extensivo el encuentro de Jesús con los más pobres y desvalidos de la tierra. Si salimos al encuentro de Jesús, y la vez nos dejamos encontrar por Él, nuestra vida de bautizados resplandecerá. Tenemos que dejar de ser ser bautizados de título, para serlo de vida, en Cristo. +Luis Fernando Rodríguez Velásquez Arzobispo de Cali

Jue 2 Mar 2023

Itinerario espiritual de Cuaresma y Semana Santa

Por: P. Jairo de Jesús Ramírez Ramírez - La Oración Colecta del primer Domingo de Cuaresma subraya el objetivo del Ciclo Pascual: “Avanzar en la inteligencia del Misterio de Cristo, para vivirlo en su plenitud” . Para lograrlo, la Iglesia nos da en abundancia la Palabra de Dios, las celebraciones litúrgicas y los ejercicios de piedad, sugeridos para la Cuaresma, el Sacro Triduo y la Pascual. En este escrito quiero esbozar la riqueza celebrativa de la Cuaresma y la Semana Santa, a partir de los textos litúrgicos y algunos documentos del Magisterio. Puede ser una guía útil para la catequesis y para la vivencia espiritual de aquellos fieles que deseen profundizar en este itinerario hacia la Pascua. I. LA CUARESMA En primer lugar, la Cuaresma que, “con su doble carácter, prepara a los catecúmenos como a los fieles en orden a la celebración del Misterio Pascual” . En este sentido, el leccionario ha sido confeccionado. El ciclo A, subraya “el camino bautismal de la iglesia”; el ciclo B, “la glorificación de Cristo”; y el ciclo C, “llamada a la conversión y al perdón”. Enseguida les propongo las Etapas de la Iniciación Cristiana de Adultos, según el Ritual de la Iniciación Cristiana de Adultos (RICA): 1. Precatecumenado, es el periodo del primer anuncio, en el que la persona se siente atraída por la persona de Cristo, gracias al testimonio del discípulo misionero. • Entrada en el catecumenado (RICA 73-97), es el rito celebrativo que marca el inicio de la etapa catequética de quien ha optado por ser cristiano. La celebración se estructura en los siguientes ritos: dialogo entre el ministro y el candidato, signación en la frente, introducción en el templo, celebración de la Palabra, entrega de los evangelios, súplicas por los catecúmenos, despedida. 2. El catecumenado. Es el periodo de la catequesis. Dura el tiempo que sea necesario. En este periodo los catecúmenos son acompañados por la Iglesia mediante celebraciones de la Palabra de Dios (n, 100), exorcismos (n. 101), bendiciones (n. 102), unción con el óleo de los catecúmenos (n.130). • Elección o inscripción del nombre (RICA 133), se celebra el Primer Domingo de cuaresma, con los siguientes ritos: presentación de los candidatos (n. 143), admisión o elección (n. 147), súplicas por los elegidos (n. 148), despedida. 3. Purificación o iluminación, es un periodo de formación inmediata para la celebración de los Sacramentos de Iniciación cristiana que tiene ligar entre III y V Domingo de Cuaresma. En este periodo tiene lugar los siguientes ritos: los escrutinios, que son tres: tercer domingo, cuarto domingo y quinto domingo de Cuaresma; las entregas (símbolo y oración dominical); rito del Effetá. El leccionario del Ciclo A ha sido pensado para este proceso de formación. Este periodo es, prácticamente, el retiro espiritual para recibir estos sacramentos. • Celebración de los Sacramentos de la Iniciación Cristina, se reciben en la Vigilia Pascual. Son tres sacramentos que el elegido recibe esta solemnísima noche: Bautismo, confirmación, Eucaristía. 4. El Tiempo de la Mistagogía, recibidos los sacramentos de la Iniciación cristina, prosigue la etapa de la mistagogía, en la octava de pascual y en el Tiempo pascual. Es la introducción a los misterios de la salvación. Se trata de un tiempo en el que los recién bautizados reciben la catequesis sobre el sentido de los signos que han estado presentes en la celebración los sacramentos. Miércoles de Ceniza Es un día penitencial obligatorio para toda la Iglesia y que comporta la abstinencia y el ayuno . La imposición de la ceniza (sacramental) significa la condición del hombre que confiesa externamente su culpa ante el Señor y expresa su voluntad interior de conversión, confiando en que el Señor se muestre compasivo con él, el signo debe culminar con la celebración del sacramento de la reconciliación. Domingos de Cuaresma Leccionario Ciclo A: el camino bautismal de la iglesia Primer domingo: Ayuno y tentación del Señor (Mt 4, 1-11) Segundo Domingo: La glorificación del señor (Mt 17, 1-9) Tercer Domingo: La Samaritana (Jn 4, 5-42). Cuarto Domingo: El ciego de Nacimiento (9, 1-41). Quinto Domingo: La Resurrección de Lázaro (Jn 11, 1-45). Ciclo B: la glorificación de Cristo Primer domingo: Ayuno y tentación del Señor (1, 12-25). Segundo Domingo: La glorificación del señor (Mc 9, 1-9). Tercer Domingo: Purificación del templo (Jn 2, 13-25). Cuarto Domingo: Dios mando a su hijo para salvar al mundo (Jn 3, 14.21). Quinto Domingo: El grano de trigo… (Jn 12, 20-33). Ciclo C: llamada a la conversión y al perdón Primer domingo: Ayuno y tentación del Señor (Lc 4, 1-13). Segundo Domingo: La glorificación del señor (Lc 9, 28b-36). Tercer Domingo: Llamad a la conversión (Mc 13, 1-9). Cuarto Domingo: El Hijo pródigo (Lc 15, 1-3.11-32). Quinto Domingo: La adúltera perdonada (Jn 8, 1-11). Celebraciones litúrgicas para este tiempo: Las ferias privilegiadas, desplazan cualquier memoria o fiesta, excepto, San José (19 de marzo); la Anunciación (25 de marzo). • La Eucaristía y la Liturgia de las Horas. • Lectura de la Pasión del Señor • Lectio Divina. • Celebraciones penitenciales. • Viacrucis : palabra, silencio, canto, movimiento procesional y parada meditativa. • Veneración al Cristo Crucificado. Espiritualidad cuaresmal: acercarse a las fuentes que poseemos a mano: los leccionarios (los títulos de las lecturas y del evangelio, los salmos y sus respuestas; el Misal (oraciones, anáfora, las antífonas), la liturgia de la Horas (antífonas, salmos, cántico evangélico, preces, títulos, sentencias, colectas sálmicas , etc.,), las prácticas penitenciales sugeridas por la Iglesia (ayuno, oración y limosna); la Lectio Divina. II. LA SEMANA SANTA “La cuaresma continúa hasta el jueves. A partir de la misa vespertina, “en la Cena del Señor”, comienza el Triduo pascual, que continúa durante el Viernes de la Pasión y el Sábado Santo, y tiene su centro en la Vigilia pascual y acaba con las Vísperas del Domingo de Resurrección”. EL DOMINGO DE RAMOS EN LA PASIÓN DEL SEÑOR (ABC) Comprende a la vez el presagio del triunfo real de Cristo y el anuncio de la Pasión. Se hace procesión con ramos desde un lugar adecuado; esta procesión goza de una especial solemnidad; se proclama el Relato de la Pasión del Señor completa (no se saluda al pueblo como de costumbre, no se signa el evangelio, no se llevan cirios, ni con incienso); se hace homilía. EL TRIDUO PASCUAL Es sagrado el ayuno de los dos primeros días del Triduo, en los cuales, según una antigua tradición, la Iglesia ayuna “porque su esposo ha sido arrebatado” (Tertuliano). El viernes santo de la Pasión del Señor hay que observar en todas partes el ayuno y la abstinencia, y se recomienda que observe también durante el Sábado Santo, a fin de que la Iglesia pueda llegar con espíritu ligero y abierto a la alegría del Domingo. Se encarece vivamente la celebración en común del Oficio y Laudes de la Mañana del Viernes de la Pasión del Señor y también del Sábado. Jueves Santo En la mañana está la Misa Crismal. Pero toda la atención se debe centrarse en los misterios que se recuerdan en la misa: es decir, la Institución de la Eucaristía, la Institución del Orden Sagrado, y el mandamiento del amor sobre la caridad fraterna. Son estos los puntos que conviene recordar en esta celebración. En esta misa debe participar toda la comunidad, no se permite la celebración sin pueblo, el sagrario debe estar vacío al iniciarse la celebración; se prepara con anticipación una capilla convenientemente adornada, que invite a la oración y a la meditación; las campanas se tocan durante el Himno del Gloria y no volverán a sonar hasta la Vigilia pascual; el lavatorio de los pies. Terminada la oración después de la comunión, comienza la procesión, precedida por la Cruz en medio de cirios e incienso, en la que se lleva el santísimo Sacramento por la Iglesia hasta el lugar de la reserva, mientras tanto se cantan cantos adecuados. El Santísimo Sacramento debe ser reservado en un sagrario o en una urna. No ha de hacerse nunca una exposición con la custodia u ostensorio. El sagrario o la urna no han de tener la forma de un sepulcro: la capilla no se prepara para representar la sepultura del Señor sino para conservar el pan eucarístico destinado a la comunión del viernes de la Pasión del Señor. Invítese a los fieles a una adoración prolongada durante la noche del Santísimo Sacramento en la reserva solemne después de la misa. Pasada la media noche, la adoración debe hacerse sin solemnidad, dado que ha comenzado ya el día de la Pasión del Señor. 1. Vienes Santo de la Pasión del Señor En este día, en que ha sido inmolada nuestra víctima pascual, la Iglesia, meditando sobre la Pasión de su Señor y esposo y adorando la Cruz, conmemora su nacimiento del costado de Cristo dormido en la Cruz e intercede por la salvación de todo el mundo. No se celebra la Eucaristía, se distribuye la Eucaristía únicamente durante la acción litúrgica de la Pasión del Señor. La acción litúrgica consta de liturgia de la palabra, oración universal, adoración de la Cruz y sagrada comunión). El sacerdote y los ministros se dirigen en silencio al altar, sin canto alguno. Hecha la debida reverencia al altar, se postran rostro en tierra; esta postración, que es un rito propio de este día, se ha de conservar diligentemente por cuanto significa . Los fieles, durante el ingreso de los ministros, están de pie, y después se arrodillan y oran en silencio. Estructura: 1. Pasión proclamada: Liturgia de la Palabra. 2. Pasión invocada: Oración universal 3. Pasión venerada: adoración de la Cruz. 4. Pasión comunicada: comunión eucarística. 2. Sábado Santo El del sábado es la kénosis mayor del año; ni siquiera el cuerpo encuentra cómo expresarlo, permanece en silencio y ayuno. Es el día más neonatológico de todo el año. En este día los fieles viven de la oración con la Liturgia de las Horas (cf. Lectura patrística del Oficio). Se recomienda vivamente, la Veneración de la Cruz y de la imagen de la virgen de los dolores, más que las agrandes aglomeraciones, prefiérase la oración silenciosa. Vigilia Pascual Esta es una noche de vela en honor de Señor; ha de considerarse como la madre de todas las vigilias. Toda la celebración de la Vigilia pascual debe hacerse durante la noche. Por ello, no debe escogerse ni una hora tan temprana que la vigilia empiece antes del inicio de la noche, ni tan tardía que concluya después del alba del domingo . Estructura: 1. Lucernario: Pascua cósmica. El Cirio es bendecido y adornado porque es símbolo de Cristo luz. La procesión de las tinieblas a la luz, la peregrinación de la Iglesia, nuevo pueblo de Dios, guiada por la columna de fuego, iluminación bautismal que cada uno recibe de Cristo para ser siempre hijo de la luz. El pregón. La proclamación del anuncio pascual es momento solemne y antiguo, lírico y cargado de teología que debe realizarse en una atmósfera de fe y de gozosa escucha, con plena participación. Momentos sobresalientes del Pregón : 1. Invitación al gozo Pascual a la asamblea del cielo, a la tierra, a la Iglesia entera, a la asamblea reunida; 2. la gran oración de bendición y de exaltación de la Pascua del Señor, la noche dichosa, síntesis de las noches salvíficas de Dios en la Historia de la salvación; 3. el canto de la teología de la redención pascual: ¡Oh feliz culpa que mereció tal redentor! Es la noche verdaderamente dichosa que reconcilia la tierra, al cielo y al hombre a su Creador. Se canta la victoria de Cristo, victoria de los cristianos; 4. el ofrecimiento de la alabanza de la Iglesia y del signo luminoso del Cirio pascual 2. Liturgia de la palabra: Pascua de la Historia: 7 del A.T; epístola, Evangelio. 3. Ritos bautismales: Pascua de los neófitos: liturgia bautismal, invocación de los santos, bendición de la pila bautismal y los demás ritos del bautismo y de la confirmación (si hay adultos); si no hay bautismos se bendice el agua y se hace la renovación de las promesas bautismales; termina con la oración de los fieles. 4. Liturgia eucarística: Pascua de los fieles. (Continuación de la litúrgica eucarística). 3. Domingo de Resurrección Teniendo a la Celebración solemnísima de la Sagrada Eucaristía como su centro, en la celebración litúrgica de este día, merecen un relieve especial las Vísperas bautismales, como celebración vespertina de la presencia del Cristo en la Iglesia y de la gloria del Resucitado, Luz gozosa de la santa gloria del Padre, ojalá precedidas por el lucernario, con la presencia de los neófitos. ________________________________________ DESCARGUE EL TEXTO EN PDFAQUÍ ________________________________________

Jue 2 Mar 2023

Caminemos juntos en la acción misionera

Por: Monseñor José Libardo Garcés Monsalve - En nuestra Diócesis de Cúcuta, siguiendo el llamado del Papa Francisco, estamos en salida misionera y para ello, nos proponemos evangelizar desde el Proceso Evangelizador que la Iglesia nos ha enseñado desde siempre, sintetizando este proceso en tres etapas o momentos esenciales que son: Acción misionera, acción catequética y acción pastoral, reconociendo que estos momentos no son etapas cerradas, sino que tratan de dar el alimento del Evangelio más adecuado para el crecimiento espiritual de cada persona y de cada comunidad parroquial (cfr. Directorio General para la Catequesis #49). En este escrito vamos a dar algunos elementos para comprender la acción misionera en el proceso evangelizador de la Iglesia. Evangelizar significa para la Iglesia, llevar la Buena Nueva de la salvación a todos los ambientes de la humanidad, a los que están cerca y a los que están lejos. El Papa Francisco nos recuerda que la evangelización se debe realizar en tres ámbitos: “En primer lugar, el ámbito de la pastoral ordinaria, animada por el fuego del Espíritu, para encender los corazones de los fieles que regularmente frecuentan la comunidad y que se reúnen en el día del Señor para nutrirse de su Palabra y del Pan de vida eterna. En segundo lugar, el ámbito de las personas bautizadas que no viven las exigencias del bautismo, no tienen una pertenencia cordial a la Iglesia y ya no experimentan el consuelo de la fe. Finalmente, el ámbito de quienes no conocen a Jesucristo o siempre lo han rechazado” (Evangelii Gaudium #14). Estos tres ámbitos deben ser objeto de la entrega pastoral de cada sacerdote y de todos los evangelizadores en la Iglesia. En nuestra Diócesis de Cúcuta, reconocemos que estamos en un contexto misionero y por eso, se hace necesario revitalizar el comienzo del proceso evangelizador que la Iglesia nos enseña, mediante la acción misionera que consiste en el primer anuncio de los misterios del amor y la misericordia del Padre y todo lo realizado en el misterio pascual de Nuestro Señor Jesucristo, que se vive en el corazón del evangelizador, quien a la vez se convierte en testigo de las maravillas que Dios va realizando en la vida personal, con una experiencia de fe comunitaria que asegure el testimonio de la comunión en aquello que anuncia. Para dar pasos seguros en esta primera etapa es necesario tener claras las metas de la acción misionera que concretamente “tiene que suscitar en las personas la fe inicial y el inicio de la conversión. Estas son sus metas y se trata de experiencias personales nítidas, sencillas y constatables” (Muéstranos al Padre I, pág. 36). La fe inicial permite la acogida del misterio que se anuncia: amor del Padre y su misericordia y la persona de Nuestro Señor Jesucristo, que en su misterio pascual nos ha mostrado el camino para salvarnos. Con el acto de fe, está en el mismo nivel el inicio de la conversión que involucra a la persona con una respuesta en donde reconoce que el anuncio lo está transformando desde dentro. La acción misionera tiene su propia pedagogía que parte de la experiencia que se tiene del amor de Dios, reconociendo que en ese amor están todos los tesoros que una persona puede aspirar a tener en su vida y quiere comunicarlo a otros mediante el testimonio personal y comunitario, que se va transmitiendo como algo que brota del corazón y se va manifestando en la caridad y la alegría que experimenta la persona que empieza a creer en Dios. El Papa Francisco expresa esta realidad cuando afirma: “Cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien” (EG 2). De tal manera que, el amor de Dios testimoniado por un creyente, mediante la acción misionera, lleva a que del corazón brote el fruto maduro de la caridad y experimente la alegría de los hijos de Dios. Pero hay que dar un paso más en esta experiencia de fe, porque el testimonio del creyente no se agota en su forma de vivir, en la caridad que realiza o en la alegría que manifiesta con el Evangelio recibido, sino que del corazón brota el fervor misionero, esto significa que quien está verdaderamente evangelizado percibe la urgencia por anunciar lo que ha visto, oído y experimentado que es el amor de Dios en su vida. El Documento de Aparecida expresa esta verdad cuando afirma: “El reto fundamental es mostrar la capacidad de la Iglesia para promover y formar discípulos misioneros que respondan a la vocación recibida y comuniquen por doquier, por desborde de gratitud y alegría, el don del encuentro con Jesucristo. No tenemos otro tesoro que este. Este es el mejor servicio que la Iglesia tiene que ofrecer a personas y naciones” (DA #14). Todo esto reclama de cada uno de nosotros un celo misionero que siempre nos tenga en salida misionera para transmitir la fe a otros, sin perder el celo por el anuncio de Jesucristo. Al respecto el Papa Francisco afirma: “A veces perdemos el entusiasmo por la misión al olvidar que el Evangelio responde a las necesidades más profundas de las personas, porque todos hemos sido creados para lo que el Evangelio nos propone: la amistad con Jesús y el amor fraterno. Cuando se logra expresar adecuadamente y con belleza el contenido esencial del Evangelio, seguramente ese mensaje hablará a las búsquedas más hondas de los corazones" (EG #265). El comienzo de la Cuaresma tendrá que ser una oportunidad para que la acción misionera con los gestos de la ceniza, del ayuno y la penitencia, nos ayude a experimentar el amor de Dios y su misericordia infinitas. Caminemos juntos en la acción misionera. En unión de oraciones, caminemos juntos, renovando nuestra fe. + José Libardo Garcés Monsalve Obispo de la Diócesis de Cúcuta

Lun 27 Feb 2023

Inmensa pena frente a grandes esplendores

Por: Monseñor Libardo Ramírez Gómez - Causa dolor constatar graves fallas en abuso de menores de parte de los llamados ser “luz del mundo y sal de la tierra” (Mt. 13,16), pero no hay qué olvidar que portadores de esa gran misión son “vasijas frágiles de barro” (I Cor. 4,7). Por bondad divina la mayoría de ellos han sido fieles testigos de un diario vivir en la limpieza y altura que esa misión exige, y procuran un vivir como lo hacía S. Pablo y poder decir: “Sed imitadores míos, como yo lo soy de Jesucristo” (I Cor. 11,1). No es agradable aludir a este tema, pero la Iglesia, con humildad lo ha venido haciendo y tomando medidas para extirparlo. Es cuanto ha hecho nuestra Conferencia Episcopal este 10-02. Después de referirse a otros temas de gran preocupación pastoral, que se deben afrontar, como los de “la emigración”, el cuidado de la “casa común”, la tierra, “los caminos para buscar y afianzar la paz”, pasan a dar “líneas guía para la cultura del cuidado”, en las cuales están las reflexiones y determinaciones frente a los que se califican de “crimen y grave pecado”, delito por el cual pide perdón a las víctimas. Es de gran precisión el texto siguiente: “Seguimos asumiendo, con firmeza y responsabilidad, la debida atención a las víctimas y a sus familias, mantenemos nuestro compromiso que en cada caso se haga justicia, y se promuevan los protocolos de prevención, que hagan de nuestras instituciones ambientes seguros que susciten la promoción humana y el encuentro con Dios”. En el aspecto de penas personales y económicas, la Iglesia deja el proceso en manos de los Tribunales Civiles, con los cuales colaborará enviando a ellos los casos, suministrando datos que no caigan bajo sagradas reservas. Las entidades eclesiásticas no asumen ellas mismas responsabilidades de personas a quienes ha procurado formar debidamente, y a las que castiga con severas penas eclesiásticas, sino que conmina a cumplir esas responsabilidades, que han de asumir al ser sancionados. Ha hablado, con amplitud y claridad, el Arzobispo Luis José Rueda, mostrando de la decidida voluntad del Episcopado de colaborar eficientemente en la reparación de esos delitos que avergüenzan al pueblo colombiano, por actores católicos que no son solo eclesiásticos, sino también educadores, dirigentes civiles y militares, y aún padres de familia. No ha sido acostumbre de la Iglesia callar, y ser benigna con estos dolorosos hechos, ha dado claros pronunciamientos y aplicando debidas condenas, recordando severa disciplina y llamado a orar por la plena enmienda de culpables. Es de tener en cuenta esta reiterada condena, secundando, desde todos los ángulos la severa disciplina, y llamado a orar por la plena enmienda de culpables. Que en todos los ambientes se hagan esfuerzos de depuración por evitar el mal, con aquel inquietante interrogante: “Si la sal se corrompe con que se salará” (Mt. 5,13). Son tantos los esplendores en el mundo que aportan las vidas de los creyentes y de sus directivos, y, por ello, inmensa la pena por las claudicaciones. Que haya compromiso de todos en luchar por evitarlas, con repulsa en todos los ambientes, con oración por la eficacia de las medidas en la Iglesia, que, da tantos aportes para la vivencia y difusión de su fe para bien de toda la humanidad. + Libardo Ramírez Gómez Obispo emérito de Garzón

Mié 22 Feb 2023

Caminemos juntos con el Proceso Evangelizador de la Iglesia

Por: Monseñor José Libardo Garcés Monsalve - Jesús cuando convocó a sus discípulos en Galilea, les encomendó la tarea evangelizadora, haciendo que la Iglesia desde el principio se identifique con esta misión: “vayan y hagan discípulos a todos los pueblos y bautícenlos para consagrarlos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, enseñándoles a poner por obra todo lo que les he mandado. Y sepan que yo estoy con ustedes todos los días hasta el final de los tiempos” (Mt 28, 16-20), recibiendo este mandato como su vocación esencial, porque “evangelizar constituye la dicha y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar, es decir, para predicar y enseñar, ser canal del don de gracia, reconciliar a los pecadores con Dios, perpetuar el sacrificio de Cristo en la Santa Misa, memorial de su muerte y resurrección gloriosa” (Evangelii nuntiandi #14). La Iglesia tiene el mandato de llevar a todo el mundo la Magnífica Noticia del acontecimiento que cambia la historia del ser humano y de la sociedad. Cada persona cuando recibe el anuncio de Jesucristo y responde con la conversión, que significa transformación de la propia vida en Cristo, renueva no solamente su vida personal, sino que todo el entorno donde vive comienza a ser iluminado por la gracia, porque el Reino de Dios llega con toda su fuerza para transformar el mundo: “El plazo se ha cumplido. El Reino de Dios está llegando. Conviértanse y crean en el Evangelio” (Mc 1, 15). El mensaje es el mismo, pero los contextos cambian y por eso los desafíos para evangelizar necesitan evangelizadores con mucho fervor e ímpetu misionero, que sigamos sin desfallecer en la misión encomendada por Jesús, con la certeza que Él está con nosotros todos los días hasta el final de los tiempos (cfr. Mt 28, 20), de tal manera que, se nos pide ser instrumentos dóciles a la gracia de Dios, poniendo toda la confianza únicamente en Él y dejándonos iluminar cada día por el Espíritu Santo, que con sus dones, nos va capacitando para esta tarea que es de Dios, pues “no habrá nunca Evangelización posible sin la acción del Espíritu Santo” (EN 75). La Iglesia siempre actúa con el poder del Espíritu Santo y se ha dejado renovar por Él. Toda la acción pastoral debe ser dócil a la moción y luz del Espíritu Santo, ya que es Él quien orienta y renueva la misión evangelizadora en la Iglesia. Para dejar obrar el Espíritu Santo en la vida de la Iglesia, es necesario asumir en serio el llamado a la conversión: “conviértanse y crean en el Evangelio” (Mc 1, 15), que significa el retorno a Dios, el cambio de mentalidad, es decir transformación de la vida en Cristo, hasta llegar a decir con san Pablo: “Ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí” (Gal 2, 20), dando testimonio de su proceso de conversión, afirmando: “Para mí la vida es Cristo” (Flp 1, 21). En nuestra Diócesis de Cúcuta queremos dejarnos iluminar por el Espíritu Santo, siguiendo el Proceso Evangelizador que la Iglesia ha aplicado desde siempre para evangelizar. Somos conscientes del mandato de Jesús, de ir por todas partes a anunciar el Evangelio, y por eso queremos poner en práctica con la mayor fidelidad posible ese mandato misionero de Jesús, con la certeza que todo tiene que brotar de una oración constante, de rodillas frente al Santísimo Sacramento, para poder tener el discernimiento suficiente que nos impulse al acompañamiento de todas las personas, para que puedan crecer en el fe, la esperanza y la caridad y perseveren en la gracia de Dios, siempre con la confianza puesta en Él. Siguiendo la enseñanza de la Iglesia en su magisterio, vamos a continuar con el desarrollo del Plan de Evangelización de la Diócesis de Cúcuta, inspirado en el proceso por el que la Iglesia, movida por el Espíritu Santo, anuncia y difunde el Evangelio en todo el mundo, de tal manera que, impulsada por la caridad, impregna y transforma a toda la sociedad, dando testimonio entre las gentes de la nueva manera de vivir en Cristo, proclamando explícitamente el Evangelio mediante el primer anuncio que llama a la conversión; iniciando en la fe y la vida cristiana mediante la catequesis a los que se convierten a Jesucristo, alimentando la fe de los fieles mediante la Eucaristía y la caridad y suscitando permanentemente a la misión, anunciando a Jesucristo con palabras y obras (cfr. Directorio General para la Catequesis #48). De esa manera, en fidelidad a Jesucristo y la Iglesia, con renovado fervor pastoral y en salida misionera, nos disponemos a fortalecer el proceso evangelizador, que según lo sintetiza el Directorio General para la Catequesis del año 1997, “está estructurado en etapas o momentos esenciales: La acción misionera para los no creyentes y para los que viven en la indiferencia religiosa; la acción catequética para los que optan por el Evangelio y para los que necesitan completar o reestructurar su iniciación; y la acción pastoral para los fieles cristianos ya maduros, en el seno de la comunidad cristiana. Estos momentos no son etapas cerradas, ya que tratan de dar el alimento evangélico más adecuado al crecimiento espiritual de cada persona o de la misma comunidad” (DGC 49, cfr. DGC, 2020, 31-35). Al avanzar en este nuevo año pastoral, los convoco para que “caminemos juntos”, dejándonos orientar por la luz del Espíritu Santo que ilumina nuestros pasos y nos saca de la oscuridad que deja el mal y como fruto del seguimiento de Cristo, alimentados por la Eucaristía, brote un caudal de caridad en nuestra Diócesis, que nos permita hacer presente el mandamiento del amor, que sea luz para muchos que viven en las tinieblas del pecado. Que nuestra caridad sea la voz de Dios para que muchas personas amen a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismos. El camino para crecer y salvarse es vivir plenamente la vida de Jesucristo en la familia y en la parroquia. Hagamos de nuestras familias y ambientes parroquiales lugares de fe, esperanza y caridad que nos lleven a la salvación y que orienten la vida de muchas personas con la luz de Cristo que ilumina nuestra vida. En unión de oraciones, “caminemos juntos, renovando nuestra fe”. + José Libardo Garcés Monsalve Obispo de la Diócesis de Cúcuta

Sáb 18 Feb 2023

El servicio eclesial a los enfermos

Por: Mons. Ricardo Tobón Restrepo - El 11 de febrero celebramos la XXXI Jornada Mundial del Enfermo, una ocasión para hacernos conscientes de la necesidad de implementar cada vez mejor la pastoral de la salud en orden a acompañar a todas las personas involucradas en el mundo sanitario: los enfermos, las familias, los cuidadores, los profesionales de la salud y los agentes pastorales. San Juan Pablo II, quien instituyó esta jornada, decía que “Cristo al mismo tiempo ha enseñado al hombre a hacer el bien con el sufrimiento y a hacer el bien a quien sufre” (SD, 30). A lo largo de los siglos, la Iglesia ha comprendido que el servicio a los enfermos es parte integrante de su misión. En efecto, el sufrimiento esconde y revela una vocación y una misión de amor, a la vez difícil y misteriosa: completa la pasión de Cristo y participa de su redención hasta conducir a la alegría (Col 1,24). Esto hace ver que el enfermo no es sólo sujeto del servicio de la Iglesia, sino también responsable de la obra de la evangelización y la salvación (cf CL, 54). Esta misión aparece más urgente hoy, cuando no siempre se valora la vida y la posibilidad que tiene la persona de trascender. A la comunidad eclesial le corresponde la tarea de trabajar porque los valores de la vida y de la salud sean respetados y orientados hacia la salvación integral y el momento de la enfermedad y de la muerte pueda recibir, además de la ayuda de la ciencia y de la solidaridad humana, la gracia del Señor. Por eso, tenemos que valorar cada vez más el apostolado de los sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosas y laicos que laboran en el mundo de la salud; es preciso ayudarles para que, en nombre de toda la comunidad, se comprometan a fondo en esta obra por la que el Señor ha mostrado tanta predilección. En la persona y en la acción de Cristo, Dios se acerca a quien sufre y redime su sufrimiento. Al continuar este servicio, la Iglesia realiza la misión que le ha sido confiada de la evangelización, la santificación y la ayuda fraterna a los que sufren. En el Evangelio, efectivamente, se subraya la relación entre la labor misionera de la evangelización y el poder de curar a los enfermos, ambos como signos de la llegada del Reino de Dios (Mt 10,1; Lc 9,1-3; 10,9). La Iglesia no puede estar nunca lejos de los que sufren, con los que el Señor mismo ha querido identificarse (Mt 25,40). En el Mensaje para la Jornada del Enfermo de este año, el Papa Francisco señala también, desde el plano humano, una válida motivación para comprometernos con la pastoral de la salud. “La enfermedad –dice– forma parte de nuestra experiencia humana. Pero, si se vive en el aislamiento y en el abandono, si no va acompañada del cuidado y de la compasión, puede llegar a ser inhumana”. Luego añade que todos somos frágiles y vulnerables; todos necesitamos esta atención compasiva, que sabe detenerse, acercarse y curar. Por lo mismo, la situación de los enfermos debe ser una llamada que rompa nuestra indiferencia. En un momento en que se discute, en medio de muchas y graves incertidumbres, una reforma de la salud en nuestro país, es importante tener presentes también estas palabras del Mensaje del Papa: “Las personas enfermas están en el centro del pueblo de Dios, que avanza con ellas como profecía de una humanidad en la que todos son valiosos y nadie debe ser descartado”. Luego indica que es necesario poner en marcha “una búsqueda activa, en cada país, de estrategias y recursos, para que a todos los seres humanos se les garantice el acceso a la asistencia y el derecho fundamental a la salud”. Aprovechemos esta Jornada, en primer lugar, para hacernos más sensibles y responsables frente a nuestros hermanos y hermanas enfermos que son una presencia de Cristo y un verdadero potencial apostólico en la Iglesia; pensemos y renovemos los programas de pastoral de salud que tenemos en las parroquias y en nuestras instituciones; promovamos la formación y el compromiso apostólico de los agentes de pastoral de la salud y de los ministros extraordinario de la comunión, cuyo servicio es tan importante; abramos nuevos horizontes de acompañamiento a los que por el dolor están unidos a la cruz del Señor. + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

Vie 17 Feb 2023

¿Y la voz de los enfermos?

Por: Mons. Juan Carlos Cárdenas Toro - Aprovechando que el 11 de este mes celebramos la jornada mundial del enfermo, hago eco al mensaje del Papa Francisco para aportar luces en la discusión sobre la reforma al sistema de salud en el país. Han hablado políticos, gobernantes, gerentes de hospitales públicos, poco se ha dado voz al sector privado y menos a los primeros interesados: los enfermos. Es necesario oírlos porque es su dignidad e integridad la que está en juego y la que se debe proteger. El Papa recuerda que todos vamos por el mismo camino de la vida, pero nos llama a recorrerlo ayudándonos unos a otros, no cada uno por su cuenta. En los debates, antes que lo económico, lo técnico – cosas necesarísimas – debe estar la persona humana, y el drama de su sufrimiento por la enfermedad. Francisco en su mensaje nos da ejemplo cuando dirije palabras directas a los enfermos: «…nunca estamos preparados para la enfermedad… de este modo, el mal, cuando irrumpe y nos asalta, nos deja aturdidos». Y nos invita a dejarnos tocar por la realidad del sufrimiento, como el buen samaritano: “interrumpir la indiferencia y frenar el paso”, detenernos y aliviar el dolor de los que sufren. Es inequívoco: primero los enfermos, su dignidad humana. Es un llamado a construir sinodalmente (juntos) la reforma a la salud (y también otras), dando voz a todos, no sólo a los que piensan igual. El enfermo no es sólo un número, ni siquiera un “paciente”, receptor pasivo de las miradas de otros. El enfermo es un tú tan humano como los médicos y enfermeras, como los tomadores de decisiones. Es un hermano con el que debemos conectar empáticamente. El Papa Francisco recuerda cómo la pandemia del Covid-19 puso en el foco otra humanidad: la de médicos, enfermeras y demás trabajadores de la salud: reconocimos su heroísmo. Pero también se evidenciaron los límites estructurales del sistema de salud. Cualquier revisión o reforma al sistema de salud, todo replanteamiento estructural no puede olvidar esas humanidades: la de los enfermos y la de los profesionales de la salud. El Papa lo dice mucho mejor: «es necesario que la gratitud vaya acompañada de una búsqueda activa, en cada país, de estrategias y de recursos, para que a todos los seres humanos se les garantice el acceso a la asistencia y el derecho fundamental a la salud». Me permito cerrar este artículo con esta afirmación contundente del Papa: «No vale solamente lo que funciona, ni cuentan solamente los que producen. Las personas enfermas están en el centro del pueblo de Dios, que avanza con ellos como profecía de una humanidad en la que todos son valiosos y nadie debe ser descartado». + Juan Carlos Cárdenas Toro Obispo de Pasto