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Opinión

Vie 21 Feb 2020

Custodiemos las dos vidas

Por: Luis José Rueda Aparicio - En la Declaración Universal de los Derechos Humanos se tiene como premisa fundamental el derecho a la vida. Encontramos además que es muy claro que la misma Constitución Política de Colombia en el Articulo 11 declara “el Derecho a la vida es inviolable y no habrá pena de muerte”. Algunas entidades de salud no son garantes de la vida de los bebés: En estos lugares se encuentran madres gestantes, en muchas salas de espera, preparadas con batas quirúrgicas y listas para ser canalizadas sus venas, estas mujeres sienten miedo, porque en el fondo de su conciencia hay una voz que les dice: “no matarás”. Estas mujeres en su crisis, no buscaban el aborto provocado, pero fue la única salida que les ofrecieron. En general las mujeres en estado de gestación son sensibles y vulnerables: Ante la noticia de su embarazo, solicitan procedimientos para solucionar el problema de una gestación, no deseada, no aceptada, no comprendida. La verdad es que ellas NO necesitan un aborto, sino que se les brinde sustento, acompañamiento y cercanía en su difícil situación. Ellas en medio de esta situación de crisis, no buscan el aborto como tal, sino un apoyo a su difícil situación. Buscan que alguien las escuche y las oriente. Buscan argumentos verdaderos para poder tomar una decisión de vida. Un llamado a la conciencia de los profesionales servidores de la salud: Hago un llamado a médicos, enfermeras, trabajadores sociales, psicólogos para que, por amor a la vida, disciernan cada situación, porque en la gran mayoría de los abortos que se practican, la justificación se ubica en la salud mental de la madre. Todos nosotros en el vientre, hemos puesto en riesgo la salud integral de nuestras mamás. Sobre la salud mental de la madre, pregunto: ¿A qué se refieren realmente con esto? Tal vez, significa que, la mujer no está preparada emocionalmente para esta nueva etapa de la vida. Pero, si nos detenemos a mirar más a fondo, podemos preguntarnos: ¿Será que esa mujer está preparada para vivir las consecuencias de un aborto? El post – aborto es una herida profunda en su ser y en su historia personal de mujer. Ante el aborto, custodiemos las dos vidas: Defendamos la vida de la madre y la vida del niño. Toda crisis humana es pasajera pero el aborto es para siempre, es irreversible. De ahí que, la mujer tiene el derecho a estar debidamente informada de las posibles soluciones, distintas a suspender la gestación, por ejemplo, dar al niño en adopción. Existen instituciones dispuestas y muy preparadas para custodiar la vida de la madre junto con la vida de su niño. Son personas profesionales y servidores de la vida. Y finalmente una solicitud en nombre de los niños que ya fueron abortados: Por favor no los eliminen dentro de los desechos biológicos hospitalarios, permítannos llevarlos al campo santo, a un lugar de esperanza, a un lugar digno donde alguien llegará con fe a orar junto a ellos. + Luis José Rueda Aparicio Arzobispo de Popayán

Jue 13 Feb 2020

Jornada Mundial del Enfermo: no se trata sólo de curar sino también de cuidar

Por: Mons. Juan Carlos Cárdenas Toro Como cada año el 11 de febrero, en la fiesta de Nuestra Señora de Lourdes, la Iglesia celebra la XXVIII Jornada Mundial del Enfermo. Y como cada año, el Papa dirige un mensaje a quienes sufren por causa de tantas enfermedades, a quienes les cuidan desde el campo profesional y científico, a los agentes pastorales que les acompañan y al mundo en general. Con la cita de Mateo 11,28: «Vengan a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo los aliviaré», en esta oportunidad el Papa Francisco anuncia con fuerza a un Jesús que está cercano a la realidad del sufrimiento humano. «Jesús mira la humanidad herida. Tiene ojos que ven, que se dan cuenta, porque miran profundamente, no corren indiferentes, sino que se detienen y abrazan a todo el hombre, a cada hombre en su condición de salud», dice el Santo Padre. El Papa nos recuerda que esta especial cercanía de Jesús al mundo del dolor se arraiga en el hecho de que él experimentó en carne propia el sufrimiento y desde allí quiere ser presencia que consuela y fortalece. Subraya el Santo Padre que hoy se percibe «una carencia de humanidad» ante la cual ha de agregarse al concepto de curar el de cuidar. Puesto que en los momentos de enfermedad el enfermo no sólo experimenta que le falta la salud, sino que todo su ser se ve comprometido, espiritual, emocional, afectivamente. A los enfermos, el Papa les asegura que ellos están entre los “cansados y agobiados” que menciona el evangelio y atraen así la mirada y el corazón de Jesús. Y les anuncia que en Jesús «encontrarán fuerza para la afrontar las inquietudes y las preguntas que surgen… en esa “noche del cuerpo y del espíritu”». A la Iglesia le recuerda que está llamada a ser «la “posada” del Buen Samaritano» en la que pueden encontrar gracia, acogida y consuelo, donde también habrá personas dispuestas, desde la propia experiencia de su fragilidad y de la misericordia recibida, a ayudarles a llegar la cruz del dolor. A los profesionales del mundo de la salud los convoca el Santo Padre a actuar con competencia, pero también a ir más allá y hacer sentir la presencia de Cristo que consuela y se hace cargo de los enfermos curando sus heridas. Además, les recuerda que ellos también son frágiles y pueden enfermarse, por lo cual la llamada de descansar en Cristo y acercarse a su presencia reconfortante, también les aplica y es conveniente para un mejor y más humano ejercicio de su profesión. Finalmente les invita a recordar que el enfermo es persona con una dignidad que le es propia y en los casos donde la ciencia médica no encuentra respuestas, abrirse a la dimensión trascendente. A los gobiernos e instituciones sanitarias, por último, el Papa Francisco les recuerda los principios de la solidaridad y la subsidiaridad que deben mantener presentes como un imperativo ético que les impulse a abrir frentes de actuación a todos aquellos que no tienen la posibilidad de acceder a tratamientos adecuados, dada su condición de extrema pobreza. +Juan Carlos Cárdenas Toro Obispo Auxiliar de Cali Secretario General del Celam

Mar 4 Feb 2020

2020

Por: Mons. Ismael Rueda Sierra - Con frecuencia se escucha la expresión “cómo se pasa el tiempo de rápido” o, “se pasó el año sin darme cuenta”. Como es natural, se trata de la percepción que tenemos del transcurrir cotidiano de la vida, que si bien es cierto en el tiempo cronológico ni se adelanta, ni se detiene, tampoco se atrasa, con el ritmo de prisa que lleva la sociedad y cultura actual, en variedad de escenarios, acumulación de acontecimientos que se entrecruzan, sucesión acelerada de hechos que apenas se registran en las intrincadas redes sociales, ya empiezan a ser pasado para dar curso a la avalancha intermitente de nuevas noticias. En efecto, pareciera increíble que hayan pasado ya dos décadas desde cuándo con tantas expectativas, festejos y proyectos se celebró con alborozo el año 2000 que inauguraba un nuevo siglo. Dos décadas que indudablemente están marcando un cambio sustancial en la vida del mundo, que como lo afirmara el documento de Aparecida (Brasil, 2007), no vivimos una época de cambios sino “un cambio de época” (#44). Los cambios culturales son los que más han incidido indudablemente en estos años, marcados por un mundo globalizado en el que tiene protagonismo el imperio del ciberespacio que conecta y comunica simultáneamente la vida de la persona concreta con las colectividades y grupos que definen identidades diversas, formando una nueva manera de agregación en la población del planeta. Por eso también se escucha la expresión “¡cómo ha cambiado la vida!”. ¡Y sí que ha cambiado! Curiosamente el Concilio Vaticano II, que con providencial mirada previó de alguna manera el desarrollo del siguiente futuro, como modo de ubicación para plantearse a fondo el desafío de la evangelización, tarea fundamental de la Iglesia, describió tal expectativa afirmando: “El género humano se halla hoy en un período nuevo de su historia, caracterizado por cambios profundos y acelerados, que progresivamente se extienden al universo entero. Los provoca el hombre con su inteligencia y su dinamismo creador … se puede ya hablar de una verdadera metamorfosis social y cultural, que redunda también sobre la vida religiosa” (G.S.4). Y es lo que está ocurriendo pero que al contrario de lo que allí se señaló como aspiraciones más grandes de la humanidad, de no sólo perfeccionar su dominio sobre las cosas creadas, sino establecer un orden político, económico y social que estuviera más al servicio del hombre, permitiendo a personas y colectividades afirmar y cultivar su propia dignidad, se acentúa lo que allí se temía de que la carencia de bienes, servicios, atención integral a las grandes mayorías en el mundo, revelan la injusticia y la inequidad creciente que es un desafortunado resultado que hoy se verifica, generando nuevas formas de dependencia y aumentando periferias sociales como, con intervenciones puntuales, lo viene denunciando el Papa Francisco. De ahí, en el caso nuestro como Iglesia, en particular, la necesidad de releer con visión profética los signos nuevos de los tiempos en los que estamos inmersos, para que no obstante, y muy seguramente por ello, los momentos de pruebas y crisis eclesiales que experimentamos, nos conduzcan no solamente a compartir las esperanzas y temores de la hora presente de toda la familia humana sino a acelerar y hacer cada vez más propia la “salida misionera” de modo que la propuesta del Evangelio, con su benéfica eficacia, pueda provocar mediante su inculturación, razones para vivir y razones para esperar. + Ismael Rueda Sierra Arzobispo de Bucaramanga

Vie 24 Ene 2020

El Año de la Palabra

Por: Mons. Víctor Manuel Ochoa Cadavid - La Carta a los Hebreos nos dice que “de muchos modos habló Dios a nuestros padres... ahora, en estos últimos tiempos, nos ha hablado por medio de su Hijo” (Hebreos 1, 1-2). El Papa FRANCISCO, con una Carta Apostólica “Aperuit Illud”, (hace referencia a un versículo de San Lucas, cuando Cristo en el camino de Emmaus, «Les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras» Lc 24, 45) del 30 de septiembre de 2019, estableció la JORNADA DE LA PALABRA DE DIOS, así nos lo indica en este documento Pontificio: “Establezco que el III Domingo del Tiempo Ordinario esté dedicado a la celebración, reflexión y divulgación de la Palabra de Dios. Este Domingo de la Palabra de Dios se colocará en un momento oportuno de ese periodo del año, en el que estamos invitados a fortalecer los lazos con los judíos y a rezar por la unidad de los cristianos. No se trata de una mera coincidencia temporal: celebrar el Domingo de la Palabra de Dios expresa un valor ecuménico, porque la Sagrada Escritura indica a los que se ponen en actitud de escucha, el camino a seguir para llegar a una auténtica y sólida unidad”. Es intención del Papa FRANCISCO llevarnos a una profunda reflexión y acogida de la Palabra de Dios, que es fuente de vida, de alegría y de esperanza en nuestras vidas. Así, este domingo, celebraremos el Domingo de la Palabra de Dios y pondremos toda la fuerza en la escucha del Dios que nos habla, hoy, en nuestras circunstancias concretas de vida. Volver cada día a la Palabra de vida, es fuente de crecimiento para nuestra vida espiritual, para nuestra relación con Dios, llevando a hechos concretos nuestra opción por Él. Por una inmensa bondad de Dios hemos recibido la revelación del amor de Dios en las distintas etapas de la Historia de la Salvación. Dios de una forma clara y precisa, con nuestro lenguaje, nos ha hablado y manifestado su voluntad, nos ha revelado su plan de salvación que se cumple en su Hijo Primogénito, Jesucristo nuestro Señor. Dios se ha manifestado de modo paternal y pedagógico, en la historia del pueblo santo, de modo que, poco a poco, como convenía a la condición limitada del corazón humano, se entendiera como acción divina cada momento de la historia de Israel, la creación, la liberación de Egipto, la conquista de la Tierra Prometida, la comunicación del amor de Dios por medio de los profetas. Tenemos a disposición la Palabra, un libro con gran difusión, pero desconocido para muchos en su sentido profundo. La Biblia no es una suma de libros agregados como si se armara una biblioteca; es la bondadosa manifestación de la voluntad divina recogida por los autores que, inspirados por el Espíritu Santo, recogen la vida de la comunidad, la voz de los profetas que hablan en nombre de Dios y hacen la interpretación de cada momento como una intervención decidida y gloriosa del Dios verdadero, el que nos ama, el que nos acompaña. En el camino espiritual y en respuesta a Dios tenemos que ir con seguridad y constancia a la Palabra para encontrar el fundamento de la fe. Esta Jornada será la ocasión para explicar, presentar y propiciar que la Palabra llegue a todos los fieles y que entremos con más cuidado en las enseñanzas de Jesús. Toda la vida y enseñanza que tiene la Palabra de Dios, es la revelación del plan de Dios. El final de esta revelación es la Encarnación del Verbo, Jesucristo, que llega “nacido de mujer, nacido bajo la ley” (Gálatas 4,4) en el momento preciso de la historia. La Palabra es esencial, la Iglesia no es una religión de un libro sino una comunidad que mira cada palabra contenida en la Escritura como el fundamento de su fe, la luz de su esperanza, la fuerza de su caridad. La Palabra proclamada y anunciada configura la Iglesia y la llama a ser en el mundo constante testimonio del amor de Dios revelado en su Hijo. El Espíritu Santo no solo inspira la Escritura entera sino que da luces para poderla comprender, para poderla explicar, para poderla vivir. La Iglesia Católica, madre y maestra, se construye cada día dejándose guiar por la Palabra de Dios, bajo la acción del Espíritu Santo. En efecto, «todo cuanto fue escrito en el pasado, se escribió para enseñanza nuestra, para que con la paciencia y el consuelo que dan las Escrituras mantengamos la esperanza» (Romanos 15, 4). Este año en nuestro plan pastoral, buscaremos propiciar una experiencia personal y dinámica, en la cual “ME ENCUENTRO CON EL EVANGELIO”, repasaremos la enseñanza de Jesús en el Evangelio de San Mateo, que leeremos en este año litúrgico. Un versículo nos acompañara cada mes, pero abriendo el espacio para que leamos, meditemos, contemplemos y, especialmente, vivamos la palabra de Cristo que nos quiere llevar al Padre. En la fe la Iglesia ha considerado siempre como suprema norma de su vida la Escritura unida a la tradición y que luego se concreta en el Magisterio y también se hace Liturgia que alaba y celebra, justamente con la Palabra, la gracia santificante. Esta experiencia de contemplación y de lectura de la Palabra de Dios, tiene que animar a nuestras comunidades, a cada uno de nosotros para seguir con amor y generosidad a Cristo en nuestras vidas y comunidades. De la Iglesia el cristiano recibe la Biblia, mas no como un libro hermoso que contiene historias y enseñanzas, ni como un texto literario, sino como el camino seguro por el que Dios nos habla y nosotros llegamos hasta Dios. Creo que todos tenemos en nuestros hogares la Palabra de Dios, la Biblia, aprovechémosla. Que la Biblia no sea más un adorno que reposa en un atril, sino que, leyéndola y orándola, sea camino de esperanza y nos lleve a contemplar a quien en esas miles de letras nos comunica su amor, su voluntad, su vida, su esperanza. Que se realice en nosotros como se realizó en Santa María, la Virgen Santa, la voluntad de Dios escuchada por ella en su corazón. + Víctor Manuel Ochoa Cadavid Obispo de la Diócesis de Cúcuta

Mié 15 Ene 2020

Iglesia: Escuela de Servidores

Por: Mons. Darío de Jesús Monsalve Mejía - “El verdadero poder es el servicio”, nos dice el Papa Francisco. “Quien quiera ser el primero entre ustedes, que SE HAGA el último y el servidor de todos”, proclama Jesús (Marcos 10,35). Y se auto entendía con estas palabras: “Yo estoy en medio de ustedes como el que sirve” (Lucas 22,27). Desde este horizonte evangélico, centrado en el “Lavatorio de los pies” como rito de identidad cristiana, inseparable del sacrificio eucarístico en la última cena de Jesús, todo el ser de Cristo se comprende, principalmente, como SIERVO Y SERVIDOR, como MAESTRO y Esclavo, como ESPOSO y Cabeza de la Iglesia, como PASTOR que da la vida por las ovejas, como ENVIADO que está en medio de todos y nos ENVÍA a servir también en su viña, como CORDERO INMOLADO que se convierte en Pan y cáliz de vida eterna. Estas imágenes son claves para comprender la persona de Jesucristo, y son también trazos indispensables para delinear el rostro de una Iglesia Servidora, discípula de Jesús, Iglesia misionera con rostro samaritano, que va al encuentro de todos, de quien es VÍCTIMA de otro (Lucas 10, 25-37), de la MUJER discriminada (Juan 4, 1-42), de los EXCLUIDOS y descartados (Lucas 17,11-19). Es la IGLESIA “PAN, CASA Y PALABRA”, como la describe Xavier Pikasa, en su libro sobre la Iglesia en Marcos (editorial “Sígueme”, Salamanca 1998). Nuestro Plan Pastoral Arquidiocesano traduce esas mismas claves en una “narrativa eclesial” que parte de lo existente hoy, para restaurarlo en Cristo Jesús, enriquecida esta narrativa con los aportes del Sínodo de la Amazonia: *Una IGLESIA EN CONVERSIÓN INTEGRAL, de pastores, religiosos, esposos y laicado, seducidos por el Amor Esponsalicio entre Cristo e Iglesia; encontrándonos en la “espiritualidad de Amor Esponsal”, común a todo el Pueblo de Dios; a la escucha amorosa, no sólo de la Sagrada Escritura, sino también del grito de los pueblos y del clamor de la tierra, del llanto de los oprimidos. *Una IGLESIA EN CONVERSION PASTORAL, en salida misionera, que sirve y acompaña a los pueblos, que hace discípulos y, como Jesús, los forma e instituye como ESCUELA DE SERVIDORES e Iglesia Diaconal, ejemplo lúcido de servicio y de sagrado respeto por el débil y pequeño, de la que sean sus pastores modelo respetable y creíble. *Una IGLESIA EN CONVERSIÓN CULTURAL, presente yaliada de las poblaciones en los territorios, con rostro intercultural, interétnico, generacional, en diálogo y construcción de pazcon todos. *Una IGLESIA EN CONVERSIÓN ECOLÓGICA, casa común de esposos y familias, decomunidades y grupos apostólicos, de migrantes y habitantes de calle, que encarna el cuidado socio-ambiental de la dignidad humana y del equilibrio ecológico, el cuidado del territorio y de la naturaleza como “casa común”. *Una Iglesia en CONVERSIÓN SINODAL que, hacia dentro de ella y en el marco de la parroquia y del territorio diocesano, genera participación, comunión y ministerio de esposos, de laicos y mujeres, de vida consagrada y Diaconado permanente, caminando juntos, con presbíteros y Obispo, bajo la guía del Espíritu Santo. En este año 2020 retomemos la tarea y, bajo la “E” de Evangelización, avancemos con las cuatro “E” que debemos consolidar en cada parroquia e institución: *ENCUENTRO con Cristo (KERIGMA y cultura del encuentro, hacia los “encuentros pre-sinodales). *EUCARISTÍA (KOINONÍA dominicalycomunidades). *ESCUELA (DIAKONÍA) de discípulos SERVIDORES: las EPS parroquiales). *ESPONSALIDAD (EKLESÍA, alianza esponsalicia, ministerio de la conyugalidad, imaginada en la CASA familiar, la casa católica y la casa común, ecológica y territorial). El Papa Francisco ha declarado el tercer domingo del Tiempo Ordinario en “Domingo de la Palabra de Dios”, mediante la carta apostólica “Aperuit illis”: (“les abrió el entendimiento” para comprender las Escrituras: Lucas 24,45). Se pretende que este día “haga crecer en el Pueblo de Dios la familiaridad religiosa y asidua con la Sagrada Escritura”. Nuestra divisa pastoral del 2020, “HÁGANSE SERVIDORES DE TODOS”, significa el énfasis en la formación, en este “hacerse” con Jesús y como Él. Que, dando especialrealce a la procesión de entrada con el sagrado libro eltercer domingo, vivamos todo el año como AÑO DE LA PALABRAque nos forma interiormente, haciendo arder nuestro corazón. A todos, hermanos y hermanas, religiosos y religiosas, sacerdotes y diáconos, los bendigo con especial afecto y les auguro un Año Nuevo de muchos y buenos frutos de fe, amor, unidad y paz. +Darío de Jesús Monsalve Mejía Arzobispo de Cali

Jue 9 Ene 2020

Año nuevo, en la esperanza

Por: Mons. Luis Fernando Rodríguez Velásquez - Primero: Es común que cada que comenzamos el nuevo año hagamos las cábalas y los vaticinios sobre lo que esperamos para el año al que damos inicio, según el calendario civil. Es posible que cada uno reitere los planes de trabajar mejor, de cuidarse con los alimentos, de rebajar peso, de solucionar las desavenencias, etc. Eso está bien. Lo que produce preocupación es que posiblemente son los mismos propósitos de cada año y que seguramente no se han cumplido. Qué importante es que se haga el propósito de cumplir de la mejor manera posible lo que se ha de alcanzar, poniendo la confianza en Dios con una buena dosis de voluntad personal y disciplina. Segundo: Por otra parte, la Iglesia ha comenzado desde semanas atrás el año litúrgico, con el adviento y la navidad. Un propósito clave debemos buscar alcanzar, de la mano de Dios, y es el que los ángeles cantaron en el portal de Belén, la paz: “Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a las personas de buena voluntad”. Tercero: Con la fiesta del Bautismo del Señor comenzamos el tiempo llamado Per annum, o tiempo ordinario en la liturgia de la Iglesia. El color verde será el característico. Es el verde la esperanza, de la confianza, de la fe. Es el color también de la florescencia y de la alegría. Así debería ser la vida de los cristianos católicos; ese debería ser el aporte que como ciudadanos deberíamos dar en momentos de crisis, incertidumbre y dificultades. El Papa Francisco nos dirá: “Comprendo a las personas que tienden a la tristeza por las graves dificultades que tienen que sufrir, pero poco a poco hay que permitir que la alegría de la fe comience a despertarse, como una secreta, pero firme confianza, aun en medio de las peores angustias: «Me encuentro lejos de la paz, he olvidado la dicha […] Pero algo traigo a la memoria, algo que me hace esperar. Que el amor del Señor no se ha acabado, no se ha agotado su ternura. Mañana tras mañana se renuevan. ¡Grande es su fidelidad! […] Bueno es esperar en silencio la salvación del Señor» (Lm 3,17.21-23.26)” (Exhortación Evangelii Gaudium, 6). Cuarto: El cristiano está llamado no a ser promotor de la desesperación, ni profeta de catástrofes, sino que está llamado a ser testigo de la esperanza, porque sabe muy bien que el Señor es el siempre vivo, el siempre actuante, que está con nosotros, está en medio de nosotros, está adelante mostrándonos el camino, y está atrás para protegernos. Alegría y esperanza, dos palabras que se deben traducir, en un estilo de vida alegre y cargada de la confianza, en los tiempos nuevos que nos han sido prometidos. + Luis Fernando Rodríguez Velásquez Obispo Auxiliar de Cali

Dom 29 Dic 2019

Seamos todos "artesanos de la paz"

Por: Mons. Juan Carlos Cárdenas Toro - Una fecha que normalmente pasa inadvertida por caer en primero de enero es la Jornada Mundial de Oración por la Paz. Es muy importante no dejar pasar por alto esta actividad que cada año convoca la Santa Sede y es animada por algún mensaje del Santo Padre. Aunque al momento de la publicación no se conocía el contenido del mensaje del Papa Francisco para esta fecha, propongo tres (3) puntos que sobre el tema compartió el Sumo Pontífice al Cardenal Carlos Osoro, con ocasión del Encuentro de Oración por la Paz: “Paz sin fronteras”, realizado en Madrid en septiembre del año que acaba de concluir. La paz, brota de la oración En su mensaje a personas de diferentes religiones congregadas en España para este encuentro, el Santo Padre destacó cómo que «como creyentes somos conscientes de que la oración es la raíz de la paz. Quien la practica es amigo de Dios, como lo fue Abraham, modelo de hombre de fe y esperanza». Como discípulos misioneros de Jesús, el “Príncipe de la paz”, debemos entender que la paz va más allá de consideraciones políticas, ideológicas o económicas. En el más hondo sentido, la paz se identifica con nuestra fe en Dios, Creador de todos sin distinción ninguna de condiciones y que nos invita a ser generadores de sana convivencia y fraternidad respetuosa. El verdadero cristiano reza por la paz, no como la da el mundo, y la pide como un don de Dios. El poder de la oración es innegable; en este sentido, el Papa comentó: «Cayó el Muro de Berlín y se puso fin a esa lacerante división del continente que causó tanto sufrimiento. Desde Berlín a toda Europa del Este se encendieron ese día nuevas esperanzas de paz, que se extendieron por todo el mundo. Fue la oración por la paz de tantos hijos e hijas de Dios la que contribuyó a acelerar esa caída». Y concluye el Papa: «Por eso es necesario rezar siempre y dialogar en la perspectiva de la paz: ¡los frutos vendrán! No tengamos miedo, porque el Señor escucha la oración de su pueblo fiel». La insensatez de la guerra Al constatar la dolorosa realidad de que se multiplican los conflictos en el mundo y las puertas se cierran de unos pueblos para otros, el Papa dice: «Si se busca el bien de los pueblos y del mundo, es insensato cerrar espacios, separar a los pueblos, o más aún, enfrentar a unos con otros, negar hospitalidad a quien lo necesita». Y aprovecha la ocasión para invitar a cultivar la cultura del encuentro y a tender puentes que, antes que generar rupturas, animen los acercamientos, los diálogos, la búsqueda razonable y pacífica de salidas a los conflictos. En fin, es necesario tener «puertas abiertas que ayuden a comunicarse, a encontrarse, a cooperar para vivir juntos en paz, respetando la diversidad y reforzando los vínculos de responsabilidad». Habitar la morada de la paz Por último, el Sucesor de Pedro destacó que «la paz es como una casa con muchas estancias en la que todos estamos llamados a habitar». No es, pues, justo permanecer en la trampa de los resentimientos, la sed de venganza sin darse la oportunidad para creer, soñar y luchar por un mundo en el cual todos podamos gozar del derecho a “habitar la paz”. Para el momento de esta publicación el mensaje del Papa para esta Jornada ya será público. Recomiendo vivamente conocer su contenido, leerlo, meditarlo y comprometernos a ser “artesanos de la paz” en nuestros círculos de vida: familia, barrio, amigos, trabajo, estudio, ciudad, región y país. +Juan Carlos Cárdenas Toro Obispo Auxiliar

Mar 24 Dic 2019

El Espíritu de la Navidad

Por: Monseñor Víctor Manuel Ochoa Cadavid - La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros (Juan 1, 14). Estos días nos llevan a todos a vivir el espíritu de la NAVIDAD. Es un momento particular en el cual nos encontramos en familia y compartimos momentos de especial alegría y familiaridad. No olvidemos que la Navidad es encontrar a Jesucristo, que nació para nuestra salvación. Celebrar la Navidad es permitirle al corazón la inmensa alegría de recibir la visita de la Vida, la esperanza, la alegría, la luz y la verdad que el Señor nos regala con abundancia. Es muy humano añorar tiempos de fiesta y de regocijo. En nuestra realidad cultural, este tiempo es de fiesta y, a veces de excesos. Los dolores de cada día deben encontrar, sobre todo en este tiempo, el alivio de la alegría y el ambiente gozoso que produce el encuentro de las familias, la vivencia espontánea y reconfortante de las tradiciones que en estos días nos animan y fortalecen. Compartimos muchas cosas, alimentos, regalos, momentos de encuentro, a veces con demasiado ruido que no nos permite escuchar y vivir el sentido de este tiempo de gracia. Nuestras tradiciones navideñas evidencian la fuerza y la hondura de los procesos de evangelización que han grabado en el alma de la cultura la presencia del Señor en su nacimiento, el reencuentro de los hogares, la experiencia maravillosa de orar alegremente delante del Portal de Belén, “admirable signo” como lo llama el Papa Francisco en su última Carta Apostólica, porque nos presenta la bondad de Dios y la cercanía de su amor en la persona de su Hijo, Señor nuestro y Dios de todo consuelo, que llega al corazón de quienes lo aguardan con fe. Este tiempo tiene que ser espacio de profunda vida espiritual. Debemos retornar a la identidad cristiana de estas fiestas, a la alegría que cada mañana nos proporciona acudir a la Novena de Navidad llenando la alborada de cada día con el canto de la esperanza de un pueblo que sigue diciéndole al Señor: ven, no tardes tanto. Las celebraciones de la Novena, en las primeras horas del alba, conservan ese profundo sentido espiritual de la Navidad. Volvamos a Dios, volvamos a Belén, abramos la puerta del corazón al Señor. Oremos juntos en las casas, en el trabajo, en la vida pública que, por fortuna, aún conserva la dicha de recordar con tantos signos la encarnación y el nacimiento del Salvador. Recojamos la herencia de dulzura, de esperanza, de bondad gozosa que se vuelve caridad, fraternidad, alegría iluminada por el Señor que comparte nuestra historia, que la llena de vida y de paz, justamente cuando cruzamos diariamente la mirada y la vida con tantos sufrimientos, con tantas expresiones de soledad, de desarraigo, de desesperación. Recordemos en estos días a los que sufren, a los enfermos, a los tristes, a los que están en la cárcel. No perdamos de vista el ejercicio gozoso de la misericordia que nos permite compartir con los necesitados, ayudar a los que necesitan una voz de aliento en estos días en los que se añora la patria, la familia, la paz que el mundo aguarda y que tenemos que seguir construyendo con la fuerza de la justicia y de la fraternidad. Sintamos que es preciso saber que la Navidad con sus luces, colores, alegrías, debe ser el reflejo de una comunidad que crece en humanidad, que hace suyo el camino que Jesús también recorrió al poner su vida, su amor, su tienda entre nosotros. En Belén, encontramos la LUZ de los pueblos, a Cristo que viene a iluminar a los pueblos que caminan en oscuridad. El humilde y alegre hogar de Jesús, de María y de José, nos ayude a celebrar la esperanza y a vivir estas fiestas con sinceridad, con misericordia, con generosidad. No olvidemos que no sólo debemos pedir, hay que dar gracias por tantas bondades, por ser Iglesia viva que camina con todos y que a todos anuncia el amor y la esperanza. No dejemos que empiece el año nuevo 2020 sin pedirle al Señor que nos asista con su amor, que nos regale la fe de María, la bondad de San José, la paz que irradia el Niño que, por nosotros bajó del cielo y se hizo hermano de quienes le acogen con sencillez y alegría. Feliz Navidad para todos los queridos lectores de LA VERDAD, los mejores deseos y bendiciones de Dios para el año 2020. + Víctor Manuel Ochoa Cadavid Obispo Diócesis de Cúcuta