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arzobispo bucaramanga

Mié 10 Abr 2019

¡Cristo vive y es joven!

Por: Mons. Ismael Rueda Sierra -Nada mejor que aludir en esta ocasión, a la Exhortación Post Sinodal que el Santo Padre Francisco acaba de entregar “a los jóvenes y a todo el Pueblo de Dios”, pues resulta muy propicia en este tiempo de preparación cuaresmal y celebración de la Pascua del Señor. Sí, Jesús está vivo, porque ha resucitado y ha devuelto la juventud a un mundo y a una humanidad subyugada por el pecado. Es la nueva creación, fruto de la victoria sobre la muerte y sobre una “cultura” que ha heredado tristezas y periferias existenciales. Profunda reflexión, saber que todo lo que Cristo vivo “toca”, se vuelve joven, se renueva, se llena de vida. Por esa razón el encuentro con Jesús que siempre está con nosotros porque nunca se va, es garantía para empezar siempre a pesar de los miedos, rencores y fracasos. El mismo Papa advierte que estas palabras no son únicamente para los jóvenes sino para todo el Pueblo de Dios, pastores y fieles, invitados a vivir la novedad y la juventud de Cristo. Y que el resultado de estas reflexiones son fruto del discernimiento sinodal consignadas en el Documento final, las más significativas, pero que representan un cúmulo de miles de voces escuchadas a creyentes y no creyentes, estos últimos, que incluso suscitaron en el Papa, nuevas preguntas. Capítulo a capítulo va desarrollando armónicamente una lección de vida partiendo de la presencia protagónica, a los ojos de Dios, en la Sagrada Escritura, de muchos jóvenes elegidos por él para realizar sus planes, teniendo en cuenta las características propias de su identidad; por ejemplo, José, el soñador, que siendo de los pequeños de la familia, en la flor de su juventud le confió una importante tarea en favor de sus hermanos, en Egipto. Del mismo modo, desfilan en esta elección de Dios, Gedeón, Samuel, el rey David, elegido siendo un muchacho y el mismo rey Salomón quien exclama ante el reto de suceder a su Padre “Soy un joven muchacho y no sé por dónde empezar y terminar” (Cfr.IRe 3,7), exclamación similar salida de los labios de Jeremías. Y qué decir de la joven Rut, generosa, comprometida y perseverante para vencer obstáculos y salir adelante. Un paradigma en el Nuevo Testamento, es el joven de la parábola del hijo pródigo, que puede reflejar los deseos de autonomía y libertad que mal interpretados pueden generar un desastre en el proyecto de vida. Pero el resultado que hace ver el Señor, es la capacidad de aquel joven para asumir el cambio, saber volver, saberse levantar. Contrasta con su hermano que no obstante también sus pocos años, tiene ya un corazón envejecido. Pero sin duda es Jesús quien a lo largo de toda su misión, aparece como el siempre joven y por eso sus palabras, sus signos y actitudes son una transparencia permanente del valor propio de ser joven. Jesús es por tanto inspiración para todo joven que busca madurar y cumplir una misión, compartiendo con la familia, con su pueblo, sin aislarse ni separarse, sino que a través de la cotidianidad de la vida, como lo hizo Jesús, reconociendo a su Padre, compartiendo con sus discípulos, compadecido de los débiles y los pobres, los enfermos y los pecadores. No desconoció el sufrimiento ni la incomprensión: “En Jesús todos los jóvenes pueden reconocerse”(Cf # 31). Mirando a Cristo la Iglesia también está llamada a rejuvenecerse, en un tiempo en el que, se notan en su rostro muchas arrugas y sonrojos por las infidelidades de sus hijos, rostro que las nuevas generaciones ayudarán a recrear. “En el corazón de la iglesia resplandece María”. Llamados por el Papa, como lo hiciera en Panamá, en la Jornada Mundial de la Juventud pasada, como el “ahora de Dios”, están llamados los jóvenes a transformar, unidos a todo el Pueblo de Dios, las diversas situaciones que ha generado un mundo en crisis, con un subproducto de crimen organizado, violencia en diferentes formas, esclavitud y explotación sexual, tráfico de drogas, migraciones etc. situaciones muchas veces, en las que son tanto protagonistas como víctimas. Y todo ello, en el vastísimo contexto de un mundo digital. Pero siempre hay una salida con esperanza, porque “Dios te ama”, “Cristo te salva” y, “¡Él vive!, con la fuerza del Espíritu Santo. Fraterno saludo Pascual y bendición. + Ismael Rueda Sierra Arzobispo de Bucaramanga

Vie 19 Oct 2018

Un Sínodo de los jóvenes

Por: Mons. Ismael Rueda Sierra - La palabra “sÍnodo” significa ir, transitar por el mismo camino para encontrarse, ir juntos para discernir y tomar opciones favorables hacia el futuro. Es sin duda, providencial, la convocación y ahora puesta en marcha de la Asamblea del “sínodo de los jóvenes” por parte del Papa Francisco, con el propósito primario de escucharlos, compartir sus sueños, valorar sus reclamos y con ellos proponer acciones pastorales concretas junto con los convocados al discernimiento, base para la exhortación post-sinodal que entregará el Santo Padre, seguramente, como es usual en estos acontecimientos de Iglesia. Sin duda, desde el momento mismo de la convocación se desplegó en la Iglesia universal la respectiva consulta desde las bases para conocer más de cerca la situación de las nuevas generaciones en el contexto del tipo de cultura y sociedad que estamos viviendo. La idea del papa no es ir “hacia los jóvenes” sino “con los jóvenes”: “La Iglesia, no sale hacia las nuevas generaciones, sino que sale con las nuevas generaciones, y el Sínodo es fruto de un trabajo en el que ustedes han sido y son protagonistas”, dijo Francisco en una de las sesiones. Este ejercicio, ha dado a conocer las mayores preocupaciones del mundo juvenil, que se ubican entre otras, en situaciones de desarraigo y pertenencia, vacilaciones de identidad, los interrogantes sobre la sexualidad en el clima de su madurez y relaciones, la atracción por el lujo que priva de lo sencillo e importante y naturalmente los temas que se relacionan con la valoración de la música y el deporte, la ecología, la era digital unidas a las condiciones de trabajo y desempleo, la guerra y la pobreza y los alejamientos de la vida de familia. De primera mano nos llevaría esto a pensar que estas percepciones de los jóvenes, reflejan indudablemente el tipo de cultura y sociedad vigentes y un gran indicativo de lo que significa el reto de la propuesta de Jesús como razón de sentido y base también para construir un mundo nuevo y mejor, y una Iglesia renovada que escucha y acompaña, no con auto-referencia sino mirando al evangelio. Por sí solo el método y espíritu señalado por el papa Francisco y aplicado en el desarrollo del Sínodo, sugieren también un cambio de paradigma en el modo tradicional de hacer la pastoral juvenil, a menudo cargada de esquemas y estructuras, pero en la práctica, con poca eficacia para llegar a los jóvenes. Escuché en una ocasión a un apóstol del trabajo con los jóvenes, quien decía que no entendía cómo se pretendía “hacer pastoral juvenil sin los jóvenes”. Traducida esta apreciación al resultado de la “escucha” que quiere ser el Sínodo, sería aceptar con humildad el reclamo de los jóvenes que nos podrían decir: “como pueden trabajar por nosotros sin nosotros?”. Pero aún va más a fondo el Papa. En el aula Paulo VI en reunión organizada por la Secretaría General del Sínodo y la Congregación para la Educación Católica les decía a los jóvenes: “Por favor, jóvenes, niños y niñas, ¡Ustedes no tienen precio! ¡Ustedes no están subastados!. Y les pidió que repitieran: “¡no estoy en una subasta, no tengo precio. Soy libre, soy libre!. Necesario pues reconocer que los jóvenes tienen su propio puesto, personalidad y protagonismo en la sociedad y en la Iglesia. Llamados a construir un mundo mejor del heredado por los mayores. + Ismael Rueda Sierra Arzobispo de Bucaramanga

Jue 16 Ago 2018

La corrupción

Por: Mons. Ismael Rueda Sierra - No cabe duda que el tema de la corrupción está al orden del día, no sólo porque en todo círculo social o tertulia de amigos o vecinos es necesario tener algo de qué hablar, sino porque lo que se siente se comenta. Se siente, porque cada vez vemos más en los periódicos y medios de información las sorprendentes cifras que contabilizan en sumas astronómicas, las defraudaciones que se producen por estas conductas, que casi siempre afectan, al final de cuentas, a las clases o sectores menos favorecidos de la población, como por ejemplo en salud, en planes de vivienda, la educación, obras públicas, en general, etc. Podemos recordar que en la última contienda electoral, quien no planteara el tema, y ofreciera medidas para corregirla, corría el riesgo de no ser escuchado con atención o juzgado como cómplice de la misma: con razón se convirtió en tema político y social de primera línea, como en efecto lo es, no sólo en Colombia sino en la mayor parte del mundo. Se intentan y se proponen soluciones que pasan por la búsqueda, enjuiciamiento y castigo de los comprometidos y culpables; medidas y normas preventivas para salirle al paso a estas situaciones; revisión de los modos de contratación especialmente, entre otras, pero no siempre se asume a profundidad las raíces de la corrupción, que por tener que ver casi siempre, con modos de pensar, malos ejemplos o costumbres aprendidas en el entorno social, que pasan como “normales”, no se afrontan con suficiencia desde los procesos educativos y de construcción cultural cimentados en valores, llamados no sólo a generar comportamientos éticos ajustados a ellos y al bien común sino a construir como forma de ser, la honestidad personal y social. En el campo específico de lo político, la corrupción política es una de las más serias deformaciones del sistema democrático, pues “compromete el correcto funcionamiento del Estado, influyendo negativamente en la relación entre gobernantes y gobernados… La corrupción distorsiona de raíz el papel de las instituciones representativas, porque las usa como intercambio político entre peticiones clientelistas y prestaciones de los gobernantes… e impiden la realización del bien común de todos los ciudadanos”, como lo expresa el pensamiento social de la Iglesia (Cfr. Compendio, #411). Pero se da también una explicación “sistémica” de la corrupción. En efecto, no se puede ignorar la existencia de la inclinación al pecado propio de la naturaleza humana, cuyo reconocimiento debe llevar, no a evadir la responsabilidad para remitirla a otros, sino a buscar la salvación y redención ofrecida por Jesucristo. En efecto vemos como San Pablo, por ejemplo, nos presenta este camino al afirmar que “ésta humanidad… tiene la esperanza de que será liberada de la esclavitud de la corrupción para obtener la gloriosa libertad de los hijos de Dios” (Cfr. Rm 8,20-22). Y estamos hablando, por tanto, de la raíz más profunda que explica la corrupción, pero también el remedio más grande para su superación, que necesariamente debe incidir en las estructuras sociales, políticas y culturales. De modo que, para concluir, recordamos nuevamente del mensaje último de los obispos de Colombia en la pasada Asamblea Plenaria aquella recomendación: “Debemos conocer y acoger las iniciativas que se juzguen válidas en el país para combatir este flagelo, rechazar este tipo de prácticas corruptas y cultivar una cultura de la honestidad y la transparencia”. + Ismael Rueda Sierra Arzobispo de Bucaramanga

Mar 10 Jul 2018

“Designios de paz y no de aflicción”

Por: Mons. Ismael Rueda Sierra - Con esta cita del profeta Jeremías, los obispos, reunidos en Asamblea Plenaria, enviamos un mensaje de paz, unidad y reconciliación al pueblo colombiano, en un momento sin duda, de tantas expectativas en relación con la inauguración del nuevo gobierno elegido, la ansiedad por el acierto en relación con la unidad, la paz, el desarraigo de las causas y mecanismos de la corrupción, la preocupación que generan los nuevos escenarios de violencia y la participación consciente, frente a la indiferencia y radicalismos polarizantes y, hacernos cargo todos los ciudadanos de la solución ponderada tanto de los problemas estructurales como de coyuntura de nuestro país. Lo hacemos como pastores, con la mirada puesta en Jesucristo, en los valores del Reino de justicia amor y paz que nos legó el Maestro, pero situados en una historia concreta que reconocemos en su pasado de luces y sombras, en un presente de retos y desafíos que obligan a un discernimiento serio y responsable y con la siempre confiada esperanza de poder contribuir en la construcción de una mejor sociedad para las nuevas generaciones. De este modo, estamos invitados a leer los signos de los tiempos manifestados en el acontecer diario, que vistos a la luz de la fe, se transforman en el lenguaje de Dios para sembrar caminos de salvación integral para todos. Con esta mirada, se afirma que la división no hace bien a ninguno. La unidad, en la diferencia de pareceres, pero con la voluntad de servir al bien común, será siempre un criterio válido de aplicación a cualquier forma de gobierno para el logro del bien integral de los ciudadanos. Es compromiso de todos. Pero el mensaje hace énfasis, por la preocupación primaria que significa, el fenómeno de la corrupción, enlazada en tantos otros males como lo son la inequidad, estadísticamente tan señalada en Colombia entre los demás países del mundo, el narco y micro tráfico, la pobreza y formas de violencia e ilegalidad. Esta toma de conciencia se convierte en la invitación a recordar y asumir las intervenciones proféticas y de llamado del Papa Francisco en su visita a Colombia, en particular la de no participar en “ninguna negociación que malvenda sus esperanzas”. Esto significa para los creyentes especialmente, conversión personal y comunitaria como la forma de construir la ética y moral bien cimentada en el Evangelio y que no desconoce las prácticas correctas que en su justa autonomía y fuero civil, en cuanto valores deseables y aplicables, inspiran las propuestas de gobierno y conducción de la sociedad. Por otra parte, en este punto del mensaje sobre la lucha contra la corrupción es importante destacar el criterio de “conocer y acoger las iniciativas que se juzguen válidas en el país para conbatir este flagelo, rechazar este tipo de prácticas corruptas y cultivar una cultura de la honestidad y la transparencia“(Cf. 2). Como es natural hay un llamado convencido a no desmayar en la búsqueda de caminos de paz, compromiso de todos y al que nadie se puede negar. Consternación por los nuevos registros de violencia y solidaridad con las victimas y sus familias. Y finalmente, entre otros relevantes aspectos, como la situación de los inmigrantes venezolanos; recordando las palabras de Jesús, “Ustedes son la luz del mundo y la sal de la tierra”, la invitación a trabajar como obreros decididos en la reconstrucción del país: “Inspirados en el Evangelio, trabajemos sin descanso por sanar las heridas, tender puentes, encontrar la reconciliación y cultivar la cultura del encuentro fraterno“(cf. 4). Importante convocación de esperanza. Con mi fraterno saludo y bendición. + Ismael Rueda Sierra Arzobispo de Bucaramanga

Mié 4 Abr 2018

Un sínodo de los jóvenes

Por: Mons. Ismael Rueda Sierra - De forma similar como el Santo Padre Francisco, quiso afrontar la realidad de la familia en la Iglesia y el mundo de hoy, convocando una Asamblea del Sínodo, que concluyó con la importante Exhortación Apostólica (Amoris Laetitia), se ha ocupado ahora de los jóvenes en general y en la diversidad de situaciones en que se encuentran. Quiere conocer de cerca su percepción de la realidad, sus retos y desafíos como también sus sueños y proyectos de vida, para ayudar a su acompañamiento. Lo motiva sin duda, la complejidad del mundo y culturas actuales en que se mueven los jóvenes y el no pequeño desafío que tiene la misma Iglesia para realizar su misión evangelizadora, dirigida a las nuevas generaciones, representadas en tantos niños y personas jóvenes. Para ello ha convocado también la siguiente Asamblea del Sínodo (octubre 2018), que se ocupará, como es sabido, del tema “Jóvenes, Fe y Discernimiento vocacional”. En coherencia con esa necesidad de conocer de cerca lo que pasa en cada persona para ayudarla, el Santo Padre desea que por encima de todo se “escuche” a los jóvenes, de tal manera que puedan aportar ellos mismos, la materia prima fundamental para el discernimiento que luego harán los Padres sinodales. El Pre-sínodo convocado para finales de marzo de este año, con la presencia de 305 jóvenes de todo el mundo, de diferentes credos o sin ellos, más la intervención, vía redes sociales, de cerca de 15.000, constituye un enorme riqueza y hace efectivo en la práctica, poder conocer de primera mano lo que piensan los jóvenes y sus expectativas en relación con su vida, la Iglesia, la sociedad y un mundo por construir. El resultado de esta reunión presinodal no ha podido ser mejor, tal como lo revela el documento por ellos elaborado y que fuera entregado el pasado 28 de marzo al final del discernimiento que allí se realizó. “Este documento es una síntesis donde expresamos algunos de nuestros pensamientos y experiencias… Es una reflexión sobre realidades específicas, personalidades, creencias, y experiencias de jóvenes de todo el mundo. Este documento está destinado a los Padres sinodales, como una orientación que les ayude a comprender mejor a los jóvenes…” expresan al inicio del texto. Con autenticidad declaran que “Esperamos que la Iglesia y otras instituciones puedan aprender de este proceso presinodal y escuchar la voz de los jóvenes”. Es de admirar, indudablemente, la profunda libertad, autenticidad y sentido crítico con los que asumen los diferentes ítems que se van desarrollando en cada una de las partes del documento. Empezando por los desafíos y oportunidades de los jóvenes en el mundo actual, se refieren a las inquietudes sobre la formación de la personalidad, la relación con la diversidad, los jóvenes y el futuro, la tecnología y, la búsqueda de sentido de la existencia. En la segunda parte se ocupan más del tema de la vocación, presentando lo relativo a los jóvenes y Jesús, la relación con la iglesia, el sentido vocacional de la vida y su discernimiento así como lo que atañe al acompañamiento esperado por ellos. Una tercera parte presenta lo que anhelan los jóvenes en relación con la acción educativa y pastoral de la Iglesia, identificando lo que se desea como estilo de iglesia, el protagonismo de los jóvenes, ambientes donde quisieran ver más presente a la Iglesia, los escenarios comunes que se deberían consolidar para la acogida a los jóvenes, así como los diversos instrumentos que pueden ser utilizados para el trabajo en favor de las nuevas generaciones. Recomendable y además muy saludable para hacer un humilde examen autocrítico de nuestra tarea eclesial, motivado por quienes tienen ya la responsabilidad de asumir en adelante la misión toda del Pueblo de Dios, en la parte que les corresponde. Con mi fraternal saludo Pascual. + Ismael Rueda Sierra Arzobispo de Bucaramanga

Lun 12 Mar 2018

La mujer: Dignidad vs violencia

Por: Mons. Ismael Rueda Sierra - Tradicionalmente en el mes de marzo (8), se celebra el día internacional de la mujer. Siempre, es una oportunidad para reflexionar y hacer un serio discernimiento sobre la dignidad de la mujer, su relevancia en la construcción de la sociedad y bajo esta luz, el alto y preocupante fenómeno de la violencia y abuso contra ellas. De modo permanente a través de los medios, se informa y denuncian tantos casos de homicidio, maltrato y otras formas de agresión y discriminación que ellas padecen. En el departamento de Santander - registra un periódico local - en los días corridos del año, (56), 563 mujeres fueron violentadas. El año pasado en este departamento, 1.910 mujeres sufrieron algún tipo de violencia por parte de sus parejas y otras 1.073 fueron víctimas de presuntos delitos sexuales. Es necesario pensar que esta estadística, corresponde a los casos denunciados ante las autoridades correspondientes, y bien sabemos que la mayor parte de los casos, por amenazas o miedo no se conocen. Este panorama da a entender, entre otras razones, el alto grado de desequilibrio y descomposición de la sociedad que, frente a una construcción equitativa que supone el reconocimiento integral y en condiciones de igualdad en la diferencia, de la dignidad tanto de la mujer como del hombre, se empeña en desconocer, sobre todo, a la hora de tomar decisiones concretas de participación y valoración de capacidades, incluida la remuneración justa, sus legítimos derechos. No cabe duda de la influencia que tiene las tendencias culturales vigentes, en las que el machismo, de una parte y la inequidad social por otra, hace más difíciles los decididos y loables empeños que hoy se están haciendo para corregir esta situación. En este contexto, conviene reflexionar porque a menudo, por inadecuadas interpretaciones o aplicaciones tergiversadas de la visión antropológica cristiana de la mujer, se crítica o descalifica esta visión sobre la alta consideración del genuino significado de la vida y misión de la mujer en la sociedad y en la Iglesia. En efecto, bastaría mirar a Jesús, su comportamiento y actitud frente a las mujeres de su tiempo con quien se encontró, honró y defendió, en un ambiente cultural que de suyo las discriminaba. Bastantes testimonios tenemos en el magisterio de la Iglesia que profundiza sobre el tema. El nuevo Santo anunciado, Paulo VI, que reconoce la promoción de la mujer como uno de los “signos de los tiempos”, estableció una comisión especial que estudiaría los problemas contemporáneos en relación con la “efectiva promoción de la dignidad y de la responsabilidad de las mujeres” y afirmó que “en el cristianismo, más que en cualquier otra religión, la mujer tiene desde los orígenes un estatuto especial de dignidad.” (AAS 65, 1973). San Juan Pablo II dedicó toda una carta apostólica al tema (Mulieris Dignitatis). El Papa Francisco el pasado 8 de marzo escribía en Twitter: “¡muchas gracias a todas las mujeres que cada día tratan de construir una sociedad más humana y acogedora!”. Y en una de sus homilías en la casa Santa Marta, afirmó que “el hombre no trae la armonía, la trae ella. Es ella la que trae la armonía, que nos enseña a valorar, a amar con ternura, y que hace que el mundo sea una cosa hermosa”. ¡Gratitud y bendición para todas ellas! Fraternalmente. + Ismael Rueda Sierra Arzobispo de Bucaramanga

Lun 9 Oct 2017

Segundo paso, paso adelante

Por: Mons. Ismael Rueda Sierra - Aún está contenida en el corazón, la mente y la retina la Visita Apostólica del Papa Francisco a Colombia. Días de maravillosa experiencia espiritual y evangelizadora, presidida por el Sucesor de Pedro y dirigida a la conciencia personal y colectiva de un pueblo en camino, en búsqueda de paz y reconciliación. Bien lo anunció así el pontífice en el mensaje previo que hiciera de su viaje a Colombia: “Iré como peregrino de esperanza y de paz, para celebrar con ustedes la fe en nuestro Señor y también para aprender de vuestra caridad y vuestra constancia en busca de la paz y la armonía”. Nos queda ahora, habiendo sido invitados a dar el primer paso, seguir adelante con el impulso espiritual que hemos recibido para dar un segundo paso que ha de ser, un paso adelante y otros sucesivos, diríamos interminables, para construir, inspirados en el evangelio, sostenidos por el amor de Dios y comprometidos en la agenda de todos los días con todas las personas, la paz por el perdón y la reconciliación. Son muchos los signos, expresiones, actitudes y sabias palabras las que hemos recibido. Unas han calado más profundamente, como su cercanía y espontaneidad en el encuentro con las personas, su carisma de empatía espiritual para con todos y aquellas palabras en varias ocasiones repetidas y que han hecho tanto eco como “no se dejen robar la alegría ni la esperanza“, que resonaran con especial énfasis en el mundo juvenil. Pero si quisiéramos resumir o condensar el fondo de sus mensajes, diríamos que todos aquellos aluden principalmente a la necesaria construcción de una “cultura del encuentro” para asegurar una verdadera cultura de paz. En efecto, propiciar el encuentro es lo contrario a construir muros de división y separación que dañan las fundamentales relaciones que dignifican la vida humana y por tanto también la cultura de los pueblos, a saber: el encuentro y la relación con Dios, como el primero y que da sentido a todo; el encuentro con las demás personas, sin distinciones, como miembros de la misma familia y por tanto, como hermanos; el encuentro consigo mismo, que se hace mucho más claro, evidente y que confirma la conciencia de su propia dignidad e identidad como persona, con fundamento en los dos encuentros anteriores y finalmente, con insistencia especial del Santo Padre, el encuentro con la naturaleza o la creación para su manejo responsable y solidario en bien del desarrollo humano integral. El Santo Padre, por el conocimiento que ha tenido de la misma situación de Colombia, nos hace tomar conciencia de todos los “desencuentros” que han dañado precisamente la armonía y la convivencia entre todos nosotros colombianos y que por tanto, conseguir la paz requiere retomar por la reconciliación y el perdón, entre otros recursos, que exigen en primer lugar, restablecer la comunión con Dios, el acercamiento a pesar de tantas heridas del camino, con los diferentes actores que han intervenido de diversos modos en la vida del país, con el propósito de dar el primer paso para salir de un círculo vicioso de estancamiento y repetición generado por violencias y divisiones. Asimismo frente a las situaciones de degradación y desconocimiento del valor de cada uno, de pérdida del respeto a la vida humana, a su dignidad, que afecta la autoestima y alta conciencia de sí mismo, invita al perdón como medio para recuperar la verdadera identidad. Y finalmente, advertir tantos desencuentros con la naturaleza rica en bio- diversidad, cargada de posibilidades como en ninguna otra parte del mundo, tal como lo es la riqueza de nuestros mares, ríos selvas y montañas, para que su cuidado y adecuada utilización, especialmente al servicio de los pobres, ayude a definir también en términos de equidad y justa administración de esos bienes para todos, la casa común de la familia y hogar al que pertenecemos y en el que tenemos que convivir y aceptarnos como verdaderos hermanos. Tarea grande que estamos invitados a asumir. Gracias Santo Padre por dar con nosotros este primer paso. + Ismael Rueda Sierra Arzobispo de Bucaramanga

Mar 8 Ago 2017

Los jóvenes ni … ni … ni …

Escrito por: Mons. Ismael Rueda Sierra - “Al menos medio millón de jóvenes, ni estudian, ni trabajan, ni buscan”. Así titulaba el periódico El Tiempo, en su edición del pasado 19 de julio, la presentación de un estudio realizado por el Observatorio Laboral de la Universidad del Rosario, de mucho interés obviamente, pero también de particular preocupación. El estudio hace referencia a la población juvenil en las trece principales ciudades del país en las que cerca de 582.000 jóvenes entre los 15 y 24 años de edad, no están estudiando, tampoco trabajan, ni manifiestan preocupación por buscar empleo. El estudio los llama “ninis”. Es tendencia persistente en Latinoamérica y preocupa pues se da en el “contexto regional de reducción de la desigualdad y la pobreza”, señala el estudio. Numéricamente, el fenómeno afecta más a las mujeres que a los hombres, no obstante, tiene más efecto en los últimos, sobre todo de inseguridad, por la inactividad total en la que caen. Al analizar el hecho, de entrada se puede registrar el primer perjuicio que es detener el proceso educativo y frustrar los logros pertinentes para cada momento del mismo. Retomarlo no deja de ser traumático. Por otra parte, al no poder acceder a una experiencia laboral cuando por la misma condición juvenil la persona está provista del mayor potencial para proyectarse, ser reconocido, ganar en confianza y generar recursos para no depender ya de los mayores, conlleva mucha frustración. Otro factor que influye es el del tiempo libre que ahora tiene de sobra, pues se busca llenar a veces y desafortunadamente, con actividades que para nada le aportan favorablemente a su proyecto de vida. Allí está muchas veces la tentación para entrar en el bajo mundo de lo ilícito, el consumo de estupefacientes, el micro tráfico y otros males. Pero, por otra parte, también sería oportunidad, si hubiera más ofertas en tal sentido, para emplear bien el tiempo en intereses varios como pueden ser, de servicio a la comunidad, deporte, cultura, cuidado de la ecología y medio ambiente, sana recreación para comunidades etc. que, si bien es cierto no le aportarían recursos económicos sostenibles, le ayudarían a él y a otros a mejorar creadoramente el entorno social y sería escuela de superación y respuesta para el inmediato futuro. De todas formas, en un país que pese a las drásticas políticas demográficas que paulatinamente se han venido aplicando, también en los países más jóvenes, con población juvenil relativamente mayoritaria, en relación con otros sectores de población, resulta preocupante que no haya más políticas de Estado que quieran favorecer, en la práctica, prioritariamente, a las nuevas generaciones que, entre otras cosas, constituyen su más rico potencial de crecimiento y sostenibilidad cuando se piensa, sobre todo como se hace ahora, en procurar niveles de mayor equidad social para construir paz y reconciliación. Si las nuevas agendas no incluyen seriamente a las nuevas generaciones, su educación, capacitación, participación y protagonismo, los anteriores propósitos pueden quedar también, como muchos jóvenes, con la lamentable etiqueta de “no futuro” o de “ninis”. Sabemos qué a nivel Iglesia universal, el papa Francisco ha convocado un Sínodo que se realizará el próximo año, que tiene justamente como tema central a la juventud. En este año, hasta el momento de la Asamblea sinodal, vivimos un tiempo de “escucha” de los jóvenes para reconocer sus voces, sus sueños y sus anhelos de construcción de un mundo mejor. Quiera Dios que el Santo Padre, con ocasión de su visita apostólica a Colombia, nos ayude también a nosotros a escucharlos y a acompañarlos en la misión que les corresponde. Con mi fraterno saludo. + Ismael Rueda Sierra Arzobispo de Bucaramanga