Pasar al contenido principal

Carlos Ignacio Agudelo

Lun 25 Sep 2023

Tiempo de la creación y opción por los pobres

Por: Carlos Ignacio Agudelo Betancur, Laico, padre de familia e ingeniero.“Un río caudaloso” es un símbolo para representar a la biodiversidad en riesgo y una invitación a unimos a un río de justicia y paz, como lo indica el lema del “Tiempo de la Creación”, una iniciativa ecuménica en la que gracias al papa Francisco la Iglesia Católica participa desde el año 2015. Nos preguntamos, entonces ¿Cómo podemos contribuir al río poderoso de la justicia y de la paz en este Tiempo de la Creación? ¿Qué podemos hacer? Debemos decidir transformar nuestros corazones, nuestros estilos de vida y las políticas públicas que gobiernan nuestra sociedad, con especial urgencia por los más vulnerables.Sufrí en mi infancia la inundación de la vivienda por el desbordamiento de una quebrada, y más recientemente una inundación por un daño del sistema de desagüe de aguas lluvias. Me solidarizo con tantas familias que han sufrido por diversas causas, haciendo un respetuoso pero urgente llamado a las autoridades, pero también a las comunidades para que vivamos una ciudadanía activa que se preocupa y cuida de los vecinos, y, especialmente, de los más vulnerables, especialmente hoy ante las contingencias de las afectaciones climáticas.Cuando se advierte que viene una gran tormenta se toman medidas especiales de precaución, se busca un lugar seguro, se procura proteger en especial las personas más vulnerables. Se podría escribir la historia de la humanidad en términos de cómo hemos aprendido a afrontar los cambios del clima, soportar las temperaturas extremas y minimizar las afectaciones que pueden producir las fuerzas extremas de la naturaleza, como huracanes, ciclones, avalanchas, inundaciones, incendios, terremotos, entre otros.Es necesario reconocer en el contexto del Tiempo de la Creación, que este maravilloso planeta que hemos paragonado con el paraíso terrestre, igualmente posee unas fuerzas colosales, que en ocasiones pueden ser muy destructivas. En Colombia, recordamos tragedias como la de Armero, Mocoa, la que afectó la isla de Providencia y más recientemente, la del municipio de Quetame. Recuerdo que, en una reciente época invernal, un alcalde decía en entrevista: “sabíamos que de las quebradas que pasan por nuestro municipio, alguna causaría una tragedia como la que estamos viviendo”. Queda la pregunta: si se sabía ¿qué se hizo para prevenir esa desgracia que produjo pérdidas lamentables?.Cuando ocurren las tragedias, se ha vuelto común que se culpe al “cambio climático”, lo cual suena como una explicación que elude responsabilidades. No nos podemos quedar en ese discurso etéreo sino avanzar decididamente en la prevención y el cuidado de todas las vulnerabilidades con las que convivimos, desplegando soluciones efectivas y duraderas, para conseguir condiciones de vida dignas y seguras para todas las personas, comenzando por las más vulnerables. En Colombia, por ejemplo, existe la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres -UNGRD- que tiene como misión dirigir, orientar y coordinar la Gestión del Riesgo de Desastres. Su trabajo es bien visible cuando se producen los desastres, sería muy bueno evidenciar también su gestión proactiva para prevenirlos.Cuidarnos unos a otros, comenzando por los más vulnerables, cuidar nuestra casa común, fue el llamado que el Papa Francisco hizo en su carta encíclica “Alabado seas mi Señor” (Laudato si’): «Deseo reconocer, alentar y dar las gracias a todos los que, en los más variados sectores de la actividad humana, están trabajando para garantizar la protección de la casa que compartimos. Merecen una gratitud especial quienes luchan con vigor para resolver las consecuencias dramáticas de la degradación ambiental en las vidas de los más pobres del mundo» LS, 13).Este llamado lo recalca en el numeral 158: «En las condiciones actuales de la sociedad mundial, donde hay tantas inequidades y cada vez son más las personas descartables, privadas de derechos humanos básicos, el principio del bien común se convierte inmediatamente, como lógica e ineludible consecuencia, en un llamado a la solidaridad y en una opción preferencial por los más pobres». En el numeral 139 el Papa Francisco denuncia que: «no hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socio-ambiental», y en el 25, que «el cambio climático es un problema global con graves dimensiones ambientales, sociales, económicas, distributivas y políticas, y plantea uno de los principales desafíos actuales para la humanidad», y además, que «los peores impactos probablemente recaerán en las próximas décadas sobre los países en desarrollo», en los más pobres y vulnerables.En los países y ciudades, se vienen apropiando presupuestos importantes para la “atención” al “cambio climático”, que coloco entre comillas, esperando que estos no se queden en simple retórica, sino que apunten de forma efectiva a mejorar las condiciones de vida de las personas más vulnerables, quienes en mayor proporción sufren la falta de agua potable, carecen de las adecuadas canalizaciones de las aguas que los circundan y viven en terrenos inestables, entre otras fragilidades.En el artículo 38 del Plan Nacional de Desarrollo 2022-26 de Colombia, se planteó la “Estrategia nacional de coordinación para la adaptación al cambio climático”; esperamos que en esta temporada seca, además de atender diligentemente sus propias contingencias, también sea el momento para prepararse para la temporada de lluvias, cada vez más prolongada e intensa, lo que constituye un desafío que es necesario atender dándole prioridad a las soluciones requeridas para las personas más vulnerables.Por supuesto es urgente acelerar la transición energética, la reconversión industrial y la de los sistemas de transporte adoptando modelos sustentables, el reordenamiento territorial, la adopción de modos de vida sobrios y sostenibles, pero, sin olvidar que la prioridad está en atender con diligencia las necesidades urgentes de los más vulnerables.Concluyo con la oración con la que el Papa Francisco termina su carta encíclica Laudato si’:Dios de amor,muéstranos nuestro lugar en este mundocomo instrumentos de tu cariñopor todos los seres de esta tierra,porque ninguno de ellos está olvidado ante ti.Ilumina a los dueños del poder y del dineropara que se guarden del pecado de la indiferencia,amen el bien común, promuevan a los débiles,y cuiden este mundo que habitamos.Los pobres y la tierra están clamando:Señor, tómanos a nosotros con tu poder y tu luz,para proteger toda vida,para preparar un futuro mejor,para que venga tu Reinode justicia, de paz, de amor y de hermosura.Alabado seas.Amén.