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catolicismo

Vie 6 Oct 2017

Tips pastorales católicos

Por: Mons. Luis Fernando Rodríguez Velásquez - No deja de ser significativo constatar cómo la semilla de la religión católica salió a flote cuando recibimos al papa Francisco en Colombia. Hay una serie de elementos constitutivos del catolicismo que, consciente o inconscientemente, aparecen en momentos fuertes de la vida del creyente. Una misma profesión de fe, la acogida y vivencia de todos los sacramentos y el respeto y seguimiento del régimen eclesiástico, hacen que el creyente esté en comunión con la Iglesia católica. Son evidentes y necesarios también, el amor a la Eucaristía, la devoción mariana, el respeto y sentimientos de filiación y afecto al Papa, sea quien sea, en este caso, el Papa Francisco. Fue muy difícil que alguien en Colombia, por convicción o por simple curiosidad, no hubiera seguido algún momento de la visita del Romano Pontífice. Cómo no agradecer aquí a todos los medios de comunicación que lograron finalmente entender el sentimiento religioso de un pueblo, que sin temor alguno, salió a las calles, colmó escenarios y elevó incesantes plegarias a Dios por el buen éxito de la visita del Papa. Lo que viene es más complejo. La emoción de la visita no se puede quedar en un sentimiento que puede resultar pasajero. La visita del Papa tiene que ayudarnos a iniciar algo nuevo. Un antes y un después de la visita, tiene que ser la consecuencia de un esfuerzo tan grande en favor nuestro, como el que hizo Papa, anciano en años (81), pero joven en espíritu y vitalidad. Los católicos, que experimentamos el amor que Dios tiene a su Iglesia, es decir a nosotros, no podemos seguir siendo los mismos. Ser católicos de verdad, animados por el mensaje del Papa, significa que asumamos el reto de vivir con coherencia nuestra fe, que no nos de miedo salir a callejear esa misma fe y que con la fuerza que viene de lo alto, seamos los artesanos de la paz y de la reconciliación en un país que requiere de grandes dosis de esperanza. Si en Cali acogimos al Papa en nuestros corazones, su palabra deberá ser la guía de nuestro caminar. Con orgullo, pero a la vez con humildad, nos sentimos de verdad católicos. Al Papa agradecemos sus orientaciones, sus enseñanzas, sus reclamos, sus signos de cercanía y de amor. Sentimos que el Papa cumplió radicalmente el objetivo de su viaje: “He venido hasta aquí justamente para confirmarlos en la fe y en la esperanza del Evangelio: manténganse firmes y libres en Cristo, firmes y libres en Cristo, porque toda firmeza en Cristo nos da libertad, de modo que lo reflejen en todo lo que hagan. Asuman con todas sus fuerzas el seguimiento de Jesús, conózcanlo, déjense convocar e instruir por Él, búsquenlo en la oración y déjense buscar por él en la oración, anúncienlo con la mayor alegría posible” (Homilía en Medellín). +Luis Fernando Rodríguez Velásquez Obispo Auxiliar de Cali

Vie 14 Jul 2017

Es urgente formar e integrar a los laicos

Por: Mons. Ricardo Tobón Restrepo - El mundo en que vivimos sufre grandes y profundas transformaciones. En él, la Iglesia de Cristo debe anunciar la propuesta de plena realización humana y social que contiene el Evangelio. Esto implica renovar el compromiso apostólico, expresar adecuadamente el mensaje, encontrar nuevas formas para llegar a los distintos sectores; más aún, encarnar fecundamente la vida cristiana en la sociedad. Pero esto no es posible hacerlo sino en y a través de personas concretas. Por eso, uno de los más grandes y urgentes desafíos hoy es la formación integral y la participación de los fieles laicos. El catolicismo sociológico se cae a pedazos; de esa estructura viven cada vez menos personas. Es preciso entonces construir desde la base, antes de que sea tarde, una comunidad de discípulos de Cristo que viva a plenitud la fe y que con ella impregne la realidad de la familia, de la educación, del trabajo, de la política, de la economía, con la naturalidad de una lámpara que una vez encendida va poniendo mansamente su luz en todo lo que la rodea. Esto implica un proceso orgánico, progresivo, personal y comunitario de formación del laicado. A partir del Concilio Vaticano II se han abierto enormes posibilidades y perspectivas para que los laicos se integren y participen en la vida y misión de la Iglesia con la condición profética, sacerdotal y pastoral que les ha dado el Bautismo. Todos tenemos que contemplar con agradecimiento y alegría lo que el Señor ha venido haciendo en nuestra Arquidiócesis con muchos laicos: crece su empeño en formarse, despiertan su sentido de pertenencia a la Iglesia, se vinculan fructuosamente a diversos servicios en las parroquias, influyen de diversas maneras en la transformación de la sociedad, buscan la santidad. Sin embargo, a la vez, debemos constatar con honda preocupación la realidad de tantos bautizados que no salen de una gran ignorancia con relación a lo esencial de la vida cristiana, que mantienen una incomprensible pasividad y que encerrados en su aislamiento no se afanan por integrarse a un proceso de evangelización, por aprovechar la ayuda de sus hermanos y por testimoniar la alegría del Evangelio. Esto no puede seguir así. Una tarea urgente en la Iglesia es ayudar a todos los fieles a crecer en el sentido de responsabilidad frente al seguimiento de Cristo y frente a la misión que de él hemos recibido. En la historia de la Iglesia hay momento es que hay penumbras y son más difíciles las pruebas. Ante esas situaciones la reacción justa no es huir ni tampoco echarnos a dormir. Por el contrario, es la hora de despertar, de crear, de apurar el paso, de asumir el futuro con más pasión. Este momento de la Iglesia necesita un acertado protagonismo y un decidido compromiso de los laicos. Ellos, como nunca, deben ser testigos de Cristo, apoyo decidido de la vida parroquial, fermento de alegría y de esperanza en sus familias y en sus barrios, constructores de un mundo nuevo. Esto implica una formación humana y cristiana recia y adecuada a los tiempos que corren. Tienen que aprender a escuchar a Dios en su Palabra, a vivir el misterio de Cristo en la liturgia, a conocer profundamente el contenido de la fe, a construir comunidad en diversos niveles, a ser competentes para anunciar el Evangelio en múltiples ambientes y campos pastorales. Esta tarea de formar sólidamente a los laicos es prioritaria para los sacerdotes pero corresponde también a los mismos laicos que deben asumir con madurez su identidad y su tarea en la Iglesia. Saludo con gozo y esperanza el número grande de laicos formados y comprometidos que tenemos; los procesos de formación que están impulsando los sacerdotes en las parroquias, los delegados de pastoral y varias instituciones arquidiocesanas; los buenos resultados de las pequeñas comunidades y de los grupos apostólicos. Pero espero que avancemos mucho más con decisión y eficacia. No podemos perder tiempo. La Iglesia necesita en este momento una participación más activa y responsable del laicado. Permitamos que en los bautizados, mujeres y hombres, se renueven hoy las maravillas de Pentecostés. + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín