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director de caritas colombiana

Mar 22 Abr 2025

Con esperanza en el retorno del Papa francisco a la Casa del Padre Eterno: custodiar su legado para los hombres de este tiempo

Por Pbro. Mauricio Rey Sepúlveda - La noticia del retorno del Papa Francisco a la Casa del Padre no nos sumerge en la tristeza, sino que nos envuelve en una serena esperanza. Ha concluido su peregrinación terrenal, pero su testimonio sigue latiendo con fuerza en el corazón de la Iglesia y en la conciencia del mundo. Fue un pastor que caminó con su pueblo, un profeta que habló desde las periferias, un hermano mayor que nos enseñó a mirar la vida desde el Evangelio. Su partida, por tanto, no cierra un capítulo, sino que abre una responsabilidad de custodiar, encarnar y proyectar su legado con valentía, fidelidad y alegría.El Papa Francisco fue, en medio de un mundo herido y fragmentado, un testigo luminoso de la alegría del Evangelio. Con palabras sencillas y gestos radicales, nos recordó que el anuncio cristiano no es una doctrina muerta, sino una experiencia viva de encuentro con Cristo que transforma la existencia. Su magisterio en particular Evangelii Gaudium nos desafía a ser una Iglesia en salida, que no se encierra en estructuras ni lenguajes autoreferenciales, sino que va al encuentro del otro con ternura y pasión misionera. Es interesante notar cómo logró, en un lenguaje cercano, renovar la conciencia misionera del Pueblo de Dios y devolverle frescura al testimonio cristiano.Con mirada compasiva y corazón atento, Francisco discernió los signos dolientes que atraviesan el mundo actual, el de la tierra herida y el de los pobres olvidados. No los nombró por separado, porque en su mirada de fe todo estaba vinculado. En Laudato Si’, nos propuso un camino de conversión ecológica que no solo interpela nuestros hábitos, sino también nuestras estructuras, nuestras prioridades y nuestra espiritualidad. Con claridad y ternura profética, denunció el modelo de desarrollo que descarta tanto a la creación como a los más vulnerables. Por tanto, su palabra se alza como un llamado urgente a tejer una nueva relación con el mundo y con los otros, donde el cuidado sustituya al dominio y la justicia a la indiferencia. Escuchar estos clamores no es una opción ideológica, sino una exigencia del Evangelio encarnado en nuestro tiempo.El Papa Francisco caminó hacia las periferias humanas, no solo geográficas, sino existenciales. Allí donde el dolor, la exclusión o la desesperanza se hacían carne, él quiso estar presente, como pastor con olor a oveja. Nos enseñó que la dignidad humana es inviolable y que el rostro de Cristo se revela con especial claridad en los marginados y sufrientes. Es interesante constatar cómo esta opción preferencial por las periferias resignificó la identidad misma de la Iglesia como madre cercana y samaritana.Su constante llamado a asumir una cultura del cuidado es una respuesta evangélica a la lógica del descarte. Cuidar de los otros, de la creación, de las instituciones, de la fraternidad y del tejido social roto, es una tarea urgente que Francisco nos deja como herencia. En este horizonte, promovió una fraternidad universal, como lo expresó en Fratelli Tutti, insistiendo en que somos hermanos todos, sin distinción, y que la amistad social es el camino hacia una paz duradera. Por tanto, nuestras comunidades están llamadas a ser escuelas de humanidad donde florezca la reconciliación y el compromiso social.Igual de importante fue su decidido impulso a la sinodalidad como expresión genuina de ser actual de la iglesia. Nos llamó a escuchar con atención a todos, a caminar juntos en comunión y discernir de manera comunitaria, dejando atrás el clericismo y abriendo caminos para una participación real y corresponsable del Pueblo de Dios. Su visión. A lansinodalidad no se reduce a una estructura organizativa, sino que brota de una espiritualidad y de una iglesia en permanente salida misionera.La conversión integral que el Papa Francisco promovió no se limitó a lo personal o espiritual, sino que abarcó las dimensiones cultural, social, eclesial y ecológica. Nos desafió a dejar atrás esquemas obsoletos, a dialogar con el mundo contemporáneo desde el corazón del Evangelio, a construir puentes, a sanar heridas y a recomponer lo humano desde la fe. Es interesante observar cómo su propuesta de transformación integral ha sido acogida con entusiasmo en diversos espacios eclesiales, académicos y sociales. Por tanto, se abre ante nosotros la responsabilidad de seguir traduciendo esta visión en caminos concretos de comunión y servicio.Hoy, al elevar oraciones por su descanso eterno, hacemos memoria agradecida y, con más fuerza que nunca, asumimos la misión de hacer vivo su legado. Que el Espíritu Santo nos impulse a ser testigos del Evangelio con la alegría, la audacia y la ternura que Francisco nos mostró. Que su ejemplo nos inspire a seguir caminando, sin miedo, hacia un mundo más justo, fraterno y reconciliado.Papa Francisco, gracias por habernos mostrado el rostro misericordioso del Padre. Ruega por nosotros desde la Casa del Amor eterno.Pbro. Mauricio Rey SepúlvedaDirector del Secretariado Nacional de Pastoral Social - Cáritas Colombiana

Vie 4 Abr 2025

La Iglesia: Baluarte de confianza y credibilidad en la acción social

Por Pbro. Mauricio Rey Sepúlveda - La acción social es una de las dimensiones más urgentes y necesarias en la construcción de sociedades justas, fraternas y solidarias. Frente a los desafíos del siglo XXI - crisis humanitarias, pobreza extrema, cambio climático, conflictos armados y el deterioro del tejido social - las respuestas institucionales suelen ser insuficientes o estar condicionadas por intereses políticos y económicos. En este contexto, la Iglesia ha logrado consolidarse como una de las instituciones con mayor credibilidad en la acción social, no solo por su presencia histórica en el servicio a los más vulnerables, sino por su permanencia y acompañamiento activo en los territorios, y su total compromiso con la dignidad humana, la justicia y la paz.A lo largo de los siglos, la Iglesia ha demostrado que su labor no se reduce a una asistencia paliativa (desvirtuando la acción caritativa), sino que busca incidir en las estructuras que generan exclusión y desigualdad. Su papel como mediadora en conflictos y guerras, promotora de derechos humanos y defensora de los pobres, la convierte en un actor clave y agente dinamizador para la transformación social. En esta reflexión exploramos las razones por las cuales la Iglesia continúa siendo un referente de confianza en el ámbito social e identificamos los desafíos que enfrenta para seguir desempeñando este rol en un mundo de constantes cambios y vulneraciones.1.Un legado histórico de servicio y entregaLa vocación social de la Iglesia no es una tarea reciente ni una estrategia institucional; es dimensión esencial de su identidad y misión. Desde sus primeros siglos, inspirada en el Evangelio y en el ejemplo testimonial de Jesucristo, la comunidad cristiana se ha dedicado a la atención de los enfermos y vulnerables, a la acogida de los más necesitados y defensa de los marginados. La enseñanza de Jesús - “porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber” (Mt 25,35) - se ha convertido en el fundamento y elemento dinamizador de innumerables obras sociales a lo largo de la historia en el mundo entero.Durante la Edad Media, los monasterios no solo fueron centros de espiritualidad, sino también espacios de acogida para los pobres y desvalidos, hospitales para los enfermos y escuelas para quienes no tenían acceso a la educación. En tiempos de pandemias, pestes y hambruna, las órdenes religiosas han desempeñado un papel fundamental en la atención a los afectados, sin distinción de origen o condición.Con la llegada de la modernidad, la Iglesia adaptó su acción social a nuevos desafíos. En el siglo XIX, con la Revolución Industrial y la explotación de la clase trabajadora, la Iglesia elevó su voz a favor de la justicia con documentos como Rerum Novarum (1891) de León XIII, que defendió los derechos laborales y sentó las bases de la Doctrina Social de la Iglesia. Desde entonces, su labor ha continuado expandiéndose, dando origen a iniciativas como Caritas Internationalis, el Comité Católico Internacional de Migración, el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral y múltiples programas educativos y sanitarios en contextos de pobreza, emergencia humanitaria, subsidiariedad y solidaridad.2.La integridad y coherencia como base de la credibilidadUno de los factores que refuerzan la confianza en la Iglesia dentro de la acción social es su coherencia entre el mensaje y la práctica. A diferencia de muchas instituciones que pueden ver la ayuda humanitaria como un medio para obtener reconocimiento o influencia política, según intereses particulares, la Iglesia ha mantenido una postura constante basada en el servicio interesado en el desarrollo humano integral. Su labor no busca protagonismo ni responde a ciclos electorales o intereses económicos, sino a un compromiso ético centrado en la dignidad humana. Es ahí donde la integridad de su identidad compromete e implica a la Iglesia en verdaderos procesos de transformación social a partir de la transformación de la persona humana en concreto y ubicada en su contexto vital.La Doctrina Social de la Iglesia ha sido un pilar en esta misión. Desde Rerum Novarum (1891) hasta Fratelli Tutti (2020), los principios de solidaridad, subsidiariedad y bien común han guiado las acciones de miles de comunidades cristianas en todo el mundo. Este marco doctrinal ha permitido que la Iglesia no solo asista en emergencias a los afectados, sino que también promueva el desarrollo integral y sostenible, la justicia, la equidad y la inclusión social.En términos de impacto, la credibilidad de la Iglesia se ve reflejada en el testimonio de sus agentes de pastoral. Sacerdotes, religiosos y laicos han dado su vida en defensa de los más vulnerables, incluso en contextos de persecución y violencia. Ejemplos como San Óscar Arnulfo Romero (1917 - 1980) asesinado por denunciar las injusticias en El Salvador, o la labor de miles de misioneros en zonas de guerra y pobreza, muestran que la Iglesia no solo predica el Evangelio, sino que lo encarna con acciones concretas en sus procesos sociales humanizando la sociedad.3.Un puente de diálogo y reconciliaciónEn sociedades fracturadas por conflictos políticos, sociales y culturales, la Iglesia ha asumido un rol clave como mediadora, posibilitadora y constructora de paz. Su posición apartidista, su arraigo en las comunidades localizadas en los territorios y su autoridad moral le permiten ser un interlocutor confiable en procesos de perdón, reconciliación y paz.En América Latina, África y Asia, la Iglesia ha intervenido en negociaciones de paz, ha denunciado violaciones a los derechos humanos y ha acompañado a las víctimas de todo tipo de violencia. En Colombia, por ejemplo, el papel de la Iglesia en los diálogos de paz ha sido fundamental para la reintegración de excombatientes y la sanación de heridas comunitarias, promoviendo un perdón real y sincero, una reconciliación fraterna y esperanzadora, y una paz estable y duradera.Además de su acción en contextos de conflicto armado, la Iglesia promueve una cultura del encuentro en sociedades polarizadas, una recomposición de relaciones y un diálogo franco y abierto. Frente al individualismo y la fragmentación social, la Iglesia impulsa espacios de diálogo interreligioso, cooperación con otras organizaciones y formación en valores como la empatía, la justicia y la fraternidad, propuestas siempre actuales en medio de “culturas” de indiferencia y discriminación social.4.Desafíos para renovar la confianzaSi bien la Iglesia sigue siendo un referente de credibilidad en la acción social, enfrenta desafíos importantes en el contexto actual. La secularización, la crisis de confianza en las instituciones y los escándalos que han golpeado su imagen exigen un compromiso renovado con la transparencia, la autenticidad y la formación de líderes íntegros.Uno de los mayores retos contemporáneos es la necesidad de actualizar su acción social sin perder su identidad. La Iglesia debe responder a problemáticas emergentes como el cambio climático, la migración forzada, la movilidad humana, y las nuevas formas de pobreza, integrando su misión evangelizadora con soluciones innovadoras y sostenibles.Otro desafío clave es la formación de nuevas generaciones de agentes de pastoral y voluntarios con un fuerte sentido de vocación y compromiso ético. En un mundo donde la indiferencia y el asistencialismo pueden debilitar el impacto de la acción social, es crucial que la Iglesia siga promoviendo una caridad que no solo alivie necesidades inmediatas, sino que transforme realidades estructurales, para hacer el salto del Dar al Solidarizar.ConclusiónLa Iglesia ha sido y sigue siendo un baluarte de confianza y credibilidad en la acción social porque su compromiso con los más vulnerables es parte de su esencia. Su legado histórico, su coherencia entre el mensaje y la acción, y su capacidad para ser un puente de diálogo y reconciliación la convierten en una institución clave en la construcción de sociedades más justas y solidarias.Sin embargo, para seguir cumpliendo con esta misión en el siglo XXI, la Iglesia debe enfrentar los desafíos de esta generación con valentía y renovación. La credibilidad no se impone; se construye día a día con hechos concretos, con un servicio genuino y con una presencia que inspire esperanza en medio de las dificultades, dinamizando procesos transformadores de vida y sociedad.En un mundo donde muchas instituciones han perdido la confianza de la gente, la Iglesia tiene la oportunidad de reafirmar su papel como faro de esperanza, promoviendo la justicia, la paz y la dignidad de cada ser humano, sin excepción alguna, en su integralidad.Pbro. Mauricio Rey SepúlvedaDirector del Secretariado Nacional de Pastoral Social - Cáritas Colombiana