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encíclica laudato si

Vie 13 Sep 2024

En la Amazonía colombiana, el Vicariato Apostólico de Inírida forma cuidadores indígenas del medio ambiente

El Vicariato Apostólico de Inírida, bajo el liderazgo de monseñor Joselito Carreño Quiñones, inició el proyecto de formación de “Cuidadores Indígenas de la Casa Común”. Se trata de una iniciativa que busca generar conciencia medioambiental y transmitir herramientas para que estas comunidades, que históricamente han custodiado la Amazonía colombiana, puedan mejorar sus prácticas para el cuidado de este territorio tan importante para el país y para el mundo.En esta primera fase de la iniciativa que se adelanta desde el mes de agosto, participan 40 líderes y lideresas indígenas de las etnias Puinave y Cubeo, pero la apuesta de la Iglesia es poder llevar este aporte a los 14 grupos étnicos presentes en estevicariato del departamento del Guainía.La iniciativa está inspirada en las enseñanzas de la EncíclicaLaudato Si’y en la exhortación apostólica ‘Querida Amazonía’ del papa Francisco. Se desarrolla bajo el modelo CDAE que implica cuatro dimensiones: contemplación, discernimiento, acción y evaluación.De acuerdo con los encargados del proceso, esta metodología fomenta un enfoque intercultural que une la espiritualidad cristiana con las diversas espiritualidades indígenas, valorando los conocimientos ancestrales a través del intercambio cultural.Monseñor Joselito, Vicario Apostólico, mencionó que uno de los objetivos centrales de este proyecto es realizar un trabajo de construcción colectivo desde el intercambio de experiencias entre los saberes ancestrales de estas comunidades originarias y el conocimiento y desarrollo científico de occidente.Nora Elena Vélez Acevedo, directora de proyectos en la rectoría de la Uniminuto, sede Orinoquía, compartió que la idea es también aportar al fortalecimiento del plan de vida de los miembros de los cinco resguardos que participan. También manifestó que se encuentran gratamente sorprendidos por el compromiso de los participantes por el cuidado que brindan a su casa común.“Hemos logrado, tal vez, la más importante apuesta de este proyecto y es la de crear espacios de encuentro que fortalezcan la identidad y la autonomía de los pueblos indígenas en torno al cuidado de la Amazonía. Las apuestas son vivencia espiritual y, más que representar un grupo especial, representamos una apuesta de testimonio de lo que es el territorio, el Evangelio y el sentimiento cristiano del cuidado de la Amazonía y por supuesto,, el cuidado de nosotros mismos”.El programa, que incluye cuatro encuentros presenciales de cinco días, en los que se abordan los cuatro sueños del Santo Padre para la Amazonía, se adelanta en colaboración con la UNIMINUTO y gracias al apoyo de ADVENIAT, organismo financiador del proyecto.Los miembros de las comunidades indígenas que participaron del encuentro, coincidieron en que, como comunidades indígenas, tienen un amplio conocimiento sobre el territorio y la naturaleza, que, siendo transmitidos a los jóvenes, podrán preservar la identidad cultural. De forma que, este primer encuentro entre comunidades les permitió recordar que los une el conocimiento y las tradiciones del territorio.Vea a continuación el informe audiovisual elaborado por el Vicariato Apostólico de Inírida, a través de VICINIRIDA TV:

Mié 24 Mayo 2023

Abejas, biodiversidad y polinización

Por Mons. Fernando Chica Arellano -Hace casi quince años, concretamente en 2009, un grupo de estudiosos del sistema terrestre, encabezados por Johan Rockströn, del Centro de Resiliencia de Estocolmo, y Will Steffen, de la Universidad Nacional Australiana, en colaboración con notables académicos, entre los que destacaba el Premio Nobel James Hansen, introdujeron la noción de límites planetarios. Paulatinamente este concepto ha ido adquiriendo consistencia a la hora de analizar la situación medioambiental global y señalar soluciones. Estos estudiosos individuaron nueve procesos claves para asegurar la estabilidad de la Tierra. Los designaron fronteras o límites planetarios porque, de ser traspasados, lastiman la habitabilidad, sostenibilidad y pervivencia de nuestro planeta. El susodicho novenario está compuesto por la crisis climática, la acidificación de los océanos, el agujero de ozono, el ciclo del nitrógeno y fósforo, el uso del agua, la deforestación y otros cambios del uso del suelo, la contaminación de partículas de la atmósfera, la contaminación química y la pérdida de biodiversidad. Dichos autores identificaban tres límites que, ya en 2009, al parecer habían sido cruzados: el ciclo del nitrógeno, la crisis climática y la pérdida de biodiversidad. Desde entonces, los datos indican que hemos franqueado dos fronteras más. En efecto, se ha producido una perjudicial modificación en el uso del suelo: muchas praderas han sido aradas e hiperfertilizadas, numerosos humedales desecados y multitud de bosques degradados o deforestados. De este modo, la mitad de la superficie terrestre habitable (dejando a un lado desiertos y glaciares, por ejemplo) está dedicada a usos agrícolas. Muchos científicos dicen también que la concentración de sustancias con efectos nocivos no ha dejado de incrementarse en cualquier rincón del planeta desde mediados del siglo XX, por lo cual no son pocos los que afirman que hace tiempo que atravesamos el umbral permitido de contaminación química. Sin duda, el calentamiento global o el cambio climático es el fenómeno al que mayor relieve se otorga desde un punto de vista científico y mediático; y hay buenos motivos para preocuparse por esta emergencia planetaria. Pero hoy quisiera detenerme en la pérdida de biodiversidad, otro de los límites ampliamente rebasados. Es un hecho que tiene graves consecuencias y que, sin embargo, apenas recibe la atención que se merece. Aprovechando que cada 22 de mayo se conmemora el Día Mundial de la Diversidad Biológica quisiera brindar alguna reflexión. Digamos, de entrada, que un millón de especies de animales y vegetales están en peligro de extinción. En buena parte, ello se debe a la acción humana, que ha alterado el medio ambiente terrestre en un 75% y el marino en un 66%. Como si se tratara de un efecto boomerang, esta tendencia vulnera la supervivencia de la especie humana. Y es que, en concreto, más del 80% de nuestra dieta está basada en plantas; los peces proporcionan el 20% de las proteínas animales a unos 3.000 millones de personas; y el 80% de los que pueblan las zonas rurales de los países del Sur del planeta dependen de medicamentos naturales obtenidos a partir de la vegetación de su entorno. A este respecto, el Papa Francisco recordó que “los recursos de la tierra están siendo depredados a causa de formas inmediatistas de entender la economía y la actividad comercial y productiva. La pérdida de selvas y bosques implica al mismo tiempo la pérdida de especies que podrían significar en el futuro recursos sumamente importantes, no sólo para la alimentación, sino también para la curación de enfermedades y para múltiples servicios. Las diversas especies contienen genes que pueden ser recursos claves para resolver en el futuro alguna necesidad humana o para regular algún problema ambiental. Pero no basta pensar en las distintas especies sólo como eventuales «recursos» explotables, olvidando que tienen un valor en sí mismas. Cada año desaparecen miles de especies vegetales y animales que ya no podremos conocer, que nuestros hijos ya no podrán ver, perdidas para siempre. La inmensa mayoría se extinguen por razones que tienen que ver con alguna acción humana. Por nuestra causa, miles de especies ya no darán gloria a Dios con su existencia ni podrán comunicarnos su propio mensaje. No tenemos derecho” (Laudato Si’, n. 32). Precisamente porque el campo de la biodiversidad es tan amplio (¡es diverso por definición!) puede ser importante resaltar un caso concreto: las abejas. Resulta que en nuestro planeta existen más de 20.000 especies de abejas, que polinizan más del 80% de las plantas de la Tierra y más de 90 tipos diferentes de cultivos. Sólo con esto nos podemos hacer una idea de la importancia de las abejas, lo cual llevó a la comunidad internacional a declarar cada 20 de mayo como el Día Mundial de las Abejas. Se calcula que el valor económico de la labor de polinización de las abejas y otros polinizadores para la agricultura es de unos 265.000 millones de euros anuales en todo el mundo. “El cuidado de los ecosistemas supone una mirada que vaya más allá de lo inmediato, porque cuando sólo se busca un rédito económico rápido y fácil, a nadie le interesa realmente su preservación. Pero el costo de los daños que se ocasionan por el descuido egoísta es muchísimo más alto que el beneficio económico que se pueda obtener” (Laudato Si’, n. 36). Está claro que la biodiversidad terrestre depende en gran medida de la polinización, un proceso natural que permite que se fecunden las flores y den así frutos y semillas. Las abejas, y otros insectos como mariposas y abejorros, son de colosal importancia en este proceso. El problema está en que, en todo el mundo, el 40% de los polinizadores invertebrados, en particular abejas y mariposas, se enfrentan a la extinción. Concretamente, en Europa está disminuyendo el 37% de las poblaciones de abejas. Confluyen diversos factores que amenazan a las abejas y a otros polinizadores: la pérdida y el deterioro de hábitats; la extensión de la agricultura industrializada, con los monocultivos y el uso de plaguicidas; los parásitos y enfermedades; las especies vegetales y animales invasoras; y los impactos del cambio climático. Estas consideraciones tienen que interpelarnos y hacernos pensar. Es errado creer que las problemáticas aludidas no nos incumben, que ya habrá alguien que las solucione, que tal vez no será para tanto, etc. No es cuestión de caer en el pánico, pero tampoco podemos seguir igual, cruzados de brazos. Debemos generar cambios en nuestras vidas. Cambios, naturalmente, a mejor. Cuidar la variedad de formas de vida en el planeta y la interacción entre ellas no es algo baladí sino fundamental. ¿Cómo podemos actuar para proteger la biodiversidad? Ya sabemos que “una ecología integral también está hecha de simples gestos cotidianos donde rompemos la lógica de la violencia, del aprovechamiento, del egoísmo” (Laudato Si’, n. 230). En este sentido, e intentando ayudar, sugiero unas iniciativas muy sencillas y concretas: consumir miel silvestre y otros productos de abejas; cultivar especies variadas de plantas, que florezcan en distintas épocas del año; reducir el uso de plaguicidas tóxicos; no debemos hacer fogatas, tirar basura o cualquier otro elemento que dañe el entorno;no compremos especies exóticas. No son souvernirs, ni mascotas, ni juguetes. Y mucho menos las abandonemos, porque con ello también se contribuye a aumentar otro de los grandes enemigos de la biodiversidad: las especies invasoras. Tampoco liberemos especies o semillas que no son propias del lugar, ni destrocemos los nidos ni las crías de animales que veamos. En definitiva, se trata de comportarnos sensatamente, siendo conscientes de “que esas acciones derraman un bien en la sociedad que siempre produce frutos más allá de lo que se pueda constatar, porque provocan en el seno de esta tierra un bien que siempre tiende a difundirse, a veces invisiblemente” (Laudato Si’, n. 212). Salvaguardar la biodiversidad es una hermosa y urgente tarea de la que nadie queda eximido. Por el contrario, todos estamos llamados a contemplar el mundo con otros ojos que no sean los de la avidez. Las generaciones venideras nos agradecerán mucho que pasemos de una voraz y compulsiva explotación de los recursos naturales a un encuentro con la creación, cuidándola y acogiendo todos sus dones. Pidamos a Dios con este propósito que sepamos abandonar la mirada depredadora y adquirir una amorosa y contemplativa. Monseñor Fernando Chica ArellanoFernando Chica Arellano Observador Permanente de la Santa Sede ante la FAO, el FIDA y el PMA

Jue 27 Abr 2023

Tres enfoques sobre el cuidado de la tierra

Por Mons.Fernando Chica Arellano-Cada año, el día 22 de abril nos ofrece una provechosa ocasión para reflexionar sobre los retos de la sostenibilidad ambiental, la contaminación, la biodiversidad y el cambio climático. Desde hace lustros en esa fecha se celebra el Día Mundial de la Tierra, tanto en el ámbito del activismo ecologista (allí surgió esta efeméride en 1970) como en el marco institucional (la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó esa Jornada Internacional en 2009). También, desde la perspectiva eclesial podemos acercarnos a esta cuestión. Hay, al menos, tres enfoques al respecto, que se corresponden con tres palabras clave. Primero, encontramos la noción teológica de la creación. Por ejemplo, en su Mensaje para la XXIII Jornada Mundial de la Paz, en 1990, san Juan Pablo II recordaba que “los cristianos descubren que su cometido dentro de la creación, así como sus deberes con la naturaleza y el Creador, forman parte de su fe”. No es extraño, por tanto, que durante la Vigilia Pascual, después de proclamar la lectura del relato de la creación en el libro del Génesis, oremos pidiendo comprender “cómo la creación del mundo en el comienzo de los siglos no fue obra de mayor grandeza que el sacrificio de Cristo en la plenitud de los tiempos”. Es decir, que la teología de la creación no sólo remite al Padre Creador, sino también a Cristo Redentor. Como dice la Carta a los Colosenses, por medio de Cristo “fue creado todo, en el cielo y en la tierra: lo visible y lo invisible […]. Todo fue creado por él y para él, él es anterior a todo y todo tiene en él su consistencia” (1, 16-17). A este respecto, se leerá con provecho el segundo capítulo de la encíclica Laudato Si’, titulado “el evangelio de la creación” (LS 62-100). Siendo también útil traer a colación que todos los años, el día 1 de septiembre, celebramos la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación, que da inicio al Tiempo de la Creación, iniciativa ecuménica. En segundo lugar, tenemos la expresión casa común, incorporada por el papa Francisco en el subtítulo de la mencionada encíclica Laudato Si’, invitándonos al cuidado y salvaguarda de nuestro planeta. Si la creación es un término teológico, aquí encontramos una palabra de resonancias más bien espirituales. Inspirado en san Francisco de Asís, el Santo Padre recuerda que “nuestra casa común es también como una hermana, con la cual compartimos la existencia, y como una madre bella que nos acoge entre sus brazos” (LS 1). Al mismo tiempo, “basta mirar la realidad con sinceridad para ver que hay un gran deterioro de nuestra casa común” (LS 61). Como dijo Su Santidad en su Mensaje para la Jornada Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación del 2022, “si aprendemos a escucharla, notamos una especie de disonancia en la voz de la creación. Por un lado, es un dulce canto que alaba a nuestro amado Creador; por otro, es un amargo grito que se queja de nuestro maltrato humano”. Por eso, la convicción de vivir en una casa común se encarna en iniciativas concretas que, al mismo tiempo, expresan y alimentan la vida espiritual: “De esa manera se cuida el mundo y la calidad de vida de los más pobres, con un sentido solidario que es al mismo tiempo conciencia de habitar una casa común que Dios nos ha prestado. Estas acciones comunitarias, cuando expresan un amor que se entrega, pueden convertirse en intensas experiencias espirituales” (LS 232). En este sentido, resultará sugerente y fecunda la lectura del capítulo sexto de la ya indicada encíclica Laudato Si’. Animados por sus fecundas y pertinentes reflexiones, y vista la sequía que nos azota, podríamos cuidar de la naturaleza utilizando el agua de forma genuinamente responsable, procurando para ello ducharnos en vez de bañarnos, no dejar el grifo abierto mientras nos afeitamos o lavamos los dientes, instalar sistemas de ahorro de agua en grifos, duchas o cisternas, arreglar fugas o averías en las tuberías, usar sistemas de riego por goteo en los jardines, no vaciar las piscinas de forma injustificada, etc. En tercer lugar, podemos hablar de ecología, término que nos vincula con las disciplinas científicas y con los movimientos sociales. La doctrina social de la Iglesia utiliza este vocablo hablando de “una ecología que, entre sus distintas dimensiones, incorpore el lugar peculiar del ser humano en este mundo y sus relaciones con la realidad que lo rodea” (LS 15), del “sentido humano de la ecología” (LS 16) o de una “ecología integral, que incorpore claramente las dimensiones humanas y sociales” (LS 137 y todo el capítulo 4 de la encíclica). El mismo papa Benedicto XVI, en un discurso ante el Parlamento Federal Alemán, el 22 de septiembre de 2011, se refirió a la aparición del movimiento ecologista en su patria como “un grito que anhela aire fresco, un grito que no se puede ignorar ni rechazar porque se perciba en él demasiada irracionalidad”. Valoró en dicha alocución cómo la gente joven “se dio cuenta que en nuestras relaciones con la naturaleza existía algo que no funcionaba; que la materia no es solamente un material para nuestro uso, sino que la tierra tiene en sí misma su dignidad y nosotros debemos seguir sus indicaciones”. En 2010, en su Mensaje para la XLIII Jornada Mundial de la paz, dicho Pontífice ya había subrayado con agudeza la responsabilidad de la Iglesia en la defensa de la naturaleza y el cuidado de la creación, don de Dios para todos, indicando que “la degradación de la naturaleza está estrechamente relacionada con la cultura que modela la convivencia humana, por lo que «cuando se respeta la ecología humana en la sociedad, también la ecología ambiental se beneficia». Los deberes respecto al ambiente se derivan de los deberes para con la persona, considerada en sí misma y en su relación con los demás”. Por eso, el papa Benedicto alentaba de buen grado una auténtica “ecología humana”, con la renovada convicción de la inviolabilidad de la vida humana en cada una de sus fases, y en cualquier condición en que se encuentre, de la dignidad de la persona y de “la insustituible misión de la familia, en la cual se educa en el amor al prójimo y el respeto por la naturaleza”. Y es que “hoy no podemos dejar de reconocer que un verdadero planteo ecológico se convierte siempre en un planteo social, que debe integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente, para escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres” (LS 49). Más bien, debemos captar “hasta qué punto son inseparables la preocupación por la naturaleza, la justicia con los pobres, el compromiso con la sociedad y la paz interior” (LS 10). Estas tres aproximaciones no son excluyentes sino, más bien, complementarias: teología, espiritualidad y pastoral social; creación, casa común y ecología. Incluso podríamos ver aquí un eco de los clásicos trascendentales: verum, pulchrum, bonum. En la tutela, el cuidado y salvaguarda de la Tierra convergen la verdad de la teología de la creación, la belleza espiritual de la casa común y la bondad de nuestro compromiso en el ámbito eco-social. Mons. Fernando Chica Arellano Observador Permanente de la Santa Sede ante la FAO, el FIDA y el PMA

Mié 22 Mar 2023

Las piedras y las tentaciones

Por: Mons. Fernando Chica Arellano -Durante el tiempo de Cuaresma, se nos invita a considerar el pasaje de las pruebas de Jesús en el desierto. Tanto en la versión de Mateo como en la de Lucas, la primera tentación es la de convertir las piedras en pan (Mt 4,3; Lc 4,3). Viene a ser el engaño de querer usar una varita mágica para resolver nuestros asuntos: en el peor de los casos, en beneficio propio; en otras ocasiones, con el señuelo de ayudar a los demás (la tradición cristiana señala que el Tentador “se disfraza de ángel de luz”: 2Cor 11,14). A partir de esta imagen, sugiero dedicar los siguientes párrafos a reflexionar acerca de algunos de los engaños que nos podemos encontrar ante los retos del hambre en el mundo. Una primera actualización la encontramos en la tentación que supone el paradigma tecnocrático, criticado con firmeza en la encíclica del papa Francisco Laudato Si’. El optimismo tecnológico piensa que, para resolver el hambre o la malnutrición, es suficiente aumentar la producción de alimentos, olvidando la importancia de la distribución de los bienes. Siempre busca algún atajo o una quimera, alguna innovación tecnológica que pretende convertir piedras en panes. “De aquí se pasa fácilmente a la idea de un crecimiento infinito o ilimitado, que ha entusiasmado tanto a economistas, financistas y tecnólogos. Supone la mentira de la disponibilidad infinita de los bienes del planeta, que lleva a «estrujarlo» hasta el límite y más allá del límite” (LS 106). En los evangelios encontramos otra conocida escena en la que las piedras juegan un papel relevante. En el episodio de la mujer adúltera (Jn 8, 1-11), los acusadores están dispuestos a apedrearla. Jesús les remite a la verdad de sus propias vidas, tal como reconocen sus conciencias: “Quien esté libre de pecado, que le arroje la primera piedra” (Jn 8,7). En la exhortación apostólica Evangelii Gaudium, el Santo Padre denuncia que la inequidad genera violencia, y recuerda: “Algunos simplemente se regodean culpando a los pobres y a los países pobres de sus propios males, con indebidas generalizaciones” (EG 60). Si somos honestos con nosotros mismos, personalmente y como sociedad, hemos de reconocer que, con frecuencia, culpabilizamos a los pobres de su miseria. Esta es otra tentación que debemos desenmascarar y combatir. En otro momento del evangelio, Jesús invita a la conversión de sus oyentes, pidiéndoles que den frutos acordes con los deseos que formulan. “No creáis que basta decir ‘Tenemos por padre a Abrahán’, porque os digo que puede Dios de estas piedras suscitar hijos de Abrahán” (Mt 3,9). De nuevo, las piedras. Y, con ellas, encontramos una nueva tentación a propósito de las piedras: la de encerrarse en uno mismo, en sus propios intereses o en su grupo cerrado. Toda la encíclica Fratelli Tutti es una invitación a romper esa parálisis y a entrar en la dinámica expansiva del amor, que va construyendo amistad social y fraternidad universal, un ‘nosotros’ cada vez más amplio e inclusivo. “El amor que se extiende más allá de las fronteras tiene en su base lo que llamamos ‘amistad social’ en cada ciudad o en cada país. Cuando es genuina, esta amistad social dentro de una sociedad es una condición de posibilidad de una verdadera apertura universal” (FT 99). No somos piedras, somos hijos de Abrahán. Con esta imagen llegamos a otra tentación clásica, ya criticada por los profetas del antiguo Israel: la tentación del corazón de piedra. Dice el Señor Dios al pueblo extraviado: “Yo les daré un solo corazón y pondré en ellos un espíritu nuevo: quitaré de su carne el corazón de piedra y les daré un corazón de carne, para que caminen según mis preceptos, observen mis normas y las pongan en práctica, y así sean mi pueblo y yo sea su Dios” (Ez 11,19-20). La ya mencionada encíclica Fratelli Tutti dedica todo su segundo capítulo a glosar la parábola del Buen Samaritano, que “nos revela una característica esencial del ser humano, tantas veces olvidada: hemos sido hechos para la plenitud que sólo se alcanza en el amor. No es una opción posible vivir indiferentes ante el dolor, no podemos dejar que nadie quede ‘a un costado de la vida’. Esto nos debe indignar, hasta hacernos bajar de nuestra serenidad para alterarnos por el sufrimiento humano” (FT 68). No podemos mirar el reto del hambre en el mundo con un corazón de piedra: eso es, sin duda, una tentación. El episodio de la entrada del Señor en Jerusalén, de acuerdo con la versión de Lucas, nos brinda la última de las imágenes que empleamos para nuestra reflexión. La multitud aclama a Jesús, pero algunos fariseos se irritan y piden que se calle el griterío. Él, en cambio, responde: “Os digo que si éstos callan, gritarán las piedras” (Lc 19,40). El grito de las piedras se une al grito de los pobres. La encíclica Laudato Si’ enumera diversas situaciones que “provocan el gemido de la hermana tierra, que se une al gemido de los abandonados del mundo, con un clamor que nos reclama otro rumbo” (LS 53), lo cual nos lleva a “integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente, para escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres” (LS 49). Por ello, como indicaba el Sucesor de Pedro en Evangelii Gaudium: “Cada cristiano y cada comunidad están llamados a ser instrumentos de Dios para la liberación y promoción de los pobres, de manera que puedan integrarse plenamente en la sociedad; esto supone que seamos dóciles y atentos para escuchar el clamor del pobre y socorrerlo. Basta recorrer las Escrituras para descubrir cómo el Padre bueno quiere escuchar el clamor de los pobres” (EG 187). No hacerlo así sería caer en una tremenda y nociva tentación, que volvería nuestro corazón duro como el pedernal. En estos días que faltan para la celebración solemne de la Pascua, supliquemos a Dios que renueve nuestro espíritu y oriente nuestros pasos hacia el cumplimiento de su santa voluntad, rechazando el orgullo y el egoísmo que petrifica nuestra alma y nos impide vivir en el amor. La Cuaresma es un tiempo favorable para redescubrir la fe en Dios como criterio de nuestra vida. Esto implica siempre una lucha, un combate espiritual, porque el espíritu del mal, naturalmente, se opone a nuestra santificación y busca que nos desviemos de la senda que nos conduce a Dios. Para ello, fijemos nuestros ojos en Cristo, Redentor del mundo, que sigue mirando con misericordia a cuantos sufren injusticias y necesidades, compadeciéndose de todos (cfr. Mt 9,36). Que nuestro corazón se deje purificar por su amor para no endurecerse. Avivemos nuestra fe en Dios, demos un espacio mayor en nuestras jornadas a la escucha de su Palabra, acerquémonos con humildad al sacramento de la Reconciliación y participemos con dignidad en el banquete eucarístico. Vayamos con Jesús al desierto, aprendiendo las lecciones que derivan de un encuentro personal con Él, a fin de servir a nuestros hermanos y hermanas con el mismo amor de Dios. Encomendemos a la Virgen Santísima, Consuelo de los afligidos y Salud de los enfermos, nuestro camino cuaresmal, para que nos lleve a su divino Hijo. Pongamos en sus maternas manos, con especial fervor, a las muchedumbres de quienes viven golpeados por la miseria, el hambre, el analfabetismo, el dolor y la soledad e imploran con piedad su ayuda, apoyo y comprensión. Fernando Chica Arellano Observador Permanente de la Santa Sede ante la FAO, el FIDA y el PMA

Mar 4 Ago 2020

Primer Concurso Iberoamericano de Cuentos ‘Laudato Si’

En el marco de la conmemoración del quinto aniversario de la encíclica ‘Laudato Si’, se anuncia el Primer Concurso Iberoamericano de Cuentos ‘Laudato Si’, espacio a desarrollar durante el período 2020-2021 y que busca despertar un mayor interés en la aplicación de este documento del Papa Francisco, sobre el cuidado de la Casa Común. Esta iniciativa que lleva por título “Soñemos nuestra Casa Común” y que pretende abrir las puertas de la creatividad narrativa al servicio del cuidado del planeta, del dolor de los pobres y de la sacralidad de la vida, ha sido organizado por la Escuela de Contemplación SALMOS, Religión Digital, la Coordinación para el Cuidado de la Casa Común, RED CONTEMPLAR y el Movimiento Católico Mundial por el Clima. Las bases del concurso solo serán presentadas en un foro convocado por sus organizadores en la segunda semana de septiembre de 2020 en la ciudad de Madrid - España, dentro de las actividades del llamado 'Tiempo de la Creación', que se llevará a cabo en todo el mundo, del 1o. de septiembre al 4 de octubre. Sin embargo los promotores del concurso han significado que esta inciativa está dirigida a niños, jóvenes y adultos, en las modalidades de texto, audio y video. “Sabemos que la narrativa no solo manifiesta la creatividad del escritor, sino que, a su vez, conecta al lector con una variedad de mundos y posibilidades; eso es lo que necesitamos estimular para este mundo post pandemia, con la vena creativa de todos”, ha dicho el sacerdote colombiano Ricardo Moreno Holguín (ESCUELAS SALMOS), principal gestor del concurso. Por su parte, José Manuel Vidal, director del portal Religión Digital, recuerda que “es la oportunidad para que todos los medios de comunicación llamemos a la participación de quienes vean que pueden aportar en la transformación por medio de sus escritos, audios o videos; todos son comunicadores de un mundo mejor”. Los interesados en ampliar información del concurso podrán hacerlo comunicándose con el padre Víctor Ricardo Moreno Holguín de la Escuela SALMOS en Colombia - [email protected] o también con José Manuel Vidal Religion Digital en España [email protected]

Vie 18 Oct 2019

Una ecología integral (IV)

Por: Mons. Juan Carlos Cárdenas Toro -El capítulo cuarto de la Encíclica propone abordar la cuestión ecológica desde muchas dimensiones, en el entendido de que todo está relacionado. En este sentido el problema ambiental no es un hecho aislado, cuyos efectos se queden sólo den del plano de la flora y la fauna. Así como el factor humano ha sido clave en muchos desequilibrios del medio ambiente, también su corrección implica el compromiso de las personas. Un ser humano en equilibrio es garantía de una armonía en la naturaleza y a revés. 1. Ecología ambiental, económica y social (nn. 138-142) Desde la perspectiva de la integralidad, el Papa Francisco insiste en que el estudio, la búsqueda de soluciones y el conocimiento del problema ecológico no debe hacerse de manera fragmentada, pues «todo está conectado… y también las especies vivas conforman una red que nunca terminamos de reconocer y comprender». Por ello, el tratamiento a los grandes problemas ambientales requieren fijar la atención en que el planeta es una permanente y vital relación de diversos ecosistemas que se sostienen mutuamente, y de esto no es una excepción la humanidad, en cuya atención a problemas como la pobreza y la exclusión, termina por beneficiar también a toda la naturaleza, en ello es contundente el Papa Francisco, citando al Papa Emérito Benedicto XVI: «Cualquier menoscabo de la solidaridad y del civismo produce daños ambientales». 2. Ecología cultural (nn. 143-146) Y justamente en lo concerniente al “ecosistema humano”, el Papa Francisco asegura que «junto con el patrimonio natural, hay un patrimonio histórico, artístico y cultural, igualmente amenazado». Así, continúa el Papa diciendo: «la ecología también supone el cuidado de las riquezas culturales de la humanidad en su sentido más amplio. La cultura […] no puede excluirse a la hora de repensar la relación del ser humano con el ambiente». Cualquier iniciativa que busque la defensa del medio ambiente, en consecuencia, no puede avasallar la riqueza de las tradiciones culturales, pretendiendo uniformizarlo todo, sino que considerar esa diversidad cultural, tomando lo mejor de cada una para generar procesos que involucren a las personas y comunidades en sus saberes ancestrales. Particularmente el Santo Padre llama la atención en la necesidad de «prestar atención a las comunidades aborígenes con sus tradiciones culturales […] para quienes «la tierra no es un bien económico, sino un don de Dios y de los antepasados que descansan en ella, un espacio sagrado con el cual necesitan interactuar para sostener su identidad y sus valores». Esas comunidades histórica y culturalmente arraigadas con sus territorios son el mejor patrimonio para cuidar de la creación. 3. Ecología de la vida cotidiana (nn. 147-155) Frente a los ambientes deteriorados y caóticos, el Papa resulta aquellas comunidades que sacan lo mejor de ellos y las adaptan para tener una mejor condición de vida. Cita como ejemplo «algunos lugares, donde las fachadas de los edificios están muy deterioradas, hay personas que cuidan con mucha dignidad del interior… o se sienten cómodas por la cordialidad y la amistad de la gente», por lo que concluye que «la vida social positiva y benéfica de los habitantes derrama luz sobre un ambiente aparentemente desfavorable». Sin embargo, el Sumo Pontífice advierte cómo este tipo de ambientes deteriorados «facilita la aparición de comportamientos inhumanos y la manipulación de las personas por parte de organizaciones criminales. De ello, el Papa colige que el desarrollo urbanístico debe tener en cuenta el potencial humano para que salga a flote lo mejor: «hace falta cuidar los lugares comunes, los marcos visuales, los hitos urbanos… que las diferentes partes de una ciudad estén bien integradas y que los habitantes puedan tener una visión de conjunto». El trabajo por la ecología integral se fundamenta en el principio del bien común y el valor de la justicia. Comunidades donde se reconoce estos dos elementos éticos, no sólo serán comunidades que se consolidan en armonía, tolerancia y sana convivencia social, sino que también se relacionarán constructiva y respetuosamente con la creación. +Juan Carlos Cárdenas Toro Obispo Auxiliar de Cali Secretario General del Consejo Episcopal Latinoamericano – CELAM Preparemos el sínodo estudiando ‘Laudato si’ (I) Preparemos el sínodo estudiando ‘Laudato si’ (II) Preparemos el sínodo estudiando ‘Laudato si’ (III)

Lun 12 Ago 2019

Preparemos el sínodo estudiando ‘Laudato si’ (III)

Por: Mons. Juan Carlos Cárdenas Toro - Raíz humana de la crisis ecológica, es el título del capítulo tercero de la Carta Encíclica Laudato Si. En esta parte del documento pontificio el Papa Francisco establece sin ambigüedades que en el centro de los problemas ambientales está el ser humano. De este modo, el Santo Padre plantea las siguientes causas: 1. La tecnocracia: creatividad y poder (nn. 102-105) El Papa advierte de la doble faceta que representa para el hombre y para la creación, los progresos que se han registrado en los dos últimos siglos: desde la revolución industrial hasta la revolución tecnológica, con avances enormes en robótica, biotecnología y nanotecnología. Si bien por un lado estos progresos generan entusiasmo «frente a las amplias posibilidades que nos abren» en diversos campos, encaminados a superar tantos males que dañan y limitan al ser humano, por otro lado estos progresos, sin unos referentes éticos y claros marcos legales, amenazan con convertirse en un instrumento de dominio para las comunidades humanas más vulnerables. En efecto, señala el Santo Padre: «Nunca la humanidad tuvo tanto poder sobre sí misma y nada garantiza que vayan a utilizarlo bien, sobre todo si se considera el modo como lo está haciendo». Y concluye el Romano Pontífice que el hombre «puede disponer de mecanismos superficiales, pero… le falta una ética sólida, una cultura y una espiritualidad que realmente lo limiten y lo contengan en una lúcida abnegación». 2. Globalización del paradigma tecnocrático (nn. 106-114) El Papa plantea que más adentro de la problemática ambiental está «el modo como la humanidad… ha asumido la tecnología y su desarrollo junto con un paradigma homogéneo y unidimensional». Es decir, que «ahora lo que interesa es extraer todo lo posible de las cosas por la imposición de la mano humana, que tiende a ignorar u olvidar la realidad misma que tiene delante, pues la naturaleza es vista como “recursos disponibles incondicionalmente para ser manipulados a placer”. Y esto conduce a una falsa concepción: la ilimitada disponibilidad de los bienes del planeta, lo cual lleva a empujar al plantea incluso más allá de sus límites. A medida que el paradigma tecnocrático avanza sin control, se constituye en un instrumento de dominio ideológico, económico y político (Cf. nn. 108-109), lo cual el Papa constata cuando «tenemos un superdesarrollo derrochador y consumista, que contrasta de modo inaceptable con situaciones persistentes de miseria deshumanizadora». Ante el dominio de la tecnocracia, el Santo Padre tiene claro que es urgente «avanzar en una valiente revolución cultural»; y sin que se trate de un retroceso en los logros que ha obtenido la ciencia y la tecnología, «es indispensable aminorar la marcha para mirar la realidad de otra manera, recoger los avances positivos y sostenibles, y a la vez recuperar los valores y los grandes fines arrasados por un desenfreno megalómano. 3. Crisis y consecuencias del antropocentrismo moderno (nn. 115-136) Desde que el hombre se ha autoproclamado como el centro de todo, se ha terminado por “colocar la razón técnica sobre la realidad”. Desde esta perspectiva, el Sucesor de Pedro sostiene que «ha llegado el momento de volver a prestar atención a la realidad con los límites que ella impone, que a su vez son la posibilidad de un desarrollo humano y social más sano y fecundo». Esto implica pasar de la desfigurada concepción del ser humano como “señor” de la creación a la de “administrador responsable”. Y para analizar cuidadosamente las concepciones equivocadas del hombre y su lugar en el mundo, el Papa señala algunos aspectos que es importante considerar: El relativismo práctico: Esto significa que cuando el ser humano se coloca en el centro de todo, termina por dar prioridad absoluta a lo que le conviene, volviendo todo lo demás relativo. Esto lleva a lo que el Santo Padre llama la patología de aprovecharse incluso de los demás tratándolos como meros objetos. Necesidad de preservar el trabajo: en su más pura esencia, el trabajo es constructivo, responsable y nunca debe ser deshumanizado ni depredador. Así, el Papa afirma: «la intervención humana que procura el prudente desarrollo de lo creado es la forma más adecuada de cuidarlo, porque implica situarse como instrumento de Dios para ayudar a brotar las potencialidades que Él mismo colocó en las cosas». Y recuerda la naturaleza humana del trabajo, señalando que «es una necesidad, parte del sentido de la vida en esta tierra, camino de maduración, de desarrollo humano y de realización personal». Innovación biológica a partir de la investigación: por último, el Papa Francisco hace memoria del potencial que Dios le ha participado al ser humano de ser capaz de razonar y de hacer investigar, desentrañando así el misterio de las cosas. Pero recuerda también que, si bien con ello ese hombre puede investigarlo todo, este poder «tiene límites y… es contrario a la dignidad humana hacer sufrir inútilmente a los animales y sacrificar sin necesidad sus vidas». Igualmente refrenda los límites éticos de la manipulación genética, de cualquier ser creado, incluido el mismo ser humano. Y para concluir, sentencia: «cuando la técnica desconoce los grandes principios éticos, termina considerando legítimo cualquier práctica». +Juan Carlos Cárdenas Toro Obispo Auxiliar de Cali Secretario General del Consejo Episcopal Latinoamericano - CELAM [icon class='fa fa-download fa-2x'] Preparemos el sínodo estudiando ‘Laudato si’ (I)[/icon] [icon class='fa fa-download fa-2x'] Preparemos el sínodo estudiando ‘Laudato si’ (II)[/icon]

Jue 4 Feb 2016

Adquiere Laudato SI

La Conferencia Episcopal de Colombia pone a disposición la Carta Encíclica del Papa Francisco Laudato Si'. [tabs class="horizontal"][tab title="PRESENTACIÓN" icon="Icon name 1"] La Carta Encíclica sobre el cuidado de la casa común está dirigida a todos los hombres y mujeres de buena voluntad y responde a una llamada particular del Papa Francisco ante el desafío urgente de proteger "la casa común" como muestra de gratitud al Creador. La humanidad, en su relación con el medio ambiente, se enfrenta a desafíos clave, que requieren políticas adecuadas. Ciertamente ''Laudato si''tiene una naturaleza magistral, pastoral y espiritual. [/tab][tab title="DETALLE" icon="icon name 2"] Autor(a): Papa Francisco Catálogo: Encíclica Idioma: Español Número de Páginas: 224 Editora: Conferencia Episcopal de Colombia Año de publicación:2015 Dimensiones: 13 cm x 23 cm [/tab][tab title="COMENTARIOS" icon="Icon name 1"] (function(d, s, id) { var js, fjs = d.getElementsByTagName(s)[0]; if (d.getElementById(id)) return; js = d.createElement(s); js.id = id; js.src = "//connect.facebook.net/es_LA/sdk.js#xfbml=1&version=v2.5"; fjs.parentNode.insertBefore(js, fjs); }(document, 'script', 'facebook-jssdk')); [/tab][/tabs] Mayores informes: PBX: 437 55 40 Ext. 264 Correo electrónico: [email protected]