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futuro

Jue 4 Ago 2022

La urgencia de ser luz y levadura

La sociedad, agobiada por múltiples fenómenos y situaciones, pide que se dé un cambio, tal vez sin perspectivas muy claras ni de lo que quiere ni de lo que puede venir. Se pone en cuestión la estructura misma de la persona humana, la identidad de las instituciones, la explotación de recursos naturales, el uso eficiente del dinero público y privado, la organización y funcionalidad de la realidad política. Hay como una desesperación al no encontrar el sentido profundo de la vida, al ver la eterna inequidad social que no se logra superar y al tener que enfrentar los efectos perversos de salidas falaces como el narcotráfico y la violencia. La situación de la población, empobrecida desde varios aspectos, contrasta con el mundo ficticio del lujo en ciertos ambientes, del espectáculo y la diversión ajenos a la realidad, de las maniobras políticas y económicas que no resuelven las necesidades básicas de la gente. No hay una verdadera conciencia sobre la dignidad de cada persona, no se da el profundo respeto que se debe a la vida humana, no hay autoridad que proteja a las personas indefensas frente a la violencia y la extorsión, no tenemos la calidad educativa que requieren las nuevas generaciones, no puede admitirse que una ciudad cifre su importancia en ser un burdel, no es aceptable que jóvenes y adultos no puedan más y se lancen a vivir en la calle o atenten contra su propia vida. No podemos acostumbrarnos con indolencia a que tantas personas vivan en la pobreza, que carezcan de lo indispensable en materia de vivienda, alimentación y salud. Esa indiferencia es la que va aceptando que la vida no tiene valor y que, para mantener la comodidad, se puede interrumpir la gestación de los niños en el vientre de la madre y se puede acudir a la eutanasia mirando como una carga a los enfermos y a los ancianos. Ante esta realidad, a todos nos urge ser positivos y propositivos. No podemos quedarnos lamentando el mal, sino que debemos actuar contra él; no se puede cancelar el futuro, nuestra sociedad merece una oportunidad para salir adelante. Pero. es inútil esperar cambios y reformas sociales, si no se transforma lo esencial: el corazón de cada ser humano. No nos engañemos; las reformas necesarias para adecuar el presente a un futuro mejor, que supere la mentira, el egoísmo y la injusticia, no vendrán si no se educa la conciencia, que genera una escala de auténticos valores y nos hace capaces del encuentro, de la solidaridad y de la fraternidad. Todo el que no logre este cambio será un depredador de los demás y de la sociedad, un generador de corrupción y de crímenes, un enemigo del estado de derecho y del bien común. Debemos hacernos conscientes que nos falta, primero que todo, una verdadera reforma interior. Ahí está la misión de la Iglesia, que debe ser capaz de mostrar, ante una realidad que no responde al proyecto de Dios y ante los espejismosque vislumbran soluciones falsas, la verdad sobre la dignidad humana, sobre la responsabilidad social que pesa sobre cada ciudadano, sobre los valores indispensables y constitutivos de una nación, sobre el compromiso personal que debe superar el mundo de las apariencias y de las posiciones cómodas, sobre la esperanza que va más allá de lo terreno. Como Jesús, debemos seguir llamando a la conversión, a la reforma de la mente, a la transformación del corazón para construir el nuevo mundo que necesitamos. Ojalá veamos y actuemos antes de que sea tarde. Por tanto, nosotros, de modo personal y comunitario, debemos buscar hacer el bien, trabajar para que cada familia transmita valores y enseñe a amar, influir para que los diversos grupos e instituciones procuren mejorar la vida laboral, social, educativa y política del país. Sabemos que debemos entregar la vida en el servicio y la misión venciendo el mal, como Jesús, con el poder de la verdad, del bien y del amor. No podemos sentirnos agobiados ni derrotados, sino convocados con urgencia a trabajar por la construcción de un mundo nuevo con la fuerza del Espíritu del Señor Resucitado. Es muy honroso y urgente el llamamiento a ser luz y levadura del mundo. + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

Jue 19 Mayo 2022

Vamos todos a votar

Por: Mons. Ricardo Tobón Restrepo - Se acerca un momento muy importante en la vida de nuestro país: elegir un nuevo Presidente de la República. Diversos hechos y circunstancias muestran que el contexto de esta elección es grave y que debemos obrar con inteligencia y responsabilidad desde la primera vuelta. Estas son algunas consideraciones que conviene tener presentes: Hay obligación moral de votar. No podemos ser indiferentes frente al presente y al futuro de nuestra nación. Tenemos que ser responsables y depositar libre y reflexivamente nuestro voto por quien veamos, en conciencia, puede responder mejor a las necesidades y desafíos del país. Hay que superar el abstencionismo, pues a todos nos afecta lo que pueda pasar bueno o malo. Optemos y trabajemos por la unidad. No somos enemigos, sino hermanos que aunque tengamos diversas visiones y posiciones, finalmente debemos entendernos y comprometernos para convivir bien en una misma patria. Pensemos en un candidato que busque más unir que combatir, que logre más concertar que enfrentar a unos contra otros, pues lo peor que nos puede pasar es una ruptura nacional. Propiciemos con quienes nos sea posible el diálogo. Este es un momento para que todos analicemos lo que necesita y conviene a Colombia. Más que alimentar temores, tejer enfrentamientos, difundir noticias falsas y dejarnos manipular por informaciones tendenciosas, dialoguemos para esclarecer juntos lo que mejor conviene al país y descubramos la forma de cooperar todos en ello. Exijamos respeto y orden para las elecciones. Pidamos a las entidades del Estado encargadas de orientar, vigilar y escrutar las elecciones, que lo hagan con honestidad y competencia. Pidamos a los candidatos y a sus equipos, a los corruptos que acostumbran delinquir electoralmente y a los actores armados ilegales que no impidan que este momento responda sólo a los intereses del bien común. Seamos realistas. Ni un país perfecto es posible ni tendremos nunca un candidato omnipotente. Tampoco somos un desastre sin salida. El país es lo que todos somos, lo que todos hemos construido, lo que todos nos propongamos realizar. Más que en una persona que nos agrada debemos pensar en un plan de gobierno posible y efectivo, en el que todos podamos participar. Escojamos el mejor proyecto de gobierno. Si bien nada es absolutamente perfecto, sí podemos votar por quien garantice mejor la libertad de los ciudadanos, la paz y concordia entre todos, la adecuada integración con las demás naciones, la defensa de la vida y la familia, la lucha contra la inequidad social, el acceso de todos a los servicios básicos de salud, vivienda y alimentación. Analicemos quiénes están detrás de los candidatos. Una persona sola no logra gobernar. Por eso, en último término, elegimos un equipo, un movimiento, un partido. De ahí la importancia de examinar quién inspira, asesora, acompaña y ayuda a quien será el próximo Presidente, comenzando por su vice-presidente y siguiendo por quienes serán sus inmediatos colaboradores. Apoyemos un cambio razonable y positivo. No podemos estancarnos, tenemos que avanzar; pero cambiar no es destruir lo que se ha hecho con esfuerzo y recursos de todos, sino continuar una creación que nos lleve a lo mejor, que potencie lo bueno que ya tenemos, que reforme lo que no funciona y que ponga en marcha los proyectos que necesitamos. Cuidemos que se mantenga la institucionalidad. La construcción democrática ha costado hasta sangre y es la mejor garantía de bienestar. Por tanto, votemos por quien respete el estado social de derecho, la alternación presidencial cada cuatro años, el carácter propio de las Fuerzas Armadas, la autonomía de los organismos de control y los derechos humanos de todos los colombianos. Oremos mucho y confiemos en Dios. Dios no dejará nunca de ser Padre y de conducir la historia, aunque respetando siempre nuestra libertad. Dispongámonos a recibir de él la sabiduría que necesitamos para hacer la mejor opción, la responsabilidad para afrontar las vicisitudes siempre presentes en el camino de un pueblo y la fortaleza para asumir la purificación que de repente llega cuando se ha permitido la descomposición moral de una sociedad. + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

Mar 25 Feb 2020

"Pedimos soluciones de afuera y las merecemos, pero en ellas no están todas las salidas": obispo de Tibú

Ante la actual situación que afronta el Catatumbo, el obispo de la diócesis de Tibú, monseñor Omar Alberto Sánchez Cubillos, ofreció un mensaje a la comunidad de fe y a todos los que hacen parte de esta región del país, para que vean en esta crisis grandes oportunidades y actúen de manera particular como parte de la solución de los problemas. “Estamos unos y otros diciendo sobre nuestra realidad siempre lo mismo y culpando a los mismos (…) Si no somos capaces de leer correctamente lo que nos está pasando y nos quedamos atrapados en las coyunturas sin ir a la raíz de nuestros problemas, no sabremos apostar por una solución efectiva”, afirmó el prelado. Sostuvo que es importante conocer el territorio que se habita, sus dinamismos, sus intereses y protagonistas para no hacer lecturas básicas que arrojen soluciones erradas. “Creemos que conocemos nuestro territorio, pero puede ser que no sea así, no parece que nos esforcemos en relacionar todo lo que hay en él (…) Nuestro conocimiento es pobre si lo hacemos desde nuestros intereses particulares y limitados o simplemente desde lo que los otros nos dicen; tal vez no estamos haciendo el diagnóstico correcto y por eso nos enfocamos en soluciones erradas”. Monseñor Sánchez asintió que, si bien se tiene la potestad de exigir desde afuera a las instancias garantes por el respeto a los derechos de las personas, también es un hecho que esto ha permitido una parálisis y una justificación para no actuar internamente, por lo que animó a reflexionar en familia y a nivel comunitario en la construcción de un futuro compartido. “Queremos y pedimos soluciones de afuera y las merecemos, pero en ella no están todas nuestras salidas de fondo, nuestros problemas salen también de adentro (...) Los invito a pensar a cada uno en su futuro personal; aquí, en este territorio de bondades y dolores, pensemos en nuestro futuro con nuestra familia, para dónde vamos con ella, pensemos en nuestro territorio, qué futuro nos espera. Cada campesino humilde, cada comerciante, cada transportador, cada pobre y cada rico, el adulto y el joven, los doctos y los sencillos, tenemos que pensar en esto ahora sin buscar culpables que es lo más fácil y suele ser una trampa que nos impide mirar hacia adentro y hacia adelante”, aseveró. Al recordar, desde el cristianismo, que Dios siempre está con su pueblo y no lo abandona, que las soluciones no son simples porque los problemas son complejos y, por esto, “no hay que perder el aliento, la cordura, la sensatez ni el interés para seguir trabajando con persistencia y realismo contra todo lo que nos hace daño y particularmente a esta tierra bendita (…) Porque esta tierra necesita un proceso fuerte y claro para pasar de los criterios que nos están finalmente destruyendo a los criterios de Jesús que dan vida”. Finalmente, dijo que la crisis que vive actualmente el Catatumbo no es una crisis social sino humana, “no se trata de volver a esa normalidad por la que todos claman, que es dolorosamente anormal y, por tanto, no tiene ingredientes de solución plena para todos”. Aseguró que es importante ir a la raíz de los problemas donde se necesitará de la ayuda de todos para llegar a la verdadera libertad de los pueblos: “un pueblo de Dios que camina hacia la verdadera libertad, este es un pueblo valiente, trabajador, inquebrantable, capaz de levantarse siempre y de seguro que así saldremos adelante”.

Mar 27 Dic 2016

“Den gracias a Dios por todo”

Por: Mons. Ricardo Tobón Restrepo - Cercanos a concluir este año, tenemos la ocasión de vivir la recomendación del apóstol Pablo: “Den gracias a Dios por todo” (1 Tes 5,18). Dar gracias es una forma de leer la historia en clave de verdad y de bondad, es asumir la vida que tiene raíces en el pasado y que extiende sus ramas hacia el futuro, es percibir el paso sigiloso o clamoroso de Aquel que siendo eterno nos acompaña con paternal solicitud en el tiempo. Dar gracias es algo fundamental en el arte de vivir. En este año que culminamos, Dios nos ha mantenido en el milagro de la vida, nos ha permitido avanzar en el cumplimiento de una misión, ha hecho posible el fortalecimiento de relaciones entrañables con tantas personas y el nacimiento de nuevos encuentros por la amistad o el servicio, nos ha dado fortaleza para sobrellevar las pruebas y nos ha llenado los ojos de esperanza para proseguir el camino. Un año atesora tantas experiencias originales e irrepetibles que marcan la más honda identidad de cada persona. A nivel mundial, en este año, hemos vivido acontecimientos que han desconcertado a los sabios, que han mostrado el magnífico e impredecible juego de la libertad humana, que nos han dejado desconcertados al ver que la maldad llega tan lejos o al percibir que la ciencia y la técnica escalan metas tan altas. Nos sentimos protagonistas y a la vez prisioneros en un proceso que en ocasiones nos desespera con su lentitud y en ocasiones nos asusta con su velocidad. Entonces, como Jesús, alabamos al Padre porque a él le ha parecido bien así (Lc 10,21). Este año, en Colombia, todos hemos sentido la necesidad de la paz. Hemos aportado ideas y esfuerzos para diseñarla, conquistarla, protegerla. Como, fundamentalmente, la paz no está por fuera sino por dentro, cada uno le pone su rostro y su medida. Esto mismo nos enfrenta y nos divide. Es dramático y apasionante ser personas humanas, construir juntos una sociedad, establecer un proyecto seguro hacia el mañana. Cuando, al final de todo, no sabemos o no podemos ponemos en las manos de Dios nuestros sueños y nuestras luchas. Entonces, nos da paz saber que él nos lleva y nos hace capaces de crear el futuro. En la Iglesia, entre luces y sombras, hemos continuado la misión de anunciar la fuerza salvadora del Evangelio, de trabajar por la dignidad y los derechos de todo ser humano, de sembrar fraternidad y solidaridad en todos los surcos que se abren, de invitar a levantar el corazón a Dios, fuente de la verdadera alegría. En este sentido, damos gracias por la vida litúrgica en las parroquias, por las iniciativas de evangelización en tantos campos, por el acompañamiento, muchas veces desconocido pero siempre valioso, a los que sufren. Debemos dar gracias por este año que nos condujo de modo particular a contemplar, vivir e irradiar la misericordia de Dios, por la oración silenciosa pero fecunda de tantas personas que ha puesto cimiento a todo lo bueno que hemos hecho, por la vocación de servicio que hemos mantenido en medio de múltiples dificultades, por todos los apóstoles del bien que han surgido y se van formado entre los laicos, por la multiforme labor de las congregaciones religiosas y demás asociaciones católicas, por las pequeñas comunidades eclesiales que se van configurando y están trabajando para que Dios viva y reine en todo. Dar gracias a Dios por lo que hemos vivido en este año nos reconcilia con los demás y con nosotros mismos, nos hace valorar lo que hemos realizado aunque muchas veces no tenga la perfección que queríamos, nos da seguridad y pasión para afrontar con valores ciertos e ideales grandes el año que viene, nos llena de luz y de fuerza al sentir una Providencia que nos supera y que amorosamente nos cuida y nos guía. Como enseña San Pablo, demos gracias a Dios por todo. + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

Vie 14 Oct 2016

“Hay una isla cuya geografía hay que descubrir para trabajar como el Señor nos pide”, Mons. Urbina

Estas fueron las palabras del vicepresidente de la Conferencia Episcopal de Colombia, monseñor Oscar Urbina Arteaga, quien durante su homilía invitó a los obispos reunidos en cesión extraordinaria a no tener miedo de afrontar con valentía el futuro. “No tengamos miedo al futuro porque estamos en las manos del Padre amoroso que nos cuida, eso nos tiene que llenar de mucha esperanza y confianza para el camino que todos tenemos que ayudar a hacer”, aseveró monseñor Urbina. Homilía: Mons. Oscar Urbina Ortega “La fe nos vuelve valientes para tomar decisiones y asumir las responsabilidades que tenemos nosotros, hay otros que tienen que asumir otras responsabilidades, otros que tienen que hacer la estrategia de la paz, pero la responsabilidad de nosotros como pastores es la de comunicar la espiritualidad de la reconciliación (…), debemos afrontar los riesgos de construir la paz y la reconciliación y aceptar los sacrificios que a todos este trabajo nos pide”, dijo el prelado. Dos días ocuparon la agenda de los prelados quienes en un ambiente de oración y reflexión analizaron la actual situación del país.