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raizales

Mié 2 Mayo 2018

La Evangelización en los llanos orientales de Colombia

Por: Mons. Francisco Antonio Ceballos Escobar - La evangelización en los Llanos Orientales de Colombia data de mediados del siglo XVII cuando Jesuitas y Franciscanos, movidos por el ardor misionero de sus familias religiosas, se establecieron en estas inhóspitas tierras bendecidas por Dios con caudalosos ríos, extensas sabanas naturales y tupidas selvas vírgenes. Más tarde, al ser expulsados los Jesuitas de la Nueva Granada, llegaron los Agustinos y los Capuchinos. En los albores del siglo XX, Monfortianos y Javerianos de Yarumal, se establecieron en la Orinoquía, y al fenecer el siglo los redentoristas asumieron parte de lo que fuera la Prefectura Apostólica del Vichada. También la vida religiosa femenina jugó un papel importante en la evangelización de estas tierras: Salesianas, Lauritas, Dominicas de la Presentación, hermanas de la Sabiduría, Vicentinas, Teresitas, etc. En su afán por anunciar el Evangelio en los más recónditos lugares de los Llanos Orientales y del piedemonte llanero, muchos misioneros y misioneras “perdieron su vida”; algunos fueron sacrificados por indígenas; otros mordidos por serpientes o devorados por fieras salvajes; hubo quienes no pudieron resistir las enfermedades tropicales o se ahogaron en los turbulentos y caudalosos ríos. La semilla del Evangelio sembrada en el corazón de indígenas, raizales y colonos, y regadas con el sudor de los misioneros, dieron fruto. Hoy encontramos muchos hombres y mujeres con una acendrada fe en Dios y una profunda devoción a la Santísima Virgen María; personas caritativas, hospitalarias y cumplidoras de la palabra empeñada. La costumbre de “echar el agua” a los niños, aún se practica entre sus pobladores, como manifestación de su compromiso de seguir a Cristo y pertenecer a la Iglesia Cristiana Católica. No obstante, entre algunos católicos reconocemos antivalores como machismo, alcoholismo, violencia doméstica, narcotráfico, corrupción, escasa participación en la eucaristía y sincretismo religioso. En la misión de los Llanos Orientales, además del anuncio explícito de la Palabra de Dios, se ha predicado el Evangelio de la caridad desde los mismísimos comienzos de la evangelización, pues bien han entendido los misioneros que entre evangelización, promoción humana y social hay una íntima conexión. Por eso construyeron escuelas, centros de salud, internados, comedores y asilos; abrieron caminos, enseñaron el arte de la ganadería y la agricultura, como también trajeron los instrumentos musicales como el arpa, el cuatro, el requinto y los capachos, con los cuales llaneros y colonos alegran sus “parrandos” a lo largo y ancho de la sabana. Hoy las pastorales sociales vienen desarrollando, entre colonos, raizales e indígenas, una labor de formación en derechos, en educación para la paz y la convivencia, en atención a las víctimas del conflicto y en promoción de programas de desarrollo socio económico. Es que, como escribe el Papa Francisco: “El servicio de la caridad es también una dimensión constitutiva de la Iglesia y expresión irrenunciable de su propia esencia” (EG 179). Un signo claro de madurez en la evangelización de los Llanos Orientales es el surgimiento y consolidación de iglesias particulares como: la Arquidiócesis de Villavicencio; las diócesis de Granada, San José del Guaviare, Yopal y Arauca; y los Vicariatos Apostólicos de Trinidad, Mitú, Puerto Inírida, Puerto Carreño y Puerto Gaitán. La evangelización en la Orinoquía, en esta hora de la historia, presenta grandes desafíos, tales como: la transmisión generacional de la fe cristiana; el éxodo de muchos bautizados hacia otras comunidades de fe; la inculturación del Evangelio en las comunidades indígenas; la atención a los niños y a los jóvenes; el cuidado y defensa de la vida y del medio ambiente; la formación de los dirigentes, la atención a las víctimas y victimarios que dejó la violencia, la inmigración de venezolanos, etc. Desafíos que se deben afrontar con audacia misionera y aguante apostólico, pues la evangelización tiene mucho de paciencia. En esta misión se conoce de pobreza y se trabaja con lo poco que se tiene. Aunque escasean los recursos humanos, económicos y materiales, sobra en los evangelizadores la confianza en el Dios Providente. De algo se está seguro, no hace falta Dios en esta tierra, pues antes de que llegaran los misioneros el Espíritu ya se les había adelantado. Por aquí las semillas del Verbo se descubren por doquier; por eso seguimos anunciando la “Alegría del Evangelio” de manera ordinaria y extraordinaria; y cuando no es posible hacerlo de manera expresa, se hace con el testimonio callado de una vida entregada y sacrificada al servicio de Dios y de los pobres. Las palabras y el testimonio del Papa Francisco, en su recordada visita a Colombia, y de manera especial a Villavicencio, nos anima a seguir anunciando la Buena Nueva de la salvación, pues somos conscientes de que el Evangelio aún no ha logrado permear la cultura de estos pueblos de la patria. Qué bueno que las iglesias particulares y comunidades religiosas sigan considerando a estas tierras como lugar de misión para que con generosidad compartan las bendiciones que han recibido de Dios, de tal manera que no pierdan su vocación y la oportunidad de ser Iglesias evangelizadas y evangelizadoras. + Mons. Francisco Antonio Ceballos Escobar Obispo Vicariato Apostólico de Puerto Carreño