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Virgen María

Mié 24 Mayo 2023

Hágase en mí según tu Palabra (Lc 1, 38)

Por Mons. José Libardo Garcés Monsalve - Avanzamos en este mes de mayo venerando de manera especial a la Santísima Virgen María, y en nuestra Diócesis lo hacemos con el lema del mes: “Caminemos juntos, rezando el Rosario”, que se enmarca con el momento significativo de Nuestra Señora de Fátima, con insistencias pastorales puntuales para el sector educativo y comercial, que nos ayuden a fortalecer la acción misionera en estos sectores de la sociedad y de la Diócesis, que reciben con gozo el Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo por medio de la Bienaventurada Virgen María. Recordamos a María como modelo del creyente, reconocida esta virtud en la visita que le hace a su prima Isabel, tal como lo narra el Evangelio de Lucas: “¡Dichosa tú que has creído¡ Porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá” (Lc 1, 45), palabras que reconocen la fe de María, en el acto de entrega a la voluntad de Dios que pronunció desde el mismo momento en que el arcángel Gabriel le anuncia que iba a ser la madre del Salvador, respondiendo ella con palabras que expresan la fe y entrega fiel al querer de Dios: “Hágase en mí según tu Palabra” (Lc 1, 38), afirmando con ello el Evangelio la actitud de fe de María y que Isabel reconoce y lo exclama con entusiasmo en la frase: “¡Dichosa tú que has creí-do!” (Lc 1, 45), alabándola porque Ella ha creído que lo que ha prometido el Señor se cumplirá. Nada es imposible para Dios y esto se hace realidad porque su corazón es un terreno abonado para que la Palabra de Dios germine y pueda dar fruto de buena calidad. La fe de María la dispone a hacer la voluntad de Dios y engendra la virtud de la esperanza, para estar de pie junto a la Cruz del Señor, virtudes, que a la vez dan el fruto maduro de la caridad y por eso en un momento importante de la vida se pone en camino hacia donde su prima Isabel para ejercitar con ella la caridad, la entrega y el servicio desinteresado. De esto da testimonio el Evangelio cuando afirma: “María se puso en camino y fue de prisa a la montaña” (Lc 1, 39), ese ponerse en camino, es la salida misionera de María para comunicar el don de la salvación a la humanidad, que en la persona de Isabel reconoce con las palabras: “Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre” (Lc 1, 42). Como creyentes en Jesucristo reconocemos que el amor oblativo, de caridad sin límites de la Virgen, nace de la comunión que tenía con el corazón de Dios, que la llevó a aceptar ser la Madre del Redentor para entregarle la salvación a todo el género humano, siendo este el mayor acto de caridad para con todos. La caridad y el amor de María por cada uno de nosotros, conduce de inmediato hasta Jesús, una caridad silenciosa, prudente, que de nuevo al pie de la Cruz de su Hijo calla y ofrece por la humanidad en el acto de amor más grande, al redentor del mundo, “la Virgen de Nazaret tuvo una misión única en la historia de Salvación, concibiendo, educando y acompañando a su Hijo hasta su sacrificio definitivo” (Documento de Aparecida #267), siendo esta misión la caridad más silenciosa, pero la más efectiva para cada uno de nosotros. María, al entregarnos a Jesús, nos trae con Él todo el amor, el perdón, la reconciliación y la paz, “como madre de tantos, fortalece los vínculos fraternos entre todos, alienta a la reconciliación y el perdón, y ayuda a que los discípulos de Jesucristo se experimenten como una familia, la familia de Dios” (DA #267) y por eso, siguiendo su ejemplo, en un acto de caridad inmenso hacia nuestro prójimo, estamos llamados a entregar a Jesús a otros, incluso a quienes no lo conocen o abiertamente lo rechazan. Esta es la tarea de la Iglesia, comunidad de creyentes que tiene como vocación y misión comunicar a Jesucristo, como el mayor acto de caridad. Así nos lo enseña el Papa Francisco: “La Iglesia tiene que ser el lugar de la misericordia gratuita, donde todo el mundo pueda sentirse acogido, amado, perdonado y alentado a vivir según la vida buena del Evangelio” (Evangelii Gaudium #14), recordando que la primera obra de caridad que hemos de hacer a nuestros hermanos será mostrarles el camino de la fe. Así lo enseñó san Juan Pablo II cuando dijo: “El anuncio de Jesucristo es el primer acto de Caridad hacia el hombre, más allá de cualquier gesto de generosa solidaridad” (Mensaje para las migraciones 2021), y en esto la Santísima Virgen María, como maestra de la caridad, nos da ejemplo de un amor total a todos nosotros, entregándonos a Jesús y llevándonos hasta Él. La profunda vida interior y contemplativa de nuestra Madre del cielo, nos exhorta a mirar fijamente a Jesucristo y a vivir nuestra fe, esperanza y caridad en la actitud constante de hacer y amar la voluntad de Dios. Hoy repetimos con María: “Hágase en mí según tu Palabra” (Lc 1, 38), para que todo nuestro peregrinar humano y cristiano, con las incertidumbres y tormentas diarias, pongamos nuestra vida en las manos del Padre, con los ojos fijos en el Señor, hasta que lleguemos a participar de la Gloria de Dios. Los convoco a poner la vida personal y familiar bajo la protección y amparo de la Santísima Virgen María, en todas las circunstancias de la existencia, aún en los momentos de cruz. Que el glorioso Patriarca san José, unido a la Madre del cielo, alcancen de Nuestro Señor Jesucristo, la fortaleza para hacer en cada momento la voluntad de Dios, para que sigamos siendo discípulos misioneros del Señor. En unión de oraciones, caminemos juntos, rezando el Rosario. Reciban mi bendición. +​​​​​Monseñor José Libardo Garcés Monsalve Obispo de la Diócesis de Cúcuta

Jue 4 Mayo 2023

Mayo, mes dedicado a la Virgen María

Por Pbro. José Antonio Díaz Hernández - Iniciamos el mes de mayo, mes que dedicamos de manera especial a fijar nuestros ojos en María, a cultivar y purificar nuestra devoción mariana, porque para nosotros, discípulos misioneros de Jesús, ella es modelo perfecto de vida cristiana y en ella encontramos estímulo, refugio y fortaleza para anunciar a Jesús, salvador del mundo. Podríamos aprovechar, entonces, estos días, para profundizar en el conocimiento y la búsqueda, de una verdadera relación con María, que no quede reducida solo a algunos actos de piedad. Al respecto nos puede ayudar de manera particular la Sagrada Escritura, la teología de los Santos Padres, bajo la dirección del Magisterio. En cuanto a María en el Nuevo Testamento, sólo unos pocos pasajes nos hablan de ella. Sin embargo, a partir de estos textos podemos escuchar su testimonio del modo más atento y preciso sobre la vida de aquella Mujer que se convirtió en una figura singular en la historia de la salvación. Puede parecer asombroso ver cuántas cosas nos dicen estos pasajes sobre la llamada de María por parte de Dios, sobre su camino con Jesús, sobre su relación con él en su niñez y durante su vida pública, sobre su relación con los discípulos de Jesús. De toda esta riqueza sobre la madre de Jesús, me permito compartir con ustedes, los dos grandes amores que estuvieron presentes en la vida de María: el amor a Dios y el amor a los hermanos. 1. El amor a Dios: Tras la explicación del ángel sobre el cómo de la generación del “Hijo del Altísimo” en su seno, María responde confiadamente, “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu Palabra” (1,38). El Papa Benedicto XVI, en su libro La infancia de Jesús, explica esta respuesta generosa de María, citando una homilía de Adviento de San Bernardo de Claraval. Después de la caída de nuestros primeros padres, todos quedamos sometidos bajo el dominio de la muerte. Sin embargo, Dios busca una nueva entrada en el mundo. Llama a la puerta de María. Con esto, se quiere indicar que Dios necesita la libertad humana, pues no puede redimir al hombre, creado libre, sin un “sí” libre de su voluntad. Por eso la respuesta de María es esperada con expectación por el cielo y la tierra. San Bernardo muestra como el “hágase en mí según tu palabra” es el momento de la obediencia libre, humilde y magnánima a la vez, en la que se toma la decisión más alta de la libertad humana. Estas enseñanzas prueban con claridad que María se convierte en madre por su “sí” generoso. A este respecto, también los padres de la Iglesia han dicho esto mismo cuando afirman que “María habría concebido por el oído”, esto es, mediante su escucha. Por su obediencia libre la Palabra ha penetrado su vida, y ella se ha hecho fecunda (Cf. J. RATZINGER [BENEDICTO XVI], La infancia de Jesús, pp. 42-43). Esta actitud de escucha generosa y libre por parte de María, está motivada por su amor a Dios. Por amor a Dios escuchó, llena de disponibilidad, las palabras del ángel que le anunciaba que iba a ser Madre. No le discute ni le pone condiciones. Ama a Dios con todas sus fuerzas, con toda su alma, con todo su ser (cf. Dt 6,5); amó a su Hijo Jesucristo, y por eso lo acompañó con sufrimiento hasta el calvario y, de pie, escuchó sus últimas palabras y, en su descendimiento, lo recibió entre sus brazos. El Concilio Vaticano II subraya la dimensión profunda de la presencia de la Virgen en el Calvario, recordando que “mantuvo fielmente la unión con su Hijo hasta la cruz” (Lumen gentium, 58), y afirma que esa unión “en la obra de la salvación se manifiesta desde el momento de la concepción virginal de Cristo hasta su muerte” (ib., 57). Esto es puro amor. 2. Por amor a los hermanos, María también está pronta a socorrer a quien le necesita en cada momento: - Después del relato del anuncio de la concepción de Jesús en el seno de María, la Virgen, San Lucas nos cuenta la visita que esta realiza inmediatamente a su pariente Isabel, es decir, la esposa de Zacarías, madre del que sería llamado “profeta del Altísimo” (cf. Lc 1,39-56). El texto comienza diciendo: “En aquellos días se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judea” (1,39). En este texto, María sale al encuentro de Isabel no solo para ponerse a su servicio, sino también como portadora del Salvador, pues tiene prisa en comunicar la Noticia y en regocijarse con la señal que le ha dado el ángel en Isabel. La referencia de Lucas a la región montañosa, la premura de María y la alegría del ambiente, han hecho pensar a muchos en una velada cita de Is 52,7: “¡Qué hermoso son sobre los montes los pies del mensajero que anuncia la paz, que trae las buenas nuevas, que anuncia la salvación, que dice a Sión: ‘Ya reina tu Dios!’”. De ser así, María surge en Lucas como la primera mensajera del Evangelio de Dios: lleva desde Galilea a la región de Judá la noticia de la paz, la felicidad y la salvación. Esta interpretación deja ver a una María que es enviada a comunicar la Buena Noticia de su Maestro, una María que no quiere esperar para comunicar la dicha que lleva en su vientre, una María que desde el instante del anuncio del ángel se hace discípula de su Hijo. - Las bodas de Caná (Jn 2,1-11): ¿Qué hace María? Participa en la fiesta y, por tanto, sirve, ayuda, conversa, pero también observa, con cierta distancia, lo que sucede en aquella fiesta. Su distancia atenta y discreta le permite ver lo que, de hecho, nadie ve, como es que el vino se ha terminado. Es decir, María está atenta al momento humano de la existencia, atenta a las situaciones, a las personas y a las cosas (cf. Cardenal C. Maria Martini, María, la mujer de la reconciliación, p. 13ss). - La última referencia de María en los escritos lucanos la encontramos en Hechos de los Apóstoles: “Todos ellos perseveraban en la oración, con un mismo espíritu en compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus hermanos” (Hch 1,14). Ahora, en este segundo libro de San Lucas, María aparece entre la primera comunidad de creyentes, también como discípula, al lado de los otros discípulos compartiendo experiencias de fe. María ha sido llamada a un servicio muy particular respecto a Jesús y a favor del pueblo de Dios, a ella le ha sido dada también la más estrecha vinculación con Jesús. Ella pudo participar en el camino de Jesús desde el inicio hasta el anuncio a todo Israel. En María, madre de Jesús, comenzó la existencia terrena de Jesús y comienza la comunión de los hombres con él. María pertenece a la Iglesia, es decir, a los hombres que creen en Jesús y viven en comunión con él. En esta Iglesia, la madre de Jesús tiene un cometido muy específico y un puesto singular. De lo que se trata es que, en este mes mariano, podamos vivir un auténtico amor hacia María, vinculado, como no puede ser de otra manera, a la misión de su Hijo. Como recuerda el Concilio Vaticano II: “que la verdadera devoción no consiste ni en un sentimentalismo estéril y transitorio ni en una vana credulidad, sino que procede de la fe auténtica, que nos induce a reconocer la excelencia de la Madre de Dios, que nos impulsa a un amor filial hacia nuestra Madre y a la imitación de sus virtudes” (LG, 67). Teniendo en cuenta todo esto, podemos vivir las diversas devociones marianas. Entre ellas, es necesario destacar el Santo Rosario, que es una oración sugerida por el Magisterio de la Iglesia. En la sobriedad de sus elementos, tiene en sí la profundidad de todo el mensaje evangélico, del cual puede decirse que es un resumen. Además, la misma Virgen María, en sus apariciones, ha animado a rezar esta oración. El 13 de mayo de 1917, en su primera aparición en Fátima, María dijo: “Recen el Rosario todos los días para alcanzar la paz del mundo y el fin de la guerra” y en su última aparición en ese lugar la Madre de Dios se presentó como la “Señora del Rosario”. El Papa Pablo VI, definió el Rosario como “compendio de todo el Evangelio” (Exhortación Apostólica Marialis Cultus, 42). Por su parte, el Papa Francisco recordó que el 7 de octubre la Iglesia celebra a la Virgen del Rosario, y animó a rezarlo porque “el rezo del Rosario es la oración más hermosa que podemos ofrecer a la Virgen María; es una contemplación sobre las etapas de la vida de Jesús Salvador con su Madre María y es un arma que nos Protege de los males y de las tentaciones” (7 de octubre de 2020). Motivados, por todo esto, podemos vivir nuestro mes mariano. Ha resultado, en muchas parroquias, muy provechoso peregrinar la imagen de María de casa en casa, y rezar el rosario, y, el último día del mes de mayo, hacer la coronación de la Virgen. Es, asimismo, propicio en este mes, dar una catequesis y un curso de apologética sobre el papel de la Virgen en la historia de la salvación y en nuestras vidas, habida cuenta de la confusión que siembra en los corazones de los católicos la predicación agresiva de algunos grupos religiosos, muy presentes en nuestro territorio diocesano. Pongámonos en este mes de mayo y en toda nuestra vida bajo el auxilio de María, y contemos siempre con su ayuda ante nuestras necesidades para lograr ser nosotros, a imagen suya, verdaderos discípulos de Jesús. P. José Antonio Díaz Hernández Sacerdote de la Diócesis de Santa Marta

Vie 12 Ago 2022

15 de agosto SOLEMNIDAD ASUNCIÓN DE LA BIENAVENTURADA VIRGEN MARÍA | Lectura del santo evangelio según san Lucas 1, 39-56

39 En aquellos mismos días, María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a una ciudad de Judá; 40 entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. 41 Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel de Espíritu Santo 42 y, levantando la voz, exclamó: «¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! 43 ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? 44 Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. 45 Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá». 46 María dijo: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, 47 se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; 48 porque ha mirado la humildad de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, 49 porque el Poderoso ha hecho obras grandes en mí: su nombre es santo, 50 y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. 51 Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, 52 derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, 53 a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. 54 Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia 55 -como lo había prometido a nuestros padres- en favor de Abrahán y su descendencia por siempre». 56 María se quedó con ella unos tres meses y volvió a su casa. Palabra del Señor.

Vie 12 Ago 2022

14 de agosto (VIGILIA SOLEMNIDAD ASUNCIÓN DE LA BMV) | Lectura del santo Evangelio según san Lucas 11, 27-28

En aquel tiempo: Cuando Jesús terminó de hablar, aconteció que una mujer de entre el gentío, levantando la voz, le dijo: «Bienaventurado el vientre que te llevó y los pechos que te criaron». 28 Pero él dijo: «Mejor, bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen». Palabra del Señor.

Lun 23 Mayo 2022

La paternidad y maternidad: vocación a custodiar la vida

Por: Mons. José Libardo Garcés Monsalve - En el mes de mayo veneramos de manera especial a la Santí­sima Virgen María, Madre del Niño Jesús y con Ella celebramos con alegría la misión de las madres, que han permitido la vida de sus hi­jos, protegiendo, defendiendo y cus­todiando la vida humana en todas sus etapas. Asistimos a un momen­to histórico en el que la maternidad llega a considerarse un obstáculo para la realización de la mujer, sin embargo, es exactamente lo contra­rio, la maternidad es una vocación que viene del Señor, con la misión de custodiar la vida humana como regalo de Dios. En este orden de ideas, celebrar el día de la madre es reconocer una vocación y una misión que está ins­crita por Dios en el corazón de cada mujer y que realiza plenamente con la vocación y misión del padre, que a ejemplo de San José custodia la vida del nuevo ser que se gesta en el seno materno. El Papa Francisco así lo expresó en Amoris Laetitia cuan­do dijo: “Todo niño tiene derecho a recibir el amor de una madre y de un padre, ambos necesarios para su maduración íntegra y ar­moniosa. Respetar la dignidad de un niño significa afirmar su nece­sidad y derecho natural a una ma­dre y a un padre” (AL 172). Cada mujer ha recibido de Dios la vocación de acoger la vida, abrazar­la, protegerla, darla a luz, alimentar­la, sostenerla, acompañarla y de esa manera realizar su vida como mujer y madre, que descubre la belleza del nuevo ser humano que va crecien­do y desarrollando su ser de manera integral, con la ayuda, la compañía y la custodia del padre, que da al hijo la capacidad de enfrentarse al mundo. De esa manera paternidad y maternidad se complementan y aportan al crecimien­to y desarrollo de la vida humana. Así lo expresa el Papa Fran­cisco cuando afirma: “La madre, que ampara al niño con su ternura y compa­sión, le ayuda a des­pertar la confianza, a experimentar que el mundo es un lu­gar bueno que lo recibe, y esto per­mite desarrollar una autoestima que favorece la capacidad de intimidad y la empatía. La fi­gura paterna, por otra parte, ayuda a perci­bir los límites de la realidad, y se caracte­riza más por la orientación, por la salida hacia el mundo más amplio y desafiante, por la invitación al esfuerzo y a la lucha” (AL 175). Paternidad y maternidad hacen par­te de la vocación y misión del ser humano para conformar familia y para generar la vida humana, que se recibe en el hogar como don de Dios y que hay que respetar, custodiar, proteger y cuidar en todas las etapas de la existencia del ser humano. El cuidado paterno es tan importante como el materno y juntos contribu­yen al desarrollo armónico del niño. Así lo expresa el Papa Francisco: “Un padre con clara y feliz iden­tidad masculina, que a su vez combine en su trato con la mujer el afecto y la protec­ción, es tan necesario como los cuidados maternos. Hay roles y tareas flexibles, que se adaptan a las cir­cunstancias concretas de cada familia, pero la presencia clara y bien definida de las dos figuras, femeni­na y masculina, crea el ámbito más adecuado para la maduración del niño” (AL 175). De todo esto se desprende que la familia tal como Dios la quiso des­de el principio, un padre, una madre y unos hijos, con­tribuye a construir persona y socie­dad en armonía y equilibrio, dando a cada nuevo ser lo suficiente para su crecimiento y desarrollo sano, que permita en un futuro relacionarse con Dios, consi­go mismo, con los demás y con el mundo que lo rodea de manera sana y estable. Esto constituye un reconocimien­to de la paternidad y la maternidad como una contribución a la forma­ción de la sociedad, porque “una sociedad sin madres sería una so­ciedad inhumana, porque la ma­dres saben testimoniar siempre, incluso en los peores momentos, la ternura, la entrega, la fuerza mo­ral” (AL 174), pero una sociedad sin padres, sería carente de tenaci­dad y capacidad para la lucha; un matrimonio sin hijos, sería como un jardín sin flores, porque “el amor siempre da vida. Por eso, el amor conyugal no se agota dentro de la pareja. Los cónyuges, a la vez que se dan entre sí, dan más allá de si mismos la realidad del hijo, refle­jo viviente de su amor, signo per­manente de la unidad conyugal y síntesis viva e inseparable del pa­dre y de la madre” (AL 165). Estamos llamados a fortalecer la fa­milia como célula fundamental de la sociedad y como Iglesia doméstica, donde se genera, se protege, se de­fiende y se custodia la vida humana. “La familia es el ámbito no sólo de la generación sino de la acogida de la vida que llega como regalo de Dios” (AL 166). Que al celebrar en este mes de mayo a la Santísima Virgen María y al glorioso Patriarca san José, poda­mos reconocer la paternidad y la maternidad como una vocación y misión para custodiar la vida huma­na en todas las etapas. Que a ejemplo del hogar de Naza­ret, podamos fortalecer nuestras familias con vocación a la genera­ción y acogida de la vida, que ayuda a fortalecer la fe, la esperanza y la caridad, en el ejercicio de nuestra vocación y misión. En unión de oraciones, sigamos adelante. Reciban mi bendición. + José Libardo Garcés Monsalve Obispo de la Diócesis de Cúcuta

Vie 14 Ene 2022

Basílica de Chiquinquirá prepara acto de restitución

El pasado 9 de julio, el lienzo de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, que desde hace 435 años encarna la presencia amorosa de la Madre de Dios en Colombia, sufrió un intento de hurto, precisamente el día de su fiesta litúrgica y cuando en los jardines Vaticanos se entronizaba un hermoso mosaico réplica de su imagen, regalo del pueblo colombiano y de la Orden Dominicana, al Papa Francisco. Ante estos lamentables hechos, los frailes dominicos del Santuario Mariano Nacional, han mencionado que las preciosas alhajas, donación de sus devotos peregrinos y con las que fue coronada cómo Reina y Patrona de la nación hace más de cien años, han sido plenamente restauradas, proceso que tardó aproximadamente dos meses, y en la actualidad se adelanta un minucioso estudio científico, para garantizar la seguridad de la imagen y las condiciones óptimas de luminosidad, humedad y temperatura. Sin afectar el acceso de los miles de peregrinos que visitan la más hermosa basílica de la república. Fray Carlos Mario Alzate Montes, O.P, rector del Santuario Mariano Nacional, ha señalado que el próximo 9 julio del presente año, se realizará el acto de restitución de sus joyas en lo que se espera sea un homenaje multitudinario a la celestial Señora. “Esperamos que sea una ocasión para que, junto a nuestros obispos, agradezcamos a la Virgen su protección y auxilio sobre el pueblo colombiano y encomendemos a ella, una vez más, la paz y el progreso de nuestro amado país”, aseguró Fray Carlos Mario. Este acto de restitución de sus alhajas revivirá aquél 9 de julio de 1919, cuando en gobierno de Marco Fidel Suárez, en la Plaza de Bolívar de la ciudad de Bogotá y ante la mirada del pueblo colombiano, la sagrada imagen fue coronada como Reina y Patrona.

Jue 15 Jul 2021

Devoción a la Virgen del Carmen

Cada 16 de julio celebramos la memoria de la Bienaventurada Virgen María en su advocación del Carmen. Se trata de una fiesta muy popular, extendida por los cinco continentes, en la que invocamos a la Madre de Dios bajo ese título tan entrañable. La piedad hacia la Virgen del Carmen hace referencia a muchos símbolos y a muchos aspectos de la vida cristiana. Está relacionada, en primer lugar, con el mundo carmelitano, con aquellos eremitas que se reunieron a finales del siglo XII o principios del siglo XIII en las laderas del Monte Carmelo, cerca de Haifa, en Israel, para llevar una vida de penitencia y oración y que después trasladarían a Europa su carisma y su espiritualidad. La devoción a la Virgen del Carmen hace referencia, también, al escapulario, ese pequeño signo que nos recuerda nuestra filiación, nuestra consagración bautismal y el compromiso de vida cristiana que supone imitar a María, perfecto modelo de entrega a Dios e intercesora nuestra. Lógicamente, la devoción a la Virgen del Carmen nos pone asimismo en contacto con el mundo de la mística, de la espiritualidad, de la contemplación. La escuela carmelitana, desde hace ocho siglos, ha profundizado en esa dimensión de la vida cristiana tan necesaria en nuestros días: la intimidad con Dios, la hondura espiritual, la oración como fuente de vida. En el caso de España contamos con dos de las figuras más señeras de la historia, no solamente de la espiritualidad carmelita, sino de toda la literatura cristiana: Santa Teresa de Ávila y San Juan de la Cruz. Esta fiesta nos remite igualmente al ámbito de la belleza. Ya desde la Escritura, el Carmelo evoca la hermosura. A María la invocamos como “Mater et Decor Carmeli” (Madre y hermosura del Carmelo) y lo carmelitano ha estado siempre relacionado con el arte, con la tersura, con la poesía. Además, la devoción a Nuestra Señora del Carmen está muy vinculada con el mundo del mar. Los marineros, los pescadores, todos los que viven en ese ambiente, a veces peligroso, designan a María como Estrella de los mares e imploran de Ella que sea su guía y protectora. También nosotros en las tormentas de la vida nos ponemos bajo su amparo y, cuando cantamos esa salve marinera que tanto nos emociona, tenemos muy presente a todos los que en las tempestades de todo tipo precisan de su socorro y su ayuda. Este año -qué duda cabe- las festividades de la Virgen del Carmen tendrán un carácter muy especial. La pandemia nos ha sacudido con fuerza y nos ha hecho sentir nuestra fragilidad. El coronavirus nos ha señalado nuestros límites y ha agravado crisis preexistentes. Por ello, a nuestra oración traeremos, particularmente, a los que experimentan la prueba o el dolor. Le pediremos a la Virgen Santísima por los que han perdido a un ser querido, por los que se han visto golpeados por la enfermedad, por los que han batallado en primera línea contra el coronavirus, dándonos un maravilloso testimonio de solidaridad y generosidad. No podemos olvidar a cuantos por razón del COVID – 19 perdieron su empleo, se ven abrumados por las deudas, buscan trabajo y no lo encuentran. Suplicaremos con singular intensidad por los que esta emergencia sanitaria ha debilitado psicológicamente y están sin esperanza, sin ilusión, desanimados o incluso han caído en la depresión. La devoción carmelitana, como todas las devociones marianas, cuando es vivida rectamente y con autenticidad, no nos distrae de nuestros compromisos de vida cristiana o eclesiales, sino todo lo contrario, nos lleva al corazón del Evangelio. María, que fue la primera maestra y también la primera discípula de Jesús, nos enseña a nosotros a ser discípulos, a seguirle en la vida cotidiana, a transformar nuestras actitudes y modos de vida buscando escalar la cima de la santidad. Una de las representaciones más típicas de la Virgen del Carmen es aquella en la que Nuestra Señora aparece rescatando las almas del purgatorio con su escapulario. Más allá de la representación en sí, qué duda cabe que esta imagen tan popular, por ejemplo, en nuestros cementerios, se puede convertir en una provocación, en una invitación para todos nosotros. Como dijo el Prior General de los Carmelitas hace ya algunos años, el devoto de la Virgen del Carmen está llamado a imitar a la Virgen, esto es, a rescatar a tantos hermanos nuestros que soportan el “purgatorio” de la necesidad, del paro, de la droga, de la injusticia, de la enfermedad, de la angustia ante un futuro incierto… y tantas otras lacras como hieren y menoscaban a nuestra sociedad actual. Desde la FAO, desde Caritas, desde Manos Unidas, desde parroquias, congregaciones religiosas, asociaciones juveniles católicas, desde instituciones benéficas alentadas por personas de buena voluntad, se están haciendo ingentes esfuerzos para que disminuya (y un día pueda desaparecer totalmente) la lacra del hambre. Necesitamos cambios estructurales, pero también un cambio de mentalidad o, dicho en lenguaje creyente, una conversión del corazón que consiga unir voluntades y suscitar iniciativas concretas y eficaces que solucionen los problemas de tantos hermanos nuestros como carecen de pan, de salud, de gozo, de libertad o de otros indispensables recursos para llevar una vida digna y en plenitud. Que el ejemplo de la Virgen, nuestra tierna Madre del cielo, bajo la advocación del Monte Carmelo, nos arranque del egoísmo y renueve nuestros criterios, a veces muy estrechos. Que, por su poderosa mediación, edifiquemos entre todos un mundo más justo y más fraterno. Con este propósito, recurrimos a Santa María, que es clemente y piadosa,con un precioso poema de José María Zandueta Munárriz: ¡Oh hermosura del Carmelo, Virgen del Carmen bendita, deja que yo me derrita de amor y de santo anhelo! Tú eres todo mi consuelo mi dicha y felicidad. Tu cariño y tu bondad inundan mi corazón y te digo en mi oración, que te quiero de verdad. Mons. Fernando Chica Arellano Observador Permanente de la Santa Sede ante la FAO, el FIDA y el PMA

Vie 7 Mayo 2021

Todo un mes con la Virgen María

Por: Mons, Fernando Chica Arellano - Mayo es el mes mariano por excelencia. En este año 2021 el Sumo Pontífice ha convocado a toda la Iglesia para que se una en oración, apoyada en la intercesión de la Bienaventurada Virgen María, pidiendo el fin de la pandemia y, de manera particular, elevando súplicas por los más afectados. Cada día de este mes la iniciativa ha sido especialmente asignada a un santuario mariano del mundo y el culmen de cada jornada de oración será el rezo del Santo Rosario. Como un modo de unirnos a esta intención, y para facilitar una ambientación general, quiero dedicar los párrafos siguientes a presentar algunas de las referencias explícitas que el Sucesor de Pedro ha reservado a la Madre de Dios en su magisterio pontificio. Concretamente, me centro en sus tres encíclicas: Lumen Fidei (2013), sobre la fe; Laudato Si’ (2015), sobre el cuidado de la casa común; y Fratelli Tutti (2020), sobre la fraternidad y la amistad social. Incluyo además la exhortación apostólica Evangelii Gaudium (2013), sobre el anuncio del evangelio en el mundo actual, ya que ha sido considerada por muchos analistas como el documento programático del pontificado de Francisco. Los misterios gozosos y Evangelii Gaudium “La alegría del evangelio” es, ya desde el título, el tema central de Evangelii Gaudium. Lo cual no puede sorprender, ya que “el Evangelio, donde deslumbra gloriosa la Cruz de Cristo, invita insistentemente a la alegría. Bastan algunos ejemplos: ‘Alégrate’ es el saludo del ángel a María (Lc 1,28). La visita de María a Isabel hace que Juan salte de alegría en el seno de su madre (cf. Lc 1,41). En su canto María proclama: ‘Mi espíritu se estremece de alegría en Dios, mi salvador’ (Lc 1,47)” (Evangelii Gaudium, n. 5). Los misterios gozosos del rosario nos impulsan a contemplar las escenas de la Anunciación a María, la Visitación de esta a su prima santa Isabel, la Natividad del Señor, la Presentación del Niño en el templo y el episodio del Encuentro en el mismo templo. En ellas, descubrimos que “María es la que sabe transformar una cueva de animales en la casa de Jesús, con unos pobres pañales y una montaña de ternura” (Evangelii Gaudium, n. 286). En realidad, “hay un estilo mariano en la actividad evangelizadora de la Iglesia. Porque cada vez que miramos a María volvemos a creer en lo revolucionario de la ternura y del cariño. En ella vemos que la humildad y la ternura no son virtudes de los débiles sino de los fuertes, que no necesitan maltratar a otros para sentirse importantes. Mirándola descubrimos que la misma que alababa a Dios porque ‘derribó de su trono a los poderosos’ y ‘despidió vacíos a los ricos’ (Lc 1,52.53) es la que pone calidez de hogar en nuestra búsqueda de justicia. Es también la que conserva cuidadosamente ‘todas las cosas meditándolas en su corazón’ (Lc 2,19). María sabe reconocer las huellas del Espíritu de Dios en los grandes acontecimientos y también en aquellos que parecen imperceptibles. Es contemplativa del misterio de Dios en el mundo, en la historia y en la vida cotidiana de cada uno y de todos. Es la mujer orante y trabajadora en Nazaret, y también es nuestra Señora de la prontitud, la que sale de su pueblo para auxiliar a los demás ‘sin demora’ (Lc 1,39)” (Evangelii Gaudium, n. 288). Los misterios dolorosos y Laudato Si’ Por su parte, los misterios dolorosos nos conducen hasta la oración de Cristo en el huerto de Getsemaní, la flagelación del Señor, la coronación de espinas, el Via Crucis, y la crucifixión y muerte de Jesús en el monte Calvario. Junto a ello, el Obispo de Roma nosanima a “escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres” (Laudato Si’, n. 49), dado que, en realidad, “no hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socio-ambiental” (Laudato Si’, n. 139). También en este punto Nuestra Señora viene en nuestra ayuda. “María, la madre que cuidó a Jesús, ahora cuida con afecto y dolor materno este mundo herido. Asícomo lloró con el corazón traspasado la muerte de Jesús, ahora se compadece del sufrimiento de los pobres crucificados y de las criaturas de este mundo arrasadas por el poder humano. Ella vive con Jesús completamente transfigurada, y todas las criaturas cantan su belleza. Es la Mujer ‘vestida de sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza’ (Ap 12,1). Elevada al cielo, es Madre y Reina de todo lo creado. En su cuerpo glorificado, junto con Cristo resucitado, parte de la creación alcanzó toda la plenitud de su hermosura. Ella no solo guarda en su corazón toda la vida de Jesús, que ‘conservaba’ cuidadosamente (cf Lc 2,19.51), sino que también comprende ahora el sentido de todas las cosas. Por eso podemos pedirle que nos ayude a mirar este mundo con ojos más sabios”(Laudato Si’, n. 241). Los misterios gloriosos y Lumen Fidei Los misterios gloriosos nos introducen en algunas dimensiones absolutamente nucleares de nuestra fe; son realidades que, además, no pueden captarse plenamente si no es desde la fe. Estamos hablando, en primer lugar, de la Resurrección del Señor, pero también de su Ascensión a los cielos y de la venida del Espíritu Santo en Pentecostés; en el ámbito más directamente mariano, contemplamos la Asunción de María al cielo y la Coronación de la Virgen como Reina y Señora de todo lo creado. En la primera encíclica de Francisco leemos que “en la Madre de Jesús, la fe ha dado su mejor fruto, y cuando nuestra vida espiritual da fruto, nos llenamos de alegría, que es el signo más evidente de la grandeza de la fe. En su vida, María ha realizado la peregrinación de la fe, siguiendo a su Hijo” (Lumen Fidei, n. 58). Por eso, con el Santo Padre, nos dirigimos filialmente a María, madre de la Iglesia y madre de nuestra fe, con el texto que aparece en el número 60 de Lumen Fidei: “¡Madre, ayuda nuestra fe! Abre nuestro oído a la Palabra, para que reconozcamos la voz de Dios y su llamada. Aviva en nosotros el deseo de seguir sus pasos, saliendo de nuestra tierra y confiando en su promesa. Ayúdanos a dejarnos tocar por su amor, para que podamos tocarlo en la fe. Ayúdanos a fiarnos plenamente de él, a creer en su amor, sobre todo en los momentos de tribulación y de cruz, cuando nuestra fe es llamada a crecer y a madurar. Siembra en nuestra fe la alegría del Resucitado. Recuérdanos que quien cree no está nunca solo. Ensénanos a mirar con los ojos de Jesús, para que él sea luz en nuestro camino. Y que esta luz de la fe crezca continuamente en nosotros, hasta que llegue el día sin ocaso, que es el mismo Cristo, tu Hijo, nuestro Señor”. Los misterios luminosos y Fratelli Tutti Finalmente, los misterios luminosos son: el bautismo de Jesús en el río Jordán, la autorrevelación del Señor en las bodas de Caná, la predicación del Reino de Dios, la transfiguración del Señor y la institución de la Eucaristía. Estos misterios fueron introducidos por san Juan Pablo II en el año 2002 con la publicación de la encíclica Rosarium Virginis Mariae, para insistir en que Jesucristo es “la luz del mundo” (Jn 8, 12), lo cual se manifiesta, sobre todo, “en los años de la vida pública, cuando anuncia el evangelio del Reino” (n. 21). Al servicio de este Reino que Jesucristo anuncia y encarna, “la Iglesia es una casa con las puertas abiertas, porque es madre. Y como María, la Madre de Jesús, queremos ser una Iglesia que sirve, que sale de casa, que sale de sus templos, que sale de sus sacristías, para acompañar la vida, sostener la esperanza, ser signo de unidad, para tender puentes, romper muros, sembrar reconciliación” (Fratelli Tutti, n. 276). La vigorosa llamada del papa Francisco a la fraternidad universal, “tiene también una Madre, llamada María. Ella recibió ante la Cruz esta maternidad universal (cf. Jn 19,26) y está atenta no solo a Jesús sino también ‘al resto de sus descendientes’ (Ap 12,17). Ella, con el poder del Resucitado, quiere parir un mundo nuevo, donde todos seamos hermanos, donde haya lugar para cada descartado de nuestras sociedades, donde resplandezcan la justicia y la paz” (Fratelli Tutti, n. 278). Conclusión María santísima vivió en intensa y honda comunión con su divino Hijo. Ella es modelo perfecto y puro de santidad. Que su ejemplo nos aliente en este mes de mayo. No dejemos de repetir amorosa y constantemente su Nombre. No nos cansemos de abandonarnos a su cuidado materno, rezando para que se incremente en nuestros días el número de hombres y mujeres que, a través de una fe humilde y sencilla, testimoniada en la vida, sean por doquier sal de la tierra y luz del mundo. Con el rezo diario del Santo Rosario, encomendemos a la guía tierna y solícita de la Madre de Dios la vitalidad de las comunidades cristianas, la fidelidad de las almas consagradas, el camino futuro de los jóvenes, la penuria de los desempleados, la aflicción de los atribulados, la suerte de los prófugos, los migrantes y desterrados, el clamor de los hambrientos y la paz y la concordia del orbe entero. Que María enjugue las lágrimas de los contagiados por el coronavirus y de cuantos han visto fallecer a sus seres queridos por esta cruel pandemia. Que Ella alcance también cuantiosas bendiciones a quienes cotidianamente luchan para erradicar de una vez por todas este flagelo, que tan inicuamente nos está fustigando. Monseñor Fernando Chica Arellano Observador Permanente de la Santa Sede ante la FAO, el FIDA y el PMA