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acuerdos 2016

Vie 11 Nov 2016

Pongámonos "de acuerdo"

Por Mons. Ricardo Tobón Restrepo - A partir del plebiscito para refrendar los acuerdos del Gobierno Nacional con las FARC-EP, estamos viviendo en Colombia un momento importante y decisivo. Todos nos hemos venido haciendo conscientes de la necesidad de la paz, que es mucho más que ausencia de guerra y mucho más que un pasajero programa político. Hemos entrado en un proceso de diálogo entre diversas fuerzas políticas y sociales; hemos llegado a un punto de partida para trabajar juntos en un propósito de reconciliación y de desarrollo común. Si la paz es la realización integral de las personas y el auténtico desarrollo de la sociedad que ellas conforman, estamos ante un proyecto siempre en construcción. Por tanto, quisiera que recordáramos algunos valores que es preciso mantener vivos e incorporar cada vez más plenamente a nuestra realidad social, cultural y política. Deben guiar todo lo que pensemos, juzguemos y hagamos; se requiere asumirlos constantemente en una educación personal y ciudadana; hay que lograr que sean parte de un acuerdo general establecido por todos. 1. La verdad. Es la luz que puede guiar todo camino y hacer auténticas y libres las relaciones entre personas. Ordinariamente, en cualquier conflicto lo primero que se pierde es la verdad. Si se quiere superar una confrontación con mentiras y trampas no se hace otra cosa que poner bases a nuevos y más graves enfrentamientos. 2. La libertad. Es el mayor don que puede tener una persona o un pueblo. Es falso cualquier proyecto que quiera garantizar la dignidad y los derechos de la persona humana e implementar un progreso integral en la sociedad sin libertad. Por tanto, hay que cuidar y desarrollar la democracia como un sistema que defiende y promueve la libertad de todos. 3. La unidad. En todo ser humano hay una dimensión asociativa por la necesidad de ayuda mutua. A ella se opone otra fuerza necesaria que lleva a que cada uno se afirme a sí mismo. En este movimiento se inscribe la creación y el funcionamiento de una nación. Conscientes de esta realidad, es preciso integrar la riqueza de nuestras diferencias en función del proyecto común. Destruir la unidad es un suicidio. 4. La honestidad. Es el resultado de los tres valores anteriores realizados en cada persona. Ser honesto es hacerse auténtico, es no dejarse esclavizar ni siquiera por las propias pasiones, es estar unificado por la rectitud de intención. La ausencia de este valor es el origen de la corrupción en las ideas, en los proyectos sociales y en la administración de los recursos. 5. La responsabilidad. Es la posibilidad que tenemos de responder positiva y creativamente a una llamada o a una misión personal o comunitaria. Es la forma de realizar nuestra vida y de aportar al bien de todos. Contra la responsabilidad están el egoísmo, la indiferencia y el mal proceder que nos aíslan o nos llevan a destruir el proyecto común. Es imposible una nación en paz si hay irresponsabilidad, indolencia o mal espíritu en sus ciudadanos. 6. La esperanza. El que siembra, el que construye, el que se proyecta hacia el futuro tiene que hacerlo en esperanza; es decir, en la confianza de conseguir los mejores resultados y de lograr las máximas metas. Sin esperanza no se hace nada; no se puede vivir. La esperanza no es dejar que lleguen por sí mismos los mejores resultados, sino realizar todo lo que nos corresponde con pasión y confiarlo todo a la sabiduría y a la bondad de Dios. + Ricardo Tobón Restrepo Arzobispo de Medellín

Lun 4 Jul 2016

Con humildad saborearemos la paz

Por Monseñor Froilan Casas - En Colombia y en el mundo siempre hemos hablado de paz. Recientemente salió una información afirmando que solo diez países del planeta viven en paz, a saber: Islandia, Nueva Zelandia, Austria, Suiza, Irlanda, Dinamarca, Eslovenia, Suecia, Noruega y Finlandia. Un poco más adelante están dos latinoamericanos, a saber: Chile y Uruguay. Hay varias razones para llegar a ese estado hermoso de la paz: una alta educación, índice mínimo de desempleo; como consecuencia de la educación, alta cultura ciudadana. Un factor muy importante, mínima corrupción. Infortunadamente Colombia está entre los países más corruptos del mundo. ¡Qué horror! Afirmo sin vacilación, el mayor enemigo de la paz es la deshonestidad en el manejo de la cosa pública y por qué no decirlo, también en el sector privado. La paz es un proceso permanente, la paz no viene solo por la firma de un acuerdo; éste paso es importante, pero no es el único. El discurso sobre la paz debe ofrecerse sin violencia, sin descalificar a nadie; la agresividad es contraria a la paz. La paz implica aceptar el disenso, obviamente un disenso respetuoso. Una democracia madura es la que sabe aceptar los resultados. Los ciudadanos deben ser críticos en la toma de opciones y por ende, deben buscar siempre el bien común. Por favor, dejemos de estigmatizar con calificativos grotescos las opiniones contrarias; ese no es el camino expedito para la paz. El libro santo nos habla con frecuencia de la paz. La paz ha sido un anhelo constante de la humanidad y a ello no está ajeno el autor sagrado. El hombre es un ser paradoxal, quiere la paz y a la par hace la guerra. Israel y Palestina llevan centurias hablando de paz y la paz sigue siendo muy esquiva. Mientras no desarmemos los corazones, no habrá paz. La paz consiste en la capacidad de aceptar un sano pluralismo en la sociedad en que vivimos. La paz consiste en la posibilidad de convivir con las diferencias, respetándonos mutuamente. Es más, las diferencias enriquecen. Unos mínimos valores universales nos permitirán no devorarnos mutuamente. En la guerra, todos perdemos. Queremos una paz en la que no haya vencedores ni vencidos. Una paz triunfalista no es el verdadero sendero de la paz. Lo que se celebra con arrogancia se pagará con vergüenza. Partamos de un hecho: todos los colombianos queremos la paz, pueda que las lecturas de los hechos sean distintas; pero en lo que todos debemos estar comprometidos es en ser constructores de paz. Sigamos el discurso bíblico. La paz que añora el Israel de los profetas, es la paz que está precedida de la justicia. Por ello, la justicia y la paz se besan; más aún, si quieres la paz, trabaja por la justicia. Mientras haya hambre en el país, no habrá paz; mientras no se manejen con honestidad los bienes del Estado, no habrá paz. Un Estado es terrorista cuando sus funcionarios no atienden y no responden con eficacia la demanda de los ciudadanos. Unas obras inconclusas e improvisadas son generadoras de violencia; el despilfarro con los bienes públicos es fuente de violencia. Políticas sociales de mero asistencialismo no desarrolla los pueblos. + Froilán Casas Obispo de Neiva.