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Dom 29 Nov 2020

ADVIENTO - Tiempo de espera y de esperanza, de nuevas actitudes y nuevos horizontes

Por: Mons. Ovidio Giraldo Velásquez - Este domingo 29 de noviembre de 2020 la Iglesia inicia un nuevo año litúrgico con el tiempo llamado del Adviento, adventus Redemtoris, el tiempo de la inminente venida del Redentor; realidad que los fieles abordamos desde la liturgia, la oración, la palabra y la moral. Lo más notorio y mencionado en este tiempo es la actividad litúrgica con su riqueza simbólica y celebrativa como el color morado, las variaciones en el canto, la corona de Adviento, el pesebre, el rezo de la Novena de Navidad y los decorados. Pero, para este tiempo la Iglesia hace también una clara convocatoria desde la Palabra, la vida espiritual y el comportamiento. En la Palabra que se proclama y enseña se percibe todo un contenido dirigido a avivar la esperanza en las promesas de Dios y especialmente la expectativa en la llegada del Mesías prometido en el Antiguo Testamento y en el impacto de los bienes que él trae consigo. Indudablemente, las lecturas bíblicas y las enseñanzas del Magisterio que se proponen en estos días están cargadas de buenas noticias y encantadoras premoniciones, muy significativas para el que tenga cierta familiaridad con la historia bíblica y con el acontecer eclesial. Dios los mantendrá firmes hasta el final para que no tengan de qué acusarlos en el momento decisivo, y Dios que es fiel los ha destinado a vivir en comunión con su Hijo Jesucristo, recuerda el apóstol San Pablo hablando a los corintios en un saludo epistolar. El recogimiento espiritual es el camino más adecuado propuesto para el Adviento. El color morado es en sí una indicación de la actitud interior y exterior del pueblo creyente para este tiempo. Ha de ser un tiempo para el retiro, la austeridad, la intensificación de la oración, la penitencia y la caridad; incluso, lo más recomendable es que para estos días se promuevan retiros espirituales, jornadas y vigilias de oración. Indudablemente se ha de hacer un corte, un cambio de ritmo, un distanciamiento del agetreo del mundo, una alteración en nuestra cotidianidad; así como cuando nos hablan de la llegada a casa de una visita importante o de la realización de un evento de gran magnitud en nuestra comunidad, y mucho más. También en la actitud y las actitudes se ha de marcar este especial momento en el caminar de la Iglesia. La actitud es la de la activa expectación, es decir, de atención, de concentrada disposición para esto que viene, y que ya está por llegar. Es un tiempo para la no dispersión, la disciplina de la fe y la preparación para nuevos aconteceres. Las actitudes han de ser acordes con esta experiencia expectante: vigilancia, estudio, escucha, afinamiento del oído y del corazón, meditación. Finalmente, es un tiempo de un hondo contenido ético y de marcados compromisos morales. Que lo torcido se enderece, que se allanen los senderos escabrosos, esteremos escuchando en una de las lecturas de este tiempo, porque va a revelarse la gloria del Señor y todos los mortales han de verla. Por lo mismo, la Iglesia en este tiempo insiste en la revisión de vida, en el acercamiento al Sacramento de la Reconciliación, a los ajustes en los proyectos de vida personales y comunitarios y en los Planes de Pastoral. Adviento es un tiempo propicio para que germine algo nuevo, para que se ensanchen los espacios para el cielo nuevo y la tierra nueva anunciados en el Apocalipsis. Es un tiempo de revisión, de ajustes, de enderezamientos, de nuevos comienzos bajos los aires frescos y las frescas y abundantes aguas que porta el Mesías que está por llegar. En este sentido, nos podemos acoger a las palabras de Jesús a sus discípulos en el relato del Evangelio del primer domingo: que todo esto no les llegue de repente y los encuentre dormido; lo que les digo a ustedes, lo digo a todos: permanezcan en vela. Será cada creyente quien ponga los canales de recepción del cúmulo de bienes y de gratas y nuevas cosas que nos llegan con la venida de Jesucristo. Por lo mismo, es importante que cada uno y cada familia y cada comunidad hagan lectura desde su vida de las expectativas que serán colmadas con la Navidad del Hijo de Dios. Pero, para ello, hay que afinar el oído, agudizar la vista, disponer el corazón, fijar la atención, serenar la afectividad. Distanciamiento, retiro, desierto, son elementos propios y propicios. Tal vez, la forzada disciplina del confinamiento vivida este año nos favorezca la fructuosa vivencia de este momento. De cierta manera, la pandemia ha sido también un tiempo de adviento que se prolonga. La mirada de la fe nos da para mucho; aprovechemos este tiempo litúrgico de la Iglesia para sacar muchas enseñanzas y frutos de lo que ha sido este año marcado por los devastadores (pero también purificadores y restauradores) efectos de una impensada pandemia. + Ovidio Giraldo Velásquez Obispo de Barrancabermeja