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Asamblea 101

Lun 25 Jul 2016

El resultado de la Asamblea 101

Por Monseñor Juan Carlos Cárdenas Toro - Hace apenas una semana concluyó la CI Asamblea Plenaria del Episcopado Colombiano. Al terminar las sesiones, con el título “Artesanos de la paz”, los obispos colombianos presentamos a los católicos, también a hombres y mujeres de buena voluntad un comunicado relacionado con la realidad de nuestra nación. Considero que es muy importante definir qué dice y qué no dice el episcopado colombiano en su comunicado. Lo que el comunicado no dice El contenido del documento eclesial desmarca la posición cristiana sobre la paz, de cualquier lectura que vaya en la línea de las posturas que tienen polarizado al país. Por esta razón es necesario evitar leer el mensaje de los obispos colombianos desde orillas polarizadas sobre este tema. Lamentablemente hablar de paz hoy se volvió antipático para muchos, pues inmediatamente se remite al manejo mediático, ideológico y político que se ha dado al tema. Desde el pensamiento cristiano, la paz no es capital de unos pocos, sino que ha de ser un compromiso de todos. No puede ser que ver con esperanza un país reconciliado y en paz, automáticamente sea ocasión para ubicar a alguien en un lado ideológico o político. Que la Iglesia vea con esperanza cualquier avance en favor de un país que se adentre por senderos de paz, no nos hace ingenuos ante los riesgos y las medidas que deben tomarse para erradicar los problemas estructurales que han alimentado históricamente los conflictos de nuestra nación. Para todos es claro, lo es para los Obispos, que la negociación que adelantan el gobierno y las FARC en La Habana no son toda la paz para el país, pues alcanzar una convivencia pacífica y un proyecto de nación en esa línea requiere verdaderas decisiones profundas para atacar los problemas estructurales históricos que han originado y alimentando los conflictos. Durante la Asamblea se sentía cómo afuera nuestros feligreses esperaban una palabra de sus pastores acerca del panorama y las opciones que deben tomarse delante de un eventual acuerdo final entre el gobierno y las FARC y el mecanismo de refrendación popular por el cual se opte para que el pueblo se exprese sobre esto. Al invitar al pueblo colombiano “a participar en la consulta sobre los Acuerdos de La Habana, de manera responsable, con un voto informado y a conciencia, que exprese libremente su opinión”, el episcopado no está “bendiciendo” anticipadamente unos eventuales acuerdos; tampoco está tomando posición por un “sí” o un “no”. Simplemente, y fiel a una convicción de que la actuación coherente de los demócratas es la expresión en las urnas, se invita a participar, pero a hacerlo con plena libertad, responsabilidad y consciencia. Lo que del comunicado sí dice En el comunicado, el episcopado colombiano sí dice claramente que su compromiso con el país es buscar una nación reconciliada y en paz, al tiempo que recuerda que en esta tarea la Iglesia ha estado involucrada siempre, facilitando espacios que favorezcan el emprendimiento de salidas negociadas y pacíficas a los conflictos que históricamente ha vivido Colombia. El documento también afirma sin ambages que “esta hora de la historia colombiana conlleva serios desafíos, que es necesario asumir con valentía, responsabilidad y compromiso de todos, si queremos que la semilla de la paz encuentre buen terreno y produzca fruto”. El episcopado no desconoce los grandes retos que tiene nuestro país; de hecho, identifica las que considera raíces principales de las violencias en nuestra patria: alejamiento de Dios, crisis de humanidad, desintegración de la familia, pérdida de valores y relativismo ético, vacíos del sistema educativo, ausencia del Estado o debilidad institucional, inequidad social y corrupción. Incluso, en los números 3.1 al 3.8 del mensaje, los Obispos asumen lo que a la Iglesia le corresponda para ayudar en la erradicación de estas raíces. Sobre las mencionadas raíces, los Obispos de Colombia piden un gran pacto nacional para erradicarlas y generar las condiciones que hagan posible construir una patria que finalmente pueda ofrecer oportunidades a todos, donde el desarrollo comience por poner en el centro la dignidad inviolable de la persona humana en todas sus etapas y en sus más diversas condiciones: culturales, étnicas, económicas, ideológicas y religiosas. Haciendo eco a las enseñanzas del Papa Francisco, el comunicado proclama el compromiso del episcopado en el trabajo por una “paz social integral” y cita textualmente al Romano Pontífice en la Exhortación Apostólica Evangelii gaudium (n. 219): “La paz social no puede entenderse como un irenismo o como una mera ausencia de violencia lograda por la imposición de un sector sobre los otros. También sería una falsa paz aquella que sirva como excusa para justificar una organización social que silencia o tranquilice a los más pobres, de manera que aquellos que gozan de los mayores beneficios puedan sostener su estilo de vida sin sobresaltos mientras los demás sobreviven como pueden”. Un sentimiento muy personal El revuelo que genera todo lo que se refiere al tema de la paz, desde todas las orillas, pero particularmente el lenguaje exaltado y podría decir que hasta agresivo y venenoso, me llena de temor al pensar en el futuro de una Colombia que pueda finalmente encontrar la ruta que la conduzca por el camino de la convivencia pacífica. Alguna vez escuché a alguien decir que lo primero que necesitábamos hacer los colombianos era “desarmar la palabra”, pero yo diría que lo primero es “desarmar el corazón”. El reto de una nación reconciliada pasa por el gigantesco desafío de que cada colombiano asuma su propia misión de “desarmar su espíritu” y creer que es posible comenzar de nuevo. Soy un irremediable convencido de que el diálogo es el camino, de que los argumentos racionales y razonables, ofrecidos en el marco del respeto, deben ser la mejor manera para debatir las ideas y superar las diferencias en la búsqueda de consensos y entendimientos. Pero mientras cualquier discusión se base en la descalificación del otro, en la agresión personal, y hasta en la mentira o exposición de argumentos falaces, el camino por recorrer será bastante largo y tortuoso. No obstante lo anterior, sigo creyendo que es posible y que el mejor aporte que le podemos hacer a Colombia es no rendirnos por buscar un mejor país. + Juan Carlos Cárdenas Toro. Obispo Auxiliar de Cali