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Cuarto Domingo de Cuaresma

Mar 1 Mar 2016

El Evangelio nos transforma

La Palabra que vamos a escuchar nos presenta el dinamismo de la alegría de sentir y de saber que “el Evangelio de la Misericordia divina en Jesucristo es lo mejor que se nos puede decir y lo mejor que podemos escuchar y, al mismo tiempo, lo más bello que puede existir, porque es capaz de transformarnos a nosotros y a nuestro mundo a través de la gloria de Dios en su graciosa misericordia”. Escuchemos con fe y esperanza. Lecturas [icon class='fa fa-play' link='']Primera lectura: Josué 5,9a.10-12[/icon] [icon class='fa fa-play' link='']Salmo de respuesta: 34(33),2-3.4-5.6-7 (R. cf. 9a)[/icon] [icon class='fa fa-play' link='']Segunda lectura: 2Corintios 5,17-21[/icon] [icon class='fa fa-play' link='']Evangelio: Lucas 15,1-3.11-32[/icon] [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO BÍBLICO[/icon] En el año jubilar de la Misericordia hagamos una lectura orante de la Liturgia de la Palabra en el dinamismo de la alegría de sentir y de saber que “el Evangelio de la Misericordia divina en Jesucristo es lo mejor que se nos puede decir y lo mejor que podemos escuchar y, al mismo tiempo, lo más bello que puede existir, porque es capaz de transformarnos a nosotros y a nuestro mundo a través de la gloria de Dios en su graciosa misericordia”. Esta es la clave de meditación de la Palabra en este Domingo Laetare, día de la alegría por la proximidad de la Pascua. Primera lectura: Josué 5,9a.10-12 El libro de Josué narra la ocupación de la tierra prometida por el pueblo de Israel. Entrar en la tierra significa haber recibido liberación, haber sido reconocido, poder abrirse a una nueva experiencia libre de la esclavitud y alejados del desierto de la injusticia, y experimentar la alegría de saber que Dios no había abandonado a su pueblo elegido y que la Pascua en Egipto que constituyó al pueblo en peregrino del desierto hacia la libertad, llegaba a su final con la celebración de la Pascua en Gilgal que es celebrar la alegría de la llegada. «Hoy he quitado de vosotros el oprobio de Egipto» El término «Gilgal», que significa «rueda» o «círculo», podría ser un juego con el término «quitado de encima» (cf. Salmos 119:22). Ha habido un poco de discusión en cuanto a qué se refiere aquí: (1) algunos lo ven como que se refiere a la esclavitud en Egipto (cf. Génesis 15:12-21); y (2) otros dicen que se refiere a burlas de los enemigos de Israel, de que YHWH los había liberado de Egipto solo para destruirlos en el desierto (cf. Éxodo 32:12; Números 14:13-16; Deuteronomio 9:28). Más allá de las conjeturas exegéticas, lo que expresa el texto es que el pueblo salió de una realidad de injusticia, de decadencia moral, de conflicto y empezó una vida estable, apacible, comiendo los frutos de una tierra bendecida y que el pueblo empieza a saborear. Para un Israelita, la posesión de la tierra prometida a los padres era el compendio de todos los bienes, de igual manera es para el cristiano signo de alegría saber que Dios cumple su promesa y que en la cercanía de la Pascua podemos iniciar una vida nueva, donde se debe romper con el pasado de conflictos y violencias y apostarle a una sociedad justa, fraterna, reconciliada, capaz de vivir en paz. Salmo 34 Las palabras de este salmo son una réplica del gozo y la alegría que siente el pueblo de Israel y cada persona que lo proclama, cuando contempla la obra de Dios en su vida. Expresiones de júbilo, de gratitud y de alabanza que tienen la fuerza de la constancia, una actitud orante que debe permanecer en medio del pueblo como permanece la obra de Dios en medio de sus realidades. El salmista se alegra en la certeza de saber que clamó al Señor y fue escuchado, lo buscó y lo encontró y esta vivencia hace germinar en el corazón del pueblo los sentimientos de la alabanza y de la bendición de Dios. La oración de alabanza convoca a toda la comunidad, a los marginados, a los pobres, a los que se han alejado, a quienes han obrado mal, a volver su mirada a un Dios que siempre nos mira con misericordia, porque “la misericordia divina constituye el núcleo y la suma de la manifestación de Dios”. El salmo es una renovación de la Alianza. Dios está comprometido con su pueblo y lo escucha y viene en su ayuda (Ex 3,14). Nuestras comunidades viven situaciones de miedo, pánico, angustia, las sombras del mal se hacen sentir con la fuerza del desplazamiento, de las armas, de la explotación, de la corrupción; nuestra gente no está exenta de las pruebas de la vida, pero sabemos que hay un Dios omnipotente, justo y misericordioso que nos acoge, nos enseña el camino del perdón, la reconciliación y la paz: “contémplenlo y quedarán radiantes”. Segunda Lectura: 2 Corintios 5,17-21 El apóstol Pablo al predicar la opción por la persona de Jesucristo resalta que un fruto de esa opción es ser una nueva criatura y que esto deriva de la vinculación con el Señor resucitado. Lo realmente decisivo y transformador es compartir la nueva vida de Jesús después de haber compartido su muerte y de haber hecho morir al hombre viejo, es decir al hombre esclavo del pecado y enemigo de Dios. Esa transformación en nueva criatura es posible porque todo ha sido reconciliado con Dios por medio de Cristo. El trasfondo de la apremiante llamada a la reconciliación que hace Pablo es que él percibe un distanciamiento de la comunidad de Corinto y siente la necesidad de reconciliarse; sin embargo él sabe que solo será posible la reconciliación con la comunidad si los Corintios se reconcilian con Dios. Este llamado a reconciliarnos es válido para el pueblo colombiano, la reconciliación es la creación de un nuevo ser humano. El apóstol nos enseña que la iniciativa de la reconciliación le pertenece a Dios y que el origen de esa nueva creación es el Misterio Pascual de Cristo que transformó las relaciones entre Dios y la humanidad y que la fuerza de esa gracia de reconciliación fue confiada por Cristo a su Iglesia. Encarnar el ministerio de la reconciliación es propio de la misión de la Iglesia que sana y cura. “Es verdad: ¡cuántos heridos hay! ¡Cuánta gente necesita que sus heridas sean curadas! Ésta es la misión de la Iglesia: curar las heridas del corazón, abrir puertas, liberar, decir que Dios es bueno, que Dios perdona todo, que Dios es Padre, que Dios es tierno, que Dios nos espera siempre”. (Papa Francisco 2 de mayo de 2015). En consecuencia: • La reconciliación es central a la vocación cristiana y es fundamental en la misión de la Iglesia en el mundo. • El ministerio de reconciliación con Dios, y de unos con otros, no conoce fronteras. • En la cruz todas las palabras y acciones se revelan como expresión de la reconciliación final llevada a cabo por el Señor crucificado y resucitado, que hace nueva la obra de la creación cuando todas las relaciones sean justas en Dios. (2 Cor 5,16-20; Ef 2,16) • ¡Sanar los corazones afligidos y vendar sus heridas! (cfr. Salmo 147), será el aporte insustituible de la Iglesia católica a la paz en Colombia. • La Iglesia está llamada a ser solidaria con aquellos que sufren, con esto contribuimos a restablecer las relaciones que han sido rotas. El perdón nos lleva al corazón de la reconciliación que Dios quiere de nosotros. (Cf. Artesanos del perdón, la Reconciliación y la paz, 16-17). Evangelio: Lucas 15,1-3.11-32 El centro del evangelio de Jesús, -afirma el cardenal Kasper-, lo ocupa el mensaje de Dios como Padre. El evangelista Lucas tiene como columna vertebral la misericordia divina (6,36), para el evangelista pintor del icono de la madre del Hijo de Dios, la misericordia es la perfección de la esencia divina. Dios es fuente inagotable de perdón, da su gracia con una medida generosa. Hoy esa misericordia se hace parábola y revela la grandeza del Padre misericordioso que acoge y devuelve la dignidad perdida al hijo que se había alejado de su gracia y que hace el camino de la conversión para sentir el gozo y la alegría de habitar en la casa del Padre. Entre los múltiples aspectos de la parábola sugerimos resaltar en la meditación dos elementos: 1. El camino de conversión del hijo pródigo que ha de ser nuestro camino 2. La actitud del Padre que restituye la dignidad perdida con acciones concretas 1. El camino de conversión que emprende el hijo menor surge de la experiencia que cuanto más se aleja del Padre, tanto más pierde su identidad que lo lleva a una degradación total. El malgastar sus bienes y sentir que le niegan hasta las algarrobas con la que alimentaban los cerdos refleja que se encuentra en tierra extranjera y cuidar cerdos es el nivel más bajo de humillación. Esta situación lo lleva a entrar en si mismo y emprende el camino de regreso que es camino de conversión y que lo presenta el relato en cinco momentos: a) El hijo que se aleja (vv.11-13) b) La escases en la lejanía (vv.14-16) c) La toma de conciencia de la situación y la decisión de volver (vv.17-20a) d) El encuentro con el Padre (vv. 20-21) e) La celebración de la vida del hijo que regresa arrepentido (vv.15,22-24) El énfasis de la parábola está en la misericordia del Padre que desborda toda la medida esperada. “No se orienta a la justa distribución de bienes materiales, sino a la dignidad filial porque ese es el criterio de su amor”. Aquí reposa el misterio de la reconciliación en su clave pascual. El Padre ama a su hijo perdido y “siente compasión” y por eso es posible correr al encuentro del hijo, echarse a su cuello y reintegrarlo en la dignidad perdida. Enseñaba san Juan Pablo II “la fidelidad del Padre a sí mismo está totalmente centrada en la humanidad de su hijo perdido, en su dignidad” (DV 6). Volver a Dios es reencontrarse con su identidad, con la verdad, la justicia y la paz. En el relato evangélico Jesús nos desvela que la realidad del hijo pródigo es nuestra propia historia y que debemos emprender el camino de la conversión-reconciliación con la certeza que Dios sale a nuestro encuentro y nos devuelve la imagen y semejanza perdida por causa del pecado. 2. La actitud del Padre que restituye la dignidad perdida con acciones concretas La actitud del Padre se resume en “La Misericordia es la fuerza que todo vence, que llena el corazón de amor y que consuela con el perdón” (MV 9). El P. Fidel Oñoro, presenta el comportamiento del Padre misericordioso en actitudes concretas que devuelven la dignidad de hijo a quien regresa arrepentido y lo transforma en testigo de la misericordia: a) El padre que corre al encuentro de su hijo primero “lo abraza” (v.20b): el padre se humilla más que el mismo hijo. No espera sus explicaciones. No le pide purificación previa al que viene con el mal aspecto de la vida disoluta, contaminado en el contacto con paganos y rebajado al máximo en la impureza (legal y física) de los cerdos; el padre rompe las barreras. No hay toma de distancia sino inmensa cercanía con este que está “sucio”, para él es simplemente su hijo. b) Lo “besa” (v.20: “efusivamente”). El beso es la expresión del perdón paterno (como el beso de perdón de David a su hijo Absalón en 2 Samuel 14,33). Nótese que el perdón se ofrece antes de la confesión de arrepentimiento del hijo (v.21). c) Le manda poner “el mejor vestido”. El Padre le restituye su dignidad de hijo y le confirma sus antiguos privilegios. El vestido viejo, su pasado, queda atrás. d) Le manda poner “el anillo” (v.22b). Este anillo es un simple aderezo estético; puesto que en la antigüedad el anillo formaba parte de las insignias reales (ver 1a Macabeos 6,14) y con él se sellaban las grandes transacciones, se trata de un gesto inaudito para con un hijo derrochador de plata (v.13). ¡Qué confianza la que este Padre tiene en la conversión de su hijo!. e) Le manda poner “sandalias” (v.22): este era un privilegio de los hombres libres, incluso en una casa sólo las llevaba el dueño, no los huéspedes. Este gesto es una delicada negativa al hijo que iba a pedir ser tratado como jornalero. f) Hace sacrificar el “novillo cebado” (v.23), el animal que se alimentaba con más cuidado y se reservaba para alguna celebración importante en la casa. g) Convoca una “fiesta” (v.23) con todas las de la ley: la mejor comida, música y danza. La fiesta parece desproporcionada, pero el Padre expone el motivo: el gran valor de la vida del hijo. “La alegría de Dios es perdonar…la misericordia es la verdadera fuerza que puede salvar al hombre y al mundo del “cáncer” que es el pecado, el mal moral, el mal espiritual. Sólo el amor llena los vacíos, las vorágines negativas que el mal abre en el corazón y en la historia. Sólo el amor puede hacer esto, y esta es la alegría de Dios…” (Papa Francisco). [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO SITUACIONAL[/icon] La historia del país ha estado atravesada por distintas formas de violencia, vinculadas en una porción significativa a la confrontación entre grupos armados por el control territorial y poblacional. Sin embargo, en la mayoría de los casos, la violencia muestra otro rostro menos mediático, pero igual de preocupante: el mapa de la violencia general abarca distintos escenarios que se mueven entre la violencia interpersonal e intrafamiliar, hasta una red con múltiples caras que se entrelazan y retroalimentan. Fenómenos sociales repudiables que rompen la comunión: la corrupción, el narcotráfico, el secuestro, la sombra de desconfianza en la estructura de justicia, en el poder legislativo, la indiferencia frente al sufrimiento de las mayorías, el desplazamiento, el sub empleo que multiplica miseria, la delincuencia organizada, la minería ilegal y la legalizada sin controles para defender la “casa común” que es el medio ambiente, son expresiones del alejamiento de Dios que degrada el tejido social y le rompe sus fundamentos morales y éticos. En la realidad Colombiana se encarna la figura de quien se ha alejado de Dios, de quien ha malgastado los bienes confiados por el Padre, y ha llegado la hora de mirarse y emprender el sendero del perdón, la reconciliación y la paz, único camino capaz de devolver la dignidad perdida a las personas y a la sociedad para que encarnen la alegría que nos trae la actualización de la Pascua. [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO CELEBRATIVO[/icon] Este domingo nos hace, desde la antífona de entrada, una invitación a la alegría. Una alegría que se enmarca en el camino cuaresmal caracterizado por un llamado a la conversión y vale la pena motivar esta “alegría de la salvación” a partir de la propia experiencia de la misericordia del Padre y de la reconciliación. La inminencia de la solemnidad de la Pascua nos permite presentar el sacramento de la reconciliación como una experiencia de gratuidad. Cuando el perdón de los pecados se hace experiencia, el escándalo cede su lugar a la admiración. En el sacramento de la reconciliación, la “alegre noticia” sobre el perdón de los pecados se hace realidad, el pecador es alcanzado por la misericordia de Dios y regenerado en una gracia de multiformes connotaciones. (Cf. CEC 1420-1532; 1846). A partir de la Liturgia de la Palabra debemos exhortar y acompañar a las comunidades para que en el año jubilar de la misericordia el pueblo cristiano reflexione y practique las obras de misericordia corporales y espirituales, Ilumina esta sugerencia celebrativa el numeral 15 de Misericordiae Vultus. No olvidemos que la cuaresma es el tiempo privilegiado en el cual la Iglesia está llamada a mostrar de una manera más evidente el rostro misericordioso del Padre que está impreso en el rostro de Cristo vivo y presente en el misterio de la Eucaristía y la reconciliación. [icon class='fa fa-play' link='']Recomendaciones prácticas[/icon] La parábola del padre misericordioso permite reconocer a Dios como Padre bueno y grande en el perdón que, en el abrazo de su amor, acoge a todos los hijos que regresan a Él con corazón contrito. Idea Fuerza para la predicación: Si el hombre es capaz de Dios, el hombre es capaz de amor. Y si es capaz de amor, es capaz de misericordia. Hoy se sugiere usar ornamento de color rosado, signo del ir dando pasos hacia la fiesta pascual. También, se permite el sonido de los instrumentos musicales y el altar se puede adornar con flores. En este domingo se celebra el segundo escrutinio de preparación para el Bautismo de los catecúmenos que serán admitidos, en la Vigilia Pascual, a los sacramentos de Iniciación Cristiana, usando las oraciones e intercesiones propias, como se encuentran en las pp. 803-804 del Misal Romano.