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Mié 14 Sep 2022

No pueden servir a Dios y al dinero

VIGÉSIMOQUINTO DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO Septiembre 18 de 2022 Primera Lectura: Am 8, 4-7 Salmo: Sal 113(112), 1-2.4-6.7-8 (R. 9, 19a) Segunda Lectura: 1Tm 2, 1-8 Evangelio: Lc 16, 1-13 I. Orientaciones para la Predicación Introducción El Dios altísimo que se abaja para mirar su creación, para levantar lo que está por el suelo, nos ejemplifica para fomentar el bien de todos desinteresadamente, especialmente de los necesitados. En la liturgia de este domingo, la Iglesia acoge el mensaje del Señor, que manifiesta su benevolencia hacia los pobres y rechaza la instrumentalización de estos, ello no implica de ninguna forma el desprecio de quienes han sido constituidos en autoridad, porque Él quiere que todos los hombres se salven. El Directorio Homilético, respecto del mensaje de los textos sagrados correspondientes a este día, propone algunas líneas de meditación, por ejemplo: el llamado al «amor a los pobres», la insistencia en que «nadie puede servir a dos señores [Dios y el dinero]» y la importancia de «orar en favor del otro, no por los propios intereses» (cf, Directorio Homilético, Apéndice I, ciclo C, Vigésimo quinto domingo del Tiempo Ordinario). 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? La lectura de la profecía de Amós (Am 8,4-7) está inserida en el contexto propio de algunos capítulos que transmiten las consecuencias negativas que sobrevendrían al pueblo de Samaria por sus conductas corruptas, si bien siempre con la apertura al anuncio de la restauración que vendrá por el Mesías. Con esta claridad, el Señor advierte, por medio del profeta, que no olvidará jamás la instrumentalización de los necesitados, concretamente en el rechazo de los pobres y en la eliminación de los humildes de la nación (v. 4), en el robo de estos por medio del precio de usura, de la medida fraudulenta de su alimento básico, el grano (v. 5), y del usarlos aprovechando su situación de indigencia (v. 6). El contenido del salmo de respuesta (Sal 112,1-2. 4-6. 7-8) continúa la defensa del pobre en medio del llamado a la alabanza divina por la compasión del Señor (vv. 1-2), que se abaja desde su posición “altísima” para mirar su creación (vv. 4-6); esa concepción tiene una repercusión en el ámbito social, a saber, el rescate de la fama del pobre ante la situación de los más favorecidos, los príncipes de su pueblo (vv. 7-8). La segunda lectura, tomada del capítulo segundo de la Primera carta a Timoteo, propone «que se hagan oraciones por toda la humanidad a Dios, que quiere que todos los hombres se salven»; sin embargo, es cierto que algún contenido del pasaje puede estar ligado, en el contexto litúrgico, a los pasajes anteriores, como el llamado a la unidad en la oración para superar las iras y las divisiones (v. 8) con la mediación de Cristo, que vino a la humanidad para la salvación de todos, evitando el desprecio de los favorecidos, los reyes y de aquellos que han sido constituidos en autoridad, en eminencia (v. 2). El pasaje evangélico de Lucas (Lc 16,1-13) tiene como enseñanza principal, e intencionalmente en afinidad con la primera lectura y el salmo que la sigue, una sentencia del Señor: «no pueden servir a Dios y al dinero» (v. 13). La fidelidad en el uso de las cosas de este mundo, es ampliada por mucho con la fidelidad al Señor, para ello se propone el ejemplo negativo del administrador o mayordomo de los bienes de un hombre rico que, habiendo conocido la noticia de su despido a causa del despilfarro de los haberes del patrón, se dedica a ganarse injustamente el aprecio de los deudores de su amo rebajándoles la deuda (vv. 1-7). Si bien lo anterior es reprochable, porque es una muestra de astucia inmoral («mayordomo malo», v. 8), esta sagacidad debería ser implementada, en cambio, para buscar la fidelidad al Señor (cf. vv. 10-13). 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? La Sagrada Escritura, como sabemos, no da una calificación inmoral al dinero en sí mismo, como tampoco al salario devengado como fruto del trabajo o a las riquezas, que pueden crecer a lo largo de la vida, en cambio rechaza, desde el Antiguo Testamento, el dar el corazón a los bienes, el uso de los mismos para obras de injusticia y el ser faltos de compasión con los más necesitados, por mencionar un poco. Justamente en el día del Señor, memoria de la Resurrección, pensemos como el dinero, en este mundo, puede pretender quitarle el señorío a Dios. El día de la Resurrección de Jesucristo, «los guardias, los soldados, que estaban en el sepulcro para no dejar que vinieran los discípulos y llevarse el cuerpo, le han visto: le han visto vivo y resucitado. Los enemigos le han visto, y después han fingido que no le habían visto. ¿Por qué? Porque fueron pagados. Aquí está el verdadero misterio de lo que Jesús dijo una vez: “Hay dos señores en el mundo, dos, no más: dos. Dios y el dinero. Quien sirve al dinero está contra Dios”. Y aquí está el dinero que hizo cambiar la realidad. Habían visto la maravilla de la resurrección, pero fueron pagados para callar» (FRANCISCO, Audiencia general 31 de marzo de 2021). En el salmo, el orante, eleva a Dios su alabanza porque se fija en la humillación de los marginados para enaltecerlos ante los poderosos del mundo; esto es cuánto ha hecho con su Hijo Jesucristo, con María su Madre y con la multitud de los fieles. Esta actitud divina del abajamiento a la miseria humana, para levantar al necesitado, es una motivación a la caridad efectiva también en el ámbito de la celebración, en la que se comparte la mesa común de la Palabra y de la Eucaristía. El cristiano tiene ante sí, en esta celebración, la evidencia de la injusticia e inequidad existentes en el mundo, la urgencia de la caridad y el rechazo al odio de clases, que es promovido por algunos sectores de la sociedad. De hecho, la instrucción de la Iglesia para la propuesta de las intenciones que debiera contener la oración de los fieles, incluye la oración por los que gobiernan y por la salvación de todos los hombres, por la humanidad (cf. Sacrosanctum Concilium, 53; IGMR 70). 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Esta oración nos puede ayudar a interiorizar lo propuesto por la selección de textos presentados en la liturgia de la Palabra y a suplicar lo que necesitamos para vivir con mayor compromiso la misión: «Oh Padre, que nos llamas a amarte y servirte como único Señor, ten piedad de nuestra condición humana; sálvanos de la codicia de las riquezas y concédenos que, levantando al cielo manos libres y puras, te demos gloria con toda nuestra vida». El señorío único de Dios, pensemos, implica amar y respetar su voluntad respecto de los más necesitados y acatar su advertencia sobre el riesgo de permitir al apego al dinero avanzar sobre el “espacio” que corresponde únicamente a él, el de la adoración. Para contemplar nos pueden servir las imágenes que tenemos por proximidad con la celebración del domingo anterior, del Dios que rescata lo perdido («levanta de la basura al pobre») incluso cuando “tiene más”, porque cada uno es importante para Él: recordemos el gozo que experimenta quien recupera una oveja perdida, aun teniendo cien; el gozo de la mujer que encuentra una moneda (dracma) perdida, aun teniendo diez; y el gozo del padre que recupera a su hijo perdido, aun teniendo otro, porque aquel había partido de la casa paterna y de su tierra a dilapidar la herencia reclamada al padre y esto es perdición. El Señor no está de acuerdo con divisiones e iras entre los que conformamos la humanidad, en cambio nos impulsa a la fraternidad solidaria. La promoción de los marginados y el rechazo a la injusticia, siempre en el amor a cada miembro de la familia humana, es un reflejo del encuentro con Jesucristo en nuestra vida. _______________________ Recomendaciones prácticas: • Día del Migrante II. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa Hemos sido congregados por el Señor, para vivir este encuentro de unidad por excelencia, para tomar parte en la mesa común de los hermanos, para comulgar con el santo alimento de la Palabra y de la Eucaristía; esto nos impulsa a abandonar toda actitud que encubra la desigualdad y la injusticia, a buscar la hermandad en medio de la tentación propuesta por la división. ¡Únicamente en Dios está la salvación para todos! Monición a la Liturgia de la Palabra En la santa Palabra, que ahora será proclamada, Dios manifiesta su voluntad, aquella que nos orienta; acojámosla, pues es verdadera riqueza que nos impulsa a dar gloria al Señor con nuestras vidas, en obras de justicia y caridad. ¡Atentos! Oración Universal o de los Fieles Presidente: Amados hermanos y hermanas, elevemos súplicas y oraciones a Dios, nuestro Salvador, que quiere que todos los hombres se salven y pidamos, por la mediación única de su amado Hijo Jesucristo, que nos asista con su Espíritu para pedir como conviene. R. Señor, socorre a tu pueblo. 1. Por la santa Iglesia, para que venciendo cualquier tentación mundana se dedique a la edificación de tu Reino en las obras del amor y la justicia. Oremos. 2. Por los gobernantes y cuantos han sido constituidos en autoridad, para que sean genuinos administradores del bien común en sus diversas formas y luchen contra la marginación de los menos favorecidos Oremos. 3. Por los que sufren aflicción a causa de enfermedades o pruebas, para que reciban tu consuelo y valentía, respaldados por nuestra cercanía y misericordia. Oremos. 4. Por nuestra comunidad parroquial, para que se nos conceda el llevar adelante la vida sin descuidar las necesidades del prójimo en servicio humilde a sus necesidades. Oremos. 5. Por los migrantes, refugiados y personas desplazadas, para que puedan encontrar comunidades seguras y amorosas, así como la oportunidad de salir adelante. Oremos. Oración conclusiva Dios omnipotente y eterno, Tú que eres el único Señor y quieres ser amado, sobre todo, escucha las oraciones de tu pueblo para que cumplamos plenamente tu voluntad. Por Jesucristo, nuestro Señor. R. Amén.

Sáb 25 Feb 2017

Primero lo primero

Por: Mons. Omar Mejía Giraldo - El domingo anterior el evangelio nos ponía de manifiesto el amor como la máxima virtud cristiana, un amor que si es verdadero y si está inspirado desde Dios debe culminar en el “amor a los enemigos”, amor que se manifiesta fundamentalmente en el perdón. Hoy tenemos otra gran lección, la cual hace explicito el primer mandamiento de la ley de Dios: “Amar a Dios sobre todas las cosas”. Primero lo primero. Dice San Juan: “Dios nos amó primero”. El amor cristiano no consiste en que nosotros amemos a Dios, el amor cristiano es fundamentalmente dejarnos amar de Dios. Todo, absolutamente todo, lo debemos entender desde el amor divino y no meramente desde el amor humano. El amor de Dios es eterno, el amor humano es pasajero. Desde el amor de Dios, desde el amor a sí mismos y desde el amor a los demás, debemos asumir el amor a los bienes materiales (dinero). Nuestra relación con todo lo creado, incluyéndonos a nosotros mismos y a nuestro hermanos, debe brotar de la virtud del amor a Dios no al mundo. Jesús en el evangelio empieza diciendo: “Ustedes no pueden servir a dos patrones…. Ustedes no pueden servir al mismo tiempo a Dios y al dinero”. El evangelio no nos invita a despreciar el mundo, sus bienes , el dinero, no. El evangelio nos está exhortando a realizar una inversión de valores. “Primero lo primero”, primero Dios. Jesús no niega ninguna de las búsquedas, sencillamente las trastoca. Nuestra experiencia nos demuestra que solo se busca lo que consideramos necesario. En definitiva la Palabra de Dios nos dice que debemos poseer una auténtica jerarquía de virtudes y valores…. El evangelio nos convoca a buscar una justicia distinta, la justicia divina, la justicia que Jesús nos vino a proponer; justicia que necesariamente debe pasar por el tamiz del amor que Jesús vino a predicar. En éste orden de ideas es necesario entender que “sólo es libre nel que sirve a Dios”. Sólo es libre quien entiende que los bienes materiales son el medio y no el fin. La fe verdadera lejos de ser un desentenderse de la propia vida y de la vida de los demás, es más bien un modo diverso de asumir la vida, de asumirla y de tomarla a cargo responsablemente delante de Dios. Desde el punto de vista objetivo, la pobreza material no es querida por Dios, no figura en su plan. Representa entonces una contradicción con su voluntad y, por eso mismo un "pecado social" (Puebla 28). Por tanto, hay que erradicarla. La pobreza como virtud evangélica nace del Espíritu, de la confianza en Dios, de la fe en Él. La pobreza desde el Espíritu. Si no es así, la pobreza se rechaza; y si se tiene no se vive, se sufre, nos resiente, nos hace vivir amargados… La fuerzas humanas no bastan para asumir la virtud de la pobreza. Las fuerzas humanas no bastan para oponernos a la fuerte atracción que ejerce sobre nosotros el dinero. Recordemos la Palabra de Dios: “Lo que es imposible humanamente, es posible para Dios” (Mt 19,23-26). Solamente desde Dios es posible asumir la pobreza como virtud y como estilo de vida. Jesús nos exige entrega total y sabe muy bien que el apego esclavizante a la seducción de las riquezas es uno de los mayores obstáculos para el servicio incondicional por el Reino de Dios. La pobreza virtud es la disposición permanente de ofrecerse. La pobreza evangélica, es tener las manos abiertas para ofrecer lo que se es y lo que se tiene. Es ofrecer también las futuras posibilidades. La pobreza es virtud, porque hay entrega, no porque no se posea. Quien comienza el camino de esta virtud, llega a no tener, porque lo ha dado todo. Jesús mismo es quien primero nos da ejemplo de esta virtud: “Nació en un pesebre”. “No tenía donde reclinar la cabeza”. En la cruz entrego su Espíritu: “Padre, en tus manos encomiendo mi Espíritu”. El rico según el evangelio se contrapone al Reino y le es difícil entrar en él (fíjese bien, difícil, no imposible). Rico es el que acapara y acapara porque su confianza está en lo que acapara. El rico “defiende” lo suyo, el pobre ofrece lo suyo. El rico es insaciable en el “poseer”, el pobre es insaciable en el dar. Dar es pobreza, tener es riqueza. En la pobreza como virtud no se habla de cantidades, sino de actitudes. Por eso desde la visión evangélica de la pobreza, hay pordioseros con actitudes de ricos y hay ricos con actitudes de pobreza. Por eso, desde la pobreza virtud, actitudes como saber ser prudentes, ver la oportunidad, el saber repartir, el saber tener y acrecentar, el ser generoso, no despilfarrar y hasta ahorra…, son elementos que bajo el objetivo de “servir mas y mejor”, de tener más para ofrecer más, acrecientan la virtud. El Papa Benedicto XVI decía: “La caridad debe ser organizada”. El principio es claro: “Acrecentar lo que se tiene para servir más”. Lo importante es que el espíritu oferente sea el motor de todo. Si se pierde la visión – objetivo, que es ofrecer, se ha perdido la virtud, así se viva en la más física pobreza. De acuerdo al evangelio: Dar lo que no sirve es un engaño; dar lo que sobra, es obligación; dar de lo necesario, es virtud; darlo todo es santidad. Recordemos: “Sean santos como mi Padre celestial es santo”. La pobreza virtud hace que poseamos cosas, sin que las cosas nos posean a nosotros. A veces pensamos que tenemos, por ejemplo una finca, un carro, un animal… y lo que realmente pasa es que esas cosas tienen un esclavo a su servicio. La pobreza virtud, finalmente termina manifestándose en la sobriedad de vida y en el desprendimiento de los objetos materiales. La pobreza evangélica termina siendo confianza absoluta en la providencia divina, termina siendo fe, esperanza y caridad, termina siendo una lectura constante de los signos de los tiempos a la luz del querer de Dios. Por eso, pobreza es capacidad de dar y recibir. Pobreza es también recibir aún las contrariedades de la vida, con la claridad del objetivo por el cual se trabaja. Ejemplo, la Madre Laura: Cuenta la historia que ella, un día se dispuso a entrar a los diferentes lugares de su pueblo, para pedir una ayuda y así poder socorrer sus indígenas; en una tienda la insultaron y ella les dijo, ya me dieron a mi lo que yo me merezco, ahora, por favor denme una ayuda para mis indios”. Pidamos a Dios que nos conceda lo necesario para vivir dignamente y sin apegos humanos. Un ser humano libre, sin esclavitudes afectivas, no se instala, vive siempre como huésped y sabe que camina como peregrino hacía la patria celestial (somos los peregrinos que vamos hacia el cielo). Un ser humano libre posee y disfruta pero no es poseído, ni adora la riqueza, ni la maldice, usa libremente de ella y la comparte fraternalmente. Para ello es necesario aprender lo que San Ignacio de Loyola llamaba “La santa indiferencia”. + Omar de Jesús Mejía Giraldo Obispo de Florencia

Mié 27 Jul 2016

"Todo pasa, lo único que permanece es el amor"

[icon class='fa fa-youtube fa-2x' link='']Ir a lista de reproducción[/icon] Tweets por el @cardenalruben. !function(d,s,id){var js,fjs=d.getElementsByTagName(s)[0],p=/^http:/.test(d.location)?'http':'https';if(!d.getElementById(id)){js=d.createElement(s);js.id=id;js.src=p+"://platform.twitter.com/widgets.js";fjs.parentNode.insertBefore(js,fjs);}}(document,"script","twitter-wjs");

Vie 6 Nov 2015

'Qué triste es ver sacerdotes y obispos apegados al dinero': Papa Francisco

El santo padre Francisco ha pedido que los obispos y los sacerdotes venzan la tentación de vivir “una doble vida” recordando que la Iglesia está llamada a servir, no a convertirse en un lugar de negocios. Lo ha hecho durante la homilía de la misa celebrada este viernes en Santa Marta. De este modo, el Papa ha reflexionado sobre la figura de Pablo, que aparece en la liturgia del día. El apóstol “se ha donado completamente al servicio, siempre” para terminar en Roma “traicionado por alguno de los suyos” terminando después “condenado”. Por eso, el Santo Padre ha recordado que la grandeza de san Pablo venía de Jesucristo y “él presumía de servir, de ser elegido, de tener la fuerza del Espíritu Santo”. Era un siervo que servía, “administraba, sentando las bases, es decir anunciando a Jesucristo” y “nunca se detenía por tener la ventaja de un lugar, de una autoridad, de ser servido. Él era el ministro, siervo para servir, no para servirse”. A propósito, el Pontífice ha asegurado la alegría que siente y lo que le conmueve cuando sacerdotes que van a la misa de Santa Marta le dicen al saludarle: “he venido aquí para ver a los míos, porque desde hace 40 años soy misionero en el Amazonas”. O una monja que le dice: “trabajo desde hace 30 años en un hospital de África”. O cuando encuentra a una monjita que desde hace 30 o 40 años está en el hospital trabajando con discapacitados siempre sonriente. “Esto se llama servir, esta es la alegría de la Iglesia: ir más allá, siempre; ir más allá a dar la vida. Esto es lo que ha hecho Pablo: servir”, ha explicado el Papa. Por ello, ha recordado también que en el Evangelio el Señor nos hace ver la imagen de otro siervo “que en vez de servir a los otros se sirve de los otros”, indicando que “hemos leído qué ha hecho este siervo, con cuánta astucia se ha movido para permanecer en su puesto”. Así, el Pontífice ha advertido que “también en la Iglesia están estos, que en vez de servir, pensar en los otros, sentar las bases, se sirven de la Iglesia: los escaladores, los apegados al dinero”. Por eso se ha preguntado: “¿cuántos sacerdotes, obispos, hemos visto así? Es triste decirlo ¿no?” De este modo ha subrayado “la radicalidad del Evangelio, de la llamada de Jesucristo: servir, estar al servicio de, no pararse, ir siempre más allá, olvidándose de uno mismo. Y la comodidad del estatus: 'yo he llegado a un estatus y vivo cómodamente sin honestidad, como esos fariseos de los que habla Jesús que paseaban en las plazas, dejándose ver por los otros'”. Para finalizar su homilía el Santo Padre ha propuesto dos imágenes: “dos imágenes de cristianos, dos imágenes de sacerdotes, dos imágenes de monjas”. Francisco ha explicado que Jesús “nos hace ver este modelo en Pablo, esta Iglesia que nunca se detiene” que “siempre va adelante y nos hace ver que ese es el camino”. “Sin embargo, cuando la Iglesia es tibia, cerrada en sí misma, también con negocios muchas veces, esto no se puede decir que sea una Iglesia que ministra, que está al servicio, sino que se sirve de los otros”, ha advertido. Y así, ha concluido pidiendo que “el Señor nos dé la gracia que ha dado a Pablo, ese punto de honor de ir siempre adelante, siempre, renunciando a las propias comodidades muchas veces, y nos salve de las tentaciones, de estas tentaciones que en el fondo son tentaciones de una doble vida: me hago ver como ministro, es decir como el que sirve, pero en el fondo me sirvo de los otros”. Fuente: Radio Vaticana