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editorial diócesis de cúcuta

Lun 20 Sep 2021

Conozcamos a Jesús en la Sagrada Escritura

Por: Mons. José Libardo Garcés Monsalve - Cada año, durante el mes de septiembre se ha hecho un gran esfuerzo por reflexionar sobre la Palabra de Dios, buscando que los fieles tengan un profundo conocimiento de Nuestro Señor Je­sucristo y puedan orientar sus vidas con las enseñanzas contenidas en la Sagrada Escritura, respondiendo con ello a las propuestas que a lo largo de la historia se han hecho para avanzar en el conocimiento de la Palabra de Dios. Aparecida ha reforzado esta tarea cuando afirma: “Encontramos a Jesús en la Sagrada Escritura, leí­da en la Iglesia, la Sagrada Escri­tura, ‘Palabra de Dios escrita por inspiración del Espíritu Santo’, es con la tradición, fuente de vida para la Iglesia y alma de su acción evan­gelizadora. Desconocer la Escritura es desconocer a Jesucristo y renun­ciar a anunciarlo” (DA 247). Se hace necesario seguir profundi­zando en el conocimiento de Jesu­cristo como Verdad suprema que nos conduce por los caminos del bien. La Palabra de Dios es la Verdad sobre la cual podemos fundamen­tar nuestras vidas, con la máxima seguridad, que vamos por el mejor de los caminos. En esa Palabra se habla de Jesucristo como “el Cami­no, la Verdad y la Vida” (Jn 14, 6), y de todo el bien que hace en nosotros cuando la escuchamos atentamente y la ponemos en práctica. El Plan Pastoral de nuestra Dióce­sis de Cúcuta, tiene como prioridad conocer y amar a Jesucristo que es nuestra esperanza, centrando todo el contenido de la reflexión en la Palabra de Dios, con el objetivo de formar a los miembros de las comu­nidades eclesiales misioneras en el conocimiento del Señor Jesús; tal como lo pide Aparecida: “Sentimos la urgencia de desarrollar en nues­tras comunidades un proceso de ini­ciación en la vida cristiana que co­mience por el kerygma, guiado por la Palabra de Dios, que conduzca a un encuentro personal, cada vez mayor, con Jesucristo, perfecto Dios y perfecto hombre, experimentado como plenitud de la humanidad, y que lleve a la conver­sión, al seguimiento en una comunidad eclesial y a una ma­duración de fe en la práctica de los sacra­mentos, el servicio y la misión” (DA 289). Este proceso de con­versión a la luz de la Palabra de Dios, nos prepara para la celebración de la Eucaristía y para el ejercicio de la caridad, que requieren precisamen­te una transformación de la vida en Cristo, como meta de un proceso de conversión que se va fortaleciendo cada día con la escucha de la Palabra y la frecuencia de los sacramentos, sobre todo la Eucaristía, fuente y culmen de la vida cristiana (Cf. LG 11), en donde se sirven el pan de la Palabra y el pan de la Eucaristía; tal como lo enseña el Concilio Vaticano II: “La Iglesia ha venerado siempre la Sagrada Escritura al igual que el mismo Cuerpo del Señor, no dejando de tomar de la mesa y de distribuir a los fieles el pan de vida, tanto de la Palabra de Dios como del Cuerpo de Cristo, sobre todo en la liturgia” (DV 21). La Palabra de Dios y la Eucaristía van sembrando en el creyente las se­millas del Reino de Dios, las cuales le permite llenarse de fervor pastoral, para luego comunicarlo con la vida y las palabras, en un deseo sincero de evangelizar, llevando el mensaje de la salvación a muchas personas. Un deseo evangelizador que brota del conocimiento y el amor por la persona, el mensaje y la Palabra de Nuestro Señor Jesucristo. Así lo en­seña el Papa Francisco cuando afir­ma: “La Palabra de Dios escuchada y celebrada, sobre todo en la Euca­ristía, alimenta y refuerza interior­mente a los cristianos y los vuelve capaces de un auténtico testimonio evangélico en la vida cotidiana. La Palabra proclamada, viva y efi­caz, prepara para la re­cepción del Sacramen­to, y en el Sacramento esa Palabra alcanza su máxima eficacia” (EG 174). Un evangelizador es capaz de ponerse en actitud orante en torno a la Palabra de Dios, bro­tando de allí el deseo de comunicar a Jesús, cumpliendo con el mandato misionero del Señor de ir por todas partes a hacer discípulos del Señor (Cf. Mt 28, 19); comunicando el mensaje a través de la caridad, como fruto maduro de todo el proceso de iniciación cristiana, de recibir la fe como don de Dios y compartirla con los hermanos. Es por esta razón que la Iglesia siempre nos ha llamado a fortalecer la fe, mediante el cono­cimiento y la vivencia de la Sagra­da Escritura. Así lo expresa el Papa Francisco: “El estudio de las Sagra­das Escrituras debe ser una puerta abierta a todos los creyentes. Es fun­damental que la Palabra revelada fecunde radicalmente la catequesis y todos los esfuerzos por transmitir la fe. La evangelización requiere la familiaridad con la Palabra de Dios y esto exige a las diócesis, parro­quias y a todas las agrupaciones ca­tólicas, proponer un estudio serio y perseverante de la Biblia, así como proponer su lectura orante, perso­nal y comunitaria” (EG 175). Un cristiano que profundice en la Sagrada Escritura y se alimente de ella en la oración diaria, tendrá con­tenido para comunicar a los herma­nos, mediante una vida coherente con el Evangelio y con sus palabras que resuenan como anuncio del Reino de Dios, en el corazón de muchos creyentes. Eso constitu­ye una siembra del Reino de Dios, que en el proceso evangelizador de la Iglesia corresponde a la acción misionera y a la catequesis, que pue­de hacer todo creyente que se siente interpelado por la Palabra de Dios y que siente en su corazón el deseo de comunicarla, primero en el ambiente del hogar, y luego en los lugares en los que Dios nos pone, para dar testi­monio de Él, entregando cada día la vida al Señor. Los convoco a poner la vida perso­nal y familiar bajo la guía de la Pa­labra de Dios, que escruta nuestros corazones y nos permite renovar la vida interior; hasta el punto de con­vertir nuestra vida en Cristo, para decir, ya no soy yo quien vivo es Cristo quien vive en mi (Cf. Gal 2, 20), porque realmente es el centro de nuestra existencia y punto de apoyo en nuestras decisiones. Para todos, mi oración y mi bendición. + José Libardo Garcés Monsalve Obispo Diócesis de Málaga Administrador Apostólico de la Diócesis de Cúcuta