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estado laico

Mar 10 Oct 2017

Se revitaliza la pastoral del adulto mayor en Colombia

Del 2 al 5 de octubre en la sede de la Conferencia Episcopal de Colombia (CEC) se realizó el IV Encuentro Nacional de Delegados y/o responsables de Pastoral del Adulto Mayor. En este encuentro, los delegados de esta pastoral recibieron herramientas formativas para fortalecer su acción con esta población y se reflexionó entorno a su organización y el acompañamiento a los ancianos. El padre Rubén Darío García Ramírez, Director del Departamento de Estado Laical, afirmó que el acompañamiento al adulto mayor no sólo debe darse en un escenario de enfermedad, sino desde una visión que les permita vivir una ancianidad feliz. En este marco, destacó que durante el encuentro se reflexionó acerca de la necesidad de tomar conciencia de que todos vamos a llegar a ser ancianos, por ello se debe repensar el estado de la vejez y preparse para esta etapa; se debe acompañar a los cuidadores de los ancianos en clave de Evangelio, es decir verlos como un don de Dios; y compañar a las jurisdicciones, para ello se creó el Consejo Nacional. El encuentro se desarrolló en el marco de articular y planear la acción de esta pastoral 2017-2018.

Jue 22 Jun 2017

¡Qué desconocimiento de la Corte Constitucional!

Escrito por: Mons. Froilán Casas Ortiz - Con la excusa que en concordancia con la Carta del 1991, Colombia es un país aconfesional, se ha venido sacando a la Iglesia de todo estamento del sector público. La presencia de un sacerdote o religioso en las entidades del Estado es un estorbo, para decir lo menos. La Constitución del 91 es laica, creo que eso es sano para la vida democrática de un país moderno. Sin embargo, un Estado laico no es un Estado laicista, éste maltrata y pisotea las creencias de un pueblo, aquél, las respeta. No se trata de establecer teocracias, la experiencia histórica, en el caso de la Iglesia Católica, nos demuestra que hizo tal sistema más mal que bien, -bueno, cada uno es hijo de su propia época cultural-. Todo extremo es vicioso, la virtud está en el medio. Desde que el médico y filósofo inglés John Locke introdujera en el colectivo cultural la frase que se volvió axioma en la cultura hodierna, especialmente en el Occidente del planeta, a saber: “La religión es asunto privado”; se pretende y se ha logrado en buena parte, por el silencio cobarde y vergonzante de los creyentes, que siendo creyente cristiana la mayoría del país, se sienten acorralados por el agresivo agnosticismo y visceral anticlericalismo de un segmento de la población que ahora está, en buena parte en el poder político, sacando de tajo cualquier expresión pública de fe: fuera los crucifijos, fuera cualquier símbolo religioso; tales expresiones son un irrespeto a los no creyentes, el Estado es laico. De modo que un funcionario creyente tiene que guardar sus expresiones de fe en el cuarto de San Alejo, en las sacristías de los templos. Quitarle al hombre sus creencias ha sido la pretensión secular de muchas personas, especialmente gobernantes, a lo largo de la historia: desde la entronización de la “diosa razón” en la catedral de París hasta la lucha contra toda idea religiosa impuesta por algunas décadas por el marxismo histórico, asumido por el comunismo soviético. De todo eso, ¿qué quedó? Que cuando cesa el poder despótico y anticlerical, el pueblo vuelve y en forma muy explícita, a expresar sus creencias en la vida pública. Tanto combatir a Dios en Cuba y buena parte del pueblo, sigue siendo creyente. Negar el aporte de los cristianos católicos a nuestra amada patria, es pretender tapar el sol con las manos. Si usted va a los archivos de instituciones educativas, hospitales, hospicios, asilos de ancianos, orfanatos, se verificará allí que hubo un sacerdote o religiosa en su fundación. ¡Ah, así le paga el diablo a quien bien le sirve! ¡Cuántos caminos y carreteras se construyeron bajo el impulso de algún presbítero! El SENA que fue fundado, entre otros fundadores por sacerdotes católicos, ahora, ¡fuera la Iglesia! Allí sobramos. ¿Quién fundó las Juntas d Acción Comunal? Pues la Iglesia con la feliz idea de monseñor José Joaquín Salcedo al fundar la Acción Popular. Las llamadas Escuelas radiofónicas por la década de los cincuenta y sesenta, ¡cuánto bien le hicieron al país! Con la potente emisora Radio Sutatenza, ¡cuántos colombianos dejaron de ser analfabetas! La ignorancia es atrevida. + Froilán Casas Ortíz Obispo de Neiva

Lun 5 Jun 2017

La fe no se puede relegar al ámbito de lo privado

“Los valores que defiende la Iglesia antes de ser cristianos son humanos. La Iglesia es custodia de los valores y es servidora de la humanidad, en esto fundamenta su participación”, ha afirmado Monseñor Elkin Fernando Álvarez, Secretario General de la Conferencia Episcopal de Colombia (CEC), al referirse al ‘Estado laico’, término usado en distintos niveles como argumento en contra de la participación de las confesiones religiosas en asuntos de la vida social y política. El prelado, en entrevista con el departamento de comunicaciones de la CEC, precisó que “un estado laico no significa que la Iglesia o cualquier expresión religiosa sea relegada al ámbito de lo privado, al contrario la Iglesia, que ha aportado al crecimiento de la sociedad y que está organizada en estructuras visibles, debe tener garantizada su presencia en lo público”. A continuación, compartimos la entrevista completa: ¿Qué nos puede decir frente a la participación de la Iglesia en la vida política y social en un estado que se confiesa laico? Mons. Elkin Alvarez: Es un tema muy actual y que demanda claridad porque en un Estado laico tiene que haber y ser bien entendida la libertad religiosa. Yo creo que, en el contexto internacional y por la enseñanza misma de la Iglesia, se reconoce una legítima autonomía del Estado en cuanto al ordenamiento de la vida social. La laicidad del Estado exige un respeto mutuo a la autonomía de las partes. El Concilio Vaticano II, en su Constitución Pastoral Gaudium et Spes, afirma y respeta la legítima autonomía de las realidades terrenas, reconociendo que las cosas creadas y las sociedades mismas gozan de leyes y valores propios que el hombre ha de descubrir, aplicar y ordenar paulatinamente. Esto no significa negar a la comunidad cristiana, a las confesiones religiosas y a quienes las representan, el derecho legítimo de pronunciarse sobre los problemas morales y/o civiles que interpelan la conciencia de todos los ciudadanos, en particular de los legisladores y de los juristas. ¿La opinión de la Iglesia en estos temas, no es una injerencia en materias que no le competen? Mons. Elkin Alvarez: Hablar de los temas morales como lo hace la Iglesia en el panorama nacional, no es una injerencia indebida, sino una afirmación y defensa de los grandes valores que dan sentido a la vida de la persona y salvaguardan su dignidad. En todo cuanto vengo diciendo estoy citando al Papa Benedicto XVI, quien nos legó un rico Magisterio Eclesial en torno al Estado laico y a la conveniente separación entre la Iglesia y el Estado, pero también dejó bien claro que la participación de las confesiones religiosas se ha de garantizar porque es un aporte a la construcción de nuevas sociedades donde se respetan los valores de unos y otros. Quiero enfatizar este tema porque me parece que hay mucha confusión al respecto. Los valores que defiende la Iglesia antes de ser cristianos son humanos. La Iglesia es custodia de los valores y es servidora de la humanidad, en esto fundamenta su participación. Se recurre, con frecuencia, al argumento simplista de que lo expresado por la Iglesia católica o cualquier otra confesión religiosa se debe rechazar bajo la premisa de que Colombia es un estado laico. Esto no es correcto. ¿Tiene la Iglesia particular interés en algunos temas? Mons. Elkin Alvarez: Hay, en la vida nacional, unos temas que a nosotros, nos tienen que interpelar, unos valores innegociables de la Iglesia, en los cuales la reflexión del Magisterio aporta a la vida de las sociedades; temas como la defensa de la vida, la integridad de la familia, la educación y la libertad religiosa. La Iglesia Católica tiene que seguir viviendo el compromiso a nivel social. ¿Es posible una buena relación de las confesiones religiosas con el estado laico? Mons. Elkin Alvarez: Claro, de hecho es necesaria una buena relación. Es posible una sana laicidad; tenemos que hablar y poner la mira en un proyecto común de país donde todos podamos participar. Un estado laico no significa que la Iglesia o cualquier expresión religiosa sea relegada al ámbito de lo privado, al contrario la Iglesia, que ha aportado al crecimiento de la sociedad y que está organizada en estructuras visibles, debe tener garantizada su presencia en lo público. Una palabra sobre la objeción de conciencia Mons. Elkin Alvarez: Ninguna ley humana puede obligar a actuar en contra de su conciencia, particularmente en temas como la defensa de la vida, el aborto y la eutanasia. Los organismos del Estado deben respetar y garantizar la objeción de conciencia, tanto personal como institucional frente a estos aspectos. La Constitución Política de Colombia es clara al señalar, en su artículo 18 "Se garantiza la libertad de conciencia. Nadie será molestado por razón de sus convicciones o creencias ni compelido a revelarlas ni obligado a actuar contra su conciencia". Yo invitaría a los laicos a participar de manera efectiva en el ordenamiento social de la sociedad desde sus propias convicciones. Los pastores de la Iglesia tenemos una tarea, pero los laicos tienen su función en el ordenamiento del orden temporal, es ahí donde necesitamos personas convencidas de su fe católica, que actúen en la economía, en la política, en los diversos estamentos de la sociedad. Bibliografía: Benedicto XVI. Discurso al 56º Congreso de la Unión de Juristas católicos italianos. 9 de diciembre de 2006.

Mar 2 Mayo 2017

Falacia laicista

Por: Monseñor Pedro Mercado Cepeda: La laicidad del Estado puede ser entendida de múltiples maneras, a veces opuestas e incluso contradictorias. Al referirse al ‘Estado laico’, término bastante común en estos días, es siempre necesario distinguir, cuidadosamente, entre una sana vivencia de la laicidad y el laicismo. Una sana laicidad reconoce la mutua y legítima autonomía del Estado y de la religión, sin negar, no obstante, el papel esencial e insustituible de las religiones en el ámbito público y la colaboración recíproca que ha de existir entre las autoridades civiles y religiosas en la salvaguarda del bien común. El laicismo, por el contrario, como corriente ideológica, considera la religión como “superstición” e intenta limitar su acción y su influencia, juzgándolas a priori como perjudiciales para el hombre y para la sociedad. En su versión contemporánea, más sutil, el laicismo tiende a excluir la religión de la vida pública mediante un forzado confinamiento de la experiencia religiosa al ámbito privado y a la conciencia individual. Se habla, en ese contexto, del “Estado laico” con la intención de “encerrar en las sacristías” la voz de los creyentes e imponer, desde el amplio escenario del poder, una visión unilateral del mundo y de la sociedad. Las falacias de esta praxis son evidentes: democracias que dan la espalda a los valores religiosos de sus pueblos; políticos tecnócratas que se convierten en “maestros” de una moral laica que nadie puede cuestionar y presuntos adalides de la tolerancia que discriminan y ridiculizan a quienes no piensan como ellos. Nada más distante de un Estado social de derecho, auténticamente democrático y plural, que la imposición de la ideología laicista como fundamento de su convivencia política y social, negando a sus ciudadanos, a los creyentes, el espacio que por derecho les corresponde en la esfera de lo público. Precisamente por ello, intentando refutar de antemano cualquier interpretación tendenciosa de la laicidad, la Constitución de 1991 evitó definir a Colombia como un “Estado laico” decantándose –a pesar de las presiones– por un enunciado menos ambiguo, que definió a nuestro país como un Estado de libertad religiosa con igualdad de cultos (cfr. art. 19). "Una sana laicidad reconoce la mutua y legítima autonomía del Estado y de la religión, sin negar, no obstante, el papel esencial e insustituible de las religiones en el ámbito público y la colaboración recíproca que ha de existir entre las autoridades civiles y religiosas en la salvaguarda del bien común." Una visión positiva e incluyente de la religión es la que emerge en el nuevo ordenamiento constitucional que, en 1991, puso los fundamentos de la construcción de una Colombia moderna, abierta y tolerante. Tolerante con todos, abierta para todos, sin discriminación alguna por causa de creencia o religión. Años más tarde, el derecho de libertad religiosa y la igualdad de cultos fueron desarrollados ampliamente en una ley estatutaria, poco conocida pero fundamental en la comprensión de la identidad religiosa de nuestro país, la 133 de 1994. Cito ahora textualmente su artículo 2.º: “Ninguna Iglesia o confesión religiosa es ni será oficial o estatal. Sin embargo, el Estado colombiano no es ateo, agnóstico o indiferente ante los sentimientos religiosos de los colombianos. El Poder Público protegerá a las personas en sus creencias, así como a las iglesias y confesiones religiosas, y facilitará la participación de estas y aquellas en la consecución del bien común”. Palabras claras que no dejan campo a interpretaciones confusas. Mal hacen los defensores del laicismo radical en ampararse en una Constitución, la de 1991, que abiertamente y de manera taxativa negó sus ambiciones. Un capítulo más de la falacia laicista que a los creyentes nos corresponde desenmascarar con mayor contundencia, valentía y coherencia. MONSEÑOR PEDRO MERCADO CEPEDA * Presidente del Tribunal Eclesiástico de Bogotá Tomado de El Tiempo