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gaudete es exsultate

Lun 30 Jul 2018

Cristianos santos y alegres (II)

Por: Mons. Víctor Ochoa Cadavid - Hemos iniciado hace algunos días, en las páginas de La Verdad, una presentación de la Exhortación Apostólica GAUDETE ET EXSULTATE (Alegraos y regocijaos) del Papa Francisco, sobre el llamado a la santidad en el mundo actual. Con orden hemos repasado cómo la santidad es un llamado para todos los miembros de la Iglesia, que sigue a Cristo. La santidad es un camino para todos hacia Jesucristo en la vivencia y experiencia de su Evangelio. Deseo ahora continuar con esta reflexión y repaso de las enseñanzas del Santo Padre Francisco. El Papa Francisco nos llama la atención sobre dos falsas ideas de la santidad que son de gran actualidad. La primera falsificación a la cual se refiere el Obispo de Roma es la del “Gnosticismo” (Donde el conocimiento y el saber algo es fruto de la razón y de los sentimientos), donde nos limitamos a los conceptos, a las ideas, a una concepción de la santidad fundamentada solo en ideas y en estructuras de pensamiento. El Santo Padre nos invita a no olvidar tocar con nuestras manos la “carne sufriente de Cristo” (n. 37). Con esta afirmación plantea el peligro de que la espiritualidad y los principios que surgen del Evangelio, fundamenten solo una doctrina teórica. Esta forma indebida de espiritualidad aparece lejos de la realidad. Es la vía contraria a la oración, la devoción, la piedad que solo pone su fuerza en la doctrina. La segunda falsificación es la del “pelagianismo” (Una doctrina que no corresponde a la de la fe católica, que es una herejía, propuesta por Pelagio, entre los siglos IV y V; donde el pecado original no existe). Entonces, según Pelagio, la gracia de Dios, se alcanza sólo con la voluntad del hombre, confiando sólo en las propias fuerzas (n. 49). Parecería que el hombre es capaz de alcanzar sólo con su voluntad y decisión la santidad. La santidad sería sólo un esfuerzo humano, fruto de la aplicación y del trabajo virtuoso del hombre, sin la participación de Dios. El proceso que lleva a la Santidad pasa por el reconocimiento de los propios límites, la gracia y el don de ella presupone nuestra naturaleza. El Papa Francisco cita una frase que nos puede iluminar y que es tomada del libro del Génesis: “Yo soy Dios Todopoderoso, camina en mi presencia y sé perfecto” (Gen 17, 1). La santidad es una llamada a la perfección, en esta realidad el hombre alcanza la posibilidad de ser lo que Dios quiere (n. 51). El Papa nos recuerda la doctrina del Catecismo de la Iglesia Católica (Catecismo n. 1998): “El don de la gracia sobrepasa las capacidades de la inteligencia y las fuerzas de la voluntad humana” y, que frente a Dios, no hay ningún mérito del hombre. Una frase es bien clara: “Solamente a partir del Don de Dios, libremente acogido y humildemente recibido, podemos cooperar con nuestros esfuerzos para dejarnos transformar más y más” (n. 56). La santidad es asociada a la “pertenencia” a Dios, donde el hombre es propiedad de Dios, para mostrarle, amarle y servirle. Una llamada precisa y clara para cada uno de nosotros donde ponemos lo mejor de nuestras capacidades. La santidad es hacer crecer la vida de la gracia en nosotros y esto esta íntimamente ligado también al crecimiento de la caridad en cada uno de los hijos de la Iglesia. Esta llamada a la santidad es una llamada universal, una llamada que toca a todos y a cada uno de nosotros (no se puede llegar a que el Evangelio sea de unos pocos, de una clase muy selecta de cristianos). La santidad necesita del esfuerzo humano y de la doctrina, pero no es solamente esto, es una experiencia vivida y personal que cada hombre, cada miembro de la Iglesia debe realizar. La experiencia de la santidad es el seguimiento de Cristo, de sus enseñanzas, para toda la comunidad de los Discípulos del Maestro. El Papa Francisco nos invita a mirar el rostro de los hermanos que sufren, de los frágiles, de los indefensos y de los que muestran el dolor. Él nos pide revisarnos para evitar estas dos tentaciones de vida. No todo depende de nuestra voluntad, ni tampoco de un rígido modelo de vida que es sólo doctrina. Compartiendo con ustedes, queridos lectores, estas reflexiones, deseo invitarlos a reconocer que esta llamada es una invitación para todos, la comunidad de fe no puede abandonar a ninguno de los hermanos en la fe. Además, se encuentra una vía especial, la vía del servicio y de la entrega a los demás que suscita en nosotros la caridad de Cristo. Los invito a seguir a Dios, a servirlo, a amarlo y a mirar su presencia en los otros, especialmente los que sufren. + Víctor Ochoa Cadavid Obispo de Cúcuta [icon class='fa fa-download fa-2x'] LEA: Cristianos santos y alegres (I)[/icon]

Jue 12 Jul 2018

Cristianos santos y alegres (I)

Por: Mons. Víctor Manuel Ochoa Cadavid - Deseo con Ustedes, queridos lectores, repasar un precioso regalo que nos ha hecho el Papa FRANCISCO, con la Exhortación Apostólica Gaudete et exsultate (Alegraos y regocijaos) publicada el 19 de marzo 2018. En este texto el Papa afronta el tema de la llamada a la Santidad en el mundo actual. El Santo Padre con un lenguaje muy sencillo y personal quiere mostrarnos la posibilidad de ser santos, como fuente de amor y del seguimiento del evangelio con gran alegría. Parecería un tema para élites teológicas, pero el Pontífice quiere hablarnos al corazón, a todo el pueblo de Dios y deseo llevar a ustedes estos argumentos para el crecimiento en la fe. Su Santidad pone de frente a nuestra reflexión una gran llamada a la santidad, en la expresión de la voluntad de Dios, el Todopoderoso que quiere que seamos santos, nos presenta una sencilla premisa que, para todos nosotros, debe ser de gran aliento. “Él nos quiere santos y no espera que nos conformemos con una existencia mediocre, aguada, licuada” (Cf. n. 1). El Santo Padre desea entrar en los medios de santificación, como llamada que es actual y posible para todos los hijos de la Iglesia. Nos presenta, cómo en el tiempo actual, con todos los riesgos y desafíos, las muchas oportunidades de ser santos (Cf. n. 2), algo que es alcanzable por todos y cada uno de nosotros. La santidad surge de Cristo, que nos manifiesta la voluntad de Dios Este es un “camino” que nos muestra la voluntad de Dios, la santidad es también una “misión”, un proyecto de vida que todos debemos emprender como discípulos de Cristo. Esta forma de vida surge del Evangelio y está vinculada a Él de forma insuperable (cf. n. 19). Esta forma de vida, la santidad, es una actitud que tiene de reflejarse en la vida ordinaria, en cada uno de los gestos y hechos de vida que nos tocan. El Papa FRANCISCO pone el ejemplo de pequeñas acciones que nos permiten experimentar ese camino de santidad: una señora que va al mercado y no acepta hablar allí mal de nadie; la madre que escucha con atención a su hijo, acerca de sus fantasías –con paciencia y afecto- con toda la atención; viviendo pruebas, orando con devoción a la Virgen; viviendo la caridad. Gestos, ofrendas, signos completos de santidad (Cf. n. 16). En la vida diaria, en sus desafíos, en el devenir de la vida diaria, es dónde Dios nos invita a “nuevas conversiones” para que la gracia de Dios se “manifieste mejor en nuestra existencia ‘para que participemos de la santidad (Hb. 12,10)’ “. La Santidad no es una forma de vida para unos pocos que pueden como aislarse del mundo, de las cosas de la vida, o que viven una vida lejana de los problemas de hoy. ¡No!, es una vida cercana, posible, en la cual cada persona, cada uno de nosotros en nuestras vidas experimenta al Señor. Hace una cita del Concilio Vaticano II, “Cada uno por su camino” (Lumen gentium, 11) para que pueda tocar a cada uno de nosotros y nuestra reflexión: la santidad es posible para todos en el camino de la propia historia, de los propios hechos y de la concreta realidad que vive (Cf. n. 11). Este don de la santidad es un don del Espíritu Santo a toda la Iglesia “El Espíritu Santo derrama santidad por todas partes, en el santo pueblo fiel de Dios” (Cf. n. 6). El Pueblo de Dios, cada uno de nosotros, tiene que vivir la santidad, como forma concreta de seguimiento del Señor y de su Evangelio. La comunidad humana está llamada a la santidad, en una dinámica del pueblo. Nos dice el Papa FRANCISCO: “Me gusta ver la santidad en el pueblo de Dios paciente: a los padres que crían con tanto amor a sus hijos, en esos hombres y mujeres que trabajan para llevar el pan a su casa, en los enfermos, en las religiosas ancianas que siguen sonriendo. En esta constancia para seguir adelante día a día, veo la santidad de la Iglesia militante. Esa es muchas veces la santidad de “la puerta de al lado”, de aquellos que viven cerca de nosotros y son un reflejo de la presencia de Dios, o, para usar otra expresión, “la clase media de la santidad” (n. 7). Con estas reflexiones, el Santo Padre quiere que seamos conscientes de esta llamada de Dios, en la posibilidad de caminar respondiendo a Dios. Esta santidad se construye en la propia historia (cf. n. 8). La santidad de los hijos de la Iglesia ayuda y estimula a otros a ser santos, a vivir en este estilo de vida y comportamientos que son signo claro de la opción por Jesús. “La santidad es el rostro más bello de la Iglesia” Es habitual que al entrar en los templos o en nuestra devoción personal tengamos la imagen de los santos. Desde hace algún tiempo, podemos tener fotografías de hombres y mujeres que con su vida siguieron y sirvieron a Dios (En Cúcuta, el Beato Luis Variara, salesiano -llamado el Santo de Cúcuta- que sirvió a los leprosos y murió en Cúcuta el 1 de febrero de 1923 y fue beatificado por San Juan Pablo II el 14 de abril de 2002; el Beato Jesús Emilio Jaramillo Monsalve, Misionero Javeriano de Yarumal, muerto el 2 de octubre 1989 y beatificado por el Papa Francisco el 8 de septiembre 2017). Santos con rostro personal, humano. Esta llamada a la santidad es personal, directa, que exige de nosotros una respuesta y un compromiso concreto. Una respuesta y un compromiso en toda la acción pastoral de la Diócesis de Cúcuta, ella tiene un objetivo concreto, encontrar a Jesucristo, vivir el Evangelio y con nuestros comportamientos alcanzar una forma de vida, la santidad que es la llamada de Cristo. Esta llamada te toca a ti querido lector, toca tu vida, tu respuesta a Cristo. Termino con una profunda reflexión que nos hace el Papa: la santidad está profundamente unida a la humanidad. La santidad no entra en contradicción con la humanidad, la asume y la acoge en toda su profundidad. Con la santidad, la humanidad se hace fecunda (Cf. n. 33). En otro momento seguiremos repasando las enseñanzas del Papa FRANCISCO, sobre la santidad, dejémonos interpelar por esta invitación a la santidad, que no es otra que seguir a Cristo, entrar a la ESCUELA DE JESÚS. + Víctor Manuel Ochoa Cadavid Obispo de Cúcuta