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humanidad

Sáb 10 Oct 2015

Familia, esperanza de la humanidad

Escrito por: Mons. Edgar de Jesús García Gil Ver Cuando el abuelo materno Pedro, siendo muy niño, me llevaba sobre su cabalgadura a la finca del "otro lado" del Rio Cauca o a las tierras buenas de "Guacará", tomábamos de su mano la leche recién ordeñada, me enseñaba a jugar trompo en la mano, y, los domingos, iba con él a la Misa parroquial, de una manera o de otra yo iba grabando en mi alma que la familia era la mejor cuna para vivir en seguridad, para aprender las cosas importantes de la vida y para saber compartir la vida con generosidad. En la otra orilla de mi familia, la abuela paterna Ana Joaquina, envuelta en su pañolón negro, y con su sonrisa maternal, al terminar de rezar a la hora del ángelus, el santo rosario, me decía: Que Dios lo bendiga y lo haga un santo Jesuita. ¡Cómo amaba la abuela a los Jesuitas! Fue ella la que exigió que mi nombre Edgar, pagano para su época, tuviera el "de Jesús" para que realmente fuera cristiano. Y así quede en la partida de bautismo. Estos detalles muestran como la familia es la mejor transmisora de la fe de nuestros pueblos. Juzgar Es cierto que ahora tenemos otros tiempos, otras culturas, otras ideologías. Pero lo perenne de los principios cristianos sobre la familia no pasa, sino que se va contextualizando en lo que ahora llamamos cambio de época. La vocación y la misión de la familia hoy es el tema que ha tratado el Sínodo Ordinario de los obispos en Roma. El papa Francisco al inicio del Sínodo afirmó: "se podría decir que el 'espíritu familiar' es la carta magna de la Iglesia". Además, el mundo necesita una "robusta inyección" de este espíritu puesto que en la sociedad no se le da el debido "peso, reconocimiento y apoyo". Y esta ha sido la diligente tarea que los padres sinodales, los matrimonios y familias, han construido durante tres semanas para poder seguir fortaleciendo la comunidad familiar, como el mejor patrimonio de la humanidad y como la mejor garantía para construir una verdadera civilización del amor. "El sacramento del matrimonio, como unión fiel e indisoluble entre un hombre una mujer llamados a acogerse mutuamente y a acoger la vida, es una gracia grande para la familia humana" I.L. 99 Es importante, lo dijeron los padres sinodales, reconocer las semillas del Verbo, es decir, las bondades de la vida matrimonial en cada continente, en cada cultura, en cada grupo humano y saber descubrir cuatro constantes que garantizan la base para un sacramento. "Cuando la unión alcanza una estabilidad notable mediante un vínculo público, está connotada de afecto profundo, de responsabilidad por la prole, de capacidad de superar las pruebas, puede ser vista como una ocasión de acompañamiento en la evolución hacia el sacramento del matrimonio". Actuar La vocación y la misión de la familia es ser la primera comunión de amor entre los hombres donde se tejen y se aprenden los principales valores de la vida humana como el amor misericordioso que siempre es sacrificado, el perdonar y ser perdonado, el amar y ser amado, el compartir en solidaridad para apagar el egoísmo de la sociedad consumista, el crecer juntos en familia valorando todas las edades (niños, adolescentes, jóvenes, adultos y abuelos) donde cada uno es una riqueza de vida para todos. Estos valores y muchos más consolidan a lo largo de la historia de cada familia una auténtica calidad de vida, de realización personal, que hace de cada persona una verdadera imagen y semejanza de Dios. Es cierto que son muchas las situaciones nuevas que hoy viven las familias del mundo y que la Iglesia, maestra en humanidad, pide atender con solicitud de caridad pastoral, aportando sobre todo un testimonio de inagotable misericordia para que las heridas se sanen y se pueda mostrar con paciencia y prontitud la belleza del matrimonio y de la familia en el designio eterno de Dios. El sínodo de la Familia en Roma ha sido una señal indiscutible de comunión, pero también de sabiduría que ilumina siempre el caminar diario de los hombres, de sus compromisos fundamentales basados en el amor, de su vida de pareja, de matrimonio y de familia que el mundo necesita para seguir adelante con esperanza y con un optimismo no ilusorio sino basado en la realidad propia de cada uno, de cada nación, de cada raza y de cada cultura. + Édgar de Jesús García Gil Obispo de Palmira