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Mons. Ismael Rueda

Lun 8 Ago 2016

Suicidio juvenil

Por: Mons. Ismael Rueda Sierra - En los últimos días, ha sido causa de gran preocupación en los diversos ambientes sociales de Santander y del Área Metropolitana de Bucaramanga, el reporte de las autoridades sanitarias, comentado por un periódico regional, sobre el alto índice de intentos de suicidios que están ocurriendo, especialmente en la población joven. Las estadísticas hablan de un número de 190 casos reportados en el primer semestre, o sea, prácticamente uno diario. Las causales descubiertas tienen que ver con síntomas depresivos (24%) o trastornos afectivos (21%) o debido a problemas legales (11%). El segmento de edad de la mayor ocurrencia de estos dolorosos episodios está entre los 15 y los 29 años. Se presenta un mayor número entre la población femenina (65%). Las mismas estadísticas dan cuenta que en Colombia, en el mismo periodo se han presentado 8.175 casos de intento de suicidio. Conclusión: problema nacional. Estos son los hechos registrados, o pudiéramos decir el fenómeno que aparece en la superficie de lo que puede ser conocido, incluso con números estadísticos. Pero es importante reflexionar todos sobre las causas que pueden estar afectando tan seriamente la salud mental y el equilibrio emocional, especialmente de las poblaciones jóvenes. Los comentarios psiquiátricos dan a entender que mucho tiene que ver con los problemas en la vida de las familias, especialmente aquellos que sobrevienen de la violencia intrafamiliar, de la falta de diálogo y comunicación asertiva que muchas veces no facilitan ni la resolución de conflictos domésticos o de relaciones y que sin duda, revelan el desconocimiento de los problemas puntuales de los miembros de las familias o de las comunidades. Tenemos que decir que en esta hora de la vida del país en la que de tantos modos el tema de la paz se ha convertido en el punto de mayor interés para los colombianos, y de la necesidad de trabajar para conseguirla y sostenerla, estos análisis no puede quedar al margen sino que por el contrario, constituyen preocupación que amerita puntual cuidado. El bienestar integral, la capacidad para superación de frustraciones (resiliencia), el perdón y la reconciliación, así como la alegría de vivir, han deben ser el fruto de muchas acciones educativas y pedagógicas de acompañamiento para los grupos de familias, instituciones educativas, grupos especialmente afectados por el conflicto, personas concretas, comunidades locales etc. Si examinamos el mensaje de la pasada Asamblea Plenaria del Episcopado, sobre el compromiso con la paz, podemos observar que las citadas allí “raíces de las violencias”, tienen mucho que ver con el fenómeno objeto de este comentario pues en ellas anidan también las raíces de tantos desequilibrios emocionales que afectan tan profundamente la alegría de vivir y un auténtico sentido de bienestar. Sólo por recordar, pensemos en lo que significa el alejamiento de Dios, la crisis de humanidad, la desintegración de la familia, la pérdida de valores y el relativismo ético, los vacíos del sistema educativo etc. señalados en el documento en mención. Pastoralmente significa para la Iglesia, atender también a esta sintomatología e intensificar, por decirlo así, en la pastoral familiar, juvenil y educativa especialmente, acciones pertinentes como respuesta evangelizadora y de acompañamiento humano y espiritual. Con mi fraterno saludo. + Ismael Rueda Sierra Arzobispo de Bucaramanga

Mié 25 Mayo 2016

¡…Llegó la hora misionera…!

Por: Mons. Ismael Rueda Sierra - El momento esperado para la realización del XII Congreso Nacional Misionero, del 26 al 29 de mayo ha llegado. Por eso la Iglesia de Bucaramanga se llena de alegría para recibir a todos los Delegados que se reúnen para tan importante discernimiento misionero. Este singular acontecimiento forma parte ya de un largo camino de la Iglesia en Colombia, que busca fijar en el corazón de todo el Pueblo de Dios, el compromiso afirmado y recordado por el Concilio Vaticano II y el posterior Magisterio eclesial, de la imperiosa necesidad de llevar la Buena Nueva de Jesús más allá de las propias fronteras. En esta línea, se ha acordado el tema central del Congreso, tanto más esperanzador y ajustado a los desafíos de una Iglesia que busca “descentrarse”: “La misión ad intra y ad extra en los planes pastorales de las Iglesias Particulares”. Por ello, resulta providencial para nuestra Arquidiócesis, y una gracia especial del Señor, poder discernir sobre la Iglesia que Dios quiere, como esencialmente misionera y avivar la conciencia de trabajar todos los miembros del Pueblo de Dios, las estructuras, los programas y las actividades, en “clave misionera” con la disposición de ir también a otras latitudes y realidades a llevar el Evangelio del Señor. Conjuntamente para las diversas Diócesis y Vicariatos apostólicos del país que estaremos representados en el Congreso misionero, será una gran oportunidad de orar y profundizar sobre una renovada conciencia de esta urgencia misionera. Pasados ya 50 años del Concilio Vaticano II y en el ambiente social y cultural, que hoy es cada vez más globalizado, se hace también más patente la naturaleza misma de la Iglesia como “sacramento universal de salvación” (L.G.) con una tarea, en consecuencia, de ser signo y además, instrumento de unidad en medio de todos los pueblos de la tierra, según la voluntad del mismo Jesús. Este empeño incluye nuevos y variados escenarios, como lo recordara, en su momento, el papa Benedicto XVI, en discurso a Obras Misionales Pontificias: “El campo de la misión ad gentes se ha ampliado notablemente y no se puede definir sólo basándose en consideraciones geográficas o jurídicas. En efecto, los verdaderos destinatarios de la actividad misionera del pueblo de Dios no son sólo los pueblos no cristianos y las tierras lejanas sino también los ámbitos socioculturales y, sobre todo, los corazones” (5 de mayo de 2007). Por otra parte, se está convirtiendo en un modo de hablar, la expresión de “estar en salida”, propuesta por el papa Francisco para invitarnos a tener un alma misionera, con disponibilidad y mucha alegría unida al necesario sacrificio para partir desde nuestras propias comodidades y apegos, egoísmos y conveniencias que, transformados por el impulso del Espíritu nos lleven a proclamar a Jesucristo donde quiera que estemos y vayamos. El término “callejear” el evangelio es otra expresión empleada por el sucesor de Pedro, dirigiéndose a los jóvenes en Río de Janeiro e invitándolos a comprometerse a ser discípulos misioneros para los demás jóvenes, en la Iglesia y en el mundo nuevo que hay que construir. De tal manera que nuestra Arquidiócesis, con el corazón y los brazos abiertos, se dispone a recibir a tantos misioneros y misioneras, para compartir la urgencia de llevar las semillas del Reino, como siembra de esperanza y renovación del pueblo de Dios, al servicio de toda la familia humana. Con mi fraterno saludo. + Ismael Rueda Sierra Arzobispo de Bucaramanga

Lun 7 Mar 2016

La paz

Por: Ismael Rueda Sierra - El Beato Paulo VI, en su memorable Exhortación Apostólica, Evangelii Nuntiandi (1975), sobre la evangelización del mundo contemporáneo, hacía ver que esta tarea significaba para la Iglesia, “llevar la Buena Nueva a todos los ambientes de la humanidad y, con su influjo, transformar desde dentro, renovar a la misma humanidad.” Por tanto no se trata – añade - solamente de llevar el evangelio a zonas geográficas distantes y apartadas o poblaciones más numerosas, “sino de alcanzar y transformar con la fuerza del evangelio los criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los modelos de vida de la humanidad, que están en contraste con la Palabra de Dios y con el designio de salvación” (cf. E.N. 18- 19). En Colombia, una vez más, frente al proceso o procesos de paz que adelanta el gobierno con los grupos armados, con la cooperación de diversas instituciones, suscita dirigir el mayor interés de los ciudadanos y creyentes en general, hacia este valor, a su vez, don y tarea como es el de la paz. Pero es cierto también en la práctica, que esta atención revela la diversidad e incluso divergencias en el modo de concebir la construcción auténtica de la paz y sobre todo en los métodos más idóneos para alcanzarla: todos queremos la paz pero no de la misma manera, se podría concluir. Como Iglesia, en estado de misión permanente, entendemos que la paz, juntamente con el valor de la vida humana, son “punto de interés” determinantes en la evangelización urgida y urgente del país, para ayudar a iluminar y transformar desde dentro y en la raíz una convivencia pacífica, duradera y sostenible de los colombianos. Los acuerdos que a través del diálogo se puedan lograr, contribuyen pero no agotan, indudablemente, la inmensa tarea de construir, como tarea de todos, la paz; sin embargo, nos llevan a examinar, frente a la diversidad de interpretaciones, el sentir evangélico traducido también por el Magisterio y el pensamiento social de la Iglesia para su aplicación con coherencia, en el camino de evangelización. En efecto, el Concilio Vaticano II en la Constitución sobre la Iglesia en el mundo de hoy, al discernir sobre la construcción de la paz en el mundo, dice que “la paz no es la mera ausencia de la guerra, ni se reduce al sólo equilibrio de las fuerzas adversarias, ni surge de una hegemonía despótica, sino que con toda exactitud y propiedad se llama ´obra de la justicia´ (Is.32,7) … Por eso la paz jamás es una cosa del todo hecha, sino un perpetuo quehacer …Para construir la paz son absolutamente necesarios el propósito de respetar a los otros hombres y pueblos y su dignidad, y el apasionado ejercicio de la fraternidad. Así, la paz es también fruto del amor, el cual sobrepasa a todo lo que la justicia puede realizar” (G.S. 78). De tal manera que además de todo el trabajo de base, en experiencias de reconciliación, perdón y reintegración social con los grupos, las comunidades, las personas afectadas de diversos modos por las consecuencias de un conflicto de tantos años, generadora de resentimientos, revanchas, odios viscerales, desplazamientos, víctimas de tantas clases, es necesario y de modo estructural una acción tendiente a buscar la justicia y la equidad en la construcción de esa nueva sociedad. De lo contrario, con seguridad no faltarían por parte de grupos, nuevos motivos para generar también nuevos conflictos. Invocamos la misericordia de Dios para que en Colombia se cumpla también lo anunciado por el profeta Isaías: “De sus espadas forjarán arados, y de sus lanzas podaderas. Las naciones no levantarán ya más la espada una contra otra y jamás se llevará a cabo la guerra” (Is 2,4). Con mi fraterno saludo de paz. + Ismael Rueda Sierra Arzobispo de Bucaramanga