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Mons. Ismael Rueda Sierra

Jue 24 Mayo 2018

Discernimiento

Por Monseñor Ismael Rueda Sierra: No es una palabra mágica, que resuelve los problemas como por encanto pero lo es definitiva, si la relacionamos con el modo como debemos, en conciencia, tomar opciones o decidir sobre asuntos de los que depende, en gran medida, un bien o un mal para personas o colectividades. Con mayor razón, y esto vale especialmente para los creyentes, sí se trata, mediante este ejercicio, de buscar y conocer cuál es la voluntad de Dios en relación con cualquier situación. “Discernir”, según su etimología, significa “separar” de un todo lo que se quiere seleccionar como lo mejor o lo más conveniente para conseguir un buen fin. La imagen más cercana que tenemos es aquella que es usual en las construcciones, cuando colocan la arena en un cernidor para que al irlo agitando, salga la arena fina y queden por aparte las piedras o los granos que no serán utilizados en la mezcla. Cuando se toma una decisión responsable es necesario hacer lo mismo para definir aquello que resulte lo bueno o lo mejor en tal caso. En la tradición cristiana, San Ignacio de Loyola se convirtió en un gran maestro en el arte o la actitud de discernimiento a la hora de orientar la vida espiritual, aplicable a los demás campos de la vida. No es por tanto extraño, y por el contrario tan saludable, en esta hora de la Iglesia y de la sociedad, que el Papa Francisco nos invite continuamente a hacer discernimientos responsables frente a los diversos temas y realidades que ha ido colocando a consideración del Pueblo de Dios, en unos casos, o de la sociedad, en otros. Podríamos tomar como ejemplo todo el proceso pedagógico que empleó el Papa al convocar la Asamblea del Sínodo de la familia, con el empeño de conocer sin tapujos las diferentes y enormes problemáticas que se ciernen sobre las familias en general y sobre la familia cristiana, en particular. El resultado es la Exhortación Amoris Laetitia, que se abaja pastoralmente al examen de situaciones puntuales, que sin contradecir los principios que dimanan del Evangelio, lo hacen más aplicable a la salvación de las personas, que es el bien mayor que se busca. Lo mismo podríamos decir en relación con el Sínodo de los jóvenes, en preparación, que busca escucharlos de primera mano para que, sobre esa realidad que viene de ellos, poder hacer discernimiento con el mismo propósito de dar respuesta desde el Evangelio. Y que no diríamos de la preocupación que está planteando para la reflexión de los gobiernos especialmente, en relación con los fenómenos de migraciones y desplazamientos de población, por diferentes motivos y la amenaza constante de explotación, trata y otros vejámenes contrarios naturalmente a su dignidad y desarrollo humano integral. Pero esta reflexión nos conduce hacia la toma de conciencia sobre el momento tan definitivo de discernimiento responsable y en conciencia libre y bien ilustrada, que con ocasión del proceso electoral que se avecina nos urge por el bien del país. En mucho tiempo quizá no habíamos tenido una circunstancia tan delicada de toma de decisión como en el momento actual para ir más allá de los apasionamientos políticos, de las informaciones sesgadas, de las polarizaciones de opinión, las prevenciones por amenazas reales o aparentes y otras novedades como en esta coyuntura de definiciones sociales y políticas. Se pide el “voto a conciencia”, pero este no se produce si no va acompañado de ese examen también de conciencia sobre lo que está en juego en este momento en nuestro país, para superar sus males y adentrarnos en mayores bienes en la consecución de una justa convivencia y una paz estable, posible y duradera. Para los creyentes, en este caso, significa sin duda una mayor responsabilidad en la medida en que ha de buscar lo que “Dios quiere” de bien para todos, mediada también, como es natural, la inteligencia y voluntad bien orientada del hombre. Es necesario orar, discernir y decidir. Con mi fraterno saludo. + Ismael Rueda Sierra Arzobispo de Bucaramanga