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Mons. Juan Carlos Ramírez

Vie 2 Dic 2016

Así le paga el diablo, a quien bien le sirve

Por: Juan Carlos Ramírez Rojas - “Nada te turbe, nada te espante…”, exclamaba santa Teresa de Ávila. Hoy no sorprende que la Corte Constitucional haya declarado inexequible un aparte de la ley 119 de 1994 por medio de la cual se reestructuró el Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA) y se prescribía que la Conferencia Episcopal de Colombia nombrara un delegado para el Consejo Directivo Nacional y en las diversas regiones. La razón de la presencia de la Iglesia en el SENA es multifactorial, entre ellas, que esta institución nació de la mano de la Iglesia, con un objetivo de promoción humana integral y si de algo se puede ufanar la Iglesia Católica es de ser cantera de humanismo. La presencia de la Iglesia en el SENA trasciende el aspecto histórico. Cuando el Evangelio llega a la realidad social la ilumina, la transforma y la Iglesia, responsable de la Evangelización no es ajena a todo aquello que atenta contra el ser humano, “el camino de la Iglesia es el hombre”. El Evangelio no es indiferente a la vida de los hombres. La política, la economía, la cultura, el ocio y sus alternativas, el mundo del empleo y los asuntos laborales, las relaciones sociales, el acceso a la vivienda, la educación y la sanidad, las relaciones internacionales, etc., son cuestiones que afectan a la Iglesia, porque son elementos que forman parte determinante de la vida de cada hombre. No se trata de que ella quiera reivindicar un espacio público que le ha sido usurpado desplazando la fe hacia la interioridad de la conciencia, sino que ella misma es la que se siente impulsada a preocuparse e interesarse por la dignidad personal de cada hombre, dado que ella está afectada por los gozos y esperanzas, angustias y tristezas de los hombres (cf. GS 1). En este sentido, la doctrina social de la Iglesia presta un gran servicio a la acción evangelizadora, a la vez que ella misma capta y se involucra en los aspectos que determinan la vida del hombre como ser social. Esta es la razón por la cual la Iglesia compromete su ser en todas las instituciones que ha creado para que las personas acrisolen su dignidad, sean gestores del bien común, instrumentos vivos de solidaridad y subsidiaridad. Sacar a la Iglesia del SENA bajo el argumento del “Estado laico”, es desconocer la historia, cerrar un espacio de formación ética y moral a una población que no puede ser circunscrita a un simple proceso cognitivo, es negar un derecho fundamental en la formación humana como es la dimensión espiritual, “el fallo de la Corte quiere desconocer todo aquello que no esté de acuerdo con el pensamiento de unos pocos”. La Iglesia es una realidad histórica, jurídica, cultural, teológica que el Estado no puede desconocer, “primero fue sábado que domingo”, y ella como todos los sectores del país tiene el derecho de aportar a la reflexión para la construcción de las políticas públicas. Surge la duda: La llamada doctrina del “Estado Laico” que argumenta la Corte se inspira en el concepto de laicidad, entendido como “mutuo respeto entre Iglesia y Estado fundamentado en la autonomía de cada parte o es un laicismo que refleja hostilidad e indiferencia contra la religión y la Iglesia. Queda el tufillo de la segunda. La laicidad del Estado no debe equivaler a hostilidad o indiferencia contra la religión o contra la Iglesia. Más bien dicha laicidad debería ser compatible con la cooperación con todas las confesiones religiosas dentro de los principios de libertad religiosa y neutralidad del Estado. La base de la cooperación está en que ejercer la religión es un derecho constitucional y beneficioso para la sociedad (CPC art.19; Ley 133 de 1994). El Papa Benedicto XVI afirma: “Tampoco es signo de sana laicidad negar a la comunidad cristiana, y a quienes la representan legítimamente, el derecho de pronunciarse sobre los problemas morales que hoy interpelan la conciencia de todos los seres humanos, en particular de los legisladores y de los juristas. En efecto, no se trata de injerencia indebida de la Iglesia en la actividad legislativa, propia y exclusiva del Estado, sino de la afirmación y de la defensa de los grandes valores que dan sentido a la vida de la persona y salvaguardan su dignidad. Estos valores, antes de ser cristianos, son humanos; por eso ante ellos no puede quedar indiferente y silenciosa la Iglesia, que tiene el deber de proclamar con firmeza la verdad sobre el hombre y sobre su destino” (Congreso nacional de la unión de juristas católicos italianos, 9.12.2006). En el marco del respeto por los fallos de la Corte, la Iglesia no va a renunciar a su misión. El mayor aporte que puede hacer la Iglesia a la sociedad es la evangelización, comunicar a los hombres el mensaje salvador de Jesucristo, muerto y resucitado, y hacerles partícipes de esa experiencia salvífica. El anuncio seguirá siendo explícito, con una dimensión ética, de realización de acciones, cuyo objetivo sea la puesta en práctica de la caridad para que los valores evangélicos alcancen la vida de los hombres en su acontecer cotidiano. Juan Carlos Ramírez Rojas Ecónomo-Director Financiero CEC

Mar 9 Ago 2016

“Premia tu Corazón” Tu ayuda es la mejor forma de decir, Gracias

Por Monseñor Juan Carlos Ramírez - El próximo domingo 28 de agosto, se realiza en la Iglesia colombiana la Campaña “Dona Nobis”, en la cual los católicos del país y las personas de buena voluntad, ayudan con su oración a la obra evangelizadora de la Iglesia. La expresión “Dona Nobis” se puede traducir (dona a nosotros-concédenos). Dona a nosotros la alegría de compartir tu ofrenda para que el anuncio del mensaje del evangelio se traduzca en un principio interno que está en el origen de nuestra misión y le da forma a nuestra manera de vivir y se concreta en acciones y compromisos orientados a aliviar y erradicar el sufrimiento de los hermanos. Concédenos, es la súplica de la Iglesia que necesita de tu generosidad para poder sostener en el tiempo la acción pastoral, para que el clamor de los más necesitados encuentre una respuesta que les permita sentir la inmensa y paternal caridad con la que Dios les ama. Desde el evangelio, nada puede justificar la indiferencia ante el sufrimiento ajeno, como bautizados, tenemos el compromiso de ayudar a difundir el evangelio y esto implica oración, discipulado, generosidad de tiempo y de recursos para sostener proyectos, personas, acciones a favor de quienes en el anuncio salen al encuentro y tienen “hambre” y debemos darles de comer. Hacerlo es “premiar tu Corazón y tu ayuda es la mejor forma de decir, Gracias”. Premiar tu corazón es asumir las resonancias que suscita la palabra «corazón» en tu vida de bautizado. El corazón es lo que se halla en lo más interior; en lo íntimo del hombre se hallan, los sentimientos, pero también los recuerdos y los pensamientos, los razonamientos y los proyectos. El corazón del hombre designa toda su personalidad consciente, inteligente y libre. En el ejercicio de esa libertad, compartir con la Iglesia de manera oblativa, tu ofrenda; es permitir que hombres y mujeres que han hecho una opción de vida de servicio a los pobres, puedan seguir tratando de aliviar, con el anuncio del evangelio y acciones de promoción integral de las comunidades, el dolor y la necesidad de quienes poco pueden esperar de unas estructuras sociales injustas y con frecuencia corruptas. Premiar tu corazón es saber y sentir que con tu ofrenda ayudas a sanar la memoria histórica de los hermanos. Si Dios es un misterio de misericordia y compasión hacia sus criaturas, cuanto más, debe ser alegría para nosotros acoger, introducir y desarrollar esta compasión, “Dios es caridad y quien permanece en la caridad, permanece en Dios. Ama, pues, al prójimo y en él, verás a Dios”, San Agustín de Hipona. Dona Nobis, una oportunidad para “Premiar tu Corazón”. Monseñor Juan Carlos Ramírez Director Financiero y ecónomo Conferencia Episcopal de Colombia