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Mons. Libardo Ramírez Gómez

Dom 3 Jun 2018

El verdadero obispo Buildes

Por Monseñor Libardo Ramírez Gómez*: Para los de mi generación, el nombre de Monseñor Miguel Ángel Builes Gómez, o “el Obispo Builes”, como coloquialmente se lo mencionaba, era signo de lucha en medio de los más contundentes debates de la época. Pero es de advertir que ni los santos, ni los misioneros, ni los hombres mismos, se improvisan, sino que son una amalgama de cuanto han recibido de los humanos y de Dios, a lo largo de su existir. Nace Mons. Builes de la raza antioqueña, luchadora contra el mismo ambiente, entre riscos y selvas, del hogar de los sufridos campesinos Don Agustín y Doña Ana María, el 9 de septiembre de 1888. Hizo estudios primarios en una escuela pueblerina, con compañeros cuyas familias luchaban, también, por la subsistencia. Nada extraño que al sobresalir en el servicio de Dios escogiera como lema y ejemplo a seguir, el de S. Pablo: “Combate bien el combate de la fe” (I Tim. 6,12). Fue ordenado Sacerdote, Mons. Miguel Ángel, el 29-01-14. Laboró pastoralmente en varias Parroquias de la Diócesis de Santa Rosa de Osos, hasta que fue preconizado Obispo de esa Diócesis, y consagrado en Bogotá (03-08-24), próximo a cumplir 36 años de edad. Regentó con sabiduría y gran celo pastoral la Diócesis de Santa Rosa, hasta el 8-06-67, cuando hizo entrega de ella ante su renuncia, por edad y quebrantos de salud, aceptada por la Santa Sede. Falleció el 29-09-71, con la satisfacción del deber cumplido, y pudiendo decir, también como el Apóstol: “He combatido el buen combate, he llegado al fin de mi carrera, he conservado la fe”. (II Tim. 4,7). Ese combate no fue solo frente a cuanto según el mensaje cristiano es error y pecado, sino en el empeño personal por purificar en sí mismo cuanto no fuera de Dios (I Cor. 11,28), y esforzarse por su propia santificación cada día más, y sin desmayo, hasta el supremo grado de perfección señalado por el Jesucristo (Mt. 15,48). Ese combate fue también por abrir paso al Evangelio, siempre según el testimonio de Saulo de Tarso, de “gastarse y desgastarse por esa causa. (II Cor. 12,15), con el acicate de evangelizar para no ser reprobado (I Cor. 9,16). Ese es el combatiente, en su gran dimensión, no solo el gladiador de las ideas, llamado en sus días “el Atanasio colombiano”, sino el que enfrenta los distintos frentes dignos de superar como el vicio, las medianías, las claudicaciones, el miedo al compromiso por temor del qué dirán. Para aterrizar en la verdadera personalidad del ilustre Prelado se han lanzado recientemente, el libro del escritor Sigifredo Ochoa Ospina, subtitulado “Por qué el Obispo Misionero de Colombia”, con 450 páginas plenas de datos que justifican ese honroso titulo. Es que está de por medio haber sido el quien providencialmente fue llamado el Señor a crear cuatro (4) Congregaciones Religiosas, dedicadas a expandir incansablemente el mensaje salvifico de Jesús de Nazareth, haber ordenado 162 Sacerdotes, llevado a centenares de jóvenes a ser fervorosos en Religión, haber reconocido palmo a palmo su extensa Diócesis y el inmenso territorio de Vaupés. Buena síntesis de lo logrado hace el escritor del libro, cuando dice en su introducción ante lo que ha obtenido al ordenar la vida y mensaje del Obispo Misionero: “De esa obra no emana la figura de un ángel sino la de un hombre: sí la de un hombre con todas sus virtudes, sus luces y sus sombras, sus imperfecciones y defectos; la de un hombre, eso sí, siendo plenamente consciente de los limites de su humana fragilidad quien luchó con humildad para vencer sus pasiones… con el fin de alcanzar la salvación de su prójimo y su propia santidad”. Dentro de sus limitaciones, reconocidas por él mismo, dos aspiraciones tenía en lo interior del alma: ser misionero y ser santo”. Sería quedarse sin el verdadero valor la personalidad del “Obispo Builes” si no se tuvieran en cuenta la obra de la gracia realizada en él, fuente de su profunda espiritualidad, cultivada en la oración y ascesis permanente, con férrea voluntad al exigirse a sí mismo más que cuanto exigía a los demás. “Su esfuerzo por ser otro Cristo lo asistió en todo momento de dificultad”, dice su biógrafo Ochoa Ospina. La devoción a María Santísima, Nuestra Sra. de las Misericordias, su íntima unidad espiritual con Sta. Teresita de Lisieux, sus mismos roces con la ahora Santa Laura Montoya, convertidos imitador en esfuerzo de superación espiritual y de humildes suplicas de su celeste intercesión, fueron medios de santificación y garantía de sus éxitos apostólicos. Que bien resaltar la imagen del verdadero Obispo Builes, “martillo de los herejes” pero con acciones siempre inspiradas en el amor de Dios y deseo de salvación para aquellos que con amor fraterno corregía. *Presidente del Tribunal Ecco. Nacional E-mail: [email protected]