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nicodemo

Sáb 10 Mar 2018

Sólo en Jesucristo hay Salvación

Por: Mons. Omar Mejía Giraldo - El evangelio de hoy es la continuidad del inicio del capítulo tercero del evangelio de San Juan, donde se narra, la visita que Nicodemo una noche, le hace a Jesús, en un lugar indeterminado de Jerusalén. Es bueno saber quién era Nicodemo, para entender la importancia del texto. Se trata de un fariseo, miembro del tribunal supremo judío, quien seguramente estaba impresionado por los asombrosos milagros que realizaba Jesús, el Señor. Éste hombre quiere saber acerca de Jesús y lo visita de noche probablemente por miedo a ser visto por otros líderes judíos y con ello se manche su reputación. Otro detalle interesante: Nicodemo significa “conquistador del pueblo.” Nicodemo es un líder judío, quien tiene la misión de ser conquistador del pueblo para que no se subleve contra el poder romano. Este hombre es ahora impresionado por Jesús, el Señor y está empezando a pasar de ser conquistador a ser conquistado. ¿Qué tal hermanos, ya nos hemos dejado conquistar por Jesús, o aún nos creemos conquistadores? El texto nos habla de un encuentro personal de Nicodemo con Jesús. Éste hombre tiene la iniciativa de buscar a Jesús y en la conversación le realiza la siguiente pregunta: "Rabí, sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él” (Jn 3,2). La respuesta de Jesús es sencilla: Debes nacer de nuevo (Cfr Jn 3,3), en otras palabras: conviértase y crea en la Buena Noticia; es decir, tienes que creer que lo que estás viendo y escuchando viene de Dios. Dios ya está actuando en medio su pueblo… El evangelio de hoy comienza en el versículo 14, pero es consecuencia de la pregunta de Nicodemo; además, es la explicación de la manera cómo se debe nacer de nuevo. Para nacer de nuevo es necesario creer en la Vida Eterna, aún más, es necesario creer para ser poseído por la Vida Eterna. El único que posee la Vida Eterna en sí misma es Jesucristo, nosotros para ser poseídos por la Vida Eterna tenemos que acercarnos a Jesucristo. Jesucristo mismo es Dios, Él mismo es la Vida Eterna. Sólo en Jesús podemos vivir para la Vida Eterna. La Vida Eterna se asume en potencia y en acto; la asumimos en potencia cuando caminamos hacía ella, dice San Agustín: “Nos hiciste Señor para ti y nuestro corazón vive inquieto hasta que descansa en ti”; y la asumimos en acto, cuando celebramos los sacramentos, porque recibimos al mismo Señor, quien nos ha dicho: “He venido para que tengan Vida y la tengan en abundancia.” Sólo en Jesucristo podemos vivir en potencia y en acto la Vida Eterna. Sólo en Jesucristo le encontramos realmente sentido a la vida. Sin fe la vida se queda sin sentido. Jesucristo nos ha traído la Salvación, recordemos lo que meditábamos el primer domingo de cuaresma: “El tiempo se ha cumplido, el Reino de Dios está cerca” (Mc 1,15), Jesús vino al mundo para mostrar que las promesas de Dios se habían cumplido, para decirnos que Dios es fiel que en su boca y en su actuar no hay engaño. Todo lo que Dios promete lo cumple, la plenitud de las promesas divinas es Jesús, el Señor; también desde ahí tenemos que entender el Reino, porque el Reino es Jesús mismo. De nuestra parte tenemos dos tares: Convertirnos y creer en la Buena Nueva. Debemos insistir que conversión es cambiar de mentalidad, ¿será esa la intención de Nicodemo al buscar a Jesús?, no lo sabemos; lo que si estamos seguros es que este fariseo, miembro del sanedrín quedó inquieto y por lo menos intuimos que después del encuentro con Jesús y frente a las respuestas contundentes del Maestro debe haberse ido con mucha necesidad de cambiar. Jesús le dice: Tienes que nacer de nuevo y para que puedas ser poseído por la Vida Eterna tienes que creer en la Buena Nueva. Si no somos poseídos por el amor de Dios no nos podemos transformar desde dentro. Si no somos poseídos por la misericordia de Dios, podemos cambiar de moral, pero no de mentalidad; es decir, podemos cambiar los actos externos, pero no de mente y de corazón. Si no somos poseídos por el poder sanador del Señor, no podemos obrar según Dios. Si no somos poseídos por el Espíritu de Dios, podemos cambiar después de un retiro, después de una convivencia, después de un consejo, después de una conferencia, después de una cuaresma, después de…, pero no podemos cambiar para el resto de la vida. Si no cambiamos la manera de pensar, nuestros “cambios” son superficiales… “Tienes que nacer de nuevo”, le dice Jesús a Nicodemo, es decir, desde ya debemos saber que la ley no es la Salvación, la Salvación es don de Dios; la Salvación es gratuita, pero tenemos que clamar Salvación, tenemos que creer que Jesús es la Vida Eterna; tenemos que saber que Jesús, el Señor, el mesías, el Hijo de Dios, es el Camino la Verdad y la Vida; tenemos que entender de una vez por todas, que en ningún ser humano, por poderoso que sea vamos a encontrar la Salvación. No hay Mesías humanos, el Mesías es Jesús, el Señor. Él ya nos ha salvado, a nosotros nos corresponde: Convertirnos y creer en la Buena Noticia, para vivir en la novedad del Evangelio y no en la necedad del mundo. Otro detalle más, la dinámica de la Vida Eterna es el amor, Dice la Palabra: “Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen en Él, sino que tengan Vida Eterna.” El detalle certero es no perecer, no morir, Jesús, el Cristo, nos trae la Vida Eterna, por eso, sólo en Jesús hay Salvación. ¿Queremos vivir para siempre? Tenemos que creer en Jesús, el Hijo de Dios, tenemos que creer en su Palabra, tenemos que creer en su poder, dice la Palabra: “Nadie va al Padre sino por mi” (Jn 14,6). Hermanos entendamos una cosa: Necesitamos del mundo, claro, estamos en él, aún más, nosotros mismos somos mundo, pero comprendamos lo siguiente: Las cosas del mundo son útiles “tanto cuanto” nos acerquen a Dios, si nos alejan de Dios no nos pueden ser útiles. (Cfr. Ejercicios espirituales de San Ignacio de Loyola). Para terminar permítanme plantear unas preguntas personales (para mi el primero): Mi familia, me acerca a Dios? ¿Yo acerco mi familia a Dios? ¿Mi esposo (a), me acerca a Dios? ¿Yo acerco mi esposo (a) a Dios? ¿Mis propiedades me acercan a Dios? ¿Mi cargo me acerca a Dios? ¿Tengo la valentía de Nicodemo de sacar un espacio en mi vida para visitar a Jesús, el Señor, o me avergüenzo, me da miedo del qué dirán? ¿Soy valiente para confesar mi fe o lo hago a escondidas, para supuestamente, no quedar en ridículo? + Omar Mejía Giraldo Obispo de Florencia Juan 3,14-21 En aquel tiempo dijo Jesús a Nicodemo: Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del Hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna. Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna. Porque Dios no mandó a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no será condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios. Esta es la causa de la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra perversamente detesta la luz, y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras. En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios. Tarea: 1. Continuemos la lectura del evangelio de San Marcos: Capítulos del 7 al 14. 2. Durante la semana saquemos, todos los días, unos minutos para visitar al Señor.