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Obispo Auxiliar de Cali

Sáb 11 Dic 2021

Sinodalidad en Navidad

Por: Mons. Luis Fernando Rodríguez Velásquez - Hemos insistido mucho en el significado de la palabra sínodo, descrita como caminar juntos. La Iglesia quiere que, en este tiempo tan especial, tomemos conciencia de la importancia de este caminar juntos. Por otra parte, es clave hacer caer en la cuenta, de que la dinámica de la sinodalidad no es exclusiva de la Iglesia, aunque se use más en ella, porque para que la familia, el barrio, la ciudad, el país puedan crecer y superar mejor las adversidades, se necesita aprender a caminar juntos, haciendo a un lado intereses personales, que a veces se vuelven mezquinos cuando afectan el bien común. Si el ejercicio sinodal, que estamos invitando a hacer en la Iglesia, deja como fruto que las familias y la sociedad civil en general entiendan la importancia de recuperar ese caminar juntos, buena parte de la tarea se ha hecho. Así las cosas, las parroquias, las familias católicas y las pequeñas comunidades en los sectores, salones sociales, urbanizaciones o centros comerciales, tienen en la realización de la Novena de Navidad la mejor de las oportunidades para hacer el ejercicio sinodal que tiene dos componentes importantes: la escucha de la palabra de Dios y la escucha de la palabra de los hermanos. Una escucha que hoy se vuelve tan necesaria para descubrir lo que Dios quiere de cada uno. Por tanto, sugiero que se acoja y aproveche la Novena de Navidad que la Arquidiócesis de Cali ha preparado, con reflexiones apropiadas a la sinodalidad, acercándonos al espíritu de lo que ella significa e invitándonos a poner la mirada en un grupo especial de personas, que no solo entendieron lo que era ese caminar juntos -sínodo-, sino que lo pusieron efectivamente en práctica. Me refiero a la Sagrada Familia de Nazaret. Primero los esposos José y María, estuvieron dispuestos a escuchar la palabra de Dios a través del ángel Gabriel; ambos fueron capaces de acoger su mensaje; ambos se pusieron en marcha, caminaron juntos a Belén, a Nazaret, a Egipto… Y luego, nacido Jesús, expresaron el fruto de la sinodalidad, en el servicio solidario al Hijo de Dios. Sugiero pues, que el esquema de la Novena de Navidad en Cali, sirva para el diálogo sinodal entre los que asistan, niños, jóvenes y adultos: ¿qué nos dice el mensaje?, ¿a qué nos comprometemos con dicho mensaje? Finalmente, ojalá seamos capaces de ponderar, en su justa medida, la realización de las novenas. Que el canto de los villancicos y las panderetas, las maracas y los gozos, no apoquen el momento del silencio, la escucha y el diálogo, de forma tal que de las celebraciones navideñas no queden solo los regalos, la natilla y los buñuelos, quede sobre todo el compromiso de ser mejores y de dejar que el Niño Dios nazca efectivamente en corazón de todos. Puede ser que celebremos Navidad y que Jesús nazca solo en los pesebres y no en los corazones de quienes lo invocamos cantando: “Ven, ven, no tardes tanto”. Feliz navidad y venturoso año 2022. +Luis Fernando Rodríguez Velásquez Obispo Auxiliar de Cali

Lun 9 Ago 2021

Por una Iglesia sinodal (I)

Por: Mons. Luis Fernando Rodríguez Velásquez - A partir de ahora, y hasta el mes de octubre de 2023, vamos a dar inicio a un itinerario de preparación para el Sínodo ordinario de Obispos que tendrá como tema “Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión”. Es deseo del Papa Francisco, que en todas las diócesis del mundo se lleven a cabo actividades orientadas a ayudar entender y vivir la sinodalidad en la Iglesia, y para ello nos invita a que junto con él se realicen actividades encaminadas también a abrir el camino de preparación del Sínodo, específicamente el domingo 17 de octubre 2021. Es de anotar que en nuestra Arquidiócesis de Cali, este itinerario se había ya iniciado desde hace dos años, con el Plan Pastoral, que tiene como uno de sus pilares hacer de la Arquidiócesis una Iglesia sinodal, a partir de las llamadas asambleas pastorales parroquiales, que esperamos culminar con una gran Asamblea Sinodal Arquidiocesana en el 2023, si Dios quiere. La Santa Sede recoge, a partir de un cuestionario, las experiencias de todo el mundo, que llevarán a la construcción de un documento guía, que servirá para las reflexiones locales y regionales, hasta la redacción de un Instrumentum laboris, que es el documento sobre el cual se trabaja en el Sínodo. Nosotros esperamos compartir con el Papa nuestra experiencia diocesana, como aporte a la Iglesia universal. En los tips que me corresponden, trataré de dar algunas ideas ilustrativas sobre el Sínodo que se abre a partir de ahora, y la forma como éste se puede aplicar en nuestra Iglesia particular. Lo primero que hay que decir es que la palabra sínodo significa “caminar juntos”. La Iglesia, es por naturaleza sinodal, aunque -es necesario reconocerlo- se ha dado mayor fuerza a la estructura jerárquica que la compone, que a su dimensión de “pueblo de Dios”, como bien lo describe el Concilio Vaticano II. Todos hacemos parte del pueblo de Dios que peregrina hacia el cielo. En él todos cabemos, y en él cada uno tiene una tarea, una misión que el Señor confía. En la Iglesia todos somos responsables de ella; la Iglesia somos todos, así somos sinodales. Por eso -repito- la Iglesia es toda sinodal, es decir, es participativa, colegial y fraternal. El Papa, los cardenales, los arzobispos, los obispos, los diáconos, los religiosos, las religiosas, y los fieles laicos con sus diversos dones y carismas, componemos el gran pueblo de Dios, al que entramos hacer parte desde el bautismo, donde somos hechos pueblo real, sacerdotal y profético. En resumen, El Papa Francisco quiere que volvamos a lo esencial de nuestra naturaleza sinodal, y que la Iglesia, en salida misionera, sea valiente para dar los pasos necesarios en orden a leer lo que los signos de los tiempos nos están diciendo hoy. En los próximos tips, veremos qué es un Sínodo y su aplicación en la Arquidiócesis. + Luis Fernando Rodríguez Velásquez Obispo Auxiliar

Lun 19 Abr 2021

Hacia una reforma tributaria más humana que técnica

Por: Mons. Luis Fernando Rodríguez Velásquez - “La economía tiene necesidad de la ética para su correcto funcionamiento; no de una ética cualquiera, sino de una ética amiga de la persona” (Benedicto XVI. Caritas in veritate, 45). En la discusión que se ha abierto en Colombia respecto de la propuesta de la reforma tributaria que ha sido entregada para su estudio y aprobación al Congreso, son muchos los decires en particular sobre el borrador del articulado. Es muy común escuchar que en lo que tiene que ver con la elaboración de las leyes, muchas veces llevan al horno una torta de manzana, y sale un pan. Esto para decir, que en la mayoría de las veces, los borradores borradores son y casi siempre se modifican sustancialmente. Esto quiere decir que, en el caso que nos ocupa de la reforma tributaria, no sobra conocer las propuestas y articulados, pues en sana discusión puede ayudar a los legisladores a mejorarlos, adicionarles otros o eliminarlos y por qué no, a descubrir la oportunidad o no de una decisión. Con esta reflexión no pretendo aproximarme a los artículos y propuestas de reforma, sino al espíritu que ha de animar la realización de la misma, pues si el espíritu está en el vía correcta, sin duda que el resultado será, de pronto no perfecto, pero sí más justo. Un aspecto, que es el que quisiera respetuosamente abordar, es el que tiene que ver con los agentes de la ley, los legisladores y los ciudadanos en general que a través de ellos tienen su representatividad. ¡Cuánto me gustaría que estas reflexiones lleguen a quienes tienen en sus manos el deber de legislar no solo los asuntos pertinentes a la reforma tributaria, sino también en los múltiples aspectos de la vida en Colombia! Como Obispo católico, ¡cuánto quisiera que la luz el Espíritu Santo los ilumine y les ayude a entender la grandeza de su misión! Si lo hacen todos, no importa el grupo político o ideológico al que pertenezcan, podrán poner por obra la principal motivación de la política: el bien común, el bien de la persona y el desarrollo integral de nuestros pueblos. La Doctrina Social de la Iglesia, que aplica de especial manera el mandamiento del amor al prójimo desde lo social, trae un innumerable acopio de reflexiones, mensajes y exhortaciones para que los hombres y mujeres de buena voluntad tomemos conciencia del papel de ser constructores de la gran familia humana. Algunas de sus afirmaciones pueden parecer fuertes y lo son, pues pretenden hacer despertar la conciencia de muchos que nos hemos venido acostumbrando a un estilo de vida sin Dios y sin ley. La Iglesia ha sido abanderada de la defensa de los más débiles, de los pobres. Realiza con valentía la denuncia de la violación de los derechos y la dignidad de los que no tienen voz. Por eso en este acervo de labor profética, la dimensión económica no ha estado ausente en la evangelización. El papa Benedicto XVI regaló a la humanidad la magnífica encíclica Caritas in veritate, en el 2009, sobre el desarrollo humano integral en la caridad y la verdad. Quiso invitarnos a reflexionar entorno de la magistral encíclica Populorum progressio de Pablo VI, que cumplía 40 años de su publicación, la que presenta como la Rerum Novarum de la época contemporánea, ésta última, de León XIII sobre la cuestión social en la época de la industrialización. Partiendo de la afirmación sobre la impostergable necesidad de asumir los parámetros éticos en la implementación de las leyes, quise proponer primeramente la dimensión ética y humana en la aproximación a la economía, pues una economía que no sea de por sí humana, solo conduce a la esclavitud y a la explotación del otro. Ahora bien, la necesidad de hacer una reforma tributaria, que tiene suficientes argumentos para su realización y que nadie puede negar, como la crisis fiscal y económica de todos los sectores de la población por causa, por un lado de la pandemia, pero también por la corrupción tan alarmante que parece como un cáncer que derrumba los fundamentos relacionales de los ciudadanos y las instituciones, se va volviendo cada vez más apremiante. Así las cosas, una reforma como la propuesta y las que vengan, no puede tener la motivación de solucionar solo los problemas de hoy, a manera de bomberos que aparecen para apagar el fuego, sino que tiene el deber que mirar al futuro. La mirada no puede ser de corto plazo, ha de ser también amplia, con la que se busque asegurar el presente y el futuro de la sociedad. Un aspecto clave también para los legisladores, que sin duda es de difícil compaginación, es combinar la respuesta a los dramáticos problemas actuales como el desempleo, la poca capacidad adquisitiva de las familias, la falta de vivienda digna, el hambre, la violencia en todas sus manifestaciones y un largo etcétera, con asentar las bases duraderas que permitan un futuro tranquilo. Las presiones e intereses seguramente son innumerables y requerirá por parte de todos serenidad, estudio y compromiso. Como esto es trabajo de todos, y todos deberemos ser responsables de todo y de todos, el papa Benedicto plantea una cuestión que en Colombia ha cogido una fuerza descomunal. Veamos: “En la actualidad, muchos pretenden pensar que no deben nada a nadie, si no es a sí mismos. Piensan que son solo titulares de derechos y con frecuencia cuesta madurar en su responsabilidad respecto al desarrollo integral propio y ajeno…. La exacerbación de los derechos conduce al olvido de los deberes. Los deberes delimitan los derechos porque remiten a un marco antropológico y ético en cuya verdad se insertan también los derechos y así dejan de ser arbitrarios” (CI, 43). Es también común escuchar que “a nadie le gusta que le toquen el bolsillo”. Esto es, que pocos están dispuestos a aportar de lo que es propio para el beneficio común de los demás. Cierto es que las cargas impositivas que tenemos los colombianos son enormes, pero tampoco se puede negar que cuando se da primacía a los derechos individuales, se va opacando poco a poco la dimensión solidaria del ser humano, para dar espacio al egoísmo simple de quien se cree en el derecho solitario de defender sus propios derechos. Cuando en un expendio de cualquier cosa el vendedor pregunta al cliente ¿necesita la factura?, ¿qué hay detrás de esta pregunta? Dicen los expertos que si en realidad todos en Colombia pagáramos como debe ser los impuestos y fuéramos responsables con las obligaciones frente al fisco nacional, no sería necesaria ninguna reforma tributaria y hasta sobraría dinero…. La ética de una economía verdaderamente humana, parte del reto que es necesario recuperar cada vez más la responsabilidad de la ciudadanía, las implicaciones del ciudadano que tiene sentido de pertenencia a su comunidad, a su ciudad, a su región, a su país, al mundo. Limitar los derechos a un asunto personal, lleva también a una esclavitud que solo conduce a la propia y solidaria autodestrucción. De nuevo es necesario decir que todos somos responsables de todos. Así, afirmar tajantemente que esto de la economía y de la reforma tributaria le toca solo al Estado, es una verdad parcial, porque si bien al Estado -estructura- le corresponde liderar, coordinar, ejecutar y administrar la dinámica fiscal del país, los primeros que también debemos participar responsablemente en esta gestión somos los ciudadanos como aportantes y veedores de la misma. Es una realidad innegable que sin Estado no hay sociedad, pero ¿cómo tener un Estado que no ahogue, limite o clasifique la sociedad o al menos a una parte de ella? ¿Cómo garantizar la transparencia en el uso de los recursos que los ciudadanos entregan al Estado? Una pregunta, de no poca monta es necesario plantear: ¿a qué sociedad sirve el Estado? ¿Cuál es su tamaño y cómo está distribuida social y económicamente? ¿Cómo se debería hacer una caracterización de la sociedad que vaya más allá de las estadísticas y encuestas? Y por último, ¿cómo hacer para que efectivamente todos contribuyamos de manera equitativa y proporcional al desarrollo integral de Colombia? Como ayuda respetuosa para los legisladores que tienen en sus manos la tarea de analizar y llevar a cabo la posible reforma tributaria, traigo nuevamente al papa Benedicto XVI, quien con elocuencia y firmeza dirá: “Toda la economía y todas las finanzas, y no solo alguno sectores, en cuanto instrumentos, deben ser utilizados de manera ética para crear las condiciones adecuadas para el desarrollo del hombre y de los pueblos. Es ciertamente útil, y en alguna circunstancia indispensable, promover iniciativas financieras en las que predomine la dimensión humanitaria. Sin embargo, esto no debe hacernos olvidar que todo el sistema financiero ha de tener como meta el sostenimiento de un verdadero desarrollo… Recta intención, transparencia y búsqueda de los buenos resultados son compatibles y nunca se deben separar” (CI, 65) “Necesitamos la reforma para cumplir con los planes sociales”, dijo el señor Ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla cuando explica las razones del Gobierno nacional para realizar la reforma tributaria. Aquí entramos en otra dimensión de la economía; la primera que he propuesto es el espíritu humano integral que debe regir los principios de una sana economía, ahora propongo el o los objetivos de la economía en general. Dejo que el sea Magisterio de la Doctrina Social de la Iglesia el que nos ilustre con su sabiduría: “Los ingresos fiscales y el gasto público asumen una importancia económica crucial para la comunidad civil y política: el objetivo hacia el cual se debe tender es lograr una finanza pública capaz de ser instrumento de desarrollo y solidaridad. Una Hacienda pública justa, eficiente y eficaz, produce efectos virtuosos en la economía, porque logra favorecer el crecimiento de la ocupación, sostener las actividades empresariales y las iniciativas sin fines de lucro, y contribuye a acrecentar la credibilidad del Estado como garante de los sistemas de previsión y de protección social, destinados en modo particular a proteger a los más débiles". (Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, n. 355). Se dice que la pandemia ha hecho que muchos de nuestros países, en especial los de Latinoamérica, hubiéramos perdido más de 10 años de lo ganado en desarrollo y crecimiento. La pobreza extrema creció a ritmos agigantados. Por eso las palabras claves -a mi parecer- del objetivo de todo plan financiero macro son desarrollo y solidaridad. Recuperar una mejor calidad de vida y hacernos más humanos, es decir, más solidarios, tiene que ser el fin de un serio plan financiero y fiscal del Estado. No se trata solo de ser solo asistencialistas, sino ayudar al que lo necesita y poner las bases para que su pobreza sea superada. Dios quiera que “los planes sociales” de los que habla el señor Ministro de hacienda no se limiten solo a lo asistencial, sino que miren y conciban lo social como un todo en las que se fortalezcan las relaciones de cada individuo consigo mismo, entre sí y con la casa común que es la naturaleza. Finalmente, en el ejercicio de la economía personal, familiar, colectiva, estatal y ciudadana hay una serie de principios, que también podemos denominar compromisos, que hoy más que nunca toman especial vigencia. La Iglesia los ha propuesto desde siempre y los resume el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, n. 355 así: La finanza pública se orienta al bien común cuando se atiene a algunos principios fundamentales: 1. el pago de impuestos como especificación del deber de solidaridad; 2. racionalidad y equidad en la imposición de los tributos; 3. rigor e integridad en la administración y en el destino de los recursos públicos. En la redistribución de los recursos, la finanza pública debe seguir los principios 1. de la solidaridad, 2. de la igualdad, 3. de la valoración de los talentos, y 4. prestar gran atención al sostenimiento de las familias, destinando a tal fin una adecuada cantidad de recursos”. Como las necesidades y expectativas de la población son tantas, la responsabilidad de los legisladores es superior. Por tanto, espero que estas reflexiones sobre el modo, el cómo y el fin de la reforma tributaria y de la economía en general que he planteado, ayuden a los legisladores y a la ciudadanía a hacer gala de la grandeza y sabiduría que en momentos de crisis han surgido siempre en nuestra querida patria. Dios nos ayude. + Luis Fernando Rodríguez Velásquez Obispo Auxiliar de Cali

Jue 11 Feb 2021

17 de febrero - Miércoles de Ceniza

Por: Mons. Luis Fernando Rodríguez Velásquez - De nuevo daremos inicio al tiempo de cuaresma en la Iglesia. No sabría decir si lastimosamente, pero sí, nos toca vivirlo en un período de tiempo muy difícil provocado por la pandemia del coronavirus. Hasta la Iglesia ha debido hacer algunas recomendaciones relacionadas con el rito, no con el fondo de la celebración. Ojo. La Congregación para el Culto Divino y los Disciplina de los Sacramentos ha pedido que en relación con el rito de la imposición de la ceniza se retorne a la usanza antigua, como lo describen los textos sagrados cuando se habla de los penitentes que se cubrían de saco y ceniza. En ninguna parte se dice “se untaban” ceniza (cfr. Jonás, 3, 5-6). Respetuosamente quiero hacer mención a lo sucedido con las prescripciones de bioseguridad respecto de la recepción de la comunión en la mano y no en boca, donde no pocas personas se han sentido afectadas y temerosas, pues consideran que no son dignas de recibir el cuerpo de Cristo en sus manos. Muchos se han quedado en la forma de recibir a Jesús sacramentado, y han preferido -dolorosamente- abstenerse de recibirlo, cuando la recepción en la mano ha sido tan antigua en la tradición de la Iglesia. Lo mismo sucede con la santa ceniza. Lo primero que en estos tips pastorales quiero recordar, es que este es un sacramental. Es decir, una ayuda espiritual para hacer más factible el propósito personal del creyente, en este caso, de la conversión, del cambio de vida, que comienza con el reconocimiento de los propios pecados. Desde siempre la ceniza se ha esparcido o echado en seco sobre la cabeza de los fieles. Así ha sido en Roma. Comenzando por los Papas, la han recibido en sus cabezas, de manos del Cardenal camarlengo. La tradición de mojar totalmente la ceniza y untarla es realmente de Latinoamérica, pero no hace parte de ningún dogma o mandato que diga que debe siempre untarse en la frente. Ahora, por la pandemia, se invita a que el sacerdote diga una sola vez la fórmula de la unción, y en silencio, con los cuidados del protocolo de bioseguridad, a los fieles que se acerquen, les echa con sus dedos un poco de ceniza seca en las cabezas sin tocarlos. No se es más o mejor cristiano porque la cruz de ceniza se vea más. Se es más cristiano cuando cada uno tome conciencia de la necesidad de volver a Dios, de convertirse y de tener una vida según su santa voluntad. Los signos de la Cuaresma como la penitencia, la limosna, la oración, el ayuno, sí que se pueden vivir personal y comunitariamente en este tiempo Cuaresma, cuando son tantos los que por causa de la pandemia del COVID-19 y las injusticias humanas sufren hambre, están ayunando física y espiritualmente y esperan de todos una limosna, o mejor, unos brazos extendidos que hagan sentir cercana la misericordia y el amor divinos. Que la Cuaresma 2021 permita a los creyentes en Cristo y a los miembros de la Iglesia, escuchar la voz de Dios, que en la pandemia nos está llamando a convertirnos, porque su tiempo ha llegado. + Luis Fernando Rodríguez Velásquez Obispo Auxiliar

Mié 6 Ene 2021

Falleció el papá de obispo auxiliar de Cali

Ha fallecido, en Medellín, don Ángel María Rodríguez Acosta, padre de monseñor Luis Fernando Rodríguez Velásquez, obispo auxiliar de Cali. El Episcopado de Colombia se une en oración por el eterno descanso de don Ángel María y pide a Dios consuelo para monseñor Rodríguez Velásquez y su familia. “En el calendario litúrgico de la Iglesia universal es la Epifanía. Hoy mi papá, Ángel María Rodríguez Acosta, llegó al pesebre para hacer de su vida una ofrenda al Niño Dios. Descansa en paz. Pido oraciones por su alma y por mí y mi familia, para que Dios nos conceda fortaleza”, así dio a conocer la noticia monseñor Luis Fernando. Las exequiias se realizarán mañana 07 de enero en la parroquia San Clemente. del barrio Los Colores de la ciudad de Medellín, a las 10:00 a.m.

Mié 16 Sep 2020

La Palabra de Dios en la pandemia

Por: Mons. Luis Fernando Rodríguez - Sí. Ahora más que nunca necesitamos los creyentes creer de verdad. Jesús, en el Evangelio nos dirá que si nos ponemos de acuerdo para pedir algo con fe al Padre, Él lo concederá (cfr. Mateo 18, 19). Centenares de veces se repiten en la Biblia las palabras “no teman”, “no tengan miedo”. Algunos llegan a contar 365 citaciones de esta exhortación del Señor en la Biblia a su Pueblo Israel, tanto en el Antiguo testamento, como luego Jesús a los discípulos y en ellos a nosotros. Durante este tiempo de aislamiento preventivo voluntario u obligatorio, son propuestas a las personas para ocupar el tiempo en casa, toda clase de libros, de programas por TV y por distintas plataformas, así como reuniones virtuales; se han publicado toda clase de libros físicos y digitales, revistas, artículos con los que, esperamos de buena fe, se quiere ilustrar a los lectores, con la innegable realidad de que se ha venido creando una gran confusión, cansancio, aburrimiento y desconfianza en lo que se dice y se lee. ¿Quién tiene la verdad? Lo cierto del caso es que nadie tiene esa verdad y por el contrario, todos están o estamos caminando a tientas, adivinando en cada momento y en cada día los pasos que deben darse. Pero hay una lectura sobre la que es posible que se hable poco. Una lectura que seguramente traerá paz, tranquilidad, confianza y fortaleza. Es la Biblia, la Sagrada Escritura, la Palabra de Dios, como se quiera llamar. En ella, Jesús, la Palabra hecha carne, se hace cercano, asume nuestra condición humana, experimenta nuestro dolor y nos redime. “Vengan a mí todos los cansados y abrumados por cargas, y yo los haré descansar. Tomen sobre ustedes mi yugo, y aprendan de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontrarán descanso para sus vidas, pues mi yugo es suave y mi carga ligera” (Mateo 11, 28 - 30). Es posible que muchos desconozcan textos bellísimos de la Palabra de Dios que acompañan en la soledad, alegran el espíritu cansado y abatido, alientan en la debilidad y entretienen. A quienes leen estos Tips, les sugiero los libros que pueden ser inicialmente leídos, meditados y compartidos, especialmente en este tiempo de pandemia. Esos sí contienen la Verdad revelada y nos ayudarán a vivir mejor estos días de incertidumbre: Eclesiastés. Sabiduría. Eclesiástico. Proverbios. Los salmos. El Éxodo. Evangelio de San Lucas. Evangelio de San Marcos. San Pablo a los Corintios San Pablo a los Tesalonisences San Pablo a los Filipenses. Las Cartas de San Juan. Los textos bíblicos los pueden leer de dos formas: o lectura seguida (lectio continua), donde cada día se lee una parte del libro elegido hasta terminarlo. Sugiero, que cada que se lea la parte escogida, se deje un espacio de tiempo, de silencio, para recordar las palabras o el mensaje que más le llame la atención. La segunda forma es la lectura orante (lectio divina), en donde elegido el texto, se siguen los pasos ilustrados en las siguientes preguntas: ¿Qué dice el texto? ¿Qué me dice el texto? ¿A qué me compromete el texto? Si leen así la Palabra de Dios, no sólo “ocupan el tiempo”, sino que se llenan de la fuerza de Dios y de su luz divina, para entender lo que también Él nos está diciendo en esta pandemia. Léanla con pasión. Y si “quedan encarretados”, lean toda la Biblia, que les hará mucho bien. + Luis Fernando Rodríguez Velásquez Obispo auxiliar de Cali

Lun 3 Ago 2020

De la comunión espiritual a la comunión sacramental

Por: Mons. Luis Fernando Rodríguez Velásquez - Recibir la comunión en la mano. Como para algunos fieles esta normativa parece ser nueva, y para otros incluso parece ser una especie de profanación de las especies eucarísticas, a manera de ilustración recuerdo algunos apartes del Magisterio de la Iglesia a este respecto: “Y mientras estaban comiendo, tomó pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio y dijo: tomen éste es mi cuerpo” (Mc. 14, 22; Mt. 26, 26; Lc. 22, 15; 1Cor.11, 23). El pan ázimo, que es el que se usa en las eucaristías, desde los inicios de la Iglesia hasta siglos después, es grande y requiere ser partido y por tanto, como lo hiciera Jesús, según la tradición judía, se debía entregar en las manos a los comensales. En la actualidad, por ejemplo, los miembros del Camino Neocatecumenal tienen la autorización de la Congregación para el Culto Divino, de elaborar el pan ázimo en el formato grande, para sus celebraciones, pan consagrado que debe entregarse en las manos de los fieles para poder ser consumido. Las hostias, como las conocemos hoy, comienzan tardíamente cuando el número de los fieles creció y era prácticamente imposible darles a todos el pan ázimo horneado. Todo indica que la tradición de las hostias viene del s. XII y eran elaboradas por los monjes. La tradición de comulgar en la boca se fue imponiendo, sobre todo para exaltar la sacralidad y el respeto de la Eucaristía que se recibe, y posiblemente por razones higiénicas. En los tiempos más recientes, el tema volvió a presentarse: Por indicación expresa de San Pablo VI, se publicó en 1969 la Instrucción Memoriale Domini, donde, manteniendo la vigencia de la comunión en la boca, se establecía el camino a seguir: “en aquellas regiones en que el Episcopado juzgue conveniente, se podrá dejar a los fieles la libertad de recibir la comunión en la mano, salvando siempre la dignidad del sacramento y la oportuna catequesis del cambio”. En el año 2000, San Juan Pablo II promulgó la Instrucción General del Misal Romano, que en el n.161 afirma: “Si la Comunión se recibe sólo bajo la especie de pan, el sacerdote, teniendo la Hostia un poco elevada, la muestra a cada uno, diciendo: El Cuerpo de Cristo. El que comulga responde: Amén, y recibe el Sacramento, en la boca, o donde haya sido concedido, en la mano, según su deseo. Quien comulga, inmediatamente recibe la sagrada Hostia, la consume íntegramente”. La Conferencia Episcopal de Colombia, en la Instrucción pastoral sobre algunos aspectos importantes en la celebración eucarística, publicada el 2005, establece lo siguiente: “n. 17. En Colombia los fieles recibirán la Sagrada Comunión de pie, acercándose procesionalmente al sacerdote o al ministro de la Comunión. n. 18. Se puede recibir la Comunión en la mano en todo el territorio nacional. Pero recuérdese que es una posibilidad que no puede ser impuesta a nadie ni impedida sin causa razonable. Los fieles tienen el derecho de elegir la forma como desean recibir la sagrada Comunión. Ayúdese a quienes deseen recibir el Santísimo Sacramento en la mano, a hacerlo con todo decoro, pulcritud y devoción. Estén vigilantes los ministros sagrados para evitar abusos y posibles faltas de respeto. Se recordará a los fieles con frecuencia la forma más apropiada para disponer sus manos, es decir, la mano derecha bajo la izquierda, de tal manera que el Cuerpo del Señor se deposite sobre esta última y quede lista para llevarlo a la boca. La Comunión se hará delante del sacerdote o ministro, inmediatamente recibida en la mano. Será siempre conveniente que quienes optan por esta forma de comulgar revisen su mano izquierda por posibles partículas que hayan quedado y que también deben ser consumidas con todo respeto”. Ahora bien, dentro de las directrices litúrgicas y preventivas dadas en todo el mundo para la recepción de la Sagrada Comunión, durante la pandemia del COVID-19, está el que se reciba en la mano. En los protocolos para Colombia se dice: “Se recomienda dar la comunión en la mano, evitando el contacto físico, e invitar a los fieles a recibirla con el amor y el respeto que exige la altísima dignidad de este sacramento. El sacerdote debe lavarse las manos en la credencia antes y después de dar la comunión; conviene usar alcohol o gel. Esta precaución no es el rito de lavabo, sobre lo cual conviene ilustrar a los fieles. Los ministros extraordinarios de la Sagrada Comunión, en caso de ejercer su ministerio, deben aplicar las determinaciones de este protocolo, para ello serán instruidos por el sacerdote sobre sus funciones durante el tiempo de la pandemia”. Así las cosas, los fieles deben tener cuenta que: La posibilidad de recibir la comunión en la mano, es muy antigua en la Iglesia. No es un acto sacrílego ni falto de respeto. La manera de recibir la Comunión no es un precepto dogmático. Así como se recibe con amor en la boca la Hostia santa, recibir el Pan eucarístico en la mano se vuelve una oportunidad para rendirle un especial homenaje a Jesús presente en el pan consagrado. Se debe tener una especial preparación interna y externa. Por ello la lavada de manos al ingreso del templo se hará no solo para evitar transmitir un contagio, sino también para disponerse a “recibir con decoro el cuerpo del Señor” con las manos limpias. Lo importante no es “cómo se recibe” la comunión o “quién la distribuye”, sino “a quién se recibe”. Todos debemos colaborar para evitar posibles contagios. Recibir la comunión en la boca, puede llevar a contagiar la mano del sacerdote o ministro que está distribuyendo la comunión. La “nueva normalidad litúrgica”, en tiempos de pandemia, nos exigirá humildad para acoger los protocolos de bioseguridad, sindéresis y mucha fe. No se pueden olvidar las palabras del mismo Jesús: “Yo soy el pan vivo bajado del cielo. Si uno come este pan, vivirá para siempre y el pan que yo le voy a dar es mi carne por la vida del mundo” (Jn. 6, 51). De la comunión espiritual pasamos a la comunión sacramental, y ello tiene que ser motivo de gran alegría y gozo. Es Jesús quien como “Pan de vida”, se hace comida de salvación, fortaleza en estos momentos de turbulencia, aliento en la incertidumbre, conforto en la tristeza, aliento en la debilidad, confianza en su acción misericordiosa. + Luis Fernando Rodríguez Velásquez Obispo Auxiliar de Cali

Mié 13 Mayo 2020

Y Jesús pasó haciendo el bien (Hechos 10,38)

Por: Mons. Luis Fernando Rodríguez Velásquez - Desde el inicio la Iglesia consideró importante y necesario no descuidar a los pobres, a los necesitados, “a las viudas”, por lo que instituyó el grupo de los siete, los diáconos (cf. Hechos 6,1-7). Desde entonces, a través de las colectas promovidas por Pablo, principalmente, la Iglesia se hizo a favor de aquellos que lo habían perdido todo. Con el pasar del tiempo, motivados por la tragedia y el dolor, por las guerras y las pestes que asolaron los pueblos e inspirados por el Espíritu Santo, algunos creyentes vieron la necesidad de unirse para que el servicio de la caridad fuera más eficaz. Nacen pues muchas comunidades religiosas, masculinas y femeninas. Pensemos solo en dos que son emblemáticas, a mi manera de ver, para el contexto de lo que hoy estamos viviendo: la Orden de los Ministros de los enfermos o Padres Camilianos, fundados por San Camilo de Lelis en 1582, para el cuidado de los enfermos y las Misioneras de la Caridad, fundadas por la Madre Teresa de Calcuta en 1950, con aprobación en 1965. Ambos santos en la Iglesia. Hoy, la Iglesia movida por el espíritu de la caridad y del servicio vivido y ofrecido, a ejemplo de Cristo, que se preocupaba porque tenían hambre quienes lo seguían después de estar todo el día con él, simplemente escucha el mandato del Señor “denles ustedes de comer” (Mateo 14,16), y se esfuerza por cumplirlo. Lo ha hecho siempre y con ocasión del COVID - 19, sí que lo ha hecho. Cierto que las circunstancias han cambiado y las intervenciones de los organismos de salud establecen normas particulares que impiden en muchas ocasiones el acercamiento personal de los clérigos, religiosos y religiosas a los enfermos, o como es hoy, incluso a los fieles en general, puesto que puede haber personas asintomáticas pero portadoras del virus. El cierre de las Iglesias para la celebración de los sacramentos, en especial de la Eucaristía, se aceptó con dolor, no por gusto, pero con la conciencia de saber que era necesario el cuidado de todos. Las características del contagio así lo exigen. Sin embargo, esta realidad no ha impedido que la Iglesia, samaritana y servidora, sea creativa para ayudar a los más necesitados; la inmensa mayoría de los párrocos no se contentó con estar lejos de sus feligreses sino que a través de las redes sociales y del contacto telefónico han hecho lo posible por estar cerca de ellos, transmitiendo las celebraciones eucarísticas y los momentos de oración que han animado a sus feligreses a no decaer en el ánimo y mantener la esperanza viva pidiendo por el fin de la pandemia. No cabría en este espacio la enumeración de las múltiples iniciativas de caridad que la Iglesia católica ha realizado, y lleva a cabo en todo el mundo, como fruto de acciones y esfuerzos propios, con el concurso y participación de los fieles y benefactores, o mediante la articulación con los entes e instituciones gubernamentales que, hay que decirlo, confían ampliamente en la acción y transparencia con las cuales la Iglesia realiza su labor. Si bien es cierto que el Señor Jesus dijo, “cuando des limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha” (Mateo 6, 3-4)), sí es oportuno que los fieles en general, también los que no hacen parte de la Iglesia, estén al tanto de lo mucho que se hace en favor de los pobres. Sin duda que es sólo una muestra, pues es mucho más “lo que se hace en secreto”, como lo dice el Evangelio. Sería muy bueno que los curiosos de las redes informáticas dedicaran algo del tiempo de la cuarentena para investigar, por ejemplo: ¿cuántas son las clínicas y hospitales en el mundo acompañadas por la Iglesia; cuántos, los asilos de ancianos, cuántos los centros de recuperación de adictos; cuántas las instituciones de educación básica y superior regentadas por la Iglesia; cuántos los empleos que la Iglesia ofrece a los ciudadanos en todo el mundo, como aporte a la paz y la dignidad de las personas; cuántas son los movimientos y las comunidades religiosas masculinas y femeninas dedicadas al cuidado de los pobres, de los enfermos, de los prisioneros, de los orfanatos, de las madres solteras, etc., etc.? La Iglesia colombiana no se ha quedado atrás. Múltiples, incontables por decir lo menos, son las acciones que se están realizando, en todos los ámbitos: en lo social, en lo humanitario y en lo pastoral. A manera de ejemplo, comparto algo de lo que, en la Arquidiócesis de Cali, bajo el liderazgo del Arzobispo, Mons. Darío de Jesús. Monsalve Mejía, estamos realizando. Sabía usted que: Se estableció una red colaborativa entre la Arquidiócesis de Cali y la Vicaría Episcopal para el servicio del desarrollo humano integral, la Gobernación del Valle del Cauca y las Alcaldías de Cali, Jamundí, Dagua, Yumbo y La Cumbre para articular las ayudas, especialmente los mercados y la atención funeraria en los sectores más vulnerables de estos municipios. Fruto de esta red se definió “la hora de todos”, en la que se invita a la comunidad en general a hacer un momento de reflexión y expresión solidaria, todos los días a las 12m. Se ha participado en eventos públicos para expresar solidaridad con el personal de salud que ha fallecido, como también reclamando el respeto y cuidado de sus personas. Además, un grupo de 9 capellanes acompaña espiritualmente a servidores médicos y enfermos, bajo la coordinación de la delegación episcopal para la pastoral de la salud. Se conformaron grupos de acompañamiento a la Alcaldía de Cali, con más de 40 sacerdotes, que desde las 3:00am. han salido en repetidas ocasiones a distribuir los mercados. Se ha conformado un equipo interdisciplinar con sacerdotes y sicólogos, para acompañar a las familias en el duelo, desde Camposanto Metropolitano y su programa UNAME y el Instituto para la familia Benedicto XVI. La Arquidiócesis ha dispuesto un lugar en Cali para la atención de personas contagiadas por el COVID que no tenían donde pasar la cuarentena exigida por las autoridades y un lugar para que tengan su residencia temporal los médicos y personal de salud del Hospital Piloto de Jamundí. El Banco de Alimentos de Cali, ha distribuido hasta la fecha 1.359 toneladas de alimentos y mercados, para una cobertura de 152.603 personas y 80 instituciones. Desde la Pastoral social, se ha ayudado a 55.000 personas con alimentos, a través de los comedores comunitarios, en unión con la Alcaldía de Cali. Desde la Delegación episcopal para migrantes se han atendido 835 familias y 586 hermanos venezolanos durante este tiempo de pandemia, con mercados y las ayudas para su permanencia. Las 181 parroquias han distribuido aproximadamente más de 30.000 mercados a las familias más pobres, que cada párroco ha identificado tanto en la zona urbana como en la zona rural, y que no han recibido las ayudas del Estado. En las instituciones dedicadas al cuidado de los habitantes de calle, Samaritanos de la Calle, Sergente y Ángeles de la Calle, por mencionar algunas, se habilitaron dos hogares para la atención exclusiva de adultos mayores que habitan la calle, además se han distribuido 3.000 raciones diarias, durante 52 días de cuarentena, es decir, una cantidad aproximada de 156.000 raciones alimenticias en articulación con la Alcaldía de Cali. Se acompaña a 75 familias y 350 personas privadas de la libertad en cárceles de Cali y Jamundí, desde la pastoral carcelaria. Hasta la fecha se han logrado preservar los empleos de más de 2.000 colaboradores tanto de la Curia como de las parroquias y demás instituciones arquidiocesanas. Sea esta la oportunidad para agradecer la enorme generosidad de los benefactores; gracias a los fieles católicos que se han desprendido de lo suyo para ayudar a los demás y el sacrificio que también algunas familias pobres han hecho para compartir su pan. Gracias a los sacerdotes y colaboradores que, movidos por la fe, están sirviendo con entrega silenciosa, pues ven en los pobres y hambrientos el rostro sufriente pero salvador de Cristo. Y “Jesús pasó haciendo el bien”, dice el apóstol Pedro. En Cali, y en todo el mundo, Jesús sigue pasando por las calle y pueblos, por cada familia, haciendo el bien, curando y atendiendo a quienes más necesitan de su consuelo. ¡Todavía hay mucho por hacer! + Luis Fernando Rodríguez Velásquez Obispo Auxiliar de Cali