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participación ciudadana

Jue 10 Mar 2022

A ejercer la democracia

Ha llegado el momento para que los colombianos elijan a las personas que los representarán en el congreso de la República. Como representantes a la cámara o como senadores. Las circunstancias políticas actuales, tanto a nivel interno como externo, ameritan que los ciudadanos se tomen muy en serio su derecho y deber a votar y escoger libremente a quienes consideren lo pueden hacer de la mejor manera posible. No es suficiente la crítica feroz que suele darse en torno al Congreso. En todo caso, este cuerpo colegiado es el origen de las leyes de las República y no es sabio desentenderse de su composición. Además, tiene la tarea de ser como el garante de la democracia en nuestra nación, y todos los analistas coinciden en señalar que ésta se encuentra bajo asedio en el mundo entero. Vale la pena destacar que la democracia colombiana, aun siendo bastante imperfecta, permite tanto las campañas como la libre elección por parte de los nacionales. Debates, concentraciones, foros, publicidad, publicaciones políticas, todo esto que ahora es tan visible, es signo de que tenemos una democracia palpitante y que abarca a la mayoría del territorio del país. Todo lo que conllevan las campañas políticas es un buen indicador de que en Colombia hay gusto por la democracia y que hoy, prácticamente nadie, está dispuesto a ser gobernado a nivel local o nacional, sin ser antes escuchado y tenido en cuenta. De la misma manera, desde aquí debe nacer la capacidad de reconocer a quienes triunfan y la de darle espacio a las llamadas oposiciones, las cuales finalmente sirven para controlar posibles desmanes de las mayorías. Y no está de más que el ciudadano se haga consiente de lo importante que es su presencia en las urnas para dar paso a personas que realmente merezcan por méritos e integridad realizar la tarea legislativa de la nación. Y, al mismo tiempo, cerrar el paso a quienes han hecho de la política un negocio, un nido de corrupción sin límites, una actividad hereditaria, una toma del poder para su propio provecho. Hoy, cada persona mayor de edad llamada a elegir cuenta con muchos medios para informarse verazmente de los programas de los candidatos a senado y cámara, lo mismo que de su probidad ética para aspirar a ocupar una curul. Se requiere una ciudadanía cada vez más activa en este sentido o de lo contrario sus quejas caerán en el vacío o se le devolverán al no participar debida y cuidadosamente en la contienda electoral. ¡Cuánto mal hace cada voto cambiado por un tamal, un mercado o unas tejas! Mucho más de lo que el “beneficiario” pudiera imaginarse. La Iglesia, en su largo deambular por la historia, ha realizado su misión bajo todo tipo de modos de gobiernos y ninguno le es desconocido y tampoco absoluto. En medio de la limitación de cada uno de ellos, sin embargo, ha visto en la democracia un modelo político que abre muchas posibilidades a todos los ciudadanos, cuando funciona bien. Y por eso mismo la Iglesia anima, como ya lo han hecho recientemente los obispos católicos de Colombia, a que todos los bautizados y a todas las personas de buena voluntad se conviertan en verdaderos actores políticos de su propia vida, de sus familias y de toda la sociedad. Hay campo para ello y es necesario aprovecharlo para que no sea ocupado indebidamente por nadie. Y la Iglesia también conoce los dolores y despojos del autoritarismo y de las dictaduras y por eso los desaconseja de plano. Que cada colombiana y cada colombiano manifiesten su amor a la patria haciéndose verdaderos actores de la democracia, con el voto libre e informado. No es poco lo que está en juego y a todas luces está claro que se requieren mujeres y hombres nuevos, íntegros y capaces, para darle más impulso al progreso de Colombia. En la actualidad, más que el miedo, lo que debe mover a la ciudadanía es un sueño de construcción del bien común, de la convivencia pacífica y de la justicia social extendida hasta el último rincón de Colombia. Y de la protección de la libertad. Imposible ser pasivo en esta hora crucial de la nación. Oficina Arquidiocesana de Comunicaciones Fuente:Dirección El Catolicismo

Sáb 9 Jun 2018

Votar es participar

Por: Mons. Ismael Rueda Sierra - Nos encontramos en Colombia en una coyuntura de enorme responsabilidad ciudadana como es la elección del nuevo Presidente por cuanto, de su gestión igualmente responsable, dependerá en gran medida el bienestar y convivencia justa de todos los ciudadanos, atendiendo al bien común. Es una decisión que, como ocurre en los sistemas democráticos, va a depender de la suma de votos por mayorías en favor de alguno de los candidatos. Cada voto debe expresar una voluntad consciente y libre, en tanto bien informada y moralmente dirigida con la intención de buscar el mayor bien. Cada voto suma. Cada abstención resta. La indiferencia o el pretexto de no encontrar la persona perfecta, impiden ciertamente al conjunto de la comunidad, encontrar el mejor camino, su destino. Ciertamente a la hora de elegir, debemos ser conscientes de que una sola persona, por fuerte que sea su liderazgo, no basta para conducir y organizar toda la variada y compleja red de aspectos que entrañan el gobierno de una nación: dirigida por el gobernante, ha de ser un trabajo de equipo, participativo, coherente con el programa de gobierno ofrecido y respaldado por la mayoría de los ciudadanos; respetuoso de quienes pensando distinto, deben sin embargo, ser servidos en condiciones de igualdad de acuerdo con sus legítimos derechos, quienes a su vez, por encima de intereses personales, han de favorecer lo que toca el bien común de todos. De modo que no hay candidato perfecto. La participación en cuanto voluntad de ayudar a decidir y comprometerse con lo decidido, se convierte en un imperativo moral y forma parte, según el pensamiento social de la Iglesia, del principio de subsidiariedad que propende por no quitar o impedir a las personas por una parte, o a las comunidades menores, por otra, lo que les corresponde legítimamente como fruto de sus esfuerzos y capacidades, destinadas a aportarlas al servicio de los demás. De este modo la participación - y el voto es una manera de hacerlo - responden sin duda a evidenciar también la dignidad de las personas y su valor concreto para la sociedad. En relación con el tema podemos citar una reflexión del papa San Juan XXIII, en su Carta encíclica Pacem in Terris: La participación en la vida comunitaria no es solamente una de las mayores aspiraciones del ciudadano, llamado a ejercitar libre y responsablemente el propio papel cívico con y para los demás, sino también uno de los pilares de todos los ordenamientos democráticos, además de una de las mejores garantías de permanencia de la democracia (Cfr. AAS 55(1963)278. Cierto es que se necesita interponerse y superar obstáculos culturales, jurídicos y sociales que se presentan a veces como barreras a la participación solidaria de los ciudadanos. Correspondería a este cuidado las posturas que llevan al ciudadano a formas de participación insuficientes o incorrectas y al, a veces difundido desinterés por lo que se refiere a la participación social y política. El Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia aduce por ejemplo el caso “en los intentos de los ciudadanos de ‘contratar’ con las instituciones las condiciones más ventajosas para sí mismos, casi como si éstas estuviesen al servicio de las necesidades egoístas; y en la práxis de limitarse a la expresión de la opción electoral, llegando aún en muchos casos, a abstenerse” (Cfr. # 191). Lo cual quiere decir que el voto no debe ser de “maquinaria” ni “negociable”, sino libre y a conciencia. Fraternalmente. + Ismael Rueda Sierra Arzobispo de Bucaramanga