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pascua de resurrección

Mar 2 Abr 2024

“Ha resucitado; no está aquí” (Mc 16, 6)

Por Mons. José Libardo Garcés Monsalve - Con esta expresión el evangelista Marcos resume el acontecimiento decisivo que contiene toda nuestra profesión de fe, que se hace realidad en nuestra vida cristiana en este día en que celebramos con gozo la resurrección del Señor. Ya en el momento del calvario pocos segundos después de Jesús lanzar un fuerte grito y expirar, el centurión romano hizo profesión de fe cuando dijo: “Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios” (Mc 15, 39), encontrando la certeza plena en el anuncio que el joven vestido de blanco les dijo a las mujeres que fueron a ver el sepulcro: “No se asusten. Buscan a Jesús de Nazaret, el Crucificado. Ha resucitado; no está aquí. Miren el lugar donde lo pusieron. Vayan, pues, a decir a sus discípulos y a Pedro: Él va camino de Galilea; allí lo verán, tal como les dijo” (Mc 16, 6-7).Frente a un mundo con mucho odio, venganza y violencia, la Resurrección de Jesucristo es la revelación suprema para decirle a la humanidad que finalmente no reina el mal, sino que reina Jesucristo Resucitado que ha venido a traernos perdón, reconciliación y paz, para que todos tengamos en Él la vida eterna. La proclamación de la resurrección de Jesús es fundamental para dar cimiento a la fe, tal como lo señaló el Apóstol san Pablo “Si Cristo no ha resucitado, la fe de ustedes no tiene sentido y siguen aún sumidos en sus pecados” (1Cor 15, 17), pero como Cristo resucitó, Él es la fuente de la verdadera vida, la luz que ilumina las tinieblas, el camino que nos lleva a la salvación: “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie puede llegar al Padre, sino por mí” (Jn 14, 6).El desarrollo de la vida diaria tiene que conducirnos a un encuentro con Jesucristo vivo y resucitado, “que me amó y se entregó por mí” (Gal 3, 20), y ahora resucitado vive y tiene en su poder las llaves de la muerte y del abismo, para rescatarnos del mal que nos conduce a la muerte y darnos la verdadera vida, la gracia de Dios que nos renueva desde dentro con una vida nueva, para convertirnos en misioneros del Señor resucitado, según su mandato a los discípulos: “vayan y hagan discípulos a todos los pueblos y bautícenlos para consagrarlos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, enseñándoles a poner por obra todo lo que les he mandado. Y sepan que yo estoy con ustedes todos los días hasta el final de los tiempos” (Mt 28, 19-20).Así lo entendieron los primeros discípulos que vieron a Jesucristo y lo palparon resucitado. Pedro, los apóstoles y los discípulos comprendieron perfectamente que su misión consistía en ser testigos de la resurrección de Cristo, porque de este acontecimiento único y sorprendente dependería la fe en Él y la difusión de su mensaje de salvación por todos los confines de la tierra.Pedro, ante la pregunta de Jesús de quien era Él para ellos, le contesta: “Tú eres el Cristo” (Mc 8, 29), pero como todavía no había llegado la hora, Jesús les ordenó que no se lo dijeran a nadie. Ahora con la certeza de la resurrección, después de pasar por la cruz, todos salen a comunicar esa gran noticia por todas partes. También nosotros haciendo profesión de fe como Pedro, en el momento presente somos testigos de Jesucristo resucitado y cumplimos con el mandato de ir por todas partes a anunciar el mensaje de la salvación, con la certeza que no estamos solos en esta tarea, Él está con nosotros todos los días hasta el final de los tiempos (Cf Mt 28, 19-20).Dejemos a un lado nuestras amarguras, resentimientos y tristezas. Oremos por nuestros enemigos, perdonemos de corazón a quien nos ha ofendido y pidamos perdón por las ofensas que hemos hecho a nuestros hermanos. Deseemos la santidad, porque he aquí que Dios hace nuevas todas las cosas. No temamos, no tengamos preocupación alguna, estamos en las manos de Dios. La Eucaristía que vivimos con fervor es nuestro alimento y fortaleza que nos conforta en la tribulación y una vez fortalecidos, queremos transmitir esa vida nueva a nuestros hermanos, a nuestra familia, porque “Ha resucitado; no está aquí” (Mc 16, 6).La esperanza en la resurrección debe ser fuente de consuelo, de paz y fortaleza ante las dificultades, ante el sufrimiento físico o moral, cuando surgen las contra-riedades, los problemas familiares, cuando vivimos momentos de cruz. Un cristiano no puede vivir como aquel que ni cree, ni espera. Porque Jesucristo ha resucitado, nosotros creemos y esperamos en la vida eterna, en la que viviremos dichosos con Cristo y con todos los Santos. Tenemos esta posibilidad gracias a su resurrección.Haciendo profesión de fe en el Señor, miremos y contemplemos el Crucificado y digamos: “Tú eres el Cristo” (Mc 8, 29) y en ambiente de alegría pascual por la Resurrección del Señor, afrontemos nuestra vida diaria renovados en la fe, la esperanza y la caridad y vayamos en salida misionera a comunicar lo que hemos experimentado al celebrar esta semana santa. Puestos en las manos de Nuestro Señor Jesucristo y bajo la protección y amparo de la Santísima Virgen María y del Glorioso Patriarca San José, pidamos la firmeza de la fe para ser testigos de la Resurrección del Señor.En unión de oraciones,reciban mi bendición.+José Libardo Garcés MonsalveObispo de la Diócesis de Cúcuta

Lun 10 Abr 2023

Francisco: Anuncia al Señor y lo encontrarás, siempre en camino

En su alocución antes de rezar el Regina Caeli en el lunes de la Octava de Pascua, el Papa reflexionó sobre la importancia de no desanimarse, de superar los miedos y las angustias, como las mujeres que encontraron el sepulcro vacío cuando fueron a honrar el cuerpo de Jesús, y luego se encontraron con el Señor cuando lo anunciaron. Las mujeres fueron las primeras en ver y encontrar a Jesús resucitado en la mañana de Pascua. Lo recuerda el Evangelio (Mt. 28, 8-15) que la Iglesia proclama este lunes 10 de abril, de la Octava de Pascua, también conocido como Lunes del Ángel. El texto está al centro de la reflexión del Santo Padre, quien se asomó a la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico para rezar la oración mariana del Regina Caeli con miles de fieles y peregrinos congregados en el Vaticano. “Podríamos preguntarnos: ¿Por qué ellas?”, expresó Francisco, quien alegó una razón muy sencilla: fueron las primeras en ir al sepulcro. El Papa reconoció que también ellas sufrían por el modo en que parecía haber terminado la historia de Jesús. No obstante, a diferencia de los demás, no se quedaron en casa paralizadas por la tristeza y el miedo. Más bien “por la mañana temprano, al salir el sol, fueron a honrar el cuerpo de Jesús llevando ungüentos aromáticos. El sepulcro había sido sellado y se preguntan quién pudo quitar la piedra (cf. Mc 16,1-3)”. “Pero su voluntad de realizar aquel gesto de amor prevalece por encima de todo”, observó el Sucesor de Pedro. Las discípulas “no se desaniman, salen de sus miedos y de sus angustias. Este es el camino para encontrar al Resucitado”, enseñó Bergoglio. Compartir la alegría El Pontífice argentino invitó a recorrer la escena descripta en el Evangelio, animando a fijarse en un detalle: Jesús sale al encuentro de las discípulas cuando ellas van a anunciarlo. “Esto es hermoso: cuando anunciamos al Señor, el Señor viene a nosotros. A veces pensamos que la manera de estar cerca de Dios es tenerlo estrechamente junto a nosotros; porque después, si nos exponemos y hablamos de esto, llegan los juicios, las críticas, tal vez no sabemos responder a ciertas preguntas o provocaciones, y entonces es mejor no hablar de esto. En cambio, el Señor viene cuando lo anunciamos. Tú siempre encuentras al Señor en el camino del anuncio. Anuncia al Señor y lo encontrarás. Busca al Señor y lo encontrarás. Siempre en camino. Esto es lo que nos enseñan las mujeres: a Jesús se le encuentra dando testimonio de Él. Pongamos esto en el corazón: Jesús se encuentra testimoniándolo". Como ocurre con el nacimiento de un hijo, “una de las primeras cosas que hacemos es compartir este feliz anuncio con los amigos. Y al contárselo, también nos lo repetimos a nosotros mismos y, de alguna manera, hacemos que cobre aún más vida en nosotros”. Hay que procurar, sin embargo, que esta proclamación se realice “no con propaganda o proselitismo”, sino “con respeto y amor, como el don más hermoso para compartir". Ningún obstáculo para el anuncio “Pensemos de nuevo en las mujeres del Evangelio, continuó el Santo Padre, la piedra del sepulcro estaba sellada, toda la ciudad había visto a Jesús en la cruz y, no obstante eso, ellas van a la ciudad a anunciarlo. “Cuando se encuentra a Jesús, ningún obstáculo puede impedirnos anunciarlo”, dijo Francisco. “En cambio, si nos guardamos solo para nosotros su alegría, tal vez sea porque todavía no lo hemos encontrado de verdad”, añadió. Para concluir, Francisco estimuló a la multitud a preguntarse: “¿Cuándo fue la última vez que di testimonio de Jesús? Hoy, ¿qué hago para que las personas que encuentro reciban la alegría de su anuncio? Y de nuevo: ¿puede alguien, pensando en mí, decir: ¿esta persona está serena, es feliz, es buena porque ha encontrado a Jesús?”. El Papa pidió a la Virgen “que nos ayude a ser anunciadores alegres del Evangelio”. El Papa agradece los augurios pascuales recibidos Francisco manifestó su gratitud a todos los que, en estos días, le han enviado expresiones de buenos deseos, agradeció las plegarias y pidió que Dios recompense a cada uno con sus dones. Asimismo, deseó a todos "que pasen estos días de la Octava de Pascua, en los que se prolonga la celebración de la Resurrección de Cristo, en la alegría de la fe". Fuente: Vatican News |Sebastián Sansón Ferrari – Ciudad del Vaticano

Lun 11 Abr 2022

Celebrar bien y participar con fe

Se aproxima la fiesta mayor de los cristianos: la Pascua de Resurrección. - Estuvo caracterizada hasta hace poco por una especie de alto en el camino de toda la sociedad para darle un realce especial. Eso ya no es así y los cristianos, en concreto los católicos, deben hacer todo lo posible para que estos días tengan el carácter espiritual que les da la identidad específica y profunda. Todavía el calendario civil facilita las celebraciones religiosas dejando como días festivos el Jueves Santo y Viernes Santo, que se complementan con el Domingo de Ramos, la Vigilia de Resurrección el sábado en la noche, y el Domingo de Pascua. Queda aún, ciertamente, una buena posibilidad de realizar cuidadosamente las celebraciones de los días santos de la fe católica. Para que lo anterior sea realizable, la Iglesia y el pueblo de Dios cuentan con los sacerdotes que presidirán las liturgias de los días santos. Es de la mayor importancia que todos los actos que se realizan en la Semana Mayor estén preparados en la mejor forma posible y, sobre todo, celebrados con todo el cuidado e importancia que les corresponden. La liturgia de la Iglesia, celebrada con respeto y esmero, es de por sí toda una catequesis y posee un lenguaje muy propio, lleno de signos y palabras que alimentan y visibilizan la fe en los fieles. No conviene que las celebraciones de estos días santos se presten para ensayos, cosas raras, omisiones indebidas, pues se desdibuja el contenido de lo que se celebra y se debilita la fe. Ojalá cada sacerdote esté desde ahora preparando cada detalle de las celebraciones que presidirá y preparando muy sesudamente sus predicaciones para que los misterios de Dios sean expuestos y dados en abundancia a todos los fieles. En esta línea, no es de menor importancia la participación consiente y activa de todos los católicos que harán presencia en templos y otros lugares de celebración. Por fortuna, hoy en día este tipo de participación es más notoria en todos los niveles de la vida eclesial. Sin embargo, no está de más insistir en la conveniencia de aproximarse a los días santos habiendo realizado la confesión sacramental. De igual manera, de instruirse previamente para que se pueda obtener un mayor fruto de cada una de las celebraciones litúrgicas, que son abundantes en estos días. Una persona bautizada que realice todo el itinerario litúrgico y de actos piadosos que la Iglesia ofrece en la Semana Mayor podrá obtener mucho fruto para su vida espiritual y para su propia conversión. Conviene insistir, como se hace desde hace varios años en la Iglesia, en la importancia de que cada bautizado se preocupe por celebrar cristianamente estas fiestas de la Pascua y los días que la preceden. El “gran enemigo” hoy en día es el carácter absolutamente disoluto y vacacional que ha transformado unos días santos en simples días de recreación. Colombia tiene el privilegio de que no hay municipios sin parroquias y que en prácticamente toda la geografía nacional hay sacerdotes llevando las celebraciones de la fe. En el lugar que se encuentre un creyente comprometido puede contar con que la Iglesia le ofrecerá las celebraciones principales de su fe. Ojalá los fieles correspondan al esfuerzo que el clero hace en estos días por llevarle los misterios santos. Finalmente, celebrar bien la Semana Mayor y participar con gozo de este momento eclesial, ayuda mucho a mantener viva la fe, a consolidar la identidad de cada creyente y a darle a la sociedad colombiana, siempre agitada y polarizada, unos momentos de reposo, reflexión y fraternidad que están haciendo mucha falta. Oficina Arquidiocesana de Comunicaciones Fuente: Dirección El Catolicismo

Dom 12 Abr 2020

Obispos del Valle animan a despertar una conciencia ciudadana y planetaria

Obispos del Valle animan a despertar una conciencia ciudadana y planetaria En un mensaje de Pascua los obispos del Valle expresan la esperanza de salir pronto de esta crisis que aqueja el mundo, por cuenta del coronavirus y animan para que esta experiencia dolorosa sirva para el despertar de una nueva conciencia ciudadana y planetaria. “La espiritualidad y la convivencia, el servicio y la disciplina, el esfuerzo y los sacrificios de todos, la generosidad de muchos, arriesgando, incluso, su propia salud y tranquilidad, nos hacen sentir que hay arraigo en Dios, en su Palabra y Presencia, en su Amor y Providencia, en los vínculos de comunidad y de cuerpo místico, que nos inspiran fraternidad, paz, paciencia, perdón, comprensión y entrega de unos por otros”. El mensaje recuerda como la humanidad está viviendo un Viacrucis que deja en los rostros de muchas personas la tristeza por la pérdida de vidas, pero también irradia un camino abierto a la esperanza de la Resurrección “con nuevos modos de vida y valores mejor afincados en la consciencia individual y colectiva”. Así mismo, afirman que esta pandemia permitirá descubrir el “rostro de Dios” en quienes la están padeciendo de cerca, sirviendo a ellos con generosidad. “Cristo resucitado es nuestra esperanza y así como venció la muerte, vencerá toda nuestra angustia y dolor”. Ante esta zozobra, los obispos nos recuerdan como los discípulos también por miedo a los judíos estuvieron encerrados “también nosotros podremos salir del encierro por miedo al contagio, e ir ahora como CUIDADORES unos de otros y de la “casa común” que es el planeta en cada territorio, rural y urbano, que habitamos”. Por último, animan a continuar con la disciplina de las medidas de prevención vigentes que procuren el cuidado de la vida humana, en este difícil momento. Se comprometen a mantener una conexión virtual de oración y acompañamiento a las comunidades cercanas y con la sociedad en general. Suscriben el comunicado: Darío de Jesús Monsalve Mejía, Arzobispo de Cali; José Alejandro Castaño Arbeláez, Obispo de Cartago; Edgar de Jesús García Gil, Obispo de Palmira; José Roberto Ospina Leongómez, Obispo de Buga; Rubén Darío Jaramillo, Obispo de Buenaventura; Luis Fernando Rodríguez Velásquez, Obispo auxiliar de Cali; Juan Carlos Cárdenas Toro, Obispo Auxiliar de Cali. [icon class='fa fa-download fa-2x'] Descargar comunicado[/icon]

Sáb 11 Abr 2020

¡Felices Pascuas 2020!

Es el deseo del Cardenal Rubén Salazar Gómez, arzobispo de Bogotá y Primado de Colombia, quien en un video-mensaje recuerda que, al desear Felices Pascuas, “estamos deseando que el Señor venga a nosotros, quiebre todas las resistencias que tenemos en nuestro interior y nos haga capaces de recibir su Espíritu que nos viene a dar la vida, la luz, la alegría y la paz”. Tras explicar que la palabra Pascua viene del hebreo, significa paz y nace cuando los Israelitas pasaron de la esclavitud de Egipto a la libertad de la tierra prometida. Y, Cristo, nuestro Señor, la vivió pasando de la muerte a la vida, el prelado insistió en que “también tenemos que vivir la Pascua pasando de nuestra condición de esclavos del pecado a ser libres con la libertad de los hijos de Dios; es decir, con la libertad del amor”. El tiempo pascual comprende cincuenta días (en griego = "pentecostés", vividos y celebrados como un solo día: "los cincuenta días que median entre el domingo de la Resurrección hasta el domingo de Pentecostés se han de celebrar con alegría y júbilo, como si se tratara de un solo y único día festivo, como un gran domingo" (Normas Universales del Año Litúrgico, n 22).

Sáb 11 Abr 2020

El sepulcro vacío es el escenario del “ver y creer” de los apóstoles y de la comunidad eclesial

Primera Lectura: Hch 10, 34a.37-43 Salmo: Sal 118(117),1-2. 15c+16a+17.22-23 (R. 24) Segunda Lectura: Col 3,1-4 o 1Co 5,6b-8 Evangelio: Jn 20,1-9 o Mt 28,1-10 Introducción El tema central de la liturgia de este solemnísimo domingo de Pascua es la Resurrección del Señor. Esta realidad toca lo íntimo de la creación entera y se constituye en el elemento fundamental de la fe. A la luz de la liturgia de este domingo podemos meditar tres ideas: • El sepulcro vacío es el escenario del “ver y creer” de los apóstoles y de la comunidad eclesial. • La Resurrección del Señor se constituye en el contenido que dinamiza la predicación y suscita una vida de testimonio en la comunidad. • En la experiencia de Pablo, el acontecimiento de la Resurrección transforma la vida y el apóstol de los gentiles lo expresa en la imagen de la “masa nueva” y todo en virtud que, Cristo “nuestra Pascua ha sido inmolado”. 1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura? Es evidente que el sepulcro vacío no es por sí mismo prueba de la resurrección del Señor. La presencia de la Magdalena y de Pedro en el sepulcro les permitió inferir a ella, que “se han llevado del sepulcro al Señor, y no sabemos dónde lo han puesto”, y a Pedro constatar que las “vendas que le habían colocado al sepultarlo estaban allí”; pero la presencia de Juan va más allá y el evangelista destaca dos acciones “vio y creyó”. Las enseñanzas de Jesús se hacían realidad, la fuerza de su Palabra proclamada le permitió al apóstol “ver” pero con profundidad, fijar su mirada en los signos y ser capaz de desvelar lo que en profundidad se desvelaba ante él: Ha resucitado y esa verdad se hace objeto de la fe personal y comunitaria. El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña que, el sepulcro vacío no es en sí una prueba directa de la resurrección, sin embargo, es un signo que permitió a los discípulos reconocer el hecho de la resurrección y constatar que el estado del sepulcro vacío, que la ausencia del cuerpo de Jesús no había podido ser obra humana y que Jesús no había vuelto simplemente a una vida terrenal como había sido el caso de Lázaro (Jn 11,44; CIC 640). El amor del apóstol por el Señor le permitió entender que la Palabra de Dios es verdadera. Enseña el Papa Francisco “En Él también nosotros estamos resucitados, pasando de la muerte a la vida, de la esclavitud del pecado a la libertad del amor. Por lo tanto, dejémonos alcanzar por el mensaje consolador de la Pascua, y envolvernos por su gloriosa luz que disipa las tinieblas del miedo y de la tristeza, porque Jesús resucitado camina junto a nosotros. Él se manifiesta a todos los que lo invocan y lo aman. Antes de nada, en la oración, pero también en las alegrías sencillas vividas con fe y agradecimiento. Podemos sentirlo presente también compartiendo momentos de cordialidad, de acogida, de amistad, de contemplación de la naturaleza” (Ángelus, 22.04.2019). En síntesis, Jesús Resucitado aviva la alegría de la fe y nos invita al anuncio. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? La vivencia de la resurrección del Señor nos permite entender que la alegría y el gozo que produce el encuentro con Cristo resucitado (EG 1), suscita en la vida de las personas la fuerza del anuncio, y el contenido de esa proclamación es Cristo resucitado. Una de las principales tareas para quienes creemos y esperamos en Cristo, es orar y pedir la gracia de llenarnos de la Palabra del resucitado que nos permite “ver y creer” para proclamar la verdad de la fe y ser testigos creíbles de su amor. En el reciente documento sobre la Palabra, el Papa Francisco afirma que, “La relación entre el Resucitado, la comunidad de creyentes y la Sagrada Escritura es intensamente vital para nuestra identidad. Si el Señor no nos introduce es imposible comprender en profundidad la Sagrada Escritura, pero lo contrario también es cierto: Sin la Sagrada Escritura, los acontecimientos de la misión de Jesús y de su Iglesia en el mundo permanecen indescifrables. San Jerónimo escribió con verdad: «La ignorancia de las Escrituras es ignorancia de Cristo» (Aperuit Illis 1, del 30.09.2019). Otra tarea que va unida a la oración y a la Palabra, es estar dispuesto a la transformación que ofrece el resucitado. El mundo, en la multiplicidad de los escenarios necesita una transformación ética que exige la experiencia y la cercanía con el espíritu del Señor Resucitado, es descubrirse en su identidad de bautizado y enviado a ser luz en medio de los hermanos. Este proceso de transformación toca las raíces mismas del hombre: la sinceridad y la verdad. En síntesis, una persona que vive en la dinámica del Resucitado siente la alegría de anunciar, de salir al encuentro de los hermanos y contarles con su testimonio la nueva vida que, impregnada de luz, se arriesga a disipar las tinieblas de la división, el pecado, la injusticia social. 3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Encarnar la misión de anunciar la alegría de la Resurrección lleva consigo sacrificio, momentos difíciles, porque el anuncio de la Palabra interpela, cuestiona y exhorta. Afirma el Papa Francisco “La Sagrada Escritura realiza su acción profética sobre todo en quien la escucha. Causa dulzura y amargura. Vienen a la mente las palabras del profeta Ezequiel cuando, invitado por el Señor a comerse el libro, manifiesta: «Me supo en la boca dulce como la miel» (3,3). También el evangelista Juan en la isla de Patmos evoca la misma experiencia de Ezequiel de comer el libro, pero agrega algo más específico: «En mi boca sabía dulce como la miel, pero, cuando lo comí, mi vientre se llenó de amargor» (Ap 10,10; Aperuit Illis 12). RECOMENDACIONES PRÁCTICAS: 1. Al llegar a este día, el cansancio de la semana se hace sentir y se corre el riesgo de restar importancia a la celebración del domingo de resurrección. 2. Preparar con delicadeza de detalles: el altar, la dignidad y centralidad del cirio pascual, colocar en un lugar sobresaliente la imagen del resucitado. 3. En la celebración de la misa de hoy se pueden usar algunos elemen- tos pastorales de incalculable valor, contenidos en la Vigilia Pascual, especialmente en las asambleas que no han participado en la Noche Santa. (cf. Misal Romano tercera y cuarte edición, p. 197. Domingo de Pascua, segunda forma). En efecto, dice que se pude realizar procesión de entrada con el Cirio Pascual, usando las expresiones propias de “Luz de Cristo”; renovación de los compromisos bautismales con cirios encendidos; terminado el credo se puede hacer la aspersión con el agua que se bendijo en la Vigilia Pascual. 4. Motivar de manera especial a la comunidad para que cante o recite con entusiasmo el Gloria, así como el responsorio del Sal 118(117): «Este es el día…». 5. Recordar que el Prefacio es el de Pascua I: «El Misterio Pascual», Misal, p. 375, con la parte propia: «en este día». Es recomendable seguir el Canon Romano o Plegaria Eucarística I, con las partes propias que contiene. 6. La Bendición final de la Misa es solemne, como en la Vigilia Pascual, agregando en la despedida el doble Aleluya, que se mantiene durante toda la Octava de Pascua. 7. Con las Vísperas de este día termina el Sagrado Triduo Pascual. 8. Los ocho primeros días del Tiempo Pascual, incluyendo el domingo segundo de Pascua, constituyen la Octava de Pascua; estos días tienen la celebración como las solemnidades del Señor (cf. Normas Universales sobre el Año Litúrgico y sobre el Calendario, n. 24). 9. Evangelizar la piedad popular: • “Vía Lucis”: Sería muy conveniente que en estos días de la octava de pascua se realice este ejercicio de piedad, para poner de relieve la presencia del resucitado en medio de la comunidad. • El “encuentro de la Madre del Señor con el Resucitado”: En la mayoría de las comunidades se realiza esta procesión y convendría darle su importancia, para significar que la Virgen fue la primera que participó plenamente de la Resurrección del Hijo (Cfr. Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia 142): 10. Organizar un ágape para los movimientos apostólicos, un detalle para los miembros de la comunidad, hacer sentir la alegría del sentido espiritual de la Pascua.

Lun 2 Abr 2018

La ruta de la Cruz para resucitar y vivir

Por: Mons. Darío de Jesús Monsalve Mejía - Nuestra mayor certeza es ésta: “Ayer como hoy, Jesucristo es el mismo, y lo será siempre” (Hebreos13, 8). “Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo28, 20). Bendiga Dios a quienes santifican estos días con la vivencia intensa del Misterio de su Hijo hecho hombre, muerto en la cruz y resucitado de entre los muertos. Bendiga Dios a la Iglesia que se hace memoria de Cristo Jesús y celebra su memorial en la Eucaristía, en la Palabra del Evangelio que nos trae al presente su pasión, y en el testimonio de muchedumbres que se congregan, aún en tiempos de marcada confusión y crudo individualismo, para decir que Él está vivo y es vida nuestra, vida para el mundo entero, “vida escondida, con Cristo, en Dios”. Bendiga Dios a la humanidad entera de estos tiempos y salve de la tragedia al planeta tierra que habitamos y que corre el riesgo de ser destruido por la inconciencia de la maldad, el desorden de las codicias y la barbarie de las guerras. Bendiga Dios a los más débiles y pequeños, a quienes son excluidos y expulsados, obligados a emigrar y mendigar la supervivencia. Su compasión divina suscite la solidaridad humana con todas las víctimas de los conflictos, especialmente con los niños por nacer y criarse, por los ancianos y enfermos, por los desvalidos y diversamente capacitados. Bendiga Dios, en esta Pascua, a nuestra patria Colombia, cuya población, dispersa por los males de la violencia, la mentira, la corrupción y el narcotráfico, aún no sabe cómo salir de las encrucijadas en que se encuentra, entre la vuelta constante al pasado y el miedo a construir un futuro distinto. Fortalezca Dios los esfuerzos por abrirle paso a la convivencia pacífica, a la memoria de la verdad y a la unidad en la diversidad. Recuperemos todos, con la bendición de la Pascua 2018, “la ruta de la cruz”, que nos conduce a morir a nosotros mismos, estando aún vivos; a resucitar con Cristo desde ahora, sin habernos muerto aún; y a consolidar juntos el don y bien de la vida humana, de la vida en nuestros entornos y territorios, del futuro con vida y oportunidades para todos. Esa ruta es la gracia del Resucitado en cinco palabras: Amor hasta el dolor, transformar el dolor en perdón, hacer del perdón el camino para un cambio de vida y cambiar juntos ante la vida, buscar el cambio a través de la participación y la autogestión ciudadana en cada población. ¡Felices Pascuas de Resurrección! +Darío de Jesús Monsalve Mejía Arzobispo de Cali

Lun 2 Abr 2018

La ruta de la Cruz para resucitar y vivir

Por: Mons. Darío de Jesús Monsalve Mejía - Nuestra mayor certeza es ésta: “Ayer como hoy, Jesucristo es el mismo, y lo será siempre” (Hebreos13, 8). “Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo” (Mateo28, 20). Bendiga Dios a quienes santifican estos días con la vivencia intensa del Misterio de su Hijo hecho hombre, muerto en la cruz y resucitado de entre los muertos. Bendiga Dios a la Iglesia que se hace memoria de Cristo Jesús y celebra su memorial en la Eucaristía, en la Palabra del Evangelio que nos trae al presente su pasión, y en el testimonio de muchedumbres que se congregan, aún en tiempos de marcada confusión y crudo individualismo, para decir que Él está vivo y es vida nuestra, vida para el mundo entero, “vida escondida, con Cristo, en Dios”. Bendiga Dios a la humanidad entera de estos tiempos y salve de la tragedia al planeta tierra que habitamos y que corre el riesgo de ser destruido por la inconciencia de la maldad, el desorden de las codicias y la barbarie de las guerras. Bendiga Dios a los más débiles y pequeños, a quienes son excluidos y expulsados, obligados a emigrar y mendigar la supervivencia. Su compasión divina suscite la solidaridad humana con todas las víctimas de los conflictos, especialmente con los niños por nacer y criarse, por los ancianos y enfermos, por los desvalidos y diversamente capacitados. Bendiga Dios, en esta Pascua, a nuestra patria Colombia, cuya población, dispersa por los males de la violencia, la mentira, la corrupción y el narcotráfico, aún no sabe cómo salir de las encrucijadas en que se encuentra, entre la vuelta constante al pasado y el miedo a construir un futuro distinto. Fortalezca Dios los esfuerzos por abrirle paso a la convivencia pacífica, a la memoria de la verdad y a la unidad en la diversidad. Recuperemos todos, con la bendición de la Pascua 2018, “la ruta de la cruz”, que nos conduce a morir a nosotros mismos, estando aún vivos; a resucitar con Cristo desde ahora, sin habernos muerto aún; y a consolidar juntos el don y bien de la vida humana, de la vida en nuestros entornos y territorios, del futuro con vida y oportunidades para todos. Esa ruta es la gracia del Resucitado en cinco palabras: Amor hasta el dolor, transformar el dolor en perdón, hacer del perdón el camino para un cambio de vida y cambiar juntos ante la vida, buscar el cambio a través de la participación y la autogestión ciudadana en cada población. ¡Felices Pascuas de Resurrección! +Darío de Jesús Monsalve Mejía Arzobispo de Cali