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predicación orante domingo 1 de junio

Vie 30 Mayo 2025

Fue llevado hacia el cielo

SÉPTIMO DOMINGO DE PASCUAASCENSIÓN DEL SEÑORJunio 01 de 2025Primera lectura: Hechos de los Apóstoles 1,1-11Salmo: 47(46),2-3.6-7.8-9 (R. cf. 6)Segunda lectura: Efesios 1,17-23Evangelio: Lucas 24,46-53I. Orientaciones para la PredicaciónIntroducciónCuarenta días después de la resurrección, Cristo, como cabeza de la Iglesia, asciende a los cielos para que nosotros, como miembros de su Cuerpo Místico, podamos alcanzar su misma victoria. Antes del acontecimiento de la Ascensión, el Resucitado envía a los Once a proclamar el Evangelio al mundo entero. Cristo se marcha físicamente, pero permanece vivo en su Iglesia que tiene la misión de anunciar la buena noticia y de bautizar a todo el que crea. Nosotros, los discípulos de Cristo de este tiempo presente, mientras contemplamos al Señor que asciende, nos alegramos hasta el punto de entonar todas las alabanzas y aclamaciones que salen de nuestro corazón como aquella del salmo: “Dios asciende entre aclamaciones”.1. Lectio: ¿Qué dice la Sagrada Escritura?Podemos tomar la primera lectura de esta solemnidad de la Ascensión como punto focal para la comprensión de las demás perícopas que la acompañan en la liturgia de la palabra (teniendo en cuenta que el pasaje del Evangelio que corresponde para este año en el ciclo C, está tomado del relato evangélico compuesto por san Lucas, quien igualmente escribió los Hechos de los Apóstoles). Hoy se nos presenta el prólogo del libro de los Hechos para que los oyentes podamos captar su conexión con el Evangelio. Así, la vida de la Iglesia (narrada en la segunda parte de la obra lucana) queda firmemente enraizada en el ministerio de Jesús. En los primeros versículos de los Hechos apostólicos (igual que en los últimos versículos del Evangelio de Lucas), se manifiesta que la vida de la Iglesia deberá comenzar en Jerusalén (es evidente el interés teológico de Lucas por colocar a la Ciudad Santa como punto de partida de la expansión de la Iglesia hasta los confines de la tierra: cf. Lc 24,47; Hch 1,8). Allí la comunidad recibirá la promesa del Espíritu Santo y así queda patente el vínculo entre el misterio de la Ascensión y el acontecimiento de Pentecostés, vínculo que también Jesús expresó cuando afirmó que se marchaba para que vinera el Paráclito (cf. Jn 16,7). Tanto la primera lectura como el Evangelio nos presentan una descripción del misterio de la Ascensión, precedido por las últimas instrucciones del maestro para sus discípulos. Aunque tienen claras diferencias en su manera de orientar el tema, ambos textos hacen referencia a la misión que el Resucitado ha querido encomendar a los apóstoles: su voluntad consiste en comunicarles el Espíritu Santo para que sean testigos y vayan a anunciar la Buena noticia; en el caso del evangelio, el anuncio aparece expresado como predicación de la conversión y el perdón. La tarea evangelizadora tiene su fundamento en la experiencia de ser testigos del Resucitado, llenos de la fuerza (dynamis) del Espíritu. Los dos pasajes coinciden en referirse a los apóstoles o a los discípulos como testigos y también coinciden en hacer alusión al Espíritu Santo como fuerza, aunque en el texto del Evangelio la tercera persona de la Trinidad no aparece con el nombre propio: sólo es mencionada como poder que viene de lo alto y como promesa del Padre. A todo lo mencionado anteriormente hay que añadir la alusión al universalismo de la Iglesia con las palabras “hasta los confines del mundo” (Hch 1,8) y “todas las naciones” (Lc 24,47). La Iglesia es esencialmente misionera y sus fronteras serán las del mundo. En cuanto al relato de la Ascensión, el texto de Hch se distingue por la referencia a ciertos detalles: la aparición de la nube, signo bíblico de la presencia divina; las palabras alentadoras de los personajes celestiales; el mensaje para la Iglesia en la expectativa del regreso de Jesús. Mientras tanto, la breve narración de Lucas destaca el hecho de la Ascensión como separación o alejamiento de Jesús en relación con sus discípulos, así como el acto de bendecirlos mientras subía al cielo. Llama la atención que los discípulos respondan al misterio de la ascensión con la postración y con alegría en su retorno al templo de Jerusalén. En la segunda lectura (Ef 1,17-23) el apóstol Pablo, a manera de oración, manifiesta que el cristiano necesita ser iluminado por Dios para comprender la riqueza de la gloria que le espera en el cielo, gracias al poder de Cristo resucitado y glorificado. Y esto porque conocer la futura herencia por la fe significa poseerla ya anticipadamente. 2. Meditatio: ¿Qué me dice la Sagrada Escritura y que me sugiere para decirle a la comunidad? Como consecuencia de la encarnación del Hijo de Dios, podemos afirmar con toda seguridad que donde esta Cristo, está su Iglesia y estamos todos los bautizados. Esto significa, de cierta manera, que, si Cristo está en el cielo, los que somos de Cristo (cf. 1Cor 15,23) ya estamos con Él y podemos aspirar a disfrutar de su gloria. Claro que tenemos que esperar a que llegue el momento definitivo. No obstante, Cristo nos está preparando un lugar (cf. Jn 14,3), un lugar en el cielo al que aspiramos, mientras en la vida diaria trabajamos por la santidad. Con la esperanza de llegar al cielo es que se mueve nuestra vida cristiana, en medio de los gozos y las fatigas de cada día. Por eso tienen sentido las palabras del apóstol Pablo cuando necesitamos comprender cuál es nuestra esperanza pues es muy fácil olvidar cuál es la meta de nuestra vida, en medio de tantas cosas que tenemos que pensar y que hacer, en medio de los afanes y preocupaciones de cada día. Cristo en el cielo nos dice: “Tú meta es el cielo”. Y si hay una meta que vale la pena, también valdrán la pena todos nuestros esfuerzos aquí en la tierra: los esfuerzos de todos los hombres y mujeres para sacar su vida adelante, sobre todo cuando las crisis económicas y sociales nos golpean; los esfuerzos por conseguir una sociedad llena de paz, justicia y progreso; los esfuerzos por aprender a amarnos entre hermanos; y qué decir de los esfuerzos por anunciar el Evangelio, la misión que nos encomienda Cristo resucitado.En nuestro camino hacia el cielo, contamos con el ancla de la esperanza, tal y como lo ha señalado el Papa Francisco en la Bula de convocación del año santo que estamos viviendo: “La imagen del ancla es sugestiva para comprender la estabilidad y la seguridad que poseemos si nos encomendamos al Señor Jesús, aun en medio de las aguas agitadas de la vida. Las tempestades nunca podrán prevalecer, porque estamos anclados en la esperanza de la gracia, que nos hace capaces de vivir en Cristo superando el pecado, el miedo y la muerte. Esta esperanza, mucho más grande que las satisfacciones de cada día y que las mejoras de las condiciones de vida, nos transporta más allá de las pruebas y nos exhorta a caminar sin perder de vista la grandeza de la meta a la que hemos sido llamados, el cielo” (SNC 25). Al concluir esta meditación no podemos olvidar que, para la acción misionera de la Iglesia y para la vida de sus discípulos, el Señor nos ha prometido el Espíritu Santo. La presencia visible del Verbo encarnado culmina con su Ascensión, pero toma protagonismo la acción del Espíritu Santo que es fuerza para ser testigos de Cristo (cf. Hch 1,8), fuerza en nuestro camino hacia el cielo. Litúrgicamente, la espera de esta promesa será el motor que mueva nuestro interior durante esta última semana de Pascua que comienza hoy y que nos llevará a la solemnidad de Pentecostés. Que cada día podamos invocar: “Ven Espíritu Santo”.3. Oratio y Contemplatio: ¿Qué suplicamos al Señor para vivir con mayor compromiso la misión? ¿Cómo reflejo en la vida este encuentro con Cristo? Nuestra oración ha de ser necesariamente una mirada dirigida al cielo. En el cielo está Cristo que mira con misericordia las situaciones difíciles que debemos pasar en la tierra. La Ascensión del Señor, según nos lo recuerda san León Magno, lejos de desanimarnos, aumenta nuestra fe, ya que nos empuja a creer sin vacilación en la presencia invisible y sacramental de Cristo en la Iglesia. Con esta fe pidamos por toda la humanidad y por las dificultades que pasa en estos tiempos.El tiempo pascual está llegando a su fin, pero la alegría pascual tiene que ser más fuerte que nunca. Esta alegría deben contemplarla en nuestra vida todos los que nos rodean. Es la alegría que se nutre de la esperanza de la vida futura que nos garantiza Cristo con su Ascensión. No nos dejemos robar ni la alegría ni la esperanza. _______________________Recomendaciones prácticas:· Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales· Día del Campesino· 7 – 8 de junio. Jubileo de los Movimientos, Asociaciones y Nuevas ComunidadesII. Moniciones y Oración Universal o de los Fieles Monición introductoria de la Misa 
Llegados a este punto culminante del tiempo Pascual nos disponemos a celebrar el gran acontecimiento de la Ascensión del Señor. Nos alegramos con esta solemnidad porque Cristo sube al cielo para mostrarnos el camino y, al mismo tiempo, se ha quedado con nosotros en la Iglesia para sostenernos. Que se acreciente cada vez más nuestro gozo pascual para ser verdaderos testigos y anunciadores del Evangelio. Monición a la Liturgia de la Palabra 
Al escuchar la Palabra de Dios en este domingo, la Ascensión de Jesús se nos manifiesta como un acontecimiento actual. Hoy es el día en que Cristo es glorificado y hoy Cristo renueva nuestra fe, nuestra esperanza y nuestro amor para convertirnos en testigos de la Pascua, en testigos de Aquel que está sentado a la derecha del Padre.Oración Universal o de los Fieles Presidente: Hermanos, acudamos con confianza a Jesucristo, el Señor, que habita en la Iglesia, que subió al cielo y está sentado a la derecha del Padre para ser nuestro mediador. Digamos llenos de esperanza:R. Señor Jesucristo, tú eres el rey de la gloria1. Por la Santa Iglesia de Dios para que alcance la unidad que quiso para ella su fundador y, fiel a su misión, anuncie el Evangelio a toda criatura. Oremos.1. Por los enfermos para que el Padre, que glorificó el cuerpo de su Hijo, cure también los dolores de nuestra carne y nos haga descubrir la esperanza a la que hemos sido llamados.Oremos.1. Por los que realizan la tarea de las comunicaciones en la Iglesia para que el Espíritu Santo guíe su apostolado. Oremos.4. Por todos los campesinos, para que el Señor bendiga su trabajo, sus cultivos y cosechas. Oremos.5. Por todos los Movimientos, Asociaciones y Nuevas Comunidades que celebran su Jubileo, para que este momento especial que la Iglesia les ofrece, sea de provecho en su vocación. Oremos.Oración conclusiva
Señor nuestro Jesucristo, que, para manifestar las maravillas de tu majestad, subiste al cielo ante tus apóstoles; concédenos la ayuda de tu bondad y, según tu promesa, permanece siempre con nosotros. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.R. Amén.