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putumayo

Jue 1 Nov 2018

Jóvenes amazónicos, líderes y custodios de la Casa Común

Los días 26, 27 y 28 de octubre, en Puerto Leguízamo - Putumayo, se realizó la primera Escuela del Liderazgo Juvenil Amazónico (ELJA), con la participación de 53 jóvenes y animadores de las jurisdicciones eclesiásticas de Puerto Leguízamo-Solano, San Vicente del Caguán y Florencia. Dirigida por un equipo juvenil misionero conformado por cinco jóvenes provenientes de Bucaramanga (Miguel Ángel y Cindy), Bogotá (Luis Mario), Florencia (Alexander) y Puerto Leguízamo (Camilo), fue desarrollada desde la temática del proyecto juvenil amazónico que es “Joven, ¡atrévete a ser Custodio de la Casa Común!”, que invita a los jóvenes, desde la experiencia de “venir a remar con nosotros”, a montarnos en la misma barca del cuidado de la casa común, pero remando juntos, para que este navegar sea un trabajo de todos, de unidad de intenciones, de red. La Escuela de Liderazgo Juvenil Amazónico (ELJA) hace parte de la plataforma de la pastoral juvenil del Vicariato de Puerto Leguízamo-Solano, que está conformada de cuatro pilares: espiritualidad, formación, encuentro y misión; la escuela de liderazgo se encuentra en el pilar de la formación. La última etapa de la plataforma será realizada en el mes de diciembre, con la misión en Piñuña Negro y Puerto Ospina. Fuente:Revista Dimensión Misionera

Jue 28 Jun 2018

Animadores indígenas y misioneros hablan de familia, comunidad y liderazgo

Del 21 al 25 de junio estuvieron reunidos en Puerto Leguízamo, Putumayo, sesenta animadores y animadoras provenientes de 36 comunidades indígenas de la cuenca del río Putumayo, para la Escuela Semestral de Formación. En el territorio amazónico de Puerto Leguízamo, en el Putumayo colombiano, se desarrolló la Escuela Semestral de Formación de Animadores, Animadoras y Misioneros con pensamiento y corazón amazónicos, tri-fronterizos y en diálogo intercultural. Los participantes son provenientes de los Vicariatos de San Miguel de Sucumbíos (Ecuador), San José del Amazonas (Perú) y Puerto Leguízamo-Solano (Colombia), que en los últimos tres años realizan un camino conjunto de formación de las comunidades indígenas, estimulando para que haya uno o dos animadores que acompañen la experiencia de fe y los procesos comunitarios del sector. Según el padre Fernando Flórez, misionero en Soplín Vargas (Perú), los participantes se reunieron esta vez “para ‘sentipensar’ en torno al tema familia, comunidad y liderazgo, sabiendo que somos territorio, somos pobladores y somos cuidadores, evidenciando la preocupación de la Iglesia encarnada en el Sínodo que ya se viene gestando desde este gran territorio llamado Amazonía". Mons. Joaquín Pinzón, vicario apostólico de Puerto Leguízamo-Solano, destaca el camino que se viene haciendo entre los animadores, animadoras y misioneros para formar líderes locales: “Los animadores y animadoras están haciendo un camino de crecimiento, fortaleciendo su fe y adquiriendo herramientas para ejercer su liderazgo en las comunidades. En los dos últimos encuentros de la Escuela se trató con los animadores de las cuencas de los ríos Caquetá y Putumayo sobre la tarea del líder en la comunidad”. “El objetivo de la Escuela es formar y tener animadores y animadoras que puedan motivar, animar y conducir sus comunidades en la experiencia de fe y también en los procesos comunitarios”, afirma el prelado. Concluye diciendo que “estamos en sintonía con lo que el papa Francisco nos está pidiendo al convocar el Sínodo para la Amazonía, que es buscar caminos para constituir una Iglesia con rostro amazónico”. Por: Julio Caldeira (Revista Dimensión Misionera) Fotos: Fernando Flórez

Jue 6 Abr 2017

“Debemos sembrar esperanza en Putumayo”: Obispo de Mocoa

Por las calles de la ciudad de Mocoa, en el departamento de Putumayo, el panorama es de angustia. Sin agua, sin energía eléctrica, con helicópteros sobrevolando los cielos mocuanos, camiones cisternas por todos lados, un caos que hasta ahora adquiere orden, pese a la adversidad. Personal de una centena de instituciones, así como también organismos nacionales e internacionales llegan día a día a ofrecer su formación y habilidades para tratar de mitigar la crisis humanitaria que se evidencia en cada esquina, en casa albergue; y que se resume al ver a los ojos a cualquier habitante de los barrios arrasados por la avalancha en la capital putumayense. Las quebradas La Taruca, El Mulato, y los ríos Sangoyaco y El Mocoa ya no serán vistos de la misma forma por los habitantes de los 17 barrios y asentamientos que fueron borrados de la geografía mocuana. El polvo de las calles de la capital de Putumayo nos recuerda cómo el lodo invadió el 60 por ciento de la ciudad. Uno de los sobrevivientes fue Silvio Edgar Burgos, uno de los habitantes del barrio San Fernando, quien recordó que algunos conocidos de él murieron de paro cardiaco, solo por ver la dimensión de la tragedia. “Eso fue impresionante. Yo logré salir porque la avalancha fue como en dos etapas. Una fue más suave, y en esa fue donde salí con los míos. Luego como a las 11 de la noche se vino la segunda tanda de la avalancha, y ahí sí se llevó todo”, puntualizó el hombre, quien trabaja como vigilante de seguridad privada. Lo perdí todo, puntualizó. Las zonas afectadas por la avalancha fueron los barrios Esmeralda, Los Bosques, Junín, San Fernando, Los Pinos, El Progreso, La Independencia, Miraflores, El Carmen, Villa del Norte, San Miguel, Laureles, San Agustín, Los Chíparos, José Homero Bajo, vereda San Antonio y la salida al municipio de Pitalito. “Aún estoy viva, papá” Mireya Hernández López, docente en el municipio de Puerto Asís, hace parte de una de las 1850 familias damnificadas de la avalancha de la madrugada del primero de abril. Cuenta que aquella noche se encontraba visitando a su familia y debido a la torrencial lluvia, que se precipitó con fuerza sobre las casas, decidió quedarse para viajar al siguiente día a su lugar de trabajo. “Gracias a Dios logramos salir mis padres, mis hermanos, pero tenemos familiares que aún están desaparecidos. Hoy acabamos de enterrar a la esposa de un primo”, resaltó. Pese a que logró sobrevivir, el dolor que despierta el desarraigo calcina aún su corazón. “Yo le pido a todas mis amistades, a la comunidad internacional, al presidente de la República que se solidaricen con mi pueblo, porque no solo me duele mi familia sino todo mi pueblo”, dijo entre sollozos la mujer. Y puntualizó: “También quiero enviar un mensaje a mi padre donde quiera que se encuentre, en cualquier rincón de Colombia, quien es el señor Sigifredo Hernández Guerrero, hijo de la señora Gloria Guerrero, que aún estoy viva. Hemos soportado dos avalanchas en éste pueblo, pero aún estoy viva, papá”. Como hormiguitas en la Diócesis Estas historias recorren los contornos de ése municipio putumayense, cargado de simbolismo amazónico y riqueza ancestral. Y son precisamente por éstas y otras vivencias que la Iglesia Católica viene trabajando para mitigar la grave crisis humanitaria que viven hoy los mocuanos. Las oficinas de la Diócesis de Mocoa-Sibundoy, que una vez fueron unas sigilosas dependencias donde el caminar tranquilo de sus visitantes apenas se notaba, se convirtieron a partir de esta semana en una completa sala de operaciones, dinámica y mucho ajetreo. Una veintena de colaboradores, voluntarios y “cómplices de la esperanza”, como los llamó el Pbro. Oscar Claros Artunduaga, coordinador, vienen estos días trabajando como hormiguitas en las labores de asistencia social. “Puedo decirles que tenemos una bodega llena de mucha ayuda que han traído de varias zonas del país, y que se ha llevado a varios centros de albergue, para veredas, para núcleos familiares. Aquí tenemos lo que nos ha llegado en víveres, en colchonetas, en ropa, en agua y demás. Tenemos una coordinación, y desde allí sale el equipo de logística a llevar a éstos lugares”, explicó Monseñor Maldonado Monsalve. Un trabajo que “rompe el alma” Todos los días en la mañana, el comité de voluntariado de la Diócesis se reúne para coordinar las acciones de cara a mitigar la situación en la capital putumayense. Toneladas de ayuda entre lunes y martes se ha recibido por parte de organizaciones y entidades de Caquetá, Huila y otras latitudes de Colombia. El equipo diocesano ha solicitado a la comunidad en general que por favor envíen ropa en buen estado, pues están enviando piezas muy deterioradas. Pero una de las labores más difíciles y que “desgarra el alma”, como lo describió Monseñor Maldonado, es la que tienen que vivir sacerdotes Nelson Cruz y los frailes provenientes del municipio de Oporapa, Huila. Mientras las autoridades forenses, la Sijín de la Policía y el CTI de la Fiscalía, van avanzando en la identificación de cuerpos, los religiosos son los que muchas veces les toca ayudar a los familiares a abrir los huecos para enterrar a los cadáveres ya en estado de descomposición. "Nuestro trabajo caritativo ha sido un acompañamiento espiritual, celebrando eucaristías en el cementerio y en algunos barrios de Mocoa. Muchos familiares de fallecidos llegan sin alguien que les ayude a abrir la fosa para enterrar a sus muertos. Entonces, hemos también ayudado a abrir las fosas para los cadáveres", dijo el Pbro. Fray Lorenzo María del Buen Pastor, uno de los nueve franciscanos que llegaron desde el Huila a ayudar en las labores humanitarias. A ellos, Monseñor Maldonado les agradeció por su entrega y loable labor caritativa para con la comunidad afectada por la tragedia que hoy enluta al mundo. “La realidad más dura de Mocoa está en el cementerio. Quiero agradecer a los monjes franciscanos por su loable labor", dijo el señor obispo, quien agregó que de ahora en adelante la labor de la Iglesia para con la gente de Putumayo será la de “sembrar la esperanza en los corazones para así reconstruir nuestro pueblo”. La cifra oficial son, hasta este jueves, 308 muertos, de los cuales han entregado 195. En las horas de la tarde de ayer martes fueron encontrados siete cuerpos, uno de los cuales fue encontrado en inmediaciones del municipio de Curillo (Caquetá). Igualmente, han sido atendidas 332 personas en el Hospital José María Hernández de Mocoa. Fuente: Jhon Fredy Nagles Soto, Comunicador Social.

Mié 5 Abr 2017

Iglesia Católica destinará recursos de campaña de Cuaresma para Mocoa

Monseñor Luis Augusto Castro Quiroga, presidente de la Conferencia Episcopal de Colombia (CEC), anunció que recursos de la Campaña de Comunicación Cristiana de Bienes, adelantada por la Iglesia Católica en el tiempo de Cuaresma, serán destinados a la comunidad de Mocoa, ante el desastre natural ocurrido el 1 de abril. El prelado explicó: “Tenemos un ahorro estipulado para este tipo de desastres naturales, gracias a las colectas que hacemos entre religiosos y feligreses; por eso, esa ‘platica’, la vamos a llevar a Mocoa. El monto no lo develaremos del todo, lo importante es que llegue a quienes más lo necesitan en este momento, a quienes lo perdieron todo en la tragedia. Además, cada Diócesis se encargará de buscar y aportar ayudas no sólo en dinero, sino en especie”, afirmó el también arzobispo de Tunja. De otra parte, Monseñor Castro Quiroga, en diálogo con Caracol Radio, tras lamentar profundamente la tragedia en Mocoa exhortó a los colombianos a unirse en oración y solidaridad. “Elevamos una oración por todos los muertos. Oramos para que Dios les de valentía a los sobrevivientes de la avalancha y para que puedan recuperarse a todos los desaparecidos”. Finalmente, frente a la propuesta de que el Papa Francisco visite la zona afectada, el jerarca precisó, a BLU Radio, que “modificar la agenda del Sumo Pontífice está fuera del alcance de la Iglesia colombiana”, además que las condiciones geográficas dificultan el acceso. “La invitación es muy justa, pero hay que entender que el papa viene cuatro días y eso ya está programado”, señaló. A la fecha, según cifras entregadas por el Instituto Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses, el fenómeno natural ha dejado 293 víctimas mortales y cientos de damnificados.