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Quinto Domingo de Cuaresma

Lun 7 Mar 2016

El Señor perdona nuestros pecados

El pasaje central de este domingo es el perdón que da Jesús a la mujer adúltera. Todos nosotros somos pecadores: ninguno ha llegado a la meta en el camino de la conversión, pero como dice Pablo, tenemos que correr hacia esa meta, sabiendo que el Señor perdona a quien de veras reconoce su pecado y promete no pecar más. Lecturas [icon class='fa fa-play' link='']Primera lectura: Isaías 43,16-21[/icon] [icon class='fa fa-play' link='']Salmo de respuesta: 126(125),1-2ab.2cd-3.4-5.6[/icon] [icon class='fa fa-play' link='']Segunda lectura: Filipenses 3,8-14[/icon] [icon class='fa fa-play' link='']Evangelio: Juan 8,1-11[/icon] [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO BÍBLICO[/icon] La misericordia y el poder de Dios se manifestaron ayer, se manifiestan hoy y siempre: Hubo maravillas del Señor en el pasado, pero la misma Palabra nos invita a no quedarnos pensando en el pasado, cuando “abrió camino en el mar”, sino a reconocer lo que hoy hace por nosotros. No se manifiesta en una fulgurante intervención sino como una planta que está brotando y va a dar fruto: así Él va haciendo surgir el mundo nuevo. Hoy también el Señor “cambia nuestro llanto en alegría” y la dolorosa expectativa de la siembra se convierte en gozos de cosecha abundante. “La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría.” Evangelii gaudium n. 1 Renace la alegría cuando el Señor viene al encuentro de nuestra miseria. Se encuentran la miseria y la misericordia, como decía San Agustín. Ese es el mensaje dramático de Jesús y la mujer adúltera. [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO SITUACIONAL[/icon] La sociedad actual tiene una manera muy peculiar de reaccionar frente al pecado. Comienza por negar la culpa: partiendo del rechazo al complejo de culpa se pasa a negar el concepto de culpa y a soslayar la responsabilidad personal. Nadie es culpable o, lo que viene a ser lo mismo, “todos somos culpables”. La simpatía creciente por las creencias orientales acoge con alegría la negación de culpa y pecado, que en esas religiones o filosofías es lógica consecuencia de la negación de la libertad personal, diluida en el concepto del karma. Más de un experto en conducta humana, en sicología, sociología, terapias o coaching se horroriza de que alguien mencione la palabra “culpa” y, peor, la palabra “pecado”. Se acoge así una forma de misericordia que consiste en disculpar con toda clase de teorías sobre el comportamiento. Así se trate de hechos tan graves como el asesinato de un cónyuge o un padre, así se trate del abusador contumaz o el explotador descarado, siempre se encuentran caminos para la inimputabilidad no sólo en lo penal y legal sino en el juicio mismo de la conciencia. Lo que alguna vez se mencionaba como un valor, la “delicadeza de conciencia”, ahora se mira como una aberración o minusvalía en la personalidad. Esta tendencia es un grave escollo para la evangelización auténtica: si no se reconoce que hay culpa, no hay pecado y si no hay pecado, no hay ninguna necesidad de redención: sólo necesitamos autoayudas y terapias. No podemos negar que un lenguaje que califica como pecado cualquier descortesía o infracción (como las malas palabras, las infantiles desobediencias o las rebeldías adolescentes), desvaloriza el concepto de pecado y lo desacredita aún ante los niños y jóvenes. Mucha gente nueva no piensa en serio en el pecado porque se ha banalizado el concepto. La nueva evangelización tiene que hablar del pecado, porque, como dice la Escritura, el juicio del Espíritu Santo parte del juicio sobre un pecado. La Iglesia tiene que actuar como Jesús, que no niega, ni disculpa, ni soslaya que esa mujer es culpable de un pecado. Por eso le dice: “No peques más”. Es más: Jesús, con su desafío a los que la condenan, les hace caer en cuenta de que ellos también son responsables de sus pecados. Pero aquel en quien no hay pecado, ha venido para ser el testigo y mensajero de la misericordia. Por eso expresa Francisco, el Obispo de Roma en su exhortación “Evangelii gaudium”: “sin disminuir el valor del ideal evangélico, hay que acompañar con misericordia y paciencia las etapas posibles de crecimiento de las personas que se van construyendo día a día. A los sacerdotes les recuerdo que el confesionario no debe ser una sala de torturas sino el lugar de la misericordia del Señor que nos estimula a hacer el bien posible. Un pequeño paso, en medio de grandes límites humanos, puede ser más agradable a Dios que la vida exteriormente correcta de quien transcurre sus días sin enfrentar importantes dificultades. A todos debe llegar el consuelo y el estímulo del amor salvífico de Dios, que obra misteriosamente en cada persona, más allá de sus defectos y caídas.” Evangelii gaudium n. 44 Y añade en la convocatoria del Jubileo de la Misericordia: “« Es propio de Dios usar misericordia y especialmente en esto se manifiesta su omnipotencia » Las palabras de santo Tomás de Aquino muestran cuánto la misericordia divina no sea en absoluto un signo de debilidad, sino más bien la cualidad de la omnipotencia de Dios. Es por esto que la liturgia, en una de las colectas más antiguas, invita a orar diciendo: « Oh Dios que revelas tu omnipotencia sobre todo en la misericordia y el perdón ».Dios será siempre para la humanidad como Aquel que está presente, cercano, providente, santo y misericordioso.” Misericordiæ vultus 4. “Así pues, la misericordia de Dios no es una idea abstracta, sino una realidad concreta con la cual Él revela su amor, que es como el de un padre o una madre que se conmueven en lo más profundo de sus entrañas por el propio hijo. Vale decir que se trata realmente de un amor “visceral”. Proviene desde lo más íntimo como un sentimiento profundo, natural, hecho de ternura y compasión, de indulgencia y de perdón”. Misericordiæ vultus, 6. [icon class='fa fa-arrow-circle-right fa-2x' link='']CONTEXTO CELEBRATIVO[/icon] Hoy, y cada vez que celebramos la Eucaristía, venimos como los animales que buscan ansiosos el agua, con la sed de encontrar en Cristo el agua de la vida y el perdón. Siempre comenzamos por reconocernos pecadores, comenzando por el celebrante. Recibamos conscientemente en nuestro corazón la Palabra de Jesús: Sí, has pecado pero yo no te condeno. Anda y no peques más. [icon class='fa fa-play' link='']Recomendaciones prácticas[/icon] Destacar, en la iniciación, el rito penitencial. Puede aprovecharse el canto “Hoy perdóname”, teniendo en cuenta que no reemplaza la letanía del “Señor, ten piedad”. El pasaje de la adúltera perdonada, invita a todos los bautizados a abrirse al perdón incondicional de Dios que en Cristo renueva todas las cosas. En este domingo se celebra el tercer escrutinio de preparación para el Bautismo de los catecúmenos que serán admitidos, en la Vigilia Pascual, a los sacramentos de Iniciación Cristiana, usando las oraciones e intercesiones propias, como se encuentran en las pp. 804-805 del Misal Romano. Recordar que esta semana: El sábado 19 de marzo, es la Solemnidad de San José, esposo de la Santísima Virgen María (en Colombia no es día de precepto). El próximo domingo 20 de marzo, es Domingo de Ramos en la Pasión del Señor. Insistir en la campaña para preservar la naturaleza, por eso advertir el no adquirir ramas de palma de cera, y más bien utilizar en este día plantas o ramas de árboles fácilmente renovables. Sin embargo, no podemos caer en desvirtuar los signos litúrgicos, por eso no está bien invitar a llevar globos, banderas, pañuelos, etc.